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domingo, 4 de octubre de 2015

Das Auto (2. VWexit)

   El 22 de septiembre de 2004, el gobierno griego reconoció que había estado falseando los datos del déficit público, al menos, desde el año 2.000. Fue el inicio de una cuesta abajo en la que el euro ha acabado estando al borde del abismo. Desde el principio, Alemania, cuya banca tenía la mayor parte de los bonos griegos en manos extranjeras, adoptó la idea de que Grecia debía pagar por lo que había hecho, sometiéndose a una cura de adelgazamiento que devolviera al sector público el tamaño macroeconómico que, sobre el papel, debía tener. En la práctica eso significaba retirar de la circulación un monto equivalente a lo que se debía pagar a la banca alemana, por lo demás, bastante maltrecha. Para el ciudadano de a pie lo que se le venía encima era una letal mezcla de paro, disminución o desaparición de las ayudas públicas e incremento de tasas en todos los sectores o, si lo quieren de un modo resumido, la miseria para unas cuantas de generaciones. Reiteradamente, cuatro locos argumentaron que la austeridad conduciría al desastre en los países periféricos primero, pero, a medio plazo, allí de donde procedían buena parte de los bienes industriales que éstos compraban, es decir, Alemania. El gobierno de Frau Nein, por su parte, argumentó "desde la más pura ortodoxia económica" que “los griegos”, no su gobierno o sus políticos, sino todos ellos, habían mentido, habían jugado con la buena fe de los europeos, se habían estado llevando subvenciones y ayudas utilizando la más ruin de las mendacidades y que, por tanto, debían pagar. No había pues, inocentes en esta guerra, nadie que mereciera el perdón. Cada anciano que cobrase pensión, cada niño que tuviera que ir a la escuela pública, cada joven que se encontrase en el paro indefinido, estaba, simplemente, sufriendo el justo castigo de su pecado original. Cuando Super Mario Draghi acabó dándole la razón a los cuatro locos que clamaban en el desierto, lo tuvo que hacer rompiendo la sagrada regla de la unanimidad que había regido la toma de decisiones en el BCE, pues los cargos nombrados por el gobierno alemán seguían obstinándose en que, quien la hace, la paga.
   Ahora tenemos que la joya de la corona de la industria alemana, el grupo Volkswagen, ha mentido ruinmente en un intento nada disimulado por alcanzar cuanto antes el puesto de empresa que más coches vende en el mundo al servicio de la supremacía (automovilística) alemana. Resulta, que ha estado falseando datos, informes e informaciones, que ha llegado a diseñar un programita que mintiese sistemáticamente, que ha dedicado lo mejor de sus capacidades ingenieriles al lucrativo quehacer de los trileros. Resulta que, en sólo dos días y exclusivamente en capitalización bursátil, ha perdido más dinero de todo el que defraudaron los griegos durante cinco años. Resulta que, al menos una quinta parte de lo que se ha perdido, es propiedad del pueblo alemán, quiero decir, de los ciudadanos que pagan impuestos, pues ése es el porcentaje de activos que tiene el Land federal de la Baja Sajonia en la empresa, sin mencionar el que tienen otros Länder y ayuntamientos. Resulta que, comparados con sus propios compatriotas, el dinero alemán que han dilapidado los griegos acabará por ser calderilla de la antigua. Resulta que el cacareado ecologismo germánico es un simple eslogan para vender más y forrarse el riñón. 
   Si “el que la hace la paga”, VW tendrá que desinstalar el sofware ilegítimo de los 11 millones de coches en los que los ha instalado. Tendrá, igualmente, que remozar el motor de estos vehículos para que tal procedimiento no acabe por suponer una pérdida de potencia en dichos motores. Tendrá que apechugar con las demandas de quienes, pese a ello, se sientan estafados por la empresa. Tendrá que pagar las multas correspondientes en todos y cada uno de los países en los que ha infringido la ley y tendrá que hacer todo ello sin ayuda ninguna de las autoridades alemanas. La excusa de que hacer todo esto reduciría a VW a la insignificancia, que muchísimos trabajadores se verían abocados al paro, que sus familias, inocentes, se verán afectadas, no debe significar nada, como no lo significó en el caso del pueblo griego.
   ¿Será ésta la postura que adopte, realmente, el gobierno de Frau Nein? El ministro de finanzas alemán, el otrora dóberman durante la crisis griega, Herr Schäuble, ya ha advertido que, cuando esto termine, todo habrá cambiando en VW. Y su canciller, Frau Nein, ha apostillado: “para que todo siga igual”. El gobierno alemán no va a actuar como imparcial juez en esta descomunal estafa, va a “colaborar con VW”, para que sus trabajadores no se vean afectados. Se trata de un timo organizado y orquestado por los directivos de la empresa y, a diferencia del caso griego, son ellos y exclusivamente ellos, los que han de pagar las consecuencias. Consecuencias que no serán penales, pues la fiscalía de Braunschweig, que afirmó haber abierto una investigación contra el anterior jefe de VW, acaba de “descubrir”, previa llamada de la cancillería de su país, que, en realidad, no lo está investigando, ni a él ni a ningún directivo. Sus pesquisas se dirigen, únicamente, contra “empleados responsables”, gente lo suficientemente escasa en número como para no perder muchos votos y lo suficientemente alejada de las instancias en las que se toman decisiones como para no tener mucho que contar acerca de quién sabía qué. 
   Una de las cosas que caracteriza a la mentalidad alemana es asumir en todo momento que los argumentos y justificaciones que sirven para apoyar sus intereses no valen para el resto de la humanidad. Hay una lógica y unos hechos válidos cuando se trata de explicar por qué los alemanes hacen o quieren algo y otra, toto caelo diferente, cuando se trata de lo que el resto de no alemanes hacen o quieren. Afortunadamente, Europa no es un conjunto de Estados sometidos a Alemania. Estamos dotados de gobiernos fuertes y democráticos que harán todo cuanto esté en sus manos para defender los intereses (y la salud) de sus ciudadanos y no lo intereses de grandes corporaciones o de potencias extranjeras, ¿verdad que sí?

domingo, 24 de marzo de 2013

Chipre o de la insensatez


Quienes sigan este blog con regularidad (santa paciencia), habrán observado que cada vez hablo menos de la crisis. No es que haya dejado de interesarme, es que no me gusta repetirme. Sin embargo, las circunstancias son tales, que no puedo evitar volver, otra vez, sobre lo mismo. La crisis de Europa no es una crisis económica, es una crisis política porque lo que sobra en Europa no son gastos insostenibles, lo que sobra son idiotas en las esferas del poder. El caso de Chipre ejemplifica perfectamente esto.
Los comienzos ya fueron malos. Chipre es, probablemente, el único caso europeo de triunfo pleno de un movimiento terrorista (el EOKA). Así que, de entrada, mal. Después la cosa fue a peor. Griegos y turcos vieron en Chipre la oportunidad de perpetuar una rivalidad en la que están enzarzados desde las guerras médicas y la isla acabó partida. La mayor dosis de sensatez que cayó sobre ella, vino de la mano de Kofi Annan y su plan de reunificación. Pero, claro, la cosa no podía durar mucho por ahí. En el referendum definitivo los turcochipriotas votaron a favor de la desaparición de la frontera interna y los grecochipriotas en contra. De haber entrado la isla en su conjunto en la Unión Europea, se hubiese convertido en receptora neta de ayudas, dado el atraso de la zona turcochipriota. No obstante, la parte griega prefirió dar dinero, antes que recibirlo, si con ello humillaban a  sus vecinos del norte.
La Unión Europea acogió con los brazos abiertos únicamente a la parte griega de la isla. Esta fue una decisión histórica porque difícilmente se encontrará una más desafortunada en la historia. En primer lugar, era el desprecio definitivo hacia Turquía, cuyas fuerzas políticas laicas y europeizantes, quedaron así sin argumentos frente a un islamismo, en principio moderado, pero que ya sólo podrá encontrar oposición a sus políticas dentro del propio campo islamista. En segundo lugar, se le abrían las puertas a una de las mayores lavadoras de dinero negro del mundo, con el fin de que no sólo los rusos e ingleses se pudieran beneficiar de ella, sino también los griegos y demás ciudadanos comunitarios.
Es cierto que un sector financiero sobredimensionado había demostrado ser mortal de necesidad en el caso de Islandia y de Irlanda, pero ¿quién entre los muy brillantes miembros de la cúpula política europea podía prever que lo sería también en el caso de Chipre? Es igualmente cierto que todo el mundo estaba esperando el cambio de gobierno para intervenir la mitad de la isla, pero ¿para qué hacer planes detallados si se podía improvisar en el último minuto? Y aquí es donde aparece el tufo a salfumán de Frau Nein y su dóberman, Schäuble. Chipre tenía que someterse al que viene siendo el principio rector de todas sus decisiones económicas y que no es un principio sacado de Pareto, ni de Walras y ni siquiera de Milton Friedman, sino de Talión: quien la hace la paga. Grecia mintió sobre sus cuentas y tiene que pagar por ello, Irlanda se arriesgó en exceso y tiene que pagar por ello, España vivió por encima de sus posibilidades y tiene que pagar por ello, Portugal... bueno, algo habrá hecho y bien que está pagando. El motivo por el que se acogió gustosamente a los grecochipriotas es precisamente lo que ahora se les echa en cara: tener un sector financiero demasiado grande y dedicado al lavado de capitales. Por tanto, razonó el dúo diabólico alemán, ahí es donde hay que darle. Naturalmente, nadie lo propuso, aunque todos lo aplaudieron hasta con las orejas: quedarse con parte del dinero de las cuentas corrientes en los bancos chipriotas, por encima y por debajo de los 100.000 €. Es cierto que así se tiraba por la borda el clavo ardiendo que ha impedido que la tormenta financiera europea se convirtiera en un tsunami. Hasta ahora se había repetido incansablemente que los depósitos por debajo de 100.000 € estaban garantizados bajo cualquier circunstancia (algo, en verdad, irrealizable llegado el caso). Como digo, es cierto que las exigencias efectuadas a Chipre derriban este último muro de contención, pero ¿qué más da? Quien la hace la paga y si hay que tirar a toda Europa por la borda, insisto, ¿qué más da? ¿acaso Alemania tiene algún género de relación con Europa?
Las millonadas que los papás de los actuales dirigentes europeos se gastaron en colegios privados para ellos no les permitió prever que una imposición tal significaba borrar del mapa, de la noche a la mañana, el modus vivendi grecochipriota y condenarlos a la pobreza de sus odiados vecinos del norte. Sus másteres en universidades norteamericanas y sus falsos títulos de doctorado, no les permitieron anticipar lo obvio, que, en un parlamento recién constituido, en las cabezas de cuyos miembros aún resuenan los clamores de los mítines y cuyas posaderas aún no han tenido tiempo de acostumbrarse a las poltronas, nadie votaría a favor de semejante plan. Su sagacidad nos ha permitido vivir el bochornoso espectáculo de un miembro de la Unión Europea, suplicando una limosna por las calles de Moscú. Dicen que se están preparando planes de contingencia por si Chipre decide salirse del euro, ¿incluyen esos planes cuál será la reacción griega ante la decisión de un país con el que están emocional y financieramente ligados? ¿o esto también está más allá de las lumbreras de los dirigentes europeos?
Europa necesita nuevo líderes. No líderes carismáticos, no líderes con visión de futuro, ni siquiera líderes brillantes intelectualmente. Lo único que necesita Europa son líderes con un poquito de sentido común. Desgraciadamente, como decía Descartes, el sentido común es el menos común de los sentidos.

domingo, 28 de octubre de 2012

Emotional rescue



   Dicen que es fácil reconocer a un gallego porque es esa persona que nunca se sabe si sube o baja una escalera. La verdad es que los gallegos que he tenido la oportunidad de conocer en esta vida no respondían para nada a esta descripción. Sin embargo, todo es ver a nuestro queridísimo y amadísimo Sr. Presidente de gobierno D. Nanniano Rajoy y es que se me viene a la cabeza el tópico. A ver, ¿cuánto tiempo llevamos ya al borde del rescate? Si es que yo ya ni me acuerdo cómo era este país antes de que todo el mundo lo diese por rescatado. ¿Cuánto tiempo más vamos a estar paseándonos por el fondo de un precipicio fingiendo que todavía estamos en el borde? Como esto siga así, al final tendrá que haber no sólo un rescate financiero sino, también, como decía la canción, un rescate emocional, porque vamos a terminar todos con los nervios destrozados.
   El rescate tenía que haber sido solicitado hace un año y si hace un año no se pudo hacer, hace seis meses y si hace seis meses no se pudo hacer, hace tres... Era una cosa de antes de ayer, no del año que viene. Cuanto más tardemos en pedir un rescate, mayor será su coste, peores las condiciones y menor el margen de maniobra. Argumenta el gobierno que no hay que precipitarse porque sería peor tener que pedir un rescate un mes después de haber pedido el primero. Como demuestran el caso de Grecia y de Portugal, la sucesión de rescates es una consecuencia de la posibilidad de un gobierno de negarse a ciertas imposiciones y no de lo bien que se cuenten los céntimos que faltan. Por eso, cuanto menos se tarde en pedir el rescate, mayor será el margen de maniobra y menos probable la necesidad de pedir otro. Aún más, el rescate que se pida debe ser cualquier cosa menos ajustado a las necesidades del país. Hay que hacer un cálculo por lo alto y, una vez establecido, solicitar el doble. En la situación en la cual nos hallamos, lo que realmente desatará el pánico de los mercados sería una demanda de ayuda a la baja o, dicho de otro modo, sería precisamente esa solicitud a la baja la que desataría la necesidad de pedir otro rescate. Curiosamente, nos hallamos de nuevo en un punto sobre el que ya he insistido con frecuencia, el que nos desbarranquemos o no es responsabilidad exclusiva de nuestros políticos, con independencia de cuáles sean las cifras macroeconómicas. Y, precisamente aquí es donde está el mayor riesgo que corremos en este momento.
   El próximo mes de septiembre se celebran elecciones en Alemania. Según todos los sondeos, la CDU de Merkel y el SPD, la socialdemocracia, están virtualmente empatados. Si, efectivamente, estas encuestas reflejaran el resultado final, los grandes perdedores serían los liberales del FDP, que han hecho de su euroescepticismo el banderín de enganche para sus electores. Una coalición entre los dos grandes partidos para formar gobierno, única posibilidad con estos números en la mano, llevaría, probablemente, a que los socialdemócratas dejaran la Cancillería y el Ministerio de economía en las mismas manos en que se encuentran. Dicho en plata, Merkel y Schäuble cuentan con estar cuatro años más en la poltrona. Por tanto, están muy interesados en que las cosas, de aquí a septiembre, se muevan lo menos posible y todo esté en calma. Recordemos, Alemania es la gran beneficiada con la situación actual de los países del Sur más Irlanda. ¿También le conviene a éstos que todo esté en calma y apaciguado? ¿cómo puede interesarle al que sale beneficiado y a los perjudicados el mismo estado de cosas? ¿de verdad alguien piensa en el gobierno español que si le facilitan la reelección a Dña. Angelota, ésta nos lo va a agradecer aflojando la soga?
   Si faltan once meses hasta las elecciones alemanas, hay que lanzar once bombas, una tras otra, hasta que la Sra. Merkel pierda de una vez la calma y pida una tregua que vaya más allá de su reelección. ¿Cómo? Lo acabo de decir, para empezar, solicitar una ayuda que rompa todas las previsiones. Al mes siguiente recordar que el rescate no tiene por qué venir de la Unión Europea, el FMI también tiene fondos y los ha puesto a nuestra disposición (por cierto, aunque ninguna de las dos sea mi tipo, entre que te flagele Madame Lagarde y lo haga Frau Merkel, es que no hay color). Al siguiente mes declarar que las condiciones impuestas por el FMI tampoco nos satisfacen, así que vamos a imponer una quita a todos los deudores extranjeros (me imagino la cara de los banqueros alemanes leyendo la noticia en la Bild Zeitung). Al siguiente mes afirmar que, debido a nuestra situación económica y para clarificar los trámites en caso de que Cataluña se independice, nos salimos de la UE. Y al siguiente mes, decir que bueno, que a lo mejor con un 80% del rescate que inicialmente se pidió, igual teníamos para pagar lo que debemos y otra vuelta a la matraca. Para entonces el electorado alemán estaría en un estado tal de efervescencia que más de uno sacaría la bandera blanca. Pero, claro, para hacer todo eso necesitaríamos que nos gobernase alguien con pinta de ser tan tonto como para cumplir sus faroles (por ejemplo, su Majestad Arturo Mas) y no alguien que nos cante:

"¿Acaso no sabes que las promesas nunca fueron hechas para ser cumplidas?
Igual que la noche se disuelve en el sueño
Seré tu salvador, firme y auténtico
Acudiré a tu rescate emocional
Acudiré a tu rescate emocional"
(Rolling Stones, Emotional rescue)

domingo, 2 de septiembre de 2012

Radriografía de la opinión pública española

   Según las estadísticas de Google, en el último mes, 191 personas visitaron este blog. De ellas sólo 53 residían en España. No estoy muy seguro de que este dato sea correcto porque, últimamente, cada vez que entro en Google desde uno de los ordenadores de mi casa, todos los resultados me salen en portugués, pero, en fin. Menciono todo esto porque quizás debiera aclarar que las opiniones y juicios vertidos en este blog, para nada representan las opiniones y juicios del ciudadano medio español en estos momentos. De un modo muy burdo, yo diría que en torno a siete de cada diez españoles tienen una actitud que oscila entre la defensa más encendida y la indiferencia hacia el actual gobierno. Hasta el momento, he escuchado tres tipos de argumentos para sustentar dicha actitud: el gobierno actual no puede hacer otra cosa, dada la situación heredada; el gobierno actual está mejor preparado que el anterior para afrontar la situación; y, bajo ningún concepto, se puede permitir que los sinvergüenzas del PSOE vuelvan al poder (ya). Si Ud. no vive en España, como es lógico, no entenderá a qué vienen estos argumentos (en realidad, si Ud. no vive en España es poco probable que entienda nada de lo que ocurre en este país de locos), por lo que voy a tratar de explicarlos.
   En el caso de que Ud. resida en Sudamérica, puede llegar a comprender el primero de ellos gracias a un símil. "No se puede hacer otra cosa con la situación que hemos heredado" es la versión patria de: "la culpa es del colonialismo español". Como todos sabemos, el colonialismo español es el causante de todos los males de Iberoamérica, desde la gripe hasta la reciente explosión de una refinería en Venezuela pasando por el golpe de Estado contra Allende y la presencia ocasional del fenómeno de El Niño. En nuestro caso, "no se puede hacer otra cosa con la situación heredada", forma parte del pecado original de nuestra democracia. Franco no sólo fue el dictador más longevo de Europa, llegada la democracia se convirtió en la excusa perfecta para justificar todo lo que iba mal. ¿Qué las cárceles estaban saturadas? Culpa de Franco. ¿Que la policía disparaba balas de verdad en las manifestaciones? Culpa de Franco. ¿Que la economía no levantaba cabeza? Culpa de Franco. ¿Que había mucho paro? Culpa de Franco. Los sucesivos gobiernos de Felipe González hicieron de esta cantinela una forma de gobernar. "La situación heredada" abarcaba no ya los cuarenta años de la dictadura, también los desaguisados cometidos por los gobiernos de UCD. A Felipe González lo pudimos ver justificando cada escándalo de sus ministros por "la situación heredada". Poco a poco, tras repetir recurrentemente la misma canción, ésta fue penetrando en las capas más profundas de la mente de los españoles y la "situación heredada" resulta ser la causante, incluso, de la caca que el perro del vecino ha dejado en la acera. Hasta tal punto ha penetrado en la mente de los españoles, que hace unos meses, una mandataria del gobierno andaluz, echó la culpa de la mala calidad de la enseñanza a la "situación heredada", lo cual no está nada mal si tenemos en cuenta que el partido de esta eminencia lleva tres décadas gobernando en Andalucía. La "situación heredada", como el colonialismo español, es el capote con el que se nos torea para que no nos hagamos la pregunta obvia: ¿no debería gobernarnos alguien capaz de obtener resultados pese a la situación heredada? Para obtener resultados cuando las cosas van bien, sirvo hasta yo.
   Que el gobierno actual esté mejor preparado que el anterior se refiere a que los actuales ministros hacen exhibición de su buen nivel inglés. La respuesta a la pregunta que Ud. se está haciendo es no, hasta ahora ningún político español había demostrado un nivel de inglés superior al de los niños de seis años alemanes o fineses. Entiéndaseme, no es un logro menor. De ahí a considerar que por eso ya tienen méritos para gobernar hay un trecho. También Pocholo habla inglés y yo no lo pondría de ministro economía. ¡Claro! digo, yo, don Naniano Rajoy, ya veremos cómo acaba. El resultado es que todo el mundo se queda muy satisfecho viendo cómo el Sr. de Guindos es saludado efusivamente por sus colegas europeos. La verdad, a mí esas escenas no acaban de tranquilizarme. Un día de estos Schäuble lo va a besar como don Vito Corleone y entonces igual acaba por entenderse el significado último de tanta efusividad.
   Finalmente, los menos proclives al actual gobierno suelen argumentar que no se puede permitir la vuelta al poder del PSOE. Este argumento suele tomar una forma muy concisa, del tipo: "pues vuelve a votar al PSOE ¡idiota!" La gracia del asunto está en que quien así argumenta, votó en su día al PSOE y volverá a hacerlo en cuanto le digan que la crisis ha pasado. Para buena parte de la ciudadanía de este país la democracia consiste en elegir entre dos partidos que están de acuerdo en qué hay que hacer y cómo hay que hacerlo, aunque no en cómo hay que explicarlo. Si a este ciudadano trata Ud. de aclararle que el duopolio no es algo muy diferente de la dictadura, no tardará mucho en llamarle "golpista", "perroflauta" y/o "comunista".
   Quedan, naturalmente, los tres ciudadanos que sí están dispuestos a criticar a este gobierno. Unánimemente, le ofrecerán un argumento para hacerlo: que es un gobierno "fascista". Lo que quieren decir al tachar a este gobierno de "fascista", es que no es del PSOE, porque, para estos ciudadanos, como para los anteriores, la democracia consiste en elegir entre dos refrescos de cola, uno envasado en rojo y el otro en azul, que, a lo mejor, difieren en su sabor, pero que, al cabo, son la misma fucsina.
   Nadie o, por lo menos, nadie con quién yo haya tenido la oportunidad de conversar en los últimos meses, será capaz de ofrecer un argumento a favor o en contra del actual gobierno por cuestiones como que no tenemos un problema de gasto excesivo sino de recaudación; que subir el IVA, a lo mejor crea inflacción y al gobierno le viene muy bien para pagar la deuda, pero va a hundir el consumo y con él, una vez más, la recaudación; que quienes necesitan una línea de financiación europea no son los bancos, sino las familias; y muchas más cosas que vengo diciendo aquí y que no me apetece repetir una vez más. ¿Por qué resulta tan infrecuente oír estas perroflautadas?
   No se puede entender este país si no se sabe que en la inmensa mayoría de los hogares españoles se almuerza viendo el telediario. Telediario que esquematiza, empaqueta y predigiere las informaciones para que sean engullidas y asimiladas como un bocado más. Terminado este ritual de avinagramiendo cotidiano, los españoles vuelven a su interminable jornada laboral, preguntándose si son los tonos rojizos o celestes los que mejor combinan con el decorado de cartón piedra que los rodea. Y, claro, con estos mimbres, sólo nos puede salir un país de opereta, que es lo que siempre hemos tenido.

domingo, 26 de febrero de 2012

Una de héroes

   Decía un compañero de profesión, que siempre hay que criticar a quienes están en el poder. Es cierto, que el ejercicio del poder, más allá de la colaboración habitual con el estado de cosas que todos efectuamos, tiende a convertirlo en obviedad difícilmente refutable. También es cierto que no hay ejercicio del poder sin coacción, es más, la propia definición de poder contradice el que cada cual pueda hacer lo que su libre juicio le indique (suponiendo, claro está, que hayamos llegado a ese estadio en el que los seres humanos tengan, por fin, un juicio verdaderamente libre). No obstante, siempre he pensado que se debe establecer una distinción entre quienes hacen todo lo posible por mantener el deleznable estado de cosas existente y quienes hacen todo lo posible porque el estado de cosas sea aún más deleznable. Y aquí quisiera también marcar ciertas distancias respecto de los profetas del consabido "cuanto peor, mejor". Es éste un lema muy socorrido entre toda clase de izquierdistas desde que Marx propuso aquella disparatada idea de que los capitalistas irían comiéndose unos a otros, hasta que al final quedasen tan pocos que ya no podrían parar a los hambrientos del mundo (como si entre los capitalistas no hubiese también solidaridad de clase cuando se trata de combatir a otra clase). Más de uno y más de dos, se han puesto a hacer todo lo posible porque el capitalismo triunfe, a la espera de que los pobres a quienes divisan a través de la ventanilla de sus coches de lujo, acaben por hacer realidad el deseo que, supuestamente, anida en lo más profundo de sus corazones. Mientras tanto, por si ese día se dilata, añaden ceros a sus cuentas corrientes, pues es la mejor manera de acelerar el fin de las cuentas corrientes. Lo descabellado de semejante estrategia puede seguirse en los regueros de sangre de movimientos terroristas como ETA, que siempre buscó la represión salvaje e indiscriminada de la población vasca para así ver aumentadas sus huestes.
   Por todo ello, creo que se merecen una mención aquéllos que, pese a ejercer el poder sin muchos miramientos, procuran que el sufrimiento no se generalice más de lo necesario. Entre estos héroes de los últimos meses, que lo son, no por salvar a nadie, sino por impedir que haya más gente a la que sea necesario salvar, hay que mencionar, en primer lugar, al Presidente del Banco Central, D. Mario Draghi. Que Draghi podía ayudar a solucionar la crisis europea, era un secreto a voces bastante antes de ser elegido para el cargo. Al fin y al cabo, trabajó para el banco que la creó, asesorando al gobierno griego sobre cómo ocultar su monumental déficit. Nada más llegado, convirtió lo que el bueno de Trichet y Frau Nein Merkel habían insistido en que era imposible, en norma. Básicamente, utilizó un truco muy conocido y, por otra parte, muy habitual entre los políticos, para solucionar un problema: pegárselo por detrás a otro.
   Si había una crisis financiera derivada de que los bancos no obtenían crédito y si había una crisis en la deuda pública derivada de que nadie quería comprarla, la solución era darle crédito a los bancos a cambio de que comprasen deuda pública. Esto obliga a la banca a remar en la misma dirección que los gobiernos si quieren seguir a flote y, en teoría, les otorga, además, pingües beneficios que, supuestamente, deben servir para tapar sus vergüenzas y, en última instancia, reactivar el crédito a los particulares. La verdad es que esta parte no está funcionando demasiado bien por varios motivos. Primero porque los bancos prefieren seguir jugando a ruletas financieras antes que prestar su dinero a la gente. Segundo porque, como quizás sospechan los bancos, lo que el ciudadano de a pie necesita no son nuevos créditos, sino encontrar la manera de pagar los que ya contrajo en su día. El Banco Central Europeo haría mejor permitiendo acceder a la barra libre a los ciudadanos europeos y no a sus bancos, pero claro, esto ya sería demasiado para Frau Nein, el Banco y Draghi. En todo caso, su iniciativa ha salvado los muebles de una Europa a la que muchos auguraban que no llegaría a comerse las uvas. La cuestión está en hasta cuándo va a durar todo esto. Los problemas que se pegan por detrás a otros, las típicas soluciones de los políticos, más pronto que tarde acaban por generar problemas aún más gordos y habrá que ver si el Sr. Draghi se da cuenta de ello o, simplemente, dejará el asunto en manos de su sucesor.
   Otro Mario que merece ser mencionado es el Primer Ministro italiano, el Sr. Monti. La verdad es que lo suyo entra en otra categoría, que no la de héroe, pero sobre el trasfondo de los gobiernos de Berlusconi, este señor hasta parece un buen gobernante. No lo es, aunque, al menos, gobierna. Triste destino el de un país, en el que parece que lo hace bien alguien a quien no ha elegido el pueblo. El Sr. Monti, no actúa de cara a sus cadenas de televisión, ni a los votantes y ni siquiera a Europa. Sabe que sólo la historia podrá juzgarle y como tal se comporta. Eso tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Toma decisiones impopulares, si bien necesarias, y actúa con independencia. Eso sí, con frecuencia, adopta el tono de abuelete tratando de convencer a sus nietos para que se porten bien sin necesidad de castigarlos. El que un funcionario en edad de jubilación, le diga a los jóvenes que deben olvidarse de tener un trabajo para toda su vida, es digno de que lo cuelguen por los meñiques. Pero ese Monti es inseparable del que escribe panfletos incitando a la sublevación contra los Merkel, Schäuble y Sarkozy. Y aquí es donde aparece un nuevo e insospechado héroe.
   Adivinen quién ha firmado una carta en la que se afirma que son los bancos y no los ciudadanos los que deben pagar los platos rotos de los años de despilfarro. Es inútil, nunca lo adivinarían, nuestro amadisssimo y queridisssimo Sr. Presidente del Gobierno, D. Naniano Rajoy. Sí, sí, el mismo que ha permitido que le aprueben la reforma laboral del "te despido porque sí", el mismo que asegura que el 30 de marzo tendremos que cogerle dobladillo a nuestros pantalones de lo recortaditos que nos vamos a quedar. ¿Cómo es posible? En realidad es fácil de entender. Al Sr. Rajoy le ha pasado lo mismo que a muchísimos españoles con su primera alemana, han ido a por lana y han salido trasquilados. Y es que a todos nos ha pasado alguna vez. Cuando dejamos atrás nuestras fronteras, no sé por qué, nos da por creernos eso de que somos auténticos latin lovers en cuyos brazos las nórdicas caerán extasiadas en cuanto les soltemos alguna ocurrencia. Después pasa lo que pasa. Estamos acostumbrados a las españolas, que parecen la torre de control de un aeropuerto. A poco que te fijes, una española, te va diciendo con sus miradas y su lenguaje corporal si vas bien, si te estás desviando de la trayectoria o si, simplemente, está ahí para marearte un poco. Llega uno en plan rompecorazones con las alemanas y se encuentra con mujeres tan expresivas como una pared, que te dicen con la misma cara de palo "te quiero" o "me das asco". El resultado es que, si te descuidas consigues una colección de calabazas como para abastecer todo el Halloween del pueblo.
   El Sr. Rajoy pensaba que con una caída de reforma laboral, un sólido discurso de neocon de bien y su gracejo natural, derretiría a Frau Merkel y podría llevarla al huerto donde las horas se hacen días y los días semanas de aplazada reducción del déficit. Pero héteme aquí que Frau Nein, por supuesto, sin mover una pestaña, dijo... "Nein". Como buen español en esta tesitura, el Sr. Rajoy se puso hecho un basilisco, soltando pestes de los difuntos de todas las alemanas que hay sobre la tierra y en esto que pasaba por allí Monti pidiendo firmas...
   En fin, que si Draghi, Monti y Rajoy parecen héroes salvíficos de los pobres ciudadanos de nuestra querida Europa, apañados vamos.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Watchmen

   Una de las muchas desgracias que acompañaron a la filosofía del siglo XX fue que, de tantos giros lingüísticos y tantos intentos por recordar dónde nos dejamos olvidados el ser, se abandonó la tarea de responder a ciertas preguntas, al menos tan interesantes como las que, supuestamente, respondió. Una de ellas, las pautas del devenir histórico, parecía, en realidad, muy cercana de ser solventada tras la monumental obra de autores como A. Toynbee. Era ésta una pregunta extraña, asentada en el núcleo de una disciplina igualmente extraña, quizás por su procedencia. En efecto, la filosofía de la historia llegó a Europa de la mano de un filósofo africano, bereber para más señas y antiguo maniqueo, Agustín de Hipona. En aquella época, el Imperio Romano se hundía y más de uno debió tener claro que la historia se acababa y llegaba la hora de hacer recuento. A partir de aquí, se desarrolló a trompicones, conforme los desastres parecían abrir épocas nuevas, y uniendo en el viaje elementos dispares. En ella podemos encontrar autores cristianos coqueteando con su carácter circular (Leibniz) o revolucionarios, a punto de ser devorados por la revolución, que afirman su progreso indefinido (Condorcet).
   Justo cuando Toynbee nos mostraba cómo el decurso de las civilizaciones da cuenta del aparente retorno de ciertas situaciones históricas, la física moderna se estaba acercando a modelos más complejos y, probablemente próximos a la realidad. Uno de ellos es la teoría del caos y su propuesta de que existen atractores caóticos en torno a los cuales orbitan los sistemas. “Orbitan” es un término que hay que comprender exactamente. La “órbita” del sistema se produce en lo que se denomina un espacio de fases, esto es, un espacio abstracto cuyas dimensiones están constituidas por los valores posibles de cada una de sus variables. Es en este espacio abstracto y multidimensional en el que se dibuja la trayectoria del sistema y es esta trayectoria la que se curva en torno a ciertos atractores, es decir, puntos de equilibrio. El modelo más simple es un sistema en el que sólo existe uno de estos puntos de equilibrio. Incluso en este sistema, la trayectoria del sistema no es una órbita exacta en el sentido en que se la entiende cuando se habla de los planetas. Más bien, lo que suele llamarse su "órbita" es el trazo de una gota de tinta en un bote de melaza conforme se la va removiendo. Por supuesto, tal modelo simple rara vez se halla en la realidad. Lo que abundan son los sistemas con dos, tres o más atractores y trayectorias endiabladamente enrevesadas. Un modelo de esta naturaleza explica muchas cosas cuando se aplica a la historia. Sin embargo, aunque ha habido propuestas en este sentido, como las de Prigogine, nadie, que yo sepa, se ha molestado en bajar hasta el detalle e identificar esos atractores concretos y en qué han consistido esas "órbitas" alrededor de ellos.
   Es la ida y venida en torno a atractores, esas trayectorias complejas, las que dan provocan la apariencia de que las naciones siempre están tratando de resolver los mismos problemas. Uno de estos problemas que obstinadamente salen a nuestro paso, apareció formulado de un modo brillante en las Sátiras de Juvenal. Planteaba este poeta romano que si alguien decidía encerrar a las mujeres para no ser engañado, se encontraría con que quienes debieran vigilarlas se convertirían en los primeros candidatos para engañarle. Y aquí viene su famosa locución quis custodiet ipsos custodes? Lo que viene a ser: ¿quién vigila a los vigilantes? En 1986-7  ese genio alucinógeno llamado Alan Moore publicó una de sus obras maestras titulada Watchmen. Era una lúcida reflexión sobre las implicaciones políticas a las que se suele hacer alusión cuando se usa la frase de Juvenal. En un mundo en crisis, en el que los superhéroes han sido prohibidos, Moore nos narra una historia de rencillas personales, nostalgia y el consabido plan diabólico, que atrapa a unos superhéroes del pasado dignos de ser encerrados con una camisa de fuerza. Moore parece preguntarse qué es peor, un mundo con vigilantes o un mundo sin ellos porque, desde luego, si asumimos que debe haber vigilantes la cuestión es quién los vigila.
   La verdad es que si me encontrase en un callejón oscuro con Alan Moore, saldría corriendo sin dudarlo. Sin embargo, preferiría ser gobernado por él que por quienes actualmente detentan el mandato de los ciudadanos. Está un poco sonado, aunque no dudo de su inteligencia. Este fin de semana hemos vivido algo que suena a manido déjà vu: Frau Merkel y Herr Schäuble, una vez más, decidiendo que hay que cambiar Europa para que sea gobernada desde Berlín. Gobierno fiscal, naturalmente, porque lo demás da muchos quebraderos de cabeza y tampoco tienen las ideas muy claras. Naturalmente, no existe gobierno real sin poder coercitivo, así que ya tenemos en negro sobre blanco (otra vez) las sanciones para quien se salte las normas fiscales impuestas. Recapitulemos. Tenemos un país con un sistema financiero podrido que, muy pronto, necesitará fuertes ayudas de su gobierno para mantener las ventanillas de sus oficinas abiertas. Ese mismo país tiene una población tan envejecida que difícilmente podrá mantener el nivel actual de sus pensiones sin un fuerte endeudamiento. Casualmente, es el mismo país que incumplió los anteriores pactos fiscales, saltándose a la torera las sanciones que ellos mismos habían  fijado para quien las incumpliera. Y ahora resulta que precisamente ese país es que el quiere controlar las finanzas de sus vecinos. ¡Estupendo! ¡magnífico! siempre me sedujo vivir en Alemania y ser gobernado desde de Berlín es lo más parecido a ello que voy a conseguir. El problema, el pequeño problemilla residual que queda, es el que planteó Juvenal en el siglo II después de Cristo: quis custodiet ipsos custodes? ¿Qué va a ocurrir cuando, más pronto que tarde, Alemania se salte los límites fiscales fijados? ¿Qué pasará cuando quede en evidencia que este gobierno germano es lo suficientemente idiota como para haberse pegado otro el tiro en el pie? El problema, el problema real, no es ser gobernado desde Berlín. El problema es que nos gobierne gente que no tiene la más remota idea de a qué viene toda esta crisis ni de cómo salir de ella. Y eso es lo que está ocurriendo.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Bienvenido Mr. Rajoy

   Como profesor, me acompaña siempre el miedo de no haber sido entendido plenamente. Es pura deformación profesional, pues, en realidad, nunca nos entendemos plenamente. Nuestro flamante presidente, el Sr. Naniano Rajoy, me parece alguien tan capacitado como los anteriores para el cargo que va a ocupar. Por lo que sé de él, cuando no tiene que ejercer de Mariano Rajoy, es un tipo campechano, que odia la arrogancia y tan alejado del ideario de Intereconomía como se puede estar sin dejar de ser de derechas. Siempre que lo han dejado hacer las cosas a su manera, y no ha tenido más remedio que hacer algo, ha dado muestras de cuál es su verdadero talante. Ahí están Soraya Sáez de Santamaría y María Dolores Cospedal para confirmarlo. Ambas son mujeres, detalle éste que a mí personalmente no me dice nada pero que, según parece, hay que señalar para resaltar los méritos de ciertas personas. La primera casada por lo civil y la segunda madre soltera por inseminación artificial. Cuando las nombró se había corrido por el PP la especie de que a Rajoy había que darle cuerda para que se ahorcase él mismo. Más de un barón regional sonrió con suficiencia cuando ambas alcanzaron sus respectivos cargos. Con el paso del tiempo, la sonrisa se ha helado en sus rostros.
   Don Naniano Rajoy es, pues, ese político de derechas "europea" o "civilizada" que tanto decían la gente del PSOE ansiar ver en su rival directo. Es bueno que en un país exista una derecha bien preparada, espolea a la izquierda a hacerlo mejor y la política entra en un círculos virtuoso enormemente productivo. Al fin, las aspiraciones del PSOE se han colmado. Sí, ya sé, que muchos en el PSOE y, todavía más, a su izquierda, ven a ese político de derechas europeo que tenía que venir en Ruiz Gallardón. Es un juicio que no comparto en absoluto. Ruiz Gallardón no es un político de derechas, es un político del Opus Dei. Se lo puede encontrar en la cola de un teatro donde se representa una obra experimental, seguro que tiene un buen repertorio de chistes verdes y que es capaz de dar excelentes consejos para ligarse a los más espectaculares pivones. No hay que dejarse engañar. Con la misma convicción defenderá que los homosexuales están enfermos, que el aborto es pecado y que el cilicio es lo mejor que se ha inventado después de la bicicleta. No, la derecha "europea" no está ahí. Pero esta afirmación, que podría considerarse un importante tributo a un político de derechas, es el origen de mis reparos.
   Antes que "europeo", "civilizado" o de derechas, el Sr. Naniano Rajoy es gallego, de esos a los que retrata perfectamente el tópico diciendo que no se sabe muy bien si suben o bajan una escalera. Podría haberse ganado un buen dinero como don Trancredo en las fiestas taurinas de los pueblos españoles si semejante lance siguiera existiendo. Un ejemplo de lo que va a ser la tónica de este mandato se ha podido observar estos días. Hasta Frau Merkel lo ha llamado ya para exigirle el nombre de un ministro de economía al que dictarle la tarea. Cuentan que, lejos de ceder, nuestro presidente llegó a preguntarle tres veces "¿por qué?" Es esta naturaleza tan gallega, tan esquiva a los grandes gestos o las grande frases, tan suya, la que convenció durante muchos años a los grandes barones de que era incapaz de manejar el partido y que podían hacer lo que quisieran sin contar con él. En su círculo íntimo saben que sus silencios, su mutismo, su inacción, es, en realidad, el principio mismo de su energía. Y si no me creen, ahí tienen a Francisco Camps. Sin decirle sí ni no, sin decir, en realidad, nada de nada, simplemente, esperando, acabó por apearlo de su cargo. Aquí hay otro serio problema para Don Naniano, su círculo íntimo. No es que sea malo, ni formado por personas incapaces, es que es un círculo y realmente íntimo. Tener que mandar a María Dolores Cospedal a Castilla la Mancha sin que dejara su cargo orgánico en el partido, fue todo un síntoma. En su partido son multitud los que siguen pensando que Mariano Rajoy es un líder temporal, el tonto que se va a llevar todos los tortazos que esta crisis le va a exigir, para darle la patada a continuación. Pocos son los que le auguran realmente un futuro prometedor a dos años vistas. La última crisis en el gobierno de Madrid, lo muestra bien a las claras. Esperanza Aguirre quiere llegar fuerte al congreso extraordinario de febrero y no es la única. Más allá de las fotos, más allá de los abrazos y los cantos áulicos al líder, quien más y quien menos, va a ir cogiendo posiciones para que el relevo de Don Naniano no le pille desprevenido.
   Aunque, efectivamente, el Sr. Rajoy viniera dispuesto a hacer algo, aunque su partido estuviese dispuesto a secundarle, la propia etiqueta de "derecha europea" lo descalifica como alguien capaz de sacar al país de la crisis. Lo descalifica por la parte de "derecha". No hay más que ver sus primeros pasos. Se ha entrevistado con el presidente del BBVA, de La Caixa, de Bankia, vamos, con la gente de la calle. Le habrán contado aquello de lo que todos hablamos cuando nos reunimos a tomar café: las dificultades para llegar a final de mes, la cantidad de recursos que se está llevando nuestra hipoteca, en fin, ya saben, habrá tenido con ellos una conversación entre currantes. Es fácil imaginar qué le habrán pedido, lo que Uds. y yo le pediríamos si nos dejara hablar con él: que le robe más dinero de sus pensiones a las viejecitas para que se lo dé a las pobres instituciones financieras. Desde diferentes sitios le están llegando mensajes muy claros, soluciones prefrabricadas, excelentes respuestas a problemas que no son los que hay planteados. Un perfecto ejemplo lo dio hace poco un alto cargo de la FAES: "la mejor política social es crear empleo", dijo. Sin duda es la mejor política social que se le puede ocurrir a alguien que no visita un barrio obrero desde hace décadas. ¿Ésa es la política social que se le va a ofrecer a un joven que viva con su abuelo, pensionista, porque sus padres están en la cárcel por traficar con drogas y que quiera ir a la universidad? ¿y en qué consiste? ¿en apartarlo de ella a cambio de un contrato temporal para trabajar 45 horas a la semana por 500 € mensuales?
   Lo de "europea" es peor. Ahí tienen a Frau Merkel, engatusando a Sarkozy y Monti con su danza de los siete velos, aseverando que los eurobonos taparían a los culpables de la crisis, mientras los verdaderos culpables de la crisis, las entidades financieras, especialmente las alemanas, se esconden tras los velos de su bienamada canciller. 48.000 millones de euros, decía Herr Schäuble que costaría a los alemanes los eurobonos. Esta semana los mercados han empezado a sumar dos más dos: si el 80% de las exportaciones alemanas va a países en aguda crisis económica, ¿qué clase de valor refugio son los bonos alemanes? Si Alemania sigue llevando a Europa por el camino que va, la debacle será tan gigantesca que los 48.000 millones de Herr Schäuble parecerán calderilla. En fin, ojalá me equivoque y el Sr. Rajoy pase a la historia como el hombre que el país necesitaba en este momento. Suelo equivocarme con frecuencia. Dije que la solución a lo problemas de Europa eran los eurobonos y con la deriva que han tomado los acontecimientos por culpa de la derecha europea, ni siquiera los eurobonos pueden salvarnos ya.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Demasiado bonito para ser cierto

   Una de las características de todas las tragedias es que personajes, en apariencia, secundarios, acaban por ser claves en su desenlace. Los griegos saben mucho de esto, por algo fueron los inventores de las tragedias (también saben mucho del eterno retorno y si no me creen busquen, busquen apellidos como Papandreu, Venizelos o Karamanlis). Este Papandreu (y digo "este" porque yo ya conocí a otro Papandreu gobernando Grecia), parece el actor ideal para desempeñar ese papel. Si algún historiador hubiese tenido que describir el desarrollo de la actual crisis europea, apenas le hubiese dedicado dos líneas. Es el típico político que se gana el apodo de "el compresa", porque está en el mejor lugar pero en el peor momento. Parecía uno de esos perritos que estuvieron tan de moda hace tiempo. Se los colocaba en la bandeja posterior del coche e iban diciendo que sí con la cabeza todo el viaje. Hasta ahora Papandreu había sido el correveydile de la Unión Europea, sirviendo de mensajero y paragolpes a la vez. Lo malo de ir de un lado a otro recibiendo recriminaciones por donde se pasa es que uno acaba cansándose. Tal vez han sido presiones familiares, tal vez se le ha aparecido en sueños su abuelo, tal vez estaba harto desde hacía tiempo, tal vez ha visto las fotos del mausoleo de Néstor Kirchner y le ha entrado envidia, el caso es que el bueno de Papandreu se sacó de la manga un referéndum sobre el último paquete de "ayudas" comunitarias. Por supuesto, este "nuevo" paquete de "ayudas" tiene tanto de "nuevo" como de "ayuda". A cambio de otra reducción del tamaño del Estado, que, según tengo entendido, incluye vender la sede del gobierno a una inmobiliaria y celebrar las reuniones debajo de un puente alquilado, otorga una cierta calderilla para llegar a los aguinaldos. La novedad ha consistido en que nuestro hombrecillo, en lugar de decir que sí, se ha sacado de la manga una consulta popular. "Con ella Grecia recuperará el papel que le corresponde en Europa", dicen que le ha largado a Merkel en toda la cara (por teléfono, claro). Efectivamente, Grecia hubiese recuperado, gracias a una consulta popular, la capacidad para negociar, para decidir su propio futuro, en definitiva, su soberanía.
   Dicen que a Papandreu lo han "invitado" a una cena en la próxima cumbre del G-20. Me lo imagino. Veinte mandatarios internacionales con enormes tenedores y cuchillos para cortar la carne en sus manos y el bueno de Papandreu, sentado en un taburete más bajo que los demás, tratando de alzar la voz. Si se hubiese atrevido a hablarles del derecho del pueblo griego a decidir su futuro, de la supremacía de la democracia sobre los mercados, de que Europa se debe construir tomando como base una libertad diferente a la de horarios comerciales, lo hubiese nombrado "héroe de la Torre de Marfil". Naturalmente, a título póstumo. La primera decisión después de anunciar la convocatoria de un referéndum fue destituir a la cúpula del ejército por si las moscas. Difícilmente hubiese salido vivo de Cannes y mucho menos para volver a Grecia. De hecho, es un cadáver político. Incluso si hubiese convocado un referéndum, le hubiese quedado la hercúlea tarea de decidir cuál hubiese sido su propia postura en el referéndum. Es obvio que hubiese ganado el "no" al último acuerdo con la Unión Europea. ¿Hubiese sido capaz Papandreu de encabezar una campaña por el "sí" y ganarla contra toda lógica? Caso de lograrlo, le estaría reservado en Europa un sillón que no ha ocupado nadie desde que Felipe González ganase el referéndum sobre la OTAN. Pero si hubiese perdido, las voces llamándolo tonto se podrían escuchar desde aquí. La otra posibilidad era encabezar una campaña por el "no", tratando de ponerse a la cabeza de la contestación ciudadana. Era un poco tarde para ello, pero igual hubiese podido ingeniárselas para presentarse como gran líder patriota y sacar algún rédito. El problema era, nuevamente, que, contra todo pronóstico, el "sí" hubiese conseguido la victoria, en cuyo caso, hubiese terminado en un psiquiátrico.
   La victoria del "no" sólo podía conducir a un camino. La Unión Europea cancelaría sus ayudas a Grecia, el país se declararía en bancarrota y abandonaría el euro. Adoptaría una moneda en caída libre que sanearía las cuentas públicas a cambio de reducir a nada los ahorro de los griegos. En medio de este reajuste salvaje, Grecia arrastraría a los tenedores de su deuda pública y a los tenedores de los seguros contra impago de su deuda, es decir, la banca francesa y alemana. Francia tendría que optar entre recapitalizar sus bancos o dejar que se hundiesen. Lo primero significaría aumentar brutalmente su ya enorme deuda pública, acabando en el mismo precipicio en el que ahora se encuentra la propia Grecia. Por el camino quedarían otros exquisitos cadáveres, Italia, España, Bélgica... ¿Y el euro? Ya lo dije con anterioridad, sería la moneda común de Alemania y Finlandia. ¿Cuánto podría exportar Alemania a unos vecinos con divisas hundidas? ¿podría exportar? Pero éste es sólo un escenario posible.
   En esta vida siempre suele haber opciones. Para evitar un escenario de esta naturaleza, Alemania podría garantizar la deuda pública griega con su propia deuda. Hay algo de justicia poética en ello, pues, gracias a las penurias griegas, Alemania ha estado financiando su propia deuda a precios ridículos a pesar de que, como ya he dicho varias veces, su sistema financiero está tan podrido o más que el irlandés o el islandés. Más simple todavía, podrían dar el sí definitivo a la creación de los eurobonos. Claro, que, de ser lo suficientemente inteligentes para adoptar esta solución, la habrían adoptado el primer día de la crisis y se hubiesen ahorrado tanto sufrimiento y quedar ahora como estúpidos. El gobierno alemán tendría que tragarse sus palabras del último año y medio, pero, bueno, al fin y al cabo son políticos, hubiesen sabido cómo hacerlo y quedar bien. Finalmente había otra opción: volver a invadir Grecia. Teniendo en cuenta que ésta hubiese sido, probablemente, la opción más barata, estoy seguro de que la hubiese apoyado Herr Schäuble.
   Sí ya sé, no es del todo justo insinuar que el señor Schäuble es un neohitleriano. No se merece ese título... él solo. De Durao Barroso a Frau Merkel, son muchos quienes han amenazado con gravísimas consecuencias a quien deseara ejercitar las libertades democráticas y consultar al pueblo. Esto públicamente. Entre bambalinas la componenda no resulta difícil de imaginar. ¿Cuánto dinero le hubiese costado a los principales bancos europeos la decisión de Papandreu? ¿y cuánto les ha costado convencer a algunos políticos griegos para que "le hagan entrar en razón" o le den la patada? ¿cuántas llamadas han recibido los parlamentarios griegos en el día de hoy desde las altas esferas de los principales bancos franceses y alemanes? ¿a cuánto se ha llegado a cotizar el voto contra Papandreu en la moción de confianza? La mitad de los gobiernos europeos y todos y cada uno de los que se lanzaron a una espiral de ventas después del anuncio de Papandreu, se han desenmarscarado al fin y han dejado claro lo que son y ha sido siempre, una peligrosísima banda de neofascistas. Nadie, desde Hitler o Mussolini había dejado tan claro que al pueblo ni se lo debe ni se lo puede consultar. Al pueblo, asfixia económica y antidisturbios, robarle sus salarios, sus ahorros, su salud y su futuro y si quieren protestar, que griten en las calles o que elijan, cuando se les pida, entre dos partidos que están dispuestos a compartir el poder bajo la premisa de pagar y callarse. Cualquier otra posibilidad, ya lo sabemos, es una majadería irrealizable típica de los perroflautas.¿Y éstos son los que van a darles lecciones de democratización a los chinos, a Siria, a los libios, a los tunecinos? ¿Éstos son los que se asombran de que pidamos democracia real ¡ya!?

domingo, 9 de octubre de 2011

First we take Manhattan...

   Cuando el año 2.012 comience, habrá quedado en claro la cuestión que va a decidirse en los próximos meses. Esta cuestión es bien simple, a saber, si las revoluciones mediterráneas supondrán un hito histórico o bien se quedarán como un fugaz rayo de esperanza. Los contendientes saben de la seriedad de lo que se avecina y están tomando posiciones. No hace falta más que mirar las diferentes trincheras. En Túnez y Egipto, las fuentes de esta revolución, los detentadores del poder han optado por imponer un ritmo lento de reformas para conseguir que, de tanto esperar, al final la ciudadanía se olvide de qué estaba pidiendo y se acabe acostumbrando a otro dictadorzuelo "provisional". En Libia, ha comenzado la cuenta atrás para la fotografía que nos muestre al sátrapa colgado cabeza abajo, como aquella gloriosa instantánea de Mussolini. En Siria falta muy poco para que se "libianicen". En España quedan seis semanas para las elecciones. Hay que recordar que unas elecciones son la gran fiesta de la democracia. Es responsabilidad de todos nosotros que sea eso, una fiesta, una gigantesca fiesta y una gigantesca fiesta de la democracia, de la democracia real. Y, lo más sorprendente, el Mediterráneo ha resultado tener una orilla en New York. El movimiento "Ocupa Wall Street", se ha propuesto, algo tan extraño en los Estados Unidos como expropiar a los expropiadores, rescatar nuestro futuro de las manos de aquellos que ya se quedaron con nuestro pasado.
   Qué se espera de nosotros, los ciudadanos, está claro y qué debemos hacer también. Túnez, Egipto y España necesitan de una acción decidida por nuestra parte. Como ya he dicho, la democracia se convierte periódicamente en una gran fiesta. Hemos de festejar nuestras democracias por venir en cada calle, en cada plaza, en cada mitin, en cada rueda de prensa, en cada acto en que alguien que no sean los ciudadanos quiera robarnos el protagonismo de una fiesta que nunca debió de dejar de ser nuestra, de todos. No obstante, no hay que ser ingenuos. No va a ser fácil. El ejemplo de Gadafi, de Al Assad cunde. Hasta 700 detenidos hubo en New York por ocupar un puente y su alcalde ya ha amenazado con hacer valer los derechos de la mayoría silenciosa, es decir, con sofocar cualquier intento de no ser obediente. En Bruselas la policía ni siquiera permitió la concentración de los peligrosísimos manifestantes. En España las señales también son nítidas. El pasado viernes, una valerosa unidad de élite de ese cuerpo de seguridad que tienen en Cataluña, apellidado "escuadra"(1), detuvieron a un puñado de perroflautas que tomaban una copa en la cafetería de la Ciudad de la Justicia a la espera de entregarse al juez en cuanto éste se lo permitiera. Dicen que los miembros de la "escuadra" de asalto, haciendo gala de la habitual contención policial, no emplearon sus armas reglamentarias para repeler un durísimo roce de las rastras de uno de los detenidos. El juez de guardia intentó ponerse en contacto con el juez competente y éste, actuando conforme a la ley (del Talión), se negó a aceptar su entrega si no era esposados y previo paso por los calabozos. No era menos lo que merecían, ciertamente, estos facinerosos que hasta se atrevieron a arrojar pintura a uno de los que hace tiempo que debería estar en el calabozo donde ellos durmieron por apropiarse de lo que es de todos en nombre de los necesarios recortes.
   Andalucía no es como Cataluña. Aquí gozamos de un espléndido gobierno de izquierdas que ha tenido la gentileza de aprobar una ley de participación ciudadana, calcada de la estatal aprobada hace ya hace unos años. Una comisión del 15-M explicó a los miembros del Parlamento andaluz lo que ellos ya sabían, que con una ley de este género van a llegar a dicho Parlamento el mismo número de leyes por iniciativa ciudadana que los que han llegado al Parlamento nacional. ¿Cuántas leyes se han aprobado hasta ahora por iniciativa popular en este país? Pues, en números redondos, cero. Es normal, la cantidad de trámites es tan elevada, el procedimiento tan prolijo, las molestias que ocasiona a sus promotores de tal calibre, que sólo alguien con enormes recursos y fácil acceso a los medios de comunicación podría tramitar una cosa así. ¡Adivinen! Los únicos con medios para lograr que una ley sea aprobada por iniciativa popular son los ricos. Pero, insisto, esto es muy diferente al modo de gobernar en Cataluña. Es un gobierno de izquierdas. Un gobierno de izquierdas tiene siempre en la sensatez del gasto y su beneficio para la mayoría la guía de su actuación. Por ejemplo, para restaurar el Palacio de San Telmo, patrimonio de todos los andaluces y, por casualidad, sede de la presidencia de la Junta de Andalucía, se han gastado 53.000.000 de euros. Aunque la oposición asegura que la factura real asciende a 100 millones de euros y los rumores que circulan por Sevilla la elevan a 200 millones. Y si Ud. se está preguntando cuántos desahucios se podrían evitar con cincuenta y tres millones de euros, es que Ud. también es un maldito antisistema con rastras, más o menos como yo.
   Lo anterior demuestra que, en las actuales circunstancias, las reivindicaciones de cualquier movimiento social que se precie no pueden ser estrictamente políticas. Poco a poco, las cartas van quedando al descubierto. La última rebaja del rating de la deuda española por parte de la agencia de calificación Fitch muestra cuál es la dinámica real. Siempre se nos ha contado que las agencias de calificación analizan los datos de determinadas entidades, emiten informes resultantes de esos análisis y los inversores actúan en consecuencia. Es mentira. El funcionamiento real de las agencias de calificación es otro. Son los grandes inversores internacionales los que analizan la situación de determinadas entidades para ver las posibles acciones que pueden conducir a pingües beneficios. Una vez establecidas éstas, piden a las agencias que suban o bajen la calificación para que el movimiento consiguiente de los inversores medianos y pequeños acabe por proporcionarles los beneficios ya calculados. A España se la ha bajado dos escalones en la escala de riesgo de Fitch sin ninguna justificación objetiva. Simplemente, la acción concertada de los bancos nacionales había tirado por tierra las apuestas ya hechas por los grandes inversores de un despeñamiento de las economías europeas. Había que poner en marcha una reacción brutal de los mercados que sobrepasara toda capacidad de actuación por parte de los bancos nacionales y la respuesta era, obviamente, una bajada de dos escalones. Ahora los beneficios de los grandes inversores quedan salvaguardados.
   Si los movimientos ciudadanos quieren convertirse en actores reales de los acontecimientos que van a venir, es imprescindible un programa económico. En qué debe consistir éste resulta claro. A partir de este momento a España lo que le queda es ver cómo los tipos de interés solicitados para su deuda aumentan exponencialmente. Como consecuencia, aumentará nuestra deuda soberana, lo cual provocará, en un círculo vicioso, el aumento de los intereses. Al final, el FMI se ofrecerá para "ayudarnos". El caso de Suramérica en los años 70, de los países africanos en diferentes etapas y de Grecia, Irlanda y Portugal recientemente, muestra que, lo que debemos evitar, no es la bancarrota sino, precisamente, es "ayuda" del FMI que, después de sacrificios bestiales sin fin acaba conduciendo.... a la bancarrota. Por tanto los ciudadanos debemos exigir una reestructuración inmediata de la deuda soberana y autonómica. Debemos reestructurar nuestra deuda ¡ya! haciendo una quita significativa y progresiva, mayor para los grandes inversores. Reestructurar nuestra deuda ahora significará ahorrarnos varios años de sacrificios absolutamente inútiles que, como demuestra el caso griego, al final sólo agravan el mal que pretendían curar. Naturalmente, esta reestructuración debería hacerse sin la "ayuda" del FMI ni de Europa, quiero decir, deberá hacerse mediante una salida del euro a partir del próximo 1 de enero de 2.012. De hecho, deberíamos invitar a todos los países de la zona euro a salirse del mismo, salvo aquellos países sin problemas fiscales. Es cierto que esto dejaría al euro circulando únicamente por Alemania y Finlandia, pero las circunstancias lo exigen. Quizás esta medida suponga que se dispare la inflación, pero hay que recordar que ese aumento de la inflación conduciría, en realidad, a la práctica cancelación de la deuda que quede tras la reestructuración.
   En este punto se me puede acusar de inconsistente, pues en una entrada anterior manifesté mi adhesión a la idea de Europa y a su moneda única. No hay tal inconsistencia. Únicamente se trata de una diferencia entre táctica y estrategia. Los países con problema fiscales deben abandonar momentáneamente la zona euro. ¿Durante cuánto tiempo? ¿hasta que acaben sus problemas fiscales? Tal vez no sea necesario esperar tanto, bastará con volver a la zona euro cuando en ella no manden ni Herr Schäuble ni Frau Merkel. Aunque, claro, habría que ver cuánto tiempo sobrevivirían, políticamente hablando, si un solo país concretase su amenaza de abandonar el euro. Y entonces... entonces tomaremos Berlín.



   (1) Por cierto que, como siempre, no todos los miembros del colectivo están cortados por el mismo patrón y, si no me creen, lean, lean

jueves, 8 de septiembre de 2011

¡Más Europa, es la guerra!

   Lo he ido insinuando por aquí y por allá, pero quiero decirlo con todas las letras: creo en Europa, creo en la vieja, decadente y burocratizada Europa. Si consultan con cualquier experto, discrepará mientras sonríe complacientemente. Les hablará de la potencia China, del imperio americano al que, aunque en crisis, todavía le queda mucho por colear, les mencionará que el número de patentes europeas desciende año tras año, incluso puede que les hable de la India o Brasil. Desconfíen. Probablemente será el mismo experto que puso por modelo a los "tigres asiáticos" hasta el mes antes de que se derrumbaran, el mismo que renombró a Irlanda como el "tigre celta" y que no se enteró de nada de lo que estaba pasando en Grecia hasta que fue tarde. Es cierto que las patentes europeas van disminuyendo progresivamente, pero también lo es que los científicos norteamericanos envidian proyectos como el LHC. Saben que en Europa es más fácil conseguir fondos para ciencia "pura" y temen que, a medio o largo plazo, eso suponga una ventaja estratégica. En cuanto a la India, ha progresado de modo asombroso, desgraciadamente le queda mucho para llegar a ser una potencia de índole mundial. Y, por supuesto, está China, que crece a un ritmo del 9% anual, mientras Europa no consigue pasar de un raquítico 2%. Lo que no se suele mencionar es que China necesita crecer a porcentajes de dos cifras para crear empleo y, creciendo a porcentajes de dos cifras es casi imposible evitar la inflación. Esta es una palabra de resonancias bíblicas en China. La inflación derivada de un patrón monetario fijado a la plata fue lo que desencadenó las turbulencias que culminaron en la guerra civil y el triunfo del Partido Comunista. Nadie mejor que ellos sabe que la inflación tumba gobiernos. Combinar creación de empleo con dominio de la inflación, desarrollo de las "zonas especiales" con el mantenimiento de la mayor parte de la población dedicada a la agricultura, no es un reto menor. Claro, que si estuviésemos hablando de Europa, sería una fruslería.
   Hagamos un poco de historia. En 1648 termina la Guerra de los Treinta Años. Para nosotros, seres medicalizados, es difícil imaginar la catástrofe que supuso esta guerra. El hambre, las enfermedades, que no los combates, dejaron despoblada centroeuropa. En buena medida, la guerra termina porque la escasez de habitantes ha dejado a los contendientes sin recursos económicos. Países en cuyo suelo no se combatió, como España, inician un declive del que ya no saldrán. Para cualquier región del mundo, la historia hubiese acabado aquí por unos cuantos siglos. Sin embargo, en esta guerra participa Descartes. Leibniz, Newton y Leeuwenhoek, entre otros muchos de una brillante generación de científicos y matemáticos, ya están en el mundo cuando termina. El siglo XIX se inicia con el ciclo de guerras napoleónicas. En 1848, las revoluciones románticas ponen de manifiesto que los problemas iniciados por ellas no han terminado. Pues bien, Hegel escribe su Fenomenología del Espíritu mientras oye los cañones de Napoleón a las puertas de Jena. Antes de que termine el siglo, Europa acaba de hacer una aportación a la humanidad que, para bien o para mal, lo cambiará todo: la revolución industrial. No contenta, el nuevo siglo lo inicia, otra vez, con una guerra. Aunque no es muy destructiva desde el punto de vista militar o económico, se lleva por delante una generación de jóvenes en los campos de Verdún o el Somme. Una década después, ya está alcanzando su madurez una nueva generación de científicos brillantes, la de Einstein o Heisenberg. Como todos estos retos parecían pequeños, decidimos hacernos el harakiri. 1945 es el año cero para Europa. No ha quedado nada en pie de lo que fue, ni militar, ni económica, ni arquitectónica, ni moralmente hablando. Devastada, medio hibernada por culpa de una guerra fría, veinte años después está asombrando al mundo con una revolución en la cultura de masas. Salimos de nuestro estado de hibernación a finales de los ochenta y todavía hay quien se asombra de que tengamos las articulaciones rígidas.
   "Bueno, se me dirá, todo eso es historia, el futuro..." El futuro es brillante. Como se decía en el filme del majadero de Lars von Trier, esto es Europa y aquí todo el mundo ha traicionado a todo el mundo. No sólo nos hemos traicionado, nos hemos peleado, combatido, humillado, violado y exterminado de todas las maneras que cabría imaginar. En cualquier otro lugar del planeta eso hubiese significado la perduración de odios atávicos. En Europa nos ha hecho llegar a la conclusión de que es hora de intentar lo que nunca antes habíamos intentado: entendernos y convivir. Países sin una tradición cultural, sin un idioma, sin una política común, han decidido crear un proyecto de Estado.
   Un amigo mío que no es hermeneuta, me planteó una cuestión digna de tal: "¿cómo voy a compartir yo cosas con un granjero escocés? ¿qué tengo yo en común con un granjero escocés?" Pues ésa es la gracia de toda esta historia. Como han demostrado los chats, los foros y demás, con quien estamos dispuestos a compartir cosas es con quien no tenemos nada que ver, aunque sí posibilidades de comunicarnos. Con quien lo tenemos todo en común, lengua, cultura, costumbres y normas de comportamiento, es con nuestro vecino de al lado, ése al que no podemos ver ni en pintura y al que, por no comunicarle, ni siquiera le damos los buenos días. Al nivel de países, un caso que a mí me resulta particularmente triste es el de Iberoamérica. Desde río Bravo a Tierra del fuego, una pluralidad de pueblos comparte un idioma y un bagaje cultural común (por mucho que pueda considerarse que fueron impuestos). ¿Para qué les ha servido? Pues, hasta ahora, desgraciadamente, para que se entiendan sin problemas cuando se insultan. Bolivia perdió su acceso al mar a resultas de la Guerra del Pacífico (o del guano o del salitre) en 1883. El tratado de paz entre ambos países tardó 21 años en firmarse. ¡¡Y el artículo correspondiente en la Wikipedia todavía está sometido a discusión!! Por lo que tengo entendido, a los niños bolivianos se les sigue inculcando el odio a Chile como si la guerra hubiese terminado ayer.
   En esta Europa en la que no compartimos lengua ni cultura, tenemos un país llamado Polonia. No es que le hayamos quitado su salida al mar, es que nos lo hemos repartido un par de veces. Prácticamente todas las sagradas tierras de nuestros padres fueron holladas por botas francesas y la inmensa mayoría también por botas alemanas. ¿Inculcamos el odio al vecino en nuestros hijos? ¡Hombre, la verdad es que ganas no nos faltan! Pero, en lugar de eso, los europeos han creado las becas Erasmus. Mediante ellas, miles de estudiantes europeos pasan seis u ocho meses en universidades de otro país. Es el mayor instrumento de integración jamás puesto en marcha. Ha contribuido, de modo fundamental, a fomentar no ya el entendimiento o la comprensión, sino el amor entre los pueblos... o, por lo menos, el sexo. Y es que, seamos francos, nuestra opinión acerca de otro país mejora sensiblemente cuando uno consigue, por fin, echar un buen polvete en él (aunque sea con nuestra/o novia/o de toda la vida). Si de verdad se quiere consolidar la integración en Iberoamérica, en lugar de grandilocuentes discursos, haría falta generalizar unas becas de este tipo. Aunque no es preciso ir tan lejos. Nada contribuiría más a la unidad de España que unas becas Erasmus internas. Estudiantes de Sevilla podrían ir becados al País Vasco, Cataluña, Canarias o Galicia y todas las viceversas posibles. Con un instrumento de este género, la rémora de los nacionalismos (vasco, catalán, gallego, canario, español, etc.) que llevamos arrastrando más de dos siglos, desaparecería de nuestras vidas tan rápido como suelen hacerlo los preservativos usados. Pero, claro, políticamente no interesa.
   Llegamos así a la razón por la que tengo que creer en el proyecto Europa: detesto las fronteras. Nadie ha matado más gente ni ha causado más infelicidad que el tipo que las inventó. Se pueden argumentar muchas cosas a favor de ellas. Yo entiendo algunos de esos argumentos, pero nada me evitaría ser feliz si me diesen una goma con la que borrar de los mapas todas las fronteras. Por eso, un proyecto que pretende anular las fronteras entre 27 ó 30 países, las fronteras por las que tanta sangre se ha vertido, sólo puede contar con mi más caluroso y entusiástico apoyo. Y de nada me sirve que se me argumente que esta Europa es la Europa del capital o la Europa de los políticos. Ambos son argumentos que implican un error deductivo. Si se dice que ésta es la Europa del capital, se están presuponiendo los planteamientos marxistas. Leyendo detenidamente a Marx uno encontrará que, según él, el capital se mueve de modo contradictorio y anula las fronteras a la vez que las reconstituye. Pero cuando Marx dice eso, está simplemente, describiendo una situación. Lo que el proletariado debe hacer es aprovechar ese carácter contradictorio del capital en su propio beneficio. En lo que a nosotros se refiere, decir que ésta es la Europa del capital es, en realidad, un argumento para participar en ella y aprovechar los resquicios que ofrece para transmutarla en otra cosa.
   Aún más grave es el oxímoron que pasa por rechazar el proyecto de construcción europeo como un proyecto "de los políticos". En efecto, esta afirmación revela una grave contradicción en nuestras ideas. Por una parte, asumimos que el nivel de estulticia en la sangre de los políticos es bastante más alto que en la población en general. Por otra, nos oponemos a hacer lo que los políticos nos piden porque consideramos que siempre favorecerá sus intereses, dado que son... ¿muy inteligentes? Si, efectivamente, son tontos, desearán cosas que, en realidad, están lejos de favorecerles. Comprobar que es ésta, precisamente, la situación, es fácil, basta con observar el rictus que se les queda a nuestros gobernantes, empezando por Frau Merkel y Herr Schäuble, cada vez que se menciona en su presencia la palabra "eurobono".