Estas fiestas han proporcionado una serie de imágenes que quedarán para siempre en nuestro recuerdo. La primera de ellas es que tuvieron lugar. Como ya es de dominio público, todo estaba preparado para que se acabase el mundo el día que los mayas habían previsto. Cuando se estaban haciendo las comprobaciones finales, se descubrió que el encargado de acabar el mundo en España, no se había presentado. Al parecer, está de baja y su sustituto no tenía ni idea de qué botón había que pulsar. Por ello, en una rápida reunión de los dirigentes mundiales, se decidió aplazar sine die el fin del mundo, no fuese a ser que se acabase en todas partes salvo en España. A cambio, el ministro de economía, Sr. De Guindos, dio una rueda de prensa. No es algo que mate tanto como el Apocalipsis, pero acongoja casi lo mismo. Citando a mi añorado Arzalluz, vino a decir que a España le sobran michelines y que el objetivo del gobierno que él encabeza (porque, a pesar de que hay ministros que reconocen tenerla como los toros, su cabeza destaca sobre las demás), es que los españoles alcancemos niveles de colesterol inferiores a los de Corea del Norte, país donde no sé muy bien si sólo los que gobiernan están gordos o si es que ponen a gobernar a todos los que consiguen llegar a gordos.
Que la cosa está muy mal no hace falta que lo diga el Sr. De Guindos. En el chino que hay junto a mi casa, están de rebajas desde finales de noviembre y los reyes magos, en lugar de caramelos, están lanzando guijarros porque son más baratos, hacen el mismo daño sobre la cabeza de los viandantes y se pueden chupar durante mucho más tiempo. No obstante, es verdad que seguimos viviendo por encima de nuestras posibilidades. Que se lo digan a Mediamarkt. Han sacado unas tablets a 250€ y ha habido guantazos por ellas. Eso sí, todo el mundo las ha financiado sacándose la correspondiente tarjeta de esta popular cadena de retales electrónicos. La pregunta, claro está, es a qué dedicó el dinero la gente en la época de bonanza para no tener ahora ni 250€ con los que comprar una tablet. Si esta pregunta le parece ofensiva, la puedo formular de otra manera: ¿para qué quiere una tablet alguien cuya cuenta corriente no alcanza los 250€ de saldo en positivo?
Si los españoles viven por encima de sus posibilidades, lo de las españolas ya es de traca. Calculo que están viviendo unos doce centímetros por encima de sus posibilidades. Recuerdo que, cuando estaba en el colegio, ansiaba ir al instituto para estar rodeado de chicas con tacones altos y pantalones ajustados. Desgraciadamente, el mismo año en que entré en el instituto, una alianza entre los partidarios de que siguiésemos siendo la Reserva Espiritual de Occidente y los que desfilan bajo la bandera arco iris, consiguió imponer la moda de vaqueros holgadísimos y zapatos planos. Adivinar los contornos de mis compañeras fue mi primer ejercicio de hermenéutica. La verdad, la etapa de instituto me resultó bastante triste. Durante una generación se nos ha machacado con la idea de que los tacones altos eran lo peor para la salud de las mujeres y, de pronto, se ha impuesto la moda de los supertacones y con plataformas. Quizás sea la edad o quizás que, después de una generación sin ellos, se ha perdido la sabiduría acerca de cómo emplearlos, el caso es que me resulta grotesco. Las calles se han llenado de jóvenes y no tan jóvenes subidas en unos tacones enormes, haciendo malabarismos para no partirse la crisma. Suelen quedar en casa de una amiga. Hasta allí llegan con sus zapatitos planos y se cambian para salir las dos agarradas, bajo el supuesto de que es más fácil mantenerse en pie sobre cuatro zancos que sobre dos. La otra opción es agarrarse al primero que pase, con independencia de que sea guapo o no. Es mejor ligar con un impresentable que caerse de bruces. Mientras están paradas la cosa tiene un pase. Uno las ve y por su modo de sujetarse a lo primero que tienen a mano, busca instintivamente la cámara fotográfica, pues es fácil pensar que están posando. Cuando andan parecen cigüeñas borrachas. La idea de que los tacones perjudican la salud de la mujer es falsa. Lo que va en contra de sus espaldas, beneficia sus hígados. Difícilmente se atreverán a tomar una copa cuando ya están mareadas viendo el mundo desde esa altura. En cualquier caso, han tenido suerte, ha llovido poco. La mayoría habrá podido regresar a su casa con los zapatos en la mano y los pies fríos, pero secos. Porque, a diferencia de lo que ocurre en los cuentos, en la vida real, las mujeres felices no son las que se pueden poner el zapatito de cristal, sino las que, por fin, pueden quitárselo.
Así, entre unas risas y otras, he pasado estas navidades, tratando de no ver lo que ocurría a mi alrededor e intentando desear prosperidad en el nuevo año sin que me saliese un tono demasiado sarcástico.