Desde 1993 operó en España un atracador conocido como “el solitario”. Meticuloso en la planificación de sus golpes, frío en su ejecución y de fácil gatillo, cometió más de 30 atracos, mató a dos guardias civiles e hirió a varios empleados de banca. El perfil que la Guardia Civil transmitió a los medios de comunicación mostraba a un tipo ataviado con barbas y pelo postizos, alguien, se nos dijo, que llevaba una vida aparentemente normal, sin levantar la menor sospecha, pasando desapercibido. Podía tratarse de un vecino cualquiera, de la persona al otro lado de la puerta, de alguien con quien nos tropezamos habitualmente sin reparar en él. En 2007, un chivatazo permitió, por fin, la detención de Jaime Giménez Arbe, “el solitario”, cuando se disponía a atracar una oficina bancaria en Portugal. Pocos habían logrado cruzarse con él sin darse cuenta de su presencia. Nadie podía haberlo tenido por vecino sin sospechar que se hallaba envuelto en actividades poco lícitas. Su vida no tenía nada de normal. Rechazado para servir en el ejército por trastorno paranoide de la personalidad, quienes lo conocieron lo describieron como un histriónico, deseoso de llamar la atención y destacar. Tenía prohibida la entrada en varios países europeos por sus trapicheos con droga y su conducta violenta. Llevaba tiempo fichado por la policía española debido a los mismos motivos. Sus vecinos descansaron cuando lo detuvieron. Había tenido altercados con casi todos ellos. Denunció a varios y recibió denuncias de otros tantos. Lo mismo ocurrió en el polígono industrial en el que tenía una nave donde preparar sus armas y vehículos.
¿En qué se basó el perfil publicitado por la Guardia Civil? ¿De qué hechos, de qué datos, de qué teoría, extrajeron la conclusión de que se trataba de “una persona cualquiera”? Y si no hubo tales datos, ni hechos, ni teoría, ¿por qué lo hicieron? No se le puede echar la culpa a la Guardia Civil. El discurso según el cual un agresor sexual “puede ser cualquiera”, un violador “puede ser cualquiera”, un maltratador “puede ser cualquiera”, un terrorista “puede ser cualquiera”, se repite ad nauseam no ya en los medios de comunicación, sino incluso en publicaciones de pretendido carácter “científico” o, al menos, “objetivo”. Al parecer, hallarse adscrito al género masculino predispone a cualquiera para cometer crímenes contra las mujeres y hallarse adscrito a la religión musulmana predispone a cualquiera para cometer crímenes contra los occidentales. Desde luego, no pondría la mano en el fuego por muchos hombres, pero sí por algunos a los que conozco bien y, por supuesto, la pondría por Gandhi o por Kant. De hecho, no creo que los alumnos de una guardería ni que los internados en un geriátrico esperen, cada día, el momento oportuno para agredir sexualmente a una mujer. Por tanto, no se trata de todos los integrantes del género masculino, ni de cualquiera. Y lo mismo cabe decirse de los musulmanes. Quedé absolutamente convencido de ello cuando escuché un dislate paradigmático de quienes exhiben este tipo de discurso. Cierto jovenzuelo, de prometedor futuro académico, declaró en unas jornadas sobre terrorismo yihadista a las que asistí este verano, que “cualquiera de los presentes podría sufrir un proceso de radicalización islámica”. “Los presentes”, aparte de un puñado de académicos descarriados como yo, incluía una amplísima representación de todos y cada uno de los cuerpos de seguridad del Estado español y de su ejército. Casi suelto una carcajada imaginando a los guardias civiles que me rodeaban intentando decidir si se ponían el turbante encima o debajo del tricornio. Una vez más, ¿en qué datos, en qué hechos, en qué teoría se basaba nuestro preclaro ponente para largar semejante sentencia?
Los datos, los hechos, la teoría aparece nítidamente a la luz si nos fijamos en “el grado de arraigo”, por ejemplo, de los presuntos yihadistas detenidos en los últimos años en nuestro país. Si se lee la literatura especializada sobre el tema, podrá observarse que casi toda ella describe este “grado de arraigo” como “sorprendentemente bueno”. A continuación, este discurso único, desgrana los rasgos de ese “sorprendente grado de buen arraigo”: dominio bastante fluido del idioma, matrimonio, paternidad, trabajo más o menos estable, etc. Otro tanto ocurre con los indicadores socioculturales. Los hay con nítidas carreras profesionales, bien considerados en sus trabajos, con esperanza de ascenso próximo, con niveles de estudios básicos, medios y universitarios, etc. Exactamente lo mismo se puede decir de los agresores sexuales y de los maltratadores. Así que ya tenemos los “hechos”, los “datos”, la “teoría”, que respalda semejantes afirmaciones. Puesto que el nivel económico no predice quién puede convertirse en terrorista o no, puesto que el grado de conocimiento del idioma no predice quién puede convertirse en terrorista o no, puesto que el nivel de estudios no puede predecir quién puede convertirse en terrorista o no, puesto que la paternidad no predice quién se convierte en terrorista o no, resulta impredecible quién pueda llegar a convertirse en terrorista, así que “cualquiera puede sufrir un proceso de radicalización islámica”. ¿De verdad se puede considerar ésta una conclusión “científica”, “objetiva”, “basada en los datos”?
Supongamos que queremos predecir dónde lloverá mañana. Para hacerlo vamos a recopilar datos sobre cuánto ha costado el kilo de café en los últimos 25 años en Madagascar, cuánto peso medio ganan a lo largo de sus vidas los habitantes de Tasmania, qué números han aparecido en la lotería en los últimos 1000 sorteos y cuántos puntos se consiguieron en la pasada temporada de la NBA. A continuación tratamos de correlacionar estos datos con la lluvia en diferentes localidades de la península ibérica en los últimos años. Después de muchos intentos, probablemente, llegaremos a la conclusión de que no existe correlación alguna. ¿Qué conclusión “científica” debemos extraer de semejante procedimiento? ¿que puede llover en cualquier parte en cualquier momento o que hemos tomado en consideración datos irrelevantes para lo que queremos averiguar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario