El algoritmo de la invención (ARIZ) consiste en una serie de pasos que nos conducen a una solución altamente creativa e inventiva al problema planteado. Como tal puede considerárselo un work in progress en la vida de Altshuller. Aunque sólo se introdujo el término “algoritmo” en 1965, puede vérselo ya presente en el artículo seminal “Acerca de la psicología de la creatividad inventiva” escrito con Rafael Shapiro en 1956 y desde entonces no dejó de acumular versiones en 1959, 1961, 1965, 1971, 1977, 1982 y 1985. De hecho, en el texto de 1982, Altshuller hablaba de la inevitabilidad de esa sucesión infinita de versiones y señalaba que existiría un ARIZ-87 y un ARIZ-88. Cada vez, decía allí, ARIZ se vuelve más sofisticado, más eficaz, pero, por lo mismo, apunta con mayor nitidez hacia los aspectos mejorables en él. Tres años después, sin embargo, en la tercera de sus versiones, Altshuller señalaba que ARIZ-85 debía considerarse la versión definitiva y no se necesitarían ulteriores modificaciones del texto. Para ello dotó a ARIZ-85c de los pasos necesarios para que generara su propia modificación por la vía de utilizar los estándares y señalar el modo en que podían añadirse nuevos estándares inventivos. Probablemente también influyeron circunstancias externas. Altshuller asumió desde el principio la exclusividad de la tarea de introducir modificaciones en ARIZ y, según parece, su salud comenzó a resentirse a partir de esos años.
Tampoco el papel de ARIZ se mantuvo constante a lo largo del tiempo. Hasta su denominación como tal, figuró en la obra de Altshuller a modo de demostración de una posibilidad, como la indicación de un hecho o como la descripción de un proceso llevado efectivamente a cabo por los inventores. Su conversión en algoritmo lo hizo colocarse en el centro de TRIZ. Altshuller se enfadaba cuando se le recordaba que en la década de los 60 y de los 70 ARIZ constituía el núcleo duro de TRIZ y echaba la culpa “a los otros”, a los oponentes a TRIZ, de haberse aferrado a la palabra “algoritmo”. Sin embargo, si se revisan los escritos de esa época, puede apreciarse cómo el acento se pone en aprender a manejar el algoritmo, porque mediante él se podían resolver el 85% de las tareas, quedando el 15% restante para la aplicación de otros protocolos de modo aislado, por ejemplo, el listado de los estándares. A partir de 1977, el algoritmo de la invención perdió progresivamente esa centralidad y pasó del protocolo para el 85% de las tareas al protocolo para el 15% de las tareas, en esencia todas aquellas que resistían el abordaje de los restantes protocolos por separado, hasta el punto de que hoy día, en la literatura TRIZ, resulta fácil encontrar la declaración de que ARIZ sirve para “una tarea al año”. Esa especialización no puede desligarse de la expansión de TRIZ por el mundo. Altshuller insistía una y otra vez en que ARIZ constituía una herramienta extremadamente delicada y que sólo tras un curso de capacitación de 80 horas podía utilizarse adecuadamente. Por supuesto no se trata de que nos vaya a explotar en las manos si lo utilizamos mal, pero sí que requiere detenerse en cada instrucción, progresar sin pausas pero sin prisas, cumplimentar meticulosamente cada paso para que ARIZ nos entregue resultados a la altura de sus posibilidades. De lo contrario, la respuesta que nos devuelve puede resultarnos decepcionante y difícilmente le echaremos la culpa a nuestro descuidado modo de tratar la cuestión. Mas, esa especialización, ha traído también otra consecuencia, la de convertirlo cada vez más en una herramienta diseñada para problemas de ingeniería. Desde luego porque los problemas de ingeniería necesitan una meticulosidad poco habitual en el resto de disciplinas, pero también porque su diseño se realizó teniendo en cuenta los obstáculos que iba encontrando al confrontarlo con problemas de ese área de conocimientos y, como resultado, se lo adaptó a esas necesidades y no a otras de carácter más general. No obstante, el propio Altshuller señalaba que ni debía interpretarse a ARIZ como el único algoritmo para la solución de problemas inventivos posible, ni debía considerarse su aplicación tal cual a las diferentes ramas del conocimientos e instaba a su adaptación para necesidades específicas manteniendo siempre la estructura general que caracteriza a ARIZ. Dicho de otro modo, en TRIZ, en los textos de Altshuller, queda abierta la puerta (todavía más, se nos insta de hecho), a modificar ARIZ para convertirlo en un instrumento apto para la solución, digamos, de problemas filosóficos. Ciertamente esta adaptación necesitaría de la creación de una base de datos de “efectos de filosofía”, a modo de la base de datos de efectos físicos, químicos, geométricos y biológicos que existe en TRIZ y no tenemos nada semejante. Ni las historias de la filosofía al uso ni los diccionarios de filosofía existentes sirven a estos fines. Sin embargo, Altshuller nos dejó un ejemplo práctico de cómo construir esta base de datos de ideas filosóficas en su registro de ideas de ciencia ficción. Pero me he alejado del tema.
Casi hemos señalado cómo y por qué ARIZ apareció en diferentes versiones a lo largo de 30 años. Constituyó el núcleo de lo que se enseñaba en los institutos de creatividad que se fundaron en la extinta URSS a partir de 1971 y que alcanzaron una red de 500 centros. Cada vez que un grupo de alumnos quedaba atrapado en un callejón sin salida a la hora de resolver un problema, se revisaban las causas que habían llevado a esta situación, se buscaba el paso de ARIZ en el que podían haberse perdido y se modificaba su redacción. Este procedimiento llevó de hecho a la mejora de todos y cada uno de los protocolos de TRIZ. Aquí se halla la sensación de “magia” que nos produce su aplicación. No hay nada de “mágico”, simplemente, los enfrentamos, otra vez, a las mismas pruebas que condujeron a su redacción tal y como han llegado a nosotros y, por eso, no debe extrañarnos que vuelvan a superar la prueba que ya superaron miles de veces con anterioridad. Este rasgo distintivo puede verse con toda claridad en el tránsito de ARIZ-65 a ARIZ-71. El año 1971, como ya hemos señalado, constituye el momento en el que se abrió el primer centro de enseñanza de TRIZ. Mientras ARIZ-65 parece un ejemplar de vitrina, puesto ahí para que cualquiera pueda contemplar con sus propios ojos lo “imposible”, en ARIZ-71 se especifica cada paso, cada acción, cada anotación, se acompaña cada desarrollo con el mimo, con el gesto adusto, del maestro que trata de guiar en el tránsito hacia la creatividad, algo que se acentúa aun más en ARIZ-77, del cual dejamos una versión aquí.