Decía Aristóteles que el hipócrita conoce la verdad, pero la oculta. El problema de los políticos catalanes es que no son nada hipócritas porque hace mucho tiempo que perdieron la noción de que pudiera haber algo verdadero. Por tanto, el máximo logro que exhiben ante sus votantes es reconocer que desviaron fondos públicos para fines para los que no estaban destinados, entre ellos, las cuentas para el mantenimiento de Carles I de Catalunya con los fastos que merece de por vida, el sostenimiento de todo lo que necesita el osito Junqueras durante el mismo tiempo, además de las correspondientes cuentas en Suiza de todos ellos y, por supuesto, algo de calderilla para organizar el referéndum por la independència que, para quienes no sepan catalán, significa “independencia”. Derogar la sedición apenas si era una de las reclamaciones para lavar la ofensa española de impedir que los políticos catalanes hicieran lo que les viniera en gana. Acabar con la represión del Estado español exigía evitar que los corruptos catalanes paguen por sus corruptelas. Por tanto, el jueves 15 de diciembre se aprobó en el Parlamento una reforma de ley por la cual deja de considerarse delito de corrupción el desvío de fondos públicos para fines para los que no estaban destinados y exige para que pueda haber corrupción “ánimo de lucro”. Podemas había sacado adelante una ley que se basaba en qué sentían los implicados. El PSOE, para no quedarse atrás, va a poner en funcionamiento una ley que se basa en el “ánimo” de los políticos. Quienes no tengan el ánimo necesario para lucrarse, tampoco tendrán que pasar mucho tiempo entre rejas, cuatro años como máximo, “causalmente”, el tiempo transcurrido desde el procès (que, para quienes no sepan leer en catalán significa “proceso”) y siempre, eso sí, que su delito haya causado un "entorpecimiento grave del servicio". La reforma no contempla agravantes. Si, pongamos por caso, un cargo público dedica el dinero destinado a comprar insulina para los hospitales a financiar a la asociación local de su propio partido, deja de haber cualquier base legal para enjuiciarlo. Y lo mismo ocurre si las ayudas para los afectados por una riada se dedican a fletar autobuses con los que llevar a miembros del propio partido a asaltar el Parlamento. Hay muy mal pensados, mayormente gente muy muy facha, que ha afeado al gobierno hacer una ley para beneficiar a personas con nombres y apellidos, algo absolutamente anticonstitucional y malévolo. Los partidarios de Pedro “el hermoso” se han desgarrado las vestiduras preguntando cómo osan acusarles de favorecer a personas concretas. No, ellos han favorecido a este país, a este continente, al mundo entero, a quienes acumulan riquezas en paraísos fiscales con la excusa de la llibertat per a Catalunya (“libertad para Cataluña”, para quienes no sepan leer en catalán) y al común de los mortales, a los ciudadanos de a pie, como José Antonio Griñán y Manuel Chaves, a quienes enviados del gobierno les han transmitido un guiño de Pedro “el hermoso”. Aún más, si una persona es una institución, ¿puede achacársele “ánimo de lucro” por desviar bienes públicos a sus cuentas privadas? Los muy izquierdistas republicanos de Cataluña han sentado las bases para que regrese el buen rey emérito, ahora libre de pecados de acuerdo con el espíritu de esta reforma. Afortunadamente, nuestro gobierno, el espejo en el que se mira nuestra nación, no lo compone únicamente el PSOE. Ahí tenemos también a Podemas, faro de referencia de la izquierda de verdad, látigo infatigable de la “casta” y sus componendas, batuta de las impolutas voces del progresismo radical. Valientemente, se han negado a suscribir una ley que, previsiblemente, vaciará nuestras cárceles de políticos represaliados por sus ideas acerca de cuánto dinero debe haber en sus cuentas cuando abandonen los cargos públicos. Eso sí, han votado a favor de ella, que ser radical, ser de izquierdas y luchar contra ella no significa que no compartan las ideas de “la casta”.
Dice el abogado de Griñán, en su día él mismo diputado socialista, que Griñán y Chaves, en lugar de agradecer el gesto, han sentido su dignidad ofendida (sic!) porque se los metiera en el mismo saco que los independentistas. De hecho, mezclar esta reforma de la ley con la reforma de la sedición ha levantado todas las ampollas que estaban sin cicatrizar en el PSOE contra Pedro “el hermoso”, generando una marejada de fondo de la que declaraciones de los cargos medios, de antiguos barones del partido y de supuestas “organizaciones ciudadanas”, apenas si son un pálido reflejo. Quienes conocen a los votantes del PSOE afirman que las bases están que trinan. Pero nada de eso es comparable con la estupefacción de las autoridades europeas. La reforma, como todas las leyes que venimos padeciendo en este fin de año por parte del gobierno de Pedro “el hermoso” no sólo se ha hecho deprisa y corriendo, no sólo se ha hecho consultando únicamente a los cuatro desaprensivos encerrados en un despacho, además se ha hecho en un momento en el que desde Bruselas se había animado a España a no “desfallecer” en su lucha contra la corrupción y justo en plena onda expansiva del Qatargate, que va a llevar a un endurecimiento de los controles en la Unión Europea y a colocar a España, una vez más, otra vez, como siempre, en ese lugar de Europa en el que la espalda pierde su virtuoso nombre.