18 de febrero de 2017, a las 17:00 el presidente Donald Trump da un discurso en el aeropuerto internacional de Orlando-Melbourne, Florida, durante el cual dice:
"We've got to keep our country safe. You look at what's happening in Germany, you look at what's happening last night [es decir, el viernes] in Sweden. Sweden, who would believe this. Sweden. They took [inmigrantes] in large numbers. They're having problems like they never thought possible. You look at what's happening in Brussels. You look at what's happening all over the world. Take a look at Nice. Take a look at Paris".
Las redes sociales no tardan mucho en hervir comentando estas palabras. La prensa sueca no da noticia alguna acerca de ningún incidente de importancia. El propio gobierno sueco acaba pidiendo explicaciones al Departamento de Estado norteamericano. El ex primer ministro sueco, Carl Bildt, escribe en su cuenta de twitter:
"¿Suecia? ¿Un ataque terrorista? ¿Qué se ha fumado?"
Al día siguiente, 19 de febrero, al menos desde las nueve de la mañana, la prensa ya parece haberle encontrado un sentido a las palabras del presidente. El viernes por la noche, la cadena Fox, emitió una entrevista con Ami Horowitz acerca de su próximo documental. En él se atribuye el aumento de la criminalidad en Suecia a la política de puertas abiertas con la inmigración. Todo el mundo sabe que Trump ve la Fox, así que ahí podría estar la explicación de sus palabras. Ese mismo día, tras más de doce horas de especulaciones periodísticas, es decir, a las once de la noche, el presidente tuitea un mensaje en el que confirma esta versión. Se trata del primer tuit de Donald Trump del que se tiene noticias en el que explica, matiza o parece pedir excusas por algo que ha dicho. Hemos de recordar sus enfrentamientos con numerosos líderes mundiales, por ejemplo, el primer ministro australiano y sus numerosas salidas de tono, sin más explicaciones. Lo de Suecia parece requerir algo diferente.
A principios de marzo, el gobierno sueco hace públicas una serie de medidas destinadas a reforzar el ejército del país. Supone la reinstauración del servicio militar obligatorio (si bien sólo acabarán cumpliéndolo un 5% de la población en edad de hacerlo). El propio gobierno sueco lo indica en el comunicado oficial:
“Hay una situación de seguridad nueva. El restablecimiento del servicio militar obligatorio es una señal al mundo de que estamos aumentando nuestra defensa militar”.
Nadie tiene la menor duda de que “el mundo”, significa “Rusia”. Al menos desde 2014, los servicios de inteligencia suecos han estado informando a su gobierno de un creciente interés ruso por el Báltico. Entre numerosos incidentes menores, en marzo de 2015, el ejército ruso realizó unas maniobras en las que simulaba tomar la isla de Gotland, situada frente al enclave de Kaliningrado y de soberanía sueca. A finales de ese año, el gobierno sueco decide incrementar un 11% el gasto militar. Para septiembre de este año 2017 están previstas unas maniobras conjuntas de la OTAN con el ejército sueco en territorios de este país, que incluyen ejercicios de defensa de sus fronteras, en particular, de la citada isla de Gotland.
El 3 de abril de 2017, Vladimir Putin se encuentra en San Petesburgo. Le esperan dos eventos importantes. El primero es la visita de Alexánder Lukashenko, tiránico gobernante del otrora país hermano, Bielorrusia. Tras décadas de servilismo, Lukashenko ha comenzado a recelar de la voracidad de su vecino y a hacerle ojitos a Europa. Primero quiso comprobar la bondad de los rusos pidiéndoles una rebaja en la factura del gas y, al no recibirla, ha entrado en negociaciones con la Unión Europea que, de momento, ya han fructificado en la eliminación de visados para los ciudadanos de aquélla que quieran visitar Bielorrusia. Los rusos están interesados en reconducir a Lukashenko al redil sin necesidad de sacar músculo. En San Petesburgo, Putin también va a tener un encuentro con periodistas de provincias y participará en el foro de un movimiento fundado por él mismo. La propia visita a la ciudad es significativa. Es su ciudad, en la que ejerció como agente del KGB e hizo sus primeros pinitos en política. Por otra parte, la oposición ha decidido desafiarle en las calles recientemente y Rusia, particularmente Moscú, ha sufrido varios atentados en los últimos tiempos, en especial, en su metro. ¿Alguien se imagina San Petesburgo esos días sin policías en las calles, sin agentes de paisano infiltrados en la multitud, sin un peinado continuo de los servicios secretos? ¿Tampoco habrá agentes bielorrusos protegiendo a su presidente e impidiendo cualquier manifestación de esos opositores a los que se machaca en su país? ¿Y las comunicaciones electrónicas?
Casualmente desde que Snowden llegó a Moscú los servicios secretos rusos parecen haber dado un salto cualitativo en su capacidad para intervenir en el espectro radioeléctrico. Es algo extraño. Nos contaron que Snowden era empleado de una subcontrata. Aunque tuviera acceso a material clasificado, difícilmente podría reconstruir la tecnología que utilizaba. Otra cosa sería si estuviésemos hablando de alguien mucho más cercano al núcleo duro de la NSA, un ingeniero de alto nivel, alguien a quien los EEUU estuviesen interesados en juzgar por alta traición. En cualquier caso, ¿unos servicios secretos capaces de intervenir en el proceso electoral de otro país no habrían cribado exhaustivamente las comunicaciones de una ciudad a visitar por su presidente en las semanas, si no meses, anteriores a la visita? ¿Y no fueron capaces de encontrar nada?
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