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domingo, 26 de enero de 2014

Los problemas del sistema educativo

   Hay abierto en España un amargo debate sobre la situación del sistema educativo, la necesidad de (otra) reforma y el papel de la filosofía en ella. No he querido entrar demasiado en el tema para que no se piense que defiendo intereses individuales más que generales. Por ello, en lugar de argumentar, me voy a conformar con transcribir las palabras de otro. Se trata de una versión (un poco libre) de la reseña aparecida en cierto medio de comunicación sobre la charla dada por un destacado intelectual y profesor de filosofía. Después de transcribirla, vamos a efectuar algunas preguntas. Creo que clarifican muchas cosas.

   “Nuestro sistema educativo no tiene futuro”
   El Doctor en Filosofía J. I. afirmó en una reciente ponencia que la práctica educativa lleva a muchos estudiantes a atiborrarse de contenidos y no desarrolla un pensamiento crítico acerca del futuro. El Dr. J. I. saca estas conclusiones de un trabajo de supervisión en las escuelas en el que los estudiantes fallaban  a la hora de exponer los fundamentos de las cuestiones, pero aprobaban sin problemas los ejercicios de clase.
   El sistema educativo no está pensado para crear mentes innovadores y creativas que coloquen a los individuos en posición de convertirse en emprendedores. Por contra, crea actitudes de dependencia, especialmente, una tendencia inevitable hacia el funcionariado. Si el gobierno no altera esta tendencia, encarará enormes dificultades, pues el actual sistema educativo es incapaz de proveer a los jóvenes no ya de los conocimientos, sino de las actitudes correctas ante la vida, para lo cual, por otra parte, es imprescindible el conocimiento filosófico. La enseñanza de la filosofía debe empezar cuanto antes en la vida de los escolares, siendo lo ideal que se produzca en casa o, a lo sumo, en la tierna infancia, con objeto de dar perspectivas a los niños que les permitan forjarse una ideal de vida adecuado. En cualquier caso, especificó el Dr. J. I. los padres deben ser estrictos con la educación y la actitud ante la formación. Los niños no pueden desarrollar un pensamiento crítico sin manejar un lenguaje particular, asevera el Dr. J. I. Además, el desempleo, la corrupción y diversas formas de sabotaje económico afectan negativamente a la posibilidad de que las personas efectúen cambios a mejor en sus vida.

   Hasta aquí la reseña, ahora las preguntas. La primera es, por supuesto, ¿de qué país está hablando el Dr. J. I.? 
   ¿Tiene ya su respuesta? Bien, el Dr. J. I. no es otro que el Dr. Jason Ishengoma, de la Unidad de Filosofía de la Universidad de Dar es Salaam en Tanzania. Es de su sistema educativo, es decir, del sistema educativo tanzano del que está hablando. Puede encontrar el artículo completo aquí. La segunda y tercera preguntas son: ¿pensó Ud. que estaba hablando de España?  ¿por qué? La última pregunta sería: ¿Acaso es que el sistema educativo español tiene los mismos problemas que el de Tanzania? Ahora ya puede hacerse una idea de dónde estamos y hacia dónde vamos.

domingo, 16 de septiembre de 2012

El curso ha empezado con normalidad

   Hay un colegio cuya fachada está protegida por una malla, pero la autoridad educativa asegura que no hay peligro de que caigan cascotes demasiado grandes.
   Hay un colegio, inaugurado hace cinco años, que imparte clases en el comedor y en la sala de profesores y que el curso que viene ya no podrá acoger más alumnos porque no tiene sitio.
   Hay un centro de secundaria en el que se invirtieron varios miles de euros para dotarlo de una red wi-fi. Hace dos años una avería impidió su funcionamiento en uno de los edificios. Está en una lista de espera de la empresa encargada de las reparaciones y ahí sigue. En el otro edificio, cuando todos los ordenadores que existen en él se conectan, la red wi-fi se cae. No tiene capacidad para absorber ese tráfico. Este centro tiene más suerte que otros en los que, cuando se encienden todos los ordenadores, lo que se cae es su anticuada instalación eléctrica. Han llegado a un acuerdo para que la mitad de las aulas enciendan los ordenadores los días pares y la otra mitad los días impares. No obstante, se acusa a los profesores de luditas, de negarse a utilizar las nuevas tecnologías y no querer desarrollar contenidos multimedia para impartir sus clases, contenidos multimedia de los que, por lo demás, la Junta de Andalucía se apropia, negándose a reconocerles derechos de autor a los profesores.
   Hay un centro en el que ciento cuarenta y tantos alumnos de segundo de bachillerato van ser repartidos en cuatro cursos. Para disminuir la ratio, la única solución otorgada por la autoridad educativa era eliminar un curso de primero de bachillerato. No era factible. La ratio en primero de bachillerato es de 37 alumnos por clase. En uno de ellos, será integrada una alumna con necesidades educativas especiales. La ley dice que no puede tener más de 24 compañeros. La autoridad educativa va a obligar al centro a incumplir la ley. Es lo habitual.
   Los centros educativos andaluces han sido obligados a instalar pizarras digitales al precio de 3.000 € la unidad. Ningún centro las solicitó. Con un proyector y una pizarra táctil se puede conseguir algo igualmente operativo. El precio total de esta instalación ronda los 700 €. 2.300 € de sobrecoste por aula han salido de lar arcas públicas para acabar en cuentas privadas sin necesidad alguna y en plena época de recortes.
   Los directores medianamente inteligentes se han negado a que las pizarras tradicionales abandonen las aulas. La utilización de las nuevas tecnologías exige que haya que esperar el encendido de un ordenador y la inicialización de una pizarra digital para escribir un nombre que los alumnos no entienden. Simplemente, no es funcional. Ahora bien, no todas las aulas son lo suficientemente grandes como para que ambas pizarras quepan una al lado de la otra. En la mayoría, cada pizarra ocupa una pared. Como la mesa del profesor debe estar en las inmediaciones de la pizarra digital, pues en ella se instala el ordenador que la controla, los alumnos tienen que cambiar la dirección de sus sillas y/o pupitres cada vez que el profesor necesita escribir algo en la otra pizarra. Las nuevas tecnologías han conseguido que las pizarras tradicionales tampoco sean ya funcionales.
   Gracias a los recortes y al aumento de horas lectivas, los profesores de filosofía van a impartir música; los de geografía e historia, educación física; y los de francés, latín. El ilustrísimo, aunque más valdría decir, el ilustrativo (de lo que es el actual gobierno) Sr. Wert, quiere convertir este desaguisado en norma. Un proyecto de ley obligará a los profesores "de letras" a dar lengua y a los profesores de "ciencia" a dar matemáticas. Los habrá implicados que intentarán asumir el reto con dignidad. Los habrá tan desmoralizados que no llegarán ni a eso. Ni unos ni otros tendrán el entusiasmo mínimo que exige esta profesión para que las cosas salgan bien. Los economistas neoliberales aplaudirán el ahorro. Socialmente es el mayor despilfarro de la historia. Todos los millones gastados en formar especialistas se tira a la basura por el ocurrendo de un ministro, como si ese dinero hubiese crecido en los árboles.
   Este curso comienza un nuevo modelo educativo. Hasta ahora, se podía elegir entre educación pública y educación privada. Dada la red de centros privados que existe fuera de Madrid y Barcelona, la elección, en realidad, era entre educación pública y educación para élites económicas. Con mucha dedicación, algunas artimañas y un poco de suerte, una familia trabajadora podía conseguir para sus hijos una educación pública bastante aceptable. A partir de ahora, la educación pública ofrecerá, exclusivamente, el gran encierro de los adolescentes, sin otra finalidad que el control social y el adocenamiento. No se trata de un logro del Sr. Wert. El sólo ha culminado un intento que comenzó hace unos treinta años. Por ello, la única conclusión posible es que el curso ha empezado con normalidad.

domingo, 22 de julio de 2012

Todo es mentira

   Hacia principios de los años treinta la radio era un lujo que sólo una pequeña parte de la población alemana se podía permitir. La emisoras estaban en manos de las autoridades de cada uno de los Estados federales y la variabilidad de sus consignas hacían de ellas un modo más de generar confusión en los confusos estertores de la República de Weimar. Erich Scholz, por entonces ya muy cercano al nazismo, fue quien puso orden en aquel descontrol desde su puesto de "Comisario para la Radio del Ministerio del Interior". Scholz se aseguró de uniformizar las líneas editoriales, el formato y la programación misma de las diferentes emisoras, hasta hacer de ellas una voz única. Para Scholz, la radio alemana debía de estar al servicio "del pueblo alemán" y excluir todo lo que fuese en contra de los intereses "del pueblo". Scholz dimitió de su cargo el 22 de noviembre de 1932, unos cuarenta días antes de que Hitler fuese nombrado Canciller. Hitler y Goebbles no "se dieron cuenta" de las potencialidades de la radio una vez llegados al poder, el ascenso del totalitarismo y la desaparición de la pluralidad en la radio corrieron paralelos, hasta el punto de que cabe preguntar si hubiese ocurrido lo primero de no haberle allanado el terreno lo segundo.
   Hasta entonces, escuchar la radio era un acto social. Dado el coste de los aparatos, grupos de conocidos o amigos se reunían en torno a él y debatían el contenido de las noticias. Lo que hicieron Hitler y Goebbles fue encargarle a Otto Griessing la fabricación de un modelo barato, muy barato, de modo que cada hogar alemán se lo pudiera permitir. Se trataba de conseguir que la voz de Hitler, hablase personalmente a cada alemán, eliminando cualquier posibilidad de discutir el mensaje transmitido. No obstante, como acabo de decir, Erich Scholz realizó su fecunda labor bajo un gobierno no dictatorial(1). Existen multitud de métodos para lograr la unificación de mensajes de un modo mucho más sutil, aunque no menos peligroso, que las drásticas amenazas nazis. Uno de los más fáciles se llama "reducción de costes" y consiste en subcontratar el suministro de informaciones con alguna de las agencias de noticias al uso. De este modo, lo que el oyente entiende que es un contraste de fuentes por oír la noticia en dos emisoras de signo político contrapuestos, se trata, simplemente, de la repetición de una y la misma fuente. Pongamos ahora esta situación en contexto. Hoy día la radio no se escucha habitualmente en la intimidad del hogar y, mucho menos, prestándole nuestra atención plena como en época de los nazis. Se escucha mientras se conduce, se trabaja manualmente o se hace ejercicio, actividades todas ellas que exigen una parte de nuestra atención, mientras que la otra va absorbiendo la información de trasfondo con bastante poca capacidad crítica. Por tanto, aunque el porcentaje de población al que se alcanza se ha reducido, el poder intonxicador de la radio permanece intacto. Comprobarlo es simple, preste atención a lo que dice cualquier grupo de ciudadanos "bien informados", con independencia de que sean abogados, médicos, albañiles o barrenderos. Si han acudido a sus puestos de trabajo con la radio puesta, podrá observar en ellos la más sorprendente uniformidad en la consideración de cuáles son los "hechos" y de qué es "lo importante" de ellos. Apenas entorne un poco los ojos, hasta podrá oír las expresiones del comentarista radiofónico que habla por sus bocas.
   La demostración última de que nadie en su sano juicio puede dudar de que esos son los "hechos", de que eso es lo "importante", lo da el que otro medio (al cabo, de nuevo, la misma fuente), viene a confirmarlo y de ese otro medio no se puede dudar pues en él "vemos" lo que ocurre, la televisión. Es verdaderamente irónico que hoy día, que todos tenemos en nuestro ordenador un eficiente programa para manipular imágenes, llamado Photoshop, sigamos creyendo en la fidelidad de las imágenes que proyecta nuestra pantalla de televisor. Cualquier estudio que consulte le dirá que la televisión es el mejor medio para mentir.
   Cuento todo esto a propósito de la situación actual. Puede entrar Ud. en cualquier bar, participar en cualquier reunión, acudir a cualquier cena y oirá hablar de la prima de riesgo como si, efectivamente, fuese la prima de todos los presentes. Un borrachín de taberna cualquiera, es capaz hoy en día de disertar acerca de las implicaciones de que la deuda pública tenga un tipo de interés cercano al 7% en el mercado secundario. Y, por supuesto, por encima de todo, hasta los niños de parvulario saben que estamos en crisis. Que esté tan claro, que todo se pueda explicar de un modo tan simple, que todo sea tan obvio, lejos de ser una prueba de que estamos ante hechos "objetivos", muestra que estamos ante una buena campaña publicitaria. Los síntomas se acumulan.
   El sistema educativo conocido como "Ley del 70" fue sustituido, sin evaluar sus ventajas o desventajas, por una ley orgánica conocida como LOGSE. La LOGSE fue seguida por la LOSE a la que sucedió la LOE, la cual, a su vez, ha sido modificada en múltiples ocasiones. Todos estos cambios han tenido una dirección nítida, el sistema educativo español es cada vez peor, como lo demuestran hasta las evaluaciones más proclives al mismo. ¿Casualidad? ¿Lleva la educación española treinta años en manos de tontos?
   Nuestro queridísimo y amadísimo Sr. ex-Presidente del Gobierno, el Zapatitos, ejecutó un drástico recorte del sueldo de los funcionarios para ajustar el gasto público. La reducción del poder adquisitivo de los funcionarios generó una contracción de la economía y, con ello, hizo imposible alcanzar el objetivo de reducir el déficit público porque el Estado no recaudaba lo suficiente. Para solucionarlo, el gobierno de D. Naniano Rajoy ordenó a las autonomías un recorte en el gasto del sueldo de sus funcionarios que ha generado una nueva contracción de la economía, volviendo a hacer imposible alcanzar los objetivos marcados. Para solucionarlo, se acaban de aprobar nuevas medidas que implican nuevos recortes en el sueldo de los funcionarios y un aumento del IVA, cuya única consecuencia posible es la congelación total de la economía española y condenarnos al rescate o la bancarrota.
   Dado que estamos en crisis, las empresas tienen que despedir tantos trabajadores como puedan para reducir costes, aumentando la jornada laboral de los que quedan. Cuantos más trabajadores despidan y mayor la jornada laboral de quienes queden, menos consumidores potenciales tienen, con lo que menos demanda habrá en el mercado y menos ventas, lo cual sólo puede conducir a despedir a todos los trabajadores y cerrar la empresa.
   Si alguien tropieza en una piedra y se cae, es humano. Si tropieza dos veces en la misma piedra, es tonto. Si tropieza tres... es que tiene un plan.
   Para empezar, como ya he dicho, no hay ninguna crisis. Quien hable de crisis miente y, lo que es peor, miente porque tiene un motivo para ello, porque trabaja para quienes hacen todo lo posible por ocultar los hechos. El capitalismo no está en crisis y, mucho menos, es Europa la que está en crisis. De lo que se trata es, simplemente, de que a los ciudadanos de a pie nos han dado el timo de la estampita y ahora pretenden que nos conformemos con los recortes de periódico en lugar de nuestro ahorros. Nos han timado. Nos han timado diciéndonos que no había ningún motivo para endeudarnos más allá de nuestras posibilidades, nos han timado diciéndonos que nuestros pisos valían un precio irreal, nos han timado con escandalosas hipotecas que escapaban al más simple criterio del sentido común, nos han timado diciéndonos que podíamos confiar en las Cajas de Ahorro y nos siguen timando al pretender que paguemos (por partida doble) a los bancos. Por tanto, reducir sueldos, reducir empleo, reducir salarios, reducir la calidad de la educación, reducir el tamaño del Estado, no es la forma de salir de esta crisis, porque no hay tal crisis. Todo es un plan preconcebido para hacernos creer que los timadores son, en realidad, nuestros amigos y que nos están protegiendo, cuando lo que realmente están haciendo es volvernos más tontos, más pobres y más indefensos.


   (1) Sobre la relación entre el nazismo y la radio, pueden consultar este magnífico post del blog Cabovolo.

domingo, 22 de abril de 2012

La eficiencia del Sr. Wert

   Como ya expliqué, este gobierno ha tenido la fortuna de contar con más de seis meses para conocer a fondo la situación, elaborar comisiones que estudien los despilfarros de cada departamento y elaborar medidas que no sólo ahorren, sino que preparen para un futuro mejor. En lugar se ello, se han dedicado a pensar en los coches y casas que se van a comprar con sus nuevos sueldos y las medidas de ajuste se han elaborado durante los últimos quince días, sin la menor intención de hacer algo diferente de lo que tuvieron que hacer los griegos deprisa y corriendo. El prototipo es el Sr. Wert. Con tanto tiempo dedicado a soltar dislates al primero que quisiera prestarle atención, sigue sin la menor idea de la naturaleza del departamento que dirige. Le han mandado una nota donde dice que debe recortar el diez por ciento y él, en un ratito de lugar que ha tenido después de pensar su chorrada del día, se ha dicho, "si aumentamos la ratio un diez por ciento y las horas de clase que debe impartir un profesor en la misma medida, todo solucionado". ¿Para qué pensarlo un poco más, para qué intentar contrastar los datos con la realidad, para qué molestarse en averiguar el desastre al que abocan estas medidas, si se puede dedicar ese tiempo a hacer poses delante del espejo con la cartera ministerial?
   La mayoría de los centros nuevos y todos los que han sido reformados en los últimos años tienen aulas con una capacidad de 25-27 alumnos/as. Dos razones había para ello, Primero, era lo que establecía la ley y, segundo, de esta manera se ahorraban costes de construcción. Sí, en efecto, durante todos estos años de bonanza se ha actuado con la educación de un modo cicatero hasta lo grotesco. De hecho, los centros en una comunidad tan defensora de la educación pública como Andalucía, vieron mermados sus presupuestos año tras año, hasta algo así como 2.006. A partir de entonces y durante un par de años, se inició un ligero incremento de las partidas. Hacia 2.008 el pago de las mismas se fue retrasando mes a mes. Mejor no hablo de lo que ocurre ahora mismo. Es en este panorama que aparece el Sr. Wert. Así que ya tenemos aulas para 25 alumnos/as que ahora mismo dan cabida a 30 ó 35 alumnos/as. En muchas aulas el profesor no puede pasear entre las bancas de sus alumnos/as porque no hay espacio físico para ello. ¿Cómo meter ahí 38 ó 40 alumnos/as? Existen tres posibilidades. La primera es tirar algunos tabiques entre aulas, lo cual reduciría el número de aulas por centros y exigiría construir nuevos centros. La segunda es equiparlas con pupitres más pequeños, lo cual significa renovar todo el mobiliario escolar. La tercera, la que probablemente se adoptará, es hacer, como ya ha ocurrido en algunas facultades durante el período de bonanza económica, que los últimos alumnos/as en llegar al aula se sienten en el suelo.
   Dice el Sr. Wert que su programa de eficiencia para nada afectará la calidad de la enseñanza. Hombre, yo no digo que un ministro tenga que saberlo todo acerca de su área, pero tampoco creo que deba mostrar tan a las claras su absoluta ignorancia. Cualquier profesional sabe que la primera medida (y, normalmente, la más efectiva) para convertir un curso difícil en un curso en el que se puede dar clase consiste en poner a los alumnos/as en filas separadas. Si eso no funciona uno ya puede amarrarse los machos porque pocas cosas van a funcionar. Pues bien, si esta medida se convierte en impracticable por decreto, un diez por ciento (como poco) de las aulas de este país se van a convertir en ingobernables.
   Si los disparates del ministro se quedasen aquí, la cosa sería gravísima, pero, claro, no basta, hay que empeorarlas. Las bajas del profesorado se cubrirán quince días después de producirse. ¿Por qué quince días? Porque, estadísticamente, las bajas de hasta quince días entre el profesorado son más del 60% de todas las bajas. Esta afirmación equivale a decir que las bajas entre el profesorado no serán cubiertas. Eso sí, los alumnos/as seguirán recibiendo clase con normalidad. Imagino que esto último ocurrirá porque el ministro en persona vendrá a sustituir a los enfermos. Una de dos, o en los departamentos un profesor se queda sin dar clases a la espera de alguien que falte o la falta de un profesor será suplida por un profesor de guardia, esto es, aquel que le toque. Eso significa que un profesor a quien le corresponda sustituir a un compañero tendrá que improvisar una clase sobre pespectiva caballera, la crítica a la metafísica de Nietzsche, ejercicios de integrales o lo que corresponda. Después tendrá que coordinar lo que ha hecho con el siguiente profesor que tiene que entrar a sustituir en ese curso en otra hora y así durante dos semanas. Finalmente vendrá el profesor original o el encargado de sustituirlo, que estará de acuerdo con el esfuerzo que han hecho... o no.
   Tampoco, insiste nuestro sin par inepto, va a afectar a la calidad de la enseñanza el que los profesores tengan que impartir dos horas más de clase. ¿Alguien se ha molestado en hacer las cuentas como es debido? Supongamos un centro en cuyo departamento de Física y Química hay tres profesores, uno de ellos interino. El departamento de Música es unipersonal, con un profesor que imparte sus 18 horas de clase. Finalmente, en el departamento de Lengua hay cinco profesores. Ahora cada uno de estos profesores tiene que impartir dos horas más y el profesor interino no ve renovado su contrato, ¿cómo se reparten las horas? De las 18 horas de clase del profesor interino, 4 se las quedan el resto de miembros de su departamento. Sobran 12 horas. El profesor de música debe impartir dos horas más y, de modo semejante, en el departamento de lengua faltan 10 horas, dos por cada profesor. Las 12 horas de Física y Química se repartirán, por tanto, entre el profesor de Música y los cinco de Lengua. De este modo, tenemos a alguien que ha estudiado piano y a un especialista en literatura hispanoamericana impartiendo teoría electromagnética, mientras el ministro duerme tan feliz pensando lo listo que es.
   ¿Acaso un experto en literatura no está capacitado para dar teoría electromagnética al nivel que se exige en segundo de ESO? Piénselo, ¿se conformaría a que lo operase de corazón un dermatólogo? ¿por qué se conforma con que las asignaturas de nuestros hijos no la impartan especialista en la materia? Muy fácil, porque en este país, la educación no le importa a nadie.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Por una nueva praxis pedagógica

   Decía Freud que los niños se educan no siguiendo el Yo de sus padres, sino su Superyó. Si uno lee la Anatomía del fraude científico de H. F. Judson, el mito de Freud se le cae un poco a los pies. Resulta que las decenas de curaciones por la palabra que Freud aseguraba haber realizado, se reducen a ocho historiales clínicos en los que más parece que Freud indujo una enfermedad en sus "pacientes" que una verdadera curación. No obstante, como todos los charlatanes, Freud era un agudo observador del comportamiento humano. Cuando hablaba de cómo se educan los niños, se refería a que lo hacen siguiendo las normas que sus padres ejecutan de un modo consciente o inconsciente, más que las normas que sus padres dicen que se deben seguir. Esta sería la razón por la cual cuesta tanto trabajo que dejen de gritar y tan poco que aprendan a apagar y encender el televisor. Les decimos, a gritos, que dejen de gritar, con lo que el mensaje se vuelve confuso. Nos ven cotidianamente, con un gesto casi mecánico, encender y apagar el televisor, es un mensaje nítido, sin "ruido" y lo captan a la primera.
   Observar y copiar es algo que la naturaleza ha puesto en nosotros. Se trata de pura supervivencia. Del mismo modo y por los mismos motivos, la naturaleza ha puesto otros tipos de comportamientos en nosotros. Uno de ellos es buscar y procurar la atención de nuestros padres. En nuestra vida civilizada no tiene mucho interés, en la naturaleza salvaje es crucial. El polluelo que atrae la atención de sus padres es el que recibe el gusanito en su pico, el resto pasa hambre. Los niños hacen cualquier cosa para atraer la atención de sus padres, gritan, lloran, rompen cosas o se vuelven tiernos y graciosos. Cuando aprecian una disminución en el grado de atención paterna, recurren a todo tipo de comportamientos extremos para recuperarla: se vuelven agresivos, tartamudean crónicamente o, todavía peor, enferman. He llegado a oír casos de alopecia en niños con síndrome de Down profundo cuando notaban que dejaban de ser el centro de atención.
   Ahora unamos los dos hechos anteriores y veamos qué pasa con la educación en nuestro país. Tenemos un sistema educativo cuyo centro de interés fundamental es evitar el fracaso escolar. Todo está pensado para que los alumnos consigan aprobar de alguna manera y acaben obteniendo un título como sea. Estamos, incluso, dando un paso más, tratamos de que los alumnos no abandonen. El centro de atención son, por tanto, los alumnos con los peores expedientes académicos. Sin embargo, los resultados académicos no dejan de empeorar, cada vez hay más abandono y el fracaso escolar alcanza cotas alarmantes. ¿Por qué? Los pedagogos de turno, es decir, los nombrados a dedo por nuestros políticos, no los que luchan cotidianamante al pie del cañón, insisten en que el problema está en lo que los profesores enseñan y no en lo que los alumnos aprenden y que el centro de todo el proceso educativo son los alumnos, no el profesor. Pues bien, pongámonos en la cabeza de un alumno. Un alumno que procede de un hogar disfuncional (es decir, según las estadísticas psicopedagógicas, uno de esos que conforma el 86% de los hogares españoles), es un alumno que, con toda seguridad, no recibe en casa la atención que él quisiera recibir. Va a un centro educativo y allí no hace nada. Por "nada" quiero decir nada, no lleva el material escolar, no saca el libro en clase, ronca (dormir no es un motivo por el que se le vaya a llamar la atención), etc. Muy pronto sus profesores comenzarán a hablar con él y tratarán de conseguir de él algún compromiso. Probablemente intervendrá el tutor. A poco que se descuide tendrá una charla a solas con el orientador en su despacho. Esfuerzo realizado por el alumno: ninguno. Resultado obtenido: todo el interés que no le dan en casa. ¿Qué piensa el alumno? Muy fácil: "¡guau! ¡qué chollo! Si sigo sin hacer ni el huevo, todo el mundo seguirá prestándome atención". En realidad, una vez alcanzado cierto compromiso con los profesores y "diagnosticado" por el orientador, la atención disminuirá. Así que el alumno tenderá a buscar de nuevo atención. La manera más fácil es llamando a un profesor cualquiera, por ejemplo, "hijo de p." El protocolo que se activa a partir de ese momento es el siguiente. El profesor deberá enviar al delegado de clase a buscar al profesor de guardia, éste lleva al alumno ante un miembro del equipo directivo, el cual, a su vez, lo remite a la biblioteca. Con posterioridad a la clase, el profesor en cuestión llamará a los padres del alumno. A continuación se reúne la comisión de convivencia que, una vez escuchados a los padres, determina el castigo. Mientras todo esto sucede, el alumno sigue acudiendo a clase con normalidad. Dicho de otra manera, con tres palabras, el alumno ha conseguido la atención de una docena de adultos incluyendo ("¡al fin!" pensará él) a sus padres. ¿Cuánto tiempo tardará en repetir su comportamiento?
   Un alumno que no aprueba una asignatura al final del curso debe recibir un informe personalizado, en el que se recojan sus problemas de aprendizaje, los puntos en los que han fallado, el programa de recuperación y el tipo de prueba que se realizará en septiembre. Si aún así el alumno no aprueba (hablando en plata, si hace todo lo posible por impedir que el profesor lo apruebe) la asignatura le quedará pendiente. En este caso, el profesor debe realizar un programa personalizado para ese alumno y un seguimiento puntual del mismo. Piénselo, todos conocemos ese dicho de: "que se hable de ti, aunque sea mal". El mensaje que se está transmitiendo a los malos alumnos es horrorosamente confuso, como el que transmitimos cuando le decimos a nuestros hijos, gritando, que no deben gritar. Por una parte se les dice que deben ser buenos alumnos. Por otra se les regala lo que más desean precisamente por no estudiar. Los profesores dedican el 80% de su tiempo al 20% de los alumnos, es decir, a los problemáticos. De ellos se habla mucho, demasiado, incluso peor, nuestro sistema educativo sólo habla de los malos alumnos, habla continuamente, su verborrea incesante no para de darle vueltas a un discurso sin fin sobre ellos. Alumnos que en otras condiciones saldrían adelante sin mayores problemas, sienten una cierta envidia, consciente o no, de tanta atención, de tanta gente hablando de otros, quieren ver sus nombres escritos en un documento oficial y buscan denodadamente fracasar para que el sistema acabe por mencionarlos.
   Resumamos, un sistema educativo centrado en evitar el fracaso escolar genera fracaso escolar en cantidades industriales; un sistema educativo que trate de evitar el abandono escolar genera abandono escolar; un sistema educativo que no deja de mencionar qué y cómo se enseña provoca que los alumnos no aprendan. ¿Queremos mejorar nuestro sistema educativo? Muy fácil, centrémonos en la excelencia. Los dos mejores alumnos de cada curso serán felicitados personalmente por los directivos del centro, sus padres se reunirán con el equipo educativo para intercambiar impresiones, sugerencias de mejora del centro y sugerencias de mejora en los aspectos en que sus hijos flaqueen un poco. Recibirán, trimestralmente, un informe personalizado con posibles lecturas o proyectos de investigación que puedan realizar. La tercera parte del horario del orientador estará dedicado a procurarles becas e intercambios con centros del extranjero. Por ley los profesores deberán dedicar el 80% de su tiempo a ese 80% por ciento de los alumnos que de veras quieren estudiar. En cuanto a los malos alumnos, llamar "hijo de p." a un profesor implicará que éste lo acompañe hasta la sala de espera del centro, le imponga una expulsión por X días y llame a sus padres para que vengan a recogerlo, pues la sanción entra en vigor ipso facto. Después, por supuesto, los padres podrán presentar todas las alegaciones que consideren oportunas ante el equipo directivo, la comisión de convivencia y/o la inspección, pero después. A estos alumnos hay que enviarles un mensaje simple y nítido: la mano para ayudarles siempre va a estar ahí, eso sí, tendrán que cogerla. Esa mano no va a tratar de agarrarlos una vez tras otra si, previamente, ellos no la agarran. Se los va a ayudar, se los ayudará mucho en verdad, aunque para ello, previamente, tendrán que pedirlo. En definitiva, si queremos que el sistema educativo mejore, centrémonos, de una vez, en los mejores... Pero, ahora que lo pienso, la educación en España no puede mejorar, ya va de maravilla. Al fin y al cabo, proporciona ordenadores gratis y nadie parece interesado en que procure ninguna otra cosa.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Lecciones de una crisis

   La verdad es que Bienvenido Mr. Chance, película protagonizada por Peter Sellers en 1979, me aburrió soberanamente. Contiene, sin embargo, una lección que debería figurar en el frontispicio de las facultades de economía de todo el mundo. El Sr. Chance, jardinero analfabeto que sólo conoce la vida por lo que aparece en televisión, acaba teniendo una conversación con el presidente de los EEUU. Para burlarse de él, éste le pregunta qué opina de la situación económica. La respuesta del Sr. Chance es algo así como que en otoño las hojas de los árboles se caen, en invierno todo parece estar muerto, pero luego llega la primavera y las plantas vuelven a florecer. El presidente se queda perplejo y le contesta que es la opinión más favorable que ha recibido nunca de su política económica. Es, desde luego, una gran lección de economía política. El crack bursátil que nos aguarda a dos años vista, marcará el invierno de esta crisis que vivimos. Después, volverán las lluvias de primavera, el calorcito y con ellos, las flores. Y volverán los expertos, esos que ahora nos dicen que vivimos un cambio de era, a vaticinar un sempiterno crecimiento iniciado sobre bases sólidas y estables. No estaría de más que entonces nos acordemos de las lecciones que nos está enseñando esta crisis, que son muchas y muy provechosas, tanto que deberíamos llevarlas marcadas a fuego en la piel.
   La primera de ellas, es que nuestra Constitución no es un andamiaje oxidado, que sirvió en su momento, pero se ha quedado anticuada. Esta crisis nos ha dejado claro que nuestra Constitución es tan sabia, que contiene los elementos necesarios para reformarla. Y que para reformarla, no se tiene que dar ningún fantástica confabulación de astros o una larguísima y fundamentada reflexión. De hecho, ni siquiera hace falta el consenso. Simplemente, hay unos procedimientos establecidos. Si se cumplen, se la pueda modificar y modificar en el sentido que se quiera. En consecuencia, no se le puede esgrimir a ninguna de las nacionalidades que componen este país, que su proyecto no tiene cabida en la Constitución. No lo tiene si no hay voluntad política para que no lo tenga. Porque si hay voluntad política, se puede cambiar la Constitución para que todos tengamos cabida bajo ella.
   La segunda es que una reforma constitucional no tiene que ser para siempre, ni por muchos años, ni siquiera duradera. Recordemos, los que han establecido el tope de déficit que va a figurar en nuestra Constitución, son los mismos que hace algo más de tres años decían que no había crisis y que, caso de haberla, ésta era psicológica. De hecho, son los mismos que vaticinaron una duración de la crisis de un año, máximo de catorce meses. ¿De verdad hemos de creer que ha venido a iluminarlos el Espíritu Santo de las finanzas para que, ahora sí, acierten con la cifra justa y necesaria?
   La tercera es que hubo un señor llamado Karl Marx, que, a lo mejor, no se lució mucho ideando modelos de sociedad, pero que caló hasta lo más hondo la naturaleza de nuestras democracias burguesas. Lo que no pudieron hacer los ochocientos muertos de ETA, lo que no pudo hacer el plan Ibarretxe, lo que no pudo hacer un gesto en favor de la igualdad de género como era la modificación de la línea de sucesión en la corona, lo que era imposible hacer para satisfacer cualquier proyecto político, lo ha logrado fácilmente el poder económico de unos mercados cuya opinión está por encima y, en muchos casos, en lugar de la opinión de los ciudadanos. Después hay quienes preguntan qué significa el lema "democracia real, ya". Bueno, pues muy fácil, es lo mismo que decir: "de esto, ¡basta ya!"
   La cuarta es que PP y PSOE, izquierda y derecha, el dóberman y la socialdemocracia, en lo fundamental, están total y absolutamente de acuerdo. Sin duda, hay matices, modos de presentar las cosas, actitudes, que diferencian a determinadas alas de un partido de determinadas alas de otro. Incluso, estoy dispuesto a admitir, que existen diferencias entre ellos si se trata de despilfarrar el dinero de las arcas públicas cuando éste corre a raudales. Hasta ahí llegan las diferencias. Cuando se trata de afrontar una crisis, cuando el dinero escasea y los fondos se agotan, la socialdemocracia es pura palabrería y todo lo que queda es el liberalismo neoconservador que riega las venas tanto de unos como de otros.
   La quinta es que ese pilar del "estado del bienestar" que es la sanidad, no está ahí para mejorar la salud de los ciudadanos, ni siquiera para mejorar su capacidad productiva. Puede observarse cómo, todos los debates en torno a la misma, son debates puramente mercantiles. La salud es una mercancía regida por los dictados de una industria que sólo quiere que consumamos cantidades progresivamente incrementadas de sus productos. Cuántos pacientes van a ser atendidos por un ATS en las noches de un hospital, cuántos enfermos se van a morir en las salas de espera de las urgencias, cuántos diagnósticos erróneos se van a producir por la saturación de las consultas, son asuntos cuya importancia se diluye ante la gran cuestión: cuánto va a dejar de ganar la industria farmacéutica si se siguen aplicando recortes en sanidad.
   La quinta es que a nadie le importa un comino la educación. No le importa a nuestros políticos que son lo suficientemente estúpidos para considerarla desde una perspectiva exclusivamente económica. La sangría de dinero público que se va en ella les escandaliza por la sencilla razón de que sus resultados no se podrán mostrar antes de las próximas elecciones. No le importa al conjunto de administraciones públicas, a las que sólo le interesa la publicidad de un curso que "comienza con normalidad" y la foto de consejeros regalando ordenadores portátiles a niños que están hartos de manejar modelos mucho mejores en sus casas. No le importa a los padres y abuelos de esos niños, que celebran el látigo de siete colas aplicado a los profesores porque, en este país, los que logran algo por su esfuerzo, como aprobar unas oposiciones libres, es que "han tenido mucha suerte".
   La sexta, que dejaremos como última, es que nadie debe temer que haya "más Europa", que la política fiscal escape de las manos nacionales o que sea terrible no poder hacer los presupuestos generales del Estado sin consultar con otros países. Ni siquiera debemos temer que "nos intervengan". Ya estamos intervenidos. Nos gobiernan desde fuera, son otros países, otros gobiernos, los que toman las decisiones acerca de lo que debemos hacer. Es el precio que pagamos por haber aceptado que "gobernar también es improvisar".