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domingo, 11 de diciembre de 2011

Watchmen

   Una de las muchas desgracias que acompañaron a la filosofía del siglo XX fue que, de tantos giros lingüísticos y tantos intentos por recordar dónde nos dejamos olvidados el ser, se abandonó la tarea de responder a ciertas preguntas, al menos tan interesantes como las que, supuestamente, respondió. Una de ellas, las pautas del devenir histórico, parecía, en realidad, muy cercana de ser solventada tras la monumental obra de autores como A. Toynbee. Era ésta una pregunta extraña, asentada en el núcleo de una disciplina igualmente extraña, quizás por su procedencia. En efecto, la filosofía de la historia llegó a Europa de la mano de un filósofo africano, bereber para más señas y antiguo maniqueo, Agustín de Hipona. En aquella época, el Imperio Romano se hundía y más de uno debió tener claro que la historia se acababa y llegaba la hora de hacer recuento. A partir de aquí, se desarrolló a trompicones, conforme los desastres parecían abrir épocas nuevas, y uniendo en el viaje elementos dispares. En ella podemos encontrar autores cristianos coqueteando con su carácter circular (Leibniz) o revolucionarios, a punto de ser devorados por la revolución, que afirman su progreso indefinido (Condorcet).
   Justo cuando Toynbee nos mostraba cómo el decurso de las civilizaciones da cuenta del aparente retorno de ciertas situaciones históricas, la física moderna se estaba acercando a modelos más complejos y, probablemente próximos a la realidad. Uno de ellos es la teoría del caos y su propuesta de que existen atractores caóticos en torno a los cuales orbitan los sistemas. “Orbitan” es un término que hay que comprender exactamente. La “órbita” del sistema se produce en lo que se denomina un espacio de fases, esto es, un espacio abstracto cuyas dimensiones están constituidas por los valores posibles de cada una de sus variables. Es en este espacio abstracto y multidimensional en el que se dibuja la trayectoria del sistema y es esta trayectoria la que se curva en torno a ciertos atractores, es decir, puntos de equilibrio. El modelo más simple es un sistema en el que sólo existe uno de estos puntos de equilibrio. Incluso en este sistema, la trayectoria del sistema no es una órbita exacta en el sentido en que se la entiende cuando se habla de los planetas. Más bien, lo que suele llamarse su "órbita" es el trazo de una gota de tinta en un bote de melaza conforme se la va removiendo. Por supuesto, tal modelo simple rara vez se halla en la realidad. Lo que abundan son los sistemas con dos, tres o más atractores y trayectorias endiabladamente enrevesadas. Un modelo de esta naturaleza explica muchas cosas cuando se aplica a la historia. Sin embargo, aunque ha habido propuestas en este sentido, como las de Prigogine, nadie, que yo sepa, se ha molestado en bajar hasta el detalle e identificar esos atractores concretos y en qué han consistido esas "órbitas" alrededor de ellos.
   Es la ida y venida en torno a atractores, esas trayectorias complejas, las que dan provocan la apariencia de que las naciones siempre están tratando de resolver los mismos problemas. Uno de estos problemas que obstinadamente salen a nuestro paso, apareció formulado de un modo brillante en las Sátiras de Juvenal. Planteaba este poeta romano que si alguien decidía encerrar a las mujeres para no ser engañado, se encontraría con que quienes debieran vigilarlas se convertirían en los primeros candidatos para engañarle. Y aquí viene su famosa locución quis custodiet ipsos custodes? Lo que viene a ser: ¿quién vigila a los vigilantes? En 1986-7  ese genio alucinógeno llamado Alan Moore publicó una de sus obras maestras titulada Watchmen. Era una lúcida reflexión sobre las implicaciones políticas a las que se suele hacer alusión cuando se usa la frase de Juvenal. En un mundo en crisis, en el que los superhéroes han sido prohibidos, Moore nos narra una historia de rencillas personales, nostalgia y el consabido plan diabólico, que atrapa a unos superhéroes del pasado dignos de ser encerrados con una camisa de fuerza. Moore parece preguntarse qué es peor, un mundo con vigilantes o un mundo sin ellos porque, desde luego, si asumimos que debe haber vigilantes la cuestión es quién los vigila.
   La verdad es que si me encontrase en un callejón oscuro con Alan Moore, saldría corriendo sin dudarlo. Sin embargo, preferiría ser gobernado por él que por quienes actualmente detentan el mandato de los ciudadanos. Está un poco sonado, aunque no dudo de su inteligencia. Este fin de semana hemos vivido algo que suena a manido déjà vu: Frau Merkel y Herr Schäuble, una vez más, decidiendo que hay que cambiar Europa para que sea gobernada desde Berlín. Gobierno fiscal, naturalmente, porque lo demás da muchos quebraderos de cabeza y tampoco tienen las ideas muy claras. Naturalmente, no existe gobierno real sin poder coercitivo, así que ya tenemos en negro sobre blanco (otra vez) las sanciones para quien se salte las normas fiscales impuestas. Recapitulemos. Tenemos un país con un sistema financiero podrido que, muy pronto, necesitará fuertes ayudas de su gobierno para mantener las ventanillas de sus oficinas abiertas. Ese mismo país tiene una población tan envejecida que difícilmente podrá mantener el nivel actual de sus pensiones sin un fuerte endeudamiento. Casualmente, es el mismo país que incumplió los anteriores pactos fiscales, saltándose a la torera las sanciones que ellos mismos habían  fijado para quien las incumpliera. Y ahora resulta que precisamente ese país es que el quiere controlar las finanzas de sus vecinos. ¡Estupendo! ¡magnífico! siempre me sedujo vivir en Alemania y ser gobernado desde de Berlín es lo más parecido a ello que voy a conseguir. El problema, el pequeño problemilla residual que queda, es el que planteó Juvenal en el siglo II después de Cristo: quis custodiet ipsos custodes? ¿Qué va a ocurrir cuando, más pronto que tarde, Alemania se salte los límites fiscales fijados? ¿Qué pasará cuando quede en evidencia que este gobierno germano es lo suficientemente idiota como para haberse pegado otro el tiro en el pie? El problema, el problema real, no es ser gobernado desde Berlín. El problema es que nos gobierne gente que no tiene la más remota idea de a qué viene toda esta crisis ni de cómo salir de ella. Y eso es lo que está ocurriendo.

lunes, 13 de junio de 2011

Somos un ejemplo a seguir

   Hará unas cinco horas, la policía turca ha detenido a 32 supuestos miembros de “Anonymous”, en una operación que no ha hecho más que empezar, pues afirma tener una lista de hasta 250 personas por detener. Hay que recordar que Turquía acaba de pasar un proceso electoral en el que se jugaba que el partido islamista en el poder rehiciera la Constitución a su antojo. Hay que recordar, también, que este proceso electoral se ha desarrollado con la presencia de sus propios “indignados”. Y hay que recordar, por último, que no ha hecho más que seguir el camino iniciado por otra democracia mínima: España.
   En una meritoria acción, la policía española desarticuló el pasado viernes a la cúpula de Anonymous, que después resultó ser la cúpula de Anonymous en España, que después resultaron ser tres administradores de chats en los que se había jaleado a Anonymous. Entre los indicios de sus actividades criminales, la policía halló un servidor y que dos de ellos carecían de conexión a Internet en sus casas. Al parecer administraban sus respectivos chats desde la conexión wifi de sus vecinos. No debe pasarse por alto el mérito que implica el hallazgo de estos indicios. O bien la policía ha descubierto que lo que afirman las empresas que instalan redes wifi, a saber, que son invulnerables, es falso, o bien la policía ha descubierto dos genios. En cualquier caso, conozco a más de una empresa que los contrataría.
   Entiéndaseme, soy un ciudadano respetuoso de la ley. Si en este país meterse en la red del vecino y tener servidores para actividades alegales lo convierte a uno en sospechoso, que se investigue a todos lo que lo hagan. Lo que no estoy seguro es de si la policía tiene efectivos para hacer todos los seguimientos que tendría que hacer.
   Los facinerosos han sido acusados de entregar documentos clave para la seguridad del Estado a los terroristas, cargo que, como se aclaró después, consistía en meter en foros proetarras datos de políticos y altos cargos de seguridad y que después consistió en que, alguien que participaba en los chats administrados por ellos, propuso hacer algo parecido a lo que acaban de hacer los de Lulzsec. Igualmente se los acusa de asociación ilícita, interrupción de sistema informático ajeno y atacar las páginas de Sony, cargo que después se transformó en atacar la tienda online de Sony. También meritorio, primero porque Anonymous ha negado cualquier relación con el ataque a Sony, segundo porque la propia ley Sinde es una manera de interrumpir un sistema informático ajeno y tercero porque, hasta donde yo sé, ningún tribunal ha declarado que Anonymous sea una asociación ilícita. Pero lo que de verdad va a tener mérito es que la policía logre convertir todo esto en algo llevable a juicio. Especialmente si topa con uno de esos jueces que hay por ahí, que van entorpeciendo la acción policial con fruslerías como que no se puede condenar a alguien sin pruebas.
   Anonymous ha respondido de un modo muy claro. Nada de las amenazas que suelen utilizar los gobiernos, una simple advertencia: “espérennos”.  En lugar del secretismo de las motivaciones políticas, una convocatoria en la plaza virtual de Twitter. Y, finalmente, la respuesta, la página de la policía cayéndose mientras a nuestras autoridades se les quedaba la cara que se merecen. Este gobierno es hasta tal punto capaz de hacer el ridículo que, frente a ellos, la gente de Anonymous parece gente seria.
   Quiero imaginar que si la policía hubiese estado gastando el dinero público en seguir las andanzas de tres ciberactivistas hasta encontrar algo de lo que acusarles, lo habría ocultado de un modo menos burdo. Pero si no me imagino eso, me veo obligado a vincular esta chapuza policial con las desproporcionadas actuaciones que ocasionaron los cuerpos de seguridad del Estado el pasado día 11 en Madrid, Vitoria, Logroño, Sevilla... y que ya habían tenido su prólogo en Valencia. Todo parece señalar que nuestras autoridades han decidido mandar un claro mensaje a la población: “votad si queréis, pero ¡callaros ya! Y quien no se calle que hable... con la policía”. Han esperado a que desaparecieran las grandes aglomeraciones para dejar una advertencia de lo que se avecina si los ciudadanos osan alzar la voz de aquí a la próxima convocatoria electoral. El movimiento 15M ha mostrado cordura quitándose de debajo de los focos, se acercan tiempos difíciles. Tiempos como los que dieron lugar, en la mente de Alan Moore, a “V”, el misterioso personaje que se ocultaba bajo una máscara de Guy Fawkes. Curiosamente la máscara  que se ha convertido en el símbolo de Anonymous.