Un medio tan poco refractario al gobierno como El País, publicó que Asuntos Exteriores temía desde el verano la visita de la vicepresidenta de Venezuela Delcy Rodríguez. ¿No se pudo impedir? ¿tanto poder tiene en este país? ¿y la Sra. Ministra de Exteriores no pudo armonizar sus horas de peluquería con la visita de la Sra. Rodríguez pese a saberlo con tanta antelación? Con ese carácter previsto del vuelo encaja que el “casual” encuentro del Sr. Ábalos con la vicepresidenta Venezolana consistió, en realidad, en una larga velada en dos actos que duró hora y media en el avión en la que aquella viajaba y un tiempo no determinado en la sala VIP de la compañía aérea fletada por el vierno venezolano en Barajas. Naturalmente los policías presentes en el encuentro no le pidieron a la Sra. Rodríguez que se identificara, como resulta preceptivo, para no certificar su estancia en territorio que le había sido prohibido. Tras la despedida del Sr. Ministro, la vicepresidenta venezolana durmió plácidamente en una habitación de la mencionada sala VIP. Sobre medio día de la fecha siguiente, vicepresidenta y avión que la había llevado hasta Madrid siguieron caminos diferentes. El segundo hacia Turquía, la vicepresidenta hacia Doha. Este periplo parece compatible con el hecho de que la Sra. Rodríguez traía una misión específica que cumplir en Madrid, misión que la unía al vuelo hasta la capital de nuestro país y que, después, el avión podía continuar su curso porque seguía un cauce ya establecido que no requería su presencia en él.
Medios de comunicación que citan fuentes del aeropuerto de Barajas afirman que, con la Sra. Rodríguez, bajaron del aparato 40 maletas de equipaje, que un vehículo de la embajada esperaba para recogerlos y que, dada su naturaleza diplomática, abandonó la terminal sin que nadie registrase el contenido de las maletas mientras el Sr. Ministro departía alegremente con la vicepresidenta. Malas lenguas aseguran que las delegaciones diplomáticas de Venezuela están atravesando momentos complicados, que tienen dificultad para pagar a sus trabajadores y que la de Madrid, por ejemplo, casi se ha enfrentado a un motín cuando, pese a ello, se ha dedicado a contratar como asesores a miembros de cierto partido morado a los que sí que ha pagado puntualmente. Dichas malas lenguas aseveran que miembros del muy bolivariano gobierno de Venezuela están fundiendo el oro de las reservas nacionales en Turquía. Lo hacen para eliminar el número identificatorio de los lingotes y, de esta manera, poder venderlos sin que nadie conozca su procedencia. Este tránsito, obviamente, no se realiza a bordo de aviones oficiales, sino de vuelos privados como el que trajo a la Sra. Rodríguez y, habitualmente, acompañados con personas muy cercanas al Sr. Maduro a bordo. Hay quien llega a afirmar que en dichos vuelos no sólo se transporta oro, sino también divisas. No cabe duda de que un gobierno que tan ferozmente defiende a los humildes contra los embates del imperialismo capitalista pagará bien a sus trabajadores. No obstante, cuarenta maletas parecen muchas maletas para pagar atrasos de los empleados.
Desde el incidente del Sr. Ábalos en Barajas, se ha podido observar un curioso giro en la política exterior de nuestro país. Para empezar, nos hemos desenganchado del eje franco-alemán de la UE, que tanto dinamismo promete ahora que se han ido los británicos, para alinearnos no se sabe muy bien con quién ni para qué. Y tal desenganche se ha producido justamente antes de negociar la redistribución del actual presupuesto, negociación en la que tanto tenemos que perder. Por otra parte, Pedro “el renacido” ha degradado al hasta hace muy poco legítimo presidente autoproclamado de Venezuela, Juan Guaidó, a la categoría de “líder de la oposición”. Obviamente, no voy a decir que este giro se ha producido como consecuencia de esas cuarenta maletas que se bajaron del avión de la Sra. Rodríguez. No voy a decir que habrá muy pronto un vicepresidente del país que cancelará su hipoteca. No voy a decir que el Sr. Ábalos negoció durante hora y media el giro de las posturas en política exterior del partido que él organiza a cambio de algunas de esas maletas y que después se quedó en la zona VIP de cierta compañía aérea hasta que le confirmaron que las maletas no contenían recortes de periódico. No voy a decir que hay quien está vendiendo las políticas de Estado al mejor postor y que lo que se obtiene por esas ventas va a las cuentas de altos cargos del gobierno. Ni se me ocurriría decir semejantes cosas. Pero, por amor de Dios, ¿hay alguien que me pueda dar un motivo, uno solo, para no pensarlo?
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