Como ya expliqué, este gobierno ha tenido la fortuna de contar con más de seis meses para conocer a fondo la situación, elaborar comisiones que estudien los despilfarros de cada departamento y elaborar medidas que no sólo ahorren, sino que preparen para un futuro mejor. En lugar se ello, se han dedicado a pensar en los coches y casas que se van a comprar con sus nuevos sueldos y las medidas de ajuste se han elaborado durante los últimos quince días, sin la menor intención de hacer algo diferente de lo que tuvieron que hacer los griegos deprisa y corriendo. El prototipo es el Sr. Wert. Con tanto tiempo dedicado a soltar dislates al primero que quisiera prestarle atención, sigue sin la menor idea de la naturaleza del departamento que dirige. Le han mandado una nota donde dice que debe recortar el diez por ciento y él, en un ratito de lugar que ha tenido después de pensar su chorrada del día, se ha dicho, "si aumentamos la ratio un diez por ciento y las horas de clase que debe impartir un profesor en la misma medida, todo solucionado". ¿Para qué pensarlo un poco más, para qué intentar contrastar los datos con la realidad, para qué molestarse en averiguar el desastre al que abocan estas medidas, si se puede dedicar ese tiempo a hacer poses delante del espejo con la cartera ministerial?
La mayoría de los centros nuevos y todos los que han sido reformados en los últimos años tienen aulas con una capacidad de 25-27 alumnos/as. Dos razones había para ello, Primero, era lo que establecía la ley y, segundo, de esta manera se ahorraban costes de construcción. Sí, en efecto, durante todos estos años de bonanza se ha actuado con la educación de un modo cicatero hasta lo grotesco. De hecho, los centros en una comunidad tan defensora de la educación pública como Andalucía, vieron mermados sus presupuestos año tras año, hasta algo así como 2.006. A partir de entonces y durante un par de años, se inició un ligero incremento de las partidas. Hacia 2.008 el pago de las mismas se fue retrasando mes a mes. Mejor no hablo de lo que ocurre ahora mismo. Es en este panorama que aparece el Sr. Wert. Así que ya tenemos aulas para 25 alumnos/as que ahora mismo dan cabida a 30 ó 35 alumnos/as. En muchas aulas el profesor no puede pasear entre las bancas de sus alumnos/as porque no hay espacio físico para ello. ¿Cómo meter ahí 38 ó 40 alumnos/as? Existen tres posibilidades. La primera es tirar algunos tabiques entre aulas, lo cual reduciría el número de aulas por centros y exigiría construir nuevos centros. La segunda es equiparlas con pupitres más pequeños, lo cual significa renovar todo el mobiliario escolar. La tercera, la que probablemente se adoptará, es hacer, como ya ha ocurrido en algunas facultades durante el período de bonanza económica, que los últimos alumnos/as en llegar al aula se sienten en el suelo.
Dice el Sr. Wert que su programa de eficiencia para nada afectará la calidad de la enseñanza. Hombre, yo no digo que un ministro tenga que saberlo todo acerca de su área, pero tampoco creo que deba mostrar tan a las claras su absoluta ignorancia. Cualquier profesional sabe que la primera medida (y, normalmente, la más efectiva) para convertir un curso difícil en un curso en el que se puede dar clase consiste en poner a los alumnos/as en filas separadas. Si eso no funciona uno ya puede amarrarse los machos porque pocas cosas van a funcionar. Pues bien, si esta medida se convierte en impracticable por decreto, un diez por ciento (como poco) de las aulas de este país se van a convertir en ingobernables.
Si los disparates del ministro se quedasen aquí, la cosa sería gravísima, pero, claro, no basta, hay que empeorarlas. Las bajas del profesorado se cubrirán quince días después de producirse. ¿Por qué quince días? Porque, estadísticamente, las bajas de hasta quince días entre el profesorado son más del 60% de todas las bajas. Esta afirmación equivale a decir que las bajas entre el profesorado no serán cubiertas. Eso sí, los alumnos/as seguirán recibiendo clase con normalidad. Imagino que esto último ocurrirá porque el ministro en persona vendrá a sustituir a los enfermos. Una de dos, o en los departamentos un profesor se queda sin dar clases a la espera de alguien que falte o la falta de un profesor será suplida por un profesor de guardia, esto es, aquel que le toque. Eso significa que un profesor a quien le corresponda sustituir a un compañero tendrá que improvisar una clase sobre pespectiva caballera, la crítica a la metafísica de Nietzsche, ejercicios de integrales o lo que corresponda. Después tendrá que coordinar lo que ha hecho con el siguiente profesor que tiene que entrar a sustituir en ese curso en otra hora y así durante dos semanas. Finalmente vendrá el profesor original o el encargado de sustituirlo, que estará de acuerdo con el esfuerzo que han hecho... o no.
Tampoco, insiste nuestro sin par inepto, va a afectar a la calidad de la enseñanza el que los profesores tengan que impartir dos horas más de clase. ¿Alguien se ha molestado en hacer las cuentas como es debido? Supongamos un centro en cuyo departamento de Física y Química hay tres profesores, uno de ellos interino. El departamento de Música es unipersonal, con un profesor que imparte sus 18 horas de clase. Finalmente, en el departamento de Lengua hay cinco profesores. Ahora cada uno de estos profesores tiene que impartir dos horas más y el profesor interino no ve renovado su contrato, ¿cómo se reparten las horas? De las 18 horas de clase del profesor interino, 4 se las quedan el resto de miembros de su departamento. Sobran 12 horas. El profesor de música debe impartir dos horas más y, de modo semejante, en el departamento de lengua faltan 10 horas, dos por cada profesor. Las 12 horas de Física y Química se repartirán, por tanto, entre el profesor de Música y los cinco de Lengua. De este modo, tenemos a alguien que ha estudiado piano y a un especialista en literatura hispanoamericana impartiendo teoría electromagnética, mientras el ministro duerme tan feliz pensando lo listo que es.
¿Acaso un experto en literatura no está capacitado para dar teoría electromagnética al nivel que se exige en segundo de ESO? Piénselo, ¿se conformaría a que lo operase de corazón un dermatólogo? ¿por qué se conforma con que las asignaturas de nuestros hijos no la impartan especialista en la materia? Muy fácil, porque en este país, la educación no le importa a nadie.