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domingo, 28 de abril de 2013

Casualidades y escraches (y 2)


En 2009 la crisis y la evidente burbuja solar, condujeron al gobierno a un drástico recorte en las subvenciones a las energías fotovoltaicas. Todo esto a menos de un año de que comenzase la construcción de Shams-1. En Abu Dhabi mucha gente empezó a pensar que los habían timado. Tras recibir una parte de los retornos pactados y cuando ya no había marcha atrás en el contrato con Abengoa, el gobierno cambiaba las reglas del juego. A quien quisiera oírles le contaron que “el gobierno español no cumple con lo acordado”. En especial, se lo contaron a una lobista a la que pagaban muy bien por ejercer su trabajo: Corinna zu Sayn-Wittgenstein-Sayn, “amiga entrañable”, entre otras personalidades, del rey Juan Carlos. Tampoco parece estar en malas relaciones con el ministro de Asuntos Exteriores, el Sr. García-Margallo, con quien se reunió, al menos, dos veces. Cualquiera con un poco de maldad podrá imaginarse la secuencia: la primera vez le pidió algo y la segunda el ministro se lo dio. ¿Qué le pidió? Según publica El Mundo a manos de la “entrañable” baronesa llegaron modificaciones a la ley energética del puño y letra del propio ministro de Industria, el Sr. Soria, quien acabó enterándose del destino de sus anotaciones por la prensa. Una vez más, alguien malpensado podría decir que el Ministerio de Asuntos Exteriores realizó tareas de espionaje a favor del mejor postor. Yo, como no soy malpensado, prefiero decir que esos documentos llegaron a manos de la baronesa por casualidad, con el fin de mostrar las buenas intenciones del gobierno para con esos grandes amigos del pueblo español que son los gobernantes de Emiratos Arabes.
Hay varios detalles dignos de comentar. Por qué este tipo de informaciones las está publicando El Mundo, y medios afines mientras El País va a la zaga, es fácil de entender si tenemos en cuenta los ya mencionados “intereses comunes” entre Prisa y Abengoa. Por qué no se le pidió directamente al Sr. Soria que interviniera también es fácil de entender: probablemente no lo hubiese hecho. El ministro de Hacienda, Sr. Montoro (el fundador de Equipo Económico, ¿recuerdan?), actuó en cierta ocasión para modificar el articulado de una ley energética promovida por Soria que, una vez más, casualmente, no acababa de convencer a los directivos de Abengoa. Desde esta empresa se considera a Soria, “muy sensible” a los intereses de las grandes compañías petrolíferas y eléctricas que operan en este país.
Finalmente Abengoa se quedó en el gran proyecto de Shams-1, que fue inaugurado este año y cuya gestión y mantenimiento llevará a medias con Total. Eso sí, en el fastuoso acto de presentación, las autoridades de Abu Dhabi no cesaron de repetir su intención de invertir en cuantos proyectos fotovoltaicos se desarrollaran en países “con marcos legislativos estables”. Casualmente esta inauguración coincidió con las declaraciones de la “entrañable” baronesa en las que aseguraba haber realizado gestiones no retribuidas a favor del reino de España y que, desde entonces, vienen poniendo en aprietos al gobierno y a la propia corona debido a las curiosas y detalladas filtraciones a la prensa que se están sucediendo. Ya veremos si un desgraciado accidente o cualquier otra desgraciada casualidad no conduce a la rescisión del contrato con Abengoa.
Bien, ahora supongamos que no es Ud. un miembro destacado de la familia Benjumea, de hecho vamos a suponer que ni siquiera es Ud. dueño de una empresa que factura 3.000 millones largos de euros al año. Ud. no es ni baronesa ni entrañable, no representa a las grandes firmas petrolíferas ni eléctricas, por no ser, ni siquiera es Ud. un jeque de la dinastía gobernante en Abu Dhabi. Vamos a decirlo de otra manera, Ud. es, simplemente, un ciudadano de a pie, de los que se levantan todos los días a las seis de la mañana, va a trabajar cuando tiene trabajo, sueña con ganar 2.000 euros al mes, teme a Hacienda y paga sus impuestos para que se subvencione a las empresas de algún jeque. Supongamos que tiene Ud. un problema grave, por ejemplo, que un banco va a embargarle su casa porque, tras diez años de hacerlo, hace seis meses que no puede pagarle la hipoteca. ¿Qué hará Ud.? ¿llamará al rey? ¿llamará al ministro? ¿a su diputado? ¿por qué no? ¿Qué probabilidad hay de que, siendo Ud. un ciudadano de a pie, pueda ser recibido por uno de ellos en su despacho, pueda desayunar con uno de ellos, tenga, aunque sea, “un encuentro social” con ellos? Y si no lo consigue, ¿cómo puede hacer oír su voz? Bien, la Constitución tiene mecanismos para eso. Por ejemplo, puede unirse a otros y presentar una Iniciativa Legislativa Popular. ¿Será aceptada a trámite? ¿será aprobada? ¿recibirá Ud. de la gente que está ahí gracias a su voto, otra cosa que no sean burlas, escarnios y menosprecios? Insisto, ¿cómo puede Ud. hacer oír su voz? Pues mucho me temo que la única opción que le queda, si quiere que un político oiga su voz, es irse a la puerta de su casa a gritarle. ¿Comete Ud. un delito con ello?
El ejercicio de la política es una pesada carga, entre otras cosas, porque desde el momento en que uno acepta entrar en él está renunciando a toda la parte de su vida privada a la que renuncian los personajes públicos. Yo diría, incluso, que algo más, porque si bien un cantante de rock puede decir que mudarse a una mansión, esnifar cocaína y tratar de esquivar una multa de tráfico, son cuestiones de su vida privada, en ningún caso puede decirse lo mismo de un político. Es lógico que los votantes de alguien demanden mayor información sobre sus actividades privadas que los fans de una estrella de rock. Al fin y al cabo, están depositando la gestión de su futuro en manos de quien recibe sus votos. Si el asunto es tan simple como identificar el sitio en el que vive un político, es poco menos que ridículo querer ver en ello objeto de delito.
Calificar a los escraches de prácticas antidemocráticas, anticonstitucionales o, directamente, nazis, es, simplemente, mostrar el nerviosismo de quienes quieren recibir únicamente las  entrañables visitas de baronesas como Corinna y demás lobistas cargados de sobres y promesas de cargos futuros.  Es, obviamente, lógico que pidan eso, todos pedimos lo más favorable para nuestros intereses. No por ello nuestras peticiones son sensatas ni racionales. Si uno ejerce un cargo público debe estar preparado para recibir todo tipo de visitas, buenas y malas, y si no quiere recibirlas, lo único que tiene que hacer es tratar de escuchar las demandas y preocupaciones de sus votantes. De lo contrario la situación se vuelve tan disparatada que Jorge Verstrynge acaba teniendo razón, porque, efectivamente, si a los ciudadanos se los trata como a perros, es normal que acaben mordiendo.
Y, por cierto, lo que caracterizó al nazismo no fue señalar las casas de sus rivales políticos, lo que caracterizó al nazismo fue imponer de un modo insensato e irracional sus intereses, bien por la fuerza de unas leyes alteradas para favorecer a unos pocos, bien por la fuerza bruta de uniformados con porras.