El determinismo genético o, al menos, biológico, es, actualmente, la forma de determinismo más en vigor. Es ampliamente espoleada por los medios de comunicación de masas, vitoreada por las ciencias sociales y poco menos que dogma en filosofía. Podemos definir de un modo estándar el determinismo genético y, en última instancia, el biológico, como la afirmación de que todo lo que somos, tanto desde el punto de vista de nuestro aspecto como desde el punto de vista conductual, es resultado de nuestros genes. Por tanto, nada hay en nosotros que no sea consecuencia directa de la información que está contenida en ellos. Dicho todavía de otro modo, somos el único resultado posible de nuestros genes. Demostrar que estas afirmaciones son paparruchadas resulta absolutamente trivial. No me gusta hablar de cosas triviales, pero, dado el coro de papagayos que se ha montado en torno a ellas, voy a exponer 21.000.250 casos que demuestran lo insostenible de tal planteamiento. Esta cifra, por supuesto, aproximada, es el resultado de sumar dos grupos de casos. El primero, el que expondré hoy, son alrededor de 250. Para el próximo día dejaré el segundo grupo, conformado, como digo por 21 millones de casos.
Una consecuencia del determinismo genético o biológico (para lo que voy a decir aquí da igual un calificativo u otro) es que todos los individuos con los mismos genes deben tener apariencias y comportamientos absolutamente idénticos, dado que los genes y sólo los genes, determinan lo que somos. Por tanto, bastará con hallar un caso de apariencias y comportamientos heterogéneos partiendo de los mismos genes para haber refutado cualquier pretensión de determinismo genético. Para hallar un ejemplo tal sólo hay que querer buscarlo. La diversidad de comportamientos con la misma base genética es la norma en la naturaleza, ni siquiera una excepción. Hasta tal punto es la norma que, como digo, no voy a presentar un ejemplo contra la igualdad de apariencias y comportamientos partiendo de los mismos genes, voy a presentar unos doscientos cincuenta y dos.
Los macrófagos son grandes células del sistema inmunitario innato que miden desde los 10 hasta los 30 μm. Su estructura varía significativamente con el estado de su actividad. Penetran en el tejido conectivo, median en la reacción inflamatoria y pueden proliferar. Su función es la de fagocitar (engullir) sustancias extrañas al organismo y agentes infecciosos. Algunas partes de los mismos son presentados por el macrófago en la membrana celular para que otras células del sistema inmunitario las reconozcan y preparen una reacción contra ellas. A veces, cuando el objetivo a engullir es demasiado grande, varios macrófagos se unen para formar una célula polinucleada antes de comenzar la fagocitosis. Un macrófago suele presentar un núcleo de bordes irregulares y numerosas vesículas de gran tamaño encargadas de la digestión y procesamiento de las sustancias fagocitadas. La vida media de un macrófago es de cuatro a seis meses.
Las neuronas han perdido la capacidad de dividirse o reproducirse de cualquier manera, de modo que cuando mueren, no son reemplazadas. A cambio, la mayoría de las neuronas viven tanto como los individuos cuya materia gris constituyen. Tienen tres partes claramente diferenciadas. Por un lado están las dendritas, prolongaciones del cuerpo celular, cortas, muy numerosas y con aspecto ramificado. Por otro, el cuerpo celular propiamente dicho, con un núcleo perfectamente redondeado y grandes cantidades de mitocondrias (orgánulos encargados, digamos, de producir energía). Finalmente, el axón es una prolongación del cuerpo celular extremadamente largo. Cada neurona tiene uno y es el encargado de establecer conexión con otras neuronas a través de la sinapsis, es decir, el espacio que queda entre la terminación del axón de una neurona y el comienzo de las dendritas de otra. La neurona presenta una enorme excitabilidad eléctrica hasta el punto de que la señal química enviada a través de la sinapsis provoca que se genere una corriente eléctrica que atraviesa el axón hacia la neurona inmediatamente vecina. Su tamaño es muy variable, pero pueden llegar a alcanzar los 150 μm sin contar el axon. Contándolo, algunas neuronas humanas miden más de un metro.
Podríamos seguir con los linfocitos, leucocitos, glóbulos rojos, las células sinoviales, gliales, musculares, epidérmicas, etc. etc. Me permitirán resumir diciendo que cada tipo tiene su función, apariencia, comportamiento y longevidad característicos. Si quitamos algunas proteínas que aparecen en la membrana celular, mis macrófagos son idénticos a los suyos. Sin embargo, insisto, mis macrófagos son extremadamente diferentes de mis neuronas. Lo mismo cabe decir del resto de tipos de celulares. ¿Qué tienen en común mis macrófagos y mis neuronas? ¿qué tienen en común todas las células que me constituyen? Muy simple: su material genético. Es una obviedad que todas las células de un organismo adulto provienen de la división de un óvulo fecundado, por lo que todas las células de nuestro cuerpo tienen exactamente el mismo contenido genético. Sin embargo, un organismo adulto está conformado por una serie de conjuntos de células extremadamente diferentes entre sí. Supongamos que el código genético fuese un manual inequívoco de instrucciones de acuerdo con un determinismo férreo. ¿Cómo se podría producir esta diferenciación celular? Recordemos, todas las células provienen de una sola y, según el determinismo genético, todas las decisiones se toman en base, exclusivamente, al genoma. ¿Cómo podría ocurrir, por tanto, que unas células "decidan leer" una secuencia del mismo y otras no? Resulta obvio concluir que las células no se limitan a "leer" lo contenido en su ADN. Ocurre exactamente lo contrario. Lo que la célula “lee”, en primer lugar, son las señales que le envían las células que le rodean, establece la posición que ocupa como resultado de las primeras divisiones celulares y, en base a toda esa información, elige las partes del genoma que va a tomar en cuenta e inhibe el funcionamiento del resto. Y en este proceso de regulación de genes juegan un papel fundamental los transposones y toda su enorme carga de azar. Si se quiere hablar de determinación, ésta viene del modo en que la célula interpreta las señales de su entorno y del azar, no de los genes. En definitiva, la pregunta de si dos individuos con el mismo genoma pueden tener apariencias y comportamientos diferentes halla, a nivel celular, una respuesta trivial: por supuesto que sí.
Nuestro determinista genético o biológico puede emprender ahora la tarea de demostrar que, si bien a nivel celular, el código genético puede dar lugar a comportamientos y apariencias diversos, a nivel de organismo pluricelular ocurre exactamente lo inverso. Si algún determinista se embarca en la tarea de demostrar eso, sólo me cabe desearle mucha suerte... La va a necesitar.
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