"Casualmente", la ofensiva ucraniana que ha liberado en pocos días todo lo que lo que el ejército ruso tardó meses en conquistar y que lo ha puesto pies en polvorosa, se produjo poco antes de la cumbre de Samarcanda y unas semanas antes de la Asamblea General de la ONU. A la reunión de la Organización para la Cooperación de Shanghái acudió un Putin, todo sonrisas, que quería demostrar que Occidente podía aislarlo pero que el mundo se ha vuelto multilateral y que él tiene amigos en todas partes. Así lo vendió la prensa rusa y así lo ha vendido parte de la prensa occidental a la que no le importa informar de cualquier manera o a la que le importa mucho más el dinero que llega desde Moscú. La foto de Putin rodeado de sus socios de la OCS recordaba a la comida de navidad en torno al abuelete rico con todos sus hijos y nietos contentos y ansiosos porque el viejo se muera y poder heredarle. Xi ha actuado como Marlon Brando en "El Padrino", dejándose ver poco ante las cámaras y reuniéndose en privado con todo el mundo para arreglar los problemas. Pekín, que, como ya he explicado en alguna ocasión, considera "corto plazo" lo que se hace a diez años vista, está ahora mismo dividido entre quienes consideran que lo mejor es seguir apoyándose en una Rusia poderosa y quienes consideran que ha llegado la hora de absorberla. El comportamiento de Xi durante la cumbre de Samarcanda indica que van ganando los segundos. Pero no son los únicos que han llegado a esa conclusión. Turquía ya no se molesta en disimular que, tras Azerbaiyán, está aprovechando la coyuntura rusa para expandir su influencia por todas las repúblicas centroasiáticas. Saben que, más pronto o más tarde, sus intereses acabarán enfrentados con los de China, saben que contarán con el respaldo de EEUU en esa pugna, pero también saben que ese momento no ha llegado aún. Erdoğan le sonríe a Xi, habla de cooperar, pasa por alto la cuestión uigur, pero apenas el presidente chino regresa triunfante a Pekín, actúa como el único capaz de apaciguar el conflicto entre Kirguistán y Tayikistán. Y mientras entran en su patio trasero, mientras Modi (¡Modi! el Modi que está repartiendo a sangre y fuego Cachemira entre sus amigotes) le espeta que "no es época para guerras", mientras Erdoğan le pide que acabe con la barbarie, Putin sonríe. Y sonríe mientras reconoce que Xi le ha "preguntado" qué demonios está haciendo en Ucrania. Todo el mundo sabe que el hecho de que otro país "pregunte" por tus asuntos es motivo suficiente para tirarse los trastos diplomáticos a la cabeza. Pero Putin lo confiesa inocentemente ante los medios de comunicación e incluso afirma que ve "comprensible" la preocupación china, lo cual, en lenguaje diplomático significa: "nuestra posición es tan débil que ahora mismo no podemos hacer otra cosa". Unos días después, mientras Erdoğan declara que Putin tiene intención de terminar pronto la guerra y que, en su opinión, debería devolver los territorios ocupados desde 2014 para obtener una paz justa, se anuncia una comparecencia pública del presidente ruso. Pero Putin no comparece, ni siquiera es capaz de hacer una alocución en directo. La graba y, no sabemos con cuantas ediciones, se emite horas después de lo anunciado. Lloriquea ante las cámaras porque los malvados occidentales están utilizando tecnología punta (que Rusia presumía de tener también), para identificar y localizar cada unidad de su ejército, anuncia un decreto de movilización "parcial" cuyo texto, más bien, habla de movilización general, certifica la inmediata anexión de los territorios ocupados en cuanto se confirme que los "espontáneos" refrendos populares han sido ganados con una media del 80% de síes y advierte de que está dispuesto a utilizar su poderío nuclear a las primeras de cambio. Inmediatamente las preguntas se amontonan. ¿Las armas nucleares son el buque insignia del poderío militar ruso? ¿tendrán el mismo peso en los acontecimientos que el buque insignia de su marina? ¿Vista la eficacia del ejército ruso, dónde apuntan esas armas y dónde acabarán cayendo? ¿Putin no se ha dado cuenta de que si Ucrania, quiero decir, EEUU, sabe exactamente dónde está cada unidad de su ejército, su potencia de fuego, su capacidad de combate y hasta los planes que se están haciendo antes de que el propio Putin se entere, también tiene un conocimiento exhaustivo de su auténtico poderío nuclear, de la situación del mismo, de dónde se ubica y, llegado el caso, tendría noticia por anticipado de su decisión de utilizarlo? ¿No ha caído en la cuenta de que las amenazas nucleares que no funcionaron el 24 de febrero no van a tener más efecto el 24 de septiembre? ¿Qué plan b hay si no surten efecto? ¿provocar un holocausto, ante todo y sobre todo, de Rusia? ¿De verdad piensa declarar invasor al ejército ucraniano en las áreas anexionadas por decreto? ¿en serio cree que China se va a tirar con ellos por semejante precipicio? ¿Para qué necesita 300.000 reservistas si reconoce menos de 6.000 bajas en sus propias filas y 100.000 muertos entre las tropas ucranianas? ¿espera que los jóvenes vayan de buen grado a una guerra que, según Moscú, va según lo planeado y en la que, por tanto, no son necesarios? ¿o espera que la población rusa deje de creer en lo que dicen sus autoridades? ¿Cómo va a entrenar en semanas a esa masa ingente de nuevos reclutas si ha sido incapaz en años de entrenar a los profesionales? ¿con qué los va armar? ¿dónde los va a desplegar? ¿sabe Putin qué ocurrió en la Semana Trágica de Barcelona y por qué? De acuerdo, Putin ha perdido el norte, nunca ha tenido contacto con la realidad, ahora ni siquiera lo tiene con la cordura, pero ¿y su entorno? ¿Es cierto que, quince días antes de que se iniciara la ofensiva ucraniana, en un foro de seguridad, el Ministro de Defensa, Sergei Shoigú, se felicitó públicamente porque su ejército había demostrado la inutilidad de la ayuda occidental al ejército ucraniano? ¿Cómo pudo Lavrov reclamar el multilateralismo ausentándose de todos los discursos en el Consejo de Seguridad, incluido el de sus "aliados" chinos y lanzando críticas contra cada una de las instituciones internacionales? ¿Se puede decir más alto y claro: "sólo queremos escuchar el discurso de nuestro propio delirio"?
El Kremlin se ha aferra a la puntilla ardiente del invierno. Espera que el frío y las restricciones energéticas pongan en aprietos al gobierno alemán, espera que los estómagos agradecidos del fascismo italiano pongan en aprietos la unidad europea y, sobre todo, espera que las malas condiciones meteorológicas hagan lo que su ejército es incapaz de hacer, parar a los ucranianos. Todo eso son esperanzas. Certeza es que cientos de miles de jóvenes rusos van a pasar un invierno de hambre, frío y desesperanza en las trincheras de territorios invadidos, certeza es que millones de ucranianos van a pasar un invierno en condiciones miserables que no se han merecido de ninguna de las maneras y es una certeza absoluta que hay en Moscú un patético megalómano que ya sólo puede conciliar el sueño abrazado a su botón nuclear.