domingo, 29 de diciembre de 2019

Bolivia.

   El asalto al poder de Evo Morales comenzó en los años noventa, defendiendo el cultivo de coca, tradicional entre los aymaras y otros pueblos de la región. Como líder sindical, como indio, como representante de los que menos tienen, conoció la cárcel y la brutalidad policial. El cambio de siglo trajo también un cambio de ciclo en las protestas. La “Marcha por la vida, la coca y la dignidad” atrajo a los medios de comunicación, a los desposeídos, a los descontentos con el gobierno de Hugo Banzer, a los antiimperialistas y a todos los que tenían algo que reclamar contra el estado de cosas del momento. Morales se convirtió en el emblema de cuantos carecían de sangre española alguna en Iberoamérica, de los que hasta entonces habían vivido sin voz y como extranjeros en su propio país. Paseó su tez morena y sus modestas ropas como símbolo y fue aclamado por quienes consideran que se muestra respeto a los pueblos alimentando los estómagos de sus caudillos. De este modo se convirtió en el líder de la oposición a un gobierno, el de Sánchez de Lozada, al que nadie prestaba realmente atención. Sabía que sólo le quedaba esperar su momento y éste no tardó en llegar con la propuesta de exportar el gas boliviano a través de puertos chilenos, el tradicional enemigo al que cada mañana los escolares bolivianos desean la muerte. Los gobiernos que sucedieron a Sánchez de Lozada y las consiguientes votaciones apenas si supusieron la alfombra roja sobre la que se paseó Morales.
   Una de sus primeras visitas al extranjero fue a España.  Lo recuerdo a las puertas de La Moncloa, posando junto a un sonriente Zapatero, con un jersey de lana a listas como uno que yo tenía. Había algo afrentoso en aquella imagen. Chocaba, desde luego, aquel atuendo sin corbata, pero más chocaba la falta de reproches a la antigua potencia colonial como sí los hubo en la visita de Kichner.
   Tardó muy poco en nacionalizar el gas. La ley “Héroes del Chaco”, en conmemoración de quienes murieron defendiendo la salida al mar de Bolivia, arrebatada por los chilenos, rezumaba lenguaje revolucionario, chavista y hasta cubano. Entre soflamas, sin embargo, alteraba poca cosa de la realidad. Al final no se acabó expropiando casi nada que no perteneciera ya al Estado. Sí, es verdad, a partir de ese momento “el pueblo de Bolivia” se quedaba con el 82% de los beneficios y a las multinacionales apenas si se les entregaba el 18%. También es verdad que eso se compensaba rebajándoles los impuestos y que se las remuneraba “por los servicios prestados”. De un modo muy significativo pocas multinacionales protestaron y todas las que tenían presencia en el país siguieron operando en él, imaginamos que por sus deseos de beneficiar "al pueblo boliviano". ¿Adivinan quién ayudó a comercializar el gas del país andino en Brasil y Argentina? Pues sí, esa empresa tan poco colonial y tan asentada entre los círculos del poder españoles llamada Repsol.
   Ciertamente, la economía creció, los que nada tenían lograron acceso a algo más que las migajas que habitualmente se caían de las mesas de quienes ostentaban toda la riqueza y el poder y a Morales se le llenaba la boca hablando de antiimperialismo, del poder indígena, de la Pachamama y la Mama pacha, mientras se codeaba con Hugo Chávez, Daniel Ortega y el Castro de turno. Como tantos otros, pensó que los integrantes de los pueblos autóctonos, tan bajitos, tan morenos, tan pobres y tan iletrados, también eran tontos; pensó que mientras siguiera apareciendo en público vestido con prendas tradicionales seguirían votándole; y, sobre todo, pensó que nadie más podría seguir la senda que le había llevado a él al poder. Surfeando sobre altos precios de las materias primas, tergiversó las leyes que él mismo había propuesto, modificó sus constituciones a capricho e ignoró las pocas constricciones que le imponían, eso sí, sin molestar nunca a los que de verdad importa no molestar. El "Movimiento al Socialismo" se fue convirtiendo en "Movimiento al realismo", “realismo” al que, sin embargo, no se apeló a la hora de calcular que las reservas alcanzables con la tecnología de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos se agotará en unos pocos años y que, después de eso, o se le paga a las multinacionales lo que quieran pedir por nueva tecnología o no habrá más reservas de gas que explotar.
   Al final, acabó pasando lo de siempre, que el disimulo dio paso a la hipocresía y ésta al descaro hasta que, incluso los que no querían ver, acabaron por admitir lo obvio. El pasado octubre, tras unos primeros resultados que otorgaban un amplísimo porcentaje de votos a la oposición, el Órgano Electoral Plurinacional suspendió la publicación de resultados. Cuando volvió a hacerlos públicos, 24 horas después, Evo Morales resultaba aplastante ganador. El propio Morales se había autoproclamado vencedor unas horas antes de este anuncio. Si hubo fraude o no, ya no lo sabremos, pero alguien tan cuidadoso con la imagen debió haber calculado qué imagen proyectaba todo esto. Recordando el modo en que llegó al poder, la oposición sacó a los manifestantes a la calle y en poco tiempo el presidente constató que sus años de “realismo” habían acabado segando la hierba bajo sus pies. El que por dos veces se saltara las leyes que limitaban su mandato, se marchó diciéndose víctima de un “golpe de Estado” contra “el pueblo” y para evitar que éste sufriera.
   El nuevo año conocerá, por fin, una Bolivia libre de la dictadura de Morales, con un gobierno provisional sin representantes de los pueblos autóctonos, que ha fijado las próximas elecciones para un día de estos y que ha mostrado particular frenesí en rellenar los cargos que van quedando vacantes con familiares. Mientras tanto, países simpatizantes con el anterior gobierno revolucionario han acudido en su ayuda. México, la sede, por ejemplo, de Neurona Consulting, empresa que consiguió un contrato a dedo por 2 millones de dólares con el Ministerio de Comunicaciones de Bolivia, ha otorgado asilo político a varios de los miembros del último gobierno y al mismísimo presidente. A su delegación diplomática en La Paz acudieron el pasado viernes representantes de otro gobierno amigo de quienes luchan por la libertad de los pueblos indígenas y sede, ya lo hemos dicho, de Repsol. Iban allí, puede leerse en la prensa española, “para dar ánimos” a la embajadora mexicana en estos difíciles momentos. La policía boliviana, sin embargo, se negó a permitir el paso de su escolta por llevar capuchas. El gobierno español sostiene que las usaron para evitar ser fotografiados, ya que se trata de miembros de la policía española, pero sus colegas bolivianos sospechan que se intentaba trasladar a los miembros del gobierno de Morales allí alojados. Aunque Madrid reconoce haber sacado del país a varios miembros del anterior gobierno boliviano, “con el conocimiento de las autoridades actuales”, niega que intentara algo semejante en esta ocasión. 
   Así que ya tenemos un bonito conflicto diplomático entre una vetusta potencia colonial por intentar ayudar a quienes avivaron las reclamaciones anticolonialistas y un gobierno criollo que oprime a esos anticolonialistas. Y si no entienden este galimatías a lo mejor se debe a que en juego hay algo distinto a las reivindicaciones culturales, los derechos de los indígenas y el pan de los pobres.

domingo, 22 de diciembre de 2019

Qué cambia cuando cambian los imperios.

   El pasado 16 de noviembre, la República Checa celebró el trigésimo aniversario de la “revolución de terciopelo”, que, alentada por la caída del muro de Berlín, acabó con el régimen comunista. El país que emergió de aquella revolución era, como cabe entenderse, profundamente alérgico a la influencia rusa y, de rebote, muy crítico con las políticas chinas hacia Taiwán o el Tibet. Todo esto cambió con la llegada a la presidencia de Miloš Zeman en 2013. Bebedor, fumador, lenguaraz, admirador de Putin y simpatizante de China, abogó por abrir las manos a la catarata de dinero con que los asiáticos se mostraban dispuestos a regar Centroeuropa. Eran los tiempos en que el grupo de Visegrado, otrora creado por Václav Havel, Lech Walesa y József Antall, comenzaba a parecerse a una banda de matones, con el propio Zeman, Viktor Orbán y Andrzej Duda, dispuestos a imponer por las bravas si hacía falta las decisiones chinas al resto de países miembros del 16+1. Por aquella época, el Ministro de Asuntos Exteriores, Lubomír Zaorálek, declaraba que “no se podía ignorar que China será el país con mayor PIB del mundo en 15 años” y que, en consecuencia, poner sobre la mesa asuntos como la exigencia del gobierno chino de ser reconocido como el gobierno legítimo de toda China o los asuntos humanos no resultaba pertinente.
   Y el dinero chino llegó. La compañía energética CEFC  eligió Praga como su sede y esta ciudad no dudó en firmar un acuerdo de hermanamiento con Pekín, las importaciones chinas se multiplicaron por nueve y los productos checos comenzaron a llegar al mercado chino... en muchísima menor proporción. La balanza comercial se inclinó de un modo tan desfavorable para los intereses checos que actualmente las importaciones chinas sextuplican lo que los europeos venden en el mercado asiático. Las inversiones como tales tampoco estuvieron exentas de problemas. Tras haber comprado todo lo que se hallaba a la venta en la República Checa, incluyendo una cervecería y el buque insignia del fútbol checo, el Slavia de Praga, la cabeza visible de CEFC, Ye Jianming, fue nombrado “asesor económico” del presidente Zeman, nombramiento éste que no se anunció hasta seis meses después de producirse. Pero CEFC fue acusada por EEUU de haber sobornado a los mandatarios de media África, el propio gobierno chino reconoció que había un esquema de tipo Ponzi en su interior y de Ye Jianming no se tiene ninguna noticia desde su detención por parte de la policía china en marzo del año pasado. Mientras tanto, Taiwán sigue invirtiendo 14 veces más que China en la República Checa, así que las promesas del Este han ido dejando paso a otras cosas. 
   El área de ciberseguridad de los servicios secretos checos lanzó el año pasado una alerta para que dejen de utilizarse dispositivos de las compañías chinas Huawei y ZTE en los ámbitos gubernamentales. Zeman ha reprendido severamente a sus servicios secretos por estas alarmas “innecesarias” y sigue prometiendo que la riada de dinero chino llegará, aunque tardará un poco porque en el país asiático “todo lleva más tiempo, porque los chinos primero tienen que pensarlo y analizarlo todo en profundidad.” Palabras que parecen insinuar que en su país, la gente no piensa y analiza en profundidad las decisiones importantes. Poco antes de las navidades del año pasado, una reunión entre el actual Primer Ministro checo, Andrej Babis y el embajador chino, terminó con éste afirmando que las autoridades checas habían reconocido que la alerta sobre los terminales de las empresas chinas sería revocada en un futuro próximo, a lo cual Babis respondió que “no sabía de qué estaba hablando” el embajador chino. Un mes antes había llegado a la alcaldía de Praga Zdenek Hrib, prominente figura del Partido Pirata. Médico de formación, pasó por Taiwán durante su época de estudiante. Apenas llegó al cargo, denunció que el acuerdo de hermanamiento entre Praga y Pekín llevaba una letra pequeña por la que se reconocía a la ciudad hermana su capitalidad sobre “toda China”, incluyendo la china insular. A partir de entonces se han repetido los desencuentros. 
   En una recepción del Ayuntamiento se produjo un brusco rifirrafe cuando la delegación comunista pidió que se echara de la misma a una delegación de Taipei. Praga ha convocado varios actos en reconocimiento de los derechos del Tibet y Hrib ha efectuado una visita oficial a Taiwán. El 9 de octubre ante la previsible ruptura del hermanamiento, el Ayuntamiento de Pekín se deshermanaba de Praga. La respuesta de Praga no tardó en llegar y el día doce de este mes se ha hermanado con Taipei, la capital de la “otra” China. El gobierno chino, que se sabe observado por el resto de miembros del 16+1, tan pequeños comparativamente con China como la República Checa, ha querido demostrar que no tolerará que se le crezcan los enanos, cancelando la gira de diversas formaciones musicales checas por el país, el envío de pandas y exigiendo al gobierno de Praga que llame al orden a su alcalde en unos términos que recuerdan a los empleados en Hong Kong. Lo de los pandas ha dolido a algunos, pero una de las formaciones afectadas por las cancelaciones es la Orquesta Filarmónica de Praga, auténtico orgullo nacional. En septiembre del presente año, el ya mencionado Zaorálek, actualmente Ministro de Cultura, criticó abiertamente la decisión china. Hace unos días, una agencia de noticias por Internet, Aktuálne.cz, publicó una serie de documentos referentes a un oscuro intento para iniciar una campaña de mejora de la imagen de China entre los ciudadanos checos. El lunes 16, el alcalde de Praga firmaba con sus homólogos de Budapest, Varsovia y Bratislava, el “Pacto de ciudades libres” contra el populismo, la xenofobia, el cambio climático y el antieuropeísmo. Tres días después, el Ministro de Asuntos Exteriores, Tomáš Petrícek, se declaraba, en una entrevista radiofónica, a favor de la comisión parlamentaria que estudiará las injerencias “extranjeras” en la política nacional y afirmaba que “el fortalecimiento de la democracia representa un instrumento eficiente contra la desinformación y los ciberataques de parte de China”. Y es que puede que China sea la potencia del futuro, pero sus modos y maneras recuerdan extremadamente a las viejas potencias del pasado.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Paternidad en E-prime.

   Hace tres años comencé a experimentar con el E-prime como un intento más de abrir nuevos caminos para la filosofía. En esencia el E-prime designa un lenguaje deprivado del verbo “ser”, quiero decir, implica el abandono de los tradicionales intentos filosóficos por describir lo que las cosas “son”. La tesis vigesimica de que el lenguaje determina el pensamiento me parecía una cobarde rendición ante el estado de cosas si no se acompañaba de un intento por modificar intencionalmente el lenguaje para, de este modo, retomar el control de nuestro pensamiento. Por supuesto, como he expresado reiteradamente, cualquier utilización del E-prime queda supeditada a la elaboración de una Metafísica en E-prime que muestre cómo puede hablarse del ser sin utilizar el verbo “ser”, pues, de este modo, quedará claro que no se pierde nada con semejante intento. Desde entonces, he escrito cuatro libros y multitud de entradas en este blog esquivando el verbo “ser”. Sin embargo, cuando hablo de este planteamiento, que se remonta a las propuestas de David Bourland Jr. y, en última instancia, a los escritos de Alfred Korzybski, siempre hay quien objeta que nos priva de un modo adecuado de captar las relaciones no reflexivas, como, por ejemplo, “ser padre de”, caso que me parece extremadamente significativo. En efecto, tomemos esa famosa escena de El imperio contraataca en la que Darth Vader le espeta a Luke Skywalter, el manco de Ciudad Nube, “yo soy tu padre”, convirtiendo la saga galáctica en una suerte de Falcon Crest con espadas láser. Supongamos que el guión de la película se hubiese escrito en E-prime, ¿qué hubiese podido decir Darth Vader? ¿podría haber expresado ese vínculo familiar con su contrincante? En realidad sí y de muchas formas distintas. 
   Vamos a imaginar que, Darth Vader, en lugar de encerrado en un soporte vital negro, se nos hubiese presentado envuelto por una armadura rosa, quiero decir, que le correspondiese el título de Milady, en lugar de Milord. En este caso, en vez de “yo soy tu madre” podría haber dicho fácilmente “yo te engendré” o “tú naciste de mí” o “tú naciste de mi vientre”, expresiones todas ellas de una claridad tan meridiana que las madres las utilizan sabiamente en ciertas circunstancias de la vida cotidiana. Así que el problema de capturar las relaciones no reflexivas en E-prime no consiste realmente en la naturaleza de estas relaciones o, al menos, no de todas ellas. Existe, eso sí, un problema con “yo soy tu padre”. Evitar el verbo “ser” en este caso, lleva a expresiones mucho más ampulosas, del tipo “nos une un vínculo paterno-filial” o “debes identificarme como tu padre” o “yo intervine aportando material genético a tu nacimiento” o “yo contribuí a engendrarte”. De todas ellas, tengo por favorita, sin duda, a “en el momento en que se te concibió yo tenía una relación con la mujer que te engendró”. 
   Hubo una película de los años 80 que marcó toda una generación llamada El lago azul. En ella dos jovenzuelos, interpretados por Brooke Shields y Christopher Atkins, quedaban abandonados en una isla solitaria. Cierto amigo mío decía que ahí sí, que se podía decir que él “era” con absoluta seguridad el padre del niño, pero que, el resto de nosotros nunca podemos afirmar con la misma seguridad “este cura no es mi padre”. Cuando Darth Vader le dice a Luke Skywalker “yo soy tu padre”, éste podría haberle respondido propiamente: “no, no lo eres, no contribuiste a mi manutención, ni me cambiaste los pañales, ni estuviste ahí para cuidarme cuando estuve enfermo, ni me viste crecer, etc.” Ahora podemos apreciar, justamente, algo que, con frecuencia, nos aporta el E-prime. En efecto, ¿qué significa “ser padre de...”? Ese “ser” que tan bien parece engarzar sujetos con predicados lo consigue a costa de no aportarnos exactitud alguna sobre la relación que existe entre ellos. Proceder a su sustitución por otros verbos, por perífrasis, por expresiones verdaderamente complejas implica, por supuesto, perder lirismo, pero, a cambio, obtenemos precisión. “Yo te crié”, “yo te eduqué”, “yo cuidé de ti cuando enfermaste”, “nos une un vínculo paterno-filial”, “debes considerarme tu padre”, “yo intervine aportando material genético a tu nacimiento”, “yo contribuí a engendrarte”, “en el momento en que se te concibió yo tenía una relación con la mujer que te engendró”, dejan clara la naturaleza del vínculo entre dos personas de un modo que “yo soy tu padre” no hace.
   Pues bien, tomemos el E-prime y apliquémoslo a algunos de los eslóganes característicos de la filosofía del siglo XX. ¿Qué se quiere decir cuando se afirma que “el significado es el uso”? ¿que el significado origina el uso? ¿que lo causa? ¿que entre significado y uso hay una correlación? ¿una correlación espúrea tal vez? ¿que significado y uso se identifican? ¿siempre? ¿también cuando una persona adquiere significado para mí? ¿que hay una relación entre el significado y el uso como entre Darth Vader y Luke Skywalker? ¿que el significado resulta del uso? ¿del uso por parte de quién? Y, cuando los filósofos del siglo XX afirmaban que “somos máquinas de carne”, ¿nos llamaban picadoras? ¿llamaban “máquinas de carne” a los norteamericanos? ¿a los hombres? ¿a todo el mundo? ¿a todos los seres vivos? ¿acaso se trataba meramente de una metáfora del tipo “la vida es un kiwi”? ¿o se trataba de un intento de definición? ¿de una definición de nuestro cuerpo? ¿de nuestra “alma”? ¿de nuestro “espíritu”? ¿de nuestro “yo”? ¿de nuestra conciencia? ¿se pueden correlacionar los procesos de nuestra conciencia con cambios en una máquina de carne? ¿cómo? ¿del mismo modo que se pueden correlacionar los cambios en la bolsa de New York con el precio de la mantequilla en Bangladesh? ¿Tengo que explicar que nos hallamos en el mismo caso con “el determinismo es compatible con la libertad”? ¿Hay algún eslogan de la filosofía del siglo XX que no haya surgido aprovechando el uso ambiguo del verbo "ser"?
   Si procediéramos a revisar las secciones de filosofía del siglo XX de nuestras bibliotecas convencidos de las ventajas  del E-prime, ¡qué estragos no haríamos! Cojamos cualquier volumen y preguntemos: ¿contiene alguna regla, alguna explicación, que nos permita sustituir el verbo “ser” por otro verbo cualquiera? No. ¿Contiene algún criterio, alguna grafía, alguna señal, algo, que indique cuándo se utiliza el verbo "ser" para crear metáforas y cuándo para establecer definiciones? No. Tírese entonces a las llamas, pues no puede contener más que sofistería e ilusión. 

domingo, 8 de diciembre de 2019

Primavera que no cesa.

   En abril de 1.999, Abdelaziz Buteflika se proclamó vencedor  de las elecciones argelinas tras la retirada de todos sus contendientes. Con un programa que pasaba por dejarle las manos aún más libres al ejército y, a la vez, proclamar sucesivas amnistías para reintegrar a los islamistas, consiguió llevar la guerra civil que asolaba el país desde las puertas mismas de Argel hasta los remotos confines de la frontera sur. Amplios sectores del ejército no vieron con claridad que se tendiera la mano a los antiguos rivales y Buteflika pasó meses escuchando ruido de sables. Pero la guerra civil argelina nunca fue un enfrentamiento entre socialismo e islamismo, ni entre régimen establecido e insurgencia, ni entre laicismo y religión, nunca consistió en otra cosa más que en una disputa acerca de qué clanes tenían derecho a esquilmar el país. Ganó el clan Buteflika y se engolfó en la ardua tarea del latrocinio sin límites. Con este legado, un Buteflika cada vez más viejo y deteriorado, barrió en las elecciones de 2.004, 2.009 y 2.014 mientras Occidente aplaudía. El intento por presentar su momia a las elecciones de este año desató una oleada de protestas populares que el “amigo fiel del presidente”, el oscurísimo general Ahmed Gaid Salah, aprovechó para apartar del poder al clan Buteflika. Desde entonces las protestas no han cesado, reclamando que con ellos se marche también el propio Salah, sus candidatos de paja a las presidenciales y todo el régimen político-militar que emergió como triunfador de la guerra civil. Han pasado diez meses, continúan los arrestos arbitrarios y la represión sin mucho disimulo por parte del supuesto gobierno de transición, pero este viernes, como todos, el pueblo en masa acudió fiel a su cita con las protestas.
   Cambiamos de país aunque no de circunstancias. En 1.990 terminaron los quince años de sangrienta guerra civil de Líbano con un reajuste en el reparto del poder entre los cristianos maronitas (en franco declive), los chiíes del sur (en franco ascenso) y los suníes del norte (como siempre mirando a La Meca o, más exactamente, a Riad). Los cargos se distribuyeron en tanto que botín de guerra, siguiendo un riguroso orden sectario, y todo el mundo, otra vez, a robar lo que le correspondía. En octubre los ciudadanos volvieron a ocupar las calles pero ya no se trataba de suníes, ni chiítas ni maronitas, acudieron con banderas libanesas a reclamar un futuro para su país. Lo hicieron en Beirut, en Trípoli, en Tiro, en Sidón. Lo hicieron en los barrios de mayoría cristiana y en los que no hay casa en la que no ondee una bandera amarilla de Hezbollah. “Amal es la corrupción”, “¿quién ha enviado a nuestros jóvenes a combatir en Siria si es aquí donde están los problemas?” se ha llegado a oír en boca de algunos de los manifestantes. El régimen ha respondido como únicamente sabe hacerlo, mandando al ejército. Pero éste, que hasta ahora sólo había mordido cuando todos los dedos señalaban en la misma dirección, se negó a levantar las barricadas de los manifestantes afirmando que “nosotros también somos pueblo”. El primer ministro Saad Hariri, para desconcierto de quien lo eligió, Arabia Saudí, ha vuelto a dimitir y ahora son los jovenzuelos de Hezbollah los que tratan de aterrorizar a los manifestantes subidos por parejas en sus motos tal y como hicieron durante la última invasión israelí. Mientras algunos habitantes de los barrios bloqueados por los manifestantes se han enfrentado a ellos, el otrora señor de la guerra y actual presidente de la república, Michel Aoun, propuso en su último mensaje a la nación, que el mejor camino para solucionar la crisis pasa porque todos los descontentos emigren (sic).
   Una vez más, cambiamos de país pero no de circunstancias. También Irak ha emergido de sus últimas guerras con un reparto sectario de cargos y una política teledirigida desde Teherán. Desde julio del año pasado las protestas por la situación política y económica del país no han cesado. Primero fue la capital, después el sur, de mayoría chií. Una vez más, los detentadores del poder han hecho intervenir a las fuerzas de orden público, eficazmente entrenada por Occidente, que han matado más de 400 manifestantes en los últimos dos meses. El pasado 27 de noviembre, el consulado iraní de Nayaf fue asaltado e incendiado por una turba que gritaba contra “la injerencia extranjera”. Frente a la furibunda protesta iraní, el Gran Ayatolá Alí al Sistani, máxima autoridad del chiísmo, ha mostrado su apoyo a los manifestantes cuyas reivindicaciones, ha  afirmado, “son justas”. Unas horas después de estas palabras caía el gobierno de Adel Abdelmahdi, por lo demás un personaje a quien se consideraba capaz de frenar el sectarismo del país, algo, tal vez, innecesario ahora, que los suníes del norte han organizado paros para mostrar su apoyo a las víctimas de la represión sufrida por los chiíes del sur.
   En otra época, el rebrinque de un territorio que casi consideraba anexionado hubiese causado un maremoto en Irán. Pero el país tiene otros problemas. Siendo uno de los mayores productores de petróleo del mundo carece de tecnología para refinarlo porque se la llevaron las multinacionales tras la revolución islámica. Irán exporta petróleo pero importa gasolina. Explicarle al pueblo que la gasolina es muy cara a causa de la revolución es el gran tabú del régimen, así que, por si su importación no constituyera ya una onerosa carga para las arcas del Estado, además, se la subvenciona hasta convertirla en la más barata del mundo. La situación, insostenible desde hace décadas, ha llegado a tal punto que el gobierno se ha visto obligado a aplicar una ligera subida de su precio, lo suficiente para provocar una revuelta popular. A diferencia de lo ocurrido en Irak, Alí Jamenei, la máxima autoridad religiosa de Irán ha acusado a los manifestantes de “agentes extranjeros”. El 17 de noviembre Internet dejó de funcionar en el país y desde entonces lo hace con baja conectividad. El gobierno reconoce tres muertos durante la represión, dos de ellos, miembros de las fuerzas de seguridad, pero Amnistía Internacional eleva la cifra a más de dos centenares, la mayoría no como consecuencia de choques durante la manifestaciones, sino como resultado de las operaciones de las fuerzas de seguridad, que han llegado a sitiar localidades enteras.
   Me gustaría decirles que todo apunta a que estos movimientos populares lograrán derribar los corruptos gobiernos contra los que se manifiestan, que apuntarse a la resistencia (y no a esa mierda de resilencia que no se diferencia demasiado de un colaboracionismo oportunista) conduce inevitablemente al triunfo, que el pueblo unido, jamás será vencido. Mucho me temo, sin embargo, que también las élites en el poder lo saben y que no van a tardar demasiado en agitar banderas, credos y el fantasma del terrorismo para dividirlo de nuevo. Por si fuera poco estas revueltas no casan ni con el antiimperialismo de los supuestos progresistas, ni con la majadería de que el Islam es incompatible con la democracia, ni, mucho menos, con las indetectables virtudes democráticas del liberalismo, así que los manifestantes de Argelia, del Líbano, de Irak, de Irán, están solos, como todos los que piden algo que de verdad merece la pena, mientras nosotros los occidentales continuamos recitando esos bonitos discursos que tan bien casan con nuestros prejuicios.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Un paso adelante.

   La repetición de las elecciones generales del pasado 10 de noviembre, dejó a Ciudadanos al borde de la irrelevancia. Si a ello sumamos el progresivo declive de Podemos y el vertiginoso ascenso de Vox, parece forzoso concluir que los partidos surgidos del movimiento de los indignados de 2011, ha dejado paso, casi diez años después, a los airados. No obstante, descendiendo al detalle, la cosa queda menos clara. En la izquierda, a Podemos le han ganado terreno una serie de pequeñas formaciones mucho más apegadas a las reclamaciones concretas de colectivos ciudadanos y que, en cualquier caso, auguran un futuro cada vez menos halagüeño para los morados. En la derecha, sin embargo, ha habido un trasvase, voto por voto, desde Ciudadanos al PP y del PP a Vox. Los populares andan llenos de alegría, pensando que, más pronto que tarde, acabarán recuperando de la extrema derecha a los que son sus electores. Motivos para tanta alegría no tienen demasiados, pues bien podría ocurrir que en ese intento perdieran precisamente lo que han ganado ahora por el centro. De todos modos, en un gesto inusual en este país y que le honra, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, presentó su dimisión nada más conocidos los desastrosos resultados. Decir que con él se va el partido quizás sea precipitado, pero sí que se va alguien capaz de ganar apoyos más allá de los platós de televisión, de los mítines y de todo lo que habitualmente se ve; una persona que sabía qué inconfesables reuniones había que mantener para conseguir ciertas cosas; y, sobre todo, alguien, pese a ello, capaz de asumir las propias responsabilidades por el fracaso. Ahora Inés Arrimadas ha dicho que “en situaciones difíciles es cuando hay que dar un paso adelante” y se ha postulado como segura sucesora de su mentor. 
   No sé cuántas veces he escuchado el manido tópico de que “en situaciones difíciles es cuando hay que dar un paso adelante”, pero todas ellas tienen para mí un regusto a déjà vu. La señora Arrimadas, que tan valerosamente da en esta oportunidad un paso adelante, no lo dio cuando se convirtió en sorprendente ganadora de las últimas elecciones en Cataluña. Como líder del partido más votado tenía la responsabilidad de intentar formar gobierno. Todos sabíamos el resultado final de esta gestión, pero podría haber retratado el barro con el que se han forjado los pies de los independentistas; podría haber propuesto, no sé, un documento marco, por ejemplo, con los diez problemas que afectan a los catalanes de a pie más allá de la independencia y haber retado al resto de partidos a ponerse de acuerdo sobre él; podría haber obligado a PSOE y PP a dejar clara su intención de no sacar tajada de la crisis... Nada de eso se hizo. Corrían tiempos en los que Ciudadanos se veía ya en la poltrona, en los que Albert Rivera soñaba con redecorar la Moncloa, en los que el sorpasso al PP parecía a la vuelta de la esquina y la señora Arrimadas, en circunstancias verdaderamente difíciles, no dio ningún paso adelante. Soltó algunas frases memorables en el Parlament y comenzó a alejarse de las difíciles circunstancias de Cataluña para aparecer en los carteles de la formación naranja por  el resto del país. Al final parece que también ella, como todos los políticos autonómicos españoles (y aun los alcaldes), tenía prisa por tomar su tren a Madrid. ¡Hasta los de la CUP han demostrado su interés por cogerlo!
   En las difíciles circunstancias de 2011, cuando los indignados manifestantes rodeaban el Parlament y la justicia lo acosaba por corruptelas múltiples, también Artur Mas decidió dar un paso adelante y tapar sus trapos sucios con la estelada, librándose así de la cárcel, el linchamiento o ambas cosas. Pero las circunstancias no mejoraron, se pusieron todavía peores y Mas se retiró a vivir la miserable vida de represaliado político, con apenas 9.600€ mensuales que llevarse a la cuenta, y a la espera de que se cumpla su condena y alcance los 65 años, momento en el que, además, cobrará 100.000€ de pensión como ex-President de Catalunya. Cedió el testigo a alguien dispuesto a dar pasos adelante en circunstancias difíciles, otro que, cuando las cosas se pusieron verdaderamente difíciles, no dudó en quitarse de en medio, para disfrutar de unas cómodas vacaciones indefinidas en Bruselas.
   Realmente, la política española está plagadas de gente dispuesta dar pasos adelante en circunstancias difíciles. Hace unos días se decía en Le Monde que las últimas elecciones demostraban el fin del consenso constitucional en España. La Constitución española nació en un momento en que los políticos temían ser desbordados por la calle. Desde entonces han pugnado duramente por conseguir un marco legislativo, en el que no haga falta casos como el Gürtel para financiarse, en el que no haga falta casos como el ERE para regalarle dinero a los amiguetes, en el que no haga falta jugarse una acusación por sedición para rebasar los límites de lo legalmente establecido. Casi se dan ya las circunstancias para proponer un nuevo pacto constitucional y la impaciencia brota por doquier. Esta semana lo ha demostrado la sección catalana del PSOE, inventándose una definición del Estado español, un paso adelante más en estas difíciles circunstancias.
   Pero ¿cuáles son esas circunstancias difíciles que obligan a dar pasos adelante? La señora Arrimadas lo ha mostrado muy claro, las circunstancias difíciles consisten en que todo el mundo dentro de su partido está dispuesto a ofrecerle el cargo de Albert Rivera. Dicho de otro modo, lo que los políticos llaman “circunstancias difíciles” es lo que el resto de nosotros llamaríamos “una oportunidad” o, mejor aún, “la” oportunidad. Y ya sabemos el nombre que merecen quienes se aprovechan de ellas. No, la política española no necesita más gente que de pasos adelante en circunstancias difíciles. Nadie necesita nunca de gente así. Lo que este país necesita, lo que todos reclamamos cuando llegan momento duros, es gente que no se quite de en medio para irse a dorados retiros sin asumir sus responsabilidades cada vez que la cosa se pone tan negra como se va a poner. 

domingo, 24 de noviembre de 2019

Precipitados y prevenidos.

   Según Descartes hay dos vicios que debemos evitar si queremos obtener algo que merezca la pena en la vida. El primero de ellos consiste en la precipitación, es decir, aceptar como verdadero algo sobre lo que no hay pruebas suficientes de que lo es. El segundo consiste en la prevención, exactamente al contrario, negarnos a aceptar algo como verdadero pese a la existencia de hechos comprobados que apoyan su veracidad. Aunque Descartes no lo explicaba, lo peor de estos dos vicios consiste en que uno conduce con frecuencia al otro, de tal modo que la persona que ha incurrido, digamos, en la prevención, cuando tiene que decidirse sobre un asunto parecido, acaba, para compensar, en la precipitación. Y a la inversa, aquel que se precipitó un día, suele pecar al día siguiente de prevenido. El resultado es que vamos rebotando entre ambos vicios sin saber pararnos nunca en la posición justa que nos permitiría acertar y perdiendo, progresivamente, el sentido de la realidad. Un ejemplo de este ir y venir de un vicio en otro sin obtener el socorro ofrecido por la certeza, lo podemos encontrar en las últimas decisiones de Pedro Sánchez, “El Renacido”. Durante la primavera, el secretario general del PSOE, se aferró a la idea de gobernar en solitario, rechazando una y otra vez el acuerdo con Unidas Podemos. Tras las elecciones de  noviembre, sin embargo, bastó un día y una reunión de una hora para llegar no ya a un acuerdo de gobierno, sino, directamente, al reparto de cargos, como si la supuesta coalición tuviera algo garantizado con la firma de dicho acuerdo, esto es, incurriendo en la pérdida de realidad de la que hemos hablado. 
   Otro ejemplo de cómo estos vicios conducen a la pérdida de realidad lo tenemos en el inenarrable y muy precipitado president de la Generalitat, Quim Torra. Sentado ante el Tribunal Supremo de Cataluña ha declarado, nada menos, que desacató las instrucciones de la Junta Electoral Central porque él las consideró “ilegales” y que los políticos sólo pueden ser juzgados por el correspondiente parlamento al que pertenecen. Le ha faltado añadir “la ley soy yo”, pero denle la independencia y ya verán como acaba haciéndolo.
   De precipitado puede calificarse también comenzar las reuniones para formar gobierno negociando con ERC, a estas alturas, un partido tan opuesto a la constitución vigente como VOX. En el PSOE no se cansan de repetir que la moderación ha llegado a los independentistas de ERC, que se puede hablar con ellos e incluso que se les puede arrancar un pacto. Claro, esto es como todo, comparado con Donald Trump, Joe Biden también parece un ángel y Elizabeth Warren la reencarnación de Lenin. Pero ERC no se ha moderado, simplemente, están más tranquilos. Vienen maniobrando para conseguir la carambola que casi tienen a la mano. Después de que El Renacido les echara la cruz por hacer caer su gobierno, buscaron alguien en el PSOE lo suficientemente cerca del presidente y lo suficientemente creído de sí mismo como para engañarlo con facilidad. Dicho de otro modo, entraron en contacto con Carmen Calvo. La han convencido de que tiene acceso directo a las entrañas de ERC, información de primera mano de lo que realmente se cuece dentro de dicha formación y El Renacido piensa que acude a la mesa de diálogo con el partido independentista con la baraja marcada. Y, desde luego, está marcada, pero no por él. ERC lleva semanas diciendo que un requisito para la independencia consiste en sumar a las fuerzas nacionalistas partidos no nacionalistas y ahora se requiere su apoyo para que gobierne Sánchez. El quid pro quo parece claro: apoyar la investidura del Renacido, provocar unas elecciones anticipadas en Cataluña y alcanzar la presidencia de la Generalitat con el apoyo del PSOE. A Carmen Calvo le han dicho que Ferraz tendrá la garantía de su lealtad porque la caída del gobierno de Madrid provocaría la caída del gobierno catalán, pero no le han explicado, ni le van a explicar que, en realidad, piensan proclamar la independencia de Cataluña y dejar a España sin gobierno simultáneamente. El PSOE quedará con las nalgas al aire ante sus electores y los socios nacionalistas de ERC no los dejarán en la estacada en semejante tesitura por más los hayan traicionado en el camino hacia la culminación del procés. Después les espera el paraíso de una república independiente con una élite política a salvo de la judicatura de acuerdo con lo expuesto por Torra.
   Como digo, todo esto parece evitablemente precipitado. Desde el PSOE pretenden que partidos como el PNV o Coalición Canaria, cuyo apoyo resulta imprescindible para la investidura de Sánchez, se traguen, no ya un acuerdo cerrado con Unidas Podemos sino un pacto, más o menos secreto, con los nacionalistas catalanes. Recordemos que hace unos días, formaciones independentistas de todas las partes de la península firmaron el manifiesto de Llotja, en el que suscribían cada uno de los dislates que forman parte de la narrativa independentista. Tras la firma, el president de la Generalitat recibió cordialmente hasta a los antiguos defensores del terrorismo etarra de Bildu, agradeciendo esta muestra de apoyo “internacional”. Pues bien, El Renacido ha dicho que pedirá el voto de todos los partidos con representación parlamentaria, salvo Vox y Bildu, lo cual deja a éstos como los únicos firmantes de dicho manifiesto con los que no se va a hablar. ¿Se imaginan qué pensarían partidos minoritarios como los antes citados si Bildu votase a favor de la investidura de Sánchez? Y con estos mimbres se pretende formar un gobierno capaz de afrontar los retos por venir, incluyendo la reciente advertencia de Bruselas de que o los próximos presupuestos españoles comprometen partidas para reducir la deuda o van a seguir el mismo camino que los que presentó inicialmente Italia. 

domingo, 17 de noviembre de 2019

"Puede ser cualquiera" (2 de 2)

   A un recién llegado al mundo del fútbol americano le llama profundamente la atención la naturaleza de las estadísticas que aparecen con regularidad durante las trasmisiones. En un momento concreto del partido puede mostrarse un cartelito que informa, por ejemplo, de que uno de los equipos ha perdido 18 de los 19 partidos en los que se ha encontrado por debajo en el marcador en ese minuto de encuentro. Otro informa de que uno de los quaterbacks ha ganado 12 de los 17 partidos que se han celebrado con temperaturas por debajo de los 20º F. Incluso los hay más rebuscados, del tipo de cuántas yardas de carrera ha conseguido un equipo jugando en cierto tipo de estadios cuando ha llevado un récord concreto de victorias y derrotas. En la NBA puede encontrarse algo semejante. De modo general, no aparece el porcentaje de aciertos en el tiro libre de un jugador, como ocurre en las ligas europeas, sino su porcentaje de tiro en esas circunstancias concretas de juego (minuto, cuarto, diferencia en el marcador). Los pivots tienen porcentajes de tiro en campo superiores a los aleros, pero eso no significa nada, pues juegan más cerca de la canasta. Eso sí, lo hacen de espaldas a ella. Normalmente los pivots no tienen el mismo porcentaje de acierto cuando se giran hacia la derecha o hacia la izquierda para tirar. Conocer ese detalle resulta determinante para defenderlos. Los hermanos Gasol han hecho de ese tipo de estudios buena parte del secreto de su éxito y año tras año han conseguido dominar a pivots más fuertes, más rápidos y más jóvenes. Al tratamiento de los datos de este modo se lo llama “estadísticas avanzadas”, proporciona, obviamente, más información que el burdo porcentaje de victorias y derrotas del equipo. Puede discutirse si otorga o no poder predictivo sobre lo que va a ocurrir, pero, con independencia del resultado de semejante discusión, deja muy claro el intento por buscar datos verdaderamente relevantes, apegados a los hechos y que otorguen información “real”.
   Si el nivel socioeconómico no sirve para predecir quién acabará agrediendo a una mujer o buscando el martirio mediante un atentado, si su dominio del idioma tampoco sirve, si el hecho de haber contraído matrimonio o no resulta útil, si el éxito en su vida profesional o estudiantil no mejora la cosa, la consecuencia obvia que hay que sacar de semejantes fracasos, la consecuencia “científica”, consiste en que ninguno de ellos constituye un hecho relevante. Los datos relevantes no se hallan ahí y da igual cuanto se diga de ellos porque ellos no dicen nada. Y, desde luego, extraer de ahí la conclusión de que “cualquiera puede ser”, constituye un buen indicador del grado de paranoia de quien saca semejante conclusión o, todavía mejor, del grado de paranoia que se quiere crear en la población. Que un hombre se case joven como único medio de acceder a mantener relaciones sexuales permitidas por su religión, naturalmente, no constituye el menor indicador de su grado de arraigo en una sociedad dada. Que un hombre se case joven pese a tener acceso a todas las relaciones sexuales que desee, sí puede demostrarlo. Dejarse barba descuidada en un país con temperaturas habituales por debajo de cero grados no muestra el menor grado de islamización. Dejarse crecer la barba en plena canícula con 45º a la sombra, sí puede implicarlo. Pasar horas mirando vídeos radicales en un día cualquiera de la muy lluviosa ciudad de Hamburgo, puede no significar nada. Pasar una hermosa tarde de primavera mediterránea mirando vídeos radicales, tiene un significado indudable.
   Comparemos ahora el uso de las estadísticas en el deporte norteamericano con un informe típico del análisis antiterrorista, por ejemplo, “Terrorismo, redes y organizaciones: facetas de la actual movilización yihadista en España”, firmado nada más y nada menos que por el ínclito especialista español en el tema, Fernando Reinares y financiado por el Real Instituto Elcano. En sus 24 páginas sólo aparecen cifras globales en las tablas. El resto lo constituyen porcentajes. Los análisis se extraen de porcentajes, las conclusiones se extraen de porcentajes y, en definitiva, a los porcentajes se los considera “datos” a tomar en consideración. Partiendo de semejantes “datos”, se concluye un notable incremento en el número de mujeres dispuestas al martirio, un incremento hasta situarnos en la media europea de conversos afiliados al islamismo más radical y una situación explosiva en Ceuta y Melilla. Eso sí, el universo de discurso lo constituyen 120 personas, con lo que el hecho de que media docena de ellas de unas características u otras hayan acabado ante el juez por terrorismo aparece a los ojos del analista como “un cambio de tendencia”. Precisamente eso encontramos en el caso de las mujeres, porque su irrupción en el panorama del yihadismo español hace referencia a seis casos. Y algo no muy diferente encontramos en los conversos, el “significativo” 14% de los casos, corresponde a 16 personas, que ni siquiera queda muy claro en qué período de tiempo se inmolaron o acabaron detenidos. “Tres cuartas partes de los yihadistas o presuntos yihadistas detenidos desde 2013 hasta el 15 de noviembre de 2015 en España son naturales de Ceuta y de Melilla” se afirma en la página 8, pese a que en la página 5 se nos había afirmado que sólo el 45% de los detenidos tenían nacionalidad española. Hay que suponer, por tanto, que se trata de las tres cuartas partes del 45% del total, quiero decir, hablamos de 40 personas. Teniendo en cuenta que entre Ceuta y Melilla hay más de 70.000 musulmanes, nos referimos del 0,05% de la población, porcentaje, desde luego, muy por debajo del que puede hallarse en algunas localidades del entorno de Barcelona. Naturalmente, este porcentaje se desliga de los índices de delincuencia habituales en este grupo de población, no vaya a poder extraerse la consecuencia de que la población musulmana de Ceuta y Melilla necesita medidas sociales que la aparten de la marginación y no medidas antiterroristas. En definitiva, un maravilloso compendio de cifras recopiladas de modo inútil, analizadas incapazmente, para conseguir, tras esfuerzos denodados, la ansiada conclusión de que terrorista “puede serlo cualquiera”.
   Resumiré de un modo muy simple lo que hemos visto en estas dos entradas: los datos que habitualmente se vienen recogiendo no sirven para predecir el comportamiento sexualmente intolerable, identificar maltratadores o prevenir el terrorismo, aunque sí puedan servir para extender medidas destinadas a controlar al grueso de la población. Por tanto, la teoría que ha conducido a centrarse en estos datos, por más que se halle en el núcleo mismo de esa pretendida ciencia llamada “sociología”, debe considerarse inválida, al menos en este campo y al servicio de intereses políticos nada disimulados. 

domingo, 10 de noviembre de 2019

"Puede ser cualquiera" (1 de 2)

   Desde 1993 operó en España un atracador conocido como “el solitario”. Meticuloso en la planificación de sus golpes, frío en su ejecución y de fácil gatillo, cometió más de 30 atracos, mató a dos guardias civiles e hirió a varios empleados de banca. El perfil que la Guardia Civil transmitió a los medios de comunicación mostraba a un tipo ataviado con barbas y pelo postizos, alguien, se nos dijo, que llevaba una vida aparentemente normal, sin levantar la menor sospecha, pasando desapercibido. Podía tratarse de un vecino cualquiera, de la persona al otro lado de la puerta, de alguien con quien nos tropezamos habitualmente sin reparar en él. En 2007, un chivatazo permitió, por fin, la detención de Jaime Giménez Arbe, “el solitario”, cuando se disponía a atracar una oficina bancaria en Portugal. Pocos habían logrado cruzarse con él sin darse cuenta de su presencia. Nadie podía haberlo tenido por vecino sin sospechar que se hallaba envuelto en actividades poco lícitas. Su vida no tenía nada de normal. Rechazado para servir en el ejército por trastorno paranoide de la personalidad, quienes lo conocieron lo describieron como un histriónico, deseoso de llamar la atención y destacar. Tenía prohibida la entrada en varios países europeos por sus trapicheos con droga y su conducta violenta. Llevaba tiempo fichado por la policía española debido a los mismos motivos. Sus vecinos descansaron cuando lo detuvieron. Había tenido altercados con casi todos ellos. Denunció a varios y recibió denuncias de otros tantos. Lo mismo ocurrió en el polígono industrial en el que tenía una nave donde preparar sus armas y vehículos. 
   ¿En qué se basó el perfil publicitado por la Guardia Civil? ¿De qué hechos, de qué datos, de qué teoría, extrajeron la conclusión de que se trataba de “una persona cualquiera”? Y si no hubo tales datos, ni hechos, ni teoría, ¿por qué lo hicieron?  No se le puede echar la culpa a la Guardia Civil. El discurso según el cual un agresor sexual “puede ser cualquiera”, un violador “puede ser cualquiera”, un maltratador “puede ser cualquiera”, un terrorista “puede ser cualquiera”, se repite ad nauseam no ya en los medios de comunicación, sino incluso en publicaciones de pretendido carácter “científico” o, al menos, “objetivo”. Al parecer, hallarse adscrito al género masculino predispone a cualquiera para cometer crímenes contra las mujeres y hallarse adscrito a la religión musulmana predispone a cualquiera para cometer crímenes contra los occidentales. Desde luego, no pondría la mano en el fuego por muchos hombres, pero sí por algunos a los que conozco bien y, por supuesto, la pondría por Gandhi o por Kant. De hecho, no creo que los alumnos de una guardería ni que los internados en un geriátrico esperen, cada día, el momento oportuno para agredir sexualmente a una mujer. Por tanto, no se trata de todos los integrantes del género masculino, ni de cualquiera. Y lo mismo cabe decirse de los musulmanes. Quedé absolutamente convencido de ello cuando escuché un dislate paradigmático de quienes exhiben este tipo de discurso. Cierto jovenzuelo, de prometedor futuro académico, declaró en unas jornadas sobre terrorismo yihadista a las que asistí este verano, que “cualquiera de los presentes podría sufrir un proceso de radicalización islámica”. “Los presentes”, aparte de un puñado de académicos descarriados como yo, incluía una amplísima representación de todos y cada uno de los cuerpos de seguridad del Estado español y de su ejército. Casi suelto una carcajada imaginando a los guardias civiles que me rodeaban intentando decidir si se ponían el turbante encima o debajo del tricornio. Una vez más, ¿en qué datos, en qué hechos, en qué teoría se basaba nuestro preclaro ponente para largar semejante sentencia?
   Los datos, los hechos, la teoría aparece nítidamente a la luz si nos fijamos en “el grado de arraigo”, por ejemplo, de los presuntos yihadistas detenidos en los últimos años en nuestro país. Si se lee la literatura especializada sobre el tema, podrá observarse que casi toda ella describe este “grado de arraigo” como “sorprendentemente bueno”. A continuación, este discurso único, desgrana los rasgos de ese “sorprendente grado de buen arraigo”: dominio bastante fluido del idioma, matrimonio, paternidad, trabajo más o menos estable, etc. Otro tanto ocurre con los indicadores socioculturales. Los hay con nítidas carreras profesionales, bien considerados en sus trabajos, con esperanza de ascenso próximo, con niveles de estudios básicos, medios y universitarios, etc. Exactamente lo mismo se puede decir de los agresores sexuales y de los maltratadores. Así que ya tenemos los “hechos”, los “datos”, la “teoría”, que respalda semejantes afirmaciones. Puesto que el nivel económico no predice quién puede convertirse en terrorista o no, puesto que el grado de conocimiento del idioma no predice quién puede convertirse en terrorista o no, puesto que el nivel de estudios no puede predecir quién puede convertirse en terrorista o no, puesto que la paternidad no predice quién se convierte en terrorista o no, resulta impredecible quién pueda llegar a convertirse en terrorista, así que “cualquiera puede sufrir un proceso de radicalización islámica”. ¿De verdad se puede considerar ésta una conclusión “científica”, “objetiva”, “basada en los datos”?
   Supongamos que queremos predecir dónde lloverá mañana. Para hacerlo vamos a recopilar datos sobre cuánto ha costado el kilo de café en los últimos 25 años en Madagascar, cuánto peso medio ganan a lo largo de sus vidas los habitantes de Tasmania, qué números han aparecido en la lotería en los últimos 1000 sorteos y cuántos puntos se consiguieron en la pasada temporada de la NBA. A continuación tratamos de correlacionar estos datos con la lluvia en diferentes localidades de la península ibérica en los últimos años. Después de muchos intentos, probablemente, llegaremos a la conclusión de que no existe correlación alguna. ¿Qué conclusión “científica” debemos extraer de semejante procedimiento? ¿que puede llover en cualquier parte en cualquier momento o que hemos tomado en consideración datos irrelevantes para lo que queremos averiguar?

domingo, 3 de noviembre de 2019

Elogio del olvido.

   De entre todos los regalos que los dioses otorgaron a los hombres ninguno merece tanto nuestro agradecimiento como el olvido. Platón afirmó que nuestro conocimiento consistía en el recuerdo, que, en realidad, no existía nada nuevo que aprender o que inventar, que no había creatividad alguna reservada a los seres humanos más allá de recordar lo que un día “fue”, lo que siempre ha “sido” y lo que siempre “será”. Desde entonces al olvido se le culpa de accidentes, desgracias y castigos. A Platón se le ha achacado con frecuencia haber denigrado al cuerpo, al mundo sensible, a lo cambiante y pasajero, pero nadie le ha echado en cara nunca haber convertido al olvido en una especie de maldición que nos ataca y contra la que habría que combatir, ¡hasta ese punto logró convencernos a todos de su error! Amparándose en su autoridad, los filósofos y, con ellos, la cultura occidental, inició la paradójica senda de alabar la memoria, de encumbrar nuestra capacidad rememorativa y de agasajar a los recuerdos. Un ejemplo muy típico consiste en entregarle a la memoria la garantía absoluta de nuestra identidad personal. “Somos lo que somos”, se nos afirma, “porque recordamos lo que fuimos”. A partir de aquí se han montado todo tipo de bonitos chiringuitos a la búsqueda de recordar una y otra vez aquello que “fuimos” para fundamentar lo que “somos” y cimentar las bases de lo que “seremos”, convirtiendo a la historia en una disciplina subvencionada, sometida a la reiteración de los lugares comunes, de los hechos consabidos, de las mentiras repetidas de carretilla. A la historia viva, canalla, la guía el olvido, el olvido de las andaderas, de las fuentes que cita todo el mundo, de las narraciones que todos conocen, de los lugares comunes. 
   Supongamos que Platón tiene razón, supongamos que quienes entregan la identidad personal a la memoria tienen razón, supongamos que los estómagos agradecidos que buscan el origen mítico (Ursprung) de nuestro pueblo tienen razón. Hagamos ahora un experimento mental. Trate de unir todos sus recuerdos, todo aquello que ha retenido de su paso por la vida, los fragmentos de su acontecer vital, en definitiva, vaya sumando momentos, instantes, horas y días. ¿Cuánto de lo que ha vivido recuerda? ¿Cuánto tiempo suman en total sus recuerdos? ¿Un puñado de días? ¿Algunas semanas? Vamos a exagerar, digamos que todos sus recuerdos puestos juntos suman los minutos equivalentes a un año. ¿Ha vivido Ud. un solo año? ¿En qué se fundamenta su identidad personal? ¿en un mar de lagunas interminables? ¿en una sucesión de agujeros negros en los que no sabría decir qué hizo, qué ocurrió en su vida, ni siquiera si realmente vivió? ¿No ocurrirá precisamente lo contrario, que su identidad personal aflora como consecuencia de una serie de circunstancias externas y que, después, busca una excusa para su existencia en un puñado de recuerdos de por sí inconexos? Desde luego, la identidad de los pueblos se construye de esta forma, ¿qué quedaría de la conciencia nacional catalana sin el olvido de la corona de Aragón? También puede decirse que el sistema inmunitario mantiene nuestra identidad gracias al olvido, pues reconoce lo ajeno, los linfocitos que reconocen lo propio mueren antes de llegar al torrente sanguíneo. 
   Borges lo sabía bien. En "Funes el memorioso" nos presenta a un ser humano atacado por la maldición de la hipermnesia, la capacidad para recordar cada instante, cada detalle, cada acontecimiento por nimio que pudiera parecer. Funes no podía entender que se llamase “el mismo perro” al chucho visto por la mañana y al visto por la tarde. Sus gestos, su comportamiento, la tersura de su pelaje, la cantidad de baba de su lengua, su forma de jadear, no coincidían para nada. No habría conceptos, no habría conceptos universales, no habría identidad alguna de no mediar el olvido. Y, por supuesto, Funes vivía aislado. ¿Se imagina recordar cada afrenta, cada comentario hiriente recibido, cada desprecio sufrido? Pero no se trata sólo de los hechos. Recordaría, exactamente, la emoción que despertó en Ud. con la misma intensidad, de modo perpetuo... ¿Podría perdonar algo, podría perdonar a alguien en estas condiciones? ¿Cuántos de sus vecinos, de sus conocidos, de sus amigos, superarían la prueba de no haberle hecho daño jamás? ¿Podría tener pareja? El tiempo, lo sabemos bien, lo cura todo, porque se olvida la intensidad del sufrimiento, porque se pueden recuperar los hechos, pero no volvernos a sentir como nos sentimos, porque todo dolor pasa. Aún más, ¿se imagina lo que significaría para nosotros los humanos poder olvidar las cosas a capricho? Simplemente, cada vez que vivimos algo que no queríamos que figurara en nuestra vida, diríamos: “lo olvido”, y se acabó, habría desaparecido como si jamás hubiésemos vivido nada semejante. Frente a todas las veces que ha deseado recordar algo y no ha podido, que su memoria le ha jugado una mala pasada, que ha olvidado la sartén en el fuego, el lugar donde ha aparcado el coche o su contraseña en Internet, ¿qué posibilidad le parece que contribuiría más a una buena vida, poder recordarlo absolutamente todo con detalle u olvidar las cosas a capricho?
   Ahora ya sabemos qué debemos hacer frente a quienes, como Heidegger, acusan a uno u otro de haber olvidado alguna tradición milenaria y venerable, simplemente, encogernos de hombros y exclamar: ¡pues, bendito él!

domingo, 27 de octubre de 2019

Reflexiones sobre Parménides (2 de 2)

   Para evitar el engorro al que conduciría admitir la existencia de regiones dentro del ser, se le atribuye a Parménides la propuesta de que el ser “es equidistante del centro”. Dicho de otro modo, el ser “es como una esfera”. Naturalmente, si el ser “es como una esfera” y hay una equivalencia entre ser y pensar, entonces, el pensamiento, el pensamiento del ser, el pensamiento que nos dice lo que el ser es, no puede hacer otra cosa más que girar sobre sí mismo. Este pensamiento aferrado al ser, que presupone la transparencia del ser cuando habla del propio ser, se limita a dar vueltas, sin ir a ninguna parte. Y la demostración absoluta de que esta consecuencia se halla inevitablemente encerrada en lo que llamamos “Parménides”, puede encontrarse en el hecho de que la interpretación tradicional, en lugar de ver lo obvio, ha señalado la equivalencia entre la esfera y la perfección en el pensamiento griego. Terminar siempre donde comenzó, la incapacidad para atisbar cualquier posibilidad que no conduzca al mismo camino de siempre, en esa ceguera autoinducida, ha creído palpar la interpretación habitual “la perfección”. Pero aquí no hemos terminado. Cuando levantamos la vista del camino tantas veces recorrido, cuando nos arrancamos las anteojeras que nos impiden ver la noria a la que se nos ha atado, rápidamente aparecen otras cuestiones.
   Parménides ha definido la esfera no por su radio, ni por su área, ni por su volumen. Ha definido la esfera por su propiedad topológica básica, la equidistancia respecto del centro. Por tanto, Parménides no nos habla de una esfera, sino de cualquier esfera. El ser, nos dice Parménides, es como cualquier esfera. Ciertamente, la equidistancia respecto del centro constituye una característica definitoria de las esferas embebidas en un espacio de no importa cuantas dimensiones. Vale, por supuesto, para las esferas de un espacio tridimensional (lo que habitualmente llamamos una esfera o, propiamente, una 2-esfera). Vale, igualmente, para esferas en un espacio bidimensional (ó 1-esfera, el círculo). Y vale, por supuesto, para las esferas en un espacio monodimensional (ó 0-esfera). Una 0-esfera se puede definir más concretamente como dos puntos situados a ambos lados de un centro. Ahora bien, dado que hablamos de dos puntos equidistantes del centro, no hay otro punto de la esfera entre ellos. De hecho, se suele identificar la 0-esfera con dos puntos disjuntos. Ciertamente podemos considerar a uno de ellos el comienzo de un camino y al otro el fin, pero, dado que no hay puntos entre uno y otro, realmente, topológicamente hablando, no se puede hablar de que haya un camino entre ellos. Dicho de otro modo, la 0-esfera constituye la única esfera no conectable a través de un camino. Si retomamos a Parménides nos encontramos entonces con que la forma más simple de esfera, en analogía con el ser más simple, no tiene caminos, lo cual puede interpretarse de muchas maneras, pero en todas ellas conduce a que el ser más simple o no resulta pensable o no resulta narrable o ambas cosas. Tal vez haya “pensamiento”, tal vez haya narración del ser más simple, entendidos como la simple yuxtaposición de “esto” y “esto”, pero, una vez más, no consistirá en algo que lleve de aquí hasta allí, algo que implique un discurso, ni una deducción, ni un recorrido. En la 0-esfera, en el ser más simple si hemos de seguir el isomorfismo establecido por Parménides, se rompe la equivalencia entre pensamiento y ser. Ahora ya podemos entender por qué Parménides se entretiene en contarnos la vía del error, el camino del engaño. Del mismo modo que hay un ser que no se puede narrar y/o que no se puede pensar, aparece ahora como posibilidad abierta la narración, el pensamiento, del no-ser, algo que previamente Parménides había excluido.
   Resumamos, pues. Hemos partido de la identidad entre ser y pensar, de que podíamos hablar de lo que el ser era y nos hemos visto llevados a la conclusión de que hay un tipo de ser que carece de caminos para pensarlo y/o para narrarlo. Por otra parte, respecto del resto del ser, nuestro pensamiento, nuestra narración no va a hacer otra cosa más que dar vueltas alrededor de lo mismo. Tanto en un caso como en otro nos hemos topado con las limitaciones y contradicciones a las que conducen los supuestos adoptados por la interpretación tradicional. Limitaciones y contradicciones que parecen sólidos argumentos para abandonarlos. Nos queda la opción de arrojar por la borda la idea de la equidistancia del centro y admitir que hay regiones diferentes dentro del ser, cada una con sus características, lo cual conduce a la indómita dificultad de cómo, incluso de si, podremos manejarlas con precisión cuando se trate de utilizarlas sobre ellas mismas. Nos queda, sin embargo, otra opción, la de dejar de decir lo que el ser es. No obstante esta posibilidad conduce a algo todavía más aterrador: pensar de nuevo.

domingo, 20 de octubre de 2019

Reflexiones sobre Parménides (1 de 2).

   Frecuentemente, dentro del pensamiento occidental, se señala a Parménides como el nombre en el que podemos encontrar ya algo en lo que nos reconocemos, como aquél con el mérito de haber introducido un cierto giro en la historia de la filosofía. Suele subrayarse esto diciendo que a él se le atribuyó el adjetivo “filósofo” por primera vez o que creó la metafísica misma. En Parménides, reconocemos un cierto salto a otro nivel, un cierto trascender, una relación privilegiada con algún problema filosófico de primer orden. A destacar tal relación privilegiada dedicó Heidegger un notable libro de 234 páginas. Notable, digo, como ejercicio de interpretación, pues sólo a base de interpretar, y mucho, se pueden sacar 234 páginas del centenar corto de versos que nos han llegado como “texto” de  Parménides. Reconstruir el pensamiento de un filósofo a partir de un porcentaje no sabemos cómo de exiguo de sus escritos, resulta tarea en la que no vamos a adentrarnos aquí. Más bien llamaremos “Parménides”, a lo que habitualmente se entiende por el pensamiento de dicho filósofo, a lo que forma parte del acervo habitual de saber por parte de quienes practican tal disciplina, a lo que figura en cualquier libro de historia de la filosofía al uso y que, por tanto, constituye el suelo sobre el que ha brotado nuestro modo occidental de entender las cosas.
   Tradicionalmente se le atribuye a Parménides la afirmación de que “sólo queda un camino narrable: que es”. Se suele vincular este fragmento con este otro: “es necesario decir y pensar lo que es”. Habría, por tanto, una identidad entre pensamiento y ser en Parménides. Sólo el ser resulta pensable y, en consecuencia, sólo se puede hablar del ser. Del no-ser, por contra, no se puede decir ni pensar nada. En estos dos fragmentos hay también otras cosas, pues contienen tres términos cuya relación no parece clara de entrada: camino, narración y pensamiento. 
   ¿Significa lo mismo pensar y narrar? ¿constituye el pensamiento una narración? ¿debemos hacer sinónimos al camino, la narración y el pensamiento? ¿pueden narrarse cosas que no pueden pensarse o pueden pensarse cosas que no pueden narrarse? Parménides, desde luego, según el modo habitual de interpretarlo, ha hecho lo primero, pues nos contó cómo se hallaba conformado el camino del error, pese a que, se nos dice, todo lo que ahí nos cuenta no forma parte de su pensamiento. Podríamos especular indefinidamente con las respuestas más adecuadas a tales cuestiones, pero, por fortuna, dichas especulaciones, no van a modificar sensiblemente lo que aquí tenemos que decir.
   Hay, no obstante, algo incluido en las afirmaciones anteriores que la interpretación tradicional de ellas no clarifica, a saber, la posibilidad de emplear el ser para referirse a sí mismo. En efecto, la idea de que “sólo queda un camino narrable: que es”, parece haber implicado que podemos hablar despreocupadamente acerca de lo que el ser es. A partir de este punto nos encontramos una y otra vez con afirmaciones acerca de que el ser es esto o aquello. Resulta lógico que la interpretación tradicional no se pare a mencionar este hecho pues forma parte de una tradición, precisamente la nacida con Parménides, que acepta esta posibilidad como presupuesto básico de nuestro pensamiento occidental. Desde este momento, el pensamiento occidental pasará a considerar que se puede decir lo que el ser es, que la aplicación reflexiva del ser a sí mismo resulta aproblemática, todavía más, que señalar qué es el ser equivale a mostrar el ser, e, incluso, que la filosofía no puede tener otro deber más que hablar acerca de lo que el ser es. Y, sin embargo, en el propio Parménides tal supuesto cortocicuita, mostrándose como extremadamente cuestionable, cuando no directamente aporético. Sin embargo, este carácter aporético no aparece allí donde la interpretación tradicional ha querido encontrarlo. De lo contrario, tendría que haber puesto en tela de juicio sus propios cimientos. De este modo, se le reprocha a Parménides su desprecio de los sentidos o la ingenuidad de identificar pensamiento y ser, sin atreverse a denunciar la tremenda cesura entre uno y otro a la que conducen los planteamientos parmenídeos.
   Decíamos que a partir de estas dos afirmaciones, el modo habitual de interpretar a Parménides se dedica a señalar todo aquello que el ser es y así tenemos que el ser es eterno, inmutable, único, ingénito, incorruptible y homogéneo. Pero, para otorgarle un sentido unívoco a estas atribuciones, necesitamos también concluir que todas ellas se realizan del mismo modo y en el mismo sentido, quiero decir, que no hay regiones en el ser. Si hubiese tales regiones el ser podría mantener su carácter homogéneo en la medida en que unas podrían transformarse en otras por deformaciones continuas. Eso sí, cada región tendría características propias, con lo que el ser de una cosa no coincidiría con el ser de otra. Todavía peor, si hubiera regiones en el ser, entonces hablar de cómo es el ser resultaría extremadamente complicado pues habría que aclarar y justificar qué región concreta del ser se utiliza para hablar de qué región concreta del ser, dicho de otro modo, no habría modo de hablar del ser “en general”. Tan terribles complejidades introduce esta posibilidad que nadie ha asumido el reto de emprender este camino planteado en estos términos. Obviamente nos hallamos ante una demostración de que decir lo que el ser es no conduce tal cual a mostrarlo, de que la aplicación del ser a sí mismo no lo hace transparente, sino que lo convierte en un abigarrado ejercicio de justificaciones continuas que harían impracticables el discurso mismo.

domingo, 13 de octubre de 2019

Real Time con Bill Maher.

   Una de estas noches, zappeando por esas televisiones de Dios, me encontré con el episodio de Real Time with Bill Maher correspondiente al 20 de septiembre del corriente. Para quien no lo conozca, se trata de un programa de sátira política basado en entrevistas a expertos y en los monólogos del propio Maher. No me puedo decir un entusiasta del personaje ni del programa, pero algunas veces me quedo a verlo cuando me tropiezo con él porque proporciona una mirada a los debates políticos de EEUU desde la mentalidad norteamericana, habitualmente distinta al modo que tenemos de considerar las cosas quienes no vivimos en aquel país, como vamos a comprobar. Maher, más o menos autoproclamado libertario, ejerce de conciencia del sector más izquierdista del Partido Demócrata siempre bajo el presupuesto de que mejor un gobierno de dicho partido que cualquier otra cosa.
   En este programa en concreto, varias cuestiones llamaron mi atención. En primer lugar, el propio Maher, todo tolerancia y multilateralismo él, no puede dejar de suponer que en cualquier país declarado musulmán rige la sharia y asociar ambos hechos con un color de piel más bien negro. En efecto, tras citar la composición del gabinete de Justin Trudeau, con más mujeres que hombres y varios miembros de la comunidad sij, comentaba, bastante consternado, su reciente foto con el rostro pintado de negro. “Lo habían invitado a una fiesta a la que tenía que ir de beduino, ¿qué esperaban?” comentó Maher. Naturalmente, ninguno de sus invitados se atrevió a indicar que, contrariamente a una creencia bastante extendida, los beduinos no son muy negros que digamos. Más bien la discusión giró en torno al carácter racista de pintarse la cara simulando ser negro. Una de las analistas, Heather McGhee, señaló que Trudeau no podía justificar que no sabía que eso era racismo cuando había un vídeo de los años 70 en YouTube denunciando precisamente este tipo de actitudes. Afortunadamente la señora McGhee no ha presenciado la fiesta de los reyes magos en nuestro país. Además de que uno de ellos, Baltasar, el “rey negro” (y, por otra parte, el favorito de los niños), sólo recientemente lo ha encarnado de verdad alguien con ese color de piel, toda su hueste va de la misma guisa para regocijo general y sin que a nadie se le ocurra estar participando en una fiesta supremacista. No creo que el país en el que no tengo más remedio que residir se halle más libre de culpas que otro cualquiera, pero, desde luego, aquí nadie se atrevería a sostener, al menos en las fechas en que escribo esto, que “los padres negros no cuidan de sus hijos”. McGhee, ella misma de color, aceptó el reto de discutir esta afirmación puesta sobre la mesa por otro contertulio basándose “en un estudio”. Y esto merece un cierto análisis. Para empezar, ¿quién demonios se dedica a estudiar el modo en que se ejerce la paternidad en función del color de la piel? ¿con los fondos proporcionados por quién? ¿con qué finalidad? Y, todavía mejor, ¿quién podría fiarse de semejante estudio? Una de las cosas que chocan en este programa y otros semejantes de las televisiones norteamericanas es la “estuditis”, un fenómeno por el cual hay estudios hechos para todo, especialmente, encuestas. Por supuesto, EEUU es un país más grande, pero en España, si uno se tuviera que creer todos los estudios y encuestas que se hacen, tendrían que habernos preguntado a cada uno de nosotros tres o cuatro veces ya. Hace décadas que existen sospechas sobre la metodología, el universo de discurso y, en definitiva, la fiabilidad de la gran mayoría de estos “estudios”, presentados en los programas de televisión poco menos que como la verdad absoluta ante la cual hay que hacer genuflexiones. El propio Maher exhibió un “estudio”, que mostraba que los ataques a Brett Kavanaugh por parte de los demócratas en la comisión que debía aceptar su nombramiento para el Tribunal Supremo había influido en la derrota sufrida por dicho partido en tres elecciones en otros tantos distritos. Recordemos que el bueno de Kavanaugh formó parte de la jauría que acorraló a Bill Clinton a propósito de su relación con Monica Lewinsky y que ahora se ha descubierto que un juvenil Kavanaugh iba poniéndole el pene en la cara a la primera chica bebida que se cruzaba con él. Durante treinta segundos los presentes en el programa llegaron casi a reflexionar sobre esa peculiaridad de la política norteamericana que consiste en mirar con desparpajo cómo el presidente mete sus misiles donde le da la gana, pero escandalizarse en cuanto su pene está donde no debe. Ciertamente, en Europa nos tomamos las cosas de otro modo y si no me creen no tienen más que pensar en el actual inquilino del 10 de Downing Street. Sarkozy ligó con Carla Bruni gracias al Elíseo y unas alzaderas. Miterrand tuvo hasta hijas secretas ocupando el mismo cargo y aquí, en España, tenemos reyes borbones que lucen con orgullo la bien ganada fama de su apellido sin que nadie lo ignore ni lo publique, por no mencionar cierto presidente del gobierno abiertamente gay mientras todo el mundo hacía como que no veía lo obvio. Eso sí, cuando un supuesto humorista se sonó los mocos en la bandera encontró con facilidad el tonto togado de turno dispuesto a ofrecerle publicidad gratuita. Sin embargo, Maher mostró en este programa a Joe Biden follándose la bandera de su país sin que nadie, que yo sepa, lo haya denunciado todavía (minuto 5 y 18 segundos). 











domingo, 6 de octubre de 2019

A vueltas con el "nuevo" terrorismo (y 4)

   Como he venido explicando, The Battle against Anarchist Terrorism, de Richard Bach Jensen, constituye un estudio histórico impactante y apasionante. Por encima de todo, realiza con eficacia el objetivo de desvelar el carácter de configuración pasajera que tienen todas las verdades que una época considera “eternas”. Los supuestos intelectuales que no dudan del carácter violento del Islam, apenas si constituyen remedos de los intelectuales decimonónicos que identificaban esa misma violencia con el anarquismo y que reclamaban la religión como perfecta narrativa para deconstruirlo. Nuestra época “de las comunicaciones”, asomó mucho antes de Internet, cuando los periódicos publicaban retratos de la finada emperatriz Elisabeth “Sissi” de Austria en las que podía reconocerse la joven cuya hermosura asombró a Europa y no la anciana anoréxica cuyo corazón traspasó el estilete de un terrorista. Y, por encima de todo, que los terroristas no se hallan en el seno de ninguna religión, de ninguna sociedad y de ninguna ideología, sino que afloran precisamente en todas las exterioridades, en el exilio de un país, de una familia, de una sociedad, de un movimiento y hasta de los grupúsculos que forman su periferia. En ese territorio de nadie, en el que nadie los reconoce ya ni ellos se reconocen en nadie, surge la necesidad de buscar algo que les confiera un cierto modo de identidad, la identidad del asesino.
   Pero, como todos los grandes libros, el de Bach Jensen no ofrece un catálogo de respuestas, sino que se asoma, apenas, a un océano de fascinantes cuestiones. La primera de ellas la he citado reiteradamente. Bach Jensen nos lanza el desafío de explicar por qué el anarquismo arraigó como lo hizo en el campo andaluz y no en el sur de Italia, un marco socioeconómicamente casi idéntico y que recibió visitas de varios anarquistas de primera línea. La pregunta se vuelve todavía más intrigante si tenemos en cuenta que el anarquismo, típico del litoral mediterráneo, tuvo dos focos muy claros en nuestro país, dos focos de características poco menos que contrapuestas: la muy burguesa, industrial y culta Barcelona y la agraria, atrasada e iletrada Andalucía. Todavía mejor, en contra de lo que postulan los primeros balbuceos explicativos, las líneas de contacto entre ambos focos ni resultan evidentes ni han podido demostrarse. ¿Ejerció Barcelona de inspiración para el movimiento anarquista andaluz? ¿cómo? ¿por qué? Desde luego, resulta difícil imaginar a los anarquistas catalanes siguiendo los espasmos de violencia en Andalucía, sobre los que los periódicos publicaban poco o nada. Si, como digo, nuestro campesinado no sabía leer ni escribir, ¿cómo se transmitió el ideario anarquista? ¿de padres a hijos? ¿de maestros a alumnos? ¿de médicos y boticarios a pacientes? ¿Por qué resultó más eficiente su transmisión que en el sur de Italia? Las cifras, en cualquier caso, parecen contundentes, cuando se expulsa a Bakunin y los suyos de la I Internacional, ya hay en Andalucía 236 federaciones locales y 516 formaciones sindicales de la órbita anarquista. Pendiente queda también, una historia documentada y aséptica, como la de Bach Jensen, de la guerra larvada en el campo andaluz entre estas formaciones, el ejército y los matones de los terratenientes, que abarcó todo el siglo XIX, con sus tomas de pueblos, sus asaltos a los cuarteles de la Guardia Civil, sus repartos de tierras y ganados, sus sitios, sus condenas a muerte y sus asesinatos selectivos.
   No se trata de la única guerra de la que no queda memoria. El inicio del siglo XX y, sobre todo, el período entre las dos Guerras Mundiales, ofreció eso que Martha Crenshaw llamaba una “cultura de la violencia”, un caldo de cultivo ideal para el terrorismo anarquista. Sin embargo, este período carece de estudios serios y el propio Bach Jensen no ha contribuido en mucho a ello. Frente a la detallada biografía de algunos de los terroristas más famosos del siglo XIX, apenas si se menciona el nombre de los del siglo XX. De hecho, vemos pasar ante nuestros ojos y sin muchas explicaciones, un apresurado resumen de magnicidios, bombas y robos que deja lo ocurrido en el siglo anterior al nivel de incidentes menores. 
   Tampoco ha querido Bach Jensen pronunciarse claramente sobre una cuestión que él mismo insinúa en su libro, los paralelismos entre terrorismo anarquista e islamista. En mi opinión, este tema merece varias matizaciones. Para empezar sigo manteniendo hoy lo que escribí hace más de una década, a saber, que todos los movimientos terroristas obedecen a una serie de patrones comunes con independencia de su origen, ideología o fines que dicen perseguir. Por otra parte, me parece que a este paralelismo en concreto se lo ha enfocado erróneamente casi cada vez que se lo ha tratado. Ersel Aydinli, por ejemplo, en un estudio aparecido el mismo año 2016, (Violent Non-State Actors. From Anarchists to Jihadists, Routledge), acaba estableciendo una semejanza entre ambos en cuatro de doce parámetros, pero lo hace partiendo de un marco teórico que no permite diferenciar entre “anarquismo” y “terrorismo anarquista” y pasando por alto cosas como la existencia de agentes provocadores infiltrados por la policía en dicho movimiento. En definitiva, algo que señalaba Bach Jensen en un artículo posterior, la única manera de saber si podemos aprender de las causas, consecuencias y medidas adoptadas contra el terrorismo anarquista del XIX para aplicarlas a los “nuevos” terrorismos, pasa por la realización de estudios que no se hallen en manos de especialistas en este o aquel terrorismo, gente que tenga una visión amplia, que busque estructuras explicativas, isomorfismos, que, en lugar de preguntar “¿cómo?” pregunte “¿por qué esto y no cualquier otra cosa?”

domingo, 29 de septiembre de 2019

A vueltas con el "nuevo" terrorismo (3)

   Hallándose en el penoso estado policial que describimos en la entrada anterior, España buscó desde muy pronto un acuerdo internacional que la ayudase a luchar contra el terrorismo. No obstante, dada la mala prensa que se había ganado a pulso, ninguna capital europea hizo caso a sus gestiones. El asesinato de la Emperatiz Elizabeth “Sissi” de Austria a manos de un ciudadano italiano al que se adscribió al anarquismo en 1898, llevó a Italia a retomar la idea española y, entonces sí, se celebró la primera cumbre contra el terrorismo en Roma. Según cuenta Bach Jensen en The Battle Against Anarchist Terrorism, (pág. 159) España, el país de las expatriaciones, las torturas y los arrestos masivos, auspició todos los artículos económicos, sociales e, incluso, espirituales que se negociaron en Roma. En ellos, se atribuía el terrorismo a la secularización que sufría el mundo, así como a las injusticias que en él se producían y exhortaba a los firmantes a construir sociedades y regímenes económicos más igualitarios y justos. Estas cláusulas pasaron a formar parte del inconsciente colectivo y prácticamente nadie duda, por lo menos en nuestro país, que las injusticias generan el terrorismo, pese al hecho, como ya dijimos, de que la mayor parte de los expatriados por España no pertenecían a las clases sociales que más podían haberlo sentido, pues a los miembros de éstas se los cazaba como perros sin que la opinión pública internacional tuviera noticia, ni interés en tenerla. De hecho, una porción muy importante de los jóvenes que se marcharon a luchar con el Estado Islámico tampoco entraban en esta categoría. Igualmente, esta teoría deja sin explicar por qué el colectivo gitano, uno de los más habitualmente sometidos a todo tipo de injusticias a lo largo y ancho de Europa, no desarrolló un potente movimiento terrorista. 
   En la época, la inclusión de semejantes propuestas en un acuerdo internacional, mostraba dos cosas. La primera, la falta de estudios académicos sobre el terrorismo. Los mandos policiales suelen impacientarse con los estudiosos de la materia porque no proporcionan la información operativa que necesitan. Tienen razón a este respecto, pero no corresponde a ellos proporcionar dicho material. Su función radica, más bien, en evitar que se necesite tales operaciones y, en caso extremo, proporcionar el marco teórico para que la información acabe teniendo un carácter operativo. De lo contrario, si se toman decisiones políticas basándose únicamente en la información policial ocurre lo que pasaba en la Europa de principios de siglo: que existía una auténtica psicosis anarquista en las sedes del poder ejecutivo de países como Alemania, Austria o España; que se tomaban decisiones políticas prácticamente a ciegas sobre sus repercusiones sociales o internacionales; y que, con mejor o peor intención, acababan adoptándose legislaciones que poco o nada contribuían a evitar futuras acciones terroristas por mucho que aplacasen conciencias. 
   La segunda conclusión, restringida a España, muestra cómo, en este país, existían, incluso dentro de los mismos aparatos del Estado, dos visiones radicalmente enfrentadas sobre el modo en que debíamos caminar por el siglo XX. Una consideraba que la solución de todos los males pasaba por más Dios, más patria (grande o chica) y más imperio. La otra pensaba que o se solucionaban las aterradores desigualdades que podían verse en la calle cada día o no iríamos a ninguna parte que mereciera la pena. Y, lo que resulta más importante, la división entre una y otra perspectiva recorría transversalmente la mayor parte de los  bandos y partidos de nuestro país, de modo que nunca los separó una trinchera sino, todo lo más, la pared de un despacho, hasta que el franquismo acabó imponiendo la primera visión mucho después del año 39. De hecho, la misma delegación que abogó por una mayor justicia social para acabar con el terrorismo propuso que se expulsara a los anarquistas a alguna isla remota, propuesta que el resto de países rechazó con ademán escandalizado. Sin embargo, tras el asesinato del presidente McKinley, la misma propuesta volvió a debatirse en los círculos políticos de los muy democráticos EEUU sin que nadie se escandalizase ya. Este magnicidio constituye, además, un buen ejemplo de lo que venimos diciendo pues, tras él, el gobierno norteamericano pasó una sucesión de leyes que endurecían la inmigración, pese a que el “anarquista” que lo ejecutó había nacido en EEUU. Se trata del género de barbaridades que solían cometerse en las precarias democracias de principio de siglo XX y en las que, afortunadamente, nuestras mucho más maduras sociedades actuales no incurren ya, pues nadie pide un endurecimiento de las leyes migratorias después de cualquier atentado u homicidio llamativo, ¿verdad?

domingo, 22 de septiembre de 2019

A vueltas con el "nuevo" terrorismo (2)

   En The Battle against Anarchist Terrorism, Bach Jensen arroja luz sobre otro aspecto de nuestro glorioso imperio, la “lucha antiterrorista”. El “problema anarquista” de España no residía en el número de seguidores de ese movimiento que había, que su causa pudiese considerarse justificada o no, que sus métodos resultasen adecuados o no, el “problema anarquista” de este país designaba, realmente, la absoluta y completa ineficacia policial para informar de un modo medianamente adecuado del grado de peligrosidad del anarquismo español. Ante la cercanía de la coronación de Alfonso XIII, en 1902, las autoridades españolas decidieron adoptar la medida de seguridad más importante que cabía en sus cabezas: suplicar reiteradamente al gobierno británico que mandara a Madrid cuantos policías pudiera (226). Cuando en mayo de 1905 este mismo rey sufrió un atentado en París, los supuestos conspiradores anarquistas, una mezcla de españoles e ingleses, acabaron libres de cargos ante la sospecha del gobierno de Lerroux de que la acción había corrido a cargo de oscuros elementos de la policía española (299). Según los datos de Turrado Vidal que cita Bach Jensen, técnicamente, la Oficina de Identificación Antropométrica se fundó en Madrid en 1896, teniendo como objetivo fundamental la identificación de anarquistas peligrosos. Pero Maura refundó dicha institución dos  veces, la primera en 1902 y la segunda en 1904, lo cual da idea de la calidad y cantidad de los datos allí almacenados. Antonio Tressols, una de las cabezas visibles de la acción policial contra el anarquismo en Barcelona, según los datos de Núñez Florencio que cita Bach Jensen, apenas si podía leer o escribir. Las causas del problema resultaban bien conocidas para los sucesivos gobiernos: un inspector que, tras largos años hubiese llegado a la élite de su carrera profesional conseguía ganar, al fin, el mínimo necesario para mantener una familia con dos hijos (314); los nombramientos en el cuerpo, incluso en los rangos inferiores, obedecían a componendas políticas; y, de hecho, los funcionarios dedicados a las tareas administrativas no tenían su puesto garantizado de por vida, se los contrataba según méritos, quiero decir, cada gobierno contrataba a sus adláteres y echaba a los del gobierno anterior. Se necesitaba más personal, mejor formado, más medios y concederle a la policía independencia para realizar sus investigaciones. Pero eso significaba cantidades ingentes de dinero, todo ese dinero que tampoco había en otras tantas partes donde se necesitaba porque los corruptos parecían necesitarlo más. Todavía peor, éstos, los corruptos que inundaban el país, podían acabar perseguidos por un cuerpo policial como el descríto, así que nadie hizo nada por realizar las reformas necesarias. Sólo podía ocurrir una tragedia o varias, y todas ellas sucedieron.
   El 7 de junio de 1896 una bomba mató a veinte personas, en su mayoría mujeres y niños, durante la procesión del Corpus Christi en Barcelona. Casualmente, las autoridades y notables de la ciudad, pasaron por allí antes de la explosión sin que les afectara. Absolutamente incapaces de identificar ninguna pista que llevara a la autoría, la policía practicó arrestos masivos de todos los elementos “radicales” de la ciudad, guardasen vínculos con el anarquismo o no. Varios centenares de personas acabaron abarrotando las cárceles y el castillo de Montjuich y sometidos a todo tipo de palizas y torturas. Tribunales militares secretos condenaron a muerte a ocho personas y a casi un centenar más a duras penas de trabajos forzados, sentando precedentes para procedimientos que se siguieron practicando hasta 1902. A un centenar largo de quienes habían pasado hasta un año en prisión sometidos a “interrogatorios” (en su mayoría ciudadanos españoles) se los llevó hasta la frontera francesa y allí se los abandonó sin un salvoconducto, una credencial y ni siquiera una cédula de identificación. En julio de 1897, el secretario del gobernador de Barcelona preguntó al cónsul británico qué papeles se necesitaban para viajar a Inglaterra. Informado de que no se necesitaba ninguno, las autoridades españolas enviaron un barco con 26 anarquistas españoles y uno italiano a Liverpool, dando cuenta a las autoridades del Reino Unido una vez el barco se hallaba a mitad de camino. En Liverpool recibió a los expatriados un comité de bienvenida anarquista hispano-británico con numerosos periodistas que dieron cuenta a la opinión pública de las torturas que habían sufrido. Pero a las mentes bienpensantes de Gran Bretaña no las escandalizó los rastros dejados en las pieles por los golpes y los hierros candentes, sino el hecho de que este grupo lo integraban miembros de la clase media catalana, ciudadanos de bien, educados y capaces de expresarse. Mientras el anarquismo se extirpaba de las mentes de los campesinos andaluces, entre las que había arraigado como en ninguna otra parte del mundo, a sangre y fuego sin que nadie se rasgase las vestiduras, el martilogio de los anarquistas burgueses desembarcados en Liverpool incendió la opinión pública británica contra el, en apariencia, régimen parlamentario español. Los rescoldos de aquel incendio no se apagaron nunca, bien al contrario, se arrojó gasolina sobre ellos durante los cuarenta años de la dictadura franquista, con lo que hoy, más de un siglo después, cualquier insinuación de que la policía española tortura o de que España tiene de democracia lo que yo de santo, se acepta de inmediato como una verdad inconmovible.

domingo, 15 de septiembre de 2019

A vueltas con el "nuevo" terrorismo (1)

   “La bella inútil” constituye el calificativo más habitual que se le adjudica a la historia. La historia, la mayor parte de las disciplinas humanas, “no sirven para nada”, “no producen plata” como ha afirmado recientemente esa luz de la ilustración llamada Bolsonaro. Resulta muy fácil hablar acerca de las razones últimas de su alergia a esta materia, pero no menos alergia presentan físicos, matemáticos, biólogos y médicos, quienes suelen comenzar a ejercer creyendo hallarse en posesión de verdades que surgieron cual brillante Minerva de la cabeza de un oscuro Saturno. Mejor no digo nada acerca esos filósofos que tanta tinta han vertido sobre la tecnología sin tener ni la más remota idea de cómo llegó a sus manos la que utilizan. Nietzsche nos pidió una historia de la locura, de la enfermedad, del resentimiento y hace cinco años, el profesor Richard Bach Jensen nos ofreció una pieza magnífica de historia del terrorismo, de sus entresijos, sus mentiras y sus  siniestras verdades. The Battle against Anarchist Terrorism. An International History, 1878-1934 (Cambridge University Press, 2014), nos ofrece un retrato lúcido y erudito de la superficie de afloramiento de nuestra época de “nuevos” terrorismos. Bach Jensen nos habla de globalización, de las redes conspirativas internacionales, de las luchas contra los lobos solitarios, de las medidas para defender nuestras aterrorizadas sociedades sólo que en tiempos que no calificaríamos de “nuestros”, de hecho, del tiempo en que nuestros tiempos se configuraron. 
   Usamos Instagram pensando que las fotografías se inventaron ayer, tuiteamos creyendo que nunca antes hubo modo de enviar mensajes cortos a todo el mundo, colgamos vídeos en YouTube, suponiendo que jamás tuvimos otra manera de crear canales de comunicación y olvidamos, como siempre, que hace ya mucho tiempo que existen seres humanos deseando, haciendo y viviendo como nosotros. Quienes habitaron la segunda mitad del siglo XIX bien pudieron describir la época que les tocó vivir como “la era de las comunicaciones”. El perfeccionamiento alcanzado por las imprentas permitió la extensión a nivel mundial de periódicos que competían por proporcionar a los lectores noticias lo más recientes, sensacionales y exóticas posible. Muy pronto, a su estela, comenzaron a proliferar publicaciones de otra naturaleza. Muchas de ellas tenían una existencia efímera e irregular, pero otras, como La Révolte, el más importante periódico anarquista de París hacia 1880, tiraba 8.000 ejemplares por número. Les Temp Nouveaux inició su andadura con 18.000 copias y no bajó de las 7.000. Aunque el bonaerense La Protesta no alcanzó semejantes niveles de difusión, presumía de hallarse en contacto directo con una red de publicaciones anarquistas de todo el mundo. Sin embargo, tuvo que afrontar una importante competencia. La circulación de publicaciones anarquistas españolas en Argentina se hallaba tan extendida que algunos grupos intentaron reclutar nuevos miembros insertando anuncios en El Productor, editado en Barcelona. La Questione Sociale, con españoles en su comité de redacción, aunque escrito en italiano, se imprimía en Paterson, New Jersey, se distribuía a lo largo de los EEUU y sus ejemplares solían alcanzar todos los países con emigración transalpina. 
   Historiadores hay, sin embargo, que afirman que el dinero para financiar tan vasta cantidad de publicaciones más o menos clandestinas no procedía de sus suscriptores ni de las arcas, siempre exangües de las agrupaciones libertarias, sino de la policía. Hablamos de una época en la que la palabra “terrorismo” iba seguida, inmediata y automáticamente no por “islamista” sino por “anarquista”. Pese a ello, las relaciones entre “terrorismo” y “anarquismo” resultan tan complejas como las que une este término con cualquier otra forma de ideología. Efectivamente, como ya expliqué en otra parte, la década de los 70 del siglo XIX vio surgir el concepto de “propaganda por la acción”, que consideraba que un asesinato, una bomba en un café, constituían el modo perfecto de llevar el mensaje revolucionario a las masas. Pero para la corriente principal del anarquismo, la que emanaba de Kropotkin y Bakunin, las masas no necesitaban ni de guías, ni  de directores. La violencia que consideraban más o menos inevitable resultaba de arrebatarle el poder a las élites y sólo podía ejercerla la masa desheredada, sin que nadie tuviera derecho a apropiársela. Pese a ello, de modo habitual, los medios anarquistas defendieron la causa de este o aquel terrorista que había atentado contra tal o cual símbolo del poder, llegándose, en muchos casos, a endiosarlos como mártires o justicieros. Claro que en esto no andaban solos los medios anarquistas, The New York Journal, propiedad de William Randolph Hearst, publicó en 1901 un editorial y un poema aprobando el asesinato del presidente McKinley, al que Hearst detestaba (pág. 241). En cuanto a los terroristas mismos, muchos de los autores de atentados “anarquistas”, en realidad los cometieron instigados por policías infiltrados, en nombre de los ideales del socialismo revolucionario o por simple deseo de venganza por agravios personales. El “anarquismo” de la mayoría de ellos se reducía al puñado de publicaciones anarquistas que aparecieron entre sus pertenencias. Pocos pasaron por la periferia de los círculos anarquistas y ninguno tuvo contacto más o menos indirecto con los grandes líderes de dicho movimiento. O, por decirlo de un modo que hoy entenderemos con facilidad, la mayoría de los terroristas anarquistas del XIX “se anarquizaron rápidamente”.