domingo, 14 de marzo de 2021

Exploradores (1 de 2)

   El próximo viernes se cumplirán dos siglos del nacimiento de Sir Richard Francis Burton. Diplomático, traductor, orientalista, espía, antropólogo, erotómano, políglota y, ocasionalmente, poeta, alcanzó fama mundial por su faceta de explorador y, más concretamente, por su expedición a la región de los grandes lagos africanos. Acompañado de John Hanning Speke, alcanzó en febrero de 1858 el lago Tanganika tras sufrir innumerables penalidades. Con Speke ya había explorado el interior de lo hoy conocemos como Somalia. Si en aquella ocasión las tribus locales secuestraron a Speke y le proporcionaron once heridas, al lago Tanganika llegó ciego y sordo de un oído por culpa de un escarabajo que se le metió en él. Allí, sin embargo, la suerte cambió. Burton cayó enfermo y Speke lideró la exploración del lago Victoria. La amarga rivalidad que estas exploraciones generó entre ambos ha producido material abundante para artículos, libros y películas y dividieron a la sociedad británica de la época entre partidarios de uno y otro. Sin embargo, casi se queda en una pelea de patio de colegio si se la compara con la pugna entre Cook y Peary por la conquista del Polo Norte o con la de Scott y Amusen por el Polo Sur.

   Contaba Roald Amusen que con ocho años dejaba la ventana de su dormitorio abierta a los vientos de su Noruega natal para acostumbrarse a las inclemencias del territorio que él habría de conquistar, el Polo Norte. Pero el Polo Norte cayó, según la prensa, en las manos de Cook o de Peary justo cuando Amusen culminaba los preparativos para alcanzarlo. Sin pensárselo mucho, decidió poner rumbo al Sur, ocultándoselo a todo el mundo. Los fondos para su iniciativa se vieron reducidos drásticamente, hasta el punto de que Amusen tuvo que hipotecar su casa y todos sus bienes. Robert Falcon Scott, el hombre al mando del proyecto británico de conquista del Polo Sur, le envió materiales para que realizaran observaciones simultáneas en ambos polos y trataba, infructuosamente, de concertar un encuentro con él. En ningún momento se le escapó que todo el mundo lo consideraría un traidor y un tramposo si triunfaba y que difícilmente podría escapar de la cárcel si fracasaba. Sabiendo lo que había en juego, Amusen planificó minuciosamente los detalles, asegurándose de que cada perro, cada trineo, cada gramo de alimento se hallase en sus mejores condiciones en el momento en que se lo pudiera necesitar. El 9 de septiembre, desde Madeira, mandó un cable a Scott, que ya había zarpado en medio de enorme publicidad, para comunicarle el cambio de rumbo. El 15 de enero de 1911 Amusen llegaba a la bahía de las Ballenas. Tras numerosos preparativos y mejoras en los trineos que llevaban, el 19 de octubre Amusen y su equipo iniciaron el viaje hacia el Polo Sur que culminaron el 14 de diciembre, no sin sembrar el recorrido con tres veces más depósitos de provisiones para la vuelta de lo que haría Scott, marcar concienzudamente su situación y sellar los depósitos de queroseno para que el viento, al tumbarlos, no lo desparramara, como acabó ocurriéndole al británico. Tras recuperar fuerzas unos días, consiguieron regresar sanos y salvo a su base. Otra suerte le cabría a la expedición de Scott y, desde luego, no porque no hubiese tenido presagios de lo que iba a ocurrir.

   El 31 de julio de 1901, con 33 años, Scott había zarpado rumbo a la Antártida al mando de la nave Discovery. Con el arrojo que se esperaba de los oficiales de su graciosa majestad, pero sin preparación alguna, con perros y esquíes que nadie sabía utilizar y anteponiendo los formalismos de la marina a la eficacia práctica, el Discovery acabó atrapado en el hielo, la mitad de la tripulación regresando antes de tiempo y buena parte de las observaciones científicas comprometidas por el modo en que se las obtuvo. La prensa, sin embargo, convirtió a Scott en un héroe popular, magnificando sus logros y callando el desastre en el que estuvo a punto de convertirse su misión. El mismo debió verse como un héroe porque se tomó a mal que otro, Ernest Shackleton, anunciara en 1906 sus planes para alcanzar el Polo Sur. Scott le exigió a Shackleton que no utilizara las áreas exploradas por él para su expedición y eso originó retrasos en el intento de Shackleton que acabaron por conducirle al fracaso. Shackleton se quedó a 180 Km del Polo Sur. Scott pareció tener ante sí un camino alfombrado hacia su objetivo. Decidió que sería mucho más honroso recorrer sólo una parte de él tirado por perros y dejó el resto para trineos motorizados, caballos y tracción humana, por la que sentía especial predilección. Muy pronto los ponis comprados sin especial supervisión se demostraron un problema y otro tanto ocurrió con los trineos motorizados, pero ni eso ni tener conocimiento de la presencia de Amusen le hizo cambiar de planes. El 31 de octubre de 1911 emprendió camino al Polo Sur. Llegó a él el 17 de enero de 1912 para encontrar allí la bandera noruega y una carta que Amusen había dejado para su rey por si le sucedía algo en el viaje de regreso. El 17 de febrero, durante la vuelta a la base, Scott perdió uno de sus hombres como consecuencia de una caída. Circunstancias varias hicieron infructuoso el previsto encuentro con el grupo encargado de llevarles suministros. Scott y los tres miembros de su equipo que le acompañaban se encontraron en mitad del hielo a temperaturas por debajo de los 40ºC y con 670 Km que recorrer hasta la salvación. El 16 de marzo, uno de ellos, incapaz ya de caminar, abandonó la tienda en la que se encontraban y se dejó morir congelado. El 19 de marzo, los tres supervivientes de la expedición montaron su último campamento a escasos 20 Km de un punto de suministro, pero no pudieron avanzar más. Se supone que Scott, el último en fallecer, lo hizo el 23 de marzo de 1912.

   La muerte de Scott y los suyos arrojó largas sombras sobre el triunfo de Amusen. De acuerdo con la tradición imperial británica de tapar los despropósitos con el heroísmo individual que trata de remediarlos, a Scott, al que ya se había convertido en héroe para ocultar los desmanes de la expedición Discovery, se lo transformó en icono nacional. Acabó teniendo más monumentos en Gran Bretaña que Amusen en Noruega, se le dedicaron poemas y loas sin límite y hasta un cráter en la Luna tiene su nombre. Con el correr del tiempo las aguas fueron amainando y en la década de los 70 del siglo pasado se inauguró una línea de revisión de su figura que lo tildó de incompetente en el mejor de los casos. En los últimos años algunos de los argumentos esgrimidos para esa revisión han sido puestos en tela de juicio, la deficiente planificación llevada a cabo por Scott, no.

   Hoy día se pueden hacer bonitas excursiones a las cabañas erigidas por la expedición Discovery, a la tumba de Scott y su equipo y al mismísimo Polo Sur con estancia en modernos habitáculos de fibra de vidrio cálidamente acondicionados, deliciosas comidas y snowkiting por el módico precio de 70.000€. Claro, que si Ud. es de esos pobretones que no suele dejar esa cantidad como propina en el parking, siempre tiene la posibilidad de irse al lago Tanganika por mucho menos.


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