Un toro puede ser albahío, dorado, avinagrado, azabache, barroso, casta o, cenizo, colorado, ensabanado, herengue, jabonero, jaro, jión, mohino, mulato, pajizo, perlino, zaíno, aparejado, bragado, meano, calzón, albardado, listón, gargantillo, aldinegro, calcelero, calzado, botinero, carinegro, apirote, rabicano, burraco, lombardo, coletero, alunarado, anteado, aparejado, atigrado, carbonero, chorreado en morcillo, chorreado en verdugo, entrepelado, estornino, lavado o desteñido, mosqueado, nevado, remendado, burraco, capirote, llorón o zarco, ojinegro, ojalado, bociblanco, bocidorado, bocinegro, careto, caribello o carivevado, carifosco, estrellado, facado, lucero, meleno, albardado, axiblanco, aldiblanco, cinchado, listón, rabicano, rebarbo, acaramelado, astiblanco, astinegro, astisucio, cornialto, cornibajo, cornitrasero, astifino, astigordo, cornalón, cornicorto, astillano, brocho o cornibrocho, capacho, corniabierto o paliabierto, corniapretado, cornivacado, cornidelantero, cornipaso, cornivuelto, cubeto, playero, veleto o corniveleto, bizco, tocado, zurdo, astillado, escobillado, despitorrado o despitonado, descornado o mocho, mogón, hormigón, abanto, abrochado, acapachado, acarnerado, acochinado, agalgado, badanudo berrendo, cunero, aleonado, cuatre o chaqueteado, galafate, probón, terzón, y utrero, entre otras cosas.
El toro puede aconcharse, acularse, agarrocharse, amosquilarse, aquerenciarse, aspearse, barbear, calamochear, embrocar, y encampanarse. A su vez, se lo puede descordar, desentablerar, embarbar, embraguetar, enchiquerar, enguionar, descuartar, se le puede hacer una gurripina, un kikiriquí, una kikorda, un procunazo, una recolina, un tapatías, y también se le puede poner un mueco, rematarlo con el verduguillo, esperarlo en contraquerencia, o en el chiquero, entre otras muchas cosas.
¿Poético, verdad? Pues bien, traduzca todo esto al italiano. ¡¿Cómo?! ¡¡¿Que no puede?!! ¡¡¡Acabamos de descubrir que el español y el italiano son inconmensurables!!! Es imposible hacer una traducción fiel del español al italiano. El Quijote jamás podrá ser bien traducido al italiano ni Il nome della rosa al español. Todas las supuestas traducciones que se han hecho hasta ahora son una pura estafa. Como estafadores deben ser los miembros del Club Taurino Milano. Los premios a la mejor faena que entregan cada año deben ser igualmente un fraude. 28 años llevan estafando al mundo estos señores. ¡Y eso que su presidente es un jurista! Por mucho que ellos digan, por mucho que se esfuercen, por más que lo intenten, españoles e italianos no pueden llegar a comprender sus respectivos puntos de vista, no hay modo alguno de que lleguen a fundir sus horizontes. Jamás podremos entendernos. Y si no, inténtelo Ud. Coja un texto en italiano, colóquese cerca un buen diccionario. Por mucha paciencia que le eche, nunca podrá llegar a entender lo que pone. Y no digamos ya hablar. Váyase a Milán, hable despacio y gesticule abundantemente, ponga buena voluntad y encuentre a alguien que también le ponga buena voluntad y hable despacio, será imposible que se entiendan... ¿O no? ¿Acaso sí podemos entendernos hablando nuestros respectivos idiomas? ¿Acaso sólo basta un poco de buena voluntad y no atropellar demasiado las palabras? ¿Acaso se pueden leer textos en italiano sin haber dado jamás una clase de italiano? ¿Acaso carece de importancia que una parte del lenguaje, especializada en determinado ámbito, no sea traducible a otro idioma? Pero, entonces, ¿quiénes son los estafadores, los miembros del Club Taurino Milano o los papagayos de la inconmensurabilidad?
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