domingo, 30 de agosto de 2015

El nuevo biopoder (5)

   En 1999, E. Laumann, A. Paik y R. Rosen, publicaron “Sexual disfunction in the United States, prevalence and predictions”, en el Journal of the American Medical Asociation. En él se señalaba que hasta un 43% de las mujeres del estudio en cuestión habían respondido afirmativamente alguna de siete cuestiones del tipo de si durante al menos un mes en el último año habían perdido el apetito sexual, se habían sentido angustiadas por su respuesta sexual o habían tenido dificultades con la lubricación. Bajo ningún concepto los autores proponían que una mujer que durante un mes no ha tenido apetito sexual, sin mostrar ningún otro trastorno, podía considerarse víctima de síndrome alguno. Pese a ello, la industria farmacéutica se encargó de que 1999 y este artículo en concreto se convirtiese en el acta de nacimiento de la “disfunción sexual femenina”, “padecida por hasta el 43% de las mujeres americanas”. Recordemos, Viagra®, Levitra®, Cialis® diario, eran pastillas dirigidas a hombres. El machismo, la mojigatería de los médicos, había ocultado durante siglos la existencia de problemas en la respuesta sexual femenina. Desde 2004, la industria farmacéutica viene luchando ferozmente por conseguir la justa igualdad de géneros o, dicho de otro modo, que los hombres tomasen diariamente una pastilla para obtener una erección era conformarse con la mitad del mercado, había que conseguir que todo el mundo tomase su correspondiente pastillita para tener el sexo deseable.
   El nuevo milagro, el nuevo milagro que permitirá a las mujeres ser femeninas para siempre, se llama Addyi® y viene con todos los pasos, que su análogo masculino realizó penosamente, ya dados. Dicho de otro modo, no es una píldora recreativa, es de uso diario. Combatirá los efectos de la falta de apetito sexual en los albores de la menopausia, pero, casualmente, hay que empezar a administrarlo antes. ¿Cuánto tiempo antes? Bueno, se ha empezado a comentar que “algunas mujeres” sienten los primeros efectos de la crisis en el deseo ¡a los 20 años! No es sólo un milagro, también es un logro. La FDA, la agencia norteamericana encargada de la aprobación de medicamentos, había rechazado su aprobación dos veces. Hay quienes justifican tal rechazo porque las conclusiones de los estudios clínicos llevados a cabo indican que las mujeres reportan un "ligero incremento de eventos sexualmente satisfactorios". A cambio ya se han detectado efectos secundarios como nauseas, mareos y fatiga y es incompatible con el uso de antimicóticos, por lo que no sólo las mujeres serán sexualmente más activas, sus hongos también. Dicho de otro modo, todo son ventajas: habrá que desarrollar nuevos agentes antifúngicos y las consumidoras de Addyi® tendrán que habituarse a la ingesta habitual de otros medicamentos para combatir sus efectos secundarios. No obstante, diferentes asociaciones feministas, cuya financiación sería fácilmente rastreable, han acusado a la FDA de exigir más pruebas para aprobar fármacos dirigidos a mujeres de las exigidas a los fármacos dirigidos a hombres, lo cual no sabría yo decir si es un sesgo machista o feminista.
   Hubo una época en la que Thomas Szasz acusaba a la medicina de imponernos regulaciones sobre nuestro cuerpo y de intentar salvaguardarlo incluso contra nuestra voluntad. El propio concepto de biopoder creado por Michel Foucault hace referencia al modo en que nuestro cuerpo es administrado por un poder absorbente, que se infiltra en él para dominarlo. La moderna industria farmacéutica ha ido mucho más allá. Hace décadas que abandonó nuestros cuerpos para infiltrarse en nuestras mentes, en nuestro modo de pensar y de pensarnos. La enfermedad ya no es un estado, es una definición, una definición tan arbitraria y convencional como cualquier otra y que puede moverse para un lado u otro dependiendo de cuántos millones de individuos vayan a caer bajo ella, es decir, de cuánto vayan a aumentar los beneficios. Las relaciones causales se podan, la complejidad de los organismos vivos se moleculariza y ya nada puede ser resultado de la actuación de una multiplicidad de causas. Todo tiene su causa determinante, su causa química, reproducible en una probeta. Y la magia se ha obrado: cualquier cosa puede ser una enfermedad, la caída del cabello, la edad, la atención, cualquier cosa es asumible como enfermedad si se la define adecuadamente, si se la libera de las complejidades de la realidad y se la reduce a su determinante químico. El caso del deseo es característico. No lo provoca la ausencia de la cosa deseada, ni en ansia de poseer, ni el arrebato, ni la pasión. El deseo, como la atención, como la hipertensión, viene causado por un proceso químico que, como todo proceso químico, puede ser aumentado o disminuido a voluntad por el aditamento de las sustancias oportunas. Un ser humano no pasa de ser una probeta, una Thermomix® en la que cualquier comportamiento puede ser cocinado si se tiene la receta adecuada y se echan los ingredientes en el orden oportuno. Y el sexo, el sexo, por fin, es un producto más del mercado, encapsulado, empaquetado y adecuadamente dosificado como los esquemas mentales que nos hacen ver todo esto como algo lógico, natural, aún más, científico. Si alguna vez una vida sana consistió en una vida libre de enfermedades, hoy día una vida sana consiste en una vida en la que podamos tomarnos todas las pastillas a las que tenemos derecho porque está claro que, en nuestras sociedades, la enfermedad no es algo que acontezca a los seres vivos y de lo cual podamos librarnos, nuestra vida es una enfermedad... crónica.   

domingo, 23 de agosto de 2015

El nuevo biopoder (4)

   Los últimos cincuenta años de la industria farmacéutica están llenos de historias que merecen la pena ser contadas y ésta, que ha llegado a su culminación esta semana, es una de ellas. Como es sabido, entre las principales causas de muerte en los países occidentales están los accidentes cardiovasculares. Es síntoma de la naturaleza de nuestras sociedades pues se trata de enfermedades casi desconocidas en los países no desarrollados. Esencialmente ni la hipertensión ni los ataques cardíacos existen en las sociedades centradas en la agricultura o el pastoreo. Como tal síntoma, debía haber sido función de la medicina atacar la causa de tales enfermedades, es decir, nuestro disparatado ritmo de vida. El higienismo debía haber llevado a promover leyes que prohibieran el estrés en el trabajo, la amenaza del paro o la falta de sueño. En lugar de ello, la industria farmacéutica se ha volcado en fabricar píldoras que nos permitan vivir, empastillados, por supuesto, nuestras frenéticas e insalubles vidas. Uno de estos fármacos fue el citrato de sildenafilo. El problema es que, después de haber invertido una ingente suma de dinero en su desarrollo, cuando llegó a la fase de los ensayos clínicos, sus efectos en los humanos demostraron no ser los esperados. De hecho, más que prevenir la angina de pecho, el citrato de sildenafilo causaba infartos, de corazón y cerebrales. En lugar de tirar todo el proyecto a la basura, la casa matriz que estaba desarrollando la patente, Pfizer, decidió aprovechar uno de sus efectos secundarios para lanzarlo al mercado, algo en absoluto inusual en el campo del que estamos hablando. Y es que una serie de pacientes de las pruebas de control habían reportado frecuentes erecciones durante el tratamiento. 
   El giro en la estrategia para lanzar al mercado el nuevo producto estaba lleno de obstáculos. En primer lugar, el público objetivo hacia el que iba dirigido era un porcentaje extremadamente pequeño de la población. La disfunción eréctil se convierte en un problema habitual entre varones que alcanzan una edad en la que, desde luego, no constituye su principal preocupación. Por otra parte, los primeros ensayos clínicos mostraban claramente que sólo constituía una ayuda en el caso de que los problemas de disfunción eréctil tuvieran una base física y su porcentaje de éxito, en el mejor de los casos, no podía decirse que alcanzara el 60%. Teniendo en cuenta que hasta un 25% de los varones mejoran la calidad de sus erecciones tomando un placebo, no era gran cosa. Lo que hizo Pfizer fue, en primer lugar, promover un cambio en la definición de disfunción eréctil que, en la práctica, incluye ahora cualquier varón que en alguna situación, no importa cómo de extrema, haya tenido problemas para conseguir o mantener una erección. Esto ampliaba un poco el mercado, pero, claro, no era bastante. Para ensancharlo un poco más se promocionó una tasa de éxito del 80%, absolutamente exagerada. Finalmente, se ligó su publicidad en EE.UU. a todo tipo de acontecimientos deportivos, intentando cautivar a un público menor de 40 años que, desde un punto de vista estrictamente médico, difícilmente, podría tener algo calificable de “disfunción eréctil”. Así nació un fenómeno llamado Viagra®.
   Viagra® se ha convertido en el complemento habitual de los jóvenes europeos para culminar las noches de los fines de semana sin problemas después de haber ingerido notables dosis de alcohol y ello pese a que en Europa se supone que sólo se vende bajo receta médica. Aunque a Pfizer no le gusta reconocerlo, es un medicamento ligado a un estilo de vida. El motivo por el que a Pfizer no le gusta reconocerlo es porque éste ha sido su gran fracaso. En efecto, ¿cuántas pastillas va a tomar un consumidor medio de Viagra® al año? ¿25, 50, 100 quizás? ¿Se dan cuenta? Apenas es la tercera parte del dinero que se le podría sacar. Desde luego a Pfizer, Viagra® le reportó, hasta la caducidad de su patente en 2013, un tsunami de ingresos... pero no lo suficientemente grande desde el punto de vista de la industria farmacéutica. Por eso, mientras la lepra seguía existiendo en el mundo, un laboratorio desarrolló Cialis®. Cialis® no hace nada diferente de lo que hacía Viagra®, tampoco lo hace mejor, eso sí, lo hace durante más tiempo. La duración de sus efectos se prolonga hasta 36 horas. Pero el objetivo de la empresa que lo comercializó, Eli Lilly, era más amplio, su objetivo se llamaba Cialis diario. A diferencia de Viagra® o de Levitra®, Cialis® puede ingerirse diariamente para conseguir efectos que duren hasta un mes después de finalizado el tratamiento. De modo que ya tenemos a cualquier hombre que en alguna ocasión haya tenido algún problema de erección tomando una pastilla diaria. Obviamente no era bastante...

domingo, 16 de agosto de 2015

Homunculando Intensamente (2 de 2)

   La segunda tópica no le salió mucho mejor a Freud. Pretendiendo acabar con los homúnculos lo que hizo fue multiplicarlos. Mi Yo quedaba ahora controlado por el homúnculo Ello y el homúnculo Superyó, pero ahí no para la cosa. Resulta que, además, las tres instancias, Yo, Ello y Superyó, tenían sus partes conscientes y sus partes inconscientes, con lo que, una vez más, los pequeños homúnculos que me dominan tienen en su interior homúnculos más pequeños. Por si fuera poco, Freud dotó a estos homúnculos de un aspecto siniestro y describe al Yo como una pobre bestia entre dos (es decir, cinco) amos despiadados. Por más que revistiera esta tópica de ropajes míticos, resultaba aún más coja que la anterior y Freud acabó por abandonarla buscando, por fin, alguna explicación de la psique humana libre de homúnculos. En su última etapa, entendió las acciones de los seres humanos como el producto de dos fuerzas impersonales que los dominan, eros y tánatos. Que esta explicación era bastante buena lo demuestra el hecho de que, a diferencia de las anteriores, explica bastantes menos cosas, pero, ¡ay! era demasiado tarde, Freud había contribuido ya decisivamente a un modo de entendernos tan disparatado como popular. Y es que, después de Freud, no ha habido manera de sacar a los homúnculos de nuestras cabezas. Vemos porque hay un homúnculo cómodamente sentado en su sofá, que observa lo que el cerebro proyecta en una pantalla. Leemos porque hay unos homúnculos que van reconociendo las palabras. Oímos porque pequeños homúnculos analizan lo que se nos va diciendo. Por supuesto, como buenos homúnculos, todos ellos están dotados de humor, intereses y aficiones que orientan nuestra atención hacia determinadas cosas que vemos, oímos o leemos. Aún mejor, si soy como soy es por culpa de unos homúnculos todavía más pequeños situados en mis células, dotados de caracteres tales como la inteligencia, la homosexualidad o la violencia, que me determinan a ser como soy. La idea de que todos estos factores de mi personalidad y operaciones de mi mente sean, en realidad, producto de la interacción de unidades que trabajan en paralelo (es decir, formando sistemas no lineales) mediante la descomposición de la información en unidades mínimas ellas mismas carentes de significado, le resulta a la mayoría de psicólogos, a la totalidad de filósofos y al común de los mortales tan ajena como el clima de Alfa Centauri Bb. El significado tiene que venir del significado, el sentido del sentido y las reacciones humanas de pequeños hombrecillos. ¿Para qué intentar explicar las cosas de modo correcto si se las puede explicar de modo simplista?
   Como digo, el resultado de las “explicaciones” homunculadoras es un modo de entender al ser humano absurdo y pueril, es decir, determinista. No es casualidad que en todos y cada uno de los ejemplos que aduce Daniel Dennett, no ya en sus libros dedicados al determinismo, incluso en La conciencia explicada, sistemáticamente se nos induzca a pensar que tenemos la cabeza llena de homúnculos. Los propios ejemplos “de tipo Frankfurt”, consisten, una y otra vez, en meter un homúnculo en nuestros cerebros. Es obvio que si hay un homúnculo que me guía, “yo” no soy libre, lo cual lleva a la ridícula idea de que si consiguiéramos arrancar a ese homúnculo de mi cerebro, sí sería libre. Dicho de otro modo si mi carácter me determina, arranquemos mi carácter de “mí” y seré libre. O si lo quieren se lo expreso de un modo más gráfico, el compatibilismo contemporáneo plantea que el camino hacia la libertad pasa por la lobotomía.
   Cuento todo esto porque el gran éxito cinematográfico del verano es Intensamente (Inside Out), una producción de la Pixar al servicio de Disney. El objetivo último de la película no es otro que convencer a los niños en su más tierna infancia de que tienen la cabeza llena de homúnculos de todos los colores y tamaños, no vaya a ser que de mayores puedan llegar a entenderse a sí mismos de un modo diferente a como plantea el más radical determinismo. El comportamiento de la niña protagonista queda en manos de cinco personajillos encargados de pulsar lo botones de una consola que parece diseñada por el propio Dennett. Aunque cada uno de los personajes dice representar una emoción básica, lo cierto es que todos ellos están dotados de personalidad completa, siendo, en realidad, prototipos caracteriólogios, homúnculos en la más pura tradición de Paracelso. La enjundia de la película consiste en saber qué va a hacer la niña o, lo que viene a ser sinónimo, qué personajes se van a quedar a cargo de la consola. Por si hubiese alguna duda, se nos aclara que no es el caso de los niños en situaciones traumáticas, también los adultos están dominados por los homúnculos que tienen a cargo su consola y no se deja escapar la oportunidad para aclararnos que un ser humano no funciona de modo distinto a un perro o un gato, con sus propios “gatúnculos” dentro del cerebro. La parte más terrorífica es que la película dice haber sido asesorada por un grupo de “expertos”, lo cual permite anunciarla como un instrumento para ayudar a que los niños entiendan el funcionamiento de sus emociones. Su propósito expreso no es entretener, es formar mentes. Los “expertos” no han desaprovechado la ocasión para sacar cabeza en las columnas de los periódicos y promocionarse mientras promocionan una película que, sin duda, les reportará nuevos clientes. No es difícil imaginar que los padres, tras el paso por taquilla o por algún programa de descarga, aprovecharán los homúnculos tan perfectamente caracterizados en el film para explicarles a sus hijos las raíces últimas de su comportamiento, es decir, para que aprendan a entenderse a sí mismos del modo en que se quiere que nos entendamos todos y que conducirá a esta generación a considerar que la libertad es la exótica invención de algún homúnculo alucinado.

domingo, 9 de agosto de 2015

Homunculando Intensamente (1 de 2)

   Parece haber sido Paracelso el primero en afirmar que enterrando una bolsa con carbón, mercurio, pelo o piel de un ser humano y rodeándolo todo de estiércol de caballo, nacía una especie de ser humano en miniatura capaz de realizar las tareas que se le encomendasen... durante un cierto tiempo. Después se volvía cada vez más protestón y, al final, se daba a la fuga. A este simpático personajillo se le dio el nombre de homúnculo y se hizo tan popular que a finales del siglo XVII saltó a la ciencia. A mediados de ese siglo, van Leeuwenhoek, utilizando microscopios de fabricación propia, observó por primera vez las bacterias, los glóbulos rojos y los espermatozoides. Lo de las bacterias y los glóbulos rojos estaba bien, pero lo de los espermatozoides fascinó a los científicos de la época, pues planteaba la enigmática cuestión de cómo un ser humano podía salir de algo que no era un ser humano. Por fortuna para todos apareció Nicolás Hartsoeker, quien observó la presencia de una especie de homúnculo en el interior de cada espermatozoide. De este modo, un ser humano salía, como era obvio, de otro ser humano más pequeñito y, por añadidura se aclaraba que las mujeres sólo aportaban a la concepción el alimento necesario para que ese homúnculo se desarrollaba. Esta “explicación” tuvo enorme éxito, pese a que dejaba sin aclarar muchas cosas, por ejemplo, por qué todas las mujeres acaban pareciéndose a su madre. Además, si los homúnculos estaban en los espermatozoides, debía haber espermatozoides de los espermatozoides que dieran lugar a aquéllos. Los homúnculos empezaron a proliferar entonces hasta tal punto, que no tardaron en meterse en nuestras cabezas. Entre los responsables de semejante acontecimiento está un tal Sigmund Freud.
   Si uno analiza la primera tópica, descubrirá que el motivo por el cual yo deseo comerme un helado no es porque yo quiera comerme un helado, es porque hay una especie de pequeño hombrecillo en mi cerebro que me conduce inevitablemente a comerme ese helado, hombrecillo que yo no controlo, bien al contrario, es él quien me domina a mí. A este homúnculo, Freud, lo llamó el inconsciente. El inconsciente serían todos aquellos contenidos que la conciencia no puede aceptar y que, por tanto, rechaza a capas más profundas de la psique de donde, en principio, no pueden volver a aflorar. Sin embargo, esta descripción adjudica a la conciencia una capacidad activa, una fuerza, que difícilmente puede encajar en el sistema freudiano, en el cual, la conciencia resulta ser un mero residuo del inconsciente que, por carecer, hasta carece de energía propia. Si, efectivamente, tuviera poder para rechazar determinados contenidos, habría que preguntarse para qué más tiene poder. Por tanto, en múltiples ocasiones Freud explica que es el inconsciente el que, en actitud paternal, arrebata determinados contenidos a la conciencia, que ésta no puede tolerar, para protegerla. Claro que en este caso hay que explicar por qué, acto seguido, el inconsciente trata de que esos contenidos vuelvan a la conciencia de un modo más o menos modificado pero no menos inquietante. Todavía mejor, cuando el paciente de una enfermedad mental decide ir al psicólogo para sanar de la misma, ¿quién ha tomado esa decisión? ¿la conciencia que carece de poder? ¿acaso es el inconsciente el que, reconocedor de sus desmanes, quiere que se le pongan coto? Así que ya tenemos a un inconsciente paternalista, caprichoso, poderoso, con mala conciencia y tan protestón como lo había descrito Paracelso, en definitiva, un homúnculo que subyuga de modo continuado a nuestra conciencia. 
  Por supuesto, la presencia de tal hombrecillo vuelve a plantear problemas de consistencia. Está muy bien que yo quiera comerme un helado porque mi homúnculo lo quiere, pero, ¿por qué lo quiere? Freud propuso que en la cabeza de ese pequeño hombrecillo hay otro pequeño hombrecillo, tan pequeño que, de hecho, es un niño. Son mis experiencias infantiles las que conducen a que el homúnculo que me domina quiera un helado. La cuestión está en que, entonces, en la cabeza de ese niño también tiene que haber un homúnculo más pequeñito, en cuya cabeza debe haber otro niño, etc. Hay otra solución, plantear que existen en nosotros tendencias naturales que nos llevan a querer lo que queremos, aunque entonces, la cadena de homúnculos resulta innecesaria. Yo quiero comerme un helado porque hay una tendencia natural en mí a hacerlo. Sabedor de este problema, Freud no tardó en abandonar su primera tópica por la segunda, lo cual no ha evitado la pervivencia del primer homúnculo. El común de los mortales va por ahí convencido de que lo que le ocurre es resultado de un inconsciente protestón que lo explica todo porque, en realidad, no explica nada de nada o al menos, no más de lo que había logrado explicar Hartsoeker. 

domingo, 2 de agosto de 2015

The Imitation Game (3 de 3)

   En contra de lo que se muestra en la película, Turing no estuvo solo en sus ideas. Aunque es cierto todo lo que se ha dicho acerca de su trato difícil, poseía una característica de las personas inteligentes: saber cuándo estaba delante de algo realmente bueno. Eso fue lo que ocurrió cuando entró en contacto con Tommy Flowers. Thomas Harold Flowers es, desde luego, un personaje con mucho menos glamour que Alan Turing, pero no menos importante para el esfuerzo criptográfico británico de la Segunda Guerra Mundial. Empleado de la sección de telecomunicaciones del correo británico, llegó hacia 1939 a la convicción de que un sistema completamente electrónico era posible. En 1941, cuando Turing estaba buscando ayuda para convertir en realidad su “Bomba”, se topó con él y entre ambos se produjo una inmediata sintonía intelectual. Por mediación de Turing, Flowers aterrizó en Bletchley Park en 1942 y posteriormente utilizó su poca mano izquierda para que los proyectos de Flowers progresaran. A Flowers, en efecto, se lo enfrentó con la tarea de romper las máquinas de tipo Lorenz SZ 40 y SZ 42 cuya complejidad dejaba en mantillas a las máquinas Enigma. En esencia lo que propuso fue construir algo que hoy día podríamos llamar el primer ordenador. Se trataba de un monstruo con más de 1.500 válvulas de vacío, es decir, multiplicaba por 10 la máquina más grande de este tipo construida hasta ese momento. El proyecto de Flowers le pareció a los responsables de Bletchley Park demasiado arriesgado, así que le dieron una palmadita en la espalda y lo animaron a que fabricara ese aparato pero de su propio bolsillo porque no le iban a dar ni un penique de los fondos de que disponían. Flowers no se lo tomó como un no y en 11 meses construyó una máquina que recibió el nombre de Colossus por su inmenso tamaño. Pero Colossus, técnicamente conocido como Mark 1, rápidamente demostró ser también colosal por sus resultados. A diferencia de la Bomba de Turing, no dependía de repeticiones o errores humanos. Abrió los mensajes encriptados por las máquinas de tipo Lorenz de par en par, hasta el punto de que los británicos tuvieron que decidir si usaban o no toda la información que proporcionaba (y existe el caso documentado del bombardeo, al menos, de una ciudad inglesa en el que no la usaron). La entrada en funcionamiento de una versión mejorada, el Mark 2 con 2.400 válvulas en 1944, aseguró el éxito del desembarco de Normandía. 
   Al término de la Segunda Guerra Mundial, a Flowers se le recompensó con mil libras (que no cubrían los gastos efectuados para la construcción de su primera máquina Colossus). Ésta, obviamente, no le fue devuelta, bien al contrario, fue destruida al final de la contienda. Creyó que, tal vez, podría sacar provecho de su trabajo creando una máquina parecida para uso civil, pero el banco le denegó el préstamo solicitado a tal fin arguyendo que, obviamente, un aparato así no funcionaría. Hasta 1970 su familia trataba sus historias acerca de lo que hizo durante la guerra como los cuentos del abuelete, pues nada podía ser reconocido oficialmente. Dedicó el resto de su vida a implementar electrónicamente el sistema telefónico británico desde su puesto de responsabilidad en la Post Office Research Station. Los primeros galardones por sus méritos en el área de la computación llegaron en 1980, tenía 75 años.
   Lo que ocurrió con Turing tras la Segunda Guerra Mundial fue casi simétrico del caso de Flowers. Él sí pudo seguir trabajando en computación y obtuvo notable reconocimiento por ello. A cambio su vida fue mucho más breve. Desde 1945 se dedicó tanto al diseño de los primeros prototipos de ordenadores como a la creación de lo que hoy podríamos llamar el software para los mismos. Como es lógico, acabó interesándose por las más fascinantes máquinas de computación que existen, los seres vivos. Sus últimos estudios se dedicaron a la aparición de la sucesión de Fibonacci en los vegetales. 
   Sus ideas siempre iban muy por delante de los tiempos. El primer programa para jugar al ajedrez, en parte, obra suya, era imposible de ejecutar en las máquinas de la época. Aún más avanzado fue el artículo de 1950 sobre inteligencia artificial en el que proponía su famoso “test de Turing”. El “test de Turing” es un ingenioso experimento mental para decidir si un programa “piensa” o no. Lo que propuso Turing es que un sujeto, el evaluador, tendría que intercambiar mensajes con dos interlocutores con los que sólo podría comunicarse por medio, digamos, de unas fichas pasadas por una ranura. Sabría que uno de sus dos interlocutores era una máquina y el otro un ser humano. Si al cabo de un tiempo, cinco minutos en el artículo original, no era capaz de determinar quién era quién, el programa en cuestión poseería inteligencia artificial. El test de Turing sigue siendo de enorme actualidad, tanto en la discusión teórica que originó como por su aplicación práctica. Plantea cuestiones muy profundas acerca de lo que significa “entender”, “comunicarse” e “inteligencia”. Los captchas que todos resolvemos cotidianamente 60 años después en Internet están basados en este test. De hecho, si por “evaluador” entendemos una persona cualquiera, las máquinas hace tiempo que franquearon la frontera de la inteligencia artificial, pues mi madre solía darle las gracias a los contestadores automáticos de los teléfonos. 
   En 1967 el Parlamento británico acordó que era “legal” que dos personas del mismo sexo yacieran juntas “en la intimidad”. Esta “intimidad” fue interpretada tan restrictivamente por los jueces que provocó la condena de homosexuales por compartir habitación de hotel e, incluso, el lecho del hogar cuando en éste, aunque fuese en otra habitación, había una tercera persona. En 1998 se presentó por primera vez al Parlamento una legislación que abolía cualquier tipo de discriminación de las parejas gays respecto del resto de parejas. La ley fue discutida y votada varias veces hasta que, en el año 2000, tras un interminable tira y afloja entre los innumerables ex-alumnos de Cambridge y de Oxford que conforman la Cámara de los Lores y la de los Comunes, el portavoz de ésta decidió darla por aprobada. Hacía décadas que la actitud de los británicos hacia gays y lesbianas iba muy por delante de la voluntad de sus legisladores. Trece años más tarde, Alan Turing fue indultado por su graciosa majestad la reina de Inglaterra de los cargos de “indecencia grave y perversión sexual”. Para entonces todo el mundo tenía claro quién había sido Turing, simplemente, un genio de la humanidad.

domingo, 26 de julio de 2015

The Imitation Game (2 de 3)

   En 1939, justo antes de la invasión de Polonia, el ejército alemán cambió las máquinas Enigma que había venido utilizando por modelos más avanzados que incluían cinco rotores, de los cuales sólo tres se ponían a funcionar en cada mensaje. Esta mejora acabó con los esfuerzos de los criptógrafos polacos, que se quedaron “a oscuras” justo en el peor momento. Sabiendo lo que se les venía encima, decidieron compartir todo lo que tenían con los servicios secretos franceses y británicos. Así fue cómo la máquina Enigma y los progresos de Rejewski y su equipo llegaron a una mansión de Buckinghamshire, llamada Bletchley Park. Si Alan Turing sabía que los polacos habían construido una máquina para romper Enigma y si sabía que el punto de ataque eran las partes repetidas que pudiera haber en un mensaje, no era por sus propias investigaciones personales, sino porque era la base de todo el trabajo que se desarrollaba en Bletchley Park. En esta tranquila mansión y su terrenos colindantes, se creó un complejo de inteligencia militar cuyo fin era descifrar la totalidad de mensajes que flotaban por el espectro electomagnético de la época, incluyendo, además de los enviados utilizando máquinas Enigma, los mensajes militares y diplomáticos de todos los países envueltos en la Segunda Guerra Mundial. De modo que no, los miles de personas que llegaron a trabajar en Bletcheley Park no tenían por misión llevarle la sopa a Alan Turing cuando éste tenía hambre. Tampoco es cierto que el bueno de Turing, un producto del King’s College tuviera habilidad en sus manos para fabricar rotores, realizar conexiones y empalmar cableados. Diseñó, eso sí, una máquina, la "Bomba”, generalizando los principios de Rejewski y capaz de abordar con cierto éxito mensajes enviados utilizando las máquinas Enigma en donde hubiese sólo tres rotores funcionando. La British Tabulating Machine Company fabricó varias decenas de máquinas de este tipo, con diversas especificaciones. Como se puede entender, no era misión de Turing y de su equipo tabular los resultados que ofrecía cada una de las máquinas para descifrar el mensaje original computado en ellas y, mucho menos, tomar decisiones operativas como se ve en la película.
   Dijimos en la entrada anterior que Enigma era, básica y esencialmente, el sistema de cifrado perfecto. De hecho, la razón por la cual los trabajos para romper este código permanecieron en secreto hasta 1970 es que, antes de la generalización de los ordenadores, la práctica totalidad de los servicios secretos, diplomáticos y militares del mundo utilizaban máquinas del tipo Enigma. También dijimos que su punto fuerte y su punto débil era que la pulsación de una letra nunca daba como resultado de salida esa misma letra. Para entender esto hay que entender la mayor debilidad de Enigma, a saber, que era manipulada por seres humanos. En cierta ocasión un operador de Bletchley Park recibió un mensaje que carecía de la letra t y comprendió rápidamente lo que había ocurrido. Al otro lado del telégrafo había un soldado alemán que había tenido la bonita idea de probar qué ocurriría si pulsaba una y otra vez la letra t. A partir de ese momento y durante un buen puñado de horas, todos los mensajes posteriores que trasmitió fueron decodificados por los británicos sin la menor dificultad. En eso la Bomba de Turing demostró ser extraordinariamente hábil. Su diseño, unido a los atajos típicos de la criptografía, es decir, los trozos de mensajes cifrado en los que, por diferentes razones, se sabe lo que ponen, le permitían obtener información de extraordinaria utilidad. Y en esas “diferentes razones” es donde interviene el factor humano. Había operadores alemanes que, lejos de seguir las órdenes de cambiar la configuración de los rotores cada día, dejaban la misma durante tres o cuatro días. Otros los configuraban con sus iniciales o las de su novia y ahí lo dejaban. Muchos mensajes contenían el “Heil Hitler” sistemáticamente y muchos otros contenían la orden “contesten”. Hubo un tipo de mensajes que demostró rápidamente el éxito del diseño de Turing: los procedentes de los submarinos.
   En los inicios de la Segunda Guerra Mundial la supervivencia de Gran Bretaña dependía del auxilio que llegaba por el Atlántico. La marina alemana había iniciado una exitosa campaña contra los convoyes enemigos hundiendo buena parte de ellos. Hacia 1941 los británicos descubrieron que los submarinos alemanes tenían la rutina de informar cada mañana de su situación y condiciones metereológicas. Mediante triangulación podían averiguar los datos enviados. Además, buena parte de la tripulación de los submarinos eran soldados profesionales poco o nada afectos al nazismo. Para no hacerse más sospechosos de lo que ya eran, solían acompañar sus mensajes del consabido “Heil Hitler”. Había pues elementos más que suficientes para que Turing y su equipo entraran en acción y, de hecho, a ellos les cabe buena parte del mérito de la cacería de submarinos que la marina británica pudo desarrollar durante el año 1941. El almirante Dönitz, sospechando lo que había ocurrido, ordenó dotar a los submarinos alemanes de un nuevo modelo de máquina Enigma que hacía funcionar cuatro rotores, dejando con ello a los británicos nuevamente “a oscuras” y consiguiendo otro período dorado para la marina alemana desde inicios de 1942 hasta 1943. Ese año, las mejoras en el sónar y en el lanzamiento de cargas de profundidad por parte de los norteamericanos inclinaron la balanza del lado de los aliados en la batalla del Atlántico. El resultado final es elocuente, el porcentaje de bajas en las tripulaciones de los submarinos alemanes fue mayor que entre las unidades kamikaze de Japón.

domingo, 19 de julio de 2015

The Imitation Game (1 de 3)

   The Imitation Game es el acertado título de una película de esta temporada sobre la vida de Alan Turing. Digo “acertado” no tanto porque fuese un título elegido por el propio Turing para uno de sus artículos, como por el hecho de que, efectivamente, la película es una burda imitación de la vida de Turing. Aunque no se dice “basada en hechos reales”, entra perfectamente en dicha categoría. Es sabido que “basado en hechos reales” significa que se han cambiado algunos nombres, algunos personajes y todos los hechos. La relación entre una película “basada en hechos reales” y los hechos reales es algo así como la relación que existe entre lo que contamos cuando llegamos a una hora inapropiada a casa y lo que efectivamente ha ocurrido. Y a este tipo de cuentos pertenece la película de la que hablamos. En efecto, de creer lo que se dice en ella la Segunda Guerra Mundial la ganó Turing y cuatro más que eran los encargados de llevarle sopa cuando tenía hambre. La realidad, por supuesto, es un poco más compleja.
   Alan Turing fue un personaje muy por delante de su época. El aspecto más recordado de su trabajo es haber hecho matemáticamente plausible lo que hoy vivimos cotidianamente, un mundo dominado por sistemas de computación. Tan cotidiana es nuestra experiencia que no acertamos a comprender la grandeza de Turing, pues sus especulaciones se realizaron en una época en la que lo más parecido a un ordenador que podía encontrarse era el sistema de válvulas de vacío que se hallaba en el corazón de las centralitas telefónicas. Como todos los que están por delante de su época, Turing no fue una persona fácil de tratar. Por si fuera poco, pasó por Bletchley Park, un complejo militar británico dedicado al desciframiento de códigos, en el que no se dejaba escapar ocasión de recordarle a todos los que trabajaban allí que cada momento de respiro costaba vidas en el frente.
   En realidad, Turing era un producto bastante típico del King’s College de Cambridge (como podría haberlo sido de cualquier otro college de Cambridge o de Oxford): engreído, altivo y homosexual. En un país en el que la homosexualidad estuvo penada con la cárcel hasta 1967 y que eliminó los últimos vestigios de discriminación hacia los homosexuales en el año 2000, a las élites, a las élites de Cambridge y Oxford, se le permitían muchas veleidades prohibidas para el común de los mortales. Fue por tener relaciones sexuales con uno de éstos precisamente, por lo que Turing se vio envuelto en un proceso en el que, pese a sus enormes esfuerzos en favor de su graciosa majestad, un juez en nombre de ésta, acabó por condenarlo a la castración química. Oficialmente se suicidó el 7 de junio de 1954.
   El trabajo de Turing en Beltchley Park, como el de otros muchos, consistió en desenredar lo que Arthur Scherbius había enredado. Scherbius fue un ingeniero alemán que en 1918 patentó una máquina de cifrado llamada “máquina de rotor”. La posterior compra de una patente de Hugo Koch en 1919 le permitió mejorar su modelo y lanzar al mercado un aparato bajo la marca comercial “Enigma”. Scherbius, que murió en 1929, siempre orientó su negocio hacia el sector comercial y difícilmente hubiese imaginado que un modelo mejorado de su aparato sería convertido en el estándar de comunicaciones de la marina alemana y, posteriormente, de todos los ejércitos de Hitler. El año de su muerte los servicios secretos polacos interceptaron un paquete enviado a la embajada alemana en Varsovia y que alguien, por error, había dejado fuera de la valija diplomática. El paquete contenía una versión comercial de Enigma. Los polacos hicieron los correspondientes planos de la máquina y dejaron que el aparato llegara a sus destinatarios. Esos planos se entregaron al equipo capitaneado por Marian Rejewski para que rompieran los códigos que salían de la maquinita en cuestión. Rejewski, Rozycki, Zygalski y otros desarrollaron múltiples procedimientos para ello, incluyendo la construcción de un artefacto, la “bomba criptológica”, que ayudaba en los cálculos necesarios. 
   Enigma era una especie de máquina de escribir con una serie de rotores que, al combinarse de diferentes maneras, hacían que apareciese una letra distinta a la pulsada inicialmente en el teclado. El simple cambio en el número de rotores, en su orden y en la posición de anillos y conexiones en los modelos posteriores, hacían cambiar por completo el número de resultados posibles de un mismo texto. Cada mensaje contenía una código que indicaba la posición de los rotores que se iba a utilizar a continuación, con lo que el receptor sólo tenía que ajustar éstos para poder descifrar el resto del mensaje. A su vez, tener una máquina Enigma no servía de nada si se desconocía cómo estaban ajustados los rotores de la máquina con la que se había enviado el mensaje.
   Sobre Enigma hay que entender tres cosas. La primera es que no era una máquina, sino todo un tipo de máquinas en el que los modelos más simples, los comercializados por Scherbius, tenían tres rotores pero había modelos con hasta ocho rotores y máquinas aún más complejas, como la Lorenz SZ 40 usadas por el ejército alemán para comunicaciones de alto nivel. La segunda es que tenía un punto fuerte y un punto débil. El punto fuerte es que la pulsación de una letra nunca daba como resultado de salida esa misma letra. El punto débil era que la pulsación de una letra nunca daba como resultado de salida esa misma letra. Finalmente lo que hay que entender sobre Enigma es que resulta lo más cercano a una máquina de cifrado perfecta que se ha fabricado jamás. Hubo mensajes codificados con ella que permanecieron ilegibles hasta ¡2006!

domingo, 12 de julio de 2015

Sobre el uso político de la marihuana

   Forma parte del discurso de la progresía una defensa, más o menos encendida, del uso de las drogas. Los argumentos son múltiples y, a veces, fundamentados en hechos. Se afirma, por ejemplo, que las drogas amplían nuestra conciencia, proporcionan nuevas experiencias, abren la mente. En las drogas, por tanto no hay nada malo o no lo habría si estuviesen legalizadas y hubiese un control sanitario de su pureza y las sustancias con las que se corta. La demostración más palpable es que todas las culturas las han usado con mayor o menor prodigalidad. Además, el uso adecuado de las drogas sólo afecta al ámbito privado del individuo, las pretensiones moralizantes del Estado son puro paternalismo trasnochado. Nadie tiene por qué proteger a un individuo de lo que él no quiere ser protegido. Pero, por encima de todo, el argumento que cualquier adolescente puede exponer es que existe una amplia gama de drogas, particularmente la marihuana, que no hace ningún daño. 
   La idea de que un porro no es nada malo la escuché por primera vez cuando tenía 14 años y los dinosaurios dominaban la tierra. Por aquel entonces yo estaba dispuesto a creérmelo. Ahora que veo en qué se han convertido los que me lo decían, ya no me lo creo. Ciertamente, un porro no le hace daño a nadie ni tiene por qué conducir a drogas más duras. Tampoco la estricnina le hace daño a nadie si se toma en la cantidad apropiada. De hecho, en la cantidad apropiada, es una droga, pero, por mucho que esto me excluya de pertenecer a la progresía, no voy a argumentar en favor de su utilización por quien quiera hacerlo de modo libre y sin la intervención de un supervisor. También es cierto que todas las culturas han hecho uso de las drogas, pero ninguna, como la nuestra, lo ha hecho con fines recreativos. El uso de las drogas en la práctica totalidad de las culturas tradicionales estaba ligado a la religión o, al menos, el culto a los antepasados.
   No obstante, España es un país muy progre y el discurso a favor de las drogas se ha instaurado entre nosotros, generando una tolerancia hacia el consumo de drogas a todas las edades escalofriante. Nadie hace estadísticas acerca del consumo de marihuana en nuestro país porque las cifras serían escandalosas y un reciente estudio reveló que estamos a la cabeza del mundo en cantidad de cocaína por litro circulante en nuestros ríos. Para darse cuenta de lo que estamos hablando le sugiero que recorra la noche de cualquier pueblo medianamente alejado de la capital de provincia correspondiente y observe los hábitos de la juventud en fin de semana. Pueblos de serranía los hay en los que el olor a “hierbabuena” le asalta a uno nada más ver el cartel que anuncia la localidad y se convierte en tufo insoportable al atravesar el umbral del ayuntamiento.
   La ley legaliza el consumo privado de marihuana y la tenencia de cantidades para dicho consumo personal. El Estado, este Estado paternalista y deseoso de penetrar en la vida privada de sus ciudadanos, “no se entera” de cuál es la planta más cultivada en los balcones de nuestras ciudades o de lo que ocurre en muchas de sus esquinas y plazas, porque a nadie, salvo a los funcionarios encargados de ello, parece importarle mucho.
   Cuento todo esto porque esta semana han sido detenidos dos jóvenes españoles cuando han regresado de luchar contra el Estado Islámico en Siria. Forman parte de una avanzadilla que, cansados de la palabrería política, aburridos de ver cómo Occidente discute acerca de galgos y de podencos, han llegado a la conclusión de que sí se puede hacer algo, de que cada uno de nosotros tiene la capacidad para tomar la decisión de cambiar las cosas y cambiarlas. Casualmente al Estado, a este Estado tan duro de oído que tampoco se enteró de los vuelos de la CIA que atravesaron nuestro país con secuestrados camino de paraísos de la tortura, le ha faltado tiempo para detenerlos en cuanto han regresado mientras la progresía miraba hacia otra parte. Al parecer las drogas proporcionan nuevas experiencias y abren nuestra conciencia, la lucha contra el totalitarismo, no. Es curioso que nuestra sociedad tolere el uso incontrolado de drogas por parte de los jóvenes y actúe con presteza y contundencia contra jóvenes que han decidido luchar contra quienes matan inocentes para instaurar la tiranía. Nadie los menciona como ejemplos para quienes se pasan el día pegados al móvil y la consola, a nadie le resulta meritorio que se hayan jugado la vida por las mismas palabras que nuestros políticos malgastan cotidianamente, nadie considera que haya en ellos algo más y mejor que quienes compiten por ser los más rápidos preparando una cachimba. La cárcel y el olvido debe ser el premio por haber luchado para defendernos a todos, mientras nosotros lo veíamos a través de nuestra pantalla de 4K. ¿Por qué este rasero tan extraño? ¿Acaso porque preferimos una juventud drogada a una juventud combativa?

domingo, 5 de julio de 2015

Tragedia griega

   Una de las características de la tragedia, tal y como se la entendió en la Grecia clásica, era que cada uno de los personajes que intervenían en ella hacían lo único que podían hacer estando en sus circunstancias. Cumpliendo con su papel, estaban abocados a un callejón sin salida, al menos sin una salida satisfactoria para todos. El género gozó de una enorme aceptación en su época y, desde entonces, no ha dejado de tener adeptos, si bien, se la ha modificado de acuerdo con los gustos de cada momento, en especial, volviéndola bastante menos sanguinolenta. Tanto éxito ha tenido, que muchos seres humanos hacen lo posible por verse llevados a esas situaciones desesperadas en las que sólo caben tremebundas decisiones. Y, por supuesto, los gobernantes no han sabido resistirse a su influjo.
   Cuando Varoufakis y el gobierno de Syriza dijeron que la deuda era impagable para una economía de su tamaño, los llamaron hasta bonitos. Ahora es un principio comúnmente aceptado. Cuando algunos economistas señalaron que las medidas de austeridad impuestas a los helenos no podían conducir a nada bueno, los tacharon de perroflautas. Ahora hasta el FMI está de acuerdo. Cuando se acusó al gobierno alemán de confundir la tozudez con la ceguera, se tildó a quienes sostenían semejante anatema de revolucionarios de salón. Ahora nadie duda de que estaban en lo cierto. ¿Qué impide, pues, un acuerdo cuando, al fin, todos hemos llegado a las únicas conclusiones a las que se podía llegar?
   Lo primero que hay que entender es que el gobierno griego no podía haber hecho nada diferente de lo que ha hecho. Se lo puede acusar de arrogante, de usar formas inadecuadas, de poco diplomático en una situación que exigía mucha mano izquierda, incluso de poco inteligente, pero, al cabo, no podían hacer ni más ni menos que lo que han hecho. Uno de esos gobiernos que hay por ahí (y no quiero señalar a nadie), preocupado ante todo por sus respectivas poltronas, se habría contentado con un amago de negociación, hubiese presentado los escasos réditos conseguidos como un gran éxito y se habría sentado a esperar que dentro de cuatro años los votantes se hubiesen olvidado de lo poco conseguido. Un gobierno nacionalista, centrado en el interés egoísta de los ciudadanos griegos, se hubiese enrocado en torno a la necesidad de una quita y hubiese presentado la negativa a proporcionarla como un agravio contra el orgullo patrio y la recuperación del dracma como un triunfo. Un gobierno a la venezolana, habría dado el portazo hace tiempo a los acreedores y se hubiese lanzado de cabeza al precipicio pensando, como dijo aquel insigne ideólogo de la revolución bolivariana, que ya “Dios proveerá”. Tsipras y los suyos no han hecho ni lo uno ni lo otro. Son incontables las reuniones que han mantenido buscando en todo momento un acuerdo. De hecho, han ido deponiendo una tras otra sus líneas rojas, dejándose, como debían hacer, el pellejo en cada palabra, en cada coma, en cada punto. Por encima de todo, ninguno está atornillado a su poltrona. Sin dudarlo, con loable inconsciencia de recién llegados, han atado sus destinos al resultado de la negociación. No han hecho de la quita bandera de batalla, anteponiendo los intereses de los acreedores a los intereses de los ciudadanos griegos. Ni siquiera han frivolizado con lo que supone la salida del euro. Cuando ha quedado claro que o aceptaban sin más las condiciones impuestas por Europa o volvían a hacer circular el dracma, se han sacado de la manga un referéndum que será inconstitucional y precipitado, pero que otorga el poder de decidir a quien nunca debe dejar de tenerlo.
   ¿Podrían haber conseguido más si se hubiesen presentado ante las autoridades europeas de otra forma? ¿Merecía la pena enredar las cosas para llegar al final a lo inevitable? En estos días está muy de moda comparar a Grecia con Portugal. Nuestros vecinos peninsulares (sí, sí, Portugal es un país que lo tenemos ahí al ladito), como siempre, humildes y esforzados, aceptaron las draconianas medidas de la troika hace unos años y ahora sus cifras macroeconómicas comienzan a mostrar mejoría. Con repugnante obscenidad, sus autoridades sacan pecho afirmando que las arcas públicas están repletas. Los hospitales siguen careciendo de todo, la educación agoniza y las vías de comunicación son tercermundistas o de pago, pero las arcas públicas están repletas. ¿Esta es la prosperidad que nos aguarda tras los sacrificios sinnúmero? ¿qué próspero futuro es aquél en el que el dinero de todos no beneficia a nadie y se limita a fulgurar en las sombrías cámaras de un banco central? ¿Acaso debemos ser modernos reyes Midas, rodeados de oro pero hambrientos? ¿De verdad alguien puede creer que el gobierno griego ha hecho mal intentando privar a sus ciudadanos de este cruel destino?
   Quien, aparentemente tenía margen de maniobra en esta tragedia era Frau Nein. La Sra. Merkel parecía tener la opción de decir por una vez que sí, que aceptaba una propuesta que no venía del cerrado círculo de sus banqueros. Fue entonces cuando pudo comprobar las férreas leyes de la tragedia griega. La opinión pública de su país, a la que había intoxicado con la idea de que los griegos habían mentido, habían faltado a su palabra y, aún más, a su deber moral, enterada de que se había aceptado algo mejor para ellos que el infierno, alzaron su clamor con tal vehemencia que su canciller no tuvo más remedio que volver a pronunciar su palabra favorita, nein. Todo esto demuestra, una vez más, que siempre que se habla de la simplicidad de los números, del carácter aséptico de las cifras macroeconómicas, de la pura economía, en realidad no se está hablando de nada simple, aséptico ni “puro”. Se está hablando, lisa y llanamente, de ideología.

domingo, 28 de junio de 2015

In the loop

Tienen razón Podemos y Ciudadanos cuando afirman que han provocado un giro en la política nacional, aunque, sinceramente, yo preferiría ir en línea recta hacia otra cosa antes que volver a donde estábamos. El caso es que tan girada está la política española que nuestro queridíssssssssssssssssssssssimo y amadísssssssssssssssssssssssimo Sr. Presidente del gobierno, Don Tancredo, ha decidido hacer algo, algo rompedor, rupturista, que de nuevo impulso a un partido que está empezando a preguntarse si Ciudadanos hará con ellos lo que ya ha hecho con UpyD: ha cambiado de ministro de educación. El ciudadano medio, al que le importa tanto la educación como a una vaca el tren que pasa ante sus ojos, ha recibido este nuevo impulso con una sonora indiferencia. Por si fuera poco, el Sr. Wert se ha ido aclarando que todo está atado y bien atado en su antiguo cargo y que su cambio no va a cambiar nada por si alguien lo dudaba. Donde sí han cambiado mucho las cosas es en Andalucía. Adivinen qué partido va a gobernar los próximos cuatro años. Pues el mismo que lo hizo los cuatro anteriores y los cuatro anteriores y los cuatro anteriores y... Eso sí, con el apoyo de Ciudadanos, que consiguió una sólida representación parlamentaria gracias a un motón de votantes hartos de que en Andalucía gobernasen los mismos. 
   La razón por la que Susanita buscó el apoyo de Ciudadanos es doble. Primero porque el líder nacional de su partido le había pedido que pactara con Podemos. No es un secreto para nadie que la Sra. Díaz, como todo buen político andaluz que se precie, está deseando irse a Madrid y que no se habla con Pedro Sánchez, se limitan a insultarse por vía intermedia. La otra razón es que Podemos exigía una lista de altos cargos de la Junta, vamos que le mentó la madre al PSOE. La lista de altos cargos, como la de empresas y empleados públicos, es un secreto de Estado en este país. Antes dimitir (ahí es nada) que darla. La razón ha quedado manifiesta estos días. El PSOE podía haber acelerado el nombramiento de la Sra. Díaz exigiendo la renuncia de sus escaños a Chaves, Griñán y Viera. Prefirió esperar. La Hermandad de estos caballeros (que, por cierto, no procesiona en Semana Santa ni está integrada únicamente por militantes del PSOE) y las luchas fraticidas entre ellos, explican buena parte de la vida política y económica, no sólo de Andalucía, en los últimos veinticinco años. Me harté de reír el otro día cuando Susanita llamó a Viera “este señor”, ella que utilizó a Viera, a Griñán y a Chaves para escalar hasta donde está y que llegó a ser acusada por sus críticos de secuestrarlos, porque hasta para invitarlos a café había que llamar al despacho de la Sra. Díaz.
   Pero si el PSOE andaluz no es ya dueño y señor de su propia casa, ¿qué decir de Pedro Sánchez? Está intentando construir un discurso propio y encontrar una buena envoltura con que presentarlo. De momento sólo ha encontrado la bandera nacional y nadie se cree lo que llevaba dentro. Ha llegado donde está como en su día llegó Rajoy, por falta de voluntarios para recibir el tortazo que las encuestas auguran. Habrá que ver si logra mantenerse tanto tiempo como Don Tancredo. En cualquier caso, el líder político por el que resulta más arriesgado apostar sigue siendo su majestad el rey Arturo. Se lo ha ganado a pulso camino del reino del Camelo. En cinco años ha llevado a CiU desde una amplia mayoría en el Parlament hasta el borde de la irrelevancia. Eso sí, las pasadas elecciones municipales otorgaron una arrolladora victoria al frente independentista que él capitanea... o, al menos, así lo presentó. La verdad es otra. Hasta el 75% de los concejales pertenecían a candidaturas por la independencia, lo cual representa un 25% del electorado catalán. De la ola de concejales rojigualdos (quiero decir, de la bandera roja y amarilla en franjas alternas de la independencia catalana, muy diferente de la bandera de España... que también es de franjas rojas y amarilla aunque menos... bueno es un lío, mejor lo dejo), decía, de la ola de concejales rojigualdos se salvaron tres municipios: Tarragona, Lleida y Barcelona. El nacionalismo catalán sigue pasando por la alianza entre los pequeños propietarios agrícolas del interior y la burguesía, ya menos industrial, de las grandes ciudades, exactamente igual que hace un siglo. Toda la inmensa masa de población que queda por medio no quiere tener que elegir entre Cataluña y España porque lo que realmente quiere es vivir bien y no discutir cómo han de ordenarse los colores en la enseña nacional.
   En medio de todo este batiburrillo, me impresionó profundamente la entrevista concedida el otro día a El País por Antoni Ortuzar, presidente del PNV. Sí, el PNV, ¿se acuerdan? El partido aquel que en los años noventa decidió tratar a todo el que no tuviera ocho apellidos vascos como extranjero, perder michelines y echarse al monte y allí por poco si recibió el abrazo del oso de la izquierda abertzale. Pues las riendas de ese partido las tomó un Sr. llamado Íñigo Urkullu, que decidió que para aventuras ya estaban las de Terra Mítica y que, lo que de verdad deseaban los vascos, era salir de la crisis y no reeditar las guerras carlistas. Desde 2012 está llevando las buenas formas y la gestión eficiente como bandera de lo vasco. El resultado ha sido que el PNV barrió en las pasadas elecciones municipales, obteniendo sus mejores resultados en 30 años. La entrevista del Sr. Ortuzar es un dechado de moderación, buenas maneras y realismo político. Habla de vertebrar el Estado, insiste en elaborar un País Vasco para todos, en la necesidad de tener un proyecto de futuro común, en un derecho a decidir pactado cuando llegue el momento, porque sabe que ahora lo que más importa a los ciudadanos es llegar a final de mes, elabora razonamientos complejos, calcula teniendo en cuenta el medio plazo... Espero que se presenten por Sevilla en las próximas generales, me estoy planteando votarles.

domingo, 21 de junio de 2015

Diplomáticos y diplomáticos (2 de 2)

   A la carrera diplomática se llega tras una licenciatura y unas oposiciones con cinco pruebas en las que, entre otras cosas, se exige idiomas y amplios conocimientos en derecho y economía. Quienes pasan esta primera fase entran en la Escuela Diplomática como funcionarios en prácticas. Allí deben alcanzar la formación necesaria para ingresar en la carrera diplomática. Además de los conocimientos que se les supone, un diplomático debe tener iniciativa, don de gentes, paciencia, educación exquisita, capacidad para adaptarse a diferentes ambientes y situaciones, capacidad para negociar, una notable resistencia a los efectos del alcohol y, por encima de todo, saber quién vendería a su madre por, digamos, unas entradas para una corrida de toros. Si consigue cumplir con todos estos requisitos, ya está dispuesto para esperar un nombramiento que, muy probablemente, lo hará recorrer como agregado delegaciones en países que le costará trabajo encontrar en el mapa. Con un poco de suerte podrá casarse con alguien que no sea su carrera diplomática y a quien arrastrará, junto con los hijos que vaya teniendo, por medio mundo. Lo más seguro es que pierda los mejores años de su vida organizando saraos flamencos para dictadorzuelos del tres al cuarto. Eso sí, igual llega a cobrar un sueldo medianamente decente. Mientras, verá cómo, gente con muchos menos méritos, que ha dado menos vueltas y que posee menor capacidad que Ud. va obteniendo cargos en los países que siempre quiso visitar, gracias a uno de los tradicionales métodos españoles para lograr puestos en la administración, es decir, el compadreo. Con todo, lo peor será cuántas veces se va a preguntar lo otro. Y “lo otro” es qué demonio loco dirige la diplomacia española, si es que alguien la dirige. Voy a poner únicamente un ejemplo.
   Uzbekistán es un país asiático de unos 30 millones de habitantes y algo más pequeño que España. Crece al 8% anual, su presupuesto tiene superávit y es rico en oro, petróleo y gas natural, aunque su escaso desarrollo tecnológico está ralentizando la explotación de dichos recursos. El país ofrece enormes posibilidades. Talgo firmó un contrato de 38 millones de euros para suministrarles trenes de alta velocidad y obtuvo un contrato para su mantenimiento que ha conllevado la presencia estable de la compañía en el país. ACS recibió un contrato para la creación de una planta de ciclo combinado por valor de 330 millones de euros. ISOLUX ha conseguido un contrato por valor de 138 millones de euros para la construcción de carreteras. La empresa de explosivos para minería Maxam, cuenta con varios miles de empleados y factura más de 180 millones de euros anuales en el país. Incluso Mango ha visto las posibilidades de hacer negocio y ha abierto dos tiendas. Que es la punta del iceberg lo reconoció el propio Estado español al organizar una visita del anterior rey que, finalmente, por un accidente de éste, no se llevó a cabo. El interés del gobierno uzbeko por incrementar las relaciones con España quedó demostrado al nombrar como primer embajador en nuestro país a Gulnara Karimova, hija del presidente, Islam Karimov. Porque, eso sí, Uzbekistán es uno de esos países de régimen “curioso” surgidos tras la desintegración de la URSS. A Karimov le falta poco para ser nombrado presidente vitalicio por aclamación ya que todos los que no parecían dispuestos a aclamarle están muertos o exiliados. Desde su cargo ha reprimido con igual brutalidad infiltraciones islamistas procedentes del vecino Afganistán, revueltas campesinas y disidentes que reclamaban más democracia. 
   Pues bien, para posibilitar la obtención de nuevos contratos y para proteger los intereses españoles en un país regido por la arbitrariedad contamos con el paraguas del cónsul honorario de España en Uzbekistán, a la sazón el delegado para la zona de la ya mencionada empresa de explosivos Maxam, y el embajador de España... en Moscú, sito a 3.402 Km de la capital de Uzbekistán. Sería hermoso decir que no estamos interesados en incrementar nuestra relaciones comerciales con Uzbekistán porque allí no se respetan los derechos humanos ni por equivocación, pero la verdad es que no hacemos negocios con ellos por desidia, entre otros, de nuestra diplomacia.
   En un panorama así, un Sr. como Bernardino León, con sus contactos, sus amistades y sus capacidades, podría haberse dedicado muy bien a hacer pasillos aquí y allá para lograr alguna embajada de relumbrón en la que dormitar a la espera de obtener una buena poltrona en la política nacional. Sin embargo, mientras Ud. y yo vitoreábamos los goles de nuestro equipo, este señor ha llevado a cabo misiones especiales en Liberia, Sierra Leona y Zaire, ha negociado el establecimiento de un comité que investigara la muerte de tres cooperantes españoles en Burundi y todavía le ha sobrado tiempo para ayudar en la organización de la Fundación Barenboim-Said para la Música y el Pensamiento y la West-East Divan Orchestra, donde músicos israelíes y palestinos pueden tocar juntos. Ahora, ahora que nosotros estamos celebrando los éxitos de nuestro fútbol en Europa, él lleva desde principios de septiembre del año pasado intentando negociar un acuerdo que ponga fin al enfrentamiento entre las dos principales facciones del conflicto libio (las guerrillas islamistas que controlan la capital y el gobierno “legítimo” de Tobruk). Cuatro borradores ha redactado ya este hombre a la búsqueda de algo que puedan firmar las dos partes mientras el Estado Islámico conquista terreno a ambas facciones y está a punto de crear un califato a orillas del Mediterráneo. La verdad es que tiene menos posibilidades de conseguir el éxito que yo de recibir la felicitación de un inspector educativo, sin embargo, ¿qué quieren que les diga? Tendrá un lado oscuro, como Batman, como Han Solo o como Sam Spade, pero, por ahora, es mi héroe.

domingo, 14 de junio de 2015

Diplomáticos y diplomáticos (1 de 2)

   Pensaba escribir sobre Dmitri Shostakovich, cuando he encontrado nuevamente noticias acerca de uno de mis héroes de los últimos tiempos y no me resisto a dedicarle unas líneas. Este señor fue el hombre de confianza de nuestro queridísssssssssssssssssssimo y amadísssssssssssssssssssssssssimo Sr. ex-presidente del gobierno, el zapatitos. Es, además, íntimo de José Andrés Torres Mora (jefe de Gabinete del anterior), de Mandatela Alvarez y del secretario general de PSOE de Málaga, Miguel Angel Heredia. Ha sonado como alcaldable para Málaga y estuvo en la cocina de la candidatura de Eduardo Madina a secretario general del PSOE. No, lo de que es uno de mis héroes de los últimos tiempos no es un sarcasmo. Entregarse al PSOE en cuerpo y alma, hasta el punto de ir a dar mítines a pueblos perdidos de la sierra de Málaga o figurar en puestos de relleno en las candidaturas de dicho partido, es sólo una de las facetas de Bernardino León Gross. Quienes lo conocen aseguran que es un auténtico encantador de serpientes, capaz de venderle frigoríficos a los esquimales y de suscribirte, antes de que te des cuenta, a la Gran enciclopedia portuguesa del bacalao (por cierto, el último político español de quien escuché semejante descripción fue de Adolfo Suárez). Domina varios idiomas, tiene una biblioteca de miles de volúmenes (parece confirmarse que hay políticos que leen) y es un gran amante de Bach. Pero, por encima de todo, es diplomático. Y aquí me gustaría hacer un inciso.
   Hubo una época, cuando no se ponía el sol en España, en que los diplomáticos españoles gozaban de prestigio internacional. El imperio no sólo ganaba las guerras, sabía ganar la paz con un cuerpo de negociadores que apuraban las victorias en los tratados. Esa escuela de diplomáticos siguió generando prodigios cuando ya sólo se trataba de ir salvando los muebles como se podía. Ahí estuvo, por ejemplo, Don Diego de Saavedra Fajardo a quien le tocó lidiar, nada menos, que con la máquina diplomática del cardenal Richelieu. Tras él ya nada fue igual.
   Los convulsos tiempos de la Segunda República, produjeron, como en muchos otros ámbitos, un ramillete de nombres memorables en la diplomacia. Un caso típico es el de otra persona a la que es obligatorio anteponerle un “Don”, Don Pablo de Azcárate. En la Dirección Técnica de la recién creada Sociedad de Naciones desde 1922, medió entre polacos y alemanes, húngaros y rumanos en la Europa de los años 30. Con el comienzo de la guerra (in)civil, pasó a defender la causa republicana en París y Londres, actividad en la que continuaría, ya como simple exiliado, hasta 1946, año en que pasó a formar parte de la ONU. Fue esta organización la que le encargó una “pequeña” tarea que le mantendría entretenido hasta su jubilación: mediar en la pacificación de Palestina. Pese a que el gobierno de Franco no dudó en desprestigiarle ante los países árabes siempre que tuvo ocasión y pese a la inmensidad de la tarea que se le había encomendado, peleó ferozmente por alcanzar un acuerdo entre judíos y palestinos que pusiera fin al conflicto. No se puede decir gran cosa de sus logros, pero sí de sus esfuerzos.
   A esta misma hornada de diplomáticos pertenece Don Julio López Oliván. Ligado al Tribunal de Justicia Internacional de la Haya desde 1929, actuó como árbitro en el contencioso sobre la Alta Saboya y Gex (1933), como delegado en la Conferencia Económica y Monetaria Mundial en Londres (1933), como presidente del Comité del Consejo de la Sociedad de Naciones para el establecimiento de los asirios en Irak (1934-5), como miembro del Comité de los Tres del Consejo para la preparación del plebiscito en el Sarre (1935), como miembro del Comité del Consejo de la Sociedad de Naciones para el estudio del problema de la esclavitud, etc. etc.
   Pero no sólo el bando republicano contó con buenos diplomáticos. El régimen franquista nació aislado internacionalmente y hubo de poner en marcha toda una estrategia convergente en su reconocimiento. Desde luego, vender a Franco en una Europa que ensalzaba el triunfo de los valores democráticos, no era tarea fácil y, sin embargo, el cuerpo diplomático español afrontó dicha tarea consiguiendo un éxito indiscutible. Ese impulso se vio reforzado con la llegada de la democracia. La Transición despertaba interés por doquier y el bien entrenado cuerpo diplomático supo sacar buenos réditos de ello. Desde entonces, como casi todo lo demás, ha ido languideciendo de un modo bastante patético. Cierto blog comentaba hace poco que si la práctica totalidad de las embajadas españolas en el mundo cerraran, nadie notaría la diferencia. Es verdad. El estado habitual de los embajadores españoles parece ser el de ausente. Nunca están cuándo y dónde se los necesita y cuando están las cosas suelen ser peor. De los cónsules conviene no hablar. En buena medida, la culpa no es suya, son lo que son porque están gracias a quienes están.

domingo, 7 de junio de 2015

El nuevo biopoder (3)

   Imaginemos que es Ud. el director general de una compañía farmacéutica y que a su despacho acuden dos de los investigadores de su laboratorio. Uno de ellos le dice que ha creado una píldora contra la enfermedad X tal que, tomándola durante un mes, la enfermedad queda completamente curada. El otro le dice que ha creado una píldora, también contra la enfermedad X, pero que ésta no la cura, simplemente si un paciente la toma tres veces al día durante toda su vida, vivirá sin síntomas de la enfermedad. ¿Cuál de las dos píldoras fabricaría Ud?
   Ahora que ya sabe cuál es la lógica de la industria farmacéutica, vamos a aportar un pequeño dato: el mercado mundial de fármacos mueve más de 500.000 millones de dólares anuales con un ritmo de crecimiento aproximado del 8%. Pfizer, buque insignia del big pharma, ganó en el año 2012 46.000 millones de dólares como resultado de una inversión de unos 17.000 millones de dólares. Cabe, por tanto, otra pregunta: ¿cuántas voluntades se pueden comprar con un margen de beneficios de 29.000 millones de dólares anuales? Por brutales que puedan parecer estas cifras, hay que añadirles un detalle de fácil comprensión y es que todos queremos más, siempre queremos más. ¿Cuántos enfermos hay en el mundo? ¿cuántas personas enferman cada día? Por muchas que sean, son únicamente una parte de la población mundial. Hace casi medio siglo, cierto directivo de otra de las grandes del big pharma, Merck, señaló el camino. Decía aquel buen hombre que él siempre había soñado con crear medicamentos para las personas sanas. Aunque no estaba pensando precisamente en ellas, tales medicamentos existen desde hace más de un siglo, se llaman vacunas.
   La más reciente de todas las vacunas, la vacuna contra el virus del papiloma humano, es un ejemplo perfecto de lo que venimos diciendo. Publicitarla fue fácil, el virus del papiloma humano es “la segunda causa de cáncer en las mujeres por detrás del cáncer de mama”. Sólo el machismo imperante pudo retrasar hasta 2007 la Primera Cumbre Global sobre el cáncer de cérvix, de la que surgió la "Coalición contra el Cáncer de Cérvix" apadrinada por mujeres famosas. En enero de 2008 se celebró la "Semana Europea para la Prevención del Cáncer de Cuello de Útero". Múltiples sociedades médicas y científicas han elaborado documentos urgiendo a las autoridades a la vacunación masiva de la población femenina. Casualmente 2008 es el año en que se concedió el premio Nobel de medicina al descubridor del mencionado virus. También por casualidad, el presidente y otro miembro del comité que evaluaba los premios Nobel del año 2008 habían trabajado como consultores para AstraZeneca, la empresa que posee la patente sobre la obtención de elementos clave para el desarrollo de la vacuna. Igualmente es una casualidad que AstraZeneca sea una antigua patrocinadora de dos empresas de la Fundación Nobel.
   Ciertamente, todo esto da igual si estamos hablando de salvar vidas humanas. Pero, ¿cuántas vidas humanas va a salvar esta vacuna? En realidad, el mapa mundial del cáncer del cuello de útero muestra una dispersión muy desigual en la incidencia de dicha enfermedad. Es una plaga y causa una alta mortalidad en los países poco o nada desarrollados, países, por otra parte, donde la población femenina seguirá sufriendo sus efectos porque estamos hablando de la vacuna más cara aparecida hasta la fecha y que, por tanto, difícilmente podrá ser distribuida en los países en los que este tipo de cáncer tiene mayor incidencia. En los países desarrollados, donde sí se ha vacunado a la población, hasta el 90% de las mujeres que contraen el virus lo eliminan de modo espontáneo y buena parte del 10% restante obtiene un tratamiento eficaz antes de que la enfermedad alcance las fases más peligrosas de su desarrollo como consecuencia de las revisiones ginecológicas. 
   Pero, claro, la totalidad de las mujeres de los países ricos, sigue siendo la mitad de la población de dichos países. En EEUU hace años que se puso en marcha la segunda fase de la operación “vacuna del papiloma”. Si el cáncer de cuello de útero es causado por un virus, ¿cuál es la vía de transmisión? ¿cuántas mujeres puede infectar un adolescente que haya practicado un cunilingus a una portadora? Antes que correr un riesgo semejante, ¿no sería conveniente vacunar también a la población masculina?
   Cuento todo esto porque en España ha aparecido el caso de un niño infectado por difteria, una enfermedad prácticamente erradicada en Europa. Sus padres pertenecen a uno de los múltiples círculos anti-vacuna que se están formando por todo el mundo. Hay un lema del periodismo que dice que si un perro muerde a un hombre, eso no es noticia, si un hombre muerde a un perro, eso sí es noticia. Unos padres no vacunan a su hijo y éste contrae la enfermedad contra la que no ha sido vacunado. ¿Dónde está la noticia? Más bien debiera serlo lo contrario, los miles de casos anuales de personas vacunadas contra una enfermedad que acaban contrayéndola. Sin embargo, como norma, ninguno de estos casos aparece jamás en la prensa. Curiosamente, el caso de este niño con difteria no ha abandonado la cabecera de los principales medios de comunicación españoles en los últimos días, junto con una serie de artículos informando de quiénes son estos lunáticos que quieren que sus hijos enfermen.
   ¿Durante cuánto tiempo debe ser vacunada la población contra una enfermedad erradicada de su entorno? Si la lista de vacunas obligatorias en un país como España, difiere de comunidad en comunidad, ¿cuál es el criterio seguido para establecer qué es lo más conveniente para la población? ¿O es que la lista de vacunas no se establece en base a lo que es más conveniente para la población sino en base a lo que es más conveniente para la industria farmacéutica? ¿Cuántas de las vacunas que administramos a nuestros hijos implican realmente un beneficio a medio y largo plazo para ellos? ¿Son nuestros médicos capaces de distinguir entre unas y otras? O, dicho de otro modo, ¿existe alguna diferencia entre revistas médicas y folletos publicitarios de las empresas farmacéuticas? ¿Realmente es de enfermos hacerse estas preguntas o es una sociedad condenada a enfermar la que considera lunáticos a quienes se las hacen?

domingo, 31 de mayo de 2015

El velo de la verdad

   Arthur Schopenhauer fue un filósofo alemán nacido en 1788 en el seno de una familia acomodada. Sus padres le procuraron una exquisita formación que incluyó contactos con lo más granado de la intelectualidad alemana y viajes por media Europa. Además del griego y el latín, parece que manejó con soltura el sánscrito y él mismo, en el prólogo de su obra capital, El mundo como voluntad y representación, recomienda a sus lectores un conocimiento profundo de los Vedas. Del mismo modo, les recomienda manejar con soltura la filosofía de Platón y Kant, fuentes todas estas que ayudaron a construir su filosofía aunque su filosofía, dice Schopenhauer, no está contenida en ellas, pues va mucho más allá. Como ya habrán podido deducir, Schopenhauer es un ejemplo de que una educación exquisita y una amplia cultura no bastan para hacer de alguien una buena persona. Desde luego no lo fue. Predicó el misticismo y el ascetismo al tiempo que desparramaba por su obra todo tipo de comentarios misóginos. Escribió mucho acerca del sufrimiento en el mundo y nunca hizo nada por mitigarlo en su más pequeña medida. Eso sí, puso de moda una género de misantropía que a muchos de sus seguidores les ha servido para esconder, bajo una cierta pose desencantada, el deseo de medrar a costa de los demás. 
   Después de exigir conocimientos tan amplios como los que él poseía, pide, igualmente, dos lecturas de su libro “para comprender bien el pensamiento aquí desarrollado”. Es cierto que, tras dos lecturas, uno acaba entendiéndolo bien, pero también acaba preguntándose si Schopenhauer llegó a leerse dos veces los textos de Platón, Kant y los Upanishades porque no parece haber entendido gran cosa de ellos. El “Kant” de Schopenhauer está interesado, sobre todo, por lo que hay más allá de los fenómenos que es, precisamente, lo que el Kant real dijo que jamás podemos llegar a conocer. A Platón se lo despoja de pretensiones ontológicas para hacer de su sistema una filosofía del arte, algo que, de vivir en ella, le hubiese costado a Schopenahuer la inmediata expulsión de la República platónica. Peor fue, sin embargo, el atentado contra los textos sagrados del hinduismo. Lo único que Schopenhauer parece haber leído en ellos es algo relacionado con un cierto "velo de Maya" que cubriría la realidad y que la intuición intelectual kantiana (ésa que Kant dijo que no teníamos), nos permitiría levantar para observar cómo son realmente las cosas. 
   La razón por la que digo que el atentado contra el pensamiento sagrado hindú fue peor es porque creó escuela. El “velo de Maya” se convirtió en un tópico común a la hora de entender dicho pensamiento. Todavía más, a partir de él, intentaron entenderse otras tradiciones. A principios del siglo XX, Martin Heidegger descubrió el velo de Maya no en el lejano pensamiento oriental sino en el seno mismo de la tradición occidental, esto es, en el pensamiento griego. La verdad, en griego antiguo, se designaba con la palabra “aletheia”, en la cual Heidegger descubrió un prefijo negativo “a-“ que permitía traducirla como “des-velamiento”, “des-ocultación”. Mejor aún, liberado por completo de influencias racionalistas, Heidegger negaba la capacidad del sujeto para levantar ni siquiera un velo. Por tanto, nada de intuiciones intelectuales, ni de actitudes estéticas, y ni siquiera de música, como había propuesto Schopenhauer. Lo que uno debía escuchar era a esa realidad tras el velo en sus manifestaciones o, dicho de otro modo, debemos quedarnos “escuchando la voz del Führer”. ¡Uy, perdón! Me he equivocado, he querido decir “escuchando la voz del Ser”.
   Lo cierto es que la religión hindú es milenaria y sutil. Ha dado lugar a decenas de interpretaciones, doctrinas, teorías y prácticas. Resumirlo todo en la idea de que hay algo que des-velar, que des-ocultar, que hay que levantar un supuesto velo, como si fuese una alfombra para ver qué colillas se han ocultado bajo ella, es una manera de proceder muy occidental, pero poco respetuosa con el original. Es obvio que para el pensamiento hindú las apariencias no conforman la realidad, sin embargo, el velo de Maya no se puede ni se debe levantar. Si levantáramos el velo de Maya, caeríamos en el extravío pues más allá de él no hay nada sensible ni categorizable, nada captable por los sentidos ni por la razón, nada a lo que estemos acostumbrados ni que podamos utilizar, en definitiva, erraríamos en un vacío en el que no podríamos agarrarnos a nada. La verdad no es lo que está “debajo” del velo, la verdad es que el velo está ahí y cubre algo. No podemos, por tanto, levantar el velo, debemos explorarlo, seguir los hilos que lo constituyen para ver cómo está anudado, analizar cada uno de sus pliegues para deducir qué fuerzas lo han constituido. De ese modo, negándonos a quedarnos con lo dado y tratando de ir siempre más allá, llegaremos a la verdad.  Y la verdad, según el pensamiento tradicional hindú, insisto, no es lo que está más allá del velo, la verdad es que lo real está velado. Esta idea, ciertamente, no pertenece a una exótica manera de entender las cosas de una remota civilización, bien al contrario, parece haber sido una idea muy común en diferentes culturas tradicionales. Por eso no debe resultar extraño encontrarla también en el pensamiento clásico de Grecia. La “a-letheia”, la verdad griega, no es la “des-ocultación”, pues nada parece haber sido más patente que el hecho de que lo aparente no agota la realidad. La “a-letheia” es el des-cubrimiento, el resultado de una actividad exploratoria que nos hace salir al mundo y cartografiar sus posibilidades. Aquí hay quienes han querido ver una influencia de la India en Grecia o de Grecia en la India, incluso los hay que han encontrado en semejante coincidencia una prueba de cierta philosophia perennis. En realidad, la fuente de tal coincidencia es la vida cotidiana. Todos sabemos que des-cubrir cómo es realmente una persona, descubrir su verdad, no consiste en desnudarla (pues la silicona seguiría sin salir a la luz), consiste en comprender cómo y por qué sus acciones dimanan de ella.

domingo, 24 de mayo de 2015

La verdad del velo

   En el ámbito musulmán es habitual calificar a los países occidentales de hipócritas o de usar una doble moral. La acusación tiene, desde luego, buenos fundamentos. Los occidentales vamos dando lecciones de democracia por Africa y Asia, a la vez que pactamos con los dictadorzuelos de turno para que nuestras empresas hagan suculentos negocios. En España es habitual considerar la democracia marroquí una democracia de baja calidad, pero nadie acusará a la familia real saudí de ejercer una férrea tiranía feudal sobre sus ciudadanos, a pesar de que lo hace y no tiene intención de cambiar. La doblez occidental es aún más patente en el caso de la religión, tema en el cual, con frecuencia, prejuicios en defensa del cristianismo son presentados bajo la verborrea del (supuesto) carácter laico del Estado, cuando no de la defensa de derechos individuales irrenunciables. Comento todo esto porque Holanda acaba de subirse al carro de los países europeos que han prohibido “el velo” (en realidad, el niqab y el burka) en los edificios públicos. Hasta 405 € de  multa podrá recibir cualquier mujer que se obstine en usarlos. Es de esperar que progres, feministas y gentes de bien de toda laya aplaudan esta medida “liberadora” que satisface a las mentes (cristianas y) biempensantes. Si quieren, se lo digo de otro modo, es de esperar que hablen sobre este tema gente que no tiene ni la menor idea de lo que está defendiendo.
   Para empezar, que las mujeres su cubrieran la cabeza con un velo era costumbre en Oriente Próximo mucho antes de la llegada del Islam. Se trataba de un signo de distinción que solían usar las mujeres de alcurnia o quienes aspiraban a serlo. Por contra, las esclavas, no llevaban nunca velo, precisamente para demostrar su estado de sumisión. Asimilar el velo con una religión concreta o con el sometimiento de la mujer al varón es, por tanto, fruto del absoluto desconocimiento histórico, algo que resulta tan abundante entre los occidentales como entre los fieles defensores de la fe de Mahoma. Desde ese punto de vista, ni unos ni otros pueden entender el mensaje liberador que encierra el Corán. Si el Corán exige que la mujer lleve velo es porque reconoce la dignidad de toda mujer, independientemente de cuál sea la clase social a la que pertenezca. Toda mujer debe llevar velo porque toda mujer merece ser respetada. Como buena religión que es, el Islam no puede dejar de lanzar tabúes sexuales y el velamiento de la mujer tiene otro fundamento, a saber, que el cabello femenino emite reflejos que vuelven locos a los hombres. Pero también los brazos de los hombres emiten reflejos que vuelven locas a las mujeres, así que nada de cabellos al viento ni de mangas cortas. De este modo, cuando las leyes occidentales prohíben el velo de las mujeres pero no las mangas largas de los hombres en verano o las barbas descuidadas, está instaurando una clara discriminación por razones de sexo dado que los hombres pueden mostrar su adscripción religiosa, pero las mujeres no. 
   Por sí mismo, el Islam no es ni más ni menos machista que cualquier otra religión. Otra cosa son las diferentes culturas con las que se asimiló y el propio velo refleja mucho a este respecto. Entre el velo que cubre el cabello de la mujer y el burka existe la misma distancia y la misma gradación continua que hay entre las costas de Marruecos y la isla de Mindanao en Filipinas. El Islam, por mucho que los integristas se empeñen en lo contrario, no es monolítico ni tiene los mismos ritos ni el mismo significado en todas partes del mundo. Y si no me creen investiguen un poco acerca de las cofradías de Marruecos, los santones de la India o las conversiones que causaron furor en la población negra de los EEUU hace medio siglo. De hecho, el velo, su significado original y su significado adquirido fue motivo de debate en el pensamiento islámico desde un siglo antes de que los occidentales reparásemos en él hasta la llegada de la revolución islámica en Irán. El Imam Jomeini dejó claro que la mujer debía usar el velo con una argumento interesante: la necesidad de protegerla de la mirada lasciva del varón. Este discurso, el de la necesidad de proteger a la mujer del hombre, forma parte de una cierta línea argumentativa dentro del feminismo occidental y, de hecho, ha conducido a muchas feministas musulmanas a adoptar el velo y acusar a sus correligionarias occidentales de eurocéntricas.
   Tampoco el deseo de prohibir el velo nació como una reivindicación de la libertad femenina. Las primeras leyes proceden de los “jóvenes turcos”, el Sha Rezza Pahlevi y Sadam Husein. De hecho, la reciente ley holandesa es únicamente el intento por parte de un gobierno de centro-izquierda de robarle votos a Geert Wilders, el xenófobo líder político holandés que va camino de acabar ganando unas elecciones. Que Occidente, de la mano de sus más ilustres progresistas, corra a alinearse con semejantes elementos, debería habernos llevado hace tiempo a reflexionar un poco sobre el tema. Al menos los “jóvenes turcos” fueron coherentes, no sólo prohibieron el velo, también masacraron a los armenios, muy cristianos ellos. Nosotros ni siquiera podemos presumir de eso. Prohibimos el velo de las mujeres musulmanas, pero no de nuestras monjas, que podrán seguir entrando en los edificios públicos sin descubrir sus cabezas ni pagar multa alguna. Afirmamos que nuestras escuelas son laicas y no toleran símbolos religiosos, sin que nadie ponga pegas a que un/a alumno/a lleve una cruz, la medalla de una virgen o una estampita de un Cristo del tamaño de una calculadora. Consideramos que una mujer está siendo denigrada aunque se tape el cabello voluntariamente y, sin embargo, nos parece “sexy” que lleve un colgante con el conejito de Playboy o, todavía mejor, que se lo tatúe. Y, por si fuera poco, en medio de toda esta hipocresía, las víctimas inocentes: la ley antivelo de 2004 en Francia causó la expulsión del colegio de tres chicos sijes a los que su religión exige llevar el pelo recogido con un turbante, pese a que no tienen nada que ver con el Islam.

domingo, 17 de mayo de 2015

To can or not to can, that's the question

   Hace cuatro años, ciudadanos de diferentes países habían salido a la calle para mostrar su hartazgo con los líderes tradicionales. En España, los afectados por esa estafa monumental llamada “burbuja inmobiliaria”, decidieron que ya era hora de seguir el ejemplo y ocuparon plazas a lo largo de toda nuestra geografía. Los políticos, acostumbrados a robar y acudir después sonrientes al juzgado bajo la certeza de que nada grave les iba a ocurrir, tuvieron que afrontar escraches y protestas antes sus casas. “No nos representan” era el clamor popular mientras nuestro queridíssssssssssssssimo y amadísssssssssssssssssssssimo Sr. Presidente, Don Tancredo, declaraba que la indignación se solucionaba votando en las inminentes elecciones municipales. Es posible que esta frase alertara a algunos de esos grupos que tan generosa y silenciosamente contribuían a las campañas electoras de los partidos existentes hasta aquel momento. De aquella movilización popular podía surgir algo, algo que no controlaban y que haría inútil todo el dinero gastado y todos los parientes de políticos a los que habían enchufado. Era necesario, pues, movilizarse. Se necesitaba gente que no se hiciera ilusiones respecto a las bondades del sistema asambleario, gente que pudiera aparentar ser los portavoces del pueblo aunque hablara de otras cosas, gente que no se tomase en serio la peligrosísima idea de la democracia directa, en definitiva, gente que pasara por allí, pero que, por encima de todo, tuviera la misma repulsión que los políticos tradicionales a que se hiciera democracia en las calles. La verdad es que la búsqueda no era especialmente ardua. Hace décadas que los sindicatos de estudiantes de las universidades españolas son la cantera en la que se foguean futuros políticos, particularmente de izquierdas. Por otra parte, había grupúsculos voceando lo que ahora decía todo el mundo, particularmente en Cataluña. Por supuesto el problema era cómo lograr que el pueblo los “descubriera”, cómo hacerlos sobresalir por entre la marea de partidos y asociaciones a las que dio lugar el 15-M, muchas de ellas formadas por gente que estuvo allí. En realidad, el método estaba ya inventado. Lo había empleado la Casa Real para preparar la sucesión del heredero hacía unos años. Casualmente los españoles se acostumbraron al rostro de la futura reina, mucho antes de descubrir que lo era. Así fue como Pablo Iglesias, el otro Pablo Iglesias, acabó apareciendo en los programas de Jiménez de los Santos. Dice la historia oficial que el Sr. de los Santos quedó fascinado por la brillantez y frescura del otro Pablo Iglesias y decidió llevarlo a su programa. ¿Acaso no les suena a final feliz de cuentos de hadas? En realidad, al Sr. de los Santos lo embaucaron fácilmente haciéndole creer que participaba en una operación para erosionar el voto socialista.
   ¿Que Podemos ha recibido dinero de Venezuela? Sin duda, pero, ¿han visto la tranquilidad con que sus líderes afrontan semejante acusación? Saben que con el dinero que les dio Venezuela no tuvieron ni para costear la campaña de las elecciones europeas. La parte del león no viene de ahí. El dinero viene de los de siempre, de donde siempre, quizás no de todos los de siempre, pero sí de algunos de los de siempre. La amenaza de nacionalizar la banca fue casi simultánea de las declaraciones de la Sra. Botín en las que afirmaba que veía a Podemos como “una alternativa de gobierno”. ¿Nadie ha reparado en ello? Estamos hablando del Banco Santander, ¿recuerdan? el banco que ha estado tras el ascenso del Partido de los Trabajadores, el de la estrella roja, parido por teólogos de la liberación y trotskistas, ése al que Lula da Silva alejó de toda ideología (peligrosamente) marxista para concentrarlo “en la acción” (¿no les suena al vertiginoso tránsito desde la revolución bolivariana al centro-izquierda pasando por la socialdemocracia?) Casualmente ahora el banco Santander hace más dinero en Brasil que en España. Pero, insisto, no se trata únicamente de un banco y tampoco se trata de que haya dejado de darle dinero a quienes comparten con ellos tonalidad en el logotipo (igual que el otro partido la comparte con el BBVA) para dárselo a otros. Como siempre, se trata de diversificar para atenuar los riesgos. Que se lo digan a Abengoa, que en su consejo de dirección tiene consejeros delegados procedentes de todos los grupos políticos. ¿Han observado que este año, incluso los partidos políticos más residuales, parecen tener fondos de sobra para inundar cada ciudad de carteles? Y eso que dicen que los bancos ya no prestan dinero con la facilidad de antes.
   En cualquier caso, esta(s) operación(es) de marketing ha(n) triunfado. Quienes pagan pueden estar tranquilos, sus intereses estarán protegidos pase lo que pase. Los ciudadanos saben qué tienen que votar, tanto si quieren seguir con lo de antes como si quieren hacer la revolución. Porque eso sí que ha quedado claro, lo del 15-M fue una revolución, pues ha cumplido con el requisito básico de toda buena revolución: que alguien, ajeno a ella, se la apropie.

domingo, 10 de mayo de 2015

Responsable, el videojuego (y 3)

   Han afirmado, quienes la conocen, que la familia del preadolescente presunto asesino de un profesor, es una familia “normal”. Personalmente no me cabe la menor duda de que lo es. Es normal que las familias de este país consideren que no es misión suya educar a sus hijos, eso debe estar en manos de profesionales como los maestros y los profesores. Es normal que si su hijo es agredido por otro niño en un parque público, la familia de éste se ría en su cara de sus quejas, porque Ud. es un tontaina que no entiende que ésas son “cosas de niños”, que no merecen que un adulto intervenga para regañar al agresor. Es normal que los padres de un alumno que ha insultado a una profesora (porque nadie quiere darse cuenta de que, casualmente, suelen ser alumnos los que insultan a profesoras), es normal, digo, que los padres insten a la profesora a dialogar con su hijo porque, obviamente, hay un conflicto entre ellos que la profesora debe hacer cuanto esté en su mano por resolver. Es normal que las familias responsabilicen de todas las faltas de comportamiento y de la interminable ristra de suspensos de su hijo al tutor de su curso. Es normal que alumnos/as con ocho o diez asignaturas suspensas reciban como castigo en casa un móvil de última generación o una flamante moto, para que no se sientan discriminados con respecto a sus compañeros que han obtenido buenas notas. Casualmente también resulta normal encontrar padres que declaran a quienes quieran escucharles: “ya no sé qué hacer con mi hijo/a”. Es más, cada año aumenta el número de familias que acuden a los servicios sociales con la intención de dejar allí a su hijo o, mejor aún, jóvenes que abandonan el hogar familiar para irse a vivir con sus abuelos. En este contexto, también es normal que una familia no haya comunicado al centro escolar de su hijo el apoyo psicológico que estaba recibiendo y que se le hayan escapado los preparativos que estaba realizando para llevar a cabo una carnicería de proporciones mucho mayores de la que finalmente se produjo. Pretender ahora que ha habido “desatención” de dicha familia hacia el menor y amenazarla con retirarle la custodia legal, como se ha hecho, es pura hipocresía. 
   ¿Cómo se puede evitar que se repita esta situación en el futuro? La solución es muy simple y ya la han pedido los sindicatos de docentes: aumentar la dotación de orientadores y psicopedagogos en las aulas de secundaria. Esto también es muy curioso. Uno coge los informes que vienen de primaria de sus alumnos/as y ninguno tiene dificultades educativas, perfil problemático, ni problemas psicológicos. Todos han “progresado adecuadamente”, sin la menor necesidad de ayuda en ninguna asignatura y, líbrenos Dios, de repetir ningún curso. Directores de centros de primaria hay que afirman que “es imposible” detectar problemas de ningún género en el alumnado que se lleva ocho años en sus aulas. En Enseñanza Secundaria es diferente. Aquí, en seis años, hay que detectar los problemas y corregirlos, a la vez que se educa a los alumnos/as y se les imparte una enseñanza que ha de llevarlos a la universidad, a los ciclos formativos o al mercado laboral. 
   Aumentemos, pues, el número de orientadores y psicopedagogos, detectemos precozmente cuanto problema queramos detectar, anotémoslo en los informes correspondientes y rellenemos cuantos papelotes sean necesarios al efecto. ¿Y, después, qué? Después, seguiremos dando clase con la misma fingida normalidad de costumbre. Casos hay de alumnos/as con problemas psicológicos graves en los que la detección precoz sirvió para que el psiquiatra de turno enviara al centro educativo un escrito conminándolo a que, bajo ningún concepto, se sancionara al alumno/a fuese cual fuese su conducta. Ciertamente, el alumno/a podía pasarse horas repitiendo en voz alta una palabra, de connotación más o menos sexual, mientras el/la profesor/a trataba de explicarle a él y a sus treinta y cuatro compañeros algún tema. Sus compañeros y profesores terminaban el día medio tarumbas, sin haber sido capaces de recibir/impartir una asignatura de modo decente. Eso sí, la eminencia psiquiátrica correspondiente dormía a pierna suelta cada noche pensando que su paciente se hallaba felizmente integrado en un centro educativo gracia a él.
   El caso es que, en medio del panorama que acabo de describir, todos sabemos, en el fondo, que alguien tiene que ser responsable. Aunque yo, como profesor, no puedo ser responsable, aunque los alumnos/as no son responsables, aunque las familias no son responsables de la educación de sus hijos, aunque los políticos no son responsables de las leyes que hay ni de su funcionamiento, aunque, como ya hemos dicho, en realidad, nadie es responsable de nada, a todos nos queda una cierta inquietud de que sí, de que alguien debe haber que se responsabilice de esta locura. Siempre que hay una inquietud, hay quien se gana la vida apaciguándola, lo que habitualmente se conoce como un “experto”. Y, en efecto, ya hay “expertos” que han acudido en nuestra salvación: el responsable de cuatro asesinatos en grado de tentativa y uno consumado son los videojuegos, esos videojuegos violentos a los que todos hemos jugado sin que se nos haya pasado por la cabeza cometer un asesinato. Claro que nadie que tenga cierta tendencia a usar su intelecto podrá quedarse satisfecho con esta respuesta porque, ¿quién compra a los niños videojuegos no indicados para su edad? ¿quién autoriza la comercialización libre de esos videojuegos? ¿por qué se fabrican videojuegos en los que hay que triturar un proxeneta con una segadora? 
   ¿Resultará, al fin, que sí hay responsables, que no es tan difícil identificarlos, que no se quedan en el agente último de la acción (aunque tampoco engloban a todos) y que éstos, los responsables, podrían haber actuado de otra manera si se les hubiese dado, o si se hubiesen molestado en buscar, una oportunidad para hacerlo? ¿Resultará que este crimen no es algo “único” ni “excepcional”, sino un síntoma más de todo lo que en este país anda mal?