domingo, 26 de mayo de 2019

Vietnam hoy (2 de 2)

   El Golden Bridge se inauguró a principios de junio de 2.018.


Se trata de una plataforma dorada sostenida por dos manos gigantes a 1.400 metros de altura en las montañas de Da Nang. Los crisantermos y las vistas sobre valles cubiertos de nubes proporcionan a los turistas imágenes muy distintas a las colinas arrasadas por el napalm que solemos ver en cada película norteamericana. Pero, sin duda, la imagen del doi moi que el régimen comunista de Vietnam busca la proporcionan las obras del estudio de Vo Trong Nghia. Formado en Nagoya y Tokio, ha importado a Vietnam un minimalismo bastante inusual hasta ese momento en el país. Por supuesto los materiales sobredeterminados corresponden a los tradicionales, el bambú y la terracota. Con el primero se ha intervenido en el Nocenco Café, en la cúpula de ceremonias de Son o en el pabellón para la firma TOTO.




Pero si hay un material sobredeterminado característico del estudio VTN lo constituye la vegetación. El hotel Atlas en Qang Nam, por ejemplo, parece una catarata verde que rememora las pagodas devoradas por la selva y otro tanto encontramos en la Casa de Bambú de Ho Chi Minh City. 



Con este material se alude a varias cosas. Para empezar, las grandes ciudades vietnamitas poseen el dudoso honor de tener una aire más contaminado que el de Pekín y no debido a la circulación de los vehículos de la incipiente clase media, sino a hallarse rodeadas de polos industriales y a una escasez atroz de zonas verdes. La intervención puntual del arquitecto conforma así una crítica al estado de cosas, pero crítica en los cauces del doi moi, que las autoridades ven con buenos ojos e incluso fomentan pues, en realidad, no afecta a lo fundamental: cómo se reparten las poltronas y los suculentos beneficios de vender el kilo de obrero a precios inferiores a los de China. Por otra parte, en una región monzónica, la vegetación sirve para aliviar los sofocos de la época cálida a la vez que se sustenta sin muchos esfuerzos, gracias a las abundantes precipitaciones. Finalmente, pero no menos importante, ofrece una imagen de modernidad ecológica que los occidentales, que, como resulta habitual, no nos enteramos de nada, se han tragado hasta el punto incluir al estudio VTN en la corriente de arquitectos que buscan edificios autosostenibles. El régimen, que ve muy cercano proyectar, en medio de un desarrollismo salvaje, una imagen de amor a la naturaleza como la que alcanzaron los japoneses (que ni siquiera tuvieron una carácter para designarla hasta el siglo XX), no dudó en concederle a Vo Trong Nghia el premio Ashui de 2.012.
  Resulta curioso comparar a VTN con la arquitectura de finales del siglo pasado de Rem Koolhaas. Koolhaas se caracterizó por diseñar dos edificios para cada proyecto, caso del Instituto Holandés de Arquitectura, del ZKM, del Hotel y Palacio de Congresos de Agadir, de la Ópera de Cardiff, etc. 

Netherlands Architecture Institute
Este dualismo tiene un origen muy claro, su admiración por el Spinoza del que hablaba Gilles Deleuze. Sin embargo, cuando tuvo que enfrentarse a casas privadas, como la de Burdeos de 1994-6, el modelo empleado corresponde a la transformación continua de un espacio en otro, algo reiterado en la Casa en el Bosque, destinada a dos generaciones de una misma familia. 



Por contra, la House of Trees del estudio VTN, destinada a albergar también a tres generaciones de una familia, fragmentó el espacio en una sucesión de minibloques cada uno de ellos con un jardín por techo.


   La transición continua aparece en otro tipo de espacios, por ejemplo, en el Tongling Hotel de China, en el que una lazada parece atrapar el lago artificial para que nada de él escape al diseño establecido.


Y, sobre todo, en la genial guardería de 2013.



Concebida para albergar 500 retoños de los trabajadores de una fábrica de zapatos cercana, se enrosca sobre un solar rectangular a las afueras de Ho Chi Minh City. La idea pasaba por proveer a los niños de un primer contacto con la vegetación y el cultivo, destinado a convertirse en único en su muy urbanita futuro. Pero, más allá de proporcionarles un patio de recreo con césped, la zona verde se extendió al techo, por el que los niños realizan una especie de revolución cultural que ya no consiste en someter a crítica doctrinal a sus docentes, sino en trotar sobre sus cabezas. A diferencia de su modelo, la guardería del suburbio de Tachikawa, en Fuji, Japón, diseñada por Tezuka Architects y que recuerda las pistas elevadas de algunos gimnasios en las que los neoyorkinos corrían como cobayas a mediados de los 70, VTN intentó eludir la alusión a la revolución cultural dejando la lazada abierta, quizás señalando que los niños no se hallan aún atados a nada y que no se les debe obligar a dar vueltas en los caminos trazados por sus mayores. 


La propuesta, en cualquier caso, ha generado escuela  y el gabinete MAD ya lo ha empleado para su Courtyard Kindergarten en Pekín, como una especie de gigantesco campo de minigolf en el que la libertad de juegos de los niños queda bien acotada y delimitada por una ciudad inmensa que fagocita los espacios destinados a ellos dejándoles, como única herencia, esa ruina llamada dinero.


domingo, 19 de mayo de 2019

Vietnam hoy (1 de 2)

   El Vietnam actual viene configurado por tres guerras: la casi olvidada guerra de Indochina contra el poder colonial francés, la muy mediática guerra contra Estados Unidos que nos hemos tragado en tantas películas y la cuasi secreta guerra contra China. Aunque el régimen norvietnamita apoyó a los Jemeres Rojos camboyanos, apenas Pol Pot alcanzó el poder amagó con invadir a sus antiguos aliados, a lo cual Vietnam respondió invadiendo Camboya y recluyendo a los Jemeres Rojos en lo más profundo de la selva. China aliada de Pol Pot y recelosa del tradicional acercamiento de los vietnamitas a Rusia, no dudó en responder atacando el norte del país. Resulta difícil saber en qué consistieron los cálculos de Pekín, pero se encontraron con lo que cabía esperar, a un ejército experimentado, habilísimo mimetizándose con la jungla y que, después de haber derrotado a la superpotencia del momento, no iba a dar ni un solo paso atrás. Tras un mes de intensos combates, las tropas chinas se retiraron proclamando el “éxito de su expedición punitiva”, reteniendo una pequeña porción del territorio vietnamita, pero sin haber podido aflojar la presión de Hanoi sobre los polpotistas. Como los informes del ejército norteamericano desvelaron tras la guerra, el soldado vietnamita dudaba de sus superiores, dudaba de cuánto se demoraría la paz, pero jamás dudó de la victoria. Entre otras cosas, porque el propio mando se encargaba de que sus unidades no pasaran demasiado tiempo bajo el fuego enemigo y, en la retaguardia, se llevaba a cabo un minucioso proceso de “reeducación” de todo el que se atreviera a arrojar el menor atisbo de sombra sobre el futuro.
   Vietnam entró en los años 80 del siglo pasado con buena parte de su territorio inhabilitado para el cultivo, enfrentado a casi todas las potencias mundiales y viendo la tercera parte del comercio global transitar frente a sus costas sin dejar nada en sus puertos. Quizás por eso tardó tan poco en subirse al carro de las reformas económicas lanzadas por su otrora invasor, Deng Xiaoping. En 1986, se proclamó la doi moi (renovación), entendida como “economía de mercado orientada al socialismo”, pero la caída del muro de Berlín y las protestas de Tiananmén convencieron al partido de que iban a necesitar algo más que reformas económicas para mantenerse en la poltrona y atraer inversiones; iban a necesitar, ante todo, cambiar la imagen del país. 
   Desde entonces han tratado de mostrar un rostro amable con sus anteriores enemigos, algo que les llevó a promocionar en los EEUU como destinos turísticos los lugares reales en los que se desarrollaron algunas de las batallas tan mostradas por las películas y que ha tenido como último hito la entrega de tres activistas tailandeses a su país de origen, activistas que habían cometido el terrible delito de criticar al monarca. Por cierto, dejo fotos por si alguien cree que hay algo de criticable en Su Alteza Real. 














En realidad, este último hecho tiene también una lectura interna pues una reciente ley aprobada en Vietnam declara secreto de Estado la salud de sus líderes, algo que impide conocer qué ha ocurrido con su presidente, Nguyen Phu Trong, misteriosamente desaparecido de la escena pública tras una visita a la ciudad natal de uno de sus rivales políticos dentro del partido. 
   Como parte del plan para cambiar la imagen del país, el Partido Comunista optó por una vía que ya habían explorado sus camaradas de China y, todavía antes, el Japón posterior a la Segunda guerra Mundial: el cine. Así llegaron a nuestras pantallas El olor de la papaya verde (1993), Cyclo (1995) o Tres estaciones (1999). Pero el modelo mostró rápidamente sus límites. Primero, porque centrarse en temas autóctonos dejaba estrechos cauces a la creatividad cinematográfica, sobre todo, teniendo en cuenta el campo minado de la historia reciente. Segundo, porque la apertura económica inundó los cines vietnamitas de las grandes superproducciones norteamericanas, chinas y coreanas, frente a las cuales el tranquilo preciosismo del cine oficial tenía poco que ofrecer. Finalmente, en ese proceloso terreno, la gente del mundillo tendía a salirse de madre. Así, una película como Seasons of guavas (2000), aclamada internacionalmente, tardó dos años en obtener el nihil obstat del ministerio. Muy astutamente, el gobierno decidió dejar la financiación del cine en manos “del mercado”, quedándose con el control de las salas, lo cual condujo rápidamente a la industria cinematográfica vietnamita a una crisis de la que no parece levantar cabeza. Todo esto llevó a la búsqueda de otro camino para obtener la tan ansiada visibilidad internacional que aumentara el aflujo de capitales: la arquitectura.

domingo, 12 de mayo de 2019

El acontecimiento.

   A la filosofía del siglo XX le chiflaban los acontecimientos. Por alguna razón, que quizás merezca la pena investigar, el concepto de “acontecimiento” adquirió el estatuto de elemento clave a la hora de entender la historia, la realidad y, cómo no, las manifestaciones del “ser”. Interpretar el acontecimiento, hallar sus significados profundos, decir qué “es”, constituyó el gran desafío de la filosofía vigesimica. “El acontecimiento acontece”, se decían unos a otros los filósofos del siglo pasado, paladeando tan abismal sabiduría. “¿Qué es este acontecimiento?” se interrogaban parpadeantes. A cualquiera que preguntase ¿por qué hay este acontecimiento y no cualquier otro? se le acusaba de no respetar las formas y se lo apartaba de la Academia por faltar al consenso. Y, sin embargo, semejante pregunta encierra la cuestión clave. Veámoslo con un ejemplo.
   Esta semana se ha producido un “acontecimiento”. En un episodio más de esa carnicería que dura ya un siglo, 88 personas han resultado muertas por el intercambio de fuego en Oriente Próximo. Hago aquí un inciso para plantear una de estas cuestiones tontas que suele salir de las bocas de quienes han estudiado filosofía: después de cien años matándose sin que nadie haya conseguido acercarse a una solución que satisfaga a todas las partes, ¿nadie se ha planteado que, a lo mejor, seguir por el camino del más, provocando más de lo mismo, más muertos, más sufrimiento, no va a conducir a nada que merezca la pena? Para evitar que algún idiota como yo haga esta pregunta, el ejército israelí ha mostrado unas imágenes en las que un misil destroza un edificio “donde funcionan los ciberoperativos de Hamas”. Inmediatamente se ha suscitado un debate en el que sesudos expertos trataban de interpretar los significados ocultos de este “acontecimiento”.  A la pregunta “¿qué ha sido esto?” unos respondían con una larga retahíla de tópicos recientes que “es la guerra híbrida”; otros, negaban la novedad de semejante retahíla sosteniendo que “no es guerra híbrida”; finalmente, un tercer grupo, recordaba que “el mundo es así” y que resultaba inevitable que alguien acabara respondiendo a un ciberataque con un bombardeo, pues Internet “es el mundo real”. Israel, en efecto, iniciaba el comunicado que hacía comprensible las imágenes mostradas, señalando su completo éxito a la hora de repeler “un intento de ciberofensiva de Hamas contra objetivos israelíes”. Normal y justificable había de considerarse que volara por los aires un edificio entero, decían los hermeneutas de turno. Aún mejor, este acontecimiento tenía un antecedente, un origen, en el asesinato por parte de los EEUU de un par de informáticos al servicio del Estado Islámico en 2016. No obstante, requisito imprescindible para todo acontecimiento, también encerraba una novedad: por primera vez la ciberguerra se combinaba con una guerra en tiempo real entre los contendientes, mostrando, una vez más, lo justificable de la acción israelí.
   Abandonemos ahora la milonga de los "orígenes", olvidemos la pregunta por el “ser” de las cosas, dejemos de interpretar y fijemos nuestra atención en la superficie de afloramiento de estos hechos. Este cambio de marco conceptual nos ofrecerá una perspectiva muy diferente de lo ocurrido. 
   Todo el mundo sabe que la sección informática de los servicios de espionaje israelíes sólo resiste la comparación con la omnipotente NSA norteamericana y que la separa de ella únicamente el tamaño (número de personas y cantidad total de presupuesto). A esta unidad se le atribuye haber paralizado el programa nuclear iraní introduciendo un virus informático en su red de ordenadores y, más recientemente, haber mantenido a flote las páginas institucionales de Ecuador tras el tsunami que se desató contra ellas por la entrega de Julian Assange. Pues bien, pese a contar con un servicio con las mismas capacidades tecnológicas y más personal y presupuesto, los EEUU no pudieron evitar un robo de 81 millones de dólares de la Reserva Federal que pudo alcanzar una cifra récord de no haber cometido los atacantes un error pueril. Tampoco pudo evitar el mucho más sonado ataque a Sony y les costó casi una semana acusar de él a Corea del Norte, siempre con argumentos circunstanciales, más que con pruebas, lo cual acabó levantando hipótesis alternativas sobre la autoría. De hecho, en la ciberguerra, como en el esgrima, el ataque resulta muchísimo más simple que la defensa y precisamente Israel lo demostró en 2.012, cuando un activista pro-palestino robó cientos de miles de datos de tarjetas de crédito que después publicó por entregas. En aquella ocasión llegaron a interrogar a un emiratí residente en México, pese a las reiteradas declaraciones del supuesto autor de los hechos afirmando que había nacido en Riad. Sin embargo, ahora, de buenas a primera, resulta que sí, que los servicios secretos israelíes se muestran capaces de repeler un masivo ataque informático, de identificar de modo inmediato el país de procedencia del ataque y, aún más, el edificio desde el que se produjo, desencadenando la respuesta en cuestión de horas, algo que la NSA no ha soñado todavía en hacer. Y, como prueba de la veracidad de estos hechos, síntoma de los tiempos, muestran una imagen, la imagen de un edificio volado por una bomba, en la que, como resulta lógico, no se ven ni virus, ni troyanos y ni siquiera ordenadores. Recordemos ahora que, tras la masacre de Múnich, los israelíes acabaron con buena parte de la intelectualidad palestina y con la práctica totalidad del sector moderado de la OLP de la época acusando a todas y cada una de sus víctimas de “cerebro de la masacre de Múnich” (cosa que ha llegado a insinuar hasta alguien tan poco dado al antisemitismo como Steven Spielberg). De pronto, algo que resulta normal cuando uno se olvida de las zarandajas de la hermenéutica y hace genealogía, nos topamos con una sospecha, la sospecha de que, efectivamente, nos hallamos ante algo nuevo, un primer ensayo por parte de Israel para tapar sus asesinatos futuros bajo la capa de “respuesta a un ataque informático”. Llegamos de este modo a la moraleja, a saber, que todo acontecimiento, al igual que todo libro y todo símbolo, resulta una totalidad construida, un producto fabricado y puesto ahí por un cierto estado de cosas y que cualquiera que se dedique a contarnos cómo debe interpretarse o, mejor aún, qué “es”, no hace otra cosa que colaborar con los poderes establecidos.

domingo, 5 de mayo de 2019

Cuando se abren las urnas.

   Cuando se abren las urnas, cada cual queda en su lugar, como Pedro I “el renacido”, que después de ganar unas primarias inciertas, después de que echaran abajo la puerta de su despacho para que dimitiera, después de volver a ganar unas primarias contra pronóstico y de alcanzar la Moncloa de modo inesperado, ha conseguido que un partido al que hace menos de un año le faltaba fuelle para seguir existiendo se convierta en el más votado. Al otrora cadáver político la prensa internacional lo presenta en los últimos días como icono de una socialdemocracia europea que, tras los últimos espaldarazos en Dinamarca, Portugal y España, afronta con repentino optimismo las próximas elecciones. Felipe González sintetizó la esencia de la socialdemocracia en el grito “¡que viene la derecha!” y eso le sobró para ganar comicios durante más de una década. La nueva socialdemocracia parece asentada en el grito “¡que viene la ultraderecha!” y, visto lo visto, podría servirle también para ganar unas cuantas elecciones. Problema diferente será qué venga después. Después de Felipe González vino la tan anunciada derecha... Pero, bueno, nada de eso le importa a un político que, para entonces, ya estará disfrutando de su sueldo vitalicio.
   La lógica indica que en el primer año de mandato tendremos muchas menos noticias del gobierno que en los últimos meses. Ahora toca poner orden en un partido en el que ni las viejas glorias ni los barones regionales lo han visto nunca con buenos ojos. Hay otra vez poltronas a repartir, así que no debería costarle demasiado esfuerzo convertirlo en instrumento a su servicio. A poco que sepan hacer las cosas, la legislatura debería ser igualmente cómoda. El primer test de importancia lo tiene dentro de un par de semanas. La inercia lógica y, en el peor de los resultados, la apelación a que ni siquiera se ha constituido el gobierno y, por tanto, no se le puede echar la culpa de nada, le bastará para superarlo. Otra cosa será la investidura. Necesita la abstención de alguien o el apoyo explícito de otros grupos parlamentarios. Ciudadanos ha advertido que se opondrá y son los únicos que podrían salir realmente beneficiados de una repetición de las elecciones. Tras los resultados en Cataluña, los independentistas harían mal en pedir el cielo para facilitar el camino a Pedro I “el renacido”. Ciertamente ERC se ha convertido en la fuerza más votada allí, pero, el socialismo catalán, otro muerto viviente, anda pisándole los talones. Con Podemos, PNV, Bildu y los canarios, las negociaciones deberían ser muchísimo más fáciles. Superado este escollo, el resto será tan difícil como sus propias capacidades lo haga pues, en cada situación concreta, no tienen más que amagar el pacto ora con Ciudadanos ora con los independentistas y si les obligan a aprobar cualquier enmienda no pactada siempre podrán tumbarla en el Senado donde el PSOE ha obtenido mayoría absoluta.
   El “valor seguro” del PP, está ahora seguro de que el partido al que llegó a ofrecerle carteras en su gobierno, Vox, es de ultraderecha. Ha despedido a los asesores de campaña que le mantuvieron confundido sobre este tema y que le convencieron de que debía tratar a Ciudadanos como un amigo y a Vox como un caladero de votos, cuando la realidad es exactamente la contraria. Resulta que el bueno de Casado era tan de centro que ahora anda hablando de pactos con los socialistas. Pese a lo lamentable de su liderazgo, su situación no es tan desesperada como pudiera parecer. Van a conservar un puñado de alcaldías importantes y siguen teniendo el gobierno de la Junta de Andalucía. Una gestión eficaz podría utilizarse como suelo firme para ir recomponiendo el partido. El problema es que tras seis meses de gobierno, los andaluces siguen contemplando exactamente el mismo paisaje. Uno pasa por el Palacio de San Telmo, por Torre Triana, por el Parlamento o por cualquier otro centro de poder y, en lugar de ver las ventanas abiertas para que, por fin, se airee todo lo que allí había, puede atisbar funcionarios que echan otra capa de silicona en las rendijas para que no se escape nada del hedor acumulado. El PP andaluz, que debería liderar el gobierno y atraer la atención sobre su partido, se halla en la tesitura de emprender políticas que no suenen ni a propuestas de Ciudadanos ni a disparates de Vox, pero que ambos tengan que apoyar y, claro, su imaginación no da para tanto.
   Albert Rivera ya se ha proclamado líder de una oposición que no lidera por número de escaños y ha comenzado a decir “no” a todos los pactos que todavía nadie le ha ofrecido. Sabe que los líderes de la oposición, más tarde o más temprano, gobiernan y sabe que le ha arrebatado al PP todo el centro y parte de la derecha, pero su éxito, está empezando a generar algunos problemas de crecimiento. Para empezar, cuanto más lidere la oposición, menos comprensible resultará su permanencia en el gobierno andaluz donde, por si fuera poco, va de la mano de los ultras. Además, su decisión de presentar a Arrimadas a todas las elecciones existentes, los ha dejado estancados en una Cataluña en la que encabezaron los recuentos en las autonómicas. 
   La historia de los asientos en el Parlamento más allá del PSOE parece el eterno retorno. Cuando llegó la democracia el PCE ocupaba una buena parte de la bancada y parecía cercano a asaltar el poder. Poco a poco, las disputas internas lo hicieron caer en una crisis y en resultados cada vez peores hasta llegar al borde de la irrelevancia. Entonces se refundaron como Izquierda Unida que pareció cerca de asaltar el poder, pero las disputas internas les hicieron caer en una prolongada crisis que casi les llevó a desaparecer. Entonces se refundaron como Podemos que pareció asaltar el poder, pero las disputas internas les han hecho caer en una crisis que puede llevarles a desaparecer si tratan de solucionarla con más disputas internas. Eso sí, Santiago Carrillo pertenecería a la “casta”, pero se murió en su piso y nunca pidió una hipoteca de 20 años para comprarse una mansión.
   La llegada de Vox al Congreso no por anunciada, ha dejado de tener matices, algunos de los cuales llevan a la esperanza y otros a negros augurios. Primero, su propia existencia ha activado al electorado socialista, lo cual, como dije antes, podría servir para mantenerlos al borde de la marginalidad durante un tiempo. Segundo, tras tontear con ellos, el PP parece haberse dado cuenta de que tiene poco que ganar y mucho que perder intentando recuperar un electorado que nunca fue el suyo. Vox no sólo vive de los desencantados del PP y de los ultramontanos, también se alimenta de un sector importante de votantes de otros partidos hartos de que los llamen tontos a la cara. Son sectores éstos que se irían a la abstención si Vox no existiera y que ningún partido, sea de la tendencia que sea, puede recuperar por mucho que acepte discutir los temas que plantea la ultraderecha. De hecho, ese electorado fue el último en acudir a las urnas y la mayoría de las papeletas de Vox aparecieron en los primeros instantes del recuento. Si echamos mano de la psicología electoral eso indica que su electorado, al menos de momento, no manifiesta convicción ni fidelidad. Han votado a Vox para probar a ver qué pasa y ya veremos qué hacen en las próximas elecciones con su voto si es que van a alguna parte. Pero si todo esto parece un consuelo, ahí van dos datos que pocos han apreciado: allí donde ya estuvieron, quiero decir, en Andalucía, Vox ha obtenido casi el doble de votos que en las elecciones autonómicas y, por si fuera poco, han conseguido un escaño en Barcelona.
   Más allá de Tabarnia, ganó ERC. Junqueras ha tenido que pasar por el martirio para conseguir una victoria, poco menos que moral. En buena lógica debería dejar de apoyar a Junts pel Sí, provocar un adelanto de las elecciones y alcanzar la tan deseada poltrona catalana. Dudo que siga esta línea. Los republicanos están hartos de aparecer en cabeza en esta y aquella votación, en este y aquel sondeo para terminar en un chasco cuando llega la hora de la verdad. Además, para hacer la cosa menos fiable, tienen que contar con el resurgir de los socialistas y el asentamiento de Ciudadanos, porque, la gran lección de estos comicios en Cataluña, es que, ni alcanzando un resultado histórico, los independentistas logran convencer ni al 40% de los votantes.