Suponer que se ha abierto una grieta entre el líder supremo y sus, teóricamente, subordinados, los Guardianes de la Revolución, algo que cambiaría los cimientos mismos del régimen iraní, implica suponer que los ataques del Estrecho de Ormuz lo han llevado a cabo éstos últimos. Las “pruebas” a este respecto presentadas por EEUU parecen sacadas de ese chiste de "¿cuántos iraníes hacen falta para poner una bomba?" Los vídeos muestran, en efecto, una especie de obra española, con tres trabajando y ocho mirando lo que hacen y dando consejos. Todo eso para, supuestamente, retirar unos explosivos que parecen colocados como tres metros por encima de los boquetes que nos han mostrado las fotografías. Ciertamente, los halcones del régimen sacan notables beneficios de los vientos de guerra que soplan, pero no son los únicos. En EEUU, israelíes y saudíes han formado una pinza perfecta repitiendo el mismo mantra: “es mejor una guerra contra Irán que seguir soportando la situación actual”. Desde luego para ellos lo es. Hay que recordar que al caso Khashoggi, a las acusaciones de Jeff Bezos de haber sido víctima del servicio secreto saudí, en el haber de Mohamed bin Salmán figura también la desastrosa intervención en Yemen que, además de causar una abultada ristra de víctimas civiles, ha dejado el propio suelo saudí sometido al fuego de los rebeldes hutíes, que han atacado instalaciones petrolíferas y areopuertos. En cuanto a Bibi Netanyahu y sus tradicionales problemas con la judicatura se le ha venido a añadir su incapacidad para formar gobierno con sus socios tradicionales, los ultras de la nación o del judaísmo. Para ambos, una guerra con Irán constituiría una bendición a la que no importa qué se deba sacrificar pues haría olvidar rápidamente estos “pecadillos”. Que Israel tiene material iraní para utilizar cuando le convenga nadie lo duda y que los saudíes le brindarían todo el apoyo logístico que necesitasen para poner en aprietos a sus peores enemigos también constituye un secreto a voces. A partir de ahí, todo iría de suyo, un dron norteamericano derribado, la represalia de los EEUU y... Pero aquí interviene un nuevo elemento inesperado que, como digo, muestra que apenas si tenemos datos para entender realmente de qué va todo esto.
En los mentideros de Washington se insiste en que, cada vez que el presidente ha presenciado una “acción ejecutiva” en alguna parte del mundo, ha asediado a los mandos militares preguntándoles “¿por qué no atacan ya?” pese a la abundante presencia de civiles en el escenario. Reportan quienes han vivido este tipo de situaciones que el presidente pone sus mejores caras de aburrimiento cuando le explican que conviene limitar el número de mujeres y niños muertos por las ultratecnológicas bombas norteamericanas. Sin embargo, el pasado 21 de junio, afirmó haber detenido en el último minuto un ataque contra objetivos de los Guardianes de la Revolución porque “hubiesen causado 150 muertos”, milicianos en su mayoría. “Era desproporcionado por un dron destruido”. No suena muy creíble. Por contra, si alguien le hubiese advertido de que todo podría ser un montaje contra Irán o que existen grietas en el régimen iraní que un ataque haría desaparecer, sí que podría entenderse su gesto. De hecho, ambas posibilidades, conducirían a una propuesta de diálogo, como efectivamente tuvo lugar. No hay que olvidar que EEUU e Irán llevan décadas colaborando en Irak y que Trump ha empleado reiteradamente una diplomacia de fanfarrón de escuela: amenazar para poner al otro a la defensiva y, después, lograr “el mejor acuerdo de la historia”, quiero decir, una fotografía con el dirigente en cuestión. Igual nadie le ha explicado que el tipo con turbante que se haga la foto con él tendrá las horas contadas, pero, en cualquier caso, aquí aparece, de nuevo, algo difícil de entender. Como canal de contacto para enviar el mensaje al gobierno iraní se eligió la diplomacia de Omán y no los medios iraquíes, que sí se emplearon para el intercambio de mensajes con Mike Pompeo. A partir de ese momento todo se vuelve más confuso si cabe. Las autoridades iraníes admitieron haber recibido una propuesta de diálogo en primera instancia, para, después, asegurar que no habían recibido ninguna “carta”. En cualquier caso, continuaba el desmentido, los mensajes debían enviarse al líder supremo y no a... ¿A quién se le envió el mensaje? ¿A Hossein Salami, comandante en jefe de los pasdarán? ¿por qué a él? ¿porque se supuso que ejerce el poder real? ¿por eso se eligió a Omán como intermediario? y esa respuesta que sugería que Trump debía mantener contacto directo con Jamenei, ¿llevaba veneno, intentando implicar al líder supremo en tratos con “satán”?
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