Van Uds. a permitirme que me corrija. En mi última entrada dije que habíamos desaprovechado los buenos tiempos para construir una imagen de país que nos hubiese permitido parar los primeros golpes de la crisis. Es un error. Los españoles llevamos siglos construyendo una imagen de país muy clara, nítida y precisa, la imagen de un pueblo entregado a los toros, la siesta, la envidia, el fandango y, últimamente, el furgo. Y digo bien, construyendo. No se trata de que nosotros seamos así y, a resultas de ello nos hayan colgado el sambenito. Es justamente al contrario, nosotros no somos así o, por lo menos, no somos sólo así, pero hemos hecho todo cuanto ha estado en nuestra mano para proyectar esa imagen. La prueba más palpable es que hemos sumergido en toneladas de olvido a cualquier compatriota que se ha alejado mínimamente del tópico.
A ver, ¿cabe en la imagen de un país formada por toros, furgo y envidia el que ese país haya parido filósofos? Obviamente, no. Todavía recuerdo a cierto decano de facultad deseando que un día tuviéramos filósofos no ya de la talla de Kant o Fichte, sino, siquiera como Bardili o Schulze. Pero, claro, concluía nuestro eximio catedrático, eso sólo está a la altura de un pueblo como el alemán... ya se han encargado gentes como él de ocultar toda evidencia en contra de semejante dislate. España es un país de poetas. Preferentemente de poetas ligados a la sangre y la arena o, por lo menos, que canten a los gitanos. A lo sumo se admiten autores de “literatura profunda”, periodistas metidos, de vez en cuando, a otra cosa, gente que, por ejemplo, escribe un libro sobre Leibniz pero a Leibniz sólo lo mencionan en la primera página. Alguien como Ortega está bien, no vayan a preguntarle al español medio por otras cosas. ¿Quedan aún zubirianos por estos mundos? Y no me refiero a historicistas incapaces de leer en otro idioma que no sea el suyo y que escriben una tesis sobre Zubiri a toda velocidad para conseguir su plaza universitaria cuanto antes. Hablo de zubirianos como Ellacuría, dispuestos a llevarlo sobre el terreno, aunque eso los conviertan en objetivos de un escuadrón de la muerte. Estos curitas hispanos, que tantos autobuses fletaron para ir a hacer la ola cuando la beatificación de Monseñor Balaguer de Escrivá, ¿cuándo pedirán la de Don Ignacio? Pero me estoy desviando del tema (¿o no?)
¡Ah, los siglos de oro! Velázquez, Cervantes, Góngora, Lope, Calderón, Suárez, Arriaga, Oviedo, Losada... Bueno, Francisco Suárez, estrictamente hablando era portugués, por eso es medianamente conocido. Pero ¿y Rodrigo de Arriaga? ¿y Francisco de Oviedo? ¿y Luis de Losada? ¿Quién conoce esos nombres en el muy hermenéutico mundo filosófico español? ¿quién ha leído sus interesantísimos textos? ¿hay alguien que haya rastreado, entre polvo y polillas, los vericuetos de unos sistemas filosóficos que desde el aristotelismo están enfrascados ya en los problemas de la modernidad? ¿Cuántas tesis doctorales, cuántos libros, cuántos artículos hay publicados en España sobre ellos en los últimos treinta años? ¿De verdad que tienen más interés Derrida o Vattimo? ¿Y Francisco Vallés de Covarrubias? ¿Cuántos de los que salen en la televisión con un cartelito que dice “filófoso” lo conocen? Pues Leibniz sí que lo conocía y muy bien, porque cita sus teorías.
No nos vayamos tan lejos. ¿Algún día este país pagará la deuda que tiene con Eduardo Nicol? Sí, sí, hubo un señor que se llamó Eduardo Nicol, barcelonés exiliado en México durante la guerra civil. Un autor con un sistema filosófico completo, capaz de entender a Heidegger (a quien cita frecuentemente sin mencionarlo) y la física cuántica, con el que se puede estar de acuerdo o no, pero con el que se aprende, se aprende mucho leyéndolo. ¿Habrá algún día en este país, no ya un archivo con su obra completa, simplemente una biblioteca con su nombre? ¿Alguien le citará alguna vez o nos vamos a quedar eternamente dando vueltas al tiovivo de Ortega, haciéndole decir cosas que no dijo para que parezca más moderno de lo que es?
Don Blas Cabrera y Felipe, ¡por Dios! Don Blas Cabrera y Felipe, el padre de la física española, el profesor en cuyo entorno se forjó toda una generación de brillantes investigadores, el hombre que alcanzó un rango en su época como prácticamente ningún otro físico español en la suya, el director del laboratorio de referencia en temas de magnetismo en la década de los 30, el autor de un centenar de artículos punteros, el anfitrión de Einstein en su visita a España, el miembro de la Academia de las Ciencias Francesa, la persona a la que Einstein y Marie Curie, eligieron para el Comité Científico de la VI Conferencia de Solvay, la de la famosa foto con Einstein, Heisenberg, Dirac... y Cabrera. ¿Cómo puede un país olvidar al único compatriota que ha acudido a la Conferencia de Solvay hasta que el profesor Toribio Fernández Otero (otro que va camino de convertirse en un maldito) lo hizo ¡en 2007!? ¿Cómo puede el Instituto de Física-Química del CSIC que él fundó no llevar su nombre, si debería estar en la plaza mayor de cada pueblo?
Música, hablemos de música. Este es un país muy musical. Eso sí, música de opereta, de charanga, la botella de anís y la guitarra son los instrumentos nacionales. Aquí no ha habido jamás compositores “serios”. En cambio Alemania... Francia... Italia... Bueno, sí, tuvimos a Albéniz, a Falla y los Halffter... que son alemanes. Albéniz, ya se sabe, La Alhambra, Iberia, no vaya Ud. a programar nada diferente, podría descubrir al Albéniz “cubano”, al autor de óperas o al señor que compone canciones en inglés. Y Falla, El sombrero de tres picos, El amor brujo, todo muy español, muy patrio, muy racial. Oigan el Concierto para Clavicenvalo de 1926 si se atreven o, por decirlo mejor, si logran encontrarlo. Oíganlo. Es pura experimentación, una increíble búsqueda de nuevas sonoridades, una proeza creativa que causó profunda admiración en Stravinsky. Los expertos lo tratan como una rareza, como una anécdota. Yo, que soy un analfabeto musical, considero que es su obra cumbre, el punto desde el que hay que entender todo lo que había escrito antes. Bueno, hemos acabado.
¿De verdad? Pregúntenle al Profesor José Luis Temes. Este señor, a quien también habría que hacerle un monumento, se está dedicando a rescatar toda la plétora de compositores que se han convertido en malditos por el simple hecho de ser españoles. Ahí están Evaristo Fernández Blanco (¡hagan lo posible por escuchar su Obertura dramática!), Julio Gómez, Emilio Lehmberg, Fernando Remacha, Arturo Dúo Vital, Ramón Garay, Jesús Bal y Gay... Mejor pregúntenle al Profesor Temes porque la lista sigue y no parece tener fin. Me limitaré a citar sólo uno más: Doña Maria Teresa Prieto. Sí, efectivamente, hay compositoras de música clásica y una de ellas es española, ¿no lo sabían las muy subvencionadas autoras de investigaciones de género?
¿Cuántas decenas de nombres olvidados quedan por sacar a la luz? ¿Cuándo alcanzará a todos ellos la memoria histórica? ¿Cuándo exhumaremos sus restos de las cunetas de la cultura? ¿Cómo puede avanzar un país que hace tabula rasa de los que un día hicieron lo imposible para que avanzara?