Decía Aristóteles que la hipocresía era el tributo que la mentira rinde a la verdad. Ha llegado un momento en la política española en la que ya ni hipocresía queda, porque no es que nuestros políticos mientan, es que no podrían reconocer la verdad ni aunque alguien se la pusiera delante de la cara y se la señalase con el dedo. Tres meses han tenido para negociar desde las elecciones, tres meses para intercambiar nombres, poltronas y parabienes, tres meses para dejar claras sus posturas y, como los malos estudiantes que siempre fueron, han preferido ir a septiembre que hacer sus tareas. Sin disimulo, sin excusas, sin justificaciones, simplemente, no les ha dado la gana. Está claro que necesitaban tiempo, los malos estudiantes lo necesitan. Tiempo para aclarar sus ideas, tiempo para poder ir viendo lo que todo el mundo ve a estas alturas, tiempo para quitarse de encima una molicie poco disimulada.
Algunos medios de comunicación descubren, como oráculos de un misterio insondable, que el PSOE quiere gobernar en solitario. ¡Pues claro que quiere gobernar en solitario! Es lo mejor que puede hacer. Yo también quiero tomar el sol en la cubierta de mi yate y sería lo mejor que podría hacer pero no es lo que estoy haciendo, entre otras cosas porque no me llega para tener un yate. Las cuentas de Sánchez, "el renacido", y sus deseos, son ahora mismo irrelevantes porque carecen de soporte alguno en la realidad. Debe entender que el muchachito de la coleta tiene una hipoteca que pagar y una familia que sostener y, como es lógico, no le alcanza con dos sueldos de diputado, que la vida está muy cara. Quiere un ministerio y, como decía, lo ha expresado con claridad, no tiene por qué ser un “Ministerio de Estado”, ni siquiera tiene por qué ser un Ministerio importante, se conforma con un ministerito o una vicepresidencita, incluso un ministerio sin cartera le bastaría. Que él no quiere mandar ni influir, hombre, que sólo se trata del sueldo, de ir pagando las letras, ya saben, lo de todos los españoles, que él no es de “la casta”. Y que si el problema es que no queda bien que haya un ministro con coleta, que no pasa nada, oiga, que se conforma con un colega suyo, que ya se cobrará de lo que le corresponda al partido.
En Podemos quieren copiar la táctica del “renacido”. Entró en el gobierno por la puerta de atrás, cuando nadie daba un duro por el PSOE y ha acabado ganando unas elecciones. Ellos, que cada vez van peor en las encuestas, quieren cinco ministerios y una vicepresidencia... No, tres ministerios... No, dos y medio... Lo que sea, pero que les permita ocupar las portadas de los periódicos con algo diferente a sus peleas internas. No debe extrañarnos que en el PSOE nadie se plantee darles esa oportunidad. Creen haber descubierto los principios ideológicos para una refundación de la socialdemocracia del siglo XXI, el grito “¡que viene la ultraderecha!” y no le temen a una repetición de las elecciones, mucho menos pudiendo acusar a los morados de impedir la creación de un gobierno “de izquierdas”. Todavía mejor, hay otro caladero en el que podrían comenzar a pescar antiguos votantes muy pronto.
Que haya que ir a septiembre y, es posible, de nuevo a las urnas, es algo que buena parte del electorado de Ciudadanos no entiende. A pesar de las declaraciones de Rivera y a pesar de que votaron por los naranjas hartos del PSOE, empiezan a preguntarse si dejar a Sánchez en brazos de Podemos y de los independentistas constituye la opción más sensata. Ya dijimos que Rivera se autonombró, desde el principio, “líder de la oposición”. Ve un futuro sin el PP, en el que domine todo el centro y la derecha del espectro político, dejando a los ultramontanos en manos de Vox. En esta visión, no hay lugar para permitir un gobierno del PSOE. Pero esta visión, como la de Sánchez, corresponde a algo bastante lejano y hay problemas más inmediatos. Ciudadanos ha acumulado un enorme poder autonómico que habrá que ver cómo consigue digerir. Para empezar, carece de cuadros intermedios que puedan ir ocupando despachos designados a dedo. Incluso en Andalucía, donde primero tuvieron que enfrentar esa realidad, siguen apoyándose en antiguos cargos socialistas, que permanecen en sus puestos porque no hay nadie en Ciudadanos para sustituirlos. El PP tiene a este respecto menores problemas y no resulta difícil ver cómo las áreas que les corresponden van adquiriendo cierta fluidez. A ello hay que unir que a los cavernícolas de Vox no les cuesta mucho trabajo tomar la iniciativa con sus propuestas retrógradas. El camino hacia el monopolio de la derecha, que tan fácil ve Rivera, puede estar plagado de minas y se haría más fácil con un cierto período de asentamiento que el gobierno de Sánchez podría procurarle.
Y entre medias queda, cómo no, lo impresentable, esa reencarnación del Cid Campeador que alerta contra los peligros de un gobierno de “izquierda radical”, entre Sánchez y el hipotecado, a quienes el servicio de seguridad no les habría permitido ni entrar en un mitin de Santiago Carrillo. O ese señor, que uno no sabe si es más tonto que Rufián o Rufián que tonto, que aspira a ocupar el puesto de Xabier Arzálluz y que declaró que en la “puta Espanya”, los gobiernos de izquierda no son capaces de ponerse de acuerdo en tres meses, mientras que los gobiernos de la derecha ya tendrían “hasta repartidas las comisiones”, como han demostrado ellos repartiéndose rápidamente gobierno y comisiones con Junts pel Sí en el mucho más eficiente futuro país vecino. Y, por si faltara algo, ha aclarado que, ahora mismo le dan igual sus compañeros encarcelados y pueden votar por Sánchez, pero que en septiembre, sentencia de por medio, igual tienen que votar contra él aunque sus compañeros en la cárcel les sigan importando un comino.
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