La primera versión de TRIZ que se enseñó en torno a 1971, contenía como elemento básico la matriz de 39X39 parámetros o matriz de contradicciones. Puerta de entrada a lo que Altshuller llamó la “ciencia de la creatividad”, en cuanto la puso a funcionar en las aulas del Instituto de Creatividad de Azerbayán, sintió un progresivo desafecto por ella. Si han practicado con la matriz de contradicciones entenderán fácilmente por qué. Muy pronto los usuarios hacen de ella una forma, sofisticada, pero forma al fin y al cabo, de ensayo y error, aquello contra lo que se dirige TRIZ. Desde 1971, quiero decir, desde los inicios mismos de su implantación, Altshuller comenzó a buscarle una alternativa, algo ya muy patente en su obra clave, La creatividad como ciencia exacta (1979). La alternativa a la matriz de contradicciones, buscaba un proceder puramente analítico, guiado por tablas y ejemplos. Pero este modelo, lejos de suponer un rechazo de los anticipos que pueden encontrarse en Leibniz, revierten sobre él hasta límites inauditos, pues no sólo rememoran los pioneros estudios topológicos del alemán, sino que, además, introducen algo que no se encuentra en lo que podemos considerar la primera formulación de TRIZ: el ars characteristica o preocupación por el simbolismo. Altshuller, en efecto, desarrolló para esta segunda formulación de la ciencia de la creatividad, una serie de esquemas gráficos que, para entendernos, aparecen en una primera fase como grafos orientados, lo que ya por sí mismo constituye una suerte de combinatoria, y, posteriormente, estos grafos llevan a formas representativas simplificadas, quiero decir, a lo que puede entenderse a todos los efectos como pictogramas, con el triángulo como figura básica. Dice Altshuller, en una afirmación que casi parece extraída de los textos de Leibniz, del mismo modo que el triángulo permite componer todas las figuras regulares en geometría, la relación básica de dos sustancias y un campo constituye la forma más simple de relación que compone todos los sistemas técnicos. Aún más, hay numerosos pasajes en los que Altshuller hace referencia a la manipulación explícita de esos pictogramas como forma de buscar soluciones inventivas. Nos habla de eliminar uno de los elementos del esquema, de romper los vínculos presentes en él, de reemplazar un tipo de elemento por otro, de completar un esquema incompleto, etc. Sin embargo, no podemos pasar de unos pictogramas a otros siguiendo únicamente procedimientos formales como ocurre con las matemáticas. Esto lleva a Altshuller a poner en correlación directa su nuevo modo de entender la ciencia exacta de la creatividad con la química. Las fórmulas químicas, nos dice, reflejan únicamente la composición de las moléculas, sin decirnos nada de sus propiedades magnéticas, ópticas o de densidad. No podremos inventar únicamente mediante la utilización de este lenguaje sin interpretarlo, quiero decir, sin su referencia a la lista de soluciones estandarizadas. Pero, del mismo modo, que
“...Conociendo varias reglas básicas y teniendo tablas de funciones trigonométricas es posible resolver problemas, sin los cuales se necesitarían laboriosas mediciones y cálculos. Exactamente de la misma manera, conociendo las reglas de construcción y transformación de los [esquemas] S[ustancia]-C[ampo], es posible resolver fácilmente muchas tareas difíciles de invención.”
Ni Descartes ni Leibniz hubiesen quitado o añadido una coma a este fragmento.
Esta reformulación de TRIZ patentizada en 1979, consiste en un sistema clasificatorio de los problemas inventivos que, de modo inmediato, actúa como un índice referido a 76 soluciones estandarizadas. Una parte de estos problemas inventivos y de las soluciones estandarizadas pertinentes poseen un esquema formal que debería bastar por sí mismo para entender la naturaleza del problema y de su solución. Cada situación inventiva puede plantearse en términos de sustancias relacionadas a través de un campo y cada una de estas formas de relación actúa como índice de una solución estándar. La interacción de sustancias mediante un campo representa un dispositivo, el cual puede venir encerrado en un área tecnológica concreta y podemos entenderlo como una fábrica, un engranaje o un sistema organizacional en su conjunto. “Sustancia”, por tanto, designa cualquier objeto, con independencia de su tamaño o grado de complejidad, que pueda ejercer una acción. Un país o un átomo pueden considerarse “sustancias” en este sentido. O, dicho de otro modo, el entorno del sistema a analizar definirá lo que, desde él, puede considerarse una “sustancia”. “Campo”, por su parte, indica cualquier forma de interacción entre los elementos de dicho sistema, ya se trate de una relación mecánica, térmica, química, eléctrica y/o magnética, pero también puede incluir el olor, tacto, visión e, incluso, la emoción causada por la sustancia. La crítica a TRIZ de que no toma en consideración los aspectos estéticos, parece infundada si se refiere a toda ella, aunque, desde luego, pertinente si alude a la matriz de contradicciones. En cualquier caso, reviste especial interés el hecho de que una acción puede representar algo provechoso para nuestros intereses, perjudicial para ellos o insuficiente para que consigamos lo que deseábamos. Resulta, sin embargo, fundamental introducir aquí una cláusula de exclusión, en todo momento debemos tener claro cuántas sustancias y campos resultan necesarios y suficientes para la descripción completa del sistema, qué elementos del problema tienen relevancia y cuáles no.
En definitiva, esta reformulación de TRIZ, trata de indagar más de cerca en algo que ya señalamos anteriormente, a saber, las relaciones entre lo ideal y lo real, pues, recordemos, precisamente lo que Altshuller llama “sustancias” coincide con lo que en el sistema leibniziano queda identificado como “lo real”, mientras que lo que Altshuller llama “campo”, corresponde a las relaciones, quiero decir, lo ideal del sistema leibniziano. Por tanto, hay una referencia implícita al protocolo ya explicado aquí del Resultado Final Ideal. Sin embargo, esta unidad sistemática, lejos de aglutinar apoyos en torno al análisis de sustancia - campo ha provocado reacciones encontradas. Por una parte los ingenieros parecen sentirse cómodos con un modelo mucho más simbólico, gráfico y acompañado de ejemplos prácticos. Por otra parte, presenta dos inconvenientes: la incompletud de su simbolismo y un cierto desorden en la sucesión de los ejemplos. Curiosamente se ha dedicado mucho más esfuerzo a tratar de solucionar lo segundo que a lo primero, cuando parece claro que ambos problemas se hallan intrínsecamente conectados.
Dejo aquí una versión de las 76 soluciones estandarizadas con algunos esquemas de Sustancia - Campo.
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