domingo, 22 de diciembre de 2019

Qué cambia cuando cambian los imperios.

   El pasado 16 de noviembre, la República Checa celebró el trigésimo aniversario de la “revolución de terciopelo”, que, alentada por la caída del muro de Berlín, acabó con el régimen comunista. El país que emergió de aquella revolución era, como cabe entenderse, profundamente alérgico a la influencia rusa y, de rebote, muy crítico con las políticas chinas hacia Taiwán o el Tibet. Todo esto cambió con la llegada a la presidencia de Miloš Zeman en 2013. Bebedor, fumador, lenguaraz, admirador de Putin y simpatizante de China, abogó por abrir las manos a la catarata de dinero con que los asiáticos se mostraban dispuestos a regar Centroeuropa. Eran los tiempos en que el grupo de Visegrado, otrora creado por Václav Havel, Lech Walesa y József Antall, comenzaba a parecerse a una banda de matones, con el propio Zeman, Viktor Orbán y Andrzej Duda, dispuestos a imponer por las bravas si hacía falta las decisiones chinas al resto de países miembros del 16+1. Por aquella época, el Ministro de Asuntos Exteriores, Lubomír Zaorálek, declaraba que “no se podía ignorar que China será el país con mayor PIB del mundo en 15 años” y que, en consecuencia, poner sobre la mesa asuntos como la exigencia del gobierno chino de ser reconocido como el gobierno legítimo de toda China o los asuntos humanos no resultaba pertinente.
   Y el dinero chino llegó. La compañía energética CEFC  eligió Praga como su sede y esta ciudad no dudó en firmar un acuerdo de hermanamiento con Pekín, las importaciones chinas se multiplicaron por nueve y los productos checos comenzaron a llegar al mercado chino... en muchísima menor proporción. La balanza comercial se inclinó de un modo tan desfavorable para los intereses checos que actualmente las importaciones chinas sextuplican lo que los europeos venden en el mercado asiático. Las inversiones como tales tampoco estuvieron exentas de problemas. Tras haber comprado todo lo que se hallaba a la venta en la República Checa, incluyendo una cervecería y el buque insignia del fútbol checo, el Slavia de Praga, la cabeza visible de CEFC, Ye Jianming, fue nombrado “asesor económico” del presidente Zeman, nombramiento éste que no se anunció hasta seis meses después de producirse. Pero CEFC fue acusada por EEUU de haber sobornado a los mandatarios de media África, el propio gobierno chino reconoció que había un esquema de tipo Ponzi en su interior y de Ye Jianming no se tiene ninguna noticia desde su detención por parte de la policía china en marzo del año pasado. Mientras tanto, Taiwán sigue invirtiendo 14 veces más que China en la República Checa, así que las promesas del Este han ido dejando paso a otras cosas. 
   El área de ciberseguridad de los servicios secretos checos lanzó el año pasado una alerta para que dejen de utilizarse dispositivos de las compañías chinas Huawei y ZTE en los ámbitos gubernamentales. Zeman ha reprendido severamente a sus servicios secretos por estas alarmas “innecesarias” y sigue prometiendo que la riada de dinero chino llegará, aunque tardará un poco porque en el país asiático “todo lleva más tiempo, porque los chinos primero tienen que pensarlo y analizarlo todo en profundidad.” Palabras que parecen insinuar que en su país, la gente no piensa y analiza en profundidad las decisiones importantes. Poco antes de las navidades del año pasado, una reunión entre el actual Primer Ministro checo, Andrej Babis y el embajador chino, terminó con éste afirmando que las autoridades checas habían reconocido que la alerta sobre los terminales de las empresas chinas sería revocada en un futuro próximo, a lo cual Babis respondió que “no sabía de qué estaba hablando” el embajador chino. Un mes antes había llegado a la alcaldía de Praga Zdenek Hrib, prominente figura del Partido Pirata. Médico de formación, pasó por Taiwán durante su época de estudiante. Apenas llegó al cargo, denunció que el acuerdo de hermanamiento entre Praga y Pekín llevaba una letra pequeña por la que se reconocía a la ciudad hermana su capitalidad sobre “toda China”, incluyendo la china insular. A partir de entonces se han repetido los desencuentros. 
   En una recepción del Ayuntamiento se produjo un brusco rifirrafe cuando la delegación comunista pidió que se echara de la misma a una delegación de Taipei. Praga ha convocado varios actos en reconocimiento de los derechos del Tibet y Hrib ha efectuado una visita oficial a Taiwán. El 9 de octubre ante la previsible ruptura del hermanamiento, el Ayuntamiento de Pekín se deshermanaba de Praga. La respuesta de Praga no tardó en llegar y el día doce de este mes se ha hermanado con Taipei, la capital de la “otra” China. El gobierno chino, que se sabe observado por el resto de miembros del 16+1, tan pequeños comparativamente con China como la República Checa, ha querido demostrar que no tolerará que se le crezcan los enanos, cancelando la gira de diversas formaciones musicales checas por el país, el envío de pandas y exigiendo al gobierno de Praga que llame al orden a su alcalde en unos términos que recuerdan a los empleados en Hong Kong. Lo de los pandas ha dolido a algunos, pero una de las formaciones afectadas por las cancelaciones es la Orquesta Filarmónica de Praga, auténtico orgullo nacional. En septiembre del presente año, el ya mencionado Zaorálek, actualmente Ministro de Cultura, criticó abiertamente la decisión china. Hace unos días, una agencia de noticias por Internet, Aktuálne.cz, publicó una serie de documentos referentes a un oscuro intento para iniciar una campaña de mejora de la imagen de China entre los ciudadanos checos. El lunes 16, el alcalde de Praga firmaba con sus homólogos de Budapest, Varsovia y Bratislava, el “Pacto de ciudades libres” contra el populismo, la xenofobia, el cambio climático y el antieuropeísmo. Tres días después, el Ministro de Asuntos Exteriores, Tomáš Petrícek, se declaraba, en una entrevista radiofónica, a favor de la comisión parlamentaria que estudiará las injerencias “extranjeras” en la política nacional y afirmaba que “el fortalecimiento de la democracia representa un instrumento eficiente contra la desinformación y los ciberataques de parte de China”. Y es que puede que China sea la potencia del futuro, pero sus modos y maneras recuerdan extremadamente a las viejas potencias del pasado.

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