domingo, 21 de marzo de 2021

Exploradores (2 de 2)

   La actitud exploratoria de los mamíferos forma parte de su repertorio de comportamientos instintivos. Soltados en un nuevo entorno, la mayoría se embarca en un febril rastreo de todos los itinerarios posibles. A los seres humanos nos hizo salir de África, colonizar Europa y Asia, saltar a América y recorrer sus 20.000 Km largos de Norte a Sur a un ritmo medio de 10 Km por año, como si a cada generación le hubiese faltado tiempo para buscar nuevos horizontes. Por entonces apenas si había comenzado una expansión aún más sorprendente, la que nos llevó a ocupar todo lo ocupable en las islas del Pacífico, alejándonos de la tierra salvadora hacia el ancho mar ignoto en el que las probabilidades de encontrar algo en lo que echar raíces apenas si resultaba comparable con los riesgos de permanecer en las islas de las que procedíamos. Así llegamos a la isla de Pascua, un montoncito de arena negruzca a 2.000 Km de la isla más cercana. Tocamos sus playas, quizás, en torno al siglo XIII, cuando ya se había producido el cambio más trascendental de nuestra existencia y que apenas se menciona en los libros de historia, el cambio que redujo progresivamente el número de exploradores hasta convertirlos en una minoría, cada vez más ínfima. En el siglo XIX eran ya tan pocos que se los glorificó, se quiso ver en ellos la culminación de los ideales románticos del hombre audaz, atrevido, inventivo, capaz de superar los mayores obstáculos gracias a sus ambiciones personales. Eran la cristalización, en última instancia, de los más altos valores del mundo cristiano, occidental, blanco y capitalista y de su heroica lucha contra el salvajismo de pueblos primitivos. Actuaban, pues, como científica vanguardia de la llegada del progreso a tierras lejanas para arrebatárselas a la miseria... La realidad, por supuesto, era otra, mucho más oscura y salvaje que los pueblos que en ocasiones trataron de apiolarlos. 

   El explorador siempre fue un hombre de límites, transita de las montañas en las que impera la ley de la supervivencia a los valles de refinadas costumbres, de las selvas impenetrables a las amplias avenidas de las ciudades, de inhóspitos desiertos de hielo a confortables habitaciones de hotel, llevando siempre su juego de te y sus botas llenas de barro. La polémica entre Speke y Burton, por ejemplo, fue la polémica entre el lago Victoria y el Tanganika como fuente del Nilo, sí, pero también y sobre todo, fue la polémica entre un oficial del ejército británico que ascendió rangos de acuerdo con el reglamento y un Burton, que se alistó en todos los conflictos de los que tuvo noticia pero que no participó en ninguno más que promoviendo algún motín. Siempre lo rodeó un aura de peleas, duelos e insubordinaciones, se fue del corazón mismo del victorianismo, el Trinity College, echando pestes de quienes lo dirigían y no dudó en documentar, como fiel notario y ocasional participante, las costumbres sexuales de todas las culturas que conoció. La controversia acompaña habitualmente al explorador, casi que podríamos decir que es su casa. Pelea porque se le reconozca cada logro, cada mérito, cada primicia con la misma ferocidad con que pelea por su vida en sus periplos. Mueve huestes combatientes a su favor y en contra de sus rivales y alienta cualquier medio que pueda hundirlos. No es difícil atribuirle hambre de fama, gloria, honores. Suelen aparecer en recepciones y galas con el pecho henchido de mal disimulada arrogancia mientras arramblan con los canapés. Ríen los chistes con plena conciencia de a quién hay que reírselos y cuentan anécdotas picantes que sonrojan a empingorotadas damas. Pero en todo ello apenas si hay una fachada. Incluso aquellos que logran convencerse a sí mismos de que todo es una cuestión de fama o de dinero, puede vérselos haciendo mediciones chapuceras, reclamaciones faltas de fundamento, echando misteriosamente tierra, en el momento más inoportuno, sobre sus propios logros. Minucioso en los detalles, Amusen no tuvo el detalle de avisar a nadie de su cambio de planes, ni de comprobar si efectivamente Cook o Bealy habían llegado al Polo Norte. Peleados en todo, Cook y Bealy coincidieron en hacer mediciones poco creíbles cuando no imposibles. Ni siquiera Speke hizo algo más que hervir agua para calcular de mala manera la altura del lago Victoria. El corcusido en el que convierten el cénit de sus carreras sólo cabe entenderlo de una manera. Algunos lo saben con absoluta certeza, otros sólo lo barruntan, pero, al final, todos alcanzan en algún momento a comprender que su hogar ya sólo puede ser la exploración, que se han convertido en hombres de frontera, cuyo lugar en el mundo se encuentra en la continua fuga. Ajenos a la cultura en que se educaron, extranjeros en la cultura a la que llegan, el tránsito es su patria. Fallan asentando sus logros porque sólo así tendrán una excusa para volver. Cada risotada en una fiesta obedece al cálculo de cuánto podrá obtener para su próximo proyecto. Cada libro que venden, cada conferencia que dan, es un día menos para la siguiente partida. Cada seguidor que reclutan en la pugna por una reclamación añade recursos a su próximo viaje. En la soledad de los bullicios convocados en su honor, toman conciencia de que no desean mayor honor que un trozo seco de carne de perro, mientras contemplan un glaciar jamás contemplado por otro ser humano.

   Sacrifican animales a los que les ponen nombre y con los que juegan, utilizan a otros seres humanos como peones en una partida contra el destino, tratan cualquier ser vivo a su alrededor con la sensibilidad de una flecha lanzada hacia su objetivo. Sería absurdo calificar de inhumano a quien han dedicado su vida a buscar la singularidad de lo único, lo inigualable, lo imposible de imitar por cualquier otro ser humano. Por eso siempre se ve en ellos algo desagradablemente silvestre, altivez más o menos disimulada, un desdén connatural o algo de ofensiva conmiseración. Son el acusador dedo contra cada uno de quienes, muchísimo antes que ellos, se rindieron porque las condiciones no eran las adecuadas, porque las circunstancias no favorecían sus planes, porque no tenían a su alcance los medios necesarios. Los exploradores están más allá de todos nosotros, más allá del cansancio y más allá de la palabra “imposible”. 

   Sin embargo, un verdadero explorador no es un aventurero. No se lanza a la nada armado únicamente con su arrojo. Cada exploración es el resultado de un análisis minucioso, de una pormenorizada planificación, de un estudio de los detalles más nimios. El explorador acumula toneladas de pequeños saberes acerca de la forma de hacer nudos, de las pieles más adecuadas para el frío, de los mejores repelentes de mosquitos. Tampoco son viajeros. No se buscan a sí mismos ni siguen los caminos trillados. El explorador va siempre hacia lo que ningún mapa indica, huyendo de sus zonas de confort como de la muerte. Habrá noches tan oscuras en las que ni siquiera el profundo conocimiento que poseen de sus fortalezas y debilidades consiga alumbrarlos, noches en las que los piojos, las garrapatas y las sanguijuelas parezcan llevarse no su sangre, sino la luz del universo, como esos que vendrán detrás y que se llevarán los premios que nunca les darán a ellos. Asomarán entonces los fantasmas de la derrota, la amargura de la insensatez que gobernó la elección de sus vidas, la eterna pregunta de si no los ha atrapado definitivamente la locura. Pero habrá otras noches, noches en las que, racimos de estrellas que nunca antes se habían acercado a ningún ser humano, bajarán para acariciar sus sueños con la promesa de que, muy pronto, podrán beber hasta saciarse del cáliz de la ambrosía.

domingo, 14 de marzo de 2021

Exploradores (1 de 2)

   El próximo viernes se cumplirán dos siglos del nacimiento de Sir Richard Francis Burton. Diplomático, traductor, orientalista, espía, antropólogo, erotómano, políglota y, ocasionalmente, poeta, alcanzó fama mundial por su faceta de explorador y, más concretamente, por su expedición a la región de los grandes lagos africanos. Acompañado de John Hanning Speke, alcanzó en febrero de 1858 el lago Tanganika tras sufrir innumerables penalidades. Con Speke ya había explorado el interior de lo hoy conocemos como Somalia. Si en aquella ocasión las tribus locales secuestraron a Speke y le proporcionaron once heridas, al lago Tanganika llegó ciego y sordo de un oído por culpa de un escarabajo que se le metió en él. Allí, sin embargo, la suerte cambió. Burton cayó enfermo y Speke lideró la exploración del lago Victoria. La amarga rivalidad que estas exploraciones generó entre ambos ha producido material abundante para artículos, libros y películas y dividieron a la sociedad británica de la época entre partidarios de uno y otro. Sin embargo, casi se queda en una pelea de patio de colegio si se la compara con la pugna entre Cook y Peary por la conquista del Polo Norte o con la de Scott y Amusen por el Polo Sur.

   Contaba Roald Amusen que con ocho años dejaba la ventana de su dormitorio abierta a los vientos de su Noruega natal para acostumbrarse a las inclemencias del territorio que él habría de conquistar, el Polo Norte. Pero el Polo Norte cayó, según la prensa, en las manos de Cook o de Peary justo cuando Amusen culminaba los preparativos para alcanzarlo. Sin pensárselo mucho, decidió poner rumbo al Sur, ocultándoselo a todo el mundo. Los fondos para su iniciativa se vieron reducidos drásticamente, hasta el punto de que Amusen tuvo que hipotecar su casa y todos sus bienes. Robert Falcon Scott, el hombre al mando del proyecto británico de conquista del Polo Sur, le envió materiales para que realizaran observaciones simultáneas en ambos polos y trataba, infructuosamente, de concertar un encuentro con él. En ningún momento se le escapó que todo el mundo lo consideraría un traidor y un tramposo si triunfaba y que difícilmente podría escapar de la cárcel si fracasaba. Sabiendo lo que había en juego, Amusen planificó minuciosamente los detalles, asegurándose de que cada perro, cada trineo, cada gramo de alimento se hallase en sus mejores condiciones en el momento en que se lo pudiera necesitar. El 9 de septiembre, desde Madeira, mandó un cable a Scott, que ya había zarpado en medio de enorme publicidad, para comunicarle el cambio de rumbo. El 15 de enero de 1911 Amusen llegaba a la bahía de las Ballenas. Tras numerosos preparativos y mejoras en los trineos que llevaban, el 19 de octubre Amusen y su equipo iniciaron el viaje hacia el Polo Sur que culminaron el 14 de diciembre, no sin sembrar el recorrido con tres veces más depósitos de provisiones para la vuelta de lo que haría Scott, marcar concienzudamente su situación y sellar los depósitos de queroseno para que el viento, al tumbarlos, no lo desparramara, como acabó ocurriéndole al británico. Tras recuperar fuerzas unos días, consiguieron regresar sanos y salvo a su base. Otra suerte le cabría a la expedición de Scott y, desde luego, no porque no hubiese tenido presagios de lo que iba a ocurrir.

   El 31 de julio de 1901, con 33 años, Scott había zarpado rumbo a la Antártida al mando de la nave Discovery. Con el arrojo que se esperaba de los oficiales de su graciosa majestad, pero sin preparación alguna, con perros y esquíes que nadie sabía utilizar y anteponiendo los formalismos de la marina a la eficacia práctica, el Discovery acabó atrapado en el hielo, la mitad de la tripulación regresando antes de tiempo y buena parte de las observaciones científicas comprometidas por el modo en que se las obtuvo. La prensa, sin embargo, convirtió a Scott en un héroe popular, magnificando sus logros y callando el desastre en el que estuvo a punto de convertirse su misión. El mismo debió verse como un héroe porque se tomó a mal que otro, Ernest Shackleton, anunciara en 1906 sus planes para alcanzar el Polo Sur. Scott le exigió a Shackleton que no utilizara las áreas exploradas por él para su expedición y eso originó retrasos en el intento de Shackleton que acabaron por conducirle al fracaso. Shackleton se quedó a 180 Km del Polo Sur. Scott pareció tener ante sí un camino alfombrado hacia su objetivo. Decidió que sería mucho más honroso recorrer sólo una parte de él tirado por perros y dejó el resto para trineos motorizados, caballos y tracción humana, por la que sentía especial predilección. Muy pronto los ponis comprados sin especial supervisión se demostraron un problema y otro tanto ocurrió con los trineos motorizados, pero ni eso ni tener conocimiento de la presencia de Amusen le hizo cambiar de planes. El 31 de octubre de 1911 emprendió camino al Polo Sur. Llegó a él el 17 de enero de 1912 para encontrar allí la bandera noruega y una carta que Amusen había dejado para su rey por si le sucedía algo en el viaje de regreso. El 17 de febrero, durante la vuelta a la base, Scott perdió uno de sus hombres como consecuencia de una caída. Circunstancias varias hicieron infructuoso el previsto encuentro con el grupo encargado de llevarles suministros. Scott y los tres miembros de su equipo que le acompañaban se encontraron en mitad del hielo a temperaturas por debajo de los 40ºC y con 670 Km que recorrer hasta la salvación. El 16 de marzo, uno de ellos, incapaz ya de caminar, abandonó la tienda en la que se encontraban y se dejó morir congelado. El 19 de marzo, los tres supervivientes de la expedición montaron su último campamento a escasos 20 Km de un punto de suministro, pero no pudieron avanzar más. Se supone que Scott, el último en fallecer, lo hizo el 23 de marzo de 1912.

   La muerte de Scott y los suyos arrojó largas sombras sobre el triunfo de Amusen. De acuerdo con la tradición imperial británica de tapar los despropósitos con el heroísmo individual que trata de remediarlos, a Scott, al que ya se había convertido en héroe para ocultar los desmanes de la expedición Discovery, se lo transformó en icono nacional. Acabó teniendo más monumentos en Gran Bretaña que Amusen en Noruega, se le dedicaron poemas y loas sin límite y hasta un cráter en la Luna tiene su nombre. Con el correr del tiempo las aguas fueron amainando y en la década de los 70 del siglo pasado se inauguró una línea de revisión de su figura que lo tildó de incompetente en el mejor de los casos. En los últimos años algunos de los argumentos esgrimidos para esa revisión han sido puestos en tela de juicio, la deficiente planificación llevada a cabo por Scott, no.

   Hoy día se pueden hacer bonitas excursiones a las cabañas erigidas por la expedición Discovery, a la tumba de Scott y su equipo y al mismísimo Polo Sur con estancia en modernos habitáculos de fibra de vidrio cálidamente acondicionados, deliciosas comidas y snowkiting por el módico precio de 70.000€. Claro, que si Ud. es de esos pobretones que no suele dejar esa cantidad como propina en el parking, siempre tiene la posibilidad de irse al lago Tanganika por mucho menos.


domingo, 7 de marzo de 2021

La ciencia de la creatividad (7. Principio de separación)

   Si ha manejado la matriz de contradicciones que dejamos en la entrada anterior sobre creatividad o si, al menos, le ha echado un vistazo, habrá podido comprobar que hay una serie de casillas que permanecen vacías. Para ellas los 40 principios inventivos no ofrecen solución alguna. Característicamente, toda la diagonal de la matriz se encuentra en esta situación. En estos casos pedimos que aumente un parámetro y que disminuya ese mismo parámetro. Semejante petición demuestra, según TRIZ, que ya no nos encontramos ante una contradicción técnica (queremos mejorar algo sin que empeore otra cosa), sino ante una contradicción “física”, queremos A y no-A. En realidad, nos dice Altshuller, bajo toda contradicción técnica subyace una física y aunque podamos resolver las contradicciones técnicas mediante la matriz de contradicciones u otro protocolo, el mayor grado de creatividad se logra si vamos a la raíz del problema, a la contradicción física. Esta manera de entender las cosas significa que los 40 principios inventivos constituyen otras tantas formas de aplicar principios mucho más radicales en ese sentido de mucho más cercanos a la raíz de la cuestión. Ahora bien, si los 40 principios inventivos daban cuenta de algo así como el 80% de las patentes no triviales que circulan por el mundo, entonces nos hallamos ante la sorprendente afirmación de que existe un número extremadamente reducido de principios que pueden explicar unos cuatro millones de patentes. De hecho, toda esa masa ingente de inventos pueden explicarse en base a un único principio: el principio de separación. Como tal el principio de separación tiene cuatro formulaciones:

   - Principio de separación en el tiempo. Si debemos satisfacer requisitos contradictorios entonces debemos distribuirlos en momentos diferentes. El caso de los trenes de aterrizaje de los aviones constituye un ejemplo típico. Obviamente los aviones deben tener tren de aterrizaje para que éste no constituya una catástrofe, pero la velocidad de vuelo alcanzada por los aviones a reacción hace del tren de aterrizaje un obstáculo para el vuelo y sufrirían daños durante el mismo. Por tanto, los aviones con motor a reacción deben tener tren de aterrizaje y no deben tener tren de aterrizaje. El principio de separación en el tiempo establece que la solución se halla en que tengan el tren de aterrizaje en unos momentos concretos (aterrizaje y despegue) y no lo tengan en otro (vuelo). Por tanto, debe diseñarse un sistema para que despliegue el tren de aterrizaje en el momento en que se necesite y lo haga desaparecer en el vientre del avión en los momentos en que no se lo necesita.

   - Principio de separación en el espacio. Ante requisitos contradictorios debemos preguntarnos si necesitamos que ambos requisitos se hallen presentes en los mismos lugares. Si no se necesita su presencia en el mismo lugar, entonces podemos proceder a su separación en el espacio. De un modo intuitivo, los docentes utilizan este principio cotidianamente en el aula cuando dos o más alumnos interrumpen el normal decurso de las clases. Por una parte se requiere que ocupen un lugar en el aula para que sigan recibiendo la enseñanza pertinente. Por otra parte, si permanecen ocupando su lugar en el aula no van a recibir la enseñanza pertinente porque la cercanía de unos a otros la va a perturbar. Debe procederse, pues, a una reasignación de los lugares que ocupan separándolos en el espacio. Esta práctica implica una mejora en las condiciones adecuadas para impartir clase en algo así como ocho de cada diez casos. Dicho a la inversa, el apelotonamiento de alumnos en aulas con espacio insuficiente priva al docente de una herramienta fundamental para mantener el ambiente adecuado de enseñanza en el aula sin recurrir a medidas punitivas de mayor envergadura.

   - Principio de separación entre el todo y la parte. Si los requisitos contradictorios no pueden separarse en el espacio y/o el tiempo, debe intentarse una separación de los mismos entre el microsistema y el macrosistema. Aquí se nos abren siempre dos posibilidades, la primera consiste en que el requisito A se asigne a las partes y el no-A al todo o, a la inversa, que el requisito A se asigne al todo y el no-A a las partes. La cadena de una bicicleta constituye un ejemplo típico de sistema con propiedades contradictorias entre el todo y las partes. En su totalidad se trata de un sistema flexible, pero cada uno de sus eslabones se caracteriza por la solidez exigida para que el mecanismo de pedaleo no lo deforme. Habitualmente entendemos un sistema aleatorio como un sistema constituido por partes que fluctúan sin ninguna regla, pero este modo de entender las cosas resulta erróneo. Elijamos un procedimiento cualquiera para tomar decisiones que admitamos como aleatorio, digamos, el lanzamiento de un par de dados. Supongamos que en nuestro primer lanzamiento sale el número ocho. Escribiremos los primeros ocho números pares. Supongamos que en el segundo lanzamiento sale el número once, escribiremos los once primeros números impares, etc. La sucesión de números que obtenemos así tendrá un carácter aleatorio pese a que la constituyen secciones que no tienen nada de aleatorio. Sin embargo, podrían obtenerse predicciones correctas la mayor parte del tiempo.

   - Principio de separación en ámbitos o por condición. Una última posibilidad consiste en situar uno de los requisitos de la contradicción en un entorno determinado y el otro requisito en otro. Una parte extraordinariamente significativa de la historia de la filosofía puede ponerse como ejemplo de aplicación de este principio, comenzando por Platón. En efecto, ante la evidente contradicción de la inmovilidad del ser parmenídeo y el continuo devenir de Heráclito, Platón propuso una separación entre dos ámbitos, de modo que tanto Heráclito como Parménides tendrían razón en sus propuestas bajo ciertas condiciones. Entre ambos, naturalmente, el abismo. El universo de Aristóteles se caracteriza precisamente por hallarse recortados en dos ámbitos marcados por la esfera lunar, más allá de la cual se encuentra el quinto elemento o quintaesencia con sus movimientos circulares. La misma separación en ámbitos constituyó la solución característica del pensamiento medieval cristiano a la cuestión de las relaciones entre razón y fe. Pero quizás el ejemplo más paradigmático de construcción de un sistema filosófico por aplicación reiterada y sistemática del principio de separación en ámbitos o bajo condiciones lo encontramos en Kant, cuya filosofía crítica incide una y otra vez en el mismo tipo de respuestas a los más diversos problemas. Curiosamente al mismo Kant que aplicó una y otra vez un principio clave del ars inveniendi le debemos también haber convencido a la posteridad de que cualquier ars inveniendi debía considerarse imposible.

   Inmediatamente se nos plantean toda una serie de cuestiones sorprendentes: ¿qué filosofía platónica podríamos construir si respondiésemos a sus mismas preguntas aplicando cualquiera de las otras tres versiones del principio de separación? ¿qué aristotelismo surgiría de ellas? ¿qué respuestas alternativas al problema fe-razón conseguiríamos? ¿qué filosofía crítica, diferente a la de Kant, se halla encerrada en sus textos a la espera de que otras versiones del mismo principio utilizado para responderlas acuda en su rescate? En definitiva, ¿qué modos de pensar posibles quedaron sin desarrollar en el pensamiento occidental y a qué hubiesen conducido?

domingo, 28 de febrero de 2021

Dos vacunas.

   Vivimos tiempos muy curiosos, en los que todo el mundo quiere escribir, pero nadie leer; todo el mundo quiere opinar, pero nadie informarse y todo el mundo cree conocer, pero nadie sabe. En estos tiempos tan curiosos los micrófonos vomitan los ocurrendos de cualquiera sobre las vacunas, sin los supuestos periodistas se molesten en consultar a quienes, en principio, más deberían saber sobre el tema, las agencias reguladoras. Los informes sobre la aprobación de estos fármacos se hallan a disposición del público, su lectura no reviste especial dificultad y lo que desvelan, sobre las prácticas de las farmacéuticas, sobre el giro que se ha producido en lo que llamamos “ciencia” desde el siglo pasado, sobre el papel de las agencias reguladoras, sobre el dispositivo farmacológico en el que nos hallamos envueltos y, en definitiva, sobre uno de los rasgos fundamentales de los seres humanos que habitamos este nuevo siglo, resultan diáfanas. Basta comparar los documentos sobre la vacuna de Pfizer y la de AstraZeneca publicados por la Agencia del Medicamento Europea (EMA), para constatar que estas agencias elaboran sus discursos poco más que con un recorta y pega de los informes que les suministran las empresas farmacéuticas. Cuando éstas les entregan bonitas gráficas en color, allá que las pegan. Cuando no lo hacen, ni siquiera se molestan en tabular los datos en una hoja de cálculo para obtenerlas. No debe extrañarnos, pues, que el informe sobre la vacuna de Pfizer rebose de optimismo, pues parece muy claro que esta empresa les ha entregado material tan elaborado que la EMA poco más ha tenido que hacer que ponerle su sello. La razón no debe buscarse en la germánica eficiencia de Pfizer, sino en que ha subcontratado todo el trabajo. Por una módica fracción de la mareante cantidad de millones que le han regalado gobiernos de todo el mundo, han comprado a la baja todo el trabajo teórico y práctico desarrollado en instituciones públicas pagadas con los impuestos de los ciudadanos y se lo han ofrecido a una pléyade de pequeñas empresas que, por el coste mínimo, han desarrollado el producto por partes y han entregado los resultados de los análisis clínicos. Semejante manera de obtener mareantes beneficios antes de que un fármaco se comercialice queda recogida en el informe de la EMA como “ensayos de observador ciego”. Esta práctica, en auge, convierte cualquier ensayo clínico en una caja negra para las agencias reguladoras, los organismos de vigilancia y, en definitiva, cualquiera que desconozca los entresijos entre la empresa que contrata y las contratadas. No debe sorprendernos, pues, que esos informes muestren sistemáticamente tasas de eficacia de la vacuna por encima del 90%, ¿acaso Pfizer habría pagado la cantidad prometida por ellos si mostrasen otra cosa? Sin embargo, de modo inevitable, el enhebrado preciosista de datos allí donde las agencias reguladoras van a mirar, produce extrañas distorsiones donde se espera que nadie lo haga. Cierto que se nos ha aclarado que los sujetos del ensayo pertenecen a grupos de alto riesgo de contraer la COVID-19, pero de los datos del grupo de control (el que recibió un placebo y no la vacuna), se deduce una tasa de infección que casi triplica la media de los países en los que se llevaron a cabo los ensayos. Todavía mejor, los grupos de control muestran tasas de discontinuación que duplican a los grupos a los que se les administró la vacuna (¿a tanta gente disuadió de seguir el ensayo una inyección de suero?) Que incluso en estos informes se muestre que más del 80% de los sujetos sufrieron dolor en el brazo, más de un 60% cansancio, más de un 50% dolor de cabeza, que hubo cuatro casos de parálisis facial y dos muertes da una idea de lo que va a ocurrir: todos los sujetos vacunados con la segunda dosis recibirán uno o varios de estos “regalitos” de parte de Pfizer.

   Pese a que casi le han enviado su informe redactado, la EMA no evita reseñar el empleo en la vacuna de Pfizer de sustancias cuya toxicidad a medio y largo plazo se desconoce, las innumerables dificultades implícitas en la distribución y el suministro de esta vacuna y, sobre todo, las significativas diferencias entre el producto utilizado para los ensayos y el que efectivamente se puede fabricar a una escala como para suplir la demanda generada, algo que puede recortar drásticamente su supuesta efectividad. Pero incluso en esas líneas, moderadamente incisivas, se reconoce una diferencia de tono con lo que refleja el informe dedicado a la vacuna de AstraZeneca. 

   ¿Se acuerdan de la polémica acerca de si la homeopatía superaba o no los experimentos de doble ciego, esos que garantizan la "cientificidad" de las pruebas? Pues bien, esta vacuna se ha sometido a ensayos clínicos de “simple ciego”, lo cual significa que quien la administraba sabía lo que iba en la jeringuilla pero que quien lo recibía, no. Al inevitable sesgo que este género de ensayos provoca hay que añadir que los sujetos de estudio “en su mayoría”, pertenecían al personal sanitario. No tienen más que imaginar la situación, un ATS le inyecta “algo” a un colega suyo, ¿y no le dice si le ha inyectado la vacuna o suero? A partir de aquí no debe extrañarnos nada de lo que viene a continuación. En lugar de ensayos de fase I (para determinar la dosis), II (para establecer la toxicidad) y III (para determinar la eficacia), AstraZeneca los realizó todos a la vez, con lo que prácticamente a ningún grupo se le administró la misma cantidad de vacuna con los mismos intervalos de tiempo ni se recogieron los resultados del mismo modo. Después, ese galimatías de datos se agrupó como a AstraZeneca le pareció más conveniente, estrategia esta que la EMA defiende en su informe con la tenacidad con que protege siempre a la industria, sin que ni ella misma pueda evitar constatar inconsistencias en numerosos puntos. Pese a toda esta ingeniería de datos, AstraZeneca no logra justificar más que una eficacia entre el 57% y el 62% y un mínimo de 82 sujetos infectados después que se les administrara la segunda dosis de la vacuna. La farmacéutica (y la EMA, por supuesto), se aferran, sin embargo, al hecho de que ninguno de ellos requirió hospitalización, frente a los 14 sujetos infectados en el grupo de control que requirieron hospitalización, uno de los cuales falleció. En cuanto a los efectos secundarios, 62% de los sujetos reportaron cansancio, 57% dolor de cabeza, 48% dolor muscular, 44% malestar general y 10% fiebre. Dicho de otro modo, todos y cada uno de quienes reciban esta vacuna tendrán tres o más de estos síntomas. Los redactores del informe no se molestan en disimular que difícilmente se hubiese aprobado una vacuna con estos rendimientos de hallarnos en una situación diferente de la que nos encontramos. Tampoco Pfizer ni AstraZeneca se hubiesen interesado por una vacuna caso de hallarnos en una situación diferente.

domingo, 21 de febrero de 2021

La ciencia de la creatividad (6. Matriz de contradicciones)

   La matriz de contradicciones constituye, sin duda, el protocolo más conocido de TRIZ. Consta de una lista de 39 parámetros en su eje vertical y los mismos 39 parámetros en su eje horizontal. Típicamente se leen los parámetros dispuestos en columna como todo aquello que se quiere mejorar en un sistema técnico y los dispuestos en fila como todo aquello que empeorará como consecuencia de ese intento de mejoría. La lista de parámetros incluye: peso de un objeto en movimiento, peso de un objeto en reposo, longitud de un objeto en movimiento, longitud de un objeto en reposo, área de un objeto en movimiento, área de un objeto en reposo, volumen de un objeto en movimiento, volumen de un objeto en reposo, velocidad, fuerza, tensión/presión, forma, estabilidad, resistencia, durabilidad de un objeto en movimiento, durabilidad de un objeto en reposo, temperatura, brillo, energía de un objeto en movimiento, energía de un objeto en reposo, potencia, pérdida de energía, pérdida de sustancia, pérdida de información, pérdida de tiempo, cantidad de sustancia, fiabilidad, precisión de medida, precisión de manufactura, factores perjudiciales actuando en un objeto, efectos secundarios dañinos, manufacturabilidad, conveniencia de uso, reparabilidad, adaptabilidad, complejidad de un mecanismo, complejidad de control, nivel de automatización y productividad. Altshuller mismo y todos sus discípulos recomiendan no entender estas características en sentido estricto, sino adaptarlas a nuestro problema. De este modo podemos recordar en qué contextos se utiliza in fire en inglés y entender el aumento de visitas a nuestro sitio web como el parámetro 17, “temperatura”, o podemos leer el parámetro 22, “pérdida de energía”, como pérdida de dinero, o el aumento del área de un objeto en reposo (parámetro 6) como el aumento de conocimiento o el ser como fuerza (parámetro 10), etc. La casilla en la que se cruza la fila correspondiente al parámetro que pretendemos mejorar con la columna correspondiente al parámetro que empeora cuando lo intentamos, responde a la pregunta ¿“cómo mejorar x sin hacer y peor?” e incluye una serie de números, que hacen referencia a los 40 principios inventivos. Estos 40 principios constituyen el motor inventivo de TRIZ. En efecto, hallaremos la solución que buscábamos aplicando a nuestro caso concreto los principios generales sugeridos por la matriz de contradicciones.


   La tabla se pensó como un mural a colocar en los talleres, con la matriz, la lista de los principios y sus explicaciones. El modelo se aviene mal con el tamaño de nuestras pantallas actuales. Afortunadamente hoy día esta matriz existe en multitud de versiones, incluyendo documentos en formato imagen, hojas de cálculo, webs y aplicaciones, tanto gratuitas (incluyendo las adaptadas a la gestión de calidad o al marketing) como de pago. Personalmente siento debilidad por “TRIZ crossover QMS”. Además de fácil instalación en cualquier dispositivo Android, nunca me ha saltado publicidad con ella y ofrece un rango de explicaciones más amplio. Voy a añadir algunas explicaciones sobre cómo funciona, aunque el resto de aplicaciones y páginas webs no difieren demasiado de ella.

   Una vez instalada la aplicación, pulsamos “Start” en la pantalla de inicio.


   Harán bien en repasar todas las posibilidades que se les ofrecen en la pantalla siguiente, pero, de momento, vamos a conformarnos con seleccionar “39x39 Contradiction Matrix”. 



   Ya podemos observar una lista de los 40 principios inventivos. 


   Pulsando en la primera pestaña nos aparecerá la lista de 39 parámetros que se pueden mejorar. 



   Elegimos el parámetro a mejorar en la primera pestaña y en la segunda pestaña el que empeora. 


   Tras pulsar este parámetro, inmediatamente podemos ver una serie de principios coloreados en verde. La intensidad del color hace referencia a la pertinencia del principio en lo que se refiere a la ingeniería, para otras aplicaciones el resalte no resulta orientativo. 


   Pulsando sobre uno de ellos nos aparece el enunciado general del principio.


   Y, a su vez, pulsando sobre esta pantalla, aparecen explicaciones más detalladas que suponen la soluciones propuestas por TRIZ al problema tal y como lo hemos planteado.

   Sólo queda que apliquemos estas explicaciones generales a nuestro problema concreto.

   Recuerde, hablamos de ciencia de la creatividad, así que no tiene que creer que nada de lo que acabo de explicar le vaya a ayudar a Ud. a solucionar de un modo creativo sus problemas. Simplemente, pruebe y ya me cuenta.

domingo, 14 de febrero de 2021

La noche de los cocodrilos.

   La isla de Ramree está situada en las costas de Birmania, el país ese en el que un ejército habituado a las violaciones de todo tipo ha llegado a la conclusión de que diez años de experimento democrático ya son demasiados y ha dado un nuevo golpe de estado. Con un área de unos 1350 Km2, los principales núcleos poblacionales son la ciudad que da el nombre a la isla y Kyaukpyu, con puerto, aeropuerto y punto de partida de un a modo de carretera que conecta con el territorio continental pasando a través de los manglares que recorren el centro de la isla. Propiamente no se trata de un territorio selvático, pero sí de una zona de abundante arboleda adaptada a tierras y aguas salobres. A finales de 1944, conforme se internaban en Birmania y se alejaban de sus bases en la India, los ingleses comenzaron a necesitar aeropuertos avanzados que les permitieran avituallarse y atacar las posiciones japonesas. Kyaukpyu apareció entonces como un objetivo apetecible y contra ella lanzaron la “Operación Matador” en enero de 1945. La llegada de informes que señalaban el movimiento de unidades de artillería japonesas a la costa, hizo preceder el ataque anfibio del 21 de enero con un fuerte bombardeo desde mar y aire. En cualquier caso, siguiendo su estrategia habitual, los japoneses no pusieron muchos obstáculos para el desembarco de tropas, replegándose a posiciones defensivas en el interior. Hacia el 7 de febrero, el ejército británico, que comprendía unidades indias, canadienses y sudafricanas, había conseguido envolver las posiciones japonesas dejándoles como única salida la retirada hacia el este, hacia el territorio continental. Lo que pudiera entenderse como una batalla con líneas definidas, había terminado y todo se convirtió en una operación de limpieza por parte británica y en una, como siempre, feroz resistencia japonesa en forma de guerra de guerrillas. El 11 de febrero, las tropas japonesas asentadas en territorio continental lanzaron un ataque en un intento de abrir una vía de comunicación con sus tropas en retirada. El ataque fracasó y el 17 de febrero los británicos habían completado el cerco en torno a ellas.

   Con todo lo que pudiera entenderse por “vía de comunicación” a merced de las tropas británicas, unos 900 soldados japoneses se internaron en los manglares, muchas veces cubiertos por el barro hasta más arriba de la cintura, sin agua, atosigados por mosquitos transmisores de enfermedades tropicales, rodeados de serpientes extremadamente venenosas y de no menos venenosos escorpiones, mientras se acercaban poco a poco hacia los  territorios de un enemigo aún peor: los cocodrilos. Aquí tenemos que hacer un alto para entender a qué nos referimos con “cocodrilos”. Por mucho que en el Norte de Australia se los llame “alligator”, el saurio endémico de esa zona del mundo es el Crocodylus porosus, más conocido como cocodrilo poroso, cocodrilo de agua salada o cocodrilo de estuario. Se trata del cocodrilo (y del reptil) más grande de cuantos existen. Los machos superan con facilidad los seis metros y se han avistado ejemplares de unos 8 metros y un peso estimado de dos toneladas. Sin embargo, son extremadamente rápidos tanto en agua como en tierra, además de expertos nadadores, hasta el punto de que se los puede ver en mar abierto, por lo general, buscando presas o territorios más ricos en las mismas. Sus mandíbulas, con 66 dientes, son capaces de ejercer una presión equivalente a 1770 Kg lo cual convierte su mordida en la más poderosa existente, hasta el punto de que es capaz de destrozar el cráneo de un humano adulto sin mucha dificultad. De hecho, hablamos de uno de los pocos depredadores que existen que caza seres humanos. Frente a los búfalos indios con los que suele enfrentarse, la resistencia que ofrecemos nosotros debe parecerle anecdótica. En realidad es un voraz depredador que varía la técnica para matar a sus presas en función del tamaño de las mismas y que no duda en actuar como carroñeros, devorar ejemplares jóvenes de su propia especie, comer peces y mariscos y hasta atacar tiburones cuando la comida en tierra escasea. Únicamente los tigres se atreven con ellos cuando se encuentran con ejemplares de menos de cuatro metros en aguas poco profundas.

   El naturalista canadiense Bruce S. Wright, presente como integrante de las tropas británicas en la isla, contó en Wildlife Sketches Near and Far, de 1962, que en la noche del 19 de febrero de 1945, el silencio nocturno de los manglares se vio roto por gritos de pánico de los soldados japoneses y numerosos chapoteos en el barro. Con las primeras luces del día y la bajamar, los buitres dieron cuenta de decenas de cadáveres. De hecho, de los casi mil efectivos que se habían internado en los manglares, los británicos sólo acabaron capturando una veintena. El resto habría caído presa de los cocodrilos en lo que el libro Guinness de los récords califica como “la peor matanza de seres humanos por parte de animales” de la historia. La descripción de Wright generó rápidamente una polémica sobre su veracidad.  La “Burma Star Association”, formada por antiguos combatientes de las operaciones en Birmania, no dudaron en confirmar su versión. Otros encontraban poco creíble que en Ramree pudiera haber cocodrilos suficientes como para acabar con mil soldados. Algunas versiones afirman que entre 500 y 700 pudieron haber burlado el cerco británico, pero lo cierto es que no volvió a haber rastro de ellos después de aquella noche, hasta el punto de que el día 22 de febrero se dieron por concluidas las operaciones en Ramree. En 2001, un artículo basado en entrevistas con habitantes de la isla, ponía en duda las palabras de Wright y su propia presencia en primera línea de los acontecimientos, a la vez que certificaba que un pelotón de entre 10 y 15 japoneses murieron atacados por los cocodrilos en aquellas fechas. Los hechos resultaron imposibles de contrastar con los testimonios de los soldados japoneses. Deshidratados, enfermos, todos ellos presentaban lo que los informes militares británicos calificaban de “deficiencias psicológicas”.

   De los cocodrilos de Ramree, poco queda ya. La aparición del libro de Wright coincidió con la época en que comenzó su caza sistemática y después de los años 80 del siglo pasado, apenas si se los avista ocasionalmente en la isla, lo cual no impide que alguna publicación siga incluyendo a Ramree entre las “islas más peligrosas del mundo”.

domingo, 7 de febrero de 2021

La ciencia de la creatividad (5. Prolegómenos a TRIZ).

   Según Altshuller, únicamente podemos hablar de problemas inventivos si hemos de enfrentarnos a una contradicción. Típicamente se distinguen en TRIZ tres tipos de contradicciones: administrativas, técnicas y físicas. Una contradicción administrativa consiste en detectar el abismo que hay entre las necesidades existentes y las habilidades y los recursos a nuestra disposición. Toda contradicción administrativa revela la existencia en su seno de una contradicción técnica. Las contradicciones técnicas se caracterizan porque existe un parámetro, digamos potencia, cuya mejora conlleva, aparentemente, el empeoramiento de otro, digamos el peso. Si un ingeniero quiere dotar de mayor potencia a un motor, con toda seguridad su primer intento consistirá en aumentar su tamaño, con el consiguiente sobrepeso, lo cual hará que se necesite una mayor potencia para moverlo y una vuelta a la situación original en un círculo sin aparente salida, pero que, con las herramientas típicas de la ingeniería, permitirá una sucesión de mejoras relativas. Existen varios protocolos en TRIZ para solucionar las contradicciones técnicas, de los cuales hablaremos más adelante. Sin embargo, de acuerdo con los textos de Altshuller, una contradicción técnica siempre lleva en su interior una contradicción física y aquí ya no hablamos de algo que mejore y algo que empeore, sino de una situación en la que queremos, a la vez, A y no-A. Las soluciones verdaderamente inventivas provienen de solucionar los problemas a este nivel, porque suponen un salto cualitativo respecto de la evolución que ha habido hasta ese momento. Antes de que sigamos adelante, merece la pena que nos paremos a analizar con mayor profundidad lo que llevamos dicho.

   En primer lugar, por supuesto, el concepto de contradicción. Su uso en Altshuller goza de exquisita ambigüedad. Siempre que no se refiere a contradicciones físicas, resulta indistinguible de “conflicto” y, en sentido estricto, las contradicciones físicas más bien merecerían el calificativo de “lógicas”. De hecho, tras el abandono de la matriz de contradicciones, este segundo sentido se ve fagocitado por el primero, a la vez que el propio término “contradicción” pierde su omnipresencia en los escritos de Altshuller para aparecer únicamente cuando se describe lo que debe considerarse un problema inventivo.

   En segundo lugar, debe quedar claro que hay tres tipos de consideraciones habituales que acaban de quedar excluidas de lo que intenta hacer TRIZ: el ensayo y error, la optimización y el compromiso. El ensayo y error, el modelo típico de aprendizaje del empirismo y/o conductismo, el que hizo de Edison un mito capaz de probar 30.000 materiales hasta encontrar el que podría servir de filamento en sus bombillas, constituye para Altshuller el paradigma de lo que significa perder el tiempo y ralentizar el progreso humano. Como dijimos, TRIZ se propone llevarnos exactamente a un espacio acotado donde se halla nuestra solución. Si hay que hacer más de media docena de intentos para encontrar el modo en que podemos aplicar la solución que nos ha propuesto, debemos pensar que hemos planteado mal las cosas y volver al principio. A Edison, Altshuller lo cita reiteradamente como ejemplo de lo que no hay que hacer. Sólo debemos dedicarnos a besar sapos si utilizamos la excusa de que uno acabará convirtiéndose en príncipe para ocultar nuestra debilidad por el sabor de los sapos. Tampoco se trata de conseguir que un sistema funcione mejor de lo que lo hace, ni se trata de conseguir el justo término entre dos contrarios sacrificando algo por un lado y algo por otro. A diferencia de la síntesis dialéctica, TRIZ no intenta encontrar una amalgama útil de los términos en contradicción que obligaría al desarrollo del sistema porque la contradicción, lejos de eliminarse, sigue presente. La contradicción, como tal, desaparecerá y desaparecerá pese a que nos quedaremos con el máximo de los dos términos en conflicto, consiguiendo así no el motor que nos otorga el máximo de potencia aumentando el peso dentro de los límites tolerables, sino el motor que nos entregará la mayor potencia imaginable sin aumentar ni un gramo su peso. Cualquier compromiso, señala Altshuller, no hace sino trasladar los problemas, sin resolverlos, al futuro.

   Por supuesto, en tercer lugar, TRIZ ha tenido una extensísima aplicación en el mundo de la ingeniería. De ella nació y en ella ha demostrado todas sus potencialidades. Si sus principios constitutivos se hubiesen originado en el estudio de 200.000 patentes, de 400.000 patentes, siempre se podría pensar que hablamos de un instrumento basado en el modo en que los ingenieros se enfrentan con su práctica cotidiana. Pero si sus principios resultan adecuados para explicar cuatro o cinco millones de patentes de todo el mundo y de todos los campos patentables, como se ha demostrado posteriormente, entonces ya no podemos fingir que nos enfrentamos al modo en que los ingenieros tratan de resolver problemas. Altshuller insiste una y otra vez en que TRIZ nos ha desvelado el modo en que los seres humanos resuelven problemas, de ingeniería, de marketing, de gestión de empresas, de educación, de la vida cotidiana... Con toda seguridad, Ud. querida lectora, querido lector, tiene problemas únicos, que ningún otro ser humano ha tenido jamás, seguro que trabaja en un campo profesional muy peculiar, con características únicas, que hace inservible cualquier procedimiento general. Pero, ¿a cuántos de sus problemas personales o profesionales se aplican estas afirmaciones? ¿A todos? ¿seguro que no tiene ningún problema que ya han tenido cientos de seres humanos con anterioridad? ¿que no se enfrenta a contradicciones que ya se han resuelto en otros campos del saber, en otros países, en otras vidas? Desde luego, sólo hay una persona en el mundo llamada Tajay Gayle que en el año 2019 lograra una marca de 8,95 metros en salto de longitud. No hay nada que TRIZ pueda aportarle en este sentido. Pero, si Gayle quisiera acercarse al récord mundial de salto de longitud, ¿no se enfrentaría al mismo problema que nuestro ingeniero, que quería fabricar un motor más potente que no pesase más? De hecho, ¿nunca ha tenido el problema inverso, conseguir bajar unos kilos sin quedarse como sin fuerzas, sin energía? A esto, precisamente, se le llama el “prisma TRIZ”: buscar una formulación general para nuestro problema y lograr entonces su encaje con uno de los modelos de problema reconocido por alguno de sus protocolos. De un modo inmediato, TRIZ nos conducirá a una de las soluciones generales que a lo largo de las décadas, inventores de todo tipo han dado a ese problema de carácter general. Todo cuando tendremos que hacer entonces consistirá en adaptar esa solución general a nuestra situación concreta y nuestro problema habrá desaparecido.