Pensaba escribir sobre la redada que ha habido en Kinshasa, la capital del volátil Estado de Kivu-Norte, en la que el ejército ha detenido a un grupo de activistas de Burkina-Faso y Senegal. La noticia ha conseguido cierta atención de los medios franceses porque se trata de miembros de organizaciones que han actuado recientemente en pro de la democracia y la libertad en sus respectivos países. Al parecer habían sido invitados a la República del Congo por otra organización de similares características, que quiere impedir la reforma de la Constitución para que el presidente Joseph Kabila prolongue su mandato siete años más. Es una demostración de la escasa calidad democrática del Congo. En un país muchísimo más democrático como España esto no hubiese ocurrido. Aquí el ejército no reprime a la sociedad civil... ya están los jueces para eso. O, al menos, ciertos jueces, los nombrados a dedo por los políticos, como ha sido el caso de Cataluña, donde el Tribunal Supremo ha revocado la absolución de los jóvenes que intentaron asaltar el Parlament en 2011 y los ha condenado a varios años de prisión.
Como decía, era mi intención escribir sobre todo lo anterior, cuando he abierto el buzón y me he encontrado un montón de cartas de amigos que yo no sabía que tenía. Dicho de otro modo, me he dado cuenta de que hay elecciones en Andalucía. Es un hecho al que no suelo prestarle mucha atención. En las primeras elecciones autonómicas pareció que se avecinaba la revolución y, al final, acabaron mandando los mismos que lo habían hecho siempre. Desde entonces este patrón se repite cada cuatro años, normalmente, coincidiendo con otras elecciones para dejar claro que Andalucía no importa lo más mínimo y que todo el interés consiste en saber quién se va a quedar esperando esa llamada para irse a Madrid que ansían los políticos andaluces. En 34 años de gobierno progresista no hemos progresado hacia ninguna parte que merezca la pena salvo, eso sí, la generalización del modelo político que Andalucía ha legado a la humanidad: el cortijo. Ahora ya no sólo los hay en los latifundios, tenemos cortijos en las consejerías, las delegaciones provinciales, las diputaciones, los ayuntamientos y hasta los centros de salud. La derecha suele aprovechar las elecciones para bramar contra quienes les han arrebatado algo tan suyo. Para hacerse una idea de en qué consiste la vida política andaluza cuando pasan las elecciones, no hay más que ver las leyes, las órdenes y los decretos que se ponen en vigor y que son un plagio descarado de los de otras comunidades sin que ninguno de los defensores de los derechos de autor clame contra semejante atropello de la propiedad intelectual.
Tan mortecino es todo que los partidos ni siquiera se han molestado en buscar unos eslóganes que traten de convencer a la gente. IU, por ejemplo, dice que va a “transformar Andalucía”... después de haber estado cuatro años en un gobierno de coalición sin haber transformado más que los nombres de los asesores políticos. Al final va a resultar que se ven a sí mismos como los que se llevaron cuarenta años en el poder y todavía afirmaban que les quedaba una revolución pendiente.
“El cambio” prometen éstos. “El cambio” está bien. De hecho está tan bien que con ese lema ya se presentaron los socialistas de Felipe González y el PP de Mariano Rajoy. No me queda claro si pertenecen a un partido o a otro. Afortunadamente la lectura de su folleto no deja lugar a dudas sobre lo que quieren cambiar, quieren cambiar de coche, de amante y de yate.
Quizás no todas las cartas que había en mi buzón eran de propaganda electoral. Esta, por ejemplo, es de una compañía de telecomunicaciones, se llama “Vox”. El subtítulo es “la derecha”, querrá decir que no es torticera como las demás compañías de teléfono. Trae las típicas fotografías de propaganda de telefonía, con gente con las manos en los bolsillos y los brazos cruzados. Lo que no entiendo es por qué una compañía telefónica quiere derogar el impuesto sobre sucesiones. A lo mejor sí es un partido político, pero me parece que eso no está entre las competencias de la comunidad autónoma. En caso de ser un partido político quedaría claro por qué quiere eliminar dicho impuesto, hay varios nombres con apellidos compuestos en su lista. Por cierto, uno de ellos coincide con cierto profesor de universidad que tuve. Me pregunto si la Obra le habrá dado permiso para irse a una compañía de teléfonos o quizás es la compañía de teléfonos de la Obra, porque también está a favor del “derecho a la vida”. Lo que no entiendo es para qué señala las propuestas en común que tiene con otros partidos políticos emergentes, ¿quieren quitarnos las ganas de votarles?
Este otro tampoco es de un partido político, es propaganda de una agencia de viajes. “Contigo por Andalucía”, dice y habla de un tren que pasa por Almería, Cádiz, Córdoba... Se va a llevar la vida viajando porque cada uno de esos trayectos es de más de diez horas. El presidente de la agencia me da las gracias por leer su folleto y porque me preocupe su futuro. Hombre, la verdad es que no.
Este, desde luego, es de un partido político, pero estos son de ultraderecha, no explican nada, no dicen nada de su programa electoral, sólo exigen la adhesión incondicional a su líder: #YoConSusana. Todavía más, afirman que si llegan al poder, Andalucía sólo dirá YoConSusana. Menos mal que según esta señora soy su amigo y no su amigo sin más, su “estimado amigo”. Si algún día tengo un problema me bastará con llamar a su despacho y pedirle una cita. Cuando me pregunten de parte de quién, diré que de su amigo Manolo, seguro que se echan a temblar.
Me falta el de Podemos. Podrán mucho, pero no han podido enviarme un miserable folleto. Es una pena, me caen bien estos chicos, resulta prometedor ponerle nombre a un partido con el verbo más multívoco que existe. No sé por qué, siempre que hablo de ellos me acuerdo de un sketch de Les Luthiers. En él, un miembro del flamante partido en el poder declaraba: “el anterior gobierno se cansó de robar. Nosotros no, nosotros somos incansables”.
Ya sé a quién voy a votar. Debe ser un partido nuevo porque no sabía que se presentaba a las elecciones. Se llama ONO, que vaya Ud. a saber a qué corresponden estas siglas, pero conecta con las necesidades de los ciudadanos: promete fibra óptica de 50MB reales más llamadas por 24,08€ al mes, eso sí, durante 12 meses. Después, probablemente, convocará elecciones anticipadas.
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