A la carrera diplomática se llega tras una licenciatura y unas oposiciones con cinco pruebas en las que, entre otras cosas, se exige idiomas y amplios conocimientos en derecho y economía. Quienes pasan esta primera fase entran en la Escuela Diplomática como funcionarios en prácticas. Allí deben alcanzar la formación necesaria para ingresar en la carrera diplomática. Además de los conocimientos que se les supone, un diplomático debe tener iniciativa, don de gentes, paciencia, educación exquisita, capacidad para adaptarse a diferentes ambientes y situaciones, capacidad para negociar, una notable resistencia a los efectos del alcohol y, por encima de todo, saber quién vendería a su madre por, digamos, unas entradas para una corrida de toros. Si consigue cumplir con todos estos requisitos, ya está dispuesto para esperar un nombramiento que, muy probablemente, lo hará recorrer como agregado delegaciones en países que le costará trabajo encontrar en el mapa. Con un poco de suerte podrá casarse con alguien que no sea su carrera diplomática y a quien arrastrará, junto con los hijos que vaya teniendo, por medio mundo. Lo más seguro es que pierda los mejores años de su vida organizando saraos flamencos para dictadorzuelos del tres al cuarto. Eso sí, igual llega a cobrar un sueldo medianamente decente. Mientras, verá cómo, gente con muchos menos méritos, que ha dado menos vueltas y que posee menor capacidad que Ud. va obteniendo cargos en los países que siempre quiso visitar, gracias a uno de los tradicionales métodos españoles para lograr puestos en la administración, es decir, el compadreo. Con todo, lo peor será cuántas veces se va a preguntar lo otro. Y “lo otro” es qué demonio loco dirige la diplomacia española, si es que alguien la dirige. Voy a poner únicamente un ejemplo.
Uzbekistán es un país asiático de unos 30 millones de habitantes y algo más pequeño que España. Crece al 8% anual, su presupuesto tiene superávit y es rico en oro, petróleo y gas natural, aunque su escaso desarrollo tecnológico está ralentizando la explotación de dichos recursos. El país ofrece enormes posibilidades. Talgo firmó un contrato de 38 millones de euros para suministrarles trenes de alta velocidad y obtuvo un contrato para su mantenimiento que ha conllevado la presencia estable de la compañía en el país. ACS recibió un contrato para la creación de una planta de ciclo combinado por valor de 330 millones de euros. ISOLUX ha conseguido un contrato por valor de 138 millones de euros para la construcción de carreteras. La empresa de explosivos para minería Maxam, cuenta con varios miles de empleados y factura más de 180 millones de euros anuales en el país. Incluso Mango ha visto las posibilidades de hacer negocio y ha abierto dos tiendas. Que es la punta del iceberg lo reconoció el propio Estado español al organizar una visita del anterior rey que, finalmente, por un accidente de éste, no se llevó a cabo. El interés del gobierno uzbeko por incrementar las relaciones con España quedó demostrado al nombrar como primer embajador en nuestro país a Gulnara Karimova, hija del presidente, Islam Karimov. Porque, eso sí, Uzbekistán es uno de esos países de régimen “curioso” surgidos tras la desintegración de la URSS. A Karimov le falta poco para ser nombrado presidente vitalicio por aclamación ya que todos los que no parecían dispuestos a aclamarle están muertos o exiliados. Desde su cargo ha reprimido con igual brutalidad infiltraciones islamistas procedentes del vecino Afganistán, revueltas campesinas y disidentes que reclamaban más democracia.
Pues bien, para posibilitar la obtención de nuevos contratos y para proteger los intereses españoles en un país regido por la arbitrariedad contamos con el paraguas del cónsul honorario de España en Uzbekistán, a la sazón el delegado para la zona de la ya mencionada empresa de explosivos Maxam, y el embajador de España... en Moscú, sito a 3.402 Km de la capital de Uzbekistán. Sería hermoso decir que no estamos interesados en incrementar nuestra relaciones comerciales con Uzbekistán porque allí no se respetan los derechos humanos ni por equivocación, pero la verdad es que no hacemos negocios con ellos por desidia, entre otros, de nuestra diplomacia.
En un panorama así, un Sr. como Bernardino León, con sus contactos, sus amistades y sus capacidades, podría haberse dedicado muy bien a hacer pasillos aquí y allá para lograr alguna embajada de relumbrón en la que dormitar a la espera de obtener una buena poltrona en la política nacional. Sin embargo, mientras Ud. y yo vitoreábamos los goles de nuestro equipo, este señor ha llevado a cabo misiones especiales en Liberia, Sierra Leona y Zaire, ha negociado el establecimiento de un comité que investigara la muerte de tres cooperantes españoles en Burundi y todavía le ha sobrado tiempo para ayudar en la organización de la Fundación Barenboim-Said para la Música y el Pensamiento y la West-East Divan Orchestra, donde músicos israelíes y palestinos pueden tocar juntos. Ahora, ahora que nosotros estamos celebrando los éxitos de nuestro fútbol en Europa, él lleva desde principios de septiembre del año pasado intentando negociar un acuerdo que ponga fin al enfrentamiento entre las dos principales facciones del conflicto libio (las guerrillas islamistas que controlan la capital y el gobierno “legítimo” de Tobruk). Cuatro borradores ha redactado ya este hombre a la búsqueda de algo que puedan firmar las dos partes mientras el Estado Islámico conquista terreno a ambas facciones y está a punto de crear un califato a orillas del Mediterráneo. La verdad es que tiene menos posibilidades de conseguir el éxito que yo de recibir la felicitación de un inspector educativo, sin embargo, ¿qué quieren que les diga? Tendrá un lado oscuro, como Batman, como Han Solo o como Sam Spade, pero, por ahora, es mi héroe.
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