domingo, 15 de diciembre de 2019

Paternidad en E-prime.

   Hace tres años comencé a experimentar con el E-prime como un intento más de abrir nuevos caminos para la filosofía. En esencia el E-prime designa un lenguaje deprivado del verbo “ser”, quiero decir, implica el abandono de los tradicionales intentos filosóficos por describir lo que las cosas “son”. La tesis vigesimica de que el lenguaje determina el pensamiento me parecía una cobarde rendición ante el estado de cosas si no se acompañaba de un intento por modificar intencionalmente el lenguaje para, de este modo, retomar el control de nuestro pensamiento. Por supuesto, como he expresado reiteradamente, cualquier utilización del E-prime queda supeditada a la elaboración de una Metafísica en E-prime que muestre cómo puede hablarse del ser sin utilizar el verbo “ser”, pues, de este modo, quedará claro que no se pierde nada con semejante intento. Desde entonces, he escrito cuatro libros y multitud de entradas en este blog esquivando el verbo “ser”. Sin embargo, cuando hablo de este planteamiento, que se remonta a las propuestas de David Bourland Jr. y, en última instancia, a los escritos de Alfred Korzybski, siempre hay quien objeta que nos priva de un modo adecuado de captar las relaciones no reflexivas, como, por ejemplo, “ser padre de”, caso que me parece extremadamente significativo. En efecto, tomemos esa famosa escena de El imperio contraataca en la que Darth Vader le espeta a Luke Skywalter, el manco de Ciudad Nube, “yo soy tu padre”, convirtiendo la saga galáctica en una suerte de Falcon Crest con espadas láser. Supongamos que el guión de la película se hubiese escrito en E-prime, ¿qué hubiese podido decir Darth Vader? ¿podría haber expresado ese vínculo familiar con su contrincante? En realidad sí y de muchas formas distintas. 
   Vamos a imaginar que, Darth Vader, en lugar de encerrado en un soporte vital negro, se nos hubiese presentado envuelto por una armadura rosa, quiero decir, que le correspondiese el título de Milady, en lugar de Milord. En este caso, en vez de “yo soy tu madre” podría haber dicho fácilmente “yo te engendré” o “tú naciste de mí” o “tú naciste de mi vientre”, expresiones todas ellas de una claridad tan meridiana que las madres las utilizan sabiamente en ciertas circunstancias de la vida cotidiana. Así que el problema de capturar las relaciones no reflexivas en E-prime no consiste realmente en la naturaleza de estas relaciones o, al menos, no de todas ellas. Existe, eso sí, un problema con “yo soy tu padre”. Evitar el verbo “ser” en este caso, lleva a expresiones mucho más ampulosas, del tipo “nos une un vínculo paterno-filial” o “debes identificarme como tu padre” o “yo intervine aportando material genético a tu nacimiento” o “yo contribuí a engendrarte”. De todas ellas, tengo por favorita, sin duda, a “en el momento en que se te concibió yo tenía una relación con la mujer que te engendró”. 
   Hubo una película de los años 80 que marcó toda una generación llamada El lago azul. En ella dos jovenzuelos, interpretados por Brooke Shields y Christopher Atkins, quedaban abandonados en una isla solitaria. Cierto amigo mío decía que ahí sí, que se podía decir que él “era” con absoluta seguridad el padre del niño, pero que, el resto de nosotros nunca podemos afirmar con la misma seguridad “este cura no es mi padre”. Cuando Darth Vader le dice a Luke Skywalker “yo soy tu padre”, éste podría haberle respondido propiamente: “no, no lo eres, no contribuiste a mi manutención, ni me cambiaste los pañales, ni estuviste ahí para cuidarme cuando estuve enfermo, ni me viste crecer, etc.” Ahora podemos apreciar, justamente, algo que, con frecuencia, nos aporta el E-prime. En efecto, ¿qué significa “ser padre de...”? Ese “ser” que tan bien parece engarzar sujetos con predicados lo consigue a costa de no aportarnos exactitud alguna sobre la relación que existe entre ellos. Proceder a su sustitución por otros verbos, por perífrasis, por expresiones verdaderamente complejas implica, por supuesto, perder lirismo, pero, a cambio, obtenemos precisión. “Yo te crié”, “yo te eduqué”, “yo cuidé de ti cuando enfermaste”, “nos une un vínculo paterno-filial”, “debes considerarme tu padre”, “yo intervine aportando material genético a tu nacimiento”, “yo contribuí a engendrarte”, “en el momento en que se te concibió yo tenía una relación con la mujer que te engendró”, dejan clara la naturaleza del vínculo entre dos personas de un modo que “yo soy tu padre” no hace.
   Pues bien, tomemos el E-prime y apliquémoslo a algunos de los eslóganes característicos de la filosofía del siglo XX. ¿Qué se quiere decir cuando se afirma que “el significado es el uso”? ¿que el significado origina el uso? ¿que lo causa? ¿que entre significado y uso hay una correlación? ¿una correlación espúrea tal vez? ¿que significado y uso se identifican? ¿siempre? ¿también cuando una persona adquiere significado para mí? ¿que hay una relación entre el significado y el uso como entre Darth Vader y Luke Skywalker? ¿que el significado resulta del uso? ¿del uso por parte de quién? Y, cuando los filósofos del siglo XX afirmaban que “somos máquinas de carne”, ¿nos llamaban picadoras? ¿llamaban “máquinas de carne” a los norteamericanos? ¿a los hombres? ¿a todo el mundo? ¿a todos los seres vivos? ¿acaso se trataba meramente de una metáfora del tipo “la vida es un kiwi”? ¿o se trataba de un intento de definición? ¿de una definición de nuestro cuerpo? ¿de nuestra “alma”? ¿de nuestro “espíritu”? ¿de nuestro “yo”? ¿de nuestra conciencia? ¿se pueden correlacionar los procesos de nuestra conciencia con cambios en una máquina de carne? ¿cómo? ¿del mismo modo que se pueden correlacionar los cambios en la bolsa de New York con el precio de la mantequilla en Bangladesh? ¿Tengo que explicar que nos hallamos en el mismo caso con “el determinismo es compatible con la libertad”? ¿Hay algún eslogan de la filosofía del siglo XX que no haya surgido aprovechando el uso ambiguo del verbo "ser"?
   Si procediéramos a revisar las secciones de filosofía del siglo XX de nuestras bibliotecas convencidos de las ventajas  del E-prime, ¡qué estragos no haríamos! Cojamos cualquier volumen y preguntemos: ¿contiene alguna regla, alguna explicación, que nos permita sustituir el verbo “ser” por otro verbo cualquiera? No. ¿Contiene algún criterio, alguna grafía, alguna señal, algo, que indique cuándo se utiliza el verbo "ser" para crear metáforas y cuándo para establecer definiciones? No. Tírese entonces a las llamas, pues no puede contener más que sofistería e ilusión. 

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