Hay un colegio cuya fachada está protegida por una malla, pero la autoridad educativa asegura que no hay peligro de que caigan cascotes demasiado grandes.
Hay un colegio, inaugurado hace cinco años, que imparte clases en el comedor y en la sala de profesores y que el curso que viene ya no podrá acoger más alumnos porque no tiene sitio.
Hay un centro de secundaria en el que se invirtieron varios miles de euros para dotarlo de una red wi-fi. Hace dos años una avería impidió su funcionamiento en uno de los edificios. Está en una lista de espera de la empresa encargada de las reparaciones y ahí sigue. En el otro edificio, cuando todos los ordenadores que existen en él se conectan, la red wi-fi se cae. No tiene capacidad para absorber ese tráfico. Este centro tiene más suerte que otros en los que, cuando se encienden todos los ordenadores, lo que se cae es su anticuada instalación eléctrica. Han llegado a un acuerdo para que la mitad de las aulas enciendan los ordenadores los días pares y la otra mitad los días impares. No obstante, se acusa a los profesores de luditas, de negarse a utilizar las nuevas tecnologías y no querer desarrollar contenidos multimedia para impartir sus clases, contenidos multimedia de los que, por lo demás, la Junta de Andalucía se apropia, negándose a reconocerles derechos de autor a los profesores.
Hay un centro en el que ciento cuarenta y tantos alumnos de segundo de bachillerato van ser repartidos en cuatro cursos. Para disminuir la ratio, la única solución otorgada por la autoridad educativa era eliminar un curso de primero de bachillerato. No era factible. La ratio en primero de bachillerato es de 37 alumnos por clase. En uno de ellos, será integrada una alumna con necesidades educativas especiales. La ley dice que no puede tener más de 24 compañeros. La autoridad educativa va a obligar al centro a incumplir la ley. Es lo habitual.
Los centros educativos andaluces han sido obligados a instalar pizarras digitales al precio de 3.000 € la unidad. Ningún centro las solicitó. Con un proyector y una pizarra táctil se puede conseguir algo igualmente operativo. El precio total de esta instalación ronda los 700 €. 2.300 € de sobrecoste por aula han salido de lar arcas públicas para acabar en cuentas privadas sin necesidad alguna y en plena época de recortes.
Los directores medianamente inteligentes se han negado a que las pizarras tradicionales abandonen las aulas. La utilización de las nuevas tecnologías exige que haya que esperar el encendido de un ordenador y la inicialización de una pizarra digital para escribir un nombre que los alumnos no entienden. Simplemente, no es funcional. Ahora bien, no todas las aulas son lo suficientemente grandes como para que ambas pizarras quepan una al lado de la otra. En la mayoría, cada pizarra ocupa una pared. Como la mesa del profesor debe estar en las inmediaciones de la pizarra digital, pues en ella se instala el ordenador que la controla, los alumnos tienen que cambiar la dirección de sus sillas y/o pupitres cada vez que el profesor necesita escribir algo en la otra pizarra. Las nuevas tecnologías han conseguido que las pizarras tradicionales tampoco sean ya funcionales.
Gracias a los recortes y al aumento de horas lectivas, los profesores de filosofía van a impartir música; los de geografía e historia, educación física; y los de francés, latín. El ilustrísimo, aunque más valdría decir, el ilustrativo (de lo que es el actual gobierno) Sr. Wert, quiere convertir este desaguisado en norma. Un proyecto de ley obligará a los profesores "de letras" a dar lengua y a los profesores de "ciencia" a dar matemáticas. Los habrá implicados que intentarán asumir el reto con dignidad. Los habrá tan desmoralizados que no llegarán ni a eso. Ni unos ni otros tendrán el entusiasmo mínimo que exige esta profesión para que las cosas salgan bien. Los economistas neoliberales aplaudirán el ahorro. Socialmente es el mayor despilfarro de la historia. Todos los millones gastados en formar especialistas se tira a la basura por el ocurrendo de un ministro, como si ese dinero hubiese crecido en los árboles.
Este curso comienza un nuevo modelo educativo. Hasta ahora, se podía elegir entre educación pública y educación privada. Dada la red de centros privados que existe fuera de Madrid y Barcelona, la elección, en realidad, era entre educación pública y educación para élites económicas. Con mucha dedicación, algunas artimañas y un poco de suerte, una familia trabajadora podía conseguir para sus hijos una educación pública bastante aceptable. A partir de ahora, la educación pública ofrecerá, exclusivamente, el gran encierro de los adolescentes, sin otra finalidad que el control social y el adocenamiento. No se trata de un logro del Sr. Wert. El sólo ha culminado un intento que comenzó hace unos treinta años. Por ello, la única conclusión posible es que el curso ha empezado con normalidad.