Perder Cuba, Filipinas y todos los signos que quedaban del imperio español tuvo un significado añadido que no se suele estudiar en los libros de historia y es que los imperios son los únicos que anteponen los intereses de sus ciudadanos a los de cualquier otro gobierno. Los papeles de Wikileaks dejaron muy claro que sucesivos gobiernos españoles, entre ellos alguno de estos a los que se les llena la boca con la palabra “España”, habían aconsejado reiteradamente al gobierno de los EEUU cómo actuar para salir airosos de sus pleitos con ciudadanos, organizaciones y empresas españolas. Tapado por el manto de las corrupciones y corruptelas cotidianas, que cada vez es más grueso, hemos vivido esta semana otra ignominia de la misma naturaleza. Pero ya no en la oscuridad de lujosos despachos enmoquetados en los que se dirimen la vida, la muerte y el sufrimiento de los ciudadanos de a pie, sino ante la luz y los taquígrafos del Congreso de los Diputados.
El pasado 18 de enero un avión no tripulado del ejército israelí atacó un convoy en la parte de los altos del Golán que quedó en manos sirias tras la Guerra de los Seis Días. Como ya he dicho, los servicios secretos israelíes están atenazados ante la duda de con quién les puede ir mejor, si con un enemigo tan cómodo como la familia al-Asad o con una oposición decididamente escorada hacia el radicalismo islámico ante la falta de apoyo de Occidente. Únicamente esa duda es la que los ha mantenido alejados de intervenir directamente en la guerra civil siria, como ya lo hicieron en la del Líbano. El bombardeo sólo podía obedecer, pues, a causas mayores y las había. En el convoy viajaban altos mandos de Hezbolá, que, para quienes no lo sepan, está actuando como fuerza de choque del ejército sirio. También falleció en el ataque Mohamad Alí Allahdadí general de la Guardia Revolucionaria iraní encargado de apoyar las acciones de la milicia libanesa en Siria. Pero el principal objetivo del mismo era Abu Alí Tabatabai oscuro personaje (el “Abu” suele indicar que lo que viene después es un apodo), encargado de formar y entrenar las unidades de ataque de la milicia libanesa y del que ni siquiera se sabe con seguridad si ha muerto.
Rápidamente Hezbolá anunció venganza y la nueva vuelta de la infernal noria que azota la región desde hace un siglo se produjo diez días después, cuando un comando atacó con misiles un convoy del ejército israelí en la frontera con Líbano, matando a dos soldados e hiriendo otros cuatro. Inmediatamente, las baterías israelíes respondieron barriendo una amplia zona al otro lado de la frontera. En ese bombardeo, un proyectil de 155 mm impactó en la torre de observación del cuartel de los Cascos Azules matando al cabo español Francisco Javier Soria.
Este martes, el ministro de Defensa informaba al Congreso que el cabo Soria había muerto como consecuencia de una serie de “errores” o “imprudencias” del ejército israelí, que habían tenido un resultado desafortunado, del cual el gobierno de Israel asumía su responsabilidad. Curiosamente, el Sr. ministro, D. Pedro Morenés, utilizaba como apoyo de sus palabras el informe “hispano”-israelí sobre el incidente, elaborado por el ejército israelí bajo observación de dos oficiales españoles que no han tenido ni voz ni voto en su redacción. No ha habido ninguna referencia al informe elaborado por el propio ejército español ni al informe elaborado por la ONU. Según este informe “hispano”-israelí, la culpa de todo la han tenido los operarios de la batería que, sin instrucciones al respecto por parte de sus mandos, abrieron fuego en el límite mismo de alcance de sus cañones, obviando la influencia del viento y careciendo de observadores que corrigieran el tiro. A la luz de tales consideraciones cabe concluir que Israel confía su frontera más peligrosa a una banda de aficionados, carentes de estructura de mando y que juega al tiro al blanco con baterías de 155 mm, cosas todas ellas que alguien ignorante de las realidades geopolíticas de este mundo, como parece ser el Sr. Morenés, sin duda podrá creerse, pero nadie más.
Para empezar, es de dominio público que Israel monitoriza todo cuanto ocurre en los países vecinos mediante sofisticados sistemas de radares, satélites y drones, de tal manera que sólo una milicia tan entrenada y preparada como Hezbolá, puede permitirse el lujo de apuntarse alguna que otra acción exitosa contra sus fronteras. Por otra parte, la carencia de corrección en el tiro viene contradicha por el propio testimonio de los compañeros del cabo Soria, que han contado a la ONU, a los encargados de hacer el informe del ejército español y a la prensa, que el bombardeo comenzó algo más lejos de la base para ir acercándose progresivamente a ella. Que una acción de semejante tipo sea llevada a cabo sin conocimiento o supervisión de los mandos de la batería, los mandos de la unidad e, incluso, del ejército y del gobierno israelí es poco menos que un disparate. Todos ellos son directamente responsables de lo ocurrido, bien por omisión, como quieren hacernos creer, o bien por haber dado instrucciones directas, como es seguro que sucedió. El ejército israelí quiso acabar de forma inmediata con los autores del atentado, bombardeando cualquier ruta de escape o cualquier zona donde pudieran buscar refugio, como los alrededores de la base de los Cascos Azules. Para ser eficaz, los proyectiles debían caer al pie mismo de los muros de dicha base. El riesgo de provocar una carnicería entre las fuerzas de la ONU, la posibilidad de que un obús perdido pudiera impactar en la base y matar a un puñado de Cascos Azules, les preocupó lo mismo que al gobierno israelí le ha preocupado siempre la vida de inocentes que se interponen en sus planes: nada. Para el gobierno de Israel no hay inocentes, personas preocupadas por la verdad u observadores independientes, hay palmeros que jalean todas su acciones y enemigos. En esto no se diferencia de ningún otro gobierno del mundo. En lo que se diferencia es en que el modo habitual que tiene de neutralizar a sus enemigos no es la ley y la justicia, como se hace en los gobiernos democráticos de Occidente, sino la aniquilación física, como es norma entre los déspotas de Oriente. Y este gobierno nuestro, este gobierno dispuesto a rasgarse las vestiduras por España, este gobierno que amenazó a Argentina con graves consecuencias futuras cuando nacionalizaron YPF, propiedad de Repsol, no ha tenido el menor empacho en buscar el compadreo con los que han matado a un cabo español que, obviamente, no podía contribuir a las próximas campañas electorales del partido en el gobierno del modo en que los amigotes de la compañía petrolífera y el gobierno de Israel seguramente harán.
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