sábado, 30 de marzo de 2013

Gratis


Como los políticos no me han hecho caso y han vuelto a meter sus zarpas en la educación, no quiero dejar pasar esta oportunidad sin hacer, yo también, una propuesta disparatada.
Para empezar, la fundamentación. Una de las idiosincrasias de España es la errónea concepción que aquí existe acerca de los bienes públicos. En este país, “bien público” es sinónimo de terra nullius, es decir, está ahí para el primero que lo coja. Lo público no se entiende como propiedad de todos, se entiende como algo que está esperando un propietario. Es por tanto, lógico, que nuestros políticos se abalancen sobre cualquier dinero perteneciente al Estado, son perfectamente conscientes de que si ellos no lo hacen lo hará alguien por debajo de ellos, pues ese dinero está ahí para que alguien se lo apropie y entre los ciudadanos que lo necesitan y ellos que pueden hacer por necesitarlo, casi que no hay color. Como digo, es algo que ocurre a todos los niveles. Los parques públicos tampoco son de nadie y es comprensible que a la gente le falte tiempo para arrancar los tablones de los bancos, pintarrajear los  toboganes infantiles y pisotear las flores. Lejos de pensar que cada destrozo lo van a pagar, tarde o temprano, a través de sus impuestos, los tontitos que así intentan ocultarse la abulia de sus vidas, son incapaces de comprender el mal que se están haciendo a sí mismos.
Ahora ya podemos entender cómo percibe el español medio la “enseñanza pública”. “Enseñanza pública” es sinónimo de “enseñanza que no es de nadie”, algo que está ahí para que yo, para que cada uno, se la apropie lo mejor que pueda y haga con ella lo que le plazca: convertirla en el gran encierro de jóvenes, descargar las propias frustraciones sobre el primer funcionario que uno encuentre o, simplemente, charlar acerca de lo que yo creo que ellos deberían hacer. Por supuesto, al español medio ni se le pasa por la cabeza que esta enseñanza pueda estar ofreciéndole algo a él o a sus hijos, le resulta poco menos que alienígena la idea de con ella se esté intentando nivelar desigualdades sociales y está más allá de sus entendederas imaginar que una enseñanza pública y, por ende, gratuita, pueda estar por encima de la enseñanza de pago. Y, sin embargo, ésta es la realidad. Los carísimos colegios privados españoles apenas ofrecen nada a cambio de sus exageradas mensualidades. Diferentes estudios señalan que, si se descuenta el nivel sociocultural de las familias, los resultados de los colegios de pago son insensiblemente mejores que los de la escuela pública. Es obvio que un padre que paga 700 ó 1000 € de mensualidad, haga todo cuanto esté en su mano para que su hijo no se dedique a dormir en las clases. En cuanto reciba la menor indicación de los profesores, tendrá una charlita con su hijo en la que le dejará las cosas meridianamente claras y le enseñará el camino de un colegio público. Eso es todo lo que hace superiores a los colegios privados, el nivel de implicación de la familia, tanto más alto cuanto elevada sea la mensualidad.
Por todo ello, mi propuesta educativa es extremadamente simple: acabar con la enseñanza gratuita. No se trata, por supuesto, de hacer recaer sobre las familias el coste de la educación y mucho menos de generar exclusión social. No hace falta. Se trata de adecuar el coste educativo a los ingresos de la familia en cuestión y la cantidad a pagar tampoco debería pasar del puro simbolismo. En esencia, lo que yo propongo es que a las familias más necesitadas se les obligue a pagar el equivalente a un litro de cerveza al mes. En el caso de las más pudientes, el monto no superaría el de cuatro o cinco gin tonics.  La medida no sería, evidentemente, popular. Les aseguro que sería efectiva. Cuando las familias descubriesen que tenían que privarse de un par de cervezas a la semana, aprenderían a valorar lo que se les entrega y aparecería en ellas un repentino interés porque su hijo/a no esté, simplemente, arrecogío. Pero, claro, ningún político estará realmente interesado en adoptar una medida de estas características. Como ya he explicado en múltiples ocasiones, si algo va mal y el que viene a continuación lo empeora y el que viene después todavía halla un modo de empeorarlo, no estamos ante una sucesión de desgraciadas coincidencias, sino ante un plan deliberado para conseguir que todo vaya mal. Y eso, precisamente eso, es lo que desde hace más de cuarenta años se está intentando en este país, acabar con cualquier vestigio de una educación pública de mediana calidad.

domingo, 24 de marzo de 2013

Chipre o de la insensatez


Quienes sigan este blog con regularidad (santa paciencia), habrán observado que cada vez hablo menos de la crisis. No es que haya dejado de interesarme, es que no me gusta repetirme. Sin embargo, las circunstancias son tales, que no puedo evitar volver, otra vez, sobre lo mismo. La crisis de Europa no es una crisis económica, es una crisis política porque lo que sobra en Europa no son gastos insostenibles, lo que sobra son idiotas en las esferas del poder. El caso de Chipre ejemplifica perfectamente esto.
Los comienzos ya fueron malos. Chipre es, probablemente, el único caso europeo de triunfo pleno de un movimiento terrorista (el EOKA). Así que, de entrada, mal. Después la cosa fue a peor. Griegos y turcos vieron en Chipre la oportunidad de perpetuar una rivalidad en la que están enzarzados desde las guerras médicas y la isla acabó partida. La mayor dosis de sensatez que cayó sobre ella, vino de la mano de Kofi Annan y su plan de reunificación. Pero, claro, la cosa no podía durar mucho por ahí. En el referendum definitivo los turcochipriotas votaron a favor de la desaparición de la frontera interna y los grecochipriotas en contra. De haber entrado la isla en su conjunto en la Unión Europea, se hubiese convertido en receptora neta de ayudas, dado el atraso de la zona turcochipriota. No obstante, la parte griega prefirió dar dinero, antes que recibirlo, si con ello humillaban a  sus vecinos del norte.
La Unión Europea acogió con los brazos abiertos únicamente a la parte griega de la isla. Esta fue una decisión histórica porque difícilmente se encontrará una más desafortunada en la historia. En primer lugar, era el desprecio definitivo hacia Turquía, cuyas fuerzas políticas laicas y europeizantes, quedaron así sin argumentos frente a un islamismo, en principio moderado, pero que ya sólo podrá encontrar oposición a sus políticas dentro del propio campo islamista. En segundo lugar, se le abrían las puertas a una de las mayores lavadoras de dinero negro del mundo, con el fin de que no sólo los rusos e ingleses se pudieran beneficiar de ella, sino también los griegos y demás ciudadanos comunitarios.
Es cierto que un sector financiero sobredimensionado había demostrado ser mortal de necesidad en el caso de Islandia y de Irlanda, pero ¿quién entre los muy brillantes miembros de la cúpula política europea podía prever que lo sería también en el caso de Chipre? Es igualmente cierto que todo el mundo estaba esperando el cambio de gobierno para intervenir la mitad de la isla, pero ¿para qué hacer planes detallados si se podía improvisar en el último minuto? Y aquí es donde aparece el tufo a salfumán de Frau Nein y su dóberman, Schäuble. Chipre tenía que someterse al que viene siendo el principio rector de todas sus decisiones económicas y que no es un principio sacado de Pareto, ni de Walras y ni siquiera de Milton Friedman, sino de Talión: quien la hace la paga. Grecia mintió sobre sus cuentas y tiene que pagar por ello, Irlanda se arriesgó en exceso y tiene que pagar por ello, España vivió por encima de sus posibilidades y tiene que pagar por ello, Portugal... bueno, algo habrá hecho y bien que está pagando. El motivo por el que se acogió gustosamente a los grecochipriotas es precisamente lo que ahora se les echa en cara: tener un sector financiero demasiado grande y dedicado al lavado de capitales. Por tanto, razonó el dúo diabólico alemán, ahí es donde hay que darle. Naturalmente, nadie lo propuso, aunque todos lo aplaudieron hasta con las orejas: quedarse con parte del dinero de las cuentas corrientes en los bancos chipriotas, por encima y por debajo de los 100.000 €. Es cierto que así se tiraba por la borda el clavo ardiendo que ha impedido que la tormenta financiera europea se convirtiera en un tsunami. Hasta ahora se había repetido incansablemente que los depósitos por debajo de 100.000 € estaban garantizados bajo cualquier circunstancia (algo, en verdad, irrealizable llegado el caso). Como digo, es cierto que las exigencias efectuadas a Chipre derriban este último muro de contención, pero ¿qué más da? Quien la hace la paga y si hay que tirar a toda Europa por la borda, insisto, ¿qué más da? ¿acaso Alemania tiene algún género de relación con Europa?
Las millonadas que los papás de los actuales dirigentes europeos se gastaron en colegios privados para ellos no les permitió prever que una imposición tal significaba borrar del mapa, de la noche a la mañana, el modus vivendi grecochipriota y condenarlos a la pobreza de sus odiados vecinos del norte. Sus másteres en universidades norteamericanas y sus falsos títulos de doctorado, no les permitieron anticipar lo obvio, que, en un parlamento recién constituido, en las cabezas de cuyos miembros aún resuenan los clamores de los mítines y cuyas posaderas aún no han tenido tiempo de acostumbrarse a las poltronas, nadie votaría a favor de semejante plan. Su sagacidad nos ha permitido vivir el bochornoso espectáculo de un miembro de la Unión Europea, suplicando una limosna por las calles de Moscú. Dicen que se están preparando planes de contingencia por si Chipre decide salirse del euro, ¿incluyen esos planes cuál será la reacción griega ante la decisión de un país con el que están emocional y financieramente ligados? ¿o esto también está más allá de las lumbreras de los dirigentes europeos?
Europa necesita nuevo líderes. No líderes carismáticos, no líderes con visión de futuro, ni siquiera líderes brillantes intelectualmente. Lo único que necesita Europa son líderes con un poquito de sentido común. Desgraciadamente, como decía Descartes, el sentido común es el menos común de los sentidos.

domingo, 10 de marzo de 2013

De partidos y paridas


Uno de los fenómenos que hemos podido observar en los últimos años es la aparición de una serie de nuevos partidos que se suelen presentar como “transversales”, esto es, no encuadrables en la habitual tricotomía izquierda-derecha-centro. Se declaran más próximos a los ciudadanos que los partidos ya existentes y, por tanto, tratan de canalizar toda una serie de aspiraciones que aquéllos no pueden cumplir por su propia naturaleza. Dentro de esta serie de nuevos partidos, yo establecería una nítida separación entre los que se constituyen sobre la base de asociaciones ciudadanas ya existentes y los que toman como punto de acreación la personalidad más o menos carismática de un líder. Alemania ha sido el caldo de cultivo de los primeros con los verdes y Die Linke, ambos, casos verdaderamente dignos de estudio. Quisiera centrarme, no obstante, en los segundos, más propios de países mediterráneos, aunque también han florecido, en su aspecto ultranacionalista en la muy nórdica y civilizada Finlandia.
El problema de un partido que nace en torno a la figura de un líder carismático es siempre el mismo: qué tiene aparte del líder. Más tarde o más temprano, el partido tiene que rellenar listas para las sucesivas elecciones y hay que ir echando mano de lo que se va pudiendo. Hace ya unos años, Pedro Pacheco, la persona que más partidos ha fundado en este país, se lanzó, otra vez, a la aventura de sacarse de la manga una formación para unas elecciones locales. El empeño abarcó mucho más que su Xerez natal. En concreto, llegó hasta cierto pueblo donde yo me encontraba. Según me aseveraban los lugareños, el cabeza de lista de esa formación para la alcaldía era un destacado traficante de drogas de la comarca. No es una excepción. A poco que se husmee en las listas de este género de partidos personalistas, empezará Ud. a encontrar rostros que aparecen en los diccionarios como ejemplos de lo que significa “advenedizo”. Este fenómeno se intensifica si el líder o su equipo deciden que, por detrás de él tienen que ir personalidades igualmente “carismáticas”. Personalidades que difícilmente se someterán por las buenas al líder o tendrán sus mismas directrices.
Un ejemplo de lo que vengo diciendo lo hemos tenido recientemente en España con un partido llamado “Unión, Progreso y Democracia” (que no sé cuál de los tres términos es más irrisorio). La segunda cara  conocida del mismo es un actor (del que no creo que nadie recuerde una actuación digna) y político llamado Toni Cantó. El bueno del señor Cantó, un día en que su agotadora vida como político no le impidió estar aburrido, se le ocurrió twittear que la mayoría de las denuncias por violencia de género son falsas. La cuestión no es, evidentemente,  si el señor Cantó expresaba una opinión personal, reflejaba lo leído en alguna página de machistas recalcitrantes o, simplemente, ponía la venda antes que la herida a resultas de algún incidente en su vida personal. En cualquier caso, reflejaba nítidamente algo muy típico de estos partidos “transversales” que sólo aspiran “a recoger el sentir ciudadano”, a saber, que en cuanto se prueba lo cómodas que son las poltronas uno se olvida de los gritos que se pueden oír a través de la pared en cualquier barrio obrero.
Desde esas poltronas, que parecen temblar en cuanto aparecen nuevos aspirantes a ocuparlas, rápidamente se argumentará que eso es lo que suele ocurrir con los políticos “no profesionales”. Tal argumento es fácilmente refutable, porque los políticos “profesionales”, suelen lucirse con declaraciones no menos estrambóticas. Precisamente esta semana hemos tenido la inmensa satisfacción de descubrir que tras el cese el fuego de ETA y antes que los informes sobre el aumento de la delincuencia lleguen a su despacho, también el ministro del Interior, señor Fernández Díaz, se aburre. Para espantar la abulia se ha descolgado con unas declaraciones en las que afirma que el matrimonio gay amenaza la “pervivencia de la especie”. Hay quienes dicen que el señor Fenández Díaz, es miembro supernumerario del Opus Dei, pero yo creo que, en realidad, es un ácrata de mucho cuidado. El mismo argumento lleva a concluir no ya que el matrimonio gay es contrario a la pervivencia de la especie, sino que cualquier género de matrimonio lo es. Difícilmente se encontraría una tasa de nacimiento mayor que en una sociedad gobernada por el amor libre porque, como todos sabemos, no hay mejor anafrodisiaco que el matrimonio.

sábado, 2 de marzo de 2013

A veces madre, casi siempre madrastra


Van Uds. a permitirme que me corrija. En mi última entrada dije que habíamos desaprovechado los buenos tiempos para construir una imagen de país que nos hubiese permitido parar los primeros golpes de la crisis. Es un error. Los españoles llevamos siglos construyendo una imagen de país muy clara, nítida y precisa, la imagen de un pueblo entregado a los toros, la siesta, la envidia, el fandango y, últimamente, el furgo. Y digo bien, construyendo. No se trata de que nosotros seamos así y, a resultas de ello nos hayan colgado el sambenito. Es justamente al contrario, nosotros no somos así o, por lo menos, no somos sólo así, pero hemos hecho todo cuanto ha estado en nuestra mano para proyectar esa imagen. La prueba más palpable es que hemos sumergido en toneladas de olvido a cualquier compatriota que se ha alejado mínimamente del tópico.
A ver, ¿cabe en la imagen de un país formada por toros, furgo y envidia el que ese país haya parido filósofos? Obviamente, no. Todavía recuerdo a cierto decano de facultad deseando que un día tuviéramos filósofos no ya de la talla de Kant o Fichte, sino, siquiera como Bardili o Schulze. Pero, claro, concluía nuestro eximio catedrático, eso sólo está a la altura de un pueblo como el alemán... ya se han encargado gentes como él de ocultar toda evidencia en contra de semejante dislate. España es un país de poetas. Preferentemente de poetas ligados a la sangre y la arena o, por lo menos, que canten a los gitanos. A lo sumo se admiten autores de “literatura profunda”, periodistas metidos, de vez en cuando, a otra cosa, gente que, por ejemplo, escribe un libro sobre Leibniz pero a Leibniz sólo lo mencionan en la primera página. Alguien como Ortega está bien, no vayan a preguntarle al español medio por otras cosas. ¿Quedan aún zubirianos por estos mundos? Y no me refiero a historicistas incapaces de leer en otro idioma que no sea el suyo y que escriben una tesis sobre Zubiri a toda velocidad para conseguir su plaza universitaria cuanto antes. Hablo de zubirianos como Ellacuría, dispuestos a llevarlo sobre el terreno, aunque eso los conviertan en objetivos de un escuadrón de la muerte. Estos curitas hispanos, que tantos autobuses fletaron para ir a hacer la ola cuando la beatificación de Monseñor Balaguer de Escrivá, ¿cuándo pedirán la de Don Ignacio? Pero me estoy desviando del tema (¿o no?)
¡Ah, los siglos de oro! Velázquez, Cervantes, Góngora, Lope, Calderón, Suárez, Arriaga, Oviedo, Losada... Bueno, Francisco Suárez, estrictamente hablando era portugués, por eso es medianamente conocido. Pero ¿y Rodrigo de Arriaga? ¿y Francisco de Oviedo? ¿y Luis de Losada? ¿Quién conoce esos nombres en el muy hermenéutico mundo filosófico español? ¿quién ha leído sus interesantísimos textos? ¿hay alguien que haya rastreado, entre polvo y polillas, los vericuetos de unos sistemas filosóficos que desde el aristotelismo están enfrascados ya en los problemas de la modernidad? ¿Cuántas tesis doctorales, cuántos libros, cuántos artículos hay publicados en España sobre ellos en los últimos treinta años? ¿De verdad que tienen más interés Derrida o Vattimo? ¿Y Francisco Vallés de Covarrubias? ¿Cuántos de los que salen en la televisión con un cartelito que dice “filófoso” lo conocen? Pues Leibniz sí que lo conocía y muy bien, porque cita sus teorías. 
No nos vayamos tan lejos. ¿Algún día este país pagará la deuda que tiene con Eduardo Nicol? Sí, sí, hubo un señor que se llamó Eduardo Nicol, barcelonés exiliado en México durante la guerra civil. Un autor con un sistema filosófico completo, capaz de entender a Heidegger (a quien cita frecuentemente sin mencionarlo) y la física cuántica, con el que se puede estar de acuerdo o no, pero con el que se aprende, se aprende mucho leyéndolo. ¿Habrá algún día en este país, no ya un archivo con su obra completa, simplemente una biblioteca con su nombre? ¿Alguien le citará alguna vez o nos vamos a quedar eternamente dando vueltas al tiovivo de Ortega, haciéndole decir cosas que no dijo para que parezca más moderno de lo que es?
Don Blas Cabrera y Felipe, ¡por Dios! Don Blas Cabrera y Felipe, el padre de la física española, el profesor en cuyo entorno se forjó toda una generación de brillantes investigadores, el hombre que alcanzó un rango en su época como prácticamente ningún otro físico español en la suya, el director del laboratorio de referencia en temas de magnetismo en la década de los 30, el autor de un centenar de artículos punteros, el anfitrión de Einstein en su visita a España, el miembro de la Academia de las Ciencias Francesa, la persona a la que Einstein y Marie Curie, eligieron para el Comité Científico de la VI Conferencia de Solvay, la de la famosa foto con Einstein, Heisenberg, Dirac... y Cabrera. ¿Cómo puede un país olvidar al único compatriota que ha acudido a la Conferencia de Solvay hasta que el profesor Toribio Fernández Otero (otro que va camino de convertirse en un maldito) lo hizo ¡en 2007!? ¿Cómo puede el Instituto de Física-Química del CSIC que él fundó no llevar su nombre, si debería estar en la plaza mayor de cada pueblo?
Música, hablemos de música. Este es un país muy musical. Eso sí, música de opereta, de charanga, la botella de anís y la guitarra son los instrumentos nacionales. Aquí no ha habido jamás compositores “serios”. En cambio Alemania... Francia... Italia... Bueno, sí, tuvimos a Albéniz, a Falla y los Halffter... que son alemanes. Albéniz, ya se sabe, La Alhambra, Iberia, no vaya Ud. a programar nada diferente, podría descubrir al Albéniz “cubano”, al autor de óperas o al señor que compone canciones en inglés. Y Falla, El sombrero de tres picos, El amor brujo, todo muy español, muy patrio, muy racial. Oigan el Concierto para Clavicenvalo de 1926 si se atreven o, por decirlo mejor, si logran encontrarlo. Oíganlo. Es pura experimentación, una increíble búsqueda de nuevas sonoridades, una proeza creativa que causó profunda admiración en Stravinsky. Los expertos lo tratan como una rareza, como una anécdota. Yo, que soy un analfabeto musical, considero que es su obra cumbre, el punto desde el que hay que entender todo lo que había escrito antes. Bueno, hemos acabado. 
¿De verdad? Pregúntenle al Profesor José Luis Temes. Este señor, a quien también habría que hacerle un monumento, se está dedicando a rescatar toda la plétora de compositores que se han convertido en malditos por el simple hecho de ser españoles. Ahí están Evaristo Fernández Blanco (¡hagan lo posible por escuchar su Obertura dramática!), Julio Gómez, Emilio Lehmberg, Fernando Remacha, Arturo Dúo Vital, Ramón Garay, Jesús Bal y Gay... Mejor pregúntenle al Profesor Temes porque la lista sigue y no parece tener fin. Me limitaré a citar sólo uno más: Doña Maria Teresa Prieto. Sí, efectivamente, hay compositoras de música clásica y una de ellas es española, ¿no lo sabían las muy subvencionadas autoras de investigaciones de género?
¿Cuántas decenas de nombres olvidados quedan por sacar a la luz? ¿Cuándo alcanzará a todos ellos la memoria histórica? ¿Cuándo exhumaremos sus restos de las cunetas de la cultura? ¿Cómo puede avanzar un país que hace tabula rasa de los que un día hicieron lo imposible para que avanzara?