A un recién llegado al mundo del fútbol americano le llama profundamente la atención la naturaleza de las estadísticas que aparecen con regularidad durante las trasmisiones. En un momento concreto del partido puede mostrarse un cartelito que informa, por ejemplo, de que uno de los equipos ha perdido 18 de los 19 partidos en los que se ha encontrado por debajo en el marcador en ese minuto de encuentro. Otro informa de que uno de los quaterbacks ha ganado 12 de los 17 partidos que se han celebrado con temperaturas por debajo de los 20º F. Incluso los hay más rebuscados, del tipo de cuántas yardas de carrera ha conseguido un equipo jugando en cierto tipo de estadios cuando ha llevado un récord concreto de victorias y derrotas. En la NBA puede encontrarse algo semejante. De modo general, no aparece el porcentaje de aciertos en el tiro libre de un jugador, como ocurre en las ligas europeas, sino su porcentaje de tiro en esas circunstancias concretas de juego (minuto, cuarto, diferencia en el marcador). Los pivots tienen porcentajes de tiro en campo superiores a los aleros, pero eso no significa nada, pues juegan más cerca de la canasta. Eso sí, lo hacen de espaldas a ella. Normalmente los pivots no tienen el mismo porcentaje de acierto cuando se giran hacia la derecha o hacia la izquierda para tirar. Conocer ese detalle resulta determinante para defenderlos. Los hermanos Gasol han hecho de ese tipo de estudios buena parte del secreto de su éxito y año tras año han conseguido dominar a pivots más fuertes, más rápidos y más jóvenes. Al tratamiento de los datos de este modo se lo llama “estadísticas avanzadas”, proporciona, obviamente, más información que el burdo porcentaje de victorias y derrotas del equipo. Puede discutirse si otorga o no poder predictivo sobre lo que va a ocurrir, pero, con independencia del resultado de semejante discusión, deja muy claro el intento por buscar datos verdaderamente relevantes, apegados a los hechos y que otorguen información “real”.
Si el nivel socioeconómico no sirve para predecir quién acabará agrediendo a una mujer o buscando el martirio mediante un atentado, si su dominio del idioma tampoco sirve, si el hecho de haber contraído matrimonio o no resulta útil, si el éxito en su vida profesional o estudiantil no mejora la cosa, la consecuencia obvia que hay que sacar de semejantes fracasos, la consecuencia “científica”, consiste en que ninguno de ellos constituye un hecho relevante. Los datos relevantes no se hallan ahí y da igual cuanto se diga de ellos porque ellos no dicen nada. Y, desde luego, extraer de ahí la conclusión de que “cualquiera puede ser”, constituye un buen indicador del grado de paranoia de quien saca semejante conclusión o, todavía mejor, del grado de paranoia que se quiere crear en la población. Que un hombre se case joven como único medio de acceder a mantener relaciones sexuales permitidas por su religión, naturalmente, no constituye el menor indicador de su grado de arraigo en una sociedad dada. Que un hombre se case joven pese a tener acceso a todas las relaciones sexuales que desee, sí puede demostrarlo. Dejarse barba descuidada en un país con temperaturas habituales por debajo de cero grados no muestra el menor grado de islamización. Dejarse crecer la barba en plena canícula con 45º a la sombra, sí puede implicarlo. Pasar horas mirando vídeos radicales en un día cualquiera de la muy lluviosa ciudad de Hamburgo, puede no significar nada. Pasar una hermosa tarde de primavera mediterránea mirando vídeos radicales, tiene un significado indudable.
Comparemos ahora el uso de las estadísticas en el deporte norteamericano con un informe típico del análisis antiterrorista, por ejemplo, “Terrorismo, redes y organizaciones: facetas de la actual movilización yihadista en España”, firmado nada más y nada menos que por el ínclito especialista español en el tema, Fernando Reinares y financiado por el Real Instituto Elcano. En sus 24 páginas sólo aparecen cifras globales en las tablas. El resto lo constituyen porcentajes. Los análisis se extraen de porcentajes, las conclusiones se extraen de porcentajes y, en definitiva, a los porcentajes se los considera “datos” a tomar en consideración. Partiendo de semejantes “datos”, se concluye un notable incremento en el número de mujeres dispuestas al martirio, un incremento hasta situarnos en la media europea de conversos afiliados al islamismo más radical y una situación explosiva en Ceuta y Melilla. Eso sí, el universo de discurso lo constituyen 120 personas, con lo que el hecho de que media docena de ellas de unas características u otras hayan acabado ante el juez por terrorismo aparece a los ojos del analista como “un cambio de tendencia”. Precisamente eso encontramos en el caso de las mujeres, porque su irrupción en el panorama del yihadismo español hace referencia a seis casos. Y algo no muy diferente encontramos en los conversos, el “significativo” 14% de los casos, corresponde a 16 personas, que ni siquiera queda muy claro en qué período de tiempo se inmolaron o acabaron detenidos. “Tres cuartas partes de los yihadistas o presuntos yihadistas detenidos desde 2013 hasta el 15 de noviembre de 2015 en España son naturales de Ceuta y de Melilla” se afirma en la página 8, pese a que en la página 5 se nos había afirmado que sólo el 45% de los detenidos tenían nacionalidad española. Hay que suponer, por tanto, que se trata de las tres cuartas partes del 45% del total, quiero decir, hablamos de 40 personas. Teniendo en cuenta que entre Ceuta y Melilla hay más de 70.000 musulmanes, nos referimos del 0,05% de la población, porcentaje, desde luego, muy por debajo del que puede hallarse en algunas localidades del entorno de Barcelona. Naturalmente, este porcentaje se desliga de los índices de delincuencia habituales en este grupo de población, no vaya a poder extraerse la consecuencia de que la población musulmana de Ceuta y Melilla necesita medidas sociales que la aparten de la marginación y no medidas antiterroristas. En definitiva, un maravilloso compendio de cifras recopiladas de modo inútil, analizadas incapazmente, para conseguir, tras esfuerzos denodados, la ansiada conclusión de que terrorista “puede serlo cualquiera”.
Resumiré de un modo muy simple lo que hemos visto en estas dos entradas: los datos que habitualmente se vienen recogiendo no sirven para predecir el comportamiento sexualmente intolerable, identificar maltratadores o prevenir el terrorismo, aunque sí puedan servir para extender medidas destinadas a controlar al grueso de la población. Por tanto, la teoría que ha conducido a centrarse en estos datos, por más que se halle en el núcleo mismo de esa pretendida ciencia llamada “sociología”, debe considerarse inválida, al menos en este campo y al servicio de intereses políticos nada disimulados.
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