Tienen razón Podemos y Ciudadanos cuando afirman que han provocado un giro en la política nacional, aunque, sinceramente, yo preferiría ir en línea recta hacia otra cosa antes que volver a donde estábamos. El caso es que tan girada está la política española que nuestro queridíssssssssssssssssssssssimo y amadísssssssssssssssssssssssimo Sr. Presidente del gobierno, Don Tancredo, ha decidido hacer algo, algo rompedor, rupturista, que de nuevo impulso a un partido que está empezando a preguntarse si Ciudadanos hará con ellos lo que ya ha hecho con UpyD: ha cambiado de ministro de educación. El ciudadano medio, al que le importa tanto la educación como a una vaca el tren que pasa ante sus ojos, ha recibido este nuevo impulso con una sonora indiferencia. Por si fuera poco, el Sr. Wert se ha ido aclarando que todo está atado y bien atado en su antiguo cargo y que su cambio no va a cambiar nada por si alguien lo dudaba. Donde sí han cambiado mucho las cosas es en Andalucía. Adivinen qué partido va a gobernar los próximos cuatro años. Pues el mismo que lo hizo los cuatro anteriores y los cuatro anteriores y los cuatro anteriores y... Eso sí, con el apoyo de Ciudadanos, que consiguió una sólida representación parlamentaria gracias a un motón de votantes hartos de que en Andalucía gobernasen los mismos.
La razón por la que Susanita buscó el apoyo de Ciudadanos es doble. Primero porque el líder nacional de su partido le había pedido que pactara con Podemos. No es un secreto para nadie que la Sra. Díaz, como todo buen político andaluz que se precie, está deseando irse a Madrid y que no se habla con Pedro Sánchez, se limitan a insultarse por vía intermedia. La otra razón es que Podemos exigía una lista de altos cargos de la Junta, vamos que le mentó la madre al PSOE. La lista de altos cargos, como la de empresas y empleados públicos, es un secreto de Estado en este país. Antes dimitir (ahí es nada) que darla. La razón ha quedado manifiesta estos días. El PSOE podía haber acelerado el nombramiento de la Sra. Díaz exigiendo la renuncia de sus escaños a Chaves, Griñán y Viera. Prefirió esperar. La Hermandad de estos caballeros (que, por cierto, no procesiona en Semana Santa ni está integrada únicamente por militantes del PSOE) y las luchas fraticidas entre ellos, explican buena parte de la vida política y económica, no sólo de Andalucía, en los últimos veinticinco años. Me harté de reír el otro día cuando Susanita llamó a Viera “este señor”, ella que utilizó a Viera, a Griñán y a Chaves para escalar hasta donde está y que llegó a ser acusada por sus críticos de secuestrarlos, porque hasta para invitarlos a café había que llamar al despacho de la Sra. Díaz.
Pero si el PSOE andaluz no es ya dueño y señor de su propia casa, ¿qué decir de Pedro Sánchez? Está intentando construir un discurso propio y encontrar una buena envoltura con que presentarlo. De momento sólo ha encontrado la bandera nacional y nadie se cree lo que llevaba dentro. Ha llegado donde está como en su día llegó Rajoy, por falta de voluntarios para recibir el tortazo que las encuestas auguran. Habrá que ver si logra mantenerse tanto tiempo como Don Tancredo. En cualquier caso, el líder político por el que resulta más arriesgado apostar sigue siendo su majestad el rey Arturo. Se lo ha ganado a pulso camino del reino del Camelo. En cinco años ha llevado a CiU desde una amplia mayoría en el Parlament hasta el borde de la irrelevancia. Eso sí, las pasadas elecciones municipales otorgaron una arrolladora victoria al frente independentista que él capitanea... o, al menos, así lo presentó. La verdad es otra. Hasta el 75% de los concejales pertenecían a candidaturas por la independencia, lo cual representa un 25% del electorado catalán. De la ola de concejales rojigualdos (quiero decir, de la bandera roja y amarilla en franjas alternas de la independencia catalana, muy diferente de la bandera de España... que también es de franjas rojas y amarilla aunque menos... bueno es un lío, mejor lo dejo), decía, de la ola de concejales rojigualdos se salvaron tres municipios: Tarragona, Lleida y Barcelona. El nacionalismo catalán sigue pasando por la alianza entre los pequeños propietarios agrícolas del interior y la burguesía, ya menos industrial, de las grandes ciudades, exactamente igual que hace un siglo. Toda la inmensa masa de población que queda por medio no quiere tener que elegir entre Cataluña y España porque lo que realmente quiere es vivir bien y no discutir cómo han de ordenarse los colores en la enseña nacional.
En medio de todo este batiburrillo, me impresionó profundamente la entrevista concedida el otro día a El País por Antoni Ortuzar, presidente del PNV. Sí, el PNV, ¿se acuerdan? El partido aquel que en los años noventa decidió tratar a todo el que no tuviera ocho apellidos vascos como extranjero, perder michelines y echarse al monte y allí por poco si recibió el abrazo del oso de la izquierda abertzale. Pues las riendas de ese partido las tomó un Sr. llamado Íñigo Urkullu, que decidió que para aventuras ya estaban las de Terra Mítica y que, lo que de verdad deseaban los vascos, era salir de la crisis y no reeditar las guerras carlistas. Desde 2012 está llevando las buenas formas y la gestión eficiente como bandera de lo vasco. El resultado ha sido que el PNV barrió en las pasadas elecciones municipales, obteniendo sus mejores resultados en 30 años. La entrevista del Sr. Ortuzar es un dechado de moderación, buenas maneras y realismo político. Habla de vertebrar el Estado, insiste en elaborar un País Vasco para todos, en la necesidad de tener un proyecto de futuro común, en un derecho a decidir pactado cuando llegue el momento, porque sabe que ahora lo que más importa a los ciudadanos es llegar a final de mes, elabora razonamientos complejos, calcula teniendo en cuenta el medio plazo... Espero que se presenten por Sevilla en las próximas generales, me estoy planteando votarles.