Estas reflexiones en torno al fin de ETA no contienen realmente nada nuevo. Es un compendio, actualizado, de cosas que he ido escribiendo por aquí y por allá. Si ha tenido Ud. la encomiable paciencia de seguir mis escritos, puede obviar el presente. En caso de que no desee hacerlo, comenzaré señalando que un movimiento terrorista no nace debido a la situación de injusticia y/o marginación en la que vive la población por él defendido. Si éste fuese el motivo central de nacimiento del terrorismo, hace décadas que estaríamos combatiendo el terrorismo gitano. Sin embargo, pese a la discriminación, a las injusticias que se ha cometido contra ella y a poseer una lengua propia, hasta donde yo sé, la población gitana nunca ha desarrollado un movimiento terrorista. Un movimiento terrorista surge en el seno de lo que Martha Crenshaw llamaba una "cultura de la violencia" y debido a un bloqueo político y/o social. Sus posibilidades de mantenerse dependen de dos factores: el primero es que el propio movimiento terrorista permita perpetuar esa cultura de la violencia en cuyo seno nació; el segundo es que las fuerzas que conforman el juego político legal saquen partido de su existencia. Hace tiempo que ETA fracasó en lo primero. La kale borroka sirvió para hacer presente en fiestas y jolgorios "el conflicto" y para llenar las filas de ETA de ardientes jovenzuelos ansiosos de bronca y acción, aunque ignorantes de cualquier cosa parecida a la estrategia política, los sutiles compromisos y la frialdad del tiro en la nuca. El resultado quedó patente: los comandos caían antes de atentar, la "dirección" no sabía adónde dirigirse y a la excusa última de todo (los presos) se los dejaba de lado por carcamales.
En un país de mantas, hasta nuestra seña de identidad más perdurable, el terrorismo de ETA, acabó en manos de unos descerebrados que tirotearon a un policía francés y trataron de convencernos de que "alto el fuego definitivo y permanente" son términos compatibles con un atentado mortal en la terminal de Barajas. Es normal, durante las conversaciones con un movimiento terrorista, que los interlocutores asignen significados diferentes a las palabras. Pero si uno habla con alguien para quien las palabras carecen de la más mínima atadura a un significado estable, es que no se está hablando. En tal caso, o se le recomienda un buen psiquiatra a nuestro "interlocutor" o se actúa. No hay diálogo posible. Con la gente que había en la cúpula de ETA en aquella época no se podía hablar, de nada. Había que actuar. Se hizo y se hizo muy bien.
Pero he dicho que hacen falta dos elementos para mantener un movimiento terrorista vivo. El primero ha desaparecido. Quien más quien menos, en el País Vasco, está harto de la cultura de la violencia y deseoso de probar otras cosas. Lamentablemente, el interés de los partidos políticos por ETA no ha desaparecido. Esa es la razón por la que ahora los vemos a todos danzando un baile mágico alrededor del moribundo para mantenerlo vivo, al menos hasta el próximo 20 de noviembre (por cierto, esta situación me recuerda la de otro moribundo al que se mantuvo con vida hasta un 20 de noviembre, ¿quien era? ¿quien era?... vaya, no consigo acordarme). ¿Que no concibe cómo todos los partidos políticos han sacado tajada de la existencia de ETA? Vamos a empezar por lo más fácil. Gracias a ETA, la izquierda abertzale ha conseguido permanecer unida durante más de treinta años, algo totalmente impensable analizando su propia naturaleza. Lo que une a sus fieles votantes no es la idea de una Euskadi libre, ni la idea de una Euskadi sozialista, ni nada semejante. La izquierda abertzale carece de cualquier cosa que suene a una ideología reconocible. Lo que la mantiene unida es la experiencia vital de haber sido detenido por las fuerzas de orden público o tener un familiar que ha pasado por semejante experiencia. Sin ese pastor que ha sido ETA, hace tiempo que se hubiese disgregado en una multiplicidad de grupúsculos.
Lo del PNV también es muy claro. Xavier Arzálluz lo sabía. De un partido de recios hombres de palabra como fue en la Segunda República, ha pasado a un partido de gente con michelines que, de no ser por ETA, hubiese acabado por convertirse en una suerte de partido regionalista como la Chunta Aragonesista, pero sin cantantes en sus filas. Ahora bien, ¿qué sería del PP si no hubiese podido defender la sacrosanta unidad de España? Todo nacionalismo necesita de un nacionalismo contrapuesto a él para subsistir, sin una némesis, la cosa no tiene chiste. No hay nada como poner a la gente a seguir una bandera para convencerla de las mayores estupideces. Y si no me creen, piensen en los hinchas de fútbol. Por eso, siempre que alguien me habla de su nación milenaria, de la unidad de la patria, de la defensa de la lengua de sus mayores y cosas así, sigo el consejo de Don Miguel de Unamuno y me echo mano a la cartera, porque ése, ése viene a por mi dinero. Piensen Uds. en el gobierno de Artur Mas. Llegó ahí predicando la soberanía de Catalunya y lo primero ha hecho ha sido meterle la mano en los bolsillos a todos los ciudadanos, catalanoparlantes o no.
Quien mejor ha sabido exprimir el tema de ETA, con sucesivas modulaciones de su política, ha sido el PSOE. Comenzó con un disparatado y chapucero "ojo por ojo" que condujo a ETA a la mayor situación de fortaleza de su historia. Eso sí, el PSOE empezó a pescar votos en caladeros en los que jamás se pensó que podía obtenerlos. Todavía hoy la gente de derechas habla con admiración de Felipe González. En lo referente al terrorismo, las cosas fueron hasta tal punto mal, que se aceptó unas conversaciones con el movimiento terrorista en Argel. La verdad es que fueron lo más cerca que se ha estado nunca de acabar negociadamente con el terrorismo en España. Durante esas conversaciones, comenzó a forjarse entre los socialistas la idea de que podrían ganar muchas elecciones si conseguían, por fin, acabar con ETA. Así, que, sin otra opción, empezaron a hacer las cosas bien y en el año 92, la cúpula de la organización fue detenida en Bidart después de una investigación policial como hay que hacerla en estos casos. Aquello fue el principio del fin de ETA. Pero he aquí que, ahora, ETA está a punto de morirse antes de tiempo. El santo grial del harakiri etarra parece a la vuelta de la esquina. Cuál sea el día exacto en que se produce, es la última esperanza del PSOE para ganar las próximas elecciones. A cambio de participar en la astracanada de la conferencia de paz, los socialistas esperan la noticia de la defunción de ETA en la jornada de reflexión, para lograr un inesperado vuelco de los sondeos. Mientras, el PP espera que se produzca en el inicio de la campaña electoral o después de la misma. En el primer caso, acusarían al PSOE de connivencia con ETA. En el segundo se apuntarían un tanto nada más empezar. Pero ¿y ETA?
Ante todo, no hay que esperar de los etarras que tengan las menor intención de disolverse. Dudo mucho de que haya ahí alguien con los dedos de frente necesarios para darse cuenta de que el momento ideal para hacerlo es... hace mucho tiempo. No hay un solo indicio objetivo que muestre la intención de la banda de disolverse si exceptuamos la supuesta noticia de que está vendiendo sus armas. Sus últimos comunicados no dicen nada diferente de lo que han venido diciendo siempre. Cierto, está el llamamiento de su aparato político, el cual ni suspira sin pedir permiso a los de Francia. Yo les sugiero que vuelvan a leer su declaración. No hay ninguna petición expresa a la banda para que se disuelva. Otra cosa es lo que los lectores de esta declaración (dudo mucho que la hayan redactado ellos), han expresado en entrevistas varias... ¿a título personal? Por fin, después de muchos meses de ostracismo, los etarras vuelven a salir en primer plana de los medios de comunicación. Parte de la campaña electoral puede estar centrada en ellos. Todo el mundo los mira. Luego... ¿para qué disolverse ahora? No creo que lo vayan a hacer para contentar al PSOE y mucho menos como "gesto de buena voluntad" ante el nuevo gobierno. Más bien, conociendo su trayectoria, yo apostaría porque anunciarán su renuncia a la lucha armada (sin renunciar por ello a cometer atentados), su abandono de las armas (sin dejar de usarlas), y su compromiso con las vías estrictamente políticas (sin dejar de estar comprometidos con todas las demás vías). Y, creánme, no saben Uds. hasta qué punto me pondría contento si me equivocase.
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