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domingo, 11 de noviembre de 2012

El perroflautismo, una enfermedad contagiosa

   Hay enfermedades que han marcado épocas enteras. Fue el caso de la peste, de la tuberculosis, de la sífilis y del SIDA. El perroflautismo va camino de convertirse en la enfermedad de la nuestra. Los síntomas son bien conocidos. El sujeto que la padece desarrolla multitud de intolerancias y alergias, reaccionando con virulencia ante la policía, las órdenes, el trabajo y todo lo que huela a valores establecidos. Es una enfermedad típica de jóvenes y suele desarrollar en ellos ese característico gusto por las rastras, las flautas y los perros que le dan nombre. Más que un piso, una cuenta corriente y una hipoteca, estos jóvenes aman el nomadismo. Es bien conocido que todo imperio tiene como subproducto suyo una serie de pueblos nómadas que viven en su frontera exterior y/o en el interior de sus territorios. Son siempre lo otro, los no sometidos al sistema, aquello contra lo que hay que combatir y que, precisamente por eso, acaban por servir para que el imperio defina sus límites. Como tales, no son lo contrario a él, sino, precisamente, una de sus partes constitutivas, por lo que la presencia de estos perroflautas en las plazas públicas, en las calles, en las fiestas de los pueblos, no dejaba de ser una anécdota.
   Un día, unos opinadores profesionales de esos que llenan las radios españolas (¡si Platón levantara la cabeza!), ante la evidencia de que sus oyentes habían dejado de seguir las consignas predigeridas que acostumbraban poner en sus cabezas, diagnosticaron un perroflautismo generalizado en las manifestaciones populares del 15 M. Cierto que en ellas no sólo había jóvenes, no se escuchaban flautas y los perros brillaban por su ausencia. Sí había un regusto contra lo establecido, ese juvenil aire de querer cambiar las cosas, un deliberado intento de anteponer las personas a las cifras, las ideas a las monedas, la decencia a la conveniencia. Se trataba, desde luego, de la mutación del agente patógeno original, una mutación que lo convertía en mucho más peligroso. Primero porque se difundía de un modo exponencial por las calles y las redes sociales. Segundo porque ya no afectaba a grupúsculos nómadas, cualquiera podía resultar contagiado.
   Desde entonces, la lista de enfermos de perroflautismo no ha hecho más que incrementarse, produciendo un impacto social cada vez más grande. Ha habido de todo: sindicatos policiales, familias enteras que acudían a las manifestaciones como si fuesen fiestas, economistas, desde premios Nobel como Joseph Stigliz a peces gordos de Intermoney como José Carlos Díez... El 25 de septiembre vimos algo difícil de olvidar. Los usuarios de la estación de Atocha en Madrid sufrieron un súbito contagio a resultas del cual se lanzaron a golpear salvajemente las porras de los antidisturbios con sus cuerpos. El último colectivo que ha resultado afectado ha sido el de los jueces. Ya hemos mencionado en este blog el caso del juez Pedraz, que ha sido para esta enfermedad lo que Rock Hudson fue para el SIDA. Más recientemente, un vocal, por lo demás, conservador, del Consejo del Poder Judicial, reconocía públicamente ser un afectado al pedir en un informe, nada más y nada menos, que cambios en las leyes sobre desahucios para proteger a los más desfavorecidos. Después, hemos sabido de jueces a los que "les pica la toga", de decanos del mismo cuerpo que piden por escrito el cambio de la ley, de sentencias que buscan resquicios en el marco legal existente... Es una demostración palpable de hasta qué punto es peligrosa esta enfermedad.
   Las leyes para facilitar el desahucio de los propietarios de una vivienda parecen ser uno de los pilares centrales de la convivencia y el buen orden en nuestro país. Lo demuestra el hecho de que tienen más de un siglo de antigüedad. Ni la República, ni Franco, ni los sucesivos gobiernos democráticos, por mucho que se proclamaran "de izquierdas", han alterado una sola coma de ella, no vaya a ser que los españoles lograran sacudirse los pesados grilletes de las hipotecas, que mantienen sus pies bien pegados al suelo. Hace unos meses, ese ejemplo de simpatía y buen humor que es el Sr. de Guindos, sufrió un leve episodio de perroflautismo y lanzó un manual de buenas prácticas para las entidades financieras en el que les pedía un poco de consideración. Afortunadamente para los hombres de bien de nuestra patria, se recuperó pronto y, desde entonces, no ha movido una ceja ni por los ciudadanos que se han tirado por el balcón cuando las fuerzas para mantener la seguridad del Estado (de cosas), es decir, la policía, acudía a echarlos de sus casas.
   Lo último es todavía peor. La enfermedad ha llegado a Europa. Nada menos que la Comisión Europea ha hecho saber al gobierno español que los propietarios que no pueden afrontar el pago de una hipoteca son, ante todo, clientes de una entidad, no delincuentes, y que en el corazón mismo de la legislación europea está el hacer, por lo menos, como si se protegiese a los débiles de los todopoderosos.
   Los políticos españoles, que empiezan a sentirse como los protagonistas de The Walking Dead, rodeados de enfermos por todas partes, han decidido que, lo mejor para escabullirse, es hacer como si ellos también estuviesen afectados. Ahí tenemos el bonito espectáculo del PPSOE, mostrándose como lo que son, una panda de medradores, que no dudan en salvarse la cara unos a otros, porque tienen intereses comunes, pactando una ley que no soluciona nada, pero disimula un montón. Semejante mendacidad no podía dejar de tener émulos y CiU ya ha anunciado su intención de subirse al carro, por el bien de los ciudadanos, claro. Lo que no está tan claro es por el bien de qué ciudadanos, los que no tienen para pagar una hipoteca o los que se están enriqueciendo con el sufrimiento ajeno. En cualquier caso, quede como quede la ley, difícilmente va a impedir que el perroflautismo se siga extendiendo.

domingo, 27 de mayo de 2012

¡Cumpleaños!

   El próximo jueves hará un año que apareció la primera entrada de este blog. Había comenzado a sentir la necesidad de responder a muchas cosas que estaban sucediendo. El 15-M fue el catalizador final que me trajo hasta aquí. Aquel día de mayo no me planteé como reto lograr que este blog llegase vivo a su primer año de existencia. De hecho, mi reto fue mucho más modesto. Sabía que tenía material para escribir dos o tres entradas, después, todo era un proceloso mar de oscuridad en el que no tenía muy claro cuántas semanas podría durar mi singladura. En cualquier caso, tracé una línea roja que me propuse no traspasar,  escribir por escribir. Las entradas habrán sido mejores o peores, pero siempre han respondido a la necesidad que he ido teniendo de escribir acerca de eso. No sé lo que motiva a los demás a emborronar las hojas con palabras. Yo necesito escribir sobre determinados temas del mismo modo que necesito leer, investigar, averiguar su estructura interna. Ambas necesidades van unidas. Naturalmente, miro las estadísticas, pero, para mí, el trabajo está terminado cuando la entrada ha sido colgada. No siento satisfacción ni orgullo, simplemente, siento paz. No suelo releerme si puedo evitarlo. Releerme es sinónimo de rescribir. Ahí es cuando aparece la satisfacción y el orgullo, cuando, por un motivo u otro, tengo que releer lo escrito y no encuentro manera mejor de expresar lo que quería decir. Pero esa situación rara vez se produce.
   Después está lo otro. Ya lo había comprobado con mi página web y con mis libros, pero no puedo dejar de asombrarme cuando se produce: ¡soy leído! Me resulta muy difícil explicar hasta qué punto me siento asombrado y agradecido hacia las personas que me leen y, aún más, hacia las que me escriben. Me resulta asombroso que alguien pueda perder una fracción de su tiempo leyendo cosas que, por otra parte, yo no he escrito para nadie en concreto, sino porque tenía la necesidad de hacerlo. Por ello, me siento profundamente agradecido hacia esas personas. Esa sorpresa y agradecimiento va en aumento cuando uno va descubriendo cosas de sus lectores. Algunos son muy cercanos, personas con las que se comparte el día a día pero con las que no se tiene tiempo de hablar más que de las cosas cotidianas. Otros son lejanos, extremadamente lejanos. Es fabuloso saber que hay gente, tan lejana geográficamente, que, sin embargo, se interesa por lo que escribes.
   Otra de las sorpresas que me ha proporcionado estre blog es su propia temática. En realidad, es casi monotemático, sólo hablo de España. Y es una sorpresa porque la inmensa mayoría de noticias que leo no hacen referencia a este país. Cuando cojo un periódico leo de modo sistemático noticias internacionales. Cada vez que tengo tiempo, ojeo la Neue Zürcher Zeitung, el Moscow Times, el Mail & Guardian nigeriano y hasta la versión en español del Diario del pueblo chino, entre otros. En la sección "nacional" de un periódico español, rara vez paso de los titulares. Sigo el malestar de los estudiantes chilenos, el desgobierno hacia el que se encamina Malí, la violencia interminable en Sudán, la expansión del terrorismo en Nigeria, la aparente evolución hacia la democracia de Birmania... No me pregunten quién gobierna en Cantabria. Sin embargo, ahí está España, en una entrada y en otra también. El caso es que este país me asfixia, me cansa, me irrita, pero no puedo decir que me importe. Para mí es más una nube tóxica que un problema. Desesperé de encontrarle una solución hace ya mucho tiempo. Siempre hemos sido lo mismo, una potencia aparente y huera y no creo que vayamos a cambiar, al menos, en el próximo milenio. La única explicación que encuentro para una obsesión que no me apasiona es que, en el fondo, muy en el fondo, más allá de donde puede alcanzar mi razón, sigue existiendo un pequeño rescoldo de esperanza de estar equivocado.
   Me hubiese gustado equivocarme en muchas cosas que he escrito. Ya lo he dicho, intento no releerme si puedo evitarlo. Tampoco me gusta autocitarme y mucho menos recordar que no me equivoqué allí donde quise hacerlo. No es mi estilo. Siento alivio cuando leo un comentario, una reseña, un editorial, con ideas que yo ya había tenido pero sobre las que no había encontrado ocasión de escribir. Me libera de tener que hacerlo. No forma parte de mi manera de entender las cosas el escribir para decir lo que dice todo el mundo. Si es eso lo que pienso que estoy haciendo lo dejo de inmediato y me dedico a otra cosa. Por eso, aunque la referencia a noticias de actualidad ha sido inevitable, tampoco he querido seguir fielmente lo publicado en la prensa. Tal vez, en ocasiones, he dado la imagen de estar verdaderamente en una torre de marfil hablando de filosofía mientras lo que estaba en boca de todo el mundo era otra cosa, pero, siempre que he encontrado, aunque sea indirectamente, citado en lo ya escrito, por mí o por otro, un comentario oportuno de la actualidad, me he escabullido de repetir los temas.
   También ha habido cosas que no salen. Algunas porque al releerlas no las he encontrado de suficiente calidad u originalidad. Otras porque no hubo ocasión. Al menos dos veces he intentado escribir sobre baloncesto hasta que una cuestión de última hora se ha metido de por medio. Prometo, eso sí, que acabaré escribiendo sobre fútbol americano.
   En fin, gracias por venir, graciaspor estar ahí, gracias por leerme, gracias por escribirme. Intentaré hacerlo mejor a partir de ahora.

lunes, 21 de mayo de 2012

¿Falta sensatez o falta vergüenza?

   Se está discutiendo mucho acerca de si esta es una crisis financiera o fiscal, de si demuestra el predominio de los mercados o de la democracia, de si estamos ante una crisis más o ante el inicio de una nueva época. Para mí, la cuestión, la gran cuestión que se está dilucidando en este momento, es si lo que más escasea entre la clase política en el poder es la sensatez o la vergüenza.
   Veamos, desde que Tales de Mileto abrió los ojos al cielo estrellado, Grecia ha sido siempre un ejemplo para el resto del mundo, ejemplo en el sentido de que se podía aprender mucho de ella. La semana pasada pudimos ver cómo los políticos del país heleno lo arrojaban por el precipicio por un quitáme de ahí esa poltrona. En lugar de preocuparse por el desastre que significaba acudir a unas nuevas elecciones, su principal preocupación ha sido cuántos diputados iban a obtener en ella. Frente a semejante interés ¿qué importancia podía tener lo demás? Entre otras razones para esta actitud está el que gobernar en medio de la bancarrota es mucho más fácil si uno está particularmente falto de inteligencia y/o vergüenza. En un país mucho más joven, Argentina, comenzaron a salir de la crisis del “corralito” el día en que los ciudadanos asaltaron la Casa Rosada y De la Rúa y buena parte de la clase política que ascendió con él, tuvo que salir por piernas (cargados de billetes, eso sí). Tras él vino una generación de políticos quizás no mejor ni peor, pero sí capaz de tener un ojo puesto en la calle mientras el otro controlaba los juegos de salón. En España estamos lejos de tener una clase política de esa naturaleza. Aquí lo más importante son los jueguecitos de despacho y las colas para recoger comida en Cáritas son despachadas con una sonrisa autosuficiente. Este gobierno, que va camino de convertirse en el peor que hemos tenido desde la llegada de la democracia (¡ahí es nada!), no deja pasar día sin demostrarnos hasta qué punto es ajeno a la desesperación en que está cayendo la ciudadanía y resulta muy difícil decidir si este desprecio a la calle se debe a falta de vergüenza o de inteligencia.
   Hace una semana, las manifestaciones para conmemorar el nacimiento del 15-M, semilegales, como no podía ser de otra manera, estuvieron rodeadas por un fuerte dispositivo de policías preparados para la tercera guerra mundial. Está claro que los ciudadanos sólo pueden ser rehenes de unos y otros en forma de números de una estadística. En cuanto pretenden hacer algo más que dejarse abducir por televisión, se los encarcela. Y es que, ahora que se va a tener mano blanda con los terroristas, es necesario endurecerla con quienes no están dispuestos a optar por la violencia por mucho que el gobierno los incite a ello. No de otra manera cabe entender los cambios en la legislación que equiparan la resistencia pasiva con el atentado contra la autoridad. De un modo nada disimulado se nos anima a cargar contra los policías, pues la pena que nos puede caer por ello será la misma que la que nos ganaremos por resistirnos pasivamente. Lo cierto es que la legislación es tan disparatada que, de acuerdo con ella, esta insinuación por parte del gobierno debería acarrearle a todos sus miembros pena de cárcel, por lo que volvemos, nuevamente, a la cuestión de la inteligencia y la vergüenza.
   Una vez zarandeados los ciudadanos, magullados algunos perroflautas por hacer gala de verdades como puños y disueltas las acampadas de quienes no tienen vivienda, quedaba la segunda parte, mofarse de ellos. Nadie mejor que el Sr. Wert para cumplir esta misión. En una entrevista televisada, a la pregunta del presentador de si no se sentía mal por ser el ministro peor valorado del gobierno (y no se sabe qué es más sorprendente si esa pregunta por parte de un vocero oficial o conseguir tal calificación entre una caterva de pésimos ministros), respondió algo así como que su hermano estaba extrañado de que él, el Sr. Wert, que lloraba en sus tiempos de estudiante por sacar un notable, ahora se mostrase la mar de ufano con semejante valoración. Mientras el ministro reía su astuta autoalabanza, el espectador medio comprendía lo que el hermano no pudo (está claro que la falta de luces es congénita): está tan tranquilo porque ahora tiene asegurada una pensión millonaria y vitalicia.
   Y, después de todo esto, lo importante, gobernar, es decir, prolongar las intrigas de palacio. En el consejo de política autonómica, las cuentas presentadas por el gobierno andaluz, fueron rechazadas de entrada sin mayor problema. Al fin y al cabo, son poco más del 13% de las cuentas públicas y con el país bajo una prima de riesgo cercana a medio punto sobre el bono alemán, sólo era un suicidio no aprobarlas. Afortunadamente, intervino el consejero económico catalán, en una demostración más del alto sentido de responsabilidad de Estado de los nacionalistas catalanes, dicho de otro modo, en una demostración más de que el nacionalismo español y los nacionalismos periféricos, en realidad, siempre actúan con un guión pactado. Los técnicos, esos políticos de segunda fila cuya función principal es acompañar siempre al ministro para que no se quede solo (porque cuando un ministro se queda solo la lía, es decir, tiene ideas), estos técnicos, decía el consejero catalán, estaban allí, ¿por qué no trataban de llegar a un acuerdo? Lo lograron en sólo una hora. La diferencia, la diferencia real, la diferencia entre dar la excusa perfecta para un incendio generalizado o apagar la cerilla, era de unos 200 millones (algo así como el 0,62% del total). Pero para eso están De Guindos y el propio Rajoy, para destrozar todo lo que Montoro no logra reventar.
   Vamos a ver, ¿a qué cabeza de chorlito se le puede ocurrir que, precisamente en este momento, lo mejor que se puede hacer es criticar al gobernador del Banco de España? ¿De verdad es el mejor momento para demostrar los desacuerdos internos que existen en la supervisión de las entidades financieras? ¿Le daría Ud. un crédito a una empresa cuyos dos socios principales están peleados? Pues buena parte de los miembros del partido gobernante piensan que sí. “Son tontos”, pensarán Uds. No está tan claro. El Banco de España lleva más de una década clamando en el desierto contra las arriesgadas maniobras del las cajas en el mercado inmobiliario, mientras los políticos las empujaban cada vez con mayor ahínco, a comer tanto ladrillo como abarcaran sus fauces. Y ahora, ahora que han reventado de tanto tragar, el culpable resulta ser... quien advirtió de la catástrofe. Está claro que Esperanza Aguirre, quien forzó todos los chanchullos imaginables para no perder la mayoría en el consejo cuando la entidad se tambaleaba, que Rodrigo Rato, que, aparte de forrarse el riñón, ha hecho menos por su barco que el capitán del Costa Concordia, y el propio consejo de Bankia, lleno de gente nombrada a dedo por el PP, no han tenido culpa de nada, la culpa ha sido del supervisor. ¿De verdad estas excusas son debidas únicamente a la estupidez? Pero ¿por qué conformarse con desautorizar al gobernador del banco de España? ¿no sería mucho más desastroso entregar sus funciones a gestores privados y al Banco Central Europeo? De ese modo, quedamos intervenidos desde ya, anulando cualquier margen de maniobra que nos pudiera quedar. Y, lo más divertido, mientras se les hace entrega de las llaves del país, ministro de economía y presidente de gobierno, andan preguntando, cual Pepe Isbert en Bienvenido Mr. Marshall, si los que están ya pilotando la nave van a venir en algún momento a rescatarnos.
   A estas alturas ya resulta difícil responder a la cuestión de si nos gobierna una general falta de inteligencia o de vergüenza, pero la cosa empeora cuando uno se asoma a los gobiernos autonómicos. En una entrevista en El país, el consejero económico de Murcia, un chico joven, que llegará lejos, sin duda, aseveraba que no merecía la pena intentar averiguar cómo hemos llegado a esta situación. Desde luego a él no le merece la pena ya que ha llegado. A los demás, que si lo hiciéramos descubriríamos hasta qué punto todo lo que está ocurriendo es responsabilidad exclusiva de nuestro políticos, no sé. Y, para rematarlo, está el gobierno andaluz, ¿recuerdan? ése al que todos los trabajadores de Europa estaban mirando. Se les deben haber caído los clisos. Primera medida: reducción del sueldo de los “trabajadores públicos” (no se va a especificar cuántos son empleados públicos y cuántos funcionarios, no vaya a acabar descubriéndose el gran secreto de Estado, a saber, cuántas empresas públicas hay, a qué se dedican y cómo están sus cuentas), mileurización de los interinos, recortes sociales generalizados... Los que anteayer defendían las redistribución de la riqueza han aclarado, una vez llegados a la poltrona, que se referían a la riqueza de los asalariados, porque los ricos de verdad, ya se sabe, son poderosos y mejor no importunarlos con la milonga de la justicia social. Eso sí, ellos también se recortan sus salarios, pero no un 30% como la izquierda francesa, no, un 5%, no vaya a ser que los tachen de radicales. Naturalmente, todo esto se hace “por imperativo legal”, aunque también porque “otra política económica es posible”... con otros gobernantes, claro.

jueves, 8 de marzo de 2012

Ciberterrorismo

   El famoso baby-boom que siguió a la Segunda Guerra Mundial, pobló Occidente de una generación de jóvenes que tuvo fácil el acceso a la Universidad. Estos jóvenes salieron suficientemente preparados a un mundo que, en realidad, no los esperaba en absoluto. Pocas empresas pensaron en ellos como compradores potenciales, pese a su incipiente poder adquisitivo. Tampoco tenían esperanzas de un fácil acceso al mercado laboral y, políticamente, nadie se rebajaba a hacer campaña entre barbilampiños. Rápidamente llegaron a la conclusión de que si el mundo no estaba hecho para ellos, tendrían que cambiarlo. Por si fuera poco, esta toma de conciencia acompañó al deseo de los trabajadores de la época de ser tenidos en cuenta por el sistema capitalista como algo más que productores. La conjunción de ambos desajustes vino acompañada en los años sesenta del siglo pasado por otra serie de bloqueos sociales y políticos peculiares de cada país. Italia, por ejemplo, votaba mayoritariamente al Partido Comunista pero, por los acuerdos de Yalta, pertenecía al bloque capitalista, de modo que el resto de partidos se coaligaba para excluir al partido más votado del poder. Otro tanto cabe decir de Grecia. En Alemania, los mismos jueces que aplicaron las leyes racistas del régimen nazi, administraban las leyes emanadas de la democracia. La población católica de Irlanda del Norte vivía una suerte de apartheid por parte de los protestantes y, en España, el estado de excepción y los abusos policiales indiscriminados, acompañaron la vida cotidiana de los ciudadanos vascos hasta más allá de la Transición.
   En un principio, el malestar social de los años sesenta, condujo a huelgas y manifestaciones de todo tipo. Pero es un fenómeno bien conocido que cuando este tipo de protestas populares van perdiendo fuelle, se radicalizan cada vez más, quedando, finalmente, en manos de grupúsculos violentos. La no menos violenta represión policial condujo en multitud de países a la creación de lo que Martha Crenshaw llamaba una "cultura de la violencia", en la que los movimientos terroristas, que asolaron los años setenta, encontraron propicio caldo de cultivo. Así nacieron ETA, la última versión del IRA, la RAF, las Brigate Rosse, etc.
   Probablemente, el desapego de los ciudadanos por su clase política es hoy mayor que en los años sesenta. El 15-M es un buen ejemplo de ello. Resulta difícil mostrar apego por unos políticos que en mayo del año pasado decían que los jóvenes saldrían de las plazas públicas si se les diera trabajo y hoy, teniendo sólo que ofrecerles tasas cada vez mayores de paro, los etiquetan como "el enemigo". Las protestas de la Grecia actual recuerdan mucho aquélla primera época de huelgas y manifestaciones de los sesenta. Tampoco el manejo de las mismas está resultado muy inteligente. En España, la policía se ha empleado contra los jóvenes como si les hubiesen prometido reintegrarles el dinero que les han recortado a todos aquellos que rompieran sus porras en la espalda de algún adolescente. Después, nuestro queridísssimo presidente del gobierno, D. Naniano Rajoy, pidió a los manifestantes que mostraran responsabilidad en sus protestas contra la irresponsabilidad de los políticos. Un lema de una manifestación posterior contra la brutalidad policial fue: "somos el pueblo, no el enemigo". Más pronto que tarde, alguien abandonará la inocencia de tal proclama para sacar su consecuencia lógica: vosotros sois los enemigos... del pueblo.
   ¿Significa todo esto que estamos a las puertas de una nueva oleada terrorista? Más aún, ¿forma parte de la misma el ciberterrorismo que se atribuye a grupos como Anonymous? Desde luego, resulta difícil imaginar a estos jóvenes atados a su Blackberry® e incapaces de abandonar su cuenta de Twitter en la clandestinidad que exigen los movimientos terroristas. Por contra, no hay que ser muy perspicaz para imaginarlos detrás de un ataque de denegación de servicio mientras parlotean con sus amigos en el parque. Ahora bien, ¿puede calificarse el hackivismo o, directamente, los ataques atribuidos a Anonymous o Luzlec como ciberterrorismo? Los Estados ya han respondido a esta cuestión.
   Si se analiza fríamente, la respuesta de los sucesivos gobiernos a los movimientos terroristas, siempre parece sobredimensionada. A lo largo de más de cuarenta años, ETA mató unas ochocientas persona, algo así como la mitad de los muertos en carretera el año pasado. ¿Se ha dedicado ochenta veces más dinero, tiempo y personal a mejorar nuestra red de carreteras que a luchar contra ETA? Pues bien, tras la detención (otra vez) de la supuesta cúpula en España de Anonymous, un alto cargo policial declaraba que su desarticulación había costado muchas horas por parte de mucho personal especializado. Es curioso, si alguien publica mis datos personales en la red, a mí me costará considerable tiempo y dinero conseguir, a lo sumo, que esos datos sean descolgados. Ahora bien, si soy un actor que ha puesto su granito de arena en la defensa de la "pobre" industria cultural, la policía, de motu propio, me ahorrará ese esfuerzo y, además, detendrá a los culpables. ¿No se trata, también, de una reacción sobredimensionada?
   Pese a tantas analogías, la respuesta a la cuestión de si Anonymous es un movimiento ciberterrorista, debe ser respondida negativamente. Hace unos cuantos años propuse que la mejor manera de definir el terrorismo era hacer caso de lo que se dice en ese subgénero de literatura fantástica que son los documentos y panfletos de los movimientos terroristas. En no pocos de ellos se afirma que han cometido tal o cual atentado contra este o aquel símbolo de la postergación de los vascos, de la opresión, del capital, etc. La propia víctima era recubierta con todo tipo de simbolismos, tachándolo de "esbirro del capital", "miembro de las fuerzas de ocupación" o, más simplemente, "perro". En base a ello cabía decir que terroristas son todos aquellos que atentan contra símbolos.
   ¿Lanzar un ataque de denegación de servicio contra la página de PayPal es atentar contra un símbolo? ¿Es la página web de PayPal un símbolo de PayPal o, más bien, PayPal misma? ¿Es una página web un símbolo? En general, toda empresa que se precie trata su página web como parte integrante de su imagen corporativa y hacer sinónimos símbolo e imagen es una bonita manera de liar las cosas, pero tiene poco que ver con el comportamiento que desarrollamos respecto de unos y otras. Acaso, se puede acusar a Anonymous de iconoclastas, si bien de un tipo muy concreto pues no tratan de destruir todas las imágenes, sino algunas muy particulares. Aunque, quizás, el calificativo que mejor cuadra con lo que hace es el de ciberguerrilleros, y no el de ciberterroristas.
   Y, sin embargo, sí estamos asistiendo a claros ejemplos de ciberterrorismo, aunque de dirección diametralmente opuesta. El brutal encarcelamiento del soldado Manning, el precioso montaje sexual contra Julian Assange, el propio cierre de Megaupload y la detención de sus propietarios, tienen mucho de castigo ejemplarizante contra algo terriblemente peligroso para los poderes establecidos, que iba tomando cuerpo en Internet. La situación actual de estos personajes se debe, precisamente, al hecho de haberse convertido en símbolos de ese algo. Todavía más claro, cuando el FBI asaltó la página de Rojadirecta, difícilmente pudieron pensar que estaban acabando con semejante fenómeno. Fue, a todas luces, una acción simbólica, para señalar quién era el enemigo a batir y cuál iba a ser a partir de entonces su estrategia en defensa de la sacrosanta industria audiovisual. Efectivamente, estamos viviendo los primeros pasos de un nuevo terrorismo, un nuevo terrorismo que no se ampara en las manifestaciones populares, sino que va directamente contra ellas, porque no es otra cosa que ciberterrorismo de Estado.

domingo, 9 de octubre de 2011

First we take Manhattan...

   Cuando el año 2.012 comience, habrá quedado en claro la cuestión que va a decidirse en los próximos meses. Esta cuestión es bien simple, a saber, si las revoluciones mediterráneas supondrán un hito histórico o bien se quedarán como un fugaz rayo de esperanza. Los contendientes saben de la seriedad de lo que se avecina y están tomando posiciones. No hace falta más que mirar las diferentes trincheras. En Túnez y Egipto, las fuentes de esta revolución, los detentadores del poder han optado por imponer un ritmo lento de reformas para conseguir que, de tanto esperar, al final la ciudadanía se olvide de qué estaba pidiendo y se acabe acostumbrando a otro dictadorzuelo "provisional". En Libia, ha comenzado la cuenta atrás para la fotografía que nos muestre al sátrapa colgado cabeza abajo, como aquella gloriosa instantánea de Mussolini. En Siria falta muy poco para que se "libianicen". En España quedan seis semanas para las elecciones. Hay que recordar que unas elecciones son la gran fiesta de la democracia. Es responsabilidad de todos nosotros que sea eso, una fiesta, una gigantesca fiesta y una gigantesca fiesta de la democracia, de la democracia real. Y, lo más sorprendente, el Mediterráneo ha resultado tener una orilla en New York. El movimiento "Ocupa Wall Street", se ha propuesto, algo tan extraño en los Estados Unidos como expropiar a los expropiadores, rescatar nuestro futuro de las manos de aquellos que ya se quedaron con nuestro pasado.
   Qué se espera de nosotros, los ciudadanos, está claro y qué debemos hacer también. Túnez, Egipto y España necesitan de una acción decidida por nuestra parte. Como ya he dicho, la democracia se convierte periódicamente en una gran fiesta. Hemos de festejar nuestras democracias por venir en cada calle, en cada plaza, en cada mitin, en cada rueda de prensa, en cada acto en que alguien que no sean los ciudadanos quiera robarnos el protagonismo de una fiesta que nunca debió de dejar de ser nuestra, de todos. No obstante, no hay que ser ingenuos. No va a ser fácil. El ejemplo de Gadafi, de Al Assad cunde. Hasta 700 detenidos hubo en New York por ocupar un puente y su alcalde ya ha amenazado con hacer valer los derechos de la mayoría silenciosa, es decir, con sofocar cualquier intento de no ser obediente. En Bruselas la policía ni siquiera permitió la concentración de los peligrosísimos manifestantes. En España las señales también son nítidas. El pasado viernes, una valerosa unidad de élite de ese cuerpo de seguridad que tienen en Cataluña, apellidado "escuadra"(1), detuvieron a un puñado de perroflautas que tomaban una copa en la cafetería de la Ciudad de la Justicia a la espera de entregarse al juez en cuanto éste se lo permitiera. Dicen que los miembros de la "escuadra" de asalto, haciendo gala de la habitual contención policial, no emplearon sus armas reglamentarias para repeler un durísimo roce de las rastras de uno de los detenidos. El juez de guardia intentó ponerse en contacto con el juez competente y éste, actuando conforme a la ley (del Talión), se negó a aceptar su entrega si no era esposados y previo paso por los calabozos. No era menos lo que merecían, ciertamente, estos facinerosos que hasta se atrevieron a arrojar pintura a uno de los que hace tiempo que debería estar en el calabozo donde ellos durmieron por apropiarse de lo que es de todos en nombre de los necesarios recortes.
   Andalucía no es como Cataluña. Aquí gozamos de un espléndido gobierno de izquierdas que ha tenido la gentileza de aprobar una ley de participación ciudadana, calcada de la estatal aprobada hace ya hace unos años. Una comisión del 15-M explicó a los miembros del Parlamento andaluz lo que ellos ya sabían, que con una ley de este género van a llegar a dicho Parlamento el mismo número de leyes por iniciativa ciudadana que los que han llegado al Parlamento nacional. ¿Cuántas leyes se han aprobado hasta ahora por iniciativa popular en este país? Pues, en números redondos, cero. Es normal, la cantidad de trámites es tan elevada, el procedimiento tan prolijo, las molestias que ocasiona a sus promotores de tal calibre, que sólo alguien con enormes recursos y fácil acceso a los medios de comunicación podría tramitar una cosa así. ¡Adivinen! Los únicos con medios para lograr que una ley sea aprobada por iniciativa popular son los ricos. Pero, insisto, esto es muy diferente al modo de gobernar en Cataluña. Es un gobierno de izquierdas. Un gobierno de izquierdas tiene siempre en la sensatez del gasto y su beneficio para la mayoría la guía de su actuación. Por ejemplo, para restaurar el Palacio de San Telmo, patrimonio de todos los andaluces y, por casualidad, sede de la presidencia de la Junta de Andalucía, se han gastado 53.000.000 de euros. Aunque la oposición asegura que la factura real asciende a 100 millones de euros y los rumores que circulan por Sevilla la elevan a 200 millones. Y si Ud. se está preguntando cuántos desahucios se podrían evitar con cincuenta y tres millones de euros, es que Ud. también es un maldito antisistema con rastras, más o menos como yo.
   Lo anterior demuestra que, en las actuales circunstancias, las reivindicaciones de cualquier movimiento social que se precie no pueden ser estrictamente políticas. Poco a poco, las cartas van quedando al descubierto. La última rebaja del rating de la deuda española por parte de la agencia de calificación Fitch muestra cuál es la dinámica real. Siempre se nos ha contado que las agencias de calificación analizan los datos de determinadas entidades, emiten informes resultantes de esos análisis y los inversores actúan en consecuencia. Es mentira. El funcionamiento real de las agencias de calificación es otro. Son los grandes inversores internacionales los que analizan la situación de determinadas entidades para ver las posibles acciones que pueden conducir a pingües beneficios. Una vez establecidas éstas, piden a las agencias que suban o bajen la calificación para que el movimiento consiguiente de los inversores medianos y pequeños acabe por proporcionarles los beneficios ya calculados. A España se la ha bajado dos escalones en la escala de riesgo de Fitch sin ninguna justificación objetiva. Simplemente, la acción concertada de los bancos nacionales había tirado por tierra las apuestas ya hechas por los grandes inversores de un despeñamiento de las economías europeas. Había que poner en marcha una reacción brutal de los mercados que sobrepasara toda capacidad de actuación por parte de los bancos nacionales y la respuesta era, obviamente, una bajada de dos escalones. Ahora los beneficios de los grandes inversores quedan salvaguardados.
   Si los movimientos ciudadanos quieren convertirse en actores reales de los acontecimientos que van a venir, es imprescindible un programa económico. En qué debe consistir éste resulta claro. A partir de este momento a España lo que le queda es ver cómo los tipos de interés solicitados para su deuda aumentan exponencialmente. Como consecuencia, aumentará nuestra deuda soberana, lo cual provocará, en un círculo vicioso, el aumento de los intereses. Al final, el FMI se ofrecerá para "ayudarnos". El caso de Suramérica en los años 70, de los países africanos en diferentes etapas y de Grecia, Irlanda y Portugal recientemente, muestra que, lo que debemos evitar, no es la bancarrota sino, precisamente, es "ayuda" del FMI que, después de sacrificios bestiales sin fin acaba conduciendo.... a la bancarrota. Por tanto los ciudadanos debemos exigir una reestructuración inmediata de la deuda soberana y autonómica. Debemos reestructurar nuestra deuda ¡ya! haciendo una quita significativa y progresiva, mayor para los grandes inversores. Reestructurar nuestra deuda ahora significará ahorrarnos varios años de sacrificios absolutamente inútiles que, como demuestra el caso griego, al final sólo agravan el mal que pretendían curar. Naturalmente, esta reestructuración debería hacerse sin la "ayuda" del FMI ni de Europa, quiero decir, deberá hacerse mediante una salida del euro a partir del próximo 1 de enero de 2.012. De hecho, deberíamos invitar a todos los países de la zona euro a salirse del mismo, salvo aquellos países sin problemas fiscales. Es cierto que esto dejaría al euro circulando únicamente por Alemania y Finlandia, pero las circunstancias lo exigen. Quizás esta medida suponga que se dispare la inflación, pero hay que recordar que ese aumento de la inflación conduciría, en realidad, a la práctica cancelación de la deuda que quede tras la reestructuración.
   En este punto se me puede acusar de inconsistente, pues en una entrada anterior manifesté mi adhesión a la idea de Europa y a su moneda única. No hay tal inconsistencia. Únicamente se trata de una diferencia entre táctica y estrategia. Los países con problema fiscales deben abandonar momentáneamente la zona euro. ¿Durante cuánto tiempo? ¿hasta que acaben sus problemas fiscales? Tal vez no sea necesario esperar tanto, bastará con volver a la zona euro cuando en ella no manden ni Herr Schäuble ni Frau Merkel. Aunque, claro, habría que ver cuánto tiempo sobrevivirían, políticamente hablando, si un solo país concretase su amenaza de abandonar el euro. Y entonces... entonces tomaremos Berlín.



   (1) Por cierto que, como siempre, no todos los miembros del colectivo están cortados por el mismo patrón y, si no me creen, lean, lean

domingo, 17 de julio de 2011

"¡Pues claro que nos representan!"

   El protagonista de la noticia es un esforzado trabajador. Digo "un esforzado trabajador", porque para mí es un misterio. Si ejercer de senador, de alcalde, de diputado, ya sea nacional, autonómico o provincial, es tan duro, tan extenuante, ¿cómo puede haber super héroes que compatibilicen dos de esos cargos? ¿Qué capacidad de trabajo, qué nervios de acero para soportar esa doble responsabilidad hay que tener? ¿Cuántas horas de sueño perderán diariamente esos prohombres de la patria? Es lógico, por tanto, que, cuando les dan las vacaciones, sientan ganas de desfogarse un poco. Eso le pasó a nuestro currante. Era la última sesión del Senado y, juntando los ahorrillos de la legislatura, se fue a celebrarlo con una mariscada. Una cosa llevó a la otra y las dos lavaron la ropa, así que terminó a las cinco de la mañana en el reservado de una sauna. Como buen pueblerino, ignoro qué se hace a las cinco de la mañana en el reservado de una sauna. Debió ser algo que iba contra los principios morales de este buen hombre pues, indignado, la emprendió con el mobiliario. Naturalmente lo echaron, de modo que se fue a una comisaría a pedir a la policía que arrestara al infame personal de la sauna. La policía se le puso borde con que primero debía presentar una denuncia y, claro, la emprendió a guantazos con ellos. Cuando llegaron refuerzos, fue su hijo el que salió en su defensa, golpeando a los recién llegados. Al intentar esposarlo dicen que le oyeron gritar: "¡a mí no me detiene ni la Guardia Civil!".
   A la mañana siguiente, mejor dicho, a la tarde siguiente, ya más sereno, declaró a la prensa que "todo había sido un incidente sin mayor trascendencia" y que "le podía haber ocurrido a cualquiera". Lo de "un incidente sin mayor trascendencia" lo entiendo. Quiere decir que los policías y los empleados de la sauna pueden descansar tranquilos, no va a tomar represalias contra ellos. Lo de que le podía haber pasado a cualquiera, lo entiendo menos. Yo ya ni me acuerdo de qué era una mariscada. Cuando veo una gamba en mi casa, le canto por bulerías. En lo que respecta a la sauna, ya he explicado que soy de pueblo. Pero lo de la policía.... Recuerdo haber estado borracho, recuerdo haber estado muy borracho, recuerdo haber estado tan borracho que ni lo recuerdo, he llegado a estar tan, tan borracho, que prefiero no recordarlo. No obstante, por muy borracho que estuviera, nunca se me ocurrió levantarle la mano a un policía. Debió ser por algún sabio consejo que me inculcaron mis padres.
   A lo mejor, lo que este señor quería decir es que "le podía haber pasado a cualquiera de nosotros". Ven Uds. eso sí que lo entiendo. Le pasó a aquel fiel luchador contra el botellón, que se durmió al volante de su coche, esperando que el semáforo se pusiera en verde (el cansancio de un trabajo extenuante como ya he dicho). Le ocurrió a cierto parlamentario al que, la noche de las elecciones, los periodistas le gritaban: "¡señor diputado! ¡señor diputado! ¡levántese del suelo que mañana tendrá que hacer declaraciones!" Le ha sucedido, en la última feria de Sevilla, a un exministro cuando unos policías locales trataron de impedirle que se colara en el aparcamiento VIP. También le ha pasado a muchos despistados. Al concejal de tráfico de una localidad sevillana, lo pillaron conduciendo sin haber tenido nunca carnet. Su excusa causó sensación: "es que el coche era de mi mujer", dijo. De este género es también el despiste que llevó, a cierto parlamentario, a pagar la factura de un puticlub con la tarjeta Visa Oro del partido. Eso, por no mencionar el buen corazón de un alto cargo autonómico que, para ayudar "a unas pobres criaturitas" (les juro por Snoopy que así lo declaró en una entrevista), las incluyó en expedientes de regulación de empleo de empresas para las que nunca habían trabajado. Aunque, para buen corazón, el de su jefe máximo, que tras más de veinte años de presidente de la Autonomía, declaraba tener en el banco alrededor de 2.000 €. O el espíritu de sacrificio de aquel eurodiputado, que se negaba a viajar en clase turista porque, por las cuentas que él hizo antre la prensa, tenía que coger cada día el avión para ir de su casa al trabajo.
   Después dicen los del 15-M que no nos representan. Yo estoy con Savater, "¡pues claro que nos representan!" Nos representan el espectáculo diario del nepotismo, la bajeza moral y la chulería. Nos representan la farsa de una democracia más válida para unos que para otros. Representan para nosotros el bochornoso espectáculo de una gestión pública convertida en el compadreo de cómo se van a repartir las mariscadas, los reservados de las saunas y las incompatibilidades. Están continuamente representándonos una ópera bufa delante de nuestras caras y encima nos exigen que aplaudamos en el entreacto que se produce cada cuatro años. Es lógico que los seguidores de Voltaire defiendan este tipo de representación política. También él se solucionó la vida gracias a un chanchullo. Pero si se lee en los libros de historia, se podrán encontrar los nombres de una serie de políticos que fueron capaces de hacer pactos de Estado más allá de lo que eran sus intereses electorales del momento. Personas capaces de sentarse a consensuar documentos, nombramientos, una Constitución entera con quienes los persiguieron. Pusieron las bases para un país que debía regirse por normas nuevas, normas que nunca antes habían funcionado en él, normas que eran un prodigio de equilibrio entre posturas que durante más de un siglo llevaron a la armas a sus defensores.
   Lo que los libros de historia no les contarán es dónde radicó la clave de todo. Y la clave de todo estuvo en que, aquellos políticos, no eran mejores que los actuales, ni más honrados, ni más inteligentes. Tenían, eso sí, algo de lo que carecen éstos, miedo a la calle. Los políticos de la Transición vivieron bajo la perpetua espada de Damocles de que todo se les fuese de las manos, que las reivindicaciones de la ciudadanía los desbordasen, que el pueblo tomaran la iniciativa antes de que ellos alcanzaran sus pactos. Regenerar la clase política depende, pues, de nosotros. Pasa, simplemente, por volver a insuflarles aquel miedo fundacional.

viernes, 1 de julio de 2011

El último hombre íntegro

  
   Hay una película que se llama Los tres días del cóndor. Es de otra época. Se rodó en 1975 y eso significa que no se le da todo mascado al espectador para que no tenga que pensar nada. Es difícil, terrible, oscura, es una película genial, como las que hacía Sydney Pollack por entonces. En una escena un alto cargo de la CIA cuenta a su interlocutor cómo se pasó varios meses durante la guerra en un crucero, tirándose a una espía enemiga. "Me dieron una medalla por ello", dice. Entonces, su interlocutor le pregunta si echa de menos la acción de aquellos tiempos y él le responde: "No, echo de menos la claridad". Parece como si al mirar atrás estuviese muy claro quiénes eran los buenos y quiénes los malos, todavía mejor, que había buenos y malos. Esa claridad se pierde cuando la mirada se concentra en el ahora.
   Una de las características de nuestros tiempos es la segmentación. Es la clave en cualquier proceso de marketing moderno, es el supuesto de cualquier campaña publicitaria y es la fuente del mal. La segmentación es lo que permite elegir un grupo de consumidores que difícilmente se va a resistir al producto en cuestión, es lo que permite que una empresa obtenga el monopolio de un pequeño, pero rentable, sector del mercado y es lo que permitía a los vigilantes de los campos de concentración llegar a casa, lavarse las manos y jugar como padrazos con sus hijos. Se segmentan los mercados, se segmenta a la población, se segmenta, sobre todo, a los individuos.
   Tenemos trabajos en los que ni siquiera nos planteamos si tienen algo que ver con la justicia, seguimos caminos perfectamente trazados para nosotros, con nítidos protocolos de actuación que nos impiden averiguar qué demonios estamos haciendo realmente. Pero suena el timbre y al fin podemos ser nosotros mismos, podemos solucionar el mundo delante de una cerveza, podemos exigir nuestros derechos o los de nuestros hijos y podemos apoyar varias campañas subversivas desde Internet. El tiempo del trabajo ha quedado atrás y somos hombres nuevos, capaces de asumir decisiones que jamás intentaríamos asumir en el ámbito laboral.
   Mi padre era un hombre íntegro e intentó hacer de la integridad uno de mis valores fundamentales, pero ¿qué demonios significa hoy día ser íntegro? ¿Cómo podemos mantener algún resquicio de integridad en un mundo en el que ya no tenemos facetas sino que somos personas diferentes en el trabajo, en el ocio, en la familia, en las tiendas, en las calles y en el interior de un coche? ¿Qué integridad podemos tener si insultamos al volante a los mismos a los que tratamos con respeto cuando se nos presentan como clientes potenciales? ¿qué integridad le cabe a quien despide a padres de familia porque ése es el trabajo con el que puede alimentar a sus hijos? ¿cómo se puede hablar de la integridad de un especialista en marketing que presenta una reclamación por publicidad engañosa? ¿es íntegro un profesor que ejerce sobre los profesores de su hijo la misma presión que detesta que el resto de padres ejerza sobre él?
   Es raro el día en que no me hago estas preguntas. El pasado miércoles no fue uno de esos días. De las noticias que traía la prensa podía deducirse fácilmente que la tensión en los mercados se había relajado porque la policía griega había herido a 500 personas durante la contención de los disturbios originados por el nuevo (que no último) plan de ajuste. Ya he explicado el caso de la policía, así que no me referiré otra vez a ellos.
   Hace no mucho tiempo las bolsas subían cada vez que aumentaba el paro. ¡Qué tiempos! Parece que hemos entrado en una nueva era. A partir de ahora las bolsas subirán cada vez que la policía haga una nueva demostración de poder represor. El caso es que, esos "mercados", son un conglomerado de entidades financieras muchas de las cuales, para desgravar, conceden becas, entre otros, a algún hijo de uno de los apaleados. Los bancos tienen unos accionistas a los que no les van a hablar de otra cosa que no sea de dinero (ese elemento que tiene la extraña propiedad de no ser manchado ni por la sangre) y una obra social que promueve la mejora material y/o cultural del entorno en el que opera. Si ambas cosas fuesen a la par, si estuviesen integradas en los mismos departamentos, en las mismas estructuras, no habría nada malo que decir. Pero no ése no es el caso. Se ayuda a quienes se ha contribuido a convertir en alguien que necesita ayuda.
   Hoy tampoco ha sido un día en el que no me haya hecho la pregunta en torno a qué pueda significar la palabra "integridad". He tenido noticias de la existencia de un manifiesto de apoyo de los filósofos al movimiento del 15-M. En ese manifiesto, entre otras cosas, se pone a caldo a quienes andan buscando desesperadamente excusas para no participar en las protestas. Lo he firmado casi impulsivamente. Después he reparado en sus promotores. Por supuesto conozco a alguno. Hay gente a la que admiro. Hay gente a la que respeto profundamente. Hay gente de la que, simplemente, sé con toda seguridad que son mejores personas que yo y que ayudan mucho más a los que les rodean que yo. Hay quienes exigían repartir megáfonos antes de que hubiese ninguno en nuestras plazas (¿verdad Txetxu?) Pero hay gente... Entiéndaseme, si quisiera decir que no son personas íntegras lo diría sin más. No es eso. No estoy convencido de ser una persona íntegra y, por lo tanto, no me voy a poner a juzgar a los demás. Lo que ocurre es que ignoro qué harían si las propuestas del 15-M traspasaran las barreras de la política y la economía y llegaran a la universidad. ¿De verdad están por abolir todos los privilegios injustos? ¿de verdad apoyarían, por ejemplo, la participación de todos los sectores en la elaboración de los presupuestos de los departamentos? ¿de verdad dejarían en manos de una asamblea decidir la distribución del espacio en una facultad?
   He asistido a unos cuantos congresos, he trabado relación con mucha gente extraordinaria, he comido, bebido y reído con ellos. Con algunos mantuve el contacto durante años. Recibí de ellos calor, comprensión, ánimos y ayuda. Pero ¿qué hubiese obtenido de ellos si los hubiera conocido como miembros de un tribunal de oposiciones? Y al contrario ¿cómo se hubiesen portado en un congreso los que conocí en un tribunal? Todavía más ¿acaso he sido yo dos personas distintas, una en los congresos y otra ante un tribunal de oposiciones?
   En fin, he llegado a esa triste edad en la que uno echa de menos poder consultarle cosas a su padre.

lunes, 27 de junio de 2011

Extremeños

   Como buen andaluz, crecí oyendo que los extremeños eran: a) unos zaborioh (en castellano, desabridos) y b) nuestros parientes pobres (tanto que ni tenían playas). Conforme fui creciendo comencé a pensar que a) también hay musho andalú zaborioh (en castellano, muchos andaluces desabridos); b) tienen un jamón que quita las tapas del sentío; y c) estaban mejor administrados o gobernados que nosotros. Tres décadas de gobiernos socialistas no han dejado ningún escándalo notable, lo cual quizás no demuestre que han sido un prodigio de honradez, pero sí que han sido inteligentes. Sea como fuese, el PSOE perdió la mayoría absoluta en las últimas elecciones autonómicas, siendo el PP el partido más votado. No obstante, tampoco consiguió la mayoría absoluta. Esta quedó en manos de los tres diputados de Izquierda Unida. Aparentemente la cosa estaba clara. Es la situación en la que espera encontrarse el PSOE andaluz para perpetuarse en la poltrona tras las próximas autonómicas. Pero Extremadura no es Andalucía.
   La actitud de las bases de IU respecto de un posible pacto con el PSOE ha sido de franca hostilidad. Desde Andalucía se puede entender muy bien. El cabeza de cartel de IU en Extremadura, la persona que ha conseguido que esta formación entrara de nuevo en el parlamento regional, Pedro Escobar,  lo explicaba en una entrevista. Literalmente venía a decir que Extremadura había pasado de cuarenta años de caciquismo franquista a veintiocho años de caciquismo socialista, que la gente de los pueblos estaba hasta las narices de la prepotencia de los alcaldes del PSOE y que permitir que gobernara el PP no era del gusto de nadie, pero que la prioridad era purgar al PSOE. Ciertamente hay mucha gente en Andalucía convencida de que el modelo ideal de sociedad que persigue el PSOE no es el falansterio sino el cortijo. Pocos hechos he podido contraponer a quienes así me han argumentado. Recuerdo a cierto insigne  socialista tratando de aterrorizar a sus alumnos/as para que no ejercieran su fascistoide derecho a la manifestación. Hay alcaldes del PSOE cuya expresión favorita es "quien manda, manda". Existe una interminable serie de altos cargos del mismo partido que tienen por norma encargar las demandas y sugerencias de sus subordinados al Sr. Alcesto o a la Sra. Papelera. Sí, desde Andalucía se puede entender a qué se está refiriendo el Sr. Escobar. Pese a ello, el Sr. Escobar se mostraba dispuesto a votar a favor del candidato del PSOE, y así lo defendió ante las bases, a menos que éstas optaran por otra cosa, como efectivamente ocurrió.
   A partir de aquí, la historia comienza a tomar tintes grotescos. El coordinador general de IU, el Sr. Cayo Lara parece haber llegado a la conclusión de que, si el Sr. Zapatero es de izquierdas y va por ahí buscando charcos donde meterse, él, Cayo Lara, que es más de izquierdas, tiene que meterse en más charcos todavía. Primero se pasó toda la campaña electoral asegurando que IU no permitiría "ni por activa ni por pasiva" gobiernos del PP. Declaración ésta que, a todas luces, sobraba. Después, alguien le aconsejó que debía dejarse ver por las acciones de los del 15M. Yo no dudo que su intención fuera buena, pero verlo en un acto para impedir un desahucio no podía dejar de dar la impresión de que estaba allí para chupar cámara. Una buena parte de los presentes así lo entendió y acabó abucheado. Para terminar se presentó en Extremadura diciendo que no votar al PSOE era votar a los que fusilaron a republicanos en la guerra civil. Me van a permitir que en semejante comparación sí dude de su buena intención. Ahora asevera que, con independencia de lo que votaran las bases, los diputados de IU tienen que votar al PSOE, todo lo más, forzar unas nuevas elecciones, o prepararse para lo que se les va a venir encima. Y aquí apareció el Sr. Vara.
   Guillermo Fernández Vara es el expresidente y candidato del PSOE a la presidencia de la Junta de Extremadura. En las postrimerías de la campaña electoral afirmó que si no salía elegido se iría sin más problemas a su casa. Obviamente todavía no se ha ido. Al oír al Sr. Lara decir que podría haber elecciones anticipadas, propuso que el PSOE votara al candidato del PP para impedir tal posibilidad. "Extremadura está en un momento difícil y no es cuestión de empeorarlo con nuevas elecciones". A esto se le llama responsabilidad institucional. Pero ¿y el candidato del PP? El Sr. Monago está como un niño con zapatos nuevos. Ha cogido el programa de IU y lo ha convertido en el catálogo de sus primeros cien días de gobierno. Ahora que, por fin, el PP va a gobernar en Extremadura, mano dura con los ricachones, subida de impuestos, rediseño del mapa electoral para favorecer a las minorías, descuelgue del retrato del rey, declaración de la Tercera República,  y sustitución del himno extremeño por el himno de Riego si hace falta. En definitiva, el lema de cualquier buen político llevado a su extremo: "lo que sea por pillar".
   En fin, a lo que iba, que parece que estamos ante un político sincero y coherente, el Sr. Pedro Escobar. El problema está en cuánto tiempo le van a dejar que lo siga siendo.

jueves, 16 de junio de 2011

Un buen día para los políticos

   No soy pacifista. No creo que la paz sea el único camino. Hay conflictos que únicamente pueden ser resueltos mediante la utilización de la violencia. El nazismo, el régimen de Slobodan Milosevic, sólo podían pararse mediante el uso de la violencia. De hecho, crecieron y se expandieron gracias al pacifismo que los circundaba. Creo que podremos convenir que estas conformaciones históricas, como, en general, este tipo de conflictos, es la excepción, no la norma. La cuestión, por tanto, es en qué tipo de conflictos es legítima la utilización de la violencia. A este respecto he de decir que, felizmente, he errado en múltiples ocasiones. Creí que no se podría derribar la dictadura de Pinochet si no era mediante el uso de la violencia. Me equivoqué. Creí que el Apartheid no desaparecería sin una violenta revolución de la mayoría negra. Me equivoqué.
   Resulta evidente que el potencial de la lucha no violenta es muchísimo mayor de lo que mucha gente, incluido yo, podíamos pensar. Pero ¿cuándo resulta insuficiente? En realidad, ya hemos dado el criterio. El uso de la violencia es legítimo si las circunstancias que conducen a ese uso son absolutamente excepcionales. Desgraciadamente las dictaduras, la discriminación, no son circunstancias excepcionales. El genocidio, Gadafi, los al-Assad, sí lo son. A esto lo llamaría yo un criterio de violencia mínima. Mínima no en cuanto a su puntualidad o en cuanto a la cantidad de violencia empelada. Mínima en lo que se refiere a la absoluta excepcionalidad de las circunstancias en las que se debe emplear. Podemos ver a qué me refiero si analizamos los argumentos que se suelen emplear para justificar la violencia.
   Habitualmente suele decirse que la violencia es legítima si es en defensa propia o, de un modo más general, defensiva. Ahora bien, toda violencia es defensiva. Es la presente en el mundo animal y si se repasan las motivaciones que históricamente se han dado para justificar las guerras difícilmente se encontrará alguien que no se declare defensor de... la fe cristiana, el orgullo alemán, el pueblo oprimido o cualquier otra cosa de ese género. Por tanto, si este tipo de justificación fuese válido, en realidad, siempre habría que utilizar la violencia, lo cual va contra el criterio que hemos establecido.
   Una modificación del anterior es el argumento de que la violencia reactiva es legítima. Esta es la defensa favorita de los movimientos terroristas. Su violencia es, meramente, una reacción a la violencia del Estado. ¿Qué quiere decir esto? La manera más fácil de entenderlo es que la violencia reactiva es una forma de venganza. Por ejemplo, los indignados de Barcelona ejercieron la violencia contra los miembros electos del Parlament como reacción a la violencia que previamente la policía había ejercido sobre ellos.
   La violencia como reacción, la violencia como venganza, es un tipo de violencia más común en el reino animal de lo que se piensa. Hay un típico experimento de psicología conductista que así lo muestra. Se acostumbra (técnicamente se dice “se condiciona”) a una paloma a recibir una bolita de comida cuando pulsa un botón. Al cabo de los días, o semanas, de tener a la paloma habituada a comer a capricho, se la coloca en una jaula con el mismo botón y otra paloma inmovilizada. Según su costumbre, la paloma se acerca al botón y lo picotea. Primero con un ritmo pausado, después frenéticamente. Cuando se convence de que la comida no vendrá, se vuelve hacia la otra paloma y le picotea la cabeza. Lo normal es que vuelva a intentarlo con el botón y regrese para maltratar a su congénere si la comida sigue sin hacer acto de presencia.
   Violencia como reacción, violencia como venganza, es sinónimo de violencia instintiva, no racional. Esto es algo fácil de observar, el nivel de violencia física capaz de ejercer un individuo es inversamente proporcional a su nivel de inteligencia. Las personas inteligentes saben que su razón les suele proporcionar mayores probabilidades de conseguir lo que quieren que la violencia física y encuentran el camino adecuado. Para quienes su nivel de razonamiento no supera el de las palomas, es normal que se encuentren en situaciones en las que la única salida que son capaces de contemplar es machacarle la cabeza a algún congénere. Sí, ya sé, Ud. conoce a alguien muy inteligente que acabó en ETA. No creo que eso sea un argumento en mi contra, más bien demuestra lo mal que solemos utilizar el término "inteligencia". Por eso yo propondría una definición de inteligencia que incluyese evitar la violencia. En cualquier caso, si hubiésemos de ejercer la violencia cada vez que estamos frustrados, la violencia como reacción no sería algo excepcional y eso va, de nuevo, contra nuestro criterio.
   Por tanto, pese a que sea difícil evitar una sonrisa al ver a un montón de políticos metidos en furgones policiales, justificar la violencia de los indignados de Barcelona por ser una reacción es sinónimo de violencia injustificada. De hecho, una vez más, en este caso podemos ver la relación inversamente proporcional entre violencia e inteligencia. Si lo que se reclama es poner fin al despilfarro que cotidianamente protagonizan nuestros políticos, no es inteligente provocar una situación que les obliga a emplear un helicóptero. ¿Quién cree que lo va a pagar? ¿Artur Mas? ¿los diputados del Parlament a escote? ¿No acabaremos por pagarlo todos, como viene siendo la norma?
   Finalmente, los terroristas suelen utilizar un argumento para justificar su violencia que consiste en decir que el Estado no entiende otro lenguaje. Por tanto, si se quiere conseguir cosas, hay que emplear su lenguaje. No estaría yo de acuerdo con esta afirmación. Habitualmente conseguimos cosas del Estado rellenando impresos, hablando con funcionarios y cosas de este género. Una vez más, si utilizáramos este tipo de justificación, la violencia debería emplearse siempre, en contra del criterio que hemos adoptado.
   Sí estaría de acuerdo en que la violencia es el lenguaje que el Estado domina. En las fotos aparecidas en la prensa con ocasión de los disturbios de ayer se puede apreciar hasta qué punto el Estado domina este tipo de situaciones. Policías enfundados en sus armaduras flexibles, con cascos antigolpes y porras de metro y medio se defendían valientemente de sujetos que los agredían con tupidas rastras, afiladas flautas y feroces perrillos. En general no suele ser muy inteligente retar a un rival en un terreno que él domina. Mientras el movimiento 15M se mantuvo en las acampadas pacíficas, las manifestaciones llenas de familias y el ciberactivismo, nuestras autoridades eran incapaces de responder, de encontrar un terreno firme en el que estuvieran seguros de dominar la situación. En cuanto han aparecido las agresiones, nuestras autoridades respiran tranquilas, ya saben cómo sojuzgar a la sociedad civil: con imponentes discursos en defensa de la democracia y porras. Créanme respiran muy tranquilos.
   Esos señores metidos en sus armaduras flexibles, son funcionarios que llevan seis meses cobrando un 5% menos de su sueldo entre otras cosas. Están indignados, muy indignados. Y desde hace tiempo. Muchos de ellos estaban realizando acciones de protesta en su ámbito bastante antes de que hubiera nadie ocupando las plazas públicas. Después de proteger a los políticos del Parlament, escucharon cómo el Gobernador del Bando de España aseguraba que hay margen para seguir bajándoles el sueldo. Sin violencia yo no sé, y creo que nuestros políticos tampoco, qué hubiera podido pasar. Con sus porras y metidos en medio de una multitud que les insulta, nuestros políticos les están dando la oportunidad de desahogar su frustración contra palomas atadas. Sí, créanme, están empezando a respirar mucho más tranquilos.

lunes, 13 de junio de 2011

Somos un ejemplo a seguir

   Hará unas cinco horas, la policía turca ha detenido a 32 supuestos miembros de “Anonymous”, en una operación que no ha hecho más que empezar, pues afirma tener una lista de hasta 250 personas por detener. Hay que recordar que Turquía acaba de pasar un proceso electoral en el que se jugaba que el partido islamista en el poder rehiciera la Constitución a su antojo. Hay que recordar, también, que este proceso electoral se ha desarrollado con la presencia de sus propios “indignados”. Y hay que recordar, por último, que no ha hecho más que seguir el camino iniciado por otra democracia mínima: España.
   En una meritoria acción, la policía española desarticuló el pasado viernes a la cúpula de Anonymous, que después resultó ser la cúpula de Anonymous en España, que después resultaron ser tres administradores de chats en los que se había jaleado a Anonymous. Entre los indicios de sus actividades criminales, la policía halló un servidor y que dos de ellos carecían de conexión a Internet en sus casas. Al parecer administraban sus respectivos chats desde la conexión wifi de sus vecinos. No debe pasarse por alto el mérito que implica el hallazgo de estos indicios. O bien la policía ha descubierto que lo que afirman las empresas que instalan redes wifi, a saber, que son invulnerables, es falso, o bien la policía ha descubierto dos genios. En cualquier caso, conozco a más de una empresa que los contrataría.
   Entiéndaseme, soy un ciudadano respetuoso de la ley. Si en este país meterse en la red del vecino y tener servidores para actividades alegales lo convierte a uno en sospechoso, que se investigue a todos lo que lo hagan. Lo que no estoy seguro es de si la policía tiene efectivos para hacer todos los seguimientos que tendría que hacer.
   Los facinerosos han sido acusados de entregar documentos clave para la seguridad del Estado a los terroristas, cargo que, como se aclaró después, consistía en meter en foros proetarras datos de políticos y altos cargos de seguridad y que después consistió en que, alguien que participaba en los chats administrados por ellos, propuso hacer algo parecido a lo que acaban de hacer los de Lulzsec. Igualmente se los acusa de asociación ilícita, interrupción de sistema informático ajeno y atacar las páginas de Sony, cargo que después se transformó en atacar la tienda online de Sony. También meritorio, primero porque Anonymous ha negado cualquier relación con el ataque a Sony, segundo porque la propia ley Sinde es una manera de interrumpir un sistema informático ajeno y tercero porque, hasta donde yo sé, ningún tribunal ha declarado que Anonymous sea una asociación ilícita. Pero lo que de verdad va a tener mérito es que la policía logre convertir todo esto en algo llevable a juicio. Especialmente si topa con uno de esos jueces que hay por ahí, que van entorpeciendo la acción policial con fruslerías como que no se puede condenar a alguien sin pruebas.
   Anonymous ha respondido de un modo muy claro. Nada de las amenazas que suelen utilizar los gobiernos, una simple advertencia: “espérennos”.  En lugar del secretismo de las motivaciones políticas, una convocatoria en la plaza virtual de Twitter. Y, finalmente, la respuesta, la página de la policía cayéndose mientras a nuestras autoridades se les quedaba la cara que se merecen. Este gobierno es hasta tal punto capaz de hacer el ridículo que, frente a ellos, la gente de Anonymous parece gente seria.
   Quiero imaginar que si la policía hubiese estado gastando el dinero público en seguir las andanzas de tres ciberactivistas hasta encontrar algo de lo que acusarles, lo habría ocultado de un modo menos burdo. Pero si no me imagino eso, me veo obligado a vincular esta chapuza policial con las desproporcionadas actuaciones que ocasionaron los cuerpos de seguridad del Estado el pasado día 11 en Madrid, Vitoria, Logroño, Sevilla... y que ya habían tenido su prólogo en Valencia. Todo parece señalar que nuestras autoridades han decidido mandar un claro mensaje a la población: “votad si queréis, pero ¡callaros ya! Y quien no se calle que hable... con la policía”. Han esperado a que desaparecieran las grandes aglomeraciones para dejar una advertencia de lo que se avecina si los ciudadanos osan alzar la voz de aquí a la próxima convocatoria electoral. El movimiento 15M ha mostrado cordura quitándose de debajo de los focos, se acercan tiempos difíciles. Tiempos como los que dieron lugar, en la mente de Alan Moore, a “V”, el misterioso personaje que se ocultaba bajo una máscara de Guy Fawkes. Curiosamente la máscara  que se ha convertido en el símbolo de Anonymous.

miércoles, 1 de junio de 2011

Manual de guerrilla cívica

   Se llama guerrilla a una táctica militar consistente en invertir la relación de fuerzas entre dos contendientes mediante la ocupación de un territorio, sin importar la pequeñez del mismo ni la brevedad de la ocupación. En este territorio mínimo y durante un corto espacio de tiempo, el bando inferior logra concentrar fuerzas numéricamente superiores a su rival. La guerrilla urbana es un género de guerrilla que se desarrolla en ciudades y que se caracteriza porque el territorio a ocupar ya no es el correspondiente a una zona selvática o montañosa, como es habitual en las guerrillas. Al presuponer mejores vías de comunicación, el territorio debe ser ocupado de un modo mucho más fugaz.
   A lo que estamos asistiendo en España desde el 15 de mayo es a una forma de guerrilla que se podría denominar guerrilla cívica. Se diferencia de las dos anteriores en la renuncia frontal a cualquier forma de violencia. Sus armas no son el tristemente famoso AK-47 ni el cóctel Molotov. Sus armas son las propias del marketing de guerrilla, en especial, los anuncios virales. La lucha se desarrolla en todo momento dentro de los estrictos márgenes de la legalidad. A veces en los márgenes mismos de la legalidad, caso de la continuidad de las acampadas tras la prohibición de la Junta Electoral Central. Pero la mayor parte de las veces, sin embargo, no se fuerzan tanto las cosas. Se trata más bien de utilizar la creatividad para intentar sabotear el sistema, haciendo palanca con actos usualmente banales. Las propias acampadas se realizaron previa petición de permiso a la autoridad competente. La consecuencia inmediata es que cualquier respuesta por parte del Estado aparece como brutal y desproporcionada, caso del desalojo de los acampados en Barcelona. Además, cada acción, si bien tiene resultados poco espectaculares en apariencia, suponen una carga de profundidad contra el sistema. Y es que la guerrilla cívica no renuncia a invertir puntualmente la correlación de fuerzas que caracteriza a toda guerrilla.
   Un ejemplo de lo que venimos diciendo lo hemos podido ver en la reciente campaña para sacar 155€ de los bancos. Un acto cotidiano de sumisión al sistema es transformado, por efecto de una convocatoria viral, en un acto de subversión. Los ciudadanos no pueden contrarrestar los flujos de capital que se movilizan en el mercado a diario, pero, como queda demostrado por esta convocatoria, pueden dirigir los flujos del mismo contra sus propios cimientos. Una vez más, la campaña se desarrolla dentro de los límites legales, pues la cantidad sugerida garantiza que no se va a hundir ningún banco. Una vez más, no parece haber pasado gran cosa. El pasado 30 de mayo no fueron más de unos pocos de miles de ciudadanos los que secundaron el llamamiento. Pero la advertencia ha sido lanzada. Nadie sabe cuánta gente se sumará en las próximas convocatorias. La propia lógica de la guerrilla conducirá a matizar esta acción. Con toda probabilidad, la autocrítica subsiguiente señalará que ha sido demasiado global y que debe achicarse aún más el territorio a ocupar. ¿Qué ocurrirá si los convocantes de  esta acción deciden concentrarse en unas pocas oficinas bancarias o en unos pocos cajeros? ¿y si a alguien se le ocurriese “quedar” con sus contactos de Facebook para sacar dinero? ¿cuántos podría convocar? ¿300, 400 personas en una sola oficina? Por pequeña que fuese la cantidad a retirar ¿lograría el banco satisfacer la demanda de sus clientes antes de lanzar el temido “no hay suficiente dinero disponible”? Y, en tal caso ¿se produciría un efecto contagio?
   Hemos llegado, por fin, a la clave de todo el asunto. Lo importante para una guerrilla no es el tamaño del “territorio liberado” ni el tiempo que pueda mantenerlo, lo importante es el efecto psicológico causado en el enemigo y en la población que se pretende atraer a la causa. De modo análogo, lo importante para la guerrilla cívica es el efecto mediático de sus acciones. La razón es que éste multiplicará el efecto de las próximas. Una guerrilla puede esperar que determinado tipo de individuos se sume a sus filas (jóvenes, personas sin nada que perder, marginados) y que el resto apoye tácitamente sus movimientos. En una guerrilla cívica todo el mundo puede participar activamente, jóvenes, niños, ancianos, marginados, funcionarios, amas de casa, profesores universitarios... Cualquiera puede practicar la guerrilla ciudadana en cualquier momento. Por esta razón, las acciones de guerrilla cívica, cobran el alegre aspecto de una sociedad civil movilizada.