Mostrando entradas con la etiqueta Análisis morfológico. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Análisis morfológico. Mostrar todas las entradas

domingo, 15 de junio de 2025

Un experimento sobre creatividad en filosofía (1 de 2)

   Como ya expliqué, este blog había quedado pausado porque me enfrentaba a una guerra que atraviesa su cuarto año y cuyo final ni vislumbro ni vislumbraré. Esta guerra tiene como objetivo la popularización, dentro del campo de la filosofía, de procedimientos heurísticos para la creación sistemática de nuevas ideas. A lo largo de estos meses he ido enviando sucesivas oleadas de artículos a las más diversas revistas del campo. Una primera oleada la compusieron artículos de lo que podríamos llamar “creatividad pura” basada en TRIZ. En una segunda oleada se abordaron temas o bien con cajas morfológicas o bien con un procedimiento de mi creación que utilizaba tanto a estas como los protocolos de TRIZ. Intercalada con ambas existe una tercera oleada de lo que podríamos llamar “artículos divulgativos”, en los que no se muestra la utilidad de estas heurísticas sino que, simplemente, se las da a conocer. La recepción de artículos, drásticamente originales, que no se encuadran en ninguna escuela filosófica existente, que chorrean ideas nuevas por todas partes, desde su estructura hasta sus conclusiones, han generado tres tipos de respuestas por parte de las revistas de filosofía. Un número significativo de ellas se han puesto de perfil, rechazando los artículos por “tener muchos en espera” o por “carecer de revisores adecuados”. He recibido comentarios de los revisores del tipo “yo… bueno, ejem… si por lo menos estuviera escrito en inglés… pero, así, sin saber quién lo ha escrito…” La mayoría de las revisiones de rechazo mostraban respuestas viscerales, calificando el artículo en cuestión de “disparatado” en el mejor de los casos. Finalmente, en un puñado de revistas, encontré personas que se toman en serio su trabajo de divulgar las fronteras del saber y que pelean incansablemente hasta encontrar revisores que ofrezcan un juicio ponderado de lo contenido en los artículos que reciben. 

   Inevitablemente, en una guerra como esta, te asaltan las dudas: ¿acaso me empeño en introducir novedades en el campo más refractario a las novedades? ¿acaso me empeño en introducir novedades en el ámbito lingüístico más refractario a introducir novedades? ¿a qué comparativa hace referencia ese “más”? ¿la filosofía hispánica tiene más aversión a la creatividad que la teología hispánica, que la física hispánica, que la historiografía hispánica? ¿Qué responderían los filósofos si se les preguntase quién muestra mayor desprecio hacia las ideas nuevas que ellos? ¿responderían que todo el mundo? ¿que todo el mundo menos los artistas? ¿alguno mencionaría que en el ámbito castrense hay más creatividad que en la filosofía? Para responder a estas preguntas decidí realizar un experimento.

   La hipótesis de partida consistiría en que la filosofía tiene más aversión a la novedad que otros ámbitos del saber como, por ejemplo, el ámbito militar. Para contrastarla diseñé el siguiente experimento. En primer lugar, escribir dos artículos altamente creativos, tanto a nivel de estructura como de metodología aplicada y de las ideas desarrolladas. Pertenecerían a dos ámbitos diferentes, uno de ellos a la filosofía y otro a la estrategia militar. Se enviarían a dos revistas de reconocido prestigio. Comparando la recepción de uno y otro se podría tener una idea muy clara de la tolerancia a las nuevas ideas de cada ámbito. Como metodología se eligió las cajas morfológicas. En este caso, la caja morfológica se utilizaría para analizar un concepto del mundo de la estrategia militar y otro del mundo de la filosofía. El empleo de cajas morfológicas para el análisis de conceptos solo posee un precedente, el análisis del concepto de propiedad emergente por parte de Tom Ritchey en 2014. Para el presente experimento se eligió el concepto de “guerra híbrida” del mundo de la estrategia militar y el propio concepto de filosofía. 

   En la caja morfológica de la filosofía se utilizaron un centenar de definiciones extraídas mayoritariamente de diccionarios de filosofía al uso. No había nada así para el concepto de guerra híbrida, de modo que se recurrió a cerca de 80 artículos y libros sobre la materia. Estructuralmente, los epígrafes de uno calcarían los del otro. Se renunció a dar ninguna definición nueva de “guerra híbrida” porque el análisis de dicho concepto lo desveló como absolutamente problemático, con lo que no tenía sentido prolongar la cadena de sus definiciones. Por contra, una parte significativa del artículo de filosofía consistió en proporcionar una docena de nuevas definiciones de filosofía. Mientras que la revista de estrategia imponía un límite temporal para la entrega de originales, nada así había para la revista de filosofía, de modo que procedí a redactar en primer lugar la caja morfológica del concepto de guerra híbrida, artículo enviado en octubre de 2023 y aceptado para su publicación en enero de 2024 por la Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos vinculada al Ministerio de Defensa. En esta tesitura, decidí sesgar el experimento. La carta de presentación del artículo de filosofía incluiría ya una cita expresa a ese artículo, de modo que el equipo de redacción de la revista de filosofía seleccionada habría quedado preavisado de que la aplicación de esta nueva metodología en lo que se refiere al análisis de conceptos había recibido el visto bueno en otro ámbito del saber. El 10 de octubre de 2024 envié la caja morfológica de la filosofía a cierta prestigiosa revista vinculada a la Universidad Complutense de Madrid. Nueve días después recibí un e-mail estándar en el que se rechazaba hasta la posibilidad de someterlo a revisión por "no ajustarse a los intereses de nuestra revista". Dicho de otro modo, la creatividad, la incorporación de nuevas metodologías, la novedad, no le interesa a esta revista de filosofía. No forma parte de los intereses de la filosofía española dar voz a las nuevas ideas. 

   Desde luego, pude dar el experimento por concluido. Para el 19 de octubre de 2024 no solo había quedado claro que el mundo de la estrategia militar en España acoge con mucho mejor ánimo las nuevas propuestas que el mundo de la filosofía española, sino que yo ya sabía también que esa acogida se extendía a los lectores de ese ámbito, pues mi artículo sobre la guerra híbrida caminaba por entonces hacia las 200 descargas con paso firme (de las cuales solo dos había efectuado yo). Sin embargo, quedaban algunos cabos sueltos. Al fin y al cabo, dejar patente que la facultad de filosofía de la Universidad Complutense tiene aversión a las nuevas ideas no requería tanto esfuerzo. Además, me lo habían dicho muy claro, pero el experimento se diseñó para averiguar cómo de alto podía llegar a gritar  el mundo de la filosofía cuando se lo confronta con nuevas ideas y ese dato no lo tenía. En mi poder se hallaban los comentarios que me enviaron los revisores de la revista de estrategia y el experimento se diseñó para contrastarlos con los comentarios de revisores procedentes del mundo de la filosofía. Decidí, en consecuencia, prolongar el experimento. Mi primer escrito sobre la aplicación de heurísticas a nuevos campos versó sobre temáticas de seguridad. A resultas de él recibí una invitación de la Universidad Militar Nueva Granada en Bogotá para participar en un coloquio. Por tanto, elegí una revista colombiana para proseguir mi experimento. Y aquí sí, obtuve las revisiones que iba buscando.

domingo, 29 de noviembre de 2020

La ciencia de la creatividad (1. Análisis morfológico)

   Fritz Zwicky nació en Bulgaria en 1898, aunque estudió en Suiza, país de su padre, y acabó adquiriendo la nacionalidad norteamericana. Formado como astrónomo, ganó fama por haber anticipado el problema de la materia oscura, la conexión entre supernovas y estrellas de neutrones y por localizar gran número de ellas. Pero menciono a Zwicky aquí en tanto que creador del análisis morfológico, una metodología para el estudio sistemático de todas las soluciones posibles a problemas no estrictamente cuantitativos. En los años 40, enfrentado a la tarea de catalogar galaxias y cuerpos celestes, Zwicky se dio cuenta de que los criterios utilizados habitualmente para tal catalogación se podían emplear de modo prospectivo. Digamos, en un ejemplo tan inadecuado como simple, que las galaxias pueden tener forma espiral, barrada, elíptica o lenticular y que entre sus estrellas puede haber predominancia de las que se encuentra en su secuencia principal, en sus etapas incipientes o en sus etapas finales. Tendríamos así una tabla con doce casillas. Ahora bien, las galaxias lenticulares se caracterizan por la escasa presencia de gas y polvo interestelar, lo cual significa que sus estrellas deben hallarse bien avanzadas en su secuencia principal o bien a punto de abandonarla. Por tanto, no tiene sentido hablar de galaxias lenticulares con estrellas jóvenes. Eliminado lo imposible, nos quedan todas las formas posibles de galaxias, así que tenemos una lista de soluciones a la pregunta ¿cuántos tipos de galaxias hay en función de las estrellas que predominan en ellas? 

   De un modo más general, suponiendo que un problema queda correctamente caracterizado por tres parámetros A, B, C y que A puede presentar tres estados, B cinco y C cuatro, tendríamos entonces una matriz del siguiente tipo:



Parámetros





Estados

A

B

C

A1

B1

C1

A2

B2

C2

A3

B3

C3


B4

C4


B5



Tenemos 60 estados posibles en esta matriz. Debemos ahora proceder a un análisis que nos reduzca ese campo de posibilidades a uno más restringido. Supongamos que el estado A2 del parámetro A constituye el único estado compatible con los del resto de parámetros en concreto, con B1 y B4 y que ambos, A2 y B1 sólo pueden presentarse con C2 mientras que con A2 y B4 se muestran incompatibles todos los estados de C salvo C1 y C3. Tendríamos ahora tres configuraciones que se convierten en soluciones posibles a nuestro problema: A2, B1, C2; A2, B4, C3 y A2, B4, C1. Probablemente alguna de estas tres configuraciones no se había tenido en cuenta hasta ahora en los intentos de abordar nuestro problema.



Parámetros





Estados

A

B

C

A1

B1

C1

A2

B2

C2

A3

B3

C3


B4

C4


B5



Cuando Zwicky aplicó esta estrategia a la búsqueda de combustibles para propulsar misiles, encontró que existían setenta candidatos más allá de los tres que se empleaban habitualmente en aquel momento, incluyendo la energía nuclear que causa furor en las vanguardias de investigación sobre el tema hoy día. Desde entonces, el análisis morfológico se viene utilizando ampliamente en defensa, para construir carreteras y, en general, en la empresa privada para la exploración de nuevos productos. Presenta la ventaja de que si existe una solución a nuestro problema, nos la entregará sin duda. A cambio nos exige un análisis desprejuiciado de los parámetros que lo configuran así como de la relación que guardan entre sí. Pero su mayor dificultad se encuentra en que, casi siempre, las configuraciones que nos entrega como respuesta constituyen un espacio muestral excesivamente amplio. Los 76 compuestos capaces de propulsar misiles, por ejemplo, los encontró Zwicky después de recorrer las más de 30.000 soluciones posibles que le arrojaba su matriz morfológica. De hecho, hemos presentado aquí una tabla bidimensional en la que los seres humanos nos movemos con facilidad. El hábito puede facilitar el análisis de matrices de tres dimensiones, pero, para adentrarnos en las cuatro, cinco o más dimensiones, necesitamos enormes esfuerzos. Sin embargo, un problema habitual como el tipo de envase necesario para un nuevo refresco, obliga a movernos en ellas. De un modo general, el análisis morfológico nos recomienda introducir en una matriz con nuevas restricciones las configuraciones obtenidas en la primera e iterar el proceso hasta quedarnos con un número razonablemente abarcable de soluciones posibles. Se han desarrollado, además, todo tipo de programas de ordenador que permiten la formulación, estructuración y resolución de matrices morfológicas, pero ni eso evita que nos hallemos ante un método excesivamente costoso en términos de tiempo para problemas de solución única o de un número muy reducido de soluciones.
   Pese a los límites señalados, el análisis morfológico tiene dos significativas consecuencias desde un punto de vista filosófico. En primer lugar, indica claramente un campo de aplicaciones muy poco explorado hasta ahora. No parece difícil construir una matriz morfológica con, digamos, todos los materiales utilizados en obras de arte, todos los tamaños, el tipo de cosa representados en él (seres humanos, animales, plantas, artefactos, etc.) su propia naturaleza representativa o abstracta, etc. Tendríamos así una matriz morfológica que nos arrojaría todas las configuraciones artísticas posibles. Sin duda tendría un tamaño enorme. Más restringida resultaría una que abarcase todos los versos que podrían seguir a uno dado y no parece tarea especialmente compleja la elaboración de un software de ayuda a la composición poética basado en una matriz de este tipo. Pensemos ahora en esa teoría del genio ínsita en nuestra forma habitual de considerar las cosas desde Kant. Podríamos entender el genio de un modo más riguroso que como lo hizo el filósofo de Königsberg diciendo no que el genio crea reglas, sino que tiene una intuición certera para hallar en el espacio de configuraciones posibles, la más innovadora. Ahora bien, precisamente esto se dijo en su momento de los jugadores de ajedrez y se dijo igualmente que esta intuición los diferenciaba de los programas de ordenador. Hoy los programas de ordenador parecen dotados también de esa “intuición” que hace posible abreviar las búsquedas en el espacio de configuraciones para encontrar la mejor solución posible. ¿Implica el análisis morfológico que la genialidad tal y como la describió Kant se hallaba destinada a su programación computacional?
   En segundo lugar, desde Gadamer, los filósofos del siglo pasado no se cansaron de vitorear los prejuicios, de glosarnos todo el bien que vertían sobre nosotros al guiarnos en nuestras vidas, de lo fácil que resultaba exorcizar cuanto de mal pudiera haber en ellos declarándolos por anticipado. Sin embargo, aquí tenemos a Zwicky quien nos ha demostrado los beneficios de describir desprejuiciadamente los problemas, de señalar del modo más desprejuiciado posible las incompatibilidades entre los parámetros que lo componen y, en definitiva, del obstáculo que suponen los prejuicios para hallar solución a los problemas. Dicho en breve, con su insistencia en las bondades de los prejuicios, declarados o no, los filósofos del siglo pasado no hicieron otra cosa más que contribuir eficazmente a ocultar soluciones creativas a las cuestiones de nuestra época.