El Golden Bridge se inauguró a principios de junio de 2.018.
Se trata de una plataforma dorada sostenida por dos manos gigantes a 1.400 metros de altura en las montañas de Da Nang. Los crisantermos y las vistas sobre valles cubiertos de nubes proporcionan a los turistas imágenes muy distintas a las colinas arrasadas por el napalm que solemos ver en cada película norteamericana. Pero, sin duda, la imagen del doi moi que el régimen comunista de Vietnam busca la proporcionan las obras del estudio de Vo Trong Nghia. Formado en Nagoya y Tokio, ha importado a Vietnam un minimalismo bastante inusual hasta ese momento en el país. Por supuesto los materiales sobredeterminados corresponden a los tradicionales, el bambú y la terracota. Con el primero se ha intervenido en el Nocenco Café, en la cúpula de ceremonias de Son o en el pabellón para la firma TOTO.
Pero si hay un material sobredeterminado característico del estudio VTN lo constituye la vegetación. El hotel Atlas en Qang Nam, por ejemplo, parece una catarata verde que rememora las pagodas devoradas por la selva y otro tanto encontramos en la Casa de Bambú de Ho Chi Minh City.
Con este material se alude a varias cosas. Para empezar, las grandes ciudades vietnamitas poseen el dudoso honor de tener una aire más contaminado que el de Pekín y no debido a la circulación de los vehículos de la incipiente clase media, sino a hallarse rodeadas de polos industriales y a una escasez atroz de zonas verdes. La intervención puntual del arquitecto conforma así una crítica al estado de cosas, pero crítica en los cauces del doi moi, que las autoridades ven con buenos ojos e incluso fomentan pues, en realidad, no afecta a lo fundamental: cómo se reparten las poltronas y los suculentos beneficios de vender el kilo de obrero a precios inferiores a los de China. Por otra parte, en una región monzónica, la vegetación sirve para aliviar los sofocos de la época cálida a la vez que se sustenta sin muchos esfuerzos, gracias a las abundantes precipitaciones. Finalmente, pero no menos importante, ofrece una imagen de modernidad ecológica que los occidentales, que, como resulta habitual, no nos enteramos de nada, se han tragado hasta el punto incluir al estudio VTN en la corriente de arquitectos que buscan edificios autosostenibles. El régimen, que ve muy cercano proyectar, en medio de un desarrollismo salvaje, una imagen de amor a la naturaleza como la que alcanzaron los japoneses (que ni siquiera tuvieron una carácter para designarla hasta el siglo XX), no dudó en concederle a Vo Trong Nghia el premio Ashui de 2.012.
Resulta curioso comparar a VTN con la arquitectura de finales del siglo pasado de Rem Koolhaas. Koolhaas se caracterizó por diseñar dos edificios para cada proyecto, caso del Instituto Holandés de Arquitectura, del ZKM, del Hotel y Palacio de Congresos de Agadir, de la Ópera de Cardiff, etc.
Netherlands Architecture Institute |
Este dualismo tiene un origen muy claro, su admiración por el Spinoza del que hablaba Gilles Deleuze. Sin embargo, cuando tuvo que enfrentarse a casas privadas, como la de Burdeos de 1994-6, el modelo empleado corresponde a la transformación continua de un espacio en otro, algo reiterado en la Casa en el Bosque, destinada a dos generaciones de una misma familia.
Por contra, la House of Trees del estudio VTN, destinada a albergar también a tres generaciones de una familia, fragmentó el espacio en una sucesión de minibloques cada uno de ellos con un jardín por techo.
La transición continua aparece en otro tipo de espacios, por ejemplo, en el Tongling Hotel de China, en el que una lazada parece atrapar el lago artificial para que nada de él escape al diseño establecido.
Y, sobre todo, en la genial guardería de 2013.
Concebida para albergar 500 retoños de los trabajadores de una fábrica de zapatos cercana, se enrosca sobre un solar rectangular a las afueras de Ho Chi Minh City. La idea pasaba por proveer a los niños de un primer contacto con la vegetación y el cultivo, destinado a convertirse en único en su muy urbanita futuro. Pero, más allá de proporcionarles un patio de recreo con césped, la zona verde se extendió al techo, por el que los niños realizan una especie de revolución cultural que ya no consiste en someter a crítica doctrinal a sus docentes, sino en trotar sobre sus cabezas. A diferencia de su modelo, la guardería del suburbio de Tachikawa, en Fuji, Japón, diseñada por Tezuka Architects y que recuerda las pistas elevadas de algunos gimnasios en las que los neoyorkinos corrían como cobayas a mediados de los 70, VTN intentó eludir la alusión a la revolución cultural dejando la lazada abierta, quizás señalando que los niños no se hallan aún atados a nada y que no se les debe obligar a dar vueltas en los caminos trazados por sus mayores.
La propuesta, en cualquier caso, ha generado escuela y el gabinete MAD ya lo ha empleado para su Courtyard Kindergarten en Pekín, como una especie de gigantesco campo de minigolf en el que la libertad de juegos de los niños queda bien acotada y delimitada por una ciudad inmensa que fagocita los espacios destinados a ellos dejándoles, como única herencia, esa ruina llamada dinero.
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