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domingo, 16 de marzo de 2014

Impuestos

   Una de las incongruencias más divertidas que pueblan nuestras incongruentes cabezas es que todos queremos mejores servicios públicos pagando menos impuestos. Nos quejamos de la policía, del ejército, de los profesores, de los médicos, de los hospitales, de los jueces, del cuidado de parques y jardines y hasta de los inspectores de Hacienda. Todos ellos trabajan poco, cumplen de mala manera sus funciones, no se comprometen con su trabajo, no rinden lo suficiente, llegan tarde y se van pronto. Los propios edificios oficiales están desvencijados, saturados, ofreciendo unas prestaciones penosas a sus usuarios. Las listas de espera son exageradas, los retrasos en la justicia desmedidos, la dilatación de los procedimientos burocráticos desproporcionada. Eso sí, todos queremos también pagar salarios ridículos a los profesionales, eludir los gastos de mantenimiento y reposición de materiales y, por encima de todo, que el dinero necesario para ello salga del bolsillo del vecino, no del nuestro. Protestamos por cada euro que se lleva Hacienda, pero no solemos recordar cuando llevamos horas esperando a que nos atiendan en la sala de urgencias de un hospital, que si Hacienda se hubiese llevado algún euro más, tal vez no estaríamos en esas circunstancias.
   No me gustan los Estados, no me gustan sus estructuras, ni creo que las funciones que ejercen tengan otro objetivo que el  control de la población, quizás porque conozco todo ello desde dentro. Sin embargo, es cierto que, a cambio de ese control exhaustivo, ofrece un cierto género de protección a algunos segmentos de la población que lo necesitan. Lo diré de otro modo, no creo que la desaparición de los Estados signifique por sí misma la desaparición de todos los males de la humanidad y ni siquiera de la mayoría. En cambio sí creo que si el mercado dejara de ser libre todos lo seríamos un poco más (por eso tengo ciertas simpatías por los anarquistas, por su candorosa inocencia). Así que, siendo un mal, necesitamos, de momento, de los Estados para que no haya males mayores. El problema es que, a su vez, los Estados, para funcionar, necesitan dinero. En lugar de controlar los mercados, los Estados quedan pues supeditados a ellos, como lo ha demostrado la reciente crisis. Por tanto, a cambio del control que sigue ejerciendo sobre los ciudadanos, la protección que les puede brindar es cada vez menor. La única conclusión posible de semejante proceso está puesta negro sobre blanco en el reciente informe del comité de expertos sobre la reforma fiscal en España.
   Es un viejo truco político que, cuando se pretende acometer  algún tipo de salvajada se le encarga a un comité de “expertos” un informe sobre el tema en cuestión. Como los “expertos” son elegidos por el gobierno, se los selecciona de entre aquellos que predican las formas más radicales de la salvajada en ciernes. De este modo, el gobierno en cuestión “desoye” a los expertos y propone una versión mucho más “moderada” de la reforma que no es otra que la salvajada que desde un principio se había tramado. Todo el mundo sabe que el PP ambicionaba desde hacía tiempo una reforma que disminuyera el número de tramos en el IRPF, con una bajada de impuestos para los más ricos, una subida para los menos ricos y un IVA sanguinario para todos por igual. Que los “expertos” hayan propuesto una versión exagerada de estas medidas nos acerca un paso más a los objetivos del partido en el gobierno. Para entender su alcance citaré a nuestro queridíssimo y amadíssimo Sr. ex-presidente del gobierno el zapatitos, quien, en una ocasión, preguntó: “¿por qué no va a ser progresista reclamar un tipo impositivo único?” Dicho de otra manera, un tipo impositivo único puede ser progresista, nunca algo de izquierdas. Supongamos que sólo existiera un tramo impositivo, es decir, que todos los ciudadanos que hacen la declaración de la renta pagaran, digamos, el 10% de sus ingresos a Hacienda. ¿Sería una distribución equitativa? La respuesta es muy simple, si echamos un 10% menos de arroz en un plato, el comensal, probablemente, se quedará con hambre. Sin embargo, si a una langosta le quitamos el 10%, como mucho, la serviremos con una pata menos (vamos, digo yo, porque las únicas langostas que he visto en mi vida son de las que se comen las cosechas). 
   Bajar los tramos y el tipo de los impuestos que se recaudan vía IRPF y subir el IVA tiene un resultado muy simple. El IVA lo pagamos todos, los tramos altos del IRPF quienes tienen más. Todos acabaríamos abonándole a Hacienda lo que ahora sólo abonan los que tienen más. Como, además, el gobierno modifica el IVA de los productos a su antojo, comprar un libro podría llegar a tener un tipo del 22 ó 23%, mientras que el IVA de un yate seguirá siendo del 18%. Esto, indudablemente, gravaría el consumo, precisamente, el que habría de ser el motor de la recuperación económica. De modo que, al final, después de conseguir que los ricos paguen menos y el resto de la población bastante más, Hacienda seguiría sin recaudar lo que necesita debido a la depresión del consumo que se va a originar. En resumen, con las propuestas de la Comisión Lagares y, en especial, con la lectura que de las mismas va a hacer el gobierno, olvídense de esperar menos en las urgencias de un hospital cuando necesiten atención médica.

domingo, 22 de julio de 2012

Todo es mentira

   Hacia principios de los años treinta la radio era un lujo que sólo una pequeña parte de la población alemana se podía permitir. La emisoras estaban en manos de las autoridades de cada uno de los Estados federales y la variabilidad de sus consignas hacían de ellas un modo más de generar confusión en los confusos estertores de la República de Weimar. Erich Scholz, por entonces ya muy cercano al nazismo, fue quien puso orden en aquel descontrol desde su puesto de "Comisario para la Radio del Ministerio del Interior". Scholz se aseguró de uniformizar las líneas editoriales, el formato y la programación misma de las diferentes emisoras, hasta hacer de ellas una voz única. Para Scholz, la radio alemana debía de estar al servicio "del pueblo alemán" y excluir todo lo que fuese en contra de los intereses "del pueblo". Scholz dimitió de su cargo el 22 de noviembre de 1932, unos cuarenta días antes de que Hitler fuese nombrado Canciller. Hitler y Goebbles no "se dieron cuenta" de las potencialidades de la radio una vez llegados al poder, el ascenso del totalitarismo y la desaparición de la pluralidad en la radio corrieron paralelos, hasta el punto de que cabe preguntar si hubiese ocurrido lo primero de no haberle allanado el terreno lo segundo.
   Hasta entonces, escuchar la radio era un acto social. Dado el coste de los aparatos, grupos de conocidos o amigos se reunían en torno a él y debatían el contenido de las noticias. Lo que hicieron Hitler y Goebbles fue encargarle a Otto Griessing la fabricación de un modelo barato, muy barato, de modo que cada hogar alemán se lo pudiera permitir. Se trataba de conseguir que la voz de Hitler, hablase personalmente a cada alemán, eliminando cualquier posibilidad de discutir el mensaje transmitido. No obstante, como acabo de decir, Erich Scholz realizó su fecunda labor bajo un gobierno no dictatorial(1). Existen multitud de métodos para lograr la unificación de mensajes de un modo mucho más sutil, aunque no menos peligroso, que las drásticas amenazas nazis. Uno de los más fáciles se llama "reducción de costes" y consiste en subcontratar el suministro de informaciones con alguna de las agencias de noticias al uso. De este modo, lo que el oyente entiende que es un contraste de fuentes por oír la noticia en dos emisoras de signo político contrapuestos, se trata, simplemente, de la repetición de una y la misma fuente. Pongamos ahora esta situación en contexto. Hoy día la radio no se escucha habitualmente en la intimidad del hogar y, mucho menos, prestándole nuestra atención plena como en época de los nazis. Se escucha mientras se conduce, se trabaja manualmente o se hace ejercicio, actividades todas ellas que exigen una parte de nuestra atención, mientras que la otra va absorbiendo la información de trasfondo con bastante poca capacidad crítica. Por tanto, aunque el porcentaje de población al que se alcanza se ha reducido, el poder intonxicador de la radio permanece intacto. Comprobarlo es simple, preste atención a lo que dice cualquier grupo de ciudadanos "bien informados", con independencia de que sean abogados, médicos, albañiles o barrenderos. Si han acudido a sus puestos de trabajo con la radio puesta, podrá observar en ellos la más sorprendente uniformidad en la consideración de cuáles son los "hechos" y de qué es "lo importante" de ellos. Apenas entorne un poco los ojos, hasta podrá oír las expresiones del comentarista radiofónico que habla por sus bocas.
   La demostración última de que nadie en su sano juicio puede dudar de que esos son los "hechos", de que eso es lo "importante", lo da el que otro medio (al cabo, de nuevo, la misma fuente), viene a confirmarlo y de ese otro medio no se puede dudar pues en él "vemos" lo que ocurre, la televisión. Es verdaderamente irónico que hoy día, que todos tenemos en nuestro ordenador un eficiente programa para manipular imágenes, llamado Photoshop, sigamos creyendo en la fidelidad de las imágenes que proyecta nuestra pantalla de televisor. Cualquier estudio que consulte le dirá que la televisión es el mejor medio para mentir.
   Cuento todo esto a propósito de la situación actual. Puede entrar Ud. en cualquier bar, participar en cualquier reunión, acudir a cualquier cena y oirá hablar de la prima de riesgo como si, efectivamente, fuese la prima de todos los presentes. Un borrachín de taberna cualquiera, es capaz hoy en día de disertar acerca de las implicaciones de que la deuda pública tenga un tipo de interés cercano al 7% en el mercado secundario. Y, por supuesto, por encima de todo, hasta los niños de parvulario saben que estamos en crisis. Que esté tan claro, que todo se pueda explicar de un modo tan simple, que todo sea tan obvio, lejos de ser una prueba de que estamos ante hechos "objetivos", muestra que estamos ante una buena campaña publicitaria. Los síntomas se acumulan.
   El sistema educativo conocido como "Ley del 70" fue sustituido, sin evaluar sus ventajas o desventajas, por una ley orgánica conocida como LOGSE. La LOGSE fue seguida por la LOSE a la que sucedió la LOE, la cual, a su vez, ha sido modificada en múltiples ocasiones. Todos estos cambios han tenido una dirección nítida, el sistema educativo español es cada vez peor, como lo demuestran hasta las evaluaciones más proclives al mismo. ¿Casualidad? ¿Lleva la educación española treinta años en manos de tontos?
   Nuestro queridísimo y amadísimo Sr. ex-Presidente del Gobierno, el Zapatitos, ejecutó un drástico recorte del sueldo de los funcionarios para ajustar el gasto público. La reducción del poder adquisitivo de los funcionarios generó una contracción de la economía y, con ello, hizo imposible alcanzar el objetivo de reducir el déficit público porque el Estado no recaudaba lo suficiente. Para solucionarlo, el gobierno de D. Naniano Rajoy ordenó a las autonomías un recorte en el gasto del sueldo de sus funcionarios que ha generado una nueva contracción de la economía, volviendo a hacer imposible alcanzar los objetivos marcados. Para solucionarlo, se acaban de aprobar nuevas medidas que implican nuevos recortes en el sueldo de los funcionarios y un aumento del IVA, cuya única consecuencia posible es la congelación total de la economía española y condenarnos al rescate o la bancarrota.
   Dado que estamos en crisis, las empresas tienen que despedir tantos trabajadores como puedan para reducir costes, aumentando la jornada laboral de los que quedan. Cuantos más trabajadores despidan y mayor la jornada laboral de quienes queden, menos consumidores potenciales tienen, con lo que menos demanda habrá en el mercado y menos ventas, lo cual sólo puede conducir a despedir a todos los trabajadores y cerrar la empresa.
   Si alguien tropieza en una piedra y se cae, es humano. Si tropieza dos veces en la misma piedra, es tonto. Si tropieza tres... es que tiene un plan.
   Para empezar, como ya he dicho, no hay ninguna crisis. Quien hable de crisis miente y, lo que es peor, miente porque tiene un motivo para ello, porque trabaja para quienes hacen todo lo posible por ocultar los hechos. El capitalismo no está en crisis y, mucho menos, es Europa la que está en crisis. De lo que se trata es, simplemente, de que a los ciudadanos de a pie nos han dado el timo de la estampita y ahora pretenden que nos conformemos con los recortes de periódico en lugar de nuestro ahorros. Nos han timado. Nos han timado diciéndonos que no había ningún motivo para endeudarnos más allá de nuestras posibilidades, nos han timado diciéndonos que nuestros pisos valían un precio irreal, nos han timado con escandalosas hipotecas que escapaban al más simple criterio del sentido común, nos han timado diciéndonos que podíamos confiar en las Cajas de Ahorro y nos siguen timando al pretender que paguemos (por partida doble) a los bancos. Por tanto, reducir sueldos, reducir empleo, reducir salarios, reducir la calidad de la educación, reducir el tamaño del Estado, no es la forma de salir de esta crisis, porque no hay tal crisis. Todo es un plan preconcebido para hacernos creer que los timadores son, en realidad, nuestros amigos y que nos están protegiendo, cuando lo que realmente están haciendo es volvernos más tontos, más pobres y más indefensos.


   (1) Sobre la relación entre el nazismo y la radio, pueden consultar este magnífico post del blog Cabovolo.

domingo, 1 de abril de 2012

ZP como problema

   Si recuerdan, el que ahora es nuestro amadissimo presidente de gobierno, Don Naniano Rajoy, decía hace unos meses que el problema que tenía España era Zapatero. La solución a todos los males era, pues, darle la patada por su incompetencia. Un día después de que el Sr. Rajoy llegase al cargo de presidente del gobierno, todas nuestras cuitas desaparecerían como por ensalmo. Ahora que ya es presidente y que los problemas, lejos de desaparecer, parecen agravarse (nuestra prima riesgo evoluciona peor que la de Italia), sería conveniente comenzar a preguntarse qué ha pasado. Y la respuesta es muy simple. El desastre provocado por el Sr. Zapatero se debió, en buena medida, a que vivió durante ocho años en un país estupendo y multicolor que, para nada, era el país en el que vivíamos el resto de los mortales. La cuestión está en que, con su llegada a La Moncloa, el propio Rajoy parece haber entrado en ese país tan poco real. Dicho de otro modo, el Sr. Rajoy ha demostrado estar tan alejado de la realidad como lo estaba el Sr. Zapatero, así que no hay que ser muy inteligente para concluir que vamos de cabeza a un desastre corregido y aumentado. Felipe González tardó trece años en tirar por el retrete la confianza que los ciudadanos habían depositado en él, Aznar ocho, Zapatero seis, Rajoy cien días. Mucha gente, incluso de derechas, me habla de maravillas de Felipe González, pero fue él quien se encargó de hacer posible que Aznar llegara al poder. Y de Aznar se podrá decir lo que se quiera, pero hizo posible que Zapatero llegara al poder. Y Zapatero le puso en bandeja La Moncloa a Rajoy. Y, de seguir por este camino, Rajoy va a lograr que nuestro próximo presidente del gobierno sea una versión cutre de Torrente, el brazo tonto de la ley.
   Como ya he explicado, entra dentro de lo normal que los españoles nos llevemos chascos con las alemanas. También es comprensible que si uno es un político español, es decir, si no habla otro idioma que el español, cuando nos dicen: “presente Ud. las cuentas y después ya hablaremos de flexibilizar el objetivo de déficit público”, alguien, medianamente despistado, entienda que el están dando la razón. Lo que ya no es normal, ni comprensible, ni aceptable es que se ponga sobre el tapete un déficit público del 5,3% sin haber consultado con nadie en Bruselas la posibilidad de que esa propuesta pudiese no ser aceptada y es directamente de tontos no haber tenido un plan B diferente de decir: “¡Ah! Bueno, vale”.
   En fin, un mal día lo tiene cualquiera. Mosquear a nuestros socios europeos, que se están tragando ranas y sapos para mantenernos a flote, no está muy bien, pero pase. Lo que ocurre es que los miembros de este gobierno parecen levantarse cada mañana pensando a quién más pueden mosquear. Primero se ignora a los sindicatos, haciendo como que no existen. Después se le advierte a los banqueros que de beneficios nada, todo para aprovisionar pérdidas. A continuación se elevan los impuestos a los empresarios. Finalmente, se les planta una reforma laboral a los trabajadores y vuelta a empezar con el círculo del mosqueo. Entre medias, algún ocurrendo de Ruiz Gallardón sobre el aborto o un par de astillitas en el camino de los opositores por parte del Sr. Wert. Pero la palma, es, sin duda, para el señor De Guindos. Parece llevar tatuada en su amplia frente el lema: “esto es España y aquí hay que sufrir”. Siempre que no tiene una mala noticia que transmitir, advierte que lo peor aún no ha llegado y que recortar, hay que seguir recortando. Vamos a ver. Imaginemos que yo tengo diez euros en el banco y que un día sí y otro también, oigo a mi ministro de economía decirme que siga haciéndome agujeros en el cinturón, ¿qué haré con esos diez euros? ¿saldré a gastármelos o los dejaré a buen recaudo por si los necesito? Y si todo el mundo hace lo mismo ¿cómo demonios se va a reactivar la economía? Yo no digo que las medidas más duras haya que mantenerlas en secreto, pero alguien con un poco de conocimientos de lo que significa la expresión “política comunicativa”, tendría que ponerle una mordaza al Sr. De Guindos. Ahí es nada decirle a los empresarios que se les va a subir los impuestos en el mismo consejo de ministros en el que se aprueba... ¡una amnistía fiscal! Que bueno, que vale, que a lo mejor hay que hacerla, lo que clama al cielo es que se apele, como fundamentos para hacerla, a una recomendación de la OCDE y al precedente del gobierno ¡¡de Berlusconi!! Como todo el mundo sabe la OCDE es famosa por fallar más que una escopeta de feria en sus predicciones económicas y éste es un ejemplo palmario. ¿Que se va a recaudar cuánto? Si yo fuera un empresario al que le van a subir los impuestos, el viernes por la tarde estaría llamando a mi asesor fiscal para preguntarle cómo puedo llevarme el dinero a Suiza. Al fin y al cabo, dentro de diez años o así me lo van a regularizar... Y en cuanto a Berlusconi, quizás el Sr. Rajoy todavía no se ha enterado cómo terminó, ya sabemos que él sólo ve en los telediarios las noticias deportivas.
   No obstante, hay que ser justos, este gobierno mosquea a todos por igual, pertenezcan a su partido o no. Que se lo digan al Sr. Arenas. Este pobre hombre lleva 16 años intentando pillar un carguito en Andalucía y cuando ya parecía que lo tenía hecho, han venido sus colegas de partido a “echarle una mano”. Con tantos ministros pinchando al primero que se colocase a tiro, tantos anuncios de lo que iba a ocurrir el 30 de marzo y tantos silencios del propio Arenas, al final el gobierno del PP ha conseguido crear un  problema de insospechadas consecuencias donde había un triunfo histórico. El Sr. Griñán se ha salido con la suya y podrá gobernar (es un decir) en coalición con IU. Savater recordaba que, según los griegos, cuando los dioses querían fastidiarnos, nos concedían, exactamente, lo que con más frecuencia les pedíamos. Eso mismo puede pasarle al Sr. Griñán. IU debería exigir, entre otras cosas, el 25% de las consejerías, incluyendo la de Agricultura. El problema para el Sr. Griñán es que, como él anda diciendo desde las generales, Andalucía vota mayoritariamente a la izquierda. A la izquierda, izquierda. Tan a la izquierda que ya veremos si ha votado al PSOE. Quienes se van a repartir las consejerías no son socialdemócratas y, ni siquiera, “progresistas”. La cabeza de cartel de esta IU que ha doblado el número de escaños en el parlamente autonómico es gente del PCE y del Sindicato de Obreros del Campo, gente que lleva años ocupando fincas sin labrar y exigiendo su reparto entre los jornaleros. El próximo consejero de agricultura puede ser Sánchez Gordillo que, como alcalde del cantón independiente de Marinaleda, expropió hasta la señal de Canal+. El Sr. Arenas haría bien en no preparar las maletas de vuelta a Madrid demasiado pronto. Es bastante probable que el PSOE descubra, una vez más, que se lleva mejor con los que ganaron la guerra civil que con la izquierda de verdad..
   Pero la cuestión no para aquí. La coalición entre IU y PSOE en Andalucía puede hacer palanca en Extremadura e incluso en Asturias. El PSOE ha comenzado a ver brotes verdes antes de atravesar su particular desierto y al gobierno, literalmente, le han crecido los enanos. De hecho, le han crecido por millares, todos esos que participaron en la huelga general y en las manifestaciones subsiguientes. De pronto, el Sr. Rajoy ha descubierto que el cheque en blanco que le firmaron en noviembre carece de fondos y que le quedan tres años y medio, larguísimos, en los que tendrá que hacer lo último que tenía intención de hacer una vez llegase al gobierno, gobernar.
   No, Zapatero no era el problema. Zapatero era parte del problema. La otra parte está ahora ocupando el cargo que él ocupó.

jueves, 9 de febrero de 2012

Una de submarinos

   En política, un "submarino" es el espía que un partido (o facción) ha infiltrado en otro/a para averiguar lo que se cuece en él o, directamente, sabotear sus iniciativas. Claramente, durante el segundo mandato del Sr. Zapatero, su gobierno estuvo plagado de submarinos de esta naturaleza. Nadie, por muy tonto que sea, puede hacerlo tan mal sin que alguien le ayude. Algo semejante se puede decir del gobierno andaluz del PSOE. De atenerse a lo publicado, el Sr. Griñán se las ha apañado para dividir una formación que parecía monolítica, hundirla en las encuestas y lograr la unanimidad en torno a la idea de que lo mejor es que nos mande el PP. Recientemente estas sospechas han comenzado a verse confirmadas. La situación es la siguiente. Hay un escándalo en el que se hallan envueltas personas a las que se les pagó una indemnización por ser despedidas de empresas para las que no trabajaron, un chófer con tabique nasal de plata y 647 milloncejos de nada adjudicados poco menos que a dedo durante nueve años. Naturalmente, los expedientes que están en el núcleo de la investigación, fueron puestos a buen recaudo y la "llave" que los mantenía lejos de la opinión pública se entregó únicamente a cinco personas "de total confianza". No sé cuántos simpatizantes del PP trabajan para la Junta de Andalucía, me imagino que pocos. Por eso no se puede atribuir a la mala suerte que una de esas "llaves" acabase en el bolsillo de uno de esos simpatizantes del PP. Ni que decir tiene que al buen hombre le faltó tiempo para copiar todos los documentos y mandárselos a los suyos. Nadie puede ser tan tonto como para poner a vigilar las joyas de la corona a un cleptómano, de modo que quien "confió" en esa persona, debe ser, también él o ella un submarino. Pero la cosa no para aquí. En lugar de colgar a esa persona por los pulgares, el gobierno andaluz se ha lanzado en tromba contra el principal partido de la oposición por juego desleal. Esa reacción hace sospechar, de nuevo, que por encima de esa persona que confió en un submarino también hay alguien capaz de batir un récord de estulticia u otro submarino.
   Realmente, el PSOE andaluz parece la base de Balaklava de tantos submarinos como alberga. ¿Se acuerdan de la época en que los acusados salían de declarar ante la policía o el juez con un casco de motorista para que no los fotografiaran? Pues bien, el encargado de administrar a dedo los 647 millones, ése cuyo chófer declara que se repartió con él 900.000€ en "cocaína, fiestas y copas" (que, por cierto, eso sí que debió ser una copa y no la de Europa), ha sido fotografiado saliendo de declarar ante la Guardia Civil como si fuera José María Manzanares saliendo por la puerta del príncipe de la Maestranza de Sevilla. Con él volvemos a la misma disyuntiva: o es un submarino, o es tonto y no sabe lo que se le viene encima, o sabe más de lo que Ud. y yo podremos llegar a sospechar nunca.
   No obstante, la gran sorpresa de los últimos tiempos, es que el PSOE no se quedó atrás. Ha logrado infiltrar las filas del PP de un significativo número de submarinos que están convirtiendo los consejos de ministros en un programa de mis adorados guiñoles. Los ejemplos se multiplican cada día. Al Sr. Wert, titular de Educación, no parecen haberlo educado para distinguir un libro de texto de un ensayo. No contento con mostrarlo como un iletrado, su asesor criptosocialista, me lo mete a adivinar lo que pasa en Francia y a los dos días ya está diciendo el Sr. Wert que nuestro vecino del Norte quiere convertir los toros en valor cultural protegido por la ONU. Teniendo ya mosqueados a franceses y lectores, ¿por qué no endemoniar a quienes están preparándose oposiciones de enseñanza? Total, sólo son unos 60.000, buena parte de ellos en Andalucía y aquí hay elecciones a la vuelta de la esquina, así que, ¿y si se les cambia el temario a cuatro meses vista de la primera prueba? Como la victoria del PP en Andalucía dependa de esos votos, la lleva clara.
   Por supuesto no es sólo el Ministerio de Educación. Que Ruiz Gallardón era un submarino del PSOE es algo que Esperanza Aguirre lleva años diciéndoselo a quien quisiera escucharla. Debe estar disfrutando de lo lindo. Nuestro ministro de Justicia es la pera. Igual decide sobre cuestiones que no son competencia de su Ministerio (como el acercamiento de presos de ETA a las cárceles vascas), que se niega a decidir sobre cuestiones que sí lo son (como los matrimonios gais). Así que, rápidamente, se produce lo que parece que va a ser norma de esta legislatura, ministros metiéndose en los asuntos de los demás. Casi en tromba han salido voces preguntándose si para esto ganaron ellos la guerra. ¡Uy! ¡Perdón! Las elecciones, he querido decir, las elecciones.
   Pero la trama más interesante de espionaje que estamos viviendo es averiguar quien de los dos, de Guindos o Montoro es, en realidad, un submarino del PSOE. Está claro que al mismo partido no pertenecen. La cuestión es si el submarino es el que está empeñado en desangrar a los pensionistas antes de las elecciones andaluzas o el que no para de hablar de disminuir los costes sociales del tijeretazo que se avecina. Igual en esta intriga hay sorpresa y al final se descubre que el espía... ¡eran los dos! No es de extrañar que Don Naniano Rajoy esté haciendo todo lo posible para que no le pregunten nada. En caso de que no tenga más remedio que decir algo, se va a encontrar ante un profundo dilema: o hace declaraciones sensatas y, entonces, dejará patente que la mitad de los que eran sus hombres de confianza pertenecían al PSOE, o se une al desmadre colectivo y aparenta que, en realidad, el marianismo era esto.
   Para ser justos hay que decir que los submarinos políticos (a diferencia de los otros) no son un invento español ni existen únicamente en la política española. Ahí tienen Uds. a Napoleón Sarkozy, cuyo asesor principal es un asalariado de Monsieur Hollande. Es la única explicación para esa curiosa precampaña en la que hace todo lo posible por, en lugar de mostrarse como candidato a la presidencia, aparecer como candidato a la vicepresidencia francesa. Adivinen quién es la candidata a la presidencia de la república de Francia por el partido de Sarkozy, pues está claro, ¡Frau Merkel! Lo único que falta ya es que el cartel de la campaña electoral sea una foto de Frau Nein con la torre Eiffel al fondo en una mañana nublada. Desde luego, el submarino este de Hollande se merece que le nombren ministro de las bodegas, las playas y los carnavales o algo así de guay, porque su talento es brutal. De algún modo, que no es fácil comprender, ha conseguido que Monsieur Sarkozy no haya reparado en dos pequeños detalles. Primero que Frau Nein es alemana y los alemanes siguen sin ser idolatrados por el común de los franceses. Segundo, que Frau Nein ha mostrado interés en ocupar el cargo porque los alemanes están dispuestos a liberarla del que ocupa en Berlín tan pronto como se presente la ocasión. Claro que, a lo mejor, todo esto no se debe a un submarino. Tal vez, lo que está ocurriendo es que los Sres. de Sarkozy y los Sres. de Merkel, están preparando un intercambio de... cargos.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Habemus programmata

   Siempre me han gustado las campañas electorales, uno se lo pasa en grande oyendo a políticos angelicales haciendo promesas tan falsas como sus sonrisas. No obstante, la que estamos viviendo promete ser una de las más divertidas de la historia. Para empezar, ya tenemos programas electorales. La gente no suele entender muy bien de qué van estos programas electorales y después le echan en cara a los políticos saltárselos a la torera desde el primer día de gobierno. Parecen creer que estos programas son como los de ordenador, que van cumpliendo sus pasos conforme pasan los días. Otros piensan que son auténticos proyectos de gobierno y, al final de la legislatura, ajustan cuentas de hasta qué punto se han cumplido. Muy pocos los toman como es debido. "Programa", en este caso, no significa plan, ni proyecto, ni sucesión de instrucciones para hacer algo. En "programa electoral" la palabra "programa" designa lo mismo que en "programa televisivo", un espacio para distraerse un rato mientras llega la hora de gobernar o hacer oposición. Esta es la función de los programas electorales y, a decir verdad, los de PP y PSOE cumplen muy bien tal función.
   El programa del partido de Mariano Rajoy, en lo económico, es un breve resumen de neoliberalismo de guardería. Es difícil decir si está más alejado del sentido común o de la realidad. Se echa uno unas buenas risotadas leyéndolo. Si han seguido Uds. las medidas para reducir el déficit, sabrán que la contención del gasto público exigida por el FMI y la UE se va cumpliendo con creces. Mas, ¡oh sorpresa de las sorpresas! resulta que el montante del déficit no parece reducirse porque la contención del gasto va acompañada de una disminución de los ingresos que amenaza todos los cálculos. Naturalmente, esto era imposible de prever, entre otras cosas, porque a quienes lo previeron antes de iniciar los tijeretazos del gasto público (caso de Joseph Stigliz y demás perroflautas keynesianos), se los silenció convenientemente. Pues bien, el Sr. Rajoy propone, nada más y nada menos que disminuir los impuestos para rebajar aún más los ingresos del Estado y, cabe suponer, precipitar la bancarrota. Es cierto, la disminución de los impuestos le facilitará la vida a quienes el próximo puente de la Inmaculada Constitución estarán paseando por las playas de las Islas Seychelles (desde luego, ni a Ud. ni a mí) y, después de pillar un buen bronce allí, igual les entran ganas de invertir creando alguna empresilla. Ahora bien, como el PP también prevé moderar (aún más) los salarios, ninguna de estas medidas contribuirá lo más mínimo a disminuir el nivel de endeudamiento de las familias. En consecuencia, tampoco estimulará la demanda. Eso sí, gracias a estas medidas y otras complementarias, se aumentará la productividad, es decir, se lanzarán al mercado una cantidad cada vez mayor de productos. De este modo tendremos, por un lado, una demanda interna en estado de muerte clínica y un mercado saturado de productos de todo tipo y género. Lean cualquier manual de economía y les dirá lo que eso significa: deflación. Así que si alguien se tomara en serio el programa del PP (cosa que espero que no haga el futuro ministro de economía) nos encontraríamos de aquí a un par de años con un Estado en bancarrota y una economía deflacionaria. Sabemos que, en lo personal, Rajoy y Zapatero se tienen simpatía, nunca pensamos que el primero estaba empeñado en hacer que echáramos de menos al segundo.
   La economía no es el único tema en que el programa del PP homenajea al PSOE. El otro tema es el aborto. ¿Se acuerdan de aquel PP que llamaba "asesino" a Felipe González por aprobar una ley del aborto con tres supuestos? Ahora resulta que la ley de los tres supuestos es el objetivo del PP en este tema. Dicho de otro modo, el PP es el PSOE con treinta años de retraso. Uno se pregunta a qué viene esa insistencia del PP en el tema del aborto. La respuesta que se le ocurre a todo el mundo es que detrás del PP está el Opus Dei. La verdadera respuesta es todavía peor. El tema del aborto es uno de los temas favoritos de los políticos de todo espectro por tres razones: está fuertemente cargado de ideología, hagan lo que hagan no va a cambiar ninguna realidad y, lo más importante, es gratis. Cambiar una ley sobre la protección del medio ambiente cuesta millones de euros, cambiar una ley sobre el aborto sólo cuesta el precio del papel en el que va impresa. Por lo demás, las mujeres seguirán abortando bien en la seguridad social y conforme a la ley, bien en la seguridad social buscando los subterfugios de la ley, bien en clínicas privadas de acuerdo con la ley o bien en clínicas privadas de modo ilegal. Por supuesto, no existen estadísticas al respecto, pero no estaría de más averiguar qué incidencia han tenido los cambios legislativos sobre las tasas de aborto real en los últimos cincuenta años de nuestro país. Yo apuesto porque no ha tenido ninguna. La única diferencia, la única diferencia significativa, es que en los sesenta sólo podían abortar con garantías sanitarias las hijas de familias con fuerte poder adquisitivo y con la última ley aprobaba puede abortar con garantías sanitarias cualquier mujer. Sinceramente, yo preferiría una ley que permitiese que ninguna mujer tuviera necesidad de abortar. Pero claro, esta ley sí que sería cara, es decir, no resulta "progresista" pedirla.
   El programa del PSOE es igualmente un guión digno de "Vaya semanita", el genial programa humorístico de la televisión vasca. El Sr. Rubalcaba, ese miembro de un gobierno que se acostó socialista y se levantó convertido en Eduardo Manostijeras Liberal, propone ¡aumentar el gasto público! No sabemos si con "aumentar el gasto público" quiere decirse volver al nivel de gasto que había antes de que el gobierno del que él formaba parte metiera las tijeras o superar ese nivel. Lo que realmente se teme uno cuando oye estas palabras en boca de un socialista es una versión corregida y aumentada del famoso plan E (plan español de estímulo a la economía). Hasta ochenta y tres mil millones de euros se entregaron a los ayuntamientñs, no para que sanearan sus economías, no, sino para que los tirasen en lo que fuera. Hablo por lo que conozco. En mi pueblo sirvieron para construir una preciosas cataratas en una de las entradas, plantar petunias en las rotondas y terminar la parte correspondiente a nuestro municipio de un ramal del metro de Sevilla, cuya entrada en funcionamiento ni está prevista ni lo estará hasta que las ranas se peinen con la raya en medio. Mientras tanto, ir de Alcalá a Sevilla sigue suponiendo, como hace cincuenta años, tomar un autobús que se las apaña para emplear una hora en recorrer quince kilómetros.
   Cuando hablan de aumentar el gasto público, estos socialistas siempre mencionan a Roosevelt, que ganó unas elecciones y no a Keynes, que fue quien explicó cómo funcionaba la cosa. ¡Claro! a Keynes hay que leerlo y con Roosevelt basta ver un documental. Y en los documentales, Roosevelt aparece inaugurando rotondas con petunias. Pero lo fundamental que hizo Roosevelt no fue inaugurar rotondas con petunias sino modernizar, entre otras cosas que incluían la educación, el sistema de transporte norteamericano. Un auténtico plan de aumento del gasto público en nuestro país sólo tendría sentido si contribuyera, por ejemplo, a mejorar nuestro disparatado sistema de transporte. En España sobran aeropuertos y faltan trenes, sobran trenes de alta velocidad y faltan trenes de mercancías, sobran sistemas radiales y faltan modos de llegar, por ejemplo, de Cádiz a Jaén sin pasar por Sevilla. Pero, obviamente, inaugurar un aeropuerto luce mucho e inaugurar una vía de tren convencional viste muy poco, por muy útil que sea.
   Las cataratas, las fuentes, la petunias están muy bien. Yo, personalmente, preferiría que hubiesen construido colegios, por lo escasos que son por aquí y porque no suelen perder sentido cuando surge eso tan imprevisible y raro en este país que se llama "sequía". Entonces se iniciarán las consabidas campañas para el ahorro de agua. Si leen cualquier estudio serio les dirá que, en España, el agua para consumo humano, supone un 12% del total. Una campaña que consiguiese un éxito espectacular reduciría ese consumo a la mitad, es decir, conseguiría un ahorro de agua del 6%. El 88% del consumo de agua es para usos industriales. La gestión de ese agua es tan desastrosa que los cálculos más moderados indican que la mitad del caudal empleado se pierde, entre otras cosas, por deficiencias de la canalización. Dicho de otro modo, el 44% del agua destinada al uso industrial se desperdicia. Un plan E sensato, un aumento del gasto público inteligente, debería empezar precisamente por aquí, por mejorar nuestra gestión del agua, por conseguir ahorrar ese 44% de agua que se desperdicia. Eso generaría verdaderamente mucho empleo, mejoraría la competitividad de nuestras empresas e impediría que nuestros campos quedaran a merced de la pluviometría. El problema está en que mejorar una red de tuberías no es algo muy fotogénico, las rotondas con petunias, sí. Adivine, pues, dónde se va a ir ese aumento del gasto público que preconiza el Sr. Rubalcaba.
   En fin, ya sabe, "rebélate", "pelea por lo que quieres" y "súmate al cambio", pero no vaya a gritar lo que piensa en una plaza pública porque entonces le tacharán de antisistema y, lo que es peor, será verdad.