domingo, 29 de diciembre de 2019

Bolivia.

   El asalto al poder de Evo Morales comenzó en los años noventa, defendiendo el cultivo de coca, tradicional entre los aymaras y otros pueblos de la región. Como líder sindical, como indio, como representante de los que menos tienen, conoció la cárcel y la brutalidad policial. El cambio de siglo trajo también un cambio de ciclo en las protestas. La “Marcha por la vida, la coca y la dignidad” atrajo a los medios de comunicación, a los desposeídos, a los descontentos con el gobierno de Hugo Banzer, a los antiimperialistas y a todos los que tenían algo que reclamar contra el estado de cosas del momento. Morales se convirtió en el emblema de cuantos carecían de sangre española alguna en Iberoamérica, de los que hasta entonces habían vivido sin voz y como extranjeros en su propio país. Paseó su tez morena y sus modestas ropas como símbolo y fue aclamado por quienes consideran que se muestra respeto a los pueblos alimentando los estómagos de sus caudillos. De este modo se convirtió en el líder de la oposición a un gobierno, el de Sánchez de Lozada, al que nadie prestaba realmente atención. Sabía que sólo le quedaba esperar su momento y éste no tardó en llegar con la propuesta de exportar el gas boliviano a través de puertos chilenos, el tradicional enemigo al que cada mañana los escolares bolivianos desean la muerte. Los gobiernos que sucedieron a Sánchez de Lozada y las consiguientes votaciones apenas si supusieron la alfombra roja sobre la que se paseó Morales.
   Una de sus primeras visitas al extranjero fue a España.  Lo recuerdo a las puertas de La Moncloa, posando junto a un sonriente Zapatero, con un jersey de lana a listas como uno que yo tenía. Había algo afrentoso en aquella imagen. Chocaba, desde luego, aquel atuendo sin corbata, pero más chocaba la falta de reproches a la antigua potencia colonial como sí los hubo en la visita de Kichner.
   Tardó muy poco en nacionalizar el gas. La ley “Héroes del Chaco”, en conmemoración de quienes murieron defendiendo la salida al mar de Bolivia, arrebatada por los chilenos, rezumaba lenguaje revolucionario, chavista y hasta cubano. Entre soflamas, sin embargo, alteraba poca cosa de la realidad. Al final no se acabó expropiando casi nada que no perteneciera ya al Estado. Sí, es verdad, a partir de ese momento “el pueblo de Bolivia” se quedaba con el 82% de los beneficios y a las multinacionales apenas si se les entregaba el 18%. También es verdad que eso se compensaba rebajándoles los impuestos y que se las remuneraba “por los servicios prestados”. De un modo muy significativo pocas multinacionales protestaron y todas las que tenían presencia en el país siguieron operando en él, imaginamos que por sus deseos de beneficiar "al pueblo boliviano". ¿Adivinan quién ayudó a comercializar el gas del país andino en Brasil y Argentina? Pues sí, esa empresa tan poco colonial y tan asentada entre los círculos del poder españoles llamada Repsol.
   Ciertamente, la economía creció, los que nada tenían lograron acceso a algo más que las migajas que habitualmente se caían de las mesas de quienes ostentaban toda la riqueza y el poder y a Morales se le llenaba la boca hablando de antiimperialismo, del poder indígena, de la Pachamama y la Mama pacha, mientras se codeaba con Hugo Chávez, Daniel Ortega y el Castro de turno. Como tantos otros, pensó que los integrantes de los pueblos autóctonos, tan bajitos, tan morenos, tan pobres y tan iletrados, también eran tontos; pensó que mientras siguiera apareciendo en público vestido con prendas tradicionales seguirían votándole; y, sobre todo, pensó que nadie más podría seguir la senda que le había llevado a él al poder. Surfeando sobre altos precios de las materias primas, tergiversó las leyes que él mismo había propuesto, modificó sus constituciones a capricho e ignoró las pocas constricciones que le imponían, eso sí, sin molestar nunca a los que de verdad importa no molestar. El "Movimiento al Socialismo" se fue convirtiendo en "Movimiento al realismo", “realismo” al que, sin embargo, no se apeló a la hora de calcular que las reservas alcanzables con la tecnología de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos se agotará en unos pocos años y que, después de eso, o se le paga a las multinacionales lo que quieran pedir por nueva tecnología o no habrá más reservas de gas que explotar.
   Al final, acabó pasando lo de siempre, que el disimulo dio paso a la hipocresía y ésta al descaro hasta que, incluso los que no querían ver, acabaron por admitir lo obvio. El pasado octubre, tras unos primeros resultados que otorgaban un amplísimo porcentaje de votos a la oposición, el Órgano Electoral Plurinacional suspendió la publicación de resultados. Cuando volvió a hacerlos públicos, 24 horas después, Evo Morales resultaba aplastante ganador. El propio Morales se había autoproclamado vencedor unas horas antes de este anuncio. Si hubo fraude o no, ya no lo sabremos, pero alguien tan cuidadoso con la imagen debió haber calculado qué imagen proyectaba todo esto. Recordando el modo en que llegó al poder, la oposición sacó a los manifestantes a la calle y en poco tiempo el presidente constató que sus años de “realismo” habían acabado segando la hierba bajo sus pies. El que por dos veces se saltara las leyes que limitaban su mandato, se marchó diciéndose víctima de un “golpe de Estado” contra “el pueblo” y para evitar que éste sufriera.
   El nuevo año conocerá, por fin, una Bolivia libre de la dictadura de Morales, con un gobierno provisional sin representantes de los pueblos autóctonos, que ha fijado las próximas elecciones para un día de estos y que ha mostrado particular frenesí en rellenar los cargos que van quedando vacantes con familiares. Mientras tanto, países simpatizantes con el anterior gobierno revolucionario han acudido en su ayuda. México, la sede, por ejemplo, de Neurona Consulting, empresa que consiguió un contrato a dedo por 2 millones de dólares con el Ministerio de Comunicaciones de Bolivia, ha otorgado asilo político a varios de los miembros del último gobierno y al mismísimo presidente. A su delegación diplomática en La Paz acudieron el pasado viernes representantes de otro gobierno amigo de quienes luchan por la libertad de los pueblos indígenas y sede, ya lo hemos dicho, de Repsol. Iban allí, puede leerse en la prensa española, “para dar ánimos” a la embajadora mexicana en estos difíciles momentos. La policía boliviana, sin embargo, se negó a permitir el paso de su escolta por llevar capuchas. El gobierno español sostiene que las usaron para evitar ser fotografiados, ya que se trata de miembros de la policía española, pero sus colegas bolivianos sospechan que se intentaba trasladar a los miembros del gobierno de Morales allí alojados. Aunque Madrid reconoce haber sacado del país a varios miembros del anterior gobierno boliviano, “con el conocimiento de las autoridades actuales”, niega que intentara algo semejante en esta ocasión. 
   Así que ya tenemos un bonito conflicto diplomático entre una vetusta potencia colonial por intentar ayudar a quienes avivaron las reclamaciones anticolonialistas y un gobierno criollo que oprime a esos anticolonialistas. Y si no entienden este galimatías a lo mejor se debe a que en juego hay algo distinto a las reivindicaciones culturales, los derechos de los indígenas y el pan de los pobres.

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