Según Descartes hay dos vicios que debemos evitar si queremos obtener algo que merezca la pena en la vida. El primero de ellos consiste en la precipitación, es decir, aceptar como verdadero algo sobre lo que no hay pruebas suficientes de que lo es. El segundo consiste en la prevención, exactamente al contrario, negarnos a aceptar algo como verdadero pese a la existencia de hechos comprobados que apoyan su veracidad. Aunque Descartes no lo explicaba, lo peor de estos dos vicios consiste en que uno conduce con frecuencia al otro, de tal modo que la persona que ha incurrido, digamos, en la prevención, cuando tiene que decidirse sobre un asunto parecido, acaba, para compensar, en la precipitación. Y a la inversa, aquel que se precipitó un día, suele pecar al día siguiente de prevenido. El resultado es que vamos rebotando entre ambos vicios sin saber pararnos nunca en la posición justa que nos permitiría acertar y perdiendo, progresivamente, el sentido de la realidad. Un ejemplo de este ir y venir de un vicio en otro sin obtener el socorro ofrecido por la certeza, lo podemos encontrar en las últimas decisiones de Pedro Sánchez, “El Renacido”. Durante la primavera, el secretario general del PSOE, se aferró a la idea de gobernar en solitario, rechazando una y otra vez el acuerdo con Unidas Podemos. Tras las elecciones de noviembre, sin embargo, bastó un día y una reunión de una hora para llegar no ya a un acuerdo de gobierno, sino, directamente, al reparto de cargos, como si la supuesta coalición tuviera algo garantizado con la firma de dicho acuerdo, esto es, incurriendo en la pérdida de realidad de la que hemos hablado.
Otro ejemplo de cómo estos vicios conducen a la pérdida de realidad lo tenemos en el inenarrable y muy precipitado president de la Generalitat, Quim Torra. Sentado ante el Tribunal Supremo de Cataluña ha declarado, nada menos, que desacató las instrucciones de la Junta Electoral Central porque él las consideró “ilegales” y que los políticos sólo pueden ser juzgados por el correspondiente parlamento al que pertenecen. Le ha faltado añadir “la ley soy yo”, pero denle la independencia y ya verán como acaba haciéndolo.
De precipitado puede calificarse también comenzar las reuniones para formar gobierno negociando con ERC, a estas alturas, un partido tan opuesto a la constitución vigente como VOX. En el PSOE no se cansan de repetir que la moderación ha llegado a los independentistas de ERC, que se puede hablar con ellos e incluso que se les puede arrancar un pacto. Claro, esto es como todo, comparado con Donald Trump, Joe Biden también parece un ángel y Elizabeth Warren la reencarnación de Lenin. Pero ERC no se ha moderado, simplemente, están más tranquilos. Vienen maniobrando para conseguir la carambola que casi tienen a la mano. Después de que El Renacido les echara la cruz por hacer caer su gobierno, buscaron alguien en el PSOE lo suficientemente cerca del presidente y lo suficientemente creído de sí mismo como para engañarlo con facilidad. Dicho de otro modo, entraron en contacto con Carmen Calvo. La han convencido de que tiene acceso directo a las entrañas de ERC, información de primera mano de lo que realmente se cuece dentro de dicha formación y El Renacido piensa que acude a la mesa de diálogo con el partido independentista con la baraja marcada. Y, desde luego, está marcada, pero no por él. ERC lleva semanas diciendo que un requisito para la independencia consiste en sumar a las fuerzas nacionalistas partidos no nacionalistas y ahora se requiere su apoyo para que gobierne Sánchez. El quid pro quo parece claro: apoyar la investidura del Renacido, provocar unas elecciones anticipadas en Cataluña y alcanzar la presidencia de la Generalitat con el apoyo del PSOE. A Carmen Calvo le han dicho que Ferraz tendrá la garantía de su lealtad porque la caída del gobierno de Madrid provocaría la caída del gobierno catalán, pero no le han explicado, ni le van a explicar que, en realidad, piensan proclamar la independencia de Cataluña y dejar a España sin gobierno simultáneamente. El PSOE quedará con las nalgas al aire ante sus electores y los socios nacionalistas de ERC no los dejarán en la estacada en semejante tesitura por más los hayan traicionado en el camino hacia la culminación del procés. Después les espera el paraíso de una república independiente con una élite política a salvo de la judicatura de acuerdo con lo expuesto por Torra.
Como digo, todo esto parece evitablemente precipitado. Desde el PSOE pretenden que partidos como el PNV o Coalición Canaria, cuyo apoyo resulta imprescindible para la investidura de Sánchez, se traguen, no ya un acuerdo cerrado con Unidas Podemos sino un pacto, más o menos secreto, con los nacionalistas catalanes. Recordemos que hace unos días, formaciones independentistas de todas las partes de la península firmaron el manifiesto de Llotja, en el que suscribían cada uno de los dislates que forman parte de la narrativa independentista. Tras la firma, el president de la Generalitat recibió cordialmente hasta a los antiguos defensores del terrorismo etarra de Bildu, agradeciendo esta muestra de apoyo “internacional”. Pues bien, El Renacido ha dicho que pedirá el voto de todos los partidos con representación parlamentaria, salvo Vox y Bildu, lo cual deja a éstos como los únicos firmantes de dicho manifiesto con los que no se va a hablar. ¿Se imaginan qué pensarían partidos minoritarios como los antes citados si Bildu votase a favor de la investidura de Sánchez? Y con estos mimbres se pretende formar un gobierno capaz de afrontar los retos por venir, incluyendo la reciente advertencia de Bruselas de que o los próximos presupuestos españoles comprometen partidas para reducir la deuda o van a seguir el mismo camino que los que presentó inicialmente Italia.
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