La repetición de las elecciones generales del pasado 10 de noviembre, dejó a Ciudadanos al borde de la irrelevancia. Si a ello sumamos el progresivo declive de Podemos y el vertiginoso ascenso de Vox, parece forzoso concluir que los partidos surgidos del movimiento de los indignados de 2011, ha dejado paso, casi diez años después, a los airados. No obstante, descendiendo al detalle, la cosa queda menos clara. En la izquierda, a Podemos le han ganado terreno una serie de pequeñas formaciones mucho más apegadas a las reclamaciones concretas de colectivos ciudadanos y que, en cualquier caso, auguran un futuro cada vez menos halagüeño para los morados. En la derecha, sin embargo, ha habido un trasvase, voto por voto, desde Ciudadanos al PP y del PP a Vox. Los populares andan llenos de alegría, pensando que, más pronto que tarde, acabarán recuperando de la extrema derecha a los que son sus electores. Motivos para tanta alegría no tienen demasiados, pues bien podría ocurrir que en ese intento perdieran precisamente lo que han ganado ahora por el centro. De todos modos, en un gesto inusual en este país y que le honra, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, presentó su dimisión nada más conocidos los desastrosos resultados. Decir que con él se va el partido quizás sea precipitado, pero sí que se va alguien capaz de ganar apoyos más allá de los platós de televisión, de los mítines y de todo lo que habitualmente se ve; una persona que sabía qué inconfesables reuniones había que mantener para conseguir ciertas cosas; y, sobre todo, alguien, pese a ello, capaz de asumir las propias responsabilidades por el fracaso. Ahora Inés Arrimadas ha dicho que “en situaciones difíciles es cuando hay que dar un paso adelante” y se ha postulado como segura sucesora de su mentor.
No sé cuántas veces he escuchado el manido tópico de que “en situaciones difíciles es cuando hay que dar un paso adelante”, pero todas ellas tienen para mí un regusto a déjà vu. La señora Arrimadas, que tan valerosamente da en esta oportunidad un paso adelante, no lo dio cuando se convirtió en sorprendente ganadora de las últimas elecciones en Cataluña. Como líder del partido más votado tenía la responsabilidad de intentar formar gobierno. Todos sabíamos el resultado final de esta gestión, pero podría haber retratado el barro con el que se han forjado los pies de los independentistas; podría haber propuesto, no sé, un documento marco, por ejemplo, con los diez problemas que afectan a los catalanes de a pie más allá de la independencia y haber retado al resto de partidos a ponerse de acuerdo sobre él; podría haber obligado a PSOE y PP a dejar clara su intención de no sacar tajada de la crisis... Nada de eso se hizo. Corrían tiempos en los que Ciudadanos se veía ya en la poltrona, en los que Albert Rivera soñaba con redecorar la Moncloa, en los que el sorpasso al PP parecía a la vuelta de la esquina y la señora Arrimadas, en circunstancias verdaderamente difíciles, no dio ningún paso adelante. Soltó algunas frases memorables en el Parlament y comenzó a alejarse de las difíciles circunstancias de Cataluña para aparecer en los carteles de la formación naranja por el resto del país. Al final parece que también ella, como todos los políticos autonómicos españoles (y aun los alcaldes), tenía prisa por tomar su tren a Madrid. ¡Hasta los de la CUP han demostrado su interés por cogerlo!
En las difíciles circunstancias de 2011, cuando los indignados manifestantes rodeaban el Parlament y la justicia lo acosaba por corruptelas múltiples, también Artur Mas decidió dar un paso adelante y tapar sus trapos sucios con la estelada, librándose así de la cárcel, el linchamiento o ambas cosas. Pero las circunstancias no mejoraron, se pusieron todavía peores y Mas se retiró a vivir la miserable vida de represaliado político, con apenas 9.600€ mensuales que llevarse a la cuenta, y a la espera de que se cumpla su condena y alcance los 65 años, momento en el que, además, cobrará 100.000€ de pensión como ex-President de Catalunya. Cedió el testigo a alguien dispuesto a dar pasos adelante en circunstancias difíciles, otro que, cuando las cosas se pusieron verdaderamente difíciles, no dudó en quitarse de en medio, para disfrutar de unas cómodas vacaciones indefinidas en Bruselas.
Realmente, la política española está plagadas de gente dispuesta dar pasos adelante en circunstancias difíciles. Hace unos días se decía en Le Monde que las últimas elecciones demostraban el fin del consenso constitucional en España. La Constitución española nació en un momento en que los políticos temían ser desbordados por la calle. Desde entonces han pugnado duramente por conseguir un marco legislativo, en el que no haga falta casos como el Gürtel para financiarse, en el que no haga falta casos como el ERE para regalarle dinero a los amiguetes, en el que no haga falta jugarse una acusación por sedición para rebasar los límites de lo legalmente establecido. Casi se dan ya las circunstancias para proponer un nuevo pacto constitucional y la impaciencia brota por doquier. Esta semana lo ha demostrado la sección catalana del PSOE, inventándose una definición del Estado español, un paso adelante más en estas difíciles circunstancias.
Pero ¿cuáles son esas circunstancias difíciles que obligan a dar pasos adelante? La señora Arrimadas lo ha mostrado muy claro, las circunstancias difíciles consisten en que todo el mundo dentro de su partido está dispuesto a ofrecerle el cargo de Albert Rivera. Dicho de otro modo, lo que los políticos llaman “circunstancias difíciles” es lo que el resto de nosotros llamaríamos “una oportunidad” o, mejor aún, “la” oportunidad. Y ya sabemos el nombre que merecen quienes se aprovechan de ellas. No, la política española no necesita más gente que de pasos adelante en circunstancias difíciles. Nadie necesita nunca de gente así. Lo que este país necesita, lo que todos reclamamos cuando llegan momento duros, es gente que no se quite de en medio para irse a dorados retiros sin asumir sus responsabilidades cada vez que la cosa se pone tan negra como se va a poner.