En el comienzo de esta crisis, un amigo me comentó que se nos venía encima una nueva oleada nacionalista. Yo le respondí que los nacionalismos se exacerban al olor del dinero y que, cuando las arcas están vacías, todo el mundo piensa en su bolsillo, no en su país. Craso error por mi parte. Obvié algo que nunca hay que subestimar: la estupidez del género humano, particularmente si de políticos se trata. El Sr. Arturo Mas, desde el helicóptero en el que llegó al Parlament huyendo de la ira popular, alcanzó a vislumbrar un nuevo miembro de la Unión Europea que estaba, ahí, al alcance de la mano. Creyó que usando la bandera catalana como capote, la ciudadanía olvidaría su política ultraliberal, el desmantelamiento del estado del bienestar, la infinidad de vueltas de tuerca aplicadas a la sanidad, a la educación, a las ayudas sociales, que han permitido que Cataluña siga siendo un modelo, pero, ahora, de lo que jamás se debe hacer con una sociedad pujante. Quiso hacer creer don Arturo que cerrando ciento veinte hospitales más para abrir las ciento veinte embajadas nuevas que harían falta, ipso facto, del erial en que ha convertido Cataluña, se alzarían las doradas torres de Camelot.
Tuve la suerte de visitar Barcelona cuando era joven y he conocido un puñado de catalanes por esos mundos de Dios. En ningún momento me dieron la impresión de ser lo suficientemente tontos como para seguir a don Arturo en su viaje hasta la majestad. Los resultados de las elecciones lo han dejado claro. El viraje hacia el monte ha hecho que CiU perdiera 12 escaños. Don Arturo pasará a la historia como el primer político que, teniendo una mayoría holgada, disuelve el parlamento a mitad de legislatura para obtener unos resultados peores. Más de uno debe haber empezado ya a afilar los cuchillos en su partido. ERC se acerca a su tope histórico, pero con un mensaje que debería haberle quedado nítido: no tiene una base electoral propia. Vive de lo que pierden los demás y sus futuras subidas o bajadas dependerán del devenir de los otros partidos, no de lo que ellos mismos hagan. El PP gana un escaño, mostrando que, cuando un nacionalismo periférico se agita, el nacionalismo español también sale beneficiado. El PSC se acerca a la debacle, logro imputable a ser el partido que más tiempo lleva jugando a la historia de la independencia (del PSOE). Y, por supuesto, los grandes triunfadores, los partidos minoritarios de nuevo cuño, ajenos a los grandes bloques, sean independentistas o no, Ciutadans y CUP. Ahora, hagan cuentas, señores.
Para empezar, los partidos independentistas son un 47% del Parlament y ello pese a la enorme movilización. El resto de partidos está a dos puntos porcentuales de ellos. Ya me dirán qué ansias de independencia nacional reflejan estos resultados. Por otra parte, Don Arturo, como buen político, estará dispuesto a hacer cualquier cosa, salvo reconocer que se ha equivocado. Hablará de derecho a decidir, de tarea histórica, de la necesidad de estar unidos frente a los ataques de Madrid y otras zarandajas para garantizarse la investidura. ERC hubiese hecho bien en decirle que deje las palabras y hable de cifras, es decir, de cuántas Consellerías les va a dar. Habrá que ver las caras de los chicos de Unió Democràtica cuando se enteren de los términos en los que se está negociando con los republicanos (más afilar cuchillos). El problema es que hay un elemento en esta negociación que no habrá manera de cuadrar: los recortes. Ya lo he dicho, ERC no vive de votos propios, por tanto, no apoyará nuevos recortes. Gobernar, es decir, recortar, le exigirá a CiU, más pronto que tarde, un pacto muy claro, para alivio de esa Unió que tanto tiene en común con el gobierno o, por lo menos, con su ministro de justicia. Ese pacto se convierte en el único posible si seguimos otro razonamiento. No creo que Don Arturo sea lo suficientemente tonto como para no darse cuenta de que el futuro de su partido y, en especial, de su cuello, pasa por llevar a CiU a hacer lo que ha hecho siempre, esto es, gobernar en Cataluña e influir en Madrid. ¿Adivinan de qué pacto estoy hablando? La otra parte del mismo ya ha dicho lo que quiere: “no pactaremos con Mas”, aseguran en el PP. El mensaje está claro, si CiU quiere un pacto para gobernar en Cataluña e influir en Madrid, tendrá que quitar de en medio a Mas. Don Arturo se investirá nacionalista, pero cuando los rigores del invierno pasen, con la llegada de la primavera, que la sangre altera, o puede que con los calores del verano, descubrirá que ERC no es un socio fiable... que las circunstancias exigen un cambio de rumbo... que Europa pide un acuerdo histórico para hacer Cataluña gobernable... y al final, al final, volveremos al principio, que es lo que Mas y Rajoy pactaron, tácita o explícitamente, en su ya famosa entrevista.
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