Al caballo alado con el que Zeus cruzaba los cielos y la tierra, los griegos le dieron el nombre de “Pegaso”. Los tres miembros de la inteligencia militar israelí que fundaron el grupo NSO, consideraron que sería un nombre adecuado para la joya de su corona, un programa de espionaje que permitiría infectar los móviles de "terroristas, narcotrafincantes y criminales". Sus desarrolladores dejaron claro que sólo se lo venderían a gobiernos y que contribuiría significativamente a construir un mundo mejor y más seguro. Nombre y fines tan pomposos escondían lo de siempre, el manoseado software que se descarga en cuanto se pulsa un link y que entrega el control de cualquier terminal a alguien diferente de su dueño. Lo que hace a Pegasus diferente del resto de programas de esta naturaleza consiste en que Pegasus no sólo infecta el terminal objetivo, hace lo mismo con los dispositivos de quien lo contrata y envía toda la información recopilada a los servidores de los servicios secretos israelíes. Hasta tal punto Pegasus se ha convertido en la más voraz de las herramientas de recopilación de información, que el propio gobierno EEUU lo ha clasificado como uno de los malwares más peligrosos de la actualidad. Y es que Israel carece de prejuicios, espía por igual a amigos, enemigos e indiferentes. Posee ya cuantiosos datos de algunos de los "terroristas, narcotraficantes y criminales" más peligrosos del mundo: Boris Johnson, Enmanuel Macron, Romano Prodi, Charles Michael, Pere Aragonès, Pedro Sánchez… además de una lista interminable de periodistas, disidentes y opositores políticos a todo tipo de regímenes tiránicos, como denunció esa organización que tanta animadversión levanta entre los miembros de nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad por "defender a los terroristas": Amnistía Internacional. De hecho, si Ud. lucha por el respeto de los derechos humanos, la libertad o la verdad y su teléfono no está infectado con Pegasus, debería ofenderse.
El Centro Nacional de Inteligencia, es decir, el centro de la inteligencia de esta nación, ha reconocido haber utilizado Pegasus para recopilar información de los móviles de líderes independentistas entre 2017 y 2020, aunque hay datos de que ya lo utilizó en 2014. Uno lee estas fechas, lee lo que han publicado los medios de comunicación y concluye fácilmente que en el CNI no es que se centralice toda la inteligencia de este país, es que no la hay fuera de él. Recordemos, todo el montaje independentista surgió a partir del momento en que Mariano Rajoy le contó a Artur Mas que Cataluña tendría que tragarse la cuota parte de recortes que le correspondía y tras las protestas ciudadanas contra los políticos de toda laya que afectó particularmente a los políticos catalanes. Durante cuatro años, hasta 2014, el independentismo catalán pudo desarrollar su desafío al Estado sin problema alguno, sin que nadie pudiera anticipar sus movimientos y, mucho menos, atajarlos, porque el CNI se enteraba de lo que pasaba por las noticias, igual que el resto de los españoles. No es que no le interesara, claro, es que para comprar un programa como Pegasus necesitaba 43.000€ y, mientras rellenó las solicitudes para pedir el dinero, las envió por triplicado, el ministerio la devolvió porque faltaba un sello, se volvió a enviar, el ministerio transmitió la petición a Hacienda, se habilitó una partida y se hizo efectivo el ingreso, pues eso, cuatro años, lo que en España viene siendo un "trámite de urgencia". Como ha reconocido la ya dimitida responsable del CNI, Paz Esteban, ante la correspondiente comisión del Congreso, "somos unos mandados", investigan lo que le dice el gobierno de turno cuando ya han sucedido las cosas. ¿Para qué ser proactivos? ¿para qué esquivar los problemas si podemos estrellarnos contra ellos? ¿qué sentido tiene evitar que haya víctimas inocentes pudiendo llorar por su evitable pérdida?
Si ahora nos vamos a la fecha en la que terminó el espionaje, podremos averiguar fácilmente por orden de quién se llevó a cabo la operación. Según la directora del CNI todo terminó en 2020, casualmente el año en que se constituyó, con apoyo independentista, el actual gobierno que "nunca ha sabido nada" de esta actuación de los servicios de inteligencia. Pero, volviendo con lo de la "inteligencia", ni los independentistas catalanes, ni el gobierno de la nación que, siguiendo una tónica que se remonta a Felipe González, "no sabía nada", ni los muy avezados medios de comunicación españoles, se hubiesen enterado de lo sucedido si al CNI no le hubiese salido un rival a su altura, tan conocedores como ellos de los entresijos del ciberespionaje global y dotados de medios tan punteros como ellos: el Citizen Lab, un grupo de académicos, aficionados al tema, de la Universidad de Toronto.
Por supuesto, las revelaciones del Citizen Lab generaron un enorme escándalo entre los políticos catalanes, que alzaron sus ultrajadas voces contra un gobierno que, a diferencia de ellos, había quebrantado la ley. Se rebelaron, pues, contra el gobierno, al que no dejaban de apoyar, exigiendo, hombre, que se hiciera algo, una dimisioncilla de alguien, por ejemplo. No hace falta decir que todo el mundo tenía muy clara la cabeza que iba a rodar, la de la "mandada" de turno, como corresponde en estos casos. Pero la cosa no era tan simple. Cesarla directamente, hubiese destapado uno de los tabúes de nuestra democracia, que aunque todo el mundo sepa que se nos gobierna desde Barcelona, nadie puede ponerlo en evidencia y, mucho menos, decirlo claramente. El gobierno, por tanto, realizó, antes de proceder a cumplir la orden que sus instancias superiores, a ponerse a la altura de los partidos independentistas, señalando que, ellos también, habían sido lo suficientemente imbéciles como para dejar que sus terminales institucionales se infectasen con Pegasus.
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