Decía en Sr. Luis Yáñez en una reciente carta al director de El País que la SGAE era una de las instituciones más admiradas en los países que él había visitado. No es un testimonio baladí, pues, en su calidad de Secretario de Estado para las Relaciones con Iberoamérica, viajó mucho. ¿Cómo? ¿Ha podido vivir hasta ahora sin saber que existe un cargo que es el de Secretario de Estado para las Relaciones con Iberoamérica? Pues sí, existe. Es un puesto de una trascendencia sólo comparable a la de los embajadores en misiones especiales para la Gobernanza Global, la conmemoración de los bicentenarios de la independencia de las repúblicas iberoamericanas, las cuestiones referentes a los derechos humanos, la Alianza de Civilizaciones, los asuntos energéticos, los asuntos trasatlánticos, los asuntos estratégicos, los asuntos migratorios, los asuntos del Mediterráneo, los organismos internacionales africanos, o la cumbre mundial del microcrédito. ¿Que de qué se ocupan estos cargos? ¡Qué pregunta más tonta! Se ocupan de... Quiero decir, su principal misión es... O sea, que se dedican a... Bueno, me estoy alejando del tema, así que vamos a dejarlo.
No me extraña que la SGAE fuese admirada en Iberoamérica. Se trata de un organismo independiente del Estado que ha creado un cuerpo parapolicial encargado de aterrorizar a los menos poderosos (peluqueros, organizadores de bodas, dueños de tiendas de informática...) para proteger a los más poderosos (las multinacionales). Aunque formalmente el Estado debía supervisar sus acciones, pues se supone que es misión del Estado proteger a los ciudadanos, en realidad no era así. Y aquí es donde la SGAE se convierte en una metáfora de este país. Resulta que, pese a haber modificado reiteradamente la Ley de Propiedad Intelectual, para favorecer a la SGAE, el primero que incumplía tal normativa era el propio ministerio impulsor de la ley. El artículo 159, afirma que es el ministerio de Cultura el encargado de supervisar el funcionamiento de las sociedades gestoras de los derechos de autor. Una sentencia de 1997 del Tribunal Constitucional establecía que dicha redacción es anticonstitucional. Los sucesivos ministros de cultura, en lugar de cambiar la ley, decidieron declinar sus responsabilidades ¡durante 14 años! ¿Cómo es posible? Es fácil de entender, repasen la lista de ministros de cultura desde 1997: González-Sinde, Carmen Calvo, Pilar del Castillo, Mariano Rajoy... Esperanza Aguirre... Vamos a dejarlo.
Pero la SGAE es metáfora de algo más. Como buena sociedad gestora, como buena empresa, se sometió a varias auditorías y a la Agencia de Evaluación de Calidad. Es sabido que las firmas de auditoría y las agencias de evaluación se encargan de... Quiero decir, su principal misión es... O sea, que se dedican a... Otra vez me estoy alejando del tema, así que vamos a dejarlo. El caso es que ninguna se dio cuenta del hábil truco que consiste en que un alto cargo contrate única y exclusivamente empresas que son de su propiedad. Con ese sofisticadísimo truco, presuntamente, un puñado de amiguetes se embolsaba el dinero de autores no identificados. Esta parte es graciosa. La SGAE ha sido capaz de formar todo un cuerpo de inspectores que visitan peluquerías, bodas, conciertos y locales públicos en general, pero se le ha olvidado crear un cuerpo encargado de averiguar a quién pertenece realmente el dinero que recauda. Y ya que estaba recaudado y nadie conocía su dueño ¿por qué no repartírselo, presuntamente, claro?
¿Y mis admirados miembros de la SGAE? ¿aquellos que me emocionaron e hincharon mi corazón de bellos ideales? Bien, en realidad ellos han llevado a la práctica lo que mucha gente piensa. Hay una cierta idea en el ambiente de este país que se expresa de múltiples formas, pero cuyo contenido esencial es que un buen político sería aquel que nos sacase de la crisis. Es una idea aparentemente anodina, por mucho énfasis que se ponga en enunciarla. Sin embargo, es una idea terriblemente peligrosa. Eso es precisamente lo que pensaban los alemanes de principio de los años 30 del siglo pasado. Y, efectivamente, apareció un político dispuesto a sacarlos de la crisis. De hecho, los sacó de la crisis. Se llamaba Adolf Hitler. Es algo que se dice en la película Ciudadano Kane de Orson Wells: "hacerse rico no es tan difícil como la gente cree, si es hacerse rico lo único que se desea". Salir de la crisis no es tan difícil. La cuestión no es ésa. No se trata de salir de la crisis como sea, ni de crear empleo como sea, ni de recaudar dinero en concepto de derechos de autor como sea. Teddy Bautista lo hizo. Aumentó la recaudación de derechos de autor de un modo exponencial, pero ¿a costa de qué? ¿Cuántos autores noveles han conseguido comenzar a vivir de su arte gracias a la SGAE? ¿cuántos de ellos han sido defendidos por la SGAE de la voracidad de las multinacionales? ¿ha mejorado el estado del cine, de la literatura, de la música española en 25 años de gestión de derechos de autor? ¿hemos dejado de tener una cultura subvencionada? La organización de la SGAE es una auténtica plutocracia en la que mandan los que más aportan a sus arcas. Menos del 9% de los miembros de la SGAE deciden la composición de la junta directiva y, por tanto, el funcionamiento de la sociedad y el reparto del dinero.
Cuenta la leyenda que cada barco que atracaba en el puerto de Alejandría era inspeccionado a la búsqueda de contrabando y de textos. Si se encontraba algún escrito de valor, se confiscaba y se enviaba, para ser copiado, a los amanuenses. Buena parte de la gran biblioteca de Alejandría se nutrió de textos conseguidos de esta maenra. De haber existido la SGAE en Egipto, los Ptolomeo hubiesen sido multados, los directores de la biblioteca destituidos y para acabar con ésta no hubiese hecho falta un incendio, habría bastado una fogatilla. Hoy, la moderna tecnología permite que el más remoto colegio de Africa tenga acceso a varias grandes bibliotecas de Alejandría. Obviamente no conviene.
Al cabo, que la cúpula de los defensores de los derechos de autor se dedicara, presuntamente, a quedarse con el dinero de los autores, es la manifestación última de un principio más general. En efecto, las ideas pertenecen a las épocas, son de todos. La mentira de la propiedad intelectual es el escudo bajo el cual se convierte en un bien privado un patrimonio de la humanidad. Si por definición ser hombre significa ser un animal cultural, la propiedad intelectual es la manera de arrebatarnos lo que nos constituye para ponerlo en manos de unos pocos, aquellos que pueden permitirse pagar por la cultura. Decía Proudhon que la propiedad es un robo. No sé si tiene razón. De lo que estoy convencido es de que la propiedad intelectual es un expolio.
Al cabo, que la cúpula de los defensores de los derechos de autor se dedicara, presuntamente, a quedarse con el dinero de los autores, es la manifestación última de un principio más general. En efecto, las ideas pertenecen a las épocas, son de todos. La mentira de la propiedad intelectual es el escudo bajo el cual se convierte en un bien privado un patrimonio de la humanidad. Si por definición ser hombre significa ser un animal cultural, la propiedad intelectual es la manera de arrebatarnos lo que nos constituye para ponerlo en manos de unos pocos, aquellos que pueden permitirse pagar por la cultura. Decía Proudhon que la propiedad es un robo. No sé si tiene razón. De lo que estoy convencido es de que la propiedad intelectual es un expolio.
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