domingo, 5 de enero de 2020

El apocalipsis ahora.

   El final de la guerra de Vietnam ofreció la oportunidad a un consagrado Francis Ford Coppola de llevar la novela de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas al cine. Dicen las malas lenguas que el gran aliciente de este proyecto radicaba para Coppola en que podría superar a su ídolo, Orson Welles, que abandonó una idea parecida por el elevado coste del proyecto. Esa hybris le costó cara. Sin mucha previsión, Coppola se vio envuelto en uno de los rodajes más tumultuosos de la historia del cine. Primero no conseguía encontrar a nadie dispuesto a irse a Filipinas a rodar; después al protagonista, Martin Sheen, le dio un infarto nada más comenzar; los helicópteros, propiedad del ejército filipino, iban y venían del rodaje al bombardeo de la guerrilla del Frente Moro; Marlon Brando se negó a leer ni una línea del material que le pasaba Coppola y se dedicó a improvisar; y, en mitad de la selva, de la lluvia y de un rodaje que se le había ido de las manos, Coppola se encontró sin ideas de cómo demonios terminar la película. Al final, se lo zampó el corazón de las tinieblas y optó por lo mejor que podía hacer, dedicarse a rodar su entorno. Las imágenes iniciales de la selva en llamas, Martin Sheen bebido haciéndose una herida al golpear un espejo, la ceremonia del toro descuartizado y, sobre todo, el ya inencontrable final en blanco y negro con el cuartel de Kurtz explotando, las tomó de materiales desechados o de otros, para componer secuencias que forman parte del imaginario colectivo. 
   Si en los años cuarenta el Departamento de Estado pidió a Hollywood una serie de documentales con el explicativo título “Por qué luchamos”, Apocalypse Now podría haber llevado como subtítulo “Por qué no deberíamos haber luchado”. En ella hay auténticas cargas de profundidad contra la participación norteamericana en la guerra de Vietnam. El propio hecho de situar allí la novela de Conrad constituye una de ellas. El corazón de las tinieblas narra, en el áspero estilo del autor de origen polaco, el salvajismo, la barbarie, la ambición y el endiosamiento ante la falta de cualquier cosa que sonara a ley de los supuestos agentes civilizadores belgas en el Congo. Y precisamente a eso se equiparaba la defensa del american way of life.
   La famosa "Cabalgata de las valquirias" de Wagner, que acompañaba a las imágenes de los Stukas alemanes que se proyectaban a los cadetes en las escuelas militares durante el nazismo, actúa como banda sonora del asalto del Noveno Aerotransportado a un pueblo controlado por el ejército de Vietnam del Norte. Para más inri, presenciamos, aterrados, el desalojo de un colegio mientras se acercan las “fuerzas de liberación”. “Fuerzas de liberación” que, por lo demás, no tienen otro proyecto de futuro para la localidad que hacer surf. En mitad de la locura de un combate sin frentes, el Teniente Coronel William "Bill" Kilgore (un impactante Robert Duvall) suelta su famoso discurso sobre el napalm. Cuando termina, incluso él mismo parece arrepentido de su delirio y masculla la mayor declaración pacifista de que es capaz: “algún día terminará esta guerra”.
   Remontando el río, adentrándose en su propio oscuridad, el capitán Willard se asoma casi a la clarividencia. “Charlie”, dice, “sólo necesita un puñado de arroz y algo de carne de rata para seguir combatiendo”. Los americanos, por contra, necesitaban barbacoas, chuletas, cerveza y chicas Playboy para sentirse en casa y cuanto más en casa se sentían, más lejos se sabían de su hogar. Kurtz expresará lo mismo de otra manera. Cuenta que un día fueron a vacunar niños a un poblado. Cuando volvieron, el Vietcom les había cortado los brazos a los niños y los había amontonado en una pila. En ese momento Kurtz comprendió que si tuviera un puñado de hombres dispuestos a hacer precisamente eso, la “victoria” estaría al alcance de la mano, aunque esa “victoria” no podría consistir más que en el exterminio de todos los autóctonos, reflexión que, efectivamente, resumía las aspiraciones “civilizadoras” del Kurtz de la novela.
   Leo que los combatientes del Estado Islámico tenían por costumbre grabarse rodeados de cabezas cortadas de sus víctimas y no puedo evitar acordarme del endiosado coronel Kurtz y su improvisado ejército de indígenas y desertores dispuestos a cualquier cosa por él. De hecho, me pregunto si esos vídeos no iban dirigidos precisamente a esa parte de nuestras mentes en que ha quedado grabada la película de Coppola, porque nadie como Joseph Conrad conocía el poderoso influjo que la locura, la oscuridad y las tinieblas, ejercen sobre los seres humanos. Para unos jóvenes tan confusos como el capitán Williard, que no saben si ven, sueñan o desvarían con la selva en llamas y que cada mañana se levantan murmurando, “mierda, Saigón” (o París, o Londres, o Barcelona), el asesinato y la búsqueda interior llevan al mismo sitio: el corazón de las tinieblas. Al igual que el Kurtz de la novela y de la película, el califato consiguió otorgar un sentido, un programa, un objetivo a unas carnicerías sin fin en Siria y en Irak, en las que el sentido, el programa y el objetivo no pueden apreciarse por ninguna parte, aunque el designio propuesto no consistiese en otra cosa más que en precipitar el apocalipsis.

domingo, 29 de diciembre de 2019

Bolivia.

   El asalto al poder de Evo Morales comenzó en los años noventa, defendiendo el cultivo de coca, tradicional entre los aymaras y otros pueblos de la región. Como líder sindical, como indio, como representante de los que menos tienen, conoció la cárcel y la brutalidad policial. El cambio de siglo trajo también un cambio de ciclo en las protestas. La “Marcha por la vida, la coca y la dignidad” atrajo a los medios de comunicación, a los desposeídos, a los descontentos con el gobierno de Hugo Banzer, a los antiimperialistas y a todos los que tenían algo que reclamar contra el estado de cosas del momento. Morales se convirtió en el emblema de cuantos carecían de sangre española alguna en Iberoamérica, de los que hasta entonces habían vivido sin voz y como extranjeros en su propio país. Paseó su tez morena y sus modestas ropas como símbolo y fue aclamado por quienes consideran que se muestra respeto a los pueblos alimentando los estómagos de sus caudillos. De este modo se convirtió en el líder de la oposición a un gobierno, el de Sánchez de Lozada, al que nadie prestaba realmente atención. Sabía que sólo le quedaba esperar su momento y éste no tardó en llegar con la propuesta de exportar el gas boliviano a través de puertos chilenos, el tradicional enemigo al que cada mañana los escolares bolivianos desean la muerte. Los gobiernos que sucedieron a Sánchez de Lozada y las consiguientes votaciones apenas si supusieron la alfombra roja sobre la que se paseó Morales.
   Una de sus primeras visitas al extranjero fue a España.  Lo recuerdo a las puertas de La Moncloa, posando junto a un sonriente Zapatero, con un jersey de lana a listas como uno que yo tenía. Había algo afrentoso en aquella imagen. Chocaba, desde luego, aquel atuendo sin corbata, pero más chocaba la falta de reproches a la antigua potencia colonial como sí los hubo en la visita de Kichner.
   Tardó muy poco en nacionalizar el gas. La ley “Héroes del Chaco”, en conmemoración de quienes murieron defendiendo la salida al mar de Bolivia, arrebatada por los chilenos, rezumaba lenguaje revolucionario, chavista y hasta cubano. Entre soflamas, sin embargo, alteraba poca cosa de la realidad. Al final no se acabó expropiando casi nada que no perteneciera ya al Estado. Sí, es verdad, a partir de ese momento “el pueblo de Bolivia” se quedaba con el 82% de los beneficios y a las multinacionales apenas si se les entregaba el 18%. También es verdad que eso se compensaba rebajándoles los impuestos y que se las remuneraba “por los servicios prestados”. De un modo muy significativo pocas multinacionales protestaron y todas las que tenían presencia en el país siguieron operando en él, imaginamos que por sus deseos de beneficiar "al pueblo boliviano". ¿Adivinan quién ayudó a comercializar el gas del país andino en Brasil y Argentina? Pues sí, esa empresa tan poco colonial y tan asentada entre los círculos del poder españoles llamada Repsol.
   Ciertamente, la economía creció, los que nada tenían lograron acceso a algo más que las migajas que habitualmente se caían de las mesas de quienes ostentaban toda la riqueza y el poder y a Morales se le llenaba la boca hablando de antiimperialismo, del poder indígena, de la Pachamama y la Mama pacha, mientras se codeaba con Hugo Chávez, Daniel Ortega y el Castro de turno. Como tantos otros, pensó que los integrantes de los pueblos autóctonos, tan bajitos, tan morenos, tan pobres y tan iletrados, también eran tontos; pensó que mientras siguiera apareciendo en público vestido con prendas tradicionales seguirían votándole; y, sobre todo, pensó que nadie más podría seguir la senda que le había llevado a él al poder. Surfeando sobre altos precios de las materias primas, tergiversó las leyes que él mismo había propuesto, modificó sus constituciones a capricho e ignoró las pocas constricciones que le imponían, eso sí, sin molestar nunca a los que de verdad importa no molestar. El "Movimiento al Socialismo" se fue convirtiendo en "Movimiento al realismo", “realismo” al que, sin embargo, no se apeló a la hora de calcular que las reservas alcanzables con la tecnología de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos se agotará en unos pocos años y que, después de eso, o se le paga a las multinacionales lo que quieran pedir por nueva tecnología o no habrá más reservas de gas que explotar.
   Al final, acabó pasando lo de siempre, que el disimulo dio paso a la hipocresía y ésta al descaro hasta que, incluso los que no querían ver, acabaron por admitir lo obvio. El pasado octubre, tras unos primeros resultados que otorgaban un amplísimo porcentaje de votos a la oposición, el Órgano Electoral Plurinacional suspendió la publicación de resultados. Cuando volvió a hacerlos públicos, 24 horas después, Evo Morales resultaba aplastante ganador. El propio Morales se había autoproclamado vencedor unas horas antes de este anuncio. Si hubo fraude o no, ya no lo sabremos, pero alguien tan cuidadoso con la imagen debió haber calculado qué imagen proyectaba todo esto. Recordando el modo en que llegó al poder, la oposición sacó a los manifestantes a la calle y en poco tiempo el presidente constató que sus años de “realismo” habían acabado segando la hierba bajo sus pies. El que por dos veces se saltara las leyes que limitaban su mandato, se marchó diciéndose víctima de un “golpe de Estado” contra “el pueblo” y para evitar que éste sufriera.
   El nuevo año conocerá, por fin, una Bolivia libre de la dictadura de Morales, con un gobierno provisional sin representantes de los pueblos autóctonos, que ha fijado las próximas elecciones para un día de estos y que ha mostrado particular frenesí en rellenar los cargos que van quedando vacantes con familiares. Mientras tanto, países simpatizantes con el anterior gobierno revolucionario han acudido en su ayuda. México, la sede, por ejemplo, de Neurona Consulting, empresa que consiguió un contrato a dedo por 2 millones de dólares con el Ministerio de Comunicaciones de Bolivia, ha otorgado asilo político a varios de los miembros del último gobierno y al mismísimo presidente. A su delegación diplomática en La Paz acudieron el pasado viernes representantes de otro gobierno amigo de quienes luchan por la libertad de los pueblos indígenas y sede, ya lo hemos dicho, de Repsol. Iban allí, puede leerse en la prensa española, “para dar ánimos” a la embajadora mexicana en estos difíciles momentos. La policía boliviana, sin embargo, se negó a permitir el paso de su escolta por llevar capuchas. El gobierno español sostiene que las usaron para evitar ser fotografiados, ya que se trata de miembros de la policía española, pero sus colegas bolivianos sospechan que se intentaba trasladar a los miembros del gobierno de Morales allí alojados. Aunque Madrid reconoce haber sacado del país a varios miembros del anterior gobierno boliviano, “con el conocimiento de las autoridades actuales”, niega que intentara algo semejante en esta ocasión. 
   Así que ya tenemos un bonito conflicto diplomático entre una vetusta potencia colonial por intentar ayudar a quienes avivaron las reclamaciones anticolonialistas y un gobierno criollo que oprime a esos anticolonialistas. Y si no entienden este galimatías a lo mejor se debe a que en juego hay algo distinto a las reivindicaciones culturales, los derechos de los indígenas y el pan de los pobres.

domingo, 22 de diciembre de 2019

Qué cambia cuando cambian los imperios.

   El pasado 16 de noviembre, la República Checa celebró el trigésimo aniversario de la “revolución de terciopelo”, que, alentada por la caída del muro de Berlín, acabó con el régimen comunista. El país que emergió de aquella revolución era, como cabe entenderse, profundamente alérgico a la influencia rusa y, de rebote, muy crítico con las políticas chinas hacia Taiwán o el Tibet. Todo esto cambió con la llegada a la presidencia de Miloš Zeman en 2013. Bebedor, fumador, lenguaraz, admirador de Putin y simpatizante de China, abogó por abrir las manos a la catarata de dinero con que los asiáticos se mostraban dispuestos a regar Centroeuropa. Eran los tiempos en que el grupo de Visegrado, otrora creado por Václav Havel, Lech Walesa y József Antall, comenzaba a parecerse a una banda de matones, con el propio Zeman, Viktor Orbán y Andrzej Duda, dispuestos a imponer por las bravas si hacía falta las decisiones chinas al resto de países miembros del 16+1. Por aquella época, el Ministro de Asuntos Exteriores, Lubomír Zaorálek, declaraba que “no se podía ignorar que China será el país con mayor PIB del mundo en 15 años” y que, en consecuencia, poner sobre la mesa asuntos como la exigencia del gobierno chino de ser reconocido como el gobierno legítimo de toda China o los asuntos humanos no resultaba pertinente.
   Y el dinero chino llegó. La compañía energética CEFC  eligió Praga como su sede y esta ciudad no dudó en firmar un acuerdo de hermanamiento con Pekín, las importaciones chinas se multiplicaron por nueve y los productos checos comenzaron a llegar al mercado chino... en muchísima menor proporción. La balanza comercial se inclinó de un modo tan desfavorable para los intereses checos que actualmente las importaciones chinas sextuplican lo que los europeos venden en el mercado asiático. Las inversiones como tales tampoco estuvieron exentas de problemas. Tras haber comprado todo lo que se hallaba a la venta en la República Checa, incluyendo una cervecería y el buque insignia del fútbol checo, el Slavia de Praga, la cabeza visible de CEFC, Ye Jianming, fue nombrado “asesor económico” del presidente Zeman, nombramiento éste que no se anunció hasta seis meses después de producirse. Pero CEFC fue acusada por EEUU de haber sobornado a los mandatarios de media África, el propio gobierno chino reconoció que había un esquema de tipo Ponzi en su interior y de Ye Jianming no se tiene ninguna noticia desde su detención por parte de la policía china en marzo del año pasado. Mientras tanto, Taiwán sigue invirtiendo 14 veces más que China en la República Checa, así que las promesas del Este han ido dejando paso a otras cosas. 
   El área de ciberseguridad de los servicios secretos checos lanzó el año pasado una alerta para que dejen de utilizarse dispositivos de las compañías chinas Huawei y ZTE en los ámbitos gubernamentales. Zeman ha reprendido severamente a sus servicios secretos por estas alarmas “innecesarias” y sigue prometiendo que la riada de dinero chino llegará, aunque tardará un poco porque en el país asiático “todo lleva más tiempo, porque los chinos primero tienen que pensarlo y analizarlo todo en profundidad.” Palabras que parecen insinuar que en su país, la gente no piensa y analiza en profundidad las decisiones importantes. Poco antes de las navidades del año pasado, una reunión entre el actual Primer Ministro checo, Andrej Babis y el embajador chino, terminó con éste afirmando que las autoridades checas habían reconocido que la alerta sobre los terminales de las empresas chinas sería revocada en un futuro próximo, a lo cual Babis respondió que “no sabía de qué estaba hablando” el embajador chino. Un mes antes había llegado a la alcaldía de Praga Zdenek Hrib, prominente figura del Partido Pirata. Médico de formación, pasó por Taiwán durante su época de estudiante. Apenas llegó al cargo, denunció que el acuerdo de hermanamiento entre Praga y Pekín llevaba una letra pequeña por la que se reconocía a la ciudad hermana su capitalidad sobre “toda China”, incluyendo la china insular. A partir de entonces se han repetido los desencuentros. 
   En una recepción del Ayuntamiento se produjo un brusco rifirrafe cuando la delegación comunista pidió que se echara de la misma a una delegación de Taipei. Praga ha convocado varios actos en reconocimiento de los derechos del Tibet y Hrib ha efectuado una visita oficial a Taiwán. El 9 de octubre ante la previsible ruptura del hermanamiento, el Ayuntamiento de Pekín se deshermanaba de Praga. La respuesta de Praga no tardó en llegar y el día doce de este mes se ha hermanado con Taipei, la capital de la “otra” China. El gobierno chino, que se sabe observado por el resto de miembros del 16+1, tan pequeños comparativamente con China como la República Checa, ha querido demostrar que no tolerará que se le crezcan los enanos, cancelando la gira de diversas formaciones musicales checas por el país, el envío de pandas y exigiendo al gobierno de Praga que llame al orden a su alcalde en unos términos que recuerdan a los empleados en Hong Kong. Lo de los pandas ha dolido a algunos, pero una de las formaciones afectadas por las cancelaciones es la Orquesta Filarmónica de Praga, auténtico orgullo nacional. En septiembre del presente año, el ya mencionado Zaorálek, actualmente Ministro de Cultura, criticó abiertamente la decisión china. Hace unos días, una agencia de noticias por Internet, Aktuálne.cz, publicó una serie de documentos referentes a un oscuro intento para iniciar una campaña de mejora de la imagen de China entre los ciudadanos checos. El lunes 16, el alcalde de Praga firmaba con sus homólogos de Budapest, Varsovia y Bratislava, el “Pacto de ciudades libres” contra el populismo, la xenofobia, el cambio climático y el antieuropeísmo. Tres días después, el Ministro de Asuntos Exteriores, Tomáš Petrícek, se declaraba, en una entrevista radiofónica, a favor de la comisión parlamentaria que estudiará las injerencias “extranjeras” en la política nacional y afirmaba que “el fortalecimiento de la democracia representa un instrumento eficiente contra la desinformación y los ciberataques de parte de China”. Y es que puede que China sea la potencia del futuro, pero sus modos y maneras recuerdan extremadamente a las viejas potencias del pasado.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Paternidad en E-prime.

   Hace tres años comencé a experimentar con el E-prime como un intento más de abrir nuevos caminos para la filosofía. En esencia el E-prime designa un lenguaje deprivado del verbo “ser”, quiero decir, implica el abandono de los tradicionales intentos filosóficos por describir lo que las cosas “son”. La tesis vigesimica de que el lenguaje determina el pensamiento me parecía una cobarde rendición ante el estado de cosas si no se acompañaba de un intento por modificar intencionalmente el lenguaje para, de este modo, retomar el control de nuestro pensamiento. Por supuesto, como he expresado reiteradamente, cualquier utilización del E-prime queda supeditada a la elaboración de una Metafísica en E-prime que muestre cómo puede hablarse del ser sin utilizar el verbo “ser”, pues, de este modo, quedará claro que no se pierde nada con semejante intento. Desde entonces, he escrito cuatro libros y multitud de entradas en este blog esquivando el verbo “ser”. Sin embargo, cuando hablo de este planteamiento, que se remonta a las propuestas de David Bourland Jr. y, en última instancia, a los escritos de Alfred Korzybski, siempre hay quien objeta que nos priva de un modo adecuado de captar las relaciones no reflexivas, como, por ejemplo, “ser padre de”, caso que me parece extremadamente significativo. En efecto, tomemos esa famosa escena de El imperio contraataca en la que Darth Vader le espeta a Luke Skywalter, el manco de Ciudad Nube, “yo soy tu padre”, convirtiendo la saga galáctica en una suerte de Falcon Crest con espadas láser. Supongamos que el guión de la película se hubiese escrito en E-prime, ¿qué hubiese podido decir Darth Vader? ¿podría haber expresado ese vínculo familiar con su contrincante? En realidad sí y de muchas formas distintas. 
   Vamos a imaginar que, Darth Vader, en lugar de encerrado en un soporte vital negro, se nos hubiese presentado envuelto por una armadura rosa, quiero decir, que le correspondiese el título de Milady, en lugar de Milord. En este caso, en vez de “yo soy tu madre” podría haber dicho fácilmente “yo te engendré” o “tú naciste de mí” o “tú naciste de mi vientre”, expresiones todas ellas de una claridad tan meridiana que las madres las utilizan sabiamente en ciertas circunstancias de la vida cotidiana. Así que el problema de capturar las relaciones no reflexivas en E-prime no consiste realmente en la naturaleza de estas relaciones o, al menos, no de todas ellas. Existe, eso sí, un problema con “yo soy tu padre”. Evitar el verbo “ser” en este caso, lleva a expresiones mucho más ampulosas, del tipo “nos une un vínculo paterno-filial” o “debes identificarme como tu padre” o “yo intervine aportando material genético a tu nacimiento” o “yo contribuí a engendrarte”. De todas ellas, tengo por favorita, sin duda, a “en el momento en que se te concibió yo tenía una relación con la mujer que te engendró”. 
   Hubo una película de los años 80 que marcó toda una generación llamada El lago azul. En ella dos jovenzuelos, interpretados por Brooke Shields y Christopher Atkins, quedaban abandonados en una isla solitaria. Cierto amigo mío decía que ahí sí, que se podía decir que él “era” con absoluta seguridad el padre del niño, pero que, el resto de nosotros nunca podemos afirmar con la misma seguridad “este cura no es mi padre”. Cuando Darth Vader le dice a Luke Skywalker “yo soy tu padre”, éste podría haberle respondido propiamente: “no, no lo eres, no contribuiste a mi manutención, ni me cambiaste los pañales, ni estuviste ahí para cuidarme cuando estuve enfermo, ni me viste crecer, etc.” Ahora podemos apreciar, justamente, algo que, con frecuencia, nos aporta el E-prime. En efecto, ¿qué significa “ser padre de...”? Ese “ser” que tan bien parece engarzar sujetos con predicados lo consigue a costa de no aportarnos exactitud alguna sobre la relación que existe entre ellos. Proceder a su sustitución por otros verbos, por perífrasis, por expresiones verdaderamente complejas implica, por supuesto, perder lirismo, pero, a cambio, obtenemos precisión. “Yo te crié”, “yo te eduqué”, “yo cuidé de ti cuando enfermaste”, “nos une un vínculo paterno-filial”, “debes considerarme tu padre”, “yo intervine aportando material genético a tu nacimiento”, “yo contribuí a engendrarte”, “en el momento en que se te concibió yo tenía una relación con la mujer que te engendró”, dejan clara la naturaleza del vínculo entre dos personas de un modo que “yo soy tu padre” no hace.
   Pues bien, tomemos el E-prime y apliquémoslo a algunos de los eslóganes característicos de la filosofía del siglo XX. ¿Qué se quiere decir cuando se afirma que “el significado es el uso”? ¿que el significado origina el uso? ¿que lo causa? ¿que entre significado y uso hay una correlación? ¿una correlación espúrea tal vez? ¿que significado y uso se identifican? ¿siempre? ¿también cuando una persona adquiere significado para mí? ¿que hay una relación entre el significado y el uso como entre Darth Vader y Luke Skywalker? ¿que el significado resulta del uso? ¿del uso por parte de quién? Y, cuando los filósofos del siglo XX afirmaban que “somos máquinas de carne”, ¿nos llamaban picadoras? ¿llamaban “máquinas de carne” a los norteamericanos? ¿a los hombres? ¿a todo el mundo? ¿a todos los seres vivos? ¿acaso se trataba meramente de una metáfora del tipo “la vida es un kiwi”? ¿o se trataba de un intento de definición? ¿de una definición de nuestro cuerpo? ¿de nuestra “alma”? ¿de nuestro “espíritu”? ¿de nuestro “yo”? ¿de nuestra conciencia? ¿se pueden correlacionar los procesos de nuestra conciencia con cambios en una máquina de carne? ¿cómo? ¿del mismo modo que se pueden correlacionar los cambios en la bolsa de New York con el precio de la mantequilla en Bangladesh? ¿Tengo que explicar que nos hallamos en el mismo caso con “el determinismo es compatible con la libertad”? ¿Hay algún eslogan de la filosofía del siglo XX que no haya surgido aprovechando el uso ambiguo del verbo "ser"?
   Si procediéramos a revisar las secciones de filosofía del siglo XX de nuestras bibliotecas convencidos de las ventajas  del E-prime, ¡qué estragos no haríamos! Cojamos cualquier volumen y preguntemos: ¿contiene alguna regla, alguna explicación, que nos permita sustituir el verbo “ser” por otro verbo cualquiera? No. ¿Contiene algún criterio, alguna grafía, alguna señal, algo, que indique cuándo se utiliza el verbo "ser" para crear metáforas y cuándo para establecer definiciones? No. Tírese entonces a las llamas, pues no puede contener más que sofistería e ilusión. 

domingo, 8 de diciembre de 2019

Primavera que no cesa.

   En abril de 1.999, Abdelaziz Buteflika se proclamó vencedor  de las elecciones argelinas tras la retirada de todos sus contendientes. Con un programa que pasaba por dejarle las manos aún más libres al ejército y, a la vez, proclamar sucesivas amnistías para reintegrar a los islamistas, consiguió llevar la guerra civil que asolaba el país desde las puertas mismas de Argel hasta los remotos confines de la frontera sur. Amplios sectores del ejército no vieron con claridad que se tendiera la mano a los antiguos rivales y Buteflika pasó meses escuchando ruido de sables. Pero la guerra civil argelina nunca fue un enfrentamiento entre socialismo e islamismo, ni entre régimen establecido e insurgencia, ni entre laicismo y religión, nunca consistió en otra cosa más que en una disputa acerca de qué clanes tenían derecho a esquilmar el país. Ganó el clan Buteflika y se engolfó en la ardua tarea del latrocinio sin límites. Con este legado, un Buteflika cada vez más viejo y deteriorado, barrió en las elecciones de 2.004, 2.009 y 2.014 mientras Occidente aplaudía. El intento por presentar su momia a las elecciones de este año desató una oleada de protestas populares que el “amigo fiel del presidente”, el oscurísimo general Ahmed Gaid Salah, aprovechó para apartar del poder al clan Buteflika. Desde entonces las protestas no han cesado, reclamando que con ellos se marche también el propio Salah, sus candidatos de paja a las presidenciales y todo el régimen político-militar que emergió como triunfador de la guerra civil. Han pasado diez meses, continúan los arrestos arbitrarios y la represión sin mucho disimulo por parte del supuesto gobierno de transición, pero este viernes, como todos, el pueblo en masa acudió fiel a su cita con las protestas.
   Cambiamos de país aunque no de circunstancias. En 1.990 terminaron los quince años de sangrienta guerra civil de Líbano con un reajuste en el reparto del poder entre los cristianos maronitas (en franco declive), los chiíes del sur (en franco ascenso) y los suníes del norte (como siempre mirando a La Meca o, más exactamente, a Riad). Los cargos se distribuyeron en tanto que botín de guerra, siguiendo un riguroso orden sectario, y todo el mundo, otra vez, a robar lo que le correspondía. En octubre los ciudadanos volvieron a ocupar las calles pero ya no se trataba de suníes, ni chiítas ni maronitas, acudieron con banderas libanesas a reclamar un futuro para su país. Lo hicieron en Beirut, en Trípoli, en Tiro, en Sidón. Lo hicieron en los barrios de mayoría cristiana y en los que no hay casa en la que no ondee una bandera amarilla de Hezbollah. “Amal es la corrupción”, “¿quién ha enviado a nuestros jóvenes a combatir en Siria si es aquí donde están los problemas?” se ha llegado a oír en boca de algunos de los manifestantes. El régimen ha respondido como únicamente sabe hacerlo, mandando al ejército. Pero éste, que hasta ahora sólo había mordido cuando todos los dedos señalaban en la misma dirección, se negó a levantar las barricadas de los manifestantes afirmando que “nosotros también somos pueblo”. El primer ministro Saad Hariri, para desconcierto de quien lo eligió, Arabia Saudí, ha vuelto a dimitir y ahora son los jovenzuelos de Hezbollah los que tratan de aterrorizar a los manifestantes subidos por parejas en sus motos tal y como hicieron durante la última invasión israelí. Mientras algunos habitantes de los barrios bloqueados por los manifestantes se han enfrentado a ellos, el otrora señor de la guerra y actual presidente de la república, Michel Aoun, propuso en su último mensaje a la nación, que el mejor camino para solucionar la crisis pasa porque todos los descontentos emigren (sic).
   Una vez más, cambiamos de país pero no de circunstancias. También Irak ha emergido de sus últimas guerras con un reparto sectario de cargos y una política teledirigida desde Teherán. Desde julio del año pasado las protestas por la situación política y económica del país no han cesado. Primero fue la capital, después el sur, de mayoría chií. Una vez más, los detentadores del poder han hecho intervenir a las fuerzas de orden público, eficazmente entrenada por Occidente, que han matado más de 400 manifestantes en los últimos dos meses. El pasado 27 de noviembre, el consulado iraní de Nayaf fue asaltado e incendiado por una turba que gritaba contra “la injerencia extranjera”. Frente a la furibunda protesta iraní, el Gran Ayatolá Alí al Sistani, máxima autoridad del chiísmo, ha mostrado su apoyo a los manifestantes cuyas reivindicaciones, ha  afirmado, “son justas”. Unas horas después de estas palabras caía el gobierno de Adel Abdelmahdi, por lo demás un personaje a quien se consideraba capaz de frenar el sectarismo del país, algo, tal vez, innecesario ahora, que los suníes del norte han organizado paros para mostrar su apoyo a las víctimas de la represión sufrida por los chiíes del sur.
   En otra época, el rebrinque de un territorio que casi consideraba anexionado hubiese causado un maremoto en Irán. Pero el país tiene otros problemas. Siendo uno de los mayores productores de petróleo del mundo carece de tecnología para refinarlo porque se la llevaron las multinacionales tras la revolución islámica. Irán exporta petróleo pero importa gasolina. Explicarle al pueblo que la gasolina es muy cara a causa de la revolución es el gran tabú del régimen, así que, por si su importación no constituyera ya una onerosa carga para las arcas del Estado, además, se la subvenciona hasta convertirla en la más barata del mundo. La situación, insostenible desde hace décadas, ha llegado a tal punto que el gobierno se ha visto obligado a aplicar una ligera subida de su precio, lo suficiente para provocar una revuelta popular. A diferencia de lo ocurrido en Irak, Alí Jamenei, la máxima autoridad religiosa de Irán ha acusado a los manifestantes de “agentes extranjeros”. El 17 de noviembre Internet dejó de funcionar en el país y desde entonces lo hace con baja conectividad. El gobierno reconoce tres muertos durante la represión, dos de ellos, miembros de las fuerzas de seguridad, pero Amnistía Internacional eleva la cifra a más de dos centenares, la mayoría no como consecuencia de choques durante la manifestaciones, sino como resultado de las operaciones de las fuerzas de seguridad, que han llegado a sitiar localidades enteras.
   Me gustaría decirles que todo apunta a que estos movimientos populares lograrán derribar los corruptos gobiernos contra los que se manifiestan, que apuntarse a la resistencia (y no a esa mierda de resilencia que no se diferencia demasiado de un colaboracionismo oportunista) conduce inevitablemente al triunfo, que el pueblo unido, jamás será vencido. Mucho me temo, sin embargo, que también las élites en el poder lo saben y que no van a tardar demasiado en agitar banderas, credos y el fantasma del terrorismo para dividirlo de nuevo. Por si fuera poco estas revueltas no casan ni con el antiimperialismo de los supuestos progresistas, ni con la majadería de que el Islam es incompatible con la democracia, ni, mucho menos, con las indetectables virtudes democráticas del liberalismo, así que los manifestantes de Argelia, del Líbano, de Irak, de Irán, están solos, como todos los que piden algo que de verdad merece la pena, mientras nosotros los occidentales continuamos recitando esos bonitos discursos que tan bien casan con nuestros prejuicios.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Un paso adelante.

   La repetición de las elecciones generales del pasado 10 de noviembre, dejó a Ciudadanos al borde de la irrelevancia. Si a ello sumamos el progresivo declive de Podemos y el vertiginoso ascenso de Vox, parece forzoso concluir que los partidos surgidos del movimiento de los indignados de 2011, ha dejado paso, casi diez años después, a los airados. No obstante, descendiendo al detalle, la cosa queda menos clara. En la izquierda, a Podemos le han ganado terreno una serie de pequeñas formaciones mucho más apegadas a las reclamaciones concretas de colectivos ciudadanos y que, en cualquier caso, auguran un futuro cada vez menos halagüeño para los morados. En la derecha, sin embargo, ha habido un trasvase, voto por voto, desde Ciudadanos al PP y del PP a Vox. Los populares andan llenos de alegría, pensando que, más pronto que tarde, acabarán recuperando de la extrema derecha a los que son sus electores. Motivos para tanta alegría no tienen demasiados, pues bien podría ocurrir que en ese intento perdieran precisamente lo que han ganado ahora por el centro. De todos modos, en un gesto inusual en este país y que le honra, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, presentó su dimisión nada más conocidos los desastrosos resultados. Decir que con él se va el partido quizás sea precipitado, pero sí que se va alguien capaz de ganar apoyos más allá de los platós de televisión, de los mítines y de todo lo que habitualmente se ve; una persona que sabía qué inconfesables reuniones había que mantener para conseguir ciertas cosas; y, sobre todo, alguien, pese a ello, capaz de asumir las propias responsabilidades por el fracaso. Ahora Inés Arrimadas ha dicho que “en situaciones difíciles es cuando hay que dar un paso adelante” y se ha postulado como segura sucesora de su mentor. 
   No sé cuántas veces he escuchado el manido tópico de que “en situaciones difíciles es cuando hay que dar un paso adelante”, pero todas ellas tienen para mí un regusto a déjà vu. La señora Arrimadas, que tan valerosamente da en esta oportunidad un paso adelante, no lo dio cuando se convirtió en sorprendente ganadora de las últimas elecciones en Cataluña. Como líder del partido más votado tenía la responsabilidad de intentar formar gobierno. Todos sabíamos el resultado final de esta gestión, pero podría haber retratado el barro con el que se han forjado los pies de los independentistas; podría haber propuesto, no sé, un documento marco, por ejemplo, con los diez problemas que afectan a los catalanes de a pie más allá de la independencia y haber retado al resto de partidos a ponerse de acuerdo sobre él; podría haber obligado a PSOE y PP a dejar clara su intención de no sacar tajada de la crisis... Nada de eso se hizo. Corrían tiempos en los que Ciudadanos se veía ya en la poltrona, en los que Albert Rivera soñaba con redecorar la Moncloa, en los que el sorpasso al PP parecía a la vuelta de la esquina y la señora Arrimadas, en circunstancias verdaderamente difíciles, no dio ningún paso adelante. Soltó algunas frases memorables en el Parlament y comenzó a alejarse de las difíciles circunstancias de Cataluña para aparecer en los carteles de la formación naranja por  el resto del país. Al final parece que también ella, como todos los políticos autonómicos españoles (y aun los alcaldes), tenía prisa por tomar su tren a Madrid. ¡Hasta los de la CUP han demostrado su interés por cogerlo!
   En las difíciles circunstancias de 2011, cuando los indignados manifestantes rodeaban el Parlament y la justicia lo acosaba por corruptelas múltiples, también Artur Mas decidió dar un paso adelante y tapar sus trapos sucios con la estelada, librándose así de la cárcel, el linchamiento o ambas cosas. Pero las circunstancias no mejoraron, se pusieron todavía peores y Mas se retiró a vivir la miserable vida de represaliado político, con apenas 9.600€ mensuales que llevarse a la cuenta, y a la espera de que se cumpla su condena y alcance los 65 años, momento en el que, además, cobrará 100.000€ de pensión como ex-President de Catalunya. Cedió el testigo a alguien dispuesto a dar pasos adelante en circunstancias difíciles, otro que, cuando las cosas se pusieron verdaderamente difíciles, no dudó en quitarse de en medio, para disfrutar de unas cómodas vacaciones indefinidas en Bruselas.
   Realmente, la política española está plagadas de gente dispuesta dar pasos adelante en circunstancias difíciles. Hace unos días se decía en Le Monde que las últimas elecciones demostraban el fin del consenso constitucional en España. La Constitución española nació en un momento en que los políticos temían ser desbordados por la calle. Desde entonces han pugnado duramente por conseguir un marco legislativo, en el que no haga falta casos como el Gürtel para financiarse, en el que no haga falta casos como el ERE para regalarle dinero a los amiguetes, en el que no haga falta jugarse una acusación por sedición para rebasar los límites de lo legalmente establecido. Casi se dan ya las circunstancias para proponer un nuevo pacto constitucional y la impaciencia brota por doquier. Esta semana lo ha demostrado la sección catalana del PSOE, inventándose una definición del Estado español, un paso adelante más en estas difíciles circunstancias.
   Pero ¿cuáles son esas circunstancias difíciles que obligan a dar pasos adelante? La señora Arrimadas lo ha mostrado muy claro, las circunstancias difíciles consisten en que todo el mundo dentro de su partido está dispuesto a ofrecerle el cargo de Albert Rivera. Dicho de otro modo, lo que los políticos llaman “circunstancias difíciles” es lo que el resto de nosotros llamaríamos “una oportunidad” o, mejor aún, “la” oportunidad. Y ya sabemos el nombre que merecen quienes se aprovechan de ellas. No, la política española no necesita más gente que de pasos adelante en circunstancias difíciles. Nadie necesita nunca de gente así. Lo que este país necesita, lo que todos reclamamos cuando llegan momento duros, es gente que no se quite de en medio para irse a dorados retiros sin asumir sus responsabilidades cada vez que la cosa se pone tan negra como se va a poner. 

domingo, 24 de noviembre de 2019

Precipitados y prevenidos.

   Según Descartes hay dos vicios que debemos evitar si queremos obtener algo que merezca la pena en la vida. El primero de ellos consiste en la precipitación, es decir, aceptar como verdadero algo sobre lo que no hay pruebas suficientes de que lo es. El segundo consiste en la prevención, exactamente al contrario, negarnos a aceptar algo como verdadero pese a la existencia de hechos comprobados que apoyan su veracidad. Aunque Descartes no lo explicaba, lo peor de estos dos vicios consiste en que uno conduce con frecuencia al otro, de tal modo que la persona que ha incurrido, digamos, en la prevención, cuando tiene que decidirse sobre un asunto parecido, acaba, para compensar, en la precipitación. Y a la inversa, aquel que se precipitó un día, suele pecar al día siguiente de prevenido. El resultado es que vamos rebotando entre ambos vicios sin saber pararnos nunca en la posición justa que nos permitiría acertar y perdiendo, progresivamente, el sentido de la realidad. Un ejemplo de este ir y venir de un vicio en otro sin obtener el socorro ofrecido por la certeza, lo podemos encontrar en las últimas decisiones de Pedro Sánchez, “El Renacido”. Durante la primavera, el secretario general del PSOE, se aferró a la idea de gobernar en solitario, rechazando una y otra vez el acuerdo con Unidas Podemos. Tras las elecciones de  noviembre, sin embargo, bastó un día y una reunión de una hora para llegar no ya a un acuerdo de gobierno, sino, directamente, al reparto de cargos, como si la supuesta coalición tuviera algo garantizado con la firma de dicho acuerdo, esto es, incurriendo en la pérdida de realidad de la que hemos hablado. 
   Otro ejemplo de cómo estos vicios conducen a la pérdida de realidad lo tenemos en el inenarrable y muy precipitado president de la Generalitat, Quim Torra. Sentado ante el Tribunal Supremo de Cataluña ha declarado, nada menos, que desacató las instrucciones de la Junta Electoral Central porque él las consideró “ilegales” y que los políticos sólo pueden ser juzgados por el correspondiente parlamento al que pertenecen. Le ha faltado añadir “la ley soy yo”, pero denle la independencia y ya verán como acaba haciéndolo.
   De precipitado puede calificarse también comenzar las reuniones para formar gobierno negociando con ERC, a estas alturas, un partido tan opuesto a la constitución vigente como VOX. En el PSOE no se cansan de repetir que la moderación ha llegado a los independentistas de ERC, que se puede hablar con ellos e incluso que se les puede arrancar un pacto. Claro, esto es como todo, comparado con Donald Trump, Joe Biden también parece un ángel y Elizabeth Warren la reencarnación de Lenin. Pero ERC no se ha moderado, simplemente, están más tranquilos. Vienen maniobrando para conseguir la carambola que casi tienen a la mano. Después de que El Renacido les echara la cruz por hacer caer su gobierno, buscaron alguien en el PSOE lo suficientemente cerca del presidente y lo suficientemente creído de sí mismo como para engañarlo con facilidad. Dicho de otro modo, entraron en contacto con Carmen Calvo. La han convencido de que tiene acceso directo a las entrañas de ERC, información de primera mano de lo que realmente se cuece dentro de dicha formación y El Renacido piensa que acude a la mesa de diálogo con el partido independentista con la baraja marcada. Y, desde luego, está marcada, pero no por él. ERC lleva semanas diciendo que un requisito para la independencia consiste en sumar a las fuerzas nacionalistas partidos no nacionalistas y ahora se requiere su apoyo para que gobierne Sánchez. El quid pro quo parece claro: apoyar la investidura del Renacido, provocar unas elecciones anticipadas en Cataluña y alcanzar la presidencia de la Generalitat con el apoyo del PSOE. A Carmen Calvo le han dicho que Ferraz tendrá la garantía de su lealtad porque la caída del gobierno de Madrid provocaría la caída del gobierno catalán, pero no le han explicado, ni le van a explicar que, en realidad, piensan proclamar la independencia de Cataluña y dejar a España sin gobierno simultáneamente. El PSOE quedará con las nalgas al aire ante sus electores y los socios nacionalistas de ERC no los dejarán en la estacada en semejante tesitura por más los hayan traicionado en el camino hacia la culminación del procés. Después les espera el paraíso de una república independiente con una élite política a salvo de la judicatura de acuerdo con lo expuesto por Torra.
   Como digo, todo esto parece evitablemente precipitado. Desde el PSOE pretenden que partidos como el PNV o Coalición Canaria, cuyo apoyo resulta imprescindible para la investidura de Sánchez, se traguen, no ya un acuerdo cerrado con Unidas Podemos sino un pacto, más o menos secreto, con los nacionalistas catalanes. Recordemos que hace unos días, formaciones independentistas de todas las partes de la península firmaron el manifiesto de Llotja, en el que suscribían cada uno de los dislates que forman parte de la narrativa independentista. Tras la firma, el president de la Generalitat recibió cordialmente hasta a los antiguos defensores del terrorismo etarra de Bildu, agradeciendo esta muestra de apoyo “internacional”. Pues bien, El Renacido ha dicho que pedirá el voto de todos los partidos con representación parlamentaria, salvo Vox y Bildu, lo cual deja a éstos como los únicos firmantes de dicho manifiesto con los que no se va a hablar. ¿Se imaginan qué pensarían partidos minoritarios como los antes citados si Bildu votase a favor de la investidura de Sánchez? Y con estos mimbres se pretende formar un gobierno capaz de afrontar los retos por venir, incluyendo la reciente advertencia de Bruselas de que o los próximos presupuestos españoles comprometen partidas para reducir la deuda o van a seguir el mismo camino que los que presentó inicialmente Italia.