Mostrando entradas con la etiqueta packaging. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta packaging. Mostrar todas las entradas

domingo, 10 de abril de 2016

¡Comprad! ¡Comprad, malditos!

   Como ya creo que he explicado, el gran problema de nuestra época se llama “más”. Estamos convencidos de que la seguridad pública se soluciona con más policías, los atascos con más carreteras y los problemas de sanidad con más hospitales. Pero, claro, ¿por qué quedarse ahí? Se puede salir de cualquier crisis trabajando más, nos daría tiempo de cumplir con todas las exigencias que acarreamos si el día tuviera más horas, dejaríamos satisfecha a nuestra pareja si tuviésemos un pene más grande y, por encima de todo, seríamos felices si tuviésemos más dinero. Aquí ya podemos ver el absurdo principio con el que funcionan nuestras cabezas. Si trabajamos más contribuiremos a acrecentar cualquier crisis deflacionaria, como es esta de la que vamos sacando cabeza. Si el día tuviera más horas también tendríamos más exigencias diarias. Y si tuviésemos un pene más grande, lejos de dejar satisfecha a nuestra pareja, le causaríamos daño. La solución nunca es más, siempre es “de otra manera”. Pero, como digo, hemos sido educados de un modo tan ridículo que no podemos concebir la felicidad si no es como la compra indefinida de cosas por muy inútiles que nos resulten. Así es como han llegado hasta nuestros hogares el porta shampoos que se pega en los azulejos, ese corpiño tan sexy que ya le apretaba al maniquí, la sartén de dos lados para hacer la tortilla, unos palos de golf a muy buen precio, la bañerita con burbujas para los pies y el cepillo de dientes eléctrico.
   Sin embargo, Internet ha significado un nuevo salto hacia delante del capitalismo porque ya no se nos pide que consideremos imprescindibles cosas que no necesitamos ni por asomo, no se trata de que compremos más allá de nuestras posibilidades económicas y de almacenamiento, ni siquiera se trata de crear en nosotros necesidades, el siglo XXI es el siglo de comprar no importa qué. La época en la que se fabricaba lo que necesitábamos, la época en la que se fabricaban nuevas necesidades, han periclitado. Empezamos, por fin, a querer aquello que no podemos necesitar porque ni siquiera sabemos que existe. 
   Van a ver qué historia más curiosa. Les voy a explicar el absurdo modo en que les timarán y, cuando lo hayan leído, Uds. mismos irán como locos a intentar por todos los medios que les timen.
   La teoría es muy simple, se trata de hacer pagar a la gente por cosas que no quieren porque no las conocen. Es más, no se trata de que compren a ciegas, es que van a comprar a ciegas lotes enteros. Todavía peor, no van a comprar a ciegas lotes de productos, lo van a hacer todos los meses o, al menos, durante algunos meses. Y, por increíble que les parezca, la cosa no ha terminado aún, es que lo que van a comprar Uds. son productos que las empresas fabricantes no tendrían el menor problema en dárselos gratis a cambio de lo que van a hacer de todas las maneras después de pagar, esto es, ofrecerles un feedback, acerca de qué les ha parecido. ¿Pagaría Ud. por esto? Vamos a verlo.
   El modo en que esta descabellada idea se lleva a la práctica  (y con enorme éxito), consiste en segmentar a la población creando nichos extremadamente pequeños y aislados geográficamente. Se trata de entusiastas lectores de novelas de misterio en inglés, de fanáticos de los minions, de amantes de los juegos electrónicos antiguos, de frikis del merchandising,  de seguidores de los superhéroes, o de interesados en el veganismo, cansados de comer siempre lo que encuentran en los supermercados y que quieren una alimentación mejor para ellos y su familia. En realidad todo vale, incluso se puede buscar un nicho constituido por los apasionados/as de las “cositas monas de Japón y Corea”. Una vez el nicho ha sido localizado hay que fijar firmemente en él el tubo por el que se van a tragar cuanto les lleve. El modo ideal son esa infinidad de bloggers y videobloggers que, como quien no quiere la cosa, irán descubriendo la existencia de estas selectas empresas y desvelarán ante las cámaras las espontáneas emociones que causan los paquetitos que reciben los elegidos en cuestión. Ya sólo falta empaquetar el producto que se le va a hacer tragar y enviárselo al cliente, eso sí, no dando la menor pista de qué contiene o sólo algunas sutiles indicaciones, con frecuencia falsas, para que todo quede como un maravilloso regalo personalizado y sorprendente, alejando de la mente de cualquiera que, en realidad, lo que ha recibido es el manido sobrecito con estampitas. Porque los “productos que siempre valen más que” los 20, 40 ó 50€ de la suscripción, son simples muestras, más o menos gratuitas, de productos que las diferentes marcas están intentando introducir en el mercado, restos de stocks o, simplemente, cosas invendibles de no ser por este artero procedimiento. Ciertamente, cuando Ud. intente volver a comprarlas, le costarán más de lo que han pagado por el paquete entero, pero para quien empaqueta, el coste es cercano a cero aparte del trabajo empleado en seleccionarlos y la comisión del blogger de turno. Aún así, no deja de haber quien cobra gastos de envío...
   Y ahora sí, aquí tienen su lista para que les timen en condiciones:
  Geek y merchandaising: Loot Crate, Hypercrate, NedblockZbox, WoloboxHerobox
   Cosméticos: Essentia box, BirchboxBodybox.
   Alimentación: Organico boxSmile boxBestowed
   Cositas monas: Kawaiibox
   Videojuegos: Myretrogamebox.  
   Chucherías: Freedomjapanesemarket.
   Vino: EnoloboxVinaco, Riojabox
   Calzoncillos: Machopack.
   Mascotas: MiguitasMascoticlub.
   Sexo: Sensualissimo, Surprisex.  
   Libros: Hello subscriptionOwl Crate.  

   Bueno, me imagino que ya nadie seguirá leyendo por aquí, así que aprovecharé para explicar un par de cosas. En primer lugar que la lista está sin comentarios de ningún tipo porque no he cobrado nada por hacerla, me he limitado a ir poniendo lo que he ido encontrando por ahí. La segunda cuestión es que ya saben qué deben pensar de quienes afirman que las empresas, el mercado o el capitalismo están para satisfacer las necesidades de los seres humanos. Para satisfacer sus necesidades está su pareja, el resto tendrán suerte si sólo es un fraude. Por último, debo señalarles que estamos en las puertas del futuro. El siguiente paso serán las cajas verdaderamente sorpresa, a las que uno se suscribirá y no llegarán invariablemente un día concreto del mes, de hecho, habrá meses en los que no lleguen y meses en los que nos vengan dos o más. Eso sí, seguiremos pagando. Pero el modelo ha venido para extenderse. La época en que había anuncios que nos desglosaban las características de los productos está a punto de desaparecer. De hecho, ni siquiera se intentará convencer a los compradores, se intentará despertar en ellos actitudes sin dirigirlas hacia ningún objeto en concreto. Compraremos versiones elementales de coches que serán poco más que una carrocería con volante y ruedas. Después, conforme vayamos pagando las cuotas, obtendremos la posibilidad de implementarlo con gadgets y tuneos sorpresa. Por fin, el unboxing sustituirá a los anuncios, el packaging al marketing, el marketing al producto y la página web a la marca. Estaremos ya sólo a un paso del objetivo final del capitalismo: hacer que sacrifiquemos nuestras vidas por intangibles, por esperanzas, por ilusiones, por sutiles bocanadas de vacío. 

domingo, 13 de mayo de 2012

El futuro de la ciencia

   Un aspecto frecuentemente olvidado de la teoría de la evolución de Darwin es que la selección natural no es el único mecanismo que preserva individuos dentro de la variedad que presentan las especies. Junto a ella está la selección sexual. Darwin la describe como una competencia, típicamente, de los machos por las hembras, que lleva a unos ejemplares a aparearse  con más frecuencia que otros, es decir, a tener mayor descendencia. Desde un punto de vista evolutivo no es un factor trivial. Si todo el juego dependiese, como suele decirse, de la supervivencia del más apto, las especies no evolucionarían. La clave está en que, al sobrevivir, los más aptos pueden dejar descendencia con sus caracteres. Por tanto, dependiendo de las circunstancias, ambos tipos de selección tendrán, o no, el mismo peso en el devenir de una especie, pero es fundamental comprender que los caminos evolutivos a los que conducen una y otra pueden ser absolutamente divergentes (piénsese en el mimetismo del plumaje de las perdices frente a la cola de los pavos reales). Aún hay otra diferencia entre estos dos tipos de selecciones. La selección natural consiste en que sobreviven (y se aparean) los individuos que son mejores que el resto en un aspecto u otro. La selección sexual permite tener descendencia a los individuos con mejor apariencia en un sentido u otro. Y, como todos sabemos, ser no es lo mismo que parecer.
   Normalmente no se suele aludir a la selección sexual cuando el darwinismo es usado como modelo en otros campos. Es divertidísimo oír hablar a los economistas de que el mercado es una jungla en la que sólo sobreviven los mejores. Si el mercado fuese, de verdad, una jungla, no se venderían coches grandes, no sería importante la moda, ni existiría el packaging. Más bien, el mercado es como ese típico bar de copas al que todo el mundo va a ligar... y al final sólo folla el camarero. Algo parecido está ocurriendo en la ciencia. También aquí las teorías deben superar una criba en todo comparable a la selección natural. Sólo ganan nuevos adeptos (es decir, procrean), las que son capaces de sobrevivir a su confrontación con los datos y con teorías rivales. Pero, como observó Kuhn hace tiempo, existe, igualmente, una selección sexual. Teorías bien promocionadas, teorías apoyadas por buenos vendedores de las mismas o, más simplemente, teorías de moda, pueden ocupar una buena cantidad de tiempo de los investigadores. Esta deriva ha existido siempre, pero da la impresión de que se ha acentuado con los años. Las revistas científicas tienden a seguir la línea marcada por Science y Nature, con artículos cada vez más breves e impactantes. Como consecuencia, ha comenzado a confundirse la estructura de un artículo con la propia de ponencias y conferencias. Las ilustraciones ocupan ahora mayor espacio, se han hecho más grandes y más vistosas. A la información transmitida por palabras, se sobreimpone una información icónica, que, como en el caso de los congresos y simposios, roza lo superfluo. Estos, por su parte, sufren de una powerpointitis aguda que ya ha llevado a algunos a preguntarse si las presentaciones no nos estarán volviendo estúpidos a todos.
   Una presentación con PowerPoint tiene la expresa intención de captar la atención del público y es un hecho comprobado que los seres humanos prestamos más atención cuanto menos información escrita estamos viendo. El resultado es que se escamotean los argumentos, se sustituye la conexión causal por la jerarquización, a ser posible, simplificadora y parca en detalles y, por tanto, se hace extremadamente fácil introducir asunciones no siempre clarificadas. La correcta exposición de los hechos ha comenzado a ser sustituida por la adecuada selección del tipo de gráficos, el orden correcto de la explicación por la correcta asignación de colores y, en definitiva, lo que se dice ha perdido importancia respecto de lo que se ve. En ciencia, como en tantas otras cosas áreas de nuestra vida, lo más importante ha comenzado a ser la imagen que se proyecta.
   Se nos dirá, “el PowerPoint no lo es todo, únicamente es el acompañamiento de la exposición”. Así debiera ser, por supuesto, pero quien argumente de esta manera sólo está mostrando su candidez ante la dinámica que toda imagen impone. La palabra no está ahí para ser subrayada por la imagen que se proyecta. Es exactamente a la inversa, la palabra está ahí para subrayar la imagen. De otro modo no podría entenderse que el conferenciante pare su discurso hasta que el pantallazo adecuado ha sido proyectado. Lo único que hace la palabra en una presentación al uso es ofrecerle una continuidad a la gramática de la imagen de la que ésta, por sí misma, carece, pero que necesita para hacerse inteligible. Una presentación con PowerPoint tiene, de hecho, dos tiempos diferentes que muy pocos saben integrar adecuadamente, el tiempo de una imagen que, en principio, es la instantaneidad y el tiempo que tarda en leerse lo escrito en ella. Pero, como siempre que se trata de imágenes, ellas se quedan en exclusiva con el tiempo, distribuyéndolo entre las palabras a su antojo. Hacer correlativos ambos tiempos sólo es posible asimilando la palabra a la pobreza informativa de la imagen, diciendo lo mínimo que se puede decir, o, mejor aún, diciendo lo que ya todo el mundo sabe.
   Hubo un día en que congresos y simposios fueron lugares de intercambio de información, eficaces distribuidores de innovaciones, acontecimientos clave en la difusión de nuevas ideas. Todo eso se hace hoy de un modo mucho más discreto, a través de Internet o, cada vez con mayor frecuencia, no se hace. El fabuloso congreso que adorna los curricula de los investigadores no pasa de ser una brillante exhibición de colas de pavo real. La selección sexual, el reino de la apariencia, el predominio de la imagen, es ya la clave para entender la ciencia contemporánea. Hasta qué punto esto es así puede comprobarse siguiendo el rastro de los recientes escándalos por fraude. La mayor parte de ellos han sido detectados no porque alguien repitiera los experimentos con otros resultados (algo mucho más frecuente de lo que se piensa), sino porque alguien acabó por darse cuenta de la reiterada utilización de los mismos gráficos o las mismas fotografías. Hacia dónde vamos es fácil de predcir. Dentro de poco, los científicos serán marcas comerciales, las teorías más aceptadas las que más anuncios pueden permitirse y las publicaciones científicas un género de Bild-Zeitung pero sin foto de jovencita desnuda en la contraportada.