miércoles, 10 de agosto de 2011

"Son puras matemáticas" (y 2)

   No son las matemáticas las que han conducido a Grecia donde está. Grecia ha llegado donde está porque carece de un sistema fiscal serio (los inspectores de hacienda griegos tienen fama, no sé si merecida o no, de ser los más corruptos de Europa), ha gastado más de lo debido durante años y, encima, ha mentido reiteradamente acerca de sus cuentas públicas. Irlanda, como Islandia, alentó la expansión de unos bancos que llegaron a tener más dinero invertido en productos especulativos del que podían generar sus pequeñas economías patrias. Portugal, país que quizás sea el primero en salir del agujero, nunca ha tenido una economía muy productiva. Pero España, como siempre, es diferente.
   A pesar de todos los pesares, el Banco de España es la institución más seria del país. No es que eso sea decir mucho en este país de opereta, pero es un dato a tener en cuenta. Desde hace décadas lleva a cabo una lucha soterrada con los políticos por el control (es decir, el descontrol) de las cajas de ahorro. Si queremos entender la raíz del problema hay que aclarar que las cajas de ahorro en España son como el sistema de correos en Japón, el retiro dorado al que se van los políticos y altos cargos que abandonan poltronas más visibles. A cambio, las cajas son las que más generosamente dan créditos en época de elecciones. No sólo daban créditos a los partidos políticos. En contra de las recomendaciones del Banco de España, dieron barra libre a los promotores inmobiliarios, esos que se las apañaban para conseguir la recalificación de terrenos y dar un pelotazo tras otro. ¿Y quiénes eran los encargados de efectuar esas recalificaciones? Obviamente, los políticos no realizaban tales favores a cambio de comisiones para financiar los partidos, era todo por amor al servicio público. Resultaba lógico, por tanto, que hicieran lo posible para dejar el sistema financiero en manos de las cajas. Llegaron a promulgar una ley por la cual una caja podía comprar un banco pero no a la inversa. Cuando la tendencia económica cambió, las cajas de ahorro se encontraron con un montón de créditos imposibles de cobrar.
   Desde hace unos años, el Banco de España está tratando de poner orden. En primer lugar, exigió que las cajas se reagruparan y trabajaran bajo una licencia bancaria. Esencialmente esta última maniobra las dejaba bajo su control exclusivo. En cuanto a agruparlas, también era una medida sensata. No es lo mismo intervenir cuatro entidades, aunque sean grandes, que veinte pequeñas. Lo primero sería interpretado por los inversores internacionales como actuaciones puntuales, lo segundo como una señal de que el sistema está podrido.
   Por otra parte, se ha actuado de modo implacable contra quienes han osado desviarse lo más mínimo del guión. Es el caso de la CAM y fue el caso de CajaSur. El Banco Central realizó un asalto fulgurante a la caja de la Iglesia... ¡Un momento! ¿La caja de la Iglesia?... ¿los seguidores de Jesucristo se dedicaban a la usura?... No puede ser. Esperen, voy a consultar mis fuentes... Pues sí, la caja de la Iglesia, ¡qué cosas! Como decía, tras asaltarla, fue puesta a la venta y adjudicada a una entidad vasca pese a los gritos de nuestro presidente de la Junta de Andalucía, Pepito Griñán. Que efectivamente esta adjudicación obedeciese a una maniobra del gobierno para conseguir el necesario apoyo del PNV o no, no viene al caso. De cara a la galería todo quedó como un proceso realizado de acuerdo con las exigencias del banco central.
   Pues bien, la cantidad de dinero que las cajas tienen expuesta en forma de créditos a la vivienda de difícil cobro es lo que se conoce como “exposición al ladrillo” y es una de las causas de que los inversores internacionales no quieran comprar bonos españoles, esto es, del aumento del “riesgo país”. Curiosamente, como hemos visto, los responsables últimos de esta situación son nuestros políticos. El temor actual radica en la sospecha de que la cantidad real de dinero expuesto de esta manera sea muy superior a lo declarado. En realidad, no es una sospecha, es un hecho. No obstante, la situación no es tan grave. En el peor de los casos, que las cajas de ahorros tuvieran que acudir a una especie de concurso de acreedores, siempre tendrían algo que llevar a él, a saber, pisos o terrenos, cuyo valor tal vez fuese escaso, pero tendrían algún valor. Si los bancos irlandeses, franceses o alemanes se vieran en esta situación, lo único que tendrían que llevar a ese concurso de acreedores serían pilas enormes de cheques sin fondo, es decir, bonos de países en suspensión de pagos. Por tanto, el agujero de las cajas de ahorro puede ser grande, puede ser enorme, pero nunca será un agujero negro que se trague al país entero, como ha ocurrido con Irlanda.
   Por otra parte, el mercado inmobiliario español puede bajar, puede bajar mucho, pero difícilmente se desplomará. Un factor que no parece estar tomándose en consideración en los diferentes análisis del sector es que éste es un país con una escasa movilidad geográfica. La mayoría de la gente se muere en un radio de unos 20 Km del lugar donde ha nacido. El resultado es que, incluso en estos tiempos, permanecemos aferrados a la idea de que alquilar una vivienda es tirar el dinero a la basura y que una casa en propiedad es una inversión a largo plazo. Por tanto, es poco probable que la "exposición al ladrillo" acabe por convertirse en un agujero sin fondo. Estos factores, en cuanto la situación se calme un poco y los análisis vuelvan a ser racionales, jugarán a nuestro favor.
   El segundo elemento que nos ha llevado a la situación en la que estamos es el déficit público. España tiene uno de los mayores déficits públicos de la zona euro. No obstante, ésta tampoco es una cuestión tan grave. Países como Italia o Bélgica están en una situación peor. Tal vez sus déficits no sean tan altos como el nuestro, pero es poco probable que lo disminuyan de modo significativo. Italia, el país que inventó una nueva acepción para el término "tangente", el país que ha promulgado varias amnistías fiscales y que poco menos que alienta la evasión de capitales, es poco probable que sea capaz de disminuir su déficit público. Por lo que me cuentan quienes conocen el país, en Bélgica hay carreteras que no conducen a ninguna parte. Simplemente había que construir una carretera en Valonia y había que hacer los mismos kilómetros de carretera en Flandes (o viceversa). No son circunstancias muy favorables para disminuir el déficit público. A ello hay que añadir que 400 días después de las elecciones los políticos belgas consiguieron ponerse de acuerdo no en la formación de un gobierno sino en los principios básicos que debían regir la negociación para la futura formación de gobierno (sí, en todas partes cuecen habas).
   En la época de Solbes, España encadenó un superávit detrás de otro. Que estos superavits fuesen ficticios o no, no quita para demostrar que, pese a nuestra habitual tendencia a vivir por encima de nuestras posibilidades, el Estado sabe cómo contener el gasto. De hecho lo está haciendo y, muy probablemente, los resultados serán incluso mejores de lo previsto. Otra cosa es que sea lo suficientemente bajo como para compensar el déficit de las autonomías. Pero, de nuevo, aquí las perspectivas son buenas. Si todo va como dicen las encuestas, de las próximas elecciones saldrá un gobierno del mismo color que las autonomías, lo cual debe contribuir a aunar esfuerzos en la reducción del déficit público. Este también debería ser un dato que cuente a nuestro favor cuando se racionalice la toma de decisiones por parte del mercado. En cualquier caso, de lo que acabamos de decir se deduce una curiosa consecuencia y es que, sin más análisis, ya podemos tener claro que el déficit público es responsabilidad de nuestros políticos.
   Finalmente, el tercer elemento que ha conducido a la desconfianza de los inversores internacionales es la deuda pública. En realidad, este dato habla claramente a nuestro favor. Hace apenas unos meses se daba por descontado que acabaría llegando al 80% del PIB. En estos momentos, ni los análisis más pesimistas tomando en consideración los resultados más adversos suponen que se vaya más allá del 75%, lo cual nos deja, en todo caso, por debajo de la media en la zona euro. Los cálculos dicen que si un Estado tiene que pagar más de un 7% por sus bonos, su situación se hace insostenible. Una deuda pública claramente por debajo de un 80% debería permitirnos incluso llegar algo por encima de ese tipo de interés, lo cual nos debería conceder un cierto margen de actuación. No es el caso de Italia. Con una deuda pública del 128%, un interés por encima del 5% implica que su deuda pública tendrá que aumentar necesariamente, esto es, resulta insostenible.
   De todo lo anterior se deducen una serie de consecuencias. La primera es que la situación de la deuda soberana de España no debería ser la que es. De hecho, debería ser sensiblemente mejor que la de Italia o Bélgica. La segunda es que, si no es ésta la situación en la que nos encontramos, los responsables últimos son los que hicieron que las cajas de ahorro prestaran dinero a quienes no debían y que el déficit público se disparase. Esos que parecen pertenecer a una generación de gente de su clase, que ocupa los altos puestos de toda Europa, con un nivel de estulticia en sangre muy superior al que debería estar permitido para ocupar esos cargos. Es de estos políticos incapaces de quienes los inversores internacionales, los “mercados”, como Ud. o como yo, no se fían ni mucho ni poco ni nada. La tercera y no menos importante de las consecuencias es que, a diferencia de lo que ocurre con las ciencias, en economía los problemas y las soluciones nunca son “pura matemática”.

domingo, 7 de agosto de 2011

"Son puras matemáticas" (1)

   La única razón por la que filosofía no es una ciencia es porque comenzó a plantear la cuestión de su cientificidad antes de que naciera Th. S. Kuhn. Después de su libro La estructura de las revoluciones científicas, una legión de disciplinas han encontrado el camino allanado para subirse al pedestal de la ciencia. La última es el marketing. Con el muy “científico” argumento de que existen paradigmas en marketing y Kuhn dice que los paradigmas son característicos de la ciencia, ha nacido la ciencia de la manipulación mental. La verdad es que los paradigmas nunca han existido más que en la mente de Kuhn. Él nunca fue tan tonto como quienes usan indiscriminadamente el término “paradigma” y acabó por abandonarlo. De todos modos, decir cosas de este tipo acerca de otras disciplinas, es lo que hace dudar de la cientificidad de la filosofía.
   Hubo una época en que ningún rey le cortaba la cabeza a nadie sin consultar con su astrólogo. El astrólogo no es que diera explicaciones muy comprensibles de lo que ocurría, a cambio, siempre conseguía manipular los hechos para que pareciera que él ya había advertido sobre ellos. Un argumento muy parecido al del marketing es lo que llevó a cierto género de astrólogos a convertirse en científicos a los que todo el mundo está deseoso de escuchar. El supuesto argumento dice lo siguiente, dado que la ciencia usa las matemáticas y nosotros también, somos científicos. Así es como un conjunto de creencias sobre los seres humanos, consejos para hacerse rico, trucos de tendero y mucha ideología en estado puro, se convirtieron en ciencia, la ciencia económica. Siempre me sorprendió que la economía fuese capaz de elaborar complejísimos entramados matemáticos acerca de cantidades imposibles de medir y definiéndolas de modo ridículo o contradictorio. La ciencia puede emplear las matemáticas porque utiliza unidades de medida muy claras. Se las define de un modo arbitrario que, precisamente por ello, no deja lugar a ambigüedades. Pero ¿qué es un bien económico? ¿algo escaso que cuesta trabajo producir? ¿de verdad? Entonces la salud no es un bien. Y el valor añadido de un producto ¿qué es el valor añadido de un producto? ¿con qué se mide? ¿con una unidad que se llama la valorita y cuyo patrón está en una oficina de pesos y medidas o con la misma unidad con la que se compra una raya de coca? ¿Cómo puede definirse el riesgo de un activo para que resulte calculable? ¿diciendo que es lo que perderíamos si se materializaran todas las amenazas potenciales que encierra ese activo o diciendo que es lo que perderíamos si se materializaran todas las amenazas potenciales que podemos imaginar sobre ese activo? Lo primero es irrealizable, lo segundo no es una definición de riesgo. Mejor no vuelvo a mencionar el tema de la productividad. ¿En serio pretenden que alguien se trague sofisticadas teorías matemáticas con semejante base?
   Prudente como soy, no me atreví a expresar estas críticas en voz alta hasta que descubrí cosas mucho más duras en los escritos de un tipo que tenía alguna idea sobre este tema, un tal John Maynard Keynes. Keynes debería ser lectura obligatoria en las facultades de filosofía, porque, como han tenido que poner de manifiesto los economistas, sin él no se puede entender al “segundo” Wittgenstein. En realidad, cuando comparaba a la economía con la astrología estaba exagerando. La economía sólo es comparable con la astrología en su parte predictiva. En su parte descriptiva, la economía es filosofía. Como los filósofos, cuando dos economistas están de acuerdo en algo (por ejemplo, en reducir la inflación o el déficit público), ese “algo” no son los datos incontrovertibles, es la ideología (política) que comparten.
   Quizás piense Ud. que me estoy pasando, así que vamos a poner un ejemplo. Supongamos que es Ud. analista de las ahora famosas agencias de calificación y que le viene un cliente que le dice que está dudando entre invertir en bonos del país A o del país B. El país A presenta un déficit público del 9% y una deuda pública de 102% de su Producto Interior Bruto. El país B presenta un déficit de 6% y una deuda pública que no llega al 70% de su PIB. Para que nos entendamos, esta cuestión es semejante a la siguiente. Dos amigos le han pedido dinero. Ud. sólo tiene capital para socorrer a uno de ellos. De hecho, su capital es tan escaso que necesita que, sea quien sea el beneficiado por su crédito, le devuelva su dinero. Por tanto, decide analizar las finanzas de sus amigos. Uno de ellos tiene comprometido para el total del año gastos de 12.240€ pese a que sus ingresos anuales son de 12.000€. Además, cada mes gana 1.000€, pero gasta 1.090€. El otro tiene los mismos ingresos, pero sus gastos comprometidos son 8.400€ al año y gasta mensualmente 1.060€. Si Ud. quiere asegurarse que su dinero le será devuelto, ¿a quién de los dos se lo prestará? Pues bien, si consulta a una agencia de calificación, los sólidos fundamentos matemáticos de su analista le llevarán a recomendarle que le preste su dinero al amigo con mayores deudas y mayores gastos, esto es, que invierta en bonos del país A, porque el país B está al borde de la suspensión de pagos. ¿Cuáles son los “sólidos fundamentos matemáticos” que conducen a semejante conclusión? ¿o no son sólidos fundamentos matemáticos? ¿cuáles son, entonces esos “fundamentos sólidos”? Pues que el país A se llama EEUU y el país B se llama España. España se halla al borde el abismo por cuestiones que ni son sólidas, ni son de fundamentos, ni tienen nada que ver con ninguna teoría matemática. Es cuestión de algo más intangible, es una cuestión de imagen o, si lo prefiere, de confianza.

viernes, 29 de julio de 2011

Deutschland, Deutschland über alles


   Alemania es un país fascinante. La secretarias corren para llevar un papel de su mesa a la que está al lado. Los sapitos disponen de túneles para cruzar las autopistas. Los punkis compran su billete de metro como todo buen vecino. No se pueden construir puentes nuevos porque los ecologistas se ponen de uñas. Los albañiles van a las obras en un Mercedes, trabajan seis horas y jamás piropean a las mujeres. Las bibliotecas, a pesar de dos guerras mundiales, tienen el número uno de las revistas científicas que se publicaron en el siglo XIX. A los estudiantes se les da facilidades y a los investigadores hasta se los anima a investigar (¡qué cosas!) Cualquiera que haya visitado la escuela unos cuantos años habla un inglés más que decente y la gente es realmente culta por más que lean la Bild Zeitung.
   Por supuesto, no todo es positivo. Viajan mucho al extranjero, hacen voluntariados en países remotos y aprenden idiomas imposibles, como el español, en tiempo récord, pero siempre da la impresión de que nada de eso les lleva a profundizar en las culturas en las que han vivido. Vienen, toman el Sol, comen paella, beben sangría, aprenden a soltar tacos y, sin embargo, siguen creyendo que los andaluces nos pasamos el día corriendo porque perdemos mucho tiempo durmiendo la siesta. Hay en ellos una especie de incapacidad, más acentuada que en cualquier otro pueblo, para dejar de pensar como alemanes, por mucho que conozcan otras posibilidades.
   Como consecuencia, o como causa de lo anterior, parecen mantener cierta idea de que los problemas del mundo se solucionarían si todos viviésemos como ellos. Por mucho que se intente hacerles ver que su modo de vida es una consecuencia directa de su poderío económico y que, de ninguna manera, es exportable, se mantienen firmes en su idea de que si en todos los países la gente hiciera voluntariados, fuese a su trabajo en bicicleta, estudiase lejos de casa y tardase más de cinco años en terminar una carrera, los problemas del mundo desaparecerían.
   Una chica alemana me preguntó en cierta ocasión si no había desatado un escándalo en mi país un artículo sobre el método empleado para matar a los perros en las perreras públicas. Me dijo que ella era partidaria de liquidar a los perros que no tuviesen dueños, pero que en España se empleaba un método que los hacía sufrir innecesariamente. Le respondí, primero, que desconocía ese artículo y, segundo, que difícilmente una noticia así causaría escándalo en la España de entonces. Era principios de los años 90, un par de años atrás había surgido el chiste aquel de "eres más raro que un puesto de trabajo". El índice de paró alcanzó el 25%, en Andalucía el 33%. En una familia de cuatro miembros que vivía frente a mi casa, ninguno de ellos había tenido trabajo en los últimos diez meses. No era la primera racha así. Ya carecían de paro, de ayuda familiar, de todo. Ese era el problema de la España de entonces y frente a él todo palidecía. Traté de explicárselo a mi interlocutora, le pregunté si conocía a algún parado de larga duración. Todo fue inútil. "Si toda la humanidad se preocupase por el sufrimiento de los perros sin dueño..." "¡claro! los españoles, como estáis acostumbrados a disfrutar del sufrimiento de los animales por aquello de los toros..."
   Bien, tomemos ahora estos dos principios, a saber, "nuestro modo de vida es el correcto y si logramos expandirlo por el mundo los problemas se solucionarán" y "sean cuales sean mis experiencias, siempre permaneceré apegado a mi modo de ver las cosas", y coloquémoslos en la cabeza de un tiburón financiero. ¿Cuál es el resultado? Muy simple: "nosotros los alemanes tenemos un instinto especial para descubrir dónde están los árboles de los que cuelga el dinero". Adivinen cómo se llamaban esos árboles. Se llamaban "hipotecas subprime", "bonos griegos", "bonos portugueses" y, lo que es mejor, "seguros sobre impagos de deuda". Sumemos a estas ideas el hecho de que, mientras el resto de socios del euro estén en la picota, Alemania va a seguir financiando su abultado déficit a precio de costo, a pesar del agujero de sus bancos y la ineptitud de su gobierno.
   Ahora ya tenemos los elementos para entender a qué está jugando Alemania. Simplemente, la totalidad de su sistema financiero está con el culete al aire. Han asumido tal cantidad de riesgos que es imposible que salgan indemnes de esta. Sí, ya sé, me dirán, "pero los tests de estrés..." Riánse Uds. de los tests de estrés. Ya falsificaron los resultados de la primera ronda y han hecho lo mismo con esta segunda. La única posibilidad de que el sistema financiero alemán no se hunda, pasa porque los griegos paguen íntegramente su deuda como sea. En definitiva, los bancos alemanes necesitan que se les aparezca un ángel... o una angelota.
   El gobierno alemán no parece más estúpido que el resto de los gobiernos europeos. De hecho, como lo ha demostrado la epidemia de E. Coli, tampoco es más estúpido que la media de los gobiernos federales. ¡Incluso se ha comprometido a cerrar todas las centrales nucleares! Lo que diferencia al gobierno alemán de los de Italia, España o Francia es su cabeza rectora (es un decir), Frau Merkel. La Sra. Merkel encarna todas las virtudes de la mentalidad alemana, en especial, la capacidad para mantener la calma en situaciones de crisis. Claro que con la Sra. Merkel uno nunca sabe muy bien si mantiene la calma porque conoce la salida del problema o porque carece de imaginación suficiente para darse cuenta de lo que se le viene encima. El caso es que tiene que elegir entre opciones cada vez más difíciles con unas elecciones, como quien dice, a la vuelta de la esquina.
   Una de sus opciones es salvar su sistema financiero a costa de hundir la zona euro. Lo de hundir la zona euro le proporcionaría la reelección automática, pero lo de salvar a los banqueros no está tan claro. Además, sin euro ¿a quién le van a exportar sus productos? ¿a los mismos que nosotros nuestros pepinos? La otra posibilidad es salvar al euro a costa de hundir su sistema financiero. Esta opción le costaría perder las elecciones, seguro. Finalmente, puede salvar a ambos exigiendo la creación de un ministerio de finanzas europeo. Y esta opción le costaría directamente la cabeza. De modo que la buena de Merkel ha optado por hacer lo que mejor sabe hacer, dar una de cal y otra de arena. Advertir a los bancos de que algo de dinero sí que tienen que perder y arrojar cantidades cada vez mayores de euros al agujero negro que su actitud ha contribuido a crear y que se llama Grecia. Y mientras la señora Merkel va como María, un pasito adelante y dos atrás, Europa, la Europa que se fabricó a medida de Alemania, se desliza suavemente hacia el desagüe.
 
   P. D.
   Si Ud. también está indignado con el comportamiento del gobierno alemán, le propongo un bonito acertijo: adivinar dónde veranean sus integrantes.

jueves, 21 de julio de 2011

De crisis y fantasmas (2)

   El ministerio de economía español es una casa encantada. La prueba es que su titular, la Sra. Salgado, se pasa más tiempo en Bruselas o en Londres que en él. La Sra. Salgado es un ejemplo de buen ministro. No tiene ideas propias (y eso sus administrados lo agradecen, porque si un ministro tiene una idea échate a temblar), pero sí gusto al vestir y sabe a quién tiene que reírle los chistes. Son éstas, cualidades imprescindibles para llegar lejos en la vida. Aunque no sé si es el tipo de cualidades que exige el actual momento en un ministro de economía. No obstante, hay ministerios que han funcionado muy bien con titulares mucho más impresentables. Lo malo es que el segundo del ministerio es el Sr. Campa. Este señor es un triste recitador de tópicos típicos, ¡y lo peor es que cree que está recitando ideas propias! El último es uno de esos tópicos impagables: “hay que ligar salarios a productividad”. Quiero dejar claro, que no es el ligue más absurdo que conozco y que no tengo nada en contra de los ligues absurdos. Pero, vamos a ver, ¿qué significa ligar salarios y productividad? Si por ligar salarios a productividad se entiende pagar más a quien más horas pasa en el puesto de trabajo, los españoles deberíamos ser los asalariados mejor pagados de toda Europa. Nadie trabaja más horas que nosotros. Por eso me parece que no va por ahí la cosa.
   Igual, este ligue va de unir los salarios a la productividad real. Pero entonces la cosa es todavía peor. Pongamos un ejemplo simple. Supongamos que se paga más a los agricultores que más producen. Un grupo de campesinos asalariados descubriría el modo de aumentar la cosecha por hectárea. Se le pagaría más y, en consecuencia, serían rápidamente imitado por sus vecinos. El resultado sería una escalada en la producción de todo tipo, digamos, de hortalizas. ¿Mejoraría eso la situación del mercado de hortalizas? La verdad es que la consecuencia sería exactamente la inversa. La sobreproducción generaría una caída de los precios y los muy productivos agricultores acabarían en el paro. No se trata de una paradoja aparente. Para entender su naturaleza vamos a poner otro ejemplo.
   Hay en España una cosa que se llama la CEOE, esto es, la Confederación Española de Obrero Español. ¡Huy, no, perdón! Lo de “Obrero Español” son las siglas del Partido Socialista... ¿El partido socialista español es obrero?... ¿el Sr. Campa defiende a los obreros? No sé, ahora mismo me estoy liando. Da igual. La CEOE es una confederación empresarial. A lo largo de los años he llegado a la conclusión de que su ideal de lo que significa una retribución justa de los trabajadores, es que éstos den dinero al patrón por trabajar. ¿Nos permitiría esta medida salir de la crisis? ¿acabaría con el paro? Veamos. Los trabajadores pagan al empresario, éste gana dinero con ello, pero tiene que suministrarles materias primas, una fábrica, pagar la luz, los impuestos... Ahora bien, todos los recursos de los trabajadores se han ido en pagar a su empleador, luego no pueden comprar los productos que fabrican. Éstos se quedarían pudriéndose en los almacenes y habría que alquilar cada vez más almacenes por un tiempo indefinido. Con toda probabilidad, el empresario acabaría por tener que cerrar la fábrica y mandar al paro a sus trabajadores, la producción le costaría dinero.
   El Sr. Campa debería conocer la realidad que hay encerrada en este disparatado ejemplo. El FMI, la Unión Europea, los bancos centrales, exigen como primera medida de ahorro bajar el sueldo a los funcionarios. Para bien o para mal, la cifra de funcionarios en España ronda los cuatro millones. Disminuir su sueldo supone sacar del mercado una enorme masa de poder adquisitivo y una caída de la demanda. La economía se estanca, la recaudación de Hacienda disminuye ¿cuánto se ahorra realmente? ¿se ahorra realmente?
   Quizás, en una economía productiva, haya algún vínculo entre salarios y trabajo real. Pero hace décadas que Europa se halla en una economía de consumo. Trabajar no significa producir y el salario no es una recompensa por esa producción, es el límite inferior y proporcional para la adquisición de bienes. No se nos paga como trabajadores o como productores, se nos paga como consumidores potenciales. Por eso, como lo demuestra el caso de Grecia, de Irlanda, de Portugal, disminuir los salarios públicos y privados sólo conduce a hundirse aún más en la crisis.
   Otra cosa, y esto es probablemente a lo que se refería el Sr. Campa, es ligar salarios y producción virtual. En una economía centrada en el sector terciario, la mayor parte del trabajo, de la producción, es virtual, o mejor aún ficticia, el trabajo se ha convertido en una ficción útil. Tomemos un caso donde la productividad parece poder medirse de un modo fácil, los agentes comerciales. De la actividad total que despliega un agente comercial un promedio del 42% de su tiempo “de trabajo” se va en circular con su coche; un 13%, desayunando, comiendo o tomando copas; un 8%, aparcando, andando, telefoneando; un 7,5% sufriendo las llamadas que tiene que atender su cliente; un 6% esperando en recepción; otro 6% en conversaciones triviales... El tiempo efectivamente dedicado a la venta o negociación es un 5% del total(*). ¿De verdad se le paga por vender? En ese caso, su productividad aumentaría sensiblemente si no condujera, no tuviera charlas triviales, no comiese, desayunase, tomase copas... ¿O disminuiría?
   Dedicamos más tiempo a rellenar formularios explicando el trabajo que supuestamente hacemos que a hacerlo realmente. De este modo, creamos un puesto de trabajo que es el que ocupa aquella persona que supervisa nuestros formularios y que, en realidad, dedica más tiempo a rellenar formularios diciendo que ha leído nuestros formularios que a leerlos, con lo cual crea un trabajo que consiste en... Así llegamos hasta los ejecutivos, que producen... ¿exactamente qué diablos produce un ejecutivo? ¿cómo medir la productividad de un ejecutivo? ¿por los informes que rellena? ¿por los que lee? ¿por las decisiones que toma sin leer informes? ¿por cómo mejora el funcionamiento de una compañía cuyo funcionamiento depende, en realidad, de la coyuntura económica?
   Ahora ya podemos entender al Sr. Campa. Lo que él propone es que se nos pague por cumplir unos objetivos ficticios cuya única utilidad es la de fijar arbitrariamente nuestros salarios.

   (*) Las cifras proceden de un panfleto revolucionario redactado por un grupo de ultraizquierdistas: Ph. Kotler, G. Armstrong, J. Saunders, y V. Wong, Principles of Marketing, second european edition, Prentice Hall Europe, London, New York, Toronto, Sydney, Tokyo, Singapore, Madrid, Mexico City, Munich, Paris, 1999, pág. 859.

domingo, 17 de julio de 2011

"¡Pues claro que nos representan!"

   El protagonista de la noticia es un esforzado trabajador. Digo "un esforzado trabajador", porque para mí es un misterio. Si ejercer de senador, de alcalde, de diputado, ya sea nacional, autonómico o provincial, es tan duro, tan extenuante, ¿cómo puede haber super héroes que compatibilicen dos de esos cargos? ¿Qué capacidad de trabajo, qué nervios de acero para soportar esa doble responsabilidad hay que tener? ¿Cuántas horas de sueño perderán diariamente esos prohombres de la patria? Es lógico, por tanto, que, cuando les dan las vacaciones, sientan ganas de desfogarse un poco. Eso le pasó a nuestro currante. Era la última sesión del Senado y, juntando los ahorrillos de la legislatura, se fue a celebrarlo con una mariscada. Una cosa llevó a la otra y las dos lavaron la ropa, así que terminó a las cinco de la mañana en el reservado de una sauna. Como buen pueblerino, ignoro qué se hace a las cinco de la mañana en el reservado de una sauna. Debió ser algo que iba contra los principios morales de este buen hombre pues, indignado, la emprendió con el mobiliario. Naturalmente lo echaron, de modo que se fue a una comisaría a pedir a la policía que arrestara al infame personal de la sauna. La policía se le puso borde con que primero debía presentar una denuncia y, claro, la emprendió a guantazos con ellos. Cuando llegaron refuerzos, fue su hijo el que salió en su defensa, golpeando a los recién llegados. Al intentar esposarlo dicen que le oyeron gritar: "¡a mí no me detiene ni la Guardia Civil!".
   A la mañana siguiente, mejor dicho, a la tarde siguiente, ya más sereno, declaró a la prensa que "todo había sido un incidente sin mayor trascendencia" y que "le podía haber ocurrido a cualquiera". Lo de "un incidente sin mayor trascendencia" lo entiendo. Quiere decir que los policías y los empleados de la sauna pueden descansar tranquilos, no va a tomar represalias contra ellos. Lo de que le podía haber pasado a cualquiera, lo entiendo menos. Yo ya ni me acuerdo de qué era una mariscada. Cuando veo una gamba en mi casa, le canto por bulerías. En lo que respecta a la sauna, ya he explicado que soy de pueblo. Pero lo de la policía.... Recuerdo haber estado borracho, recuerdo haber estado muy borracho, recuerdo haber estado tan borracho que ni lo recuerdo, he llegado a estar tan, tan borracho, que prefiero no recordarlo. No obstante, por muy borracho que estuviera, nunca se me ocurrió levantarle la mano a un policía. Debió ser por algún sabio consejo que me inculcaron mis padres.
   A lo mejor, lo que este señor quería decir es que "le podía haber pasado a cualquiera de nosotros". Ven Uds. eso sí que lo entiendo. Le pasó a aquel fiel luchador contra el botellón, que se durmió al volante de su coche, esperando que el semáforo se pusiera en verde (el cansancio de un trabajo extenuante como ya he dicho). Le ocurrió a cierto parlamentario al que, la noche de las elecciones, los periodistas le gritaban: "¡señor diputado! ¡señor diputado! ¡levántese del suelo que mañana tendrá que hacer declaraciones!" Le ha sucedido, en la última feria de Sevilla, a un exministro cuando unos policías locales trataron de impedirle que se colara en el aparcamiento VIP. También le ha pasado a muchos despistados. Al concejal de tráfico de una localidad sevillana, lo pillaron conduciendo sin haber tenido nunca carnet. Su excusa causó sensación: "es que el coche era de mi mujer", dijo. De este género es también el despiste que llevó, a cierto parlamentario, a pagar la factura de un puticlub con la tarjeta Visa Oro del partido. Eso, por no mencionar el buen corazón de un alto cargo autonómico que, para ayudar "a unas pobres criaturitas" (les juro por Snoopy que así lo declaró en una entrevista), las incluyó en expedientes de regulación de empleo de empresas para las que nunca habían trabajado. Aunque, para buen corazón, el de su jefe máximo, que tras más de veinte años de presidente de la Autonomía, declaraba tener en el banco alrededor de 2.000 €. O el espíritu de sacrificio de aquel eurodiputado, que se negaba a viajar en clase turista porque, por las cuentas que él hizo antre la prensa, tenía que coger cada día el avión para ir de su casa al trabajo.
   Después dicen los del 15-M que no nos representan. Yo estoy con Savater, "¡pues claro que nos representan!" Nos representan el espectáculo diario del nepotismo, la bajeza moral y la chulería. Nos representan la farsa de una democracia más válida para unos que para otros. Representan para nosotros el bochornoso espectáculo de una gestión pública convertida en el compadreo de cómo se van a repartir las mariscadas, los reservados de las saunas y las incompatibilidades. Están continuamente representándonos una ópera bufa delante de nuestras caras y encima nos exigen que aplaudamos en el entreacto que se produce cada cuatro años. Es lógico que los seguidores de Voltaire defiendan este tipo de representación política. También él se solucionó la vida gracias a un chanchullo. Pero si se lee en los libros de historia, se podrán encontrar los nombres de una serie de políticos que fueron capaces de hacer pactos de Estado más allá de lo que eran sus intereses electorales del momento. Personas capaces de sentarse a consensuar documentos, nombramientos, una Constitución entera con quienes los persiguieron. Pusieron las bases para un país que debía regirse por normas nuevas, normas que nunca antes habían funcionado en él, normas que eran un prodigio de equilibrio entre posturas que durante más de un siglo llevaron a la armas a sus defensores.
   Lo que los libros de historia no les contarán es dónde radicó la clave de todo. Y la clave de todo estuvo en que, aquellos políticos, no eran mejores que los actuales, ni más honrados, ni más inteligentes. Tenían, eso sí, algo de lo que carecen éstos, miedo a la calle. Los políticos de la Transición vivieron bajo la perpetua espada de Damocles de que todo se les fuese de las manos, que las reivindicaciones de la ciudadanía los desbordasen, que el pueblo tomaran la iniciativa antes de que ellos alcanzaran sus pactos. Regenerar la clase política depende, pues, de nosotros. Pasa, simplemente, por volver a insuflarles aquel miedo fundacional.

miércoles, 13 de julio de 2011

De crisis y fantasmas (1)


   La mayor parte de las crisis vienen provocadas por fantasmas. Es el caso de nuestras crisis personales, que suelen iniciarse cuando nuestros fantasmas nos acorralan. Pero también es válido para las crisis económicas, que no existirían sin cierto género de fantasmas. Son múltiples los fantasmas que se le vienen a uno a la mente cuando piensa en esta crisis. El primero de todos es uno muy parecido a la rana Gustavo, pero cuyo nombre es Alan Greenspan. Hasta que llegó él, el presidente de la Reserva Federal era un señor discreto, que aparecía en televisión una vez al año y a quien sus vecinos le decían: "¿presidente de la Reserva Federal? ¿de verdad existe ese cargo?" Greenspan no quería pasar desapercibido entre sus vecinos, así que decidió aparecer ante los medios de comunicación con la regularidad de los presentadores de telediarios. Los periodistas no entendían muy bien para qué demonios un presidente de la Reserva Federal quería hacer tantas declaraciones y, en verdad, entendían bastante poco de sus datos y análisis. Un día, uno, más avispado que el resto, descubrió que, cuando el Sr. Greenspan, en medio de su avalancha de datos, arqueaba la ceja derecha es que iban a subir los tipos de interés. Por contra, cuando arqueaba la ceja izquierda, es que iban a bajar los tipos de interés. Pronto esta observación se convirtió en una predicción económica. Es más, algunos periodistas de mayor perspicacia, llegaron a establecer que cierta inflexión en la voz de Greenspan anunciaba que, en su próxima comparecencia, arquearía la ceja derecha o la izquierda. Durante un tiempo la cosa pareció funcionar. Greenspan arqueaba su ceja, los periodistas anunciaban la buena (o mala) nueva y los mercados bajaban o subían de acuerdo con ella. El propio Greenspan llegó a la conclusión de que las cosas estaban bien así y, literalmente no movió una ceja, mientras el mercado creaba nuevas herramientas financieras que elevaban a límites disparatados los riesgos. Todo el mundo, incluido Greenspan, parecía estar convencido de que el único riesgo del capitalismo eran sus cejas y que, por tanto, no hacía falta medida regulatoria del mercado alguna. Al final de su mandato apareció toda una oleada de biografías preguntándose si de verdad para pasar a la historia de la economía había que ser un economista teórico y no, por ejemplo, un presidente de la Reserva Federal. Algunos de esos libros estaban firmados por prestigiosos ejecutivos de agencias de calificación y otros por autores que ahora no paran de escribir libros sobre lo mal que se hicieron las cosas en aquella época. Hace poco, cuando se le preguntó a Greenspan por qué no advirtió la catástrofe que se avecinaba, hizo una revelación significativa: levantó las cejas (ambas dos).
   En cualquier caso, el modelo Greenspan triunfó. Los líderes europeos se lanzaron a buscar alguien con cejas bien pobladas que pudiera ejercer las funciones comunicativas que, se suponía, eran las únicas de importancia en el presidente de un banco central. El elegido fue Jean-Claude Trichet. Pero el bueno de Trichet no ha tenido suerte. Nunca entendió muy bien por qué los mercados no seguían las subidas y bajadas de sus cejas. La verdad es que, al principio, estaban más pendientes de las de Greenspan que de las suyas y después ya no miraban las cejas de nadie. Trichet lo intentó todo, se subía y bajaba las gafas, se atusaba el pelo, hacía gestos de cansancio, incluso trató de mover las orejas. Hace poco, con voz cavernosa, anunció que no dudaría en mover un dedo si con eso la Unión Europea volvía a la senda de la recuperación. Ni flores. El pobre hombre aún no ha comprendido que la hora de los gestos pasó, es hora de hacer algo, es decir, es la hora de crear un ministerio de finanzas europeo.
   España, como siempre, es diferente. Formamos parte del poco recomendable club de países con un gobernador del banco central que terminó en la cárcel (¡por fraude a Hacienda!). Como siempre que pasan estas cosas, los políticos se pusieron de acuerdo en nombrar a alguien que le devolviera algo de prestigio a la institución y así acabó de gobernador Luis Ángel Rojo. Tengo que decir, que, durante su paso por el Banco Central de España, me pareció un funcionario gris, en la cara opuesta a Greenspan, alejado de los medios de comunicación y trabajando de puertas para adentro. Fue una entrevista concedida después de dejar el cargo, la que me desveló a un tipo realmente inteligente, que decía verdades como puños y que sabía dónde estaban los problemas. Revisándolo con perspectiva me parece que este señor hizo unas cuantas cosas bien, cosas que nos evitaron caer en el desastre en el que nos encontramos mucho antes. En esto se diferencia del Sr. Fernández Ordóñez. Alguien debería advertirle que, aunque sea gobernador de un banco, él no es banquero. Es realmente difícil encontrarle una declaración que no resulte del agrado de lo más rancio del banquerío español. Cuando no es un ajuste de cuenta con las cajas de ahorro, es un ajuste de cuentas con los salarios o, mejor aún, con las nóminas de los funcionarios.
   Claro, estas cosas ocurren porque los bancos centrales han estado es manos de hombres. Todos sabemos que los hombres somos testoterónicos, pendencieros, agresivos, poco dados al diálogo y poco sensibles. Otra cosa ocurriría si el mundo lo gobernaran mujeres. Ahí tienen el ejemplo de la Sra. Lagarde, primera mujer al frente del FMI. Apenas ha llegado al cargo y ya ha soltado que los planes de ajuste presentados hasta ahora por parte del gobierno griego son demasiado blandos. Es necesaria sangre, mucha más sangre. Hay articulaciones que todavía se mantienen intactas, así que es necesario darle un par de vueltas más al potro. Eso sí, lo ha dicho con esa sonrisa maternal y ese tono tan elegante que la caracteriza. No me cabe la menor duda de que será una excelente directora del FMI, otra cosa es que le aporte algo más que testosterona, insensibilidad y vampirismo.
   Acabar con una crisis siempre exige acabar con los fantasmas que la causaron o, al menos, ponerlos en su sitio. Recordarles que son producto de la propia imaginación o de la imaginación colectiva y que están ahí gracias a nosotros. Dicho de otra manera, que seguirán provocando crisis mientras no les plantemos cara. A veces, en casos extremadamente graves, hace falta llamar a un exorcista para que nos ayude. Conozco a uno que promete maneras. Se llama Joseph Stiglitz, ¿les he hablado de él?

miércoles, 6 de julio de 2011

La SGAE como metáfora

   Decía en Sr. Luis Yáñez en una reciente carta al director de El País que la SGAE era una de las instituciones más admiradas en los países que él había visitado. No es un testimonio baladí, pues, en su calidad de Secretario de Estado para las Relaciones con Iberoamérica, viajó mucho. ¿Cómo? ¿Ha podido vivir hasta ahora sin saber que existe un cargo que es el de Secretario de Estado para las Relaciones con Iberoamérica? Pues sí, existe. Es un puesto de una trascendencia sólo comparable a la de los embajadores en misiones especiales para la Gobernanza Global, la conmemoración de los bicentenarios de la independencia de las repúblicas iberoamericanas, las cuestiones referentes a los derechos humanos, la Alianza de Civilizaciones, los asuntos energéticos, los asuntos trasatlánticos, los asuntos estratégicos, los asuntos migratorios, los asuntos del Mediterráneo, los organismos internacionales africanos, o la cumbre mundial del microcrédito. ¿Que de qué se ocupan estos cargos? ¡Qué pregunta más tonta! Se ocupan de... Quiero decir, su principal misión es... O sea, que se dedican a... Bueno, me estoy alejando del tema, así que vamos a dejarlo.
   No me extraña que la SGAE fuese admirada en Iberoamérica. Se trata de un organismo independiente del Estado que ha creado un cuerpo parapolicial encargado de aterrorizar a los menos poderosos (peluqueros, organizadores de bodas, dueños de tiendas de informática...) para proteger a los más poderosos (las multinacionales). Aunque formalmente el Estado debía supervisar sus acciones, pues se supone que es misión del Estado proteger a los ciudadanos, en realidad no era así. Y aquí es donde la SGAE se convierte en una metáfora de este país. Resulta que, pese a haber modificado reiteradamente la Ley de Propiedad Intelectual, para favorecer a la SGAE, el primero que incumplía tal normativa era el propio ministerio impulsor de la ley. El artículo 159, afirma que es el ministerio de Cultura el encargado de supervisar el funcionamiento de las sociedades gestoras de los derechos de autor. Una sentencia de 1997 del Tribunal Constitucional establecía que dicha redacción es anticonstitucional. Los sucesivos ministros de cultura, en lugar de cambiar la ley, decidieron declinar sus responsabilidades ¡durante 14 años! ¿Cómo es posible? Es fácil de entender, repasen la lista de ministros de cultura desde 1997: González-Sinde, Carmen Calvo, Pilar del Castillo, Mariano Rajoy... Esperanza Aguirre... Vamos a dejarlo.
   Pero la SGAE es metáfora de algo más. Como buena sociedad gestora, como buena empresa, se sometió a varias auditorías y a la Agencia de Evaluación de Calidad. Es sabido que las firmas de auditoría y las agencias de evaluación se encargan de... Quiero decir, su principal misión es... O sea, que se dedican a... Otra vez me estoy alejando del tema, así que vamos a dejarlo. El caso es que ninguna se dio cuenta del hábil truco que consiste en que un alto cargo contrate única y exclusivamente empresas que son de su propiedad. Con ese sofisticadísimo truco, presuntamente, un puñado de amiguetes se embolsaba el dinero de autores no identificados. Esta parte es graciosa. La SGAE ha sido capaz de formar todo un cuerpo de inspectores que visitan peluquerías, bodas, conciertos y locales públicos en general, pero se le ha olvidado crear un cuerpo encargado de averiguar a quién pertenece realmente el dinero que recauda. Y ya que estaba recaudado y nadie conocía su dueño ¿por qué no repartírselo, presuntamente, claro?
   ¿Y mis admirados miembros de la SGAE? ¿aquellos que me emocionaron e hincharon mi corazón de bellos ideales? Bien, en realidad ellos han llevado a la práctica lo que mucha gente piensa. Hay una cierta idea en el ambiente de este país que se expresa de múltiples formas, pero cuyo contenido esencial es que un buen político sería aquel que nos sacase de la crisis. Es una idea aparentemente anodina, por mucho énfasis que se ponga en enunciarla. Sin embargo, es una idea terriblemente peligrosa. Eso es precisamente lo que pensaban los alemanes de principio de los años 30 del siglo pasado. Y, efectivamente, apareció un político dispuesto a sacarlos de la crisis. De hecho, los sacó de la crisis. Se llamaba Adolf Hitler. Es algo que se dice en la película Ciudadano Kane de Orson Wells: "hacerse rico no es tan difícil como la gente cree, si es hacerse rico lo único que se desea". Salir de la crisis no es tan difícil. La cuestión no es ésa. No se trata de salir de la crisis como sea, ni de crear empleo como sea, ni de recaudar dinero en concepto de derechos de autor como sea. Teddy Bautista lo hizo. Aumentó la recaudación de derechos de autor de un modo exponencial, pero ¿a costa de qué? ¿Cuántos autores noveles han conseguido comenzar a vivir de su arte gracias a la SGAE? ¿cuántos de ellos han sido defendidos por la SGAE de la voracidad de las multinacionales? ¿ha mejorado el estado del cine, de la literatura, de la música española en 25 años de gestión de derechos de autor? ¿hemos dejado de tener una cultura subvencionada? La organización de la SGAE es una auténtica plutocracia en la que mandan los que más aportan a sus arcas. Menos del 9% de los miembros de la SGAE deciden la composición de la junta directiva y, por tanto, el funcionamiento de la sociedad y el reparto del dinero.
   Cuenta la leyenda que cada barco que atracaba en el puerto de Alejandría era inspeccionado a la búsqueda de contrabando y de textos. Si se encontraba algún escrito de valor, se confiscaba y se enviaba, para ser copiado, a los amanuenses. Buena parte de la gran biblioteca de Alejandría se nutrió de textos conseguidos de esta maenra. De haber existido la SGAE en Egipto, los Ptolomeo hubiesen sido multados, los directores de la biblioteca destituidos y para acabar con ésta no hubiese hecho falta un incendio, habría bastado una fogatilla. Hoy, la moderna tecnología permite que el más remoto colegio de Africa tenga acceso a varias grandes bibliotecas de Alejandría. Obviamente no conviene.
   Al cabo, que la cúpula de los defensores de los derechos de autor se dedicara, presuntamente, a quedarse con el dinero de los autores, es la manifestación última de un principio más general. En efecto, las ideas pertenecen a las épocas, son de todos. La mentira de la propiedad intelectual es el escudo bajo el cual se convierte en un bien privado un patrimonio de la humanidad. Si por definición ser hombre significa ser un animal cultural, la propiedad intelectual es la manera de arrebatarnos lo que nos constituye para ponerlo en manos de unos pocos, aquellos que pueden permitirse pagar por la cultura. Decía Proudhon que la propiedad es un robo. No sé si tiene razón. De lo que estoy convencido es de que la propiedad intelectual es un expolio.

viernes, 1 de julio de 2011

El último hombre íntegro

  
   Hay una película que se llama Los tres días del cóndor. Es de otra época. Se rodó en 1975 y eso significa que no se le da todo mascado al espectador para que no tenga que pensar nada. Es difícil, terrible, oscura, es una película genial, como las que hacía Sydney Pollack por entonces. En una escena un alto cargo de la CIA cuenta a su interlocutor cómo se pasó varios meses durante la guerra en un crucero, tirándose a una espía enemiga. "Me dieron una medalla por ello", dice. Entonces, su interlocutor le pregunta si echa de menos la acción de aquellos tiempos y él le responde: "No, echo de menos la claridad". Parece como si al mirar atrás estuviese muy claro quiénes eran los buenos y quiénes los malos, todavía mejor, que había buenos y malos. Esa claridad se pierde cuando la mirada se concentra en el ahora.
   Una de las características de nuestros tiempos es la segmentación. Es la clave en cualquier proceso de marketing moderno, es el supuesto de cualquier campaña publicitaria y es la fuente del mal. La segmentación es lo que permite elegir un grupo de consumidores que difícilmente se va a resistir al producto en cuestión, es lo que permite que una empresa obtenga el monopolio de un pequeño, pero rentable, sector del mercado y es lo que permitía a los vigilantes de los campos de concentración llegar a casa, lavarse las manos y jugar como padrazos con sus hijos. Se segmentan los mercados, se segmenta a la población, se segmenta, sobre todo, a los individuos.
   Tenemos trabajos en los que ni siquiera nos planteamos si tienen algo que ver con la justicia, seguimos caminos perfectamente trazados para nosotros, con nítidos protocolos de actuación que nos impiden averiguar qué demonios estamos haciendo realmente. Pero suena el timbre y al fin podemos ser nosotros mismos, podemos solucionar el mundo delante de una cerveza, podemos exigir nuestros derechos o los de nuestros hijos y podemos apoyar varias campañas subversivas desde Internet. El tiempo del trabajo ha quedado atrás y somos hombres nuevos, capaces de asumir decisiones que jamás intentaríamos asumir en el ámbito laboral.
   Mi padre era un hombre íntegro e intentó hacer de la integridad uno de mis valores fundamentales, pero ¿qué demonios significa hoy día ser íntegro? ¿Cómo podemos mantener algún resquicio de integridad en un mundo en el que ya no tenemos facetas sino que somos personas diferentes en el trabajo, en el ocio, en la familia, en las tiendas, en las calles y en el interior de un coche? ¿Qué integridad podemos tener si insultamos al volante a los mismos a los que tratamos con respeto cuando se nos presentan como clientes potenciales? ¿qué integridad le cabe a quien despide a padres de familia porque ése es el trabajo con el que puede alimentar a sus hijos? ¿cómo se puede hablar de la integridad de un especialista en marketing que presenta una reclamación por publicidad engañosa? ¿es íntegro un profesor que ejerce sobre los profesores de su hijo la misma presión que detesta que el resto de padres ejerza sobre él?
   Es raro el día en que no me hago estas preguntas. El pasado miércoles no fue uno de esos días. De las noticias que traía la prensa podía deducirse fácilmente que la tensión en los mercados se había relajado porque la policía griega había herido a 500 personas durante la contención de los disturbios originados por el nuevo (que no último) plan de ajuste. Ya he explicado el caso de la policía, así que no me referiré otra vez a ellos.
   Hace no mucho tiempo las bolsas subían cada vez que aumentaba el paro. ¡Qué tiempos! Parece que hemos entrado en una nueva era. A partir de ahora las bolsas subirán cada vez que la policía haga una nueva demostración de poder represor. El caso es que, esos "mercados", son un conglomerado de entidades financieras muchas de las cuales, para desgravar, conceden becas, entre otros, a algún hijo de uno de los apaleados. Los bancos tienen unos accionistas a los que no les van a hablar de otra cosa que no sea de dinero (ese elemento que tiene la extraña propiedad de no ser manchado ni por la sangre) y una obra social que promueve la mejora material y/o cultural del entorno en el que opera. Si ambas cosas fuesen a la par, si estuviesen integradas en los mismos departamentos, en las mismas estructuras, no habría nada malo que decir. Pero no ése no es el caso. Se ayuda a quienes se ha contribuido a convertir en alguien que necesita ayuda.
   Hoy tampoco ha sido un día en el que no me haya hecho la pregunta en torno a qué pueda significar la palabra "integridad". He tenido noticias de la existencia de un manifiesto de apoyo de los filósofos al movimiento del 15-M. En ese manifiesto, entre otras cosas, se pone a caldo a quienes andan buscando desesperadamente excusas para no participar en las protestas. Lo he firmado casi impulsivamente. Después he reparado en sus promotores. Por supuesto conozco a alguno. Hay gente a la que admiro. Hay gente a la que respeto profundamente. Hay gente de la que, simplemente, sé con toda seguridad que son mejores personas que yo y que ayudan mucho más a los que les rodean que yo. Hay quienes exigían repartir megáfonos antes de que hubiese ninguno en nuestras plazas (¿verdad Txetxu?) Pero hay gente... Entiéndaseme, si quisiera decir que no son personas íntegras lo diría sin más. No es eso. No estoy convencido de ser una persona íntegra y, por lo tanto, no me voy a poner a juzgar a los demás. Lo que ocurre es que ignoro qué harían si las propuestas del 15-M traspasaran las barreras de la política y la economía y llegaran a la universidad. ¿De verdad están por abolir todos los privilegios injustos? ¿de verdad apoyarían, por ejemplo, la participación de todos los sectores en la elaboración de los presupuestos de los departamentos? ¿de verdad dejarían en manos de una asamblea decidir la distribución del espacio en una facultad?
   He asistido a unos cuantos congresos, he trabado relación con mucha gente extraordinaria, he comido, bebido y reído con ellos. Con algunos mantuve el contacto durante años. Recibí de ellos calor, comprensión, ánimos y ayuda. Pero ¿qué hubiese obtenido de ellos si los hubiera conocido como miembros de un tribunal de oposiciones? Y al contrario ¿cómo se hubiesen portado en un congreso los que conocí en un tribunal? Todavía más ¿acaso he sido yo dos personas distintas, una en los congresos y otra ante un tribunal de oposiciones?
   En fin, he llegado a esa triste edad en la que uno echa de menos poder consultarle cosas a su padre.

lunes, 27 de junio de 2011

Extremeños

   Como buen andaluz, crecí oyendo que los extremeños eran: a) unos zaborioh (en castellano, desabridos) y b) nuestros parientes pobres (tanto que ni tenían playas). Conforme fui creciendo comencé a pensar que a) también hay musho andalú zaborioh (en castellano, muchos andaluces desabridos); b) tienen un jamón que quita las tapas del sentío; y c) estaban mejor administrados o gobernados que nosotros. Tres décadas de gobiernos socialistas no han dejado ningún escándalo notable, lo cual quizás no demuestre que han sido un prodigio de honradez, pero sí que han sido inteligentes. Sea como fuese, el PSOE perdió la mayoría absoluta en las últimas elecciones autonómicas, siendo el PP el partido más votado. No obstante, tampoco consiguió la mayoría absoluta. Esta quedó en manos de los tres diputados de Izquierda Unida. Aparentemente la cosa estaba clara. Es la situación en la que espera encontrarse el PSOE andaluz para perpetuarse en la poltrona tras las próximas autonómicas. Pero Extremadura no es Andalucía.
   La actitud de las bases de IU respecto de un posible pacto con el PSOE ha sido de franca hostilidad. Desde Andalucía se puede entender muy bien. El cabeza de cartel de IU en Extremadura, la persona que ha conseguido que esta formación entrara de nuevo en el parlamento regional, Pedro Escobar,  lo explicaba en una entrevista. Literalmente venía a decir que Extremadura había pasado de cuarenta años de caciquismo franquista a veintiocho años de caciquismo socialista, que la gente de los pueblos estaba hasta las narices de la prepotencia de los alcaldes del PSOE y que permitir que gobernara el PP no era del gusto de nadie, pero que la prioridad era purgar al PSOE. Ciertamente hay mucha gente en Andalucía convencida de que el modelo ideal de sociedad que persigue el PSOE no es el falansterio sino el cortijo. Pocos hechos he podido contraponer a quienes así me han argumentado. Recuerdo a cierto insigne  socialista tratando de aterrorizar a sus alumnos/as para que no ejercieran su fascistoide derecho a la manifestación. Hay alcaldes del PSOE cuya expresión favorita es "quien manda, manda". Existe una interminable serie de altos cargos del mismo partido que tienen por norma encargar las demandas y sugerencias de sus subordinados al Sr. Alcesto o a la Sra. Papelera. Sí, desde Andalucía se puede entender a qué se está refiriendo el Sr. Escobar. Pese a ello, el Sr. Escobar se mostraba dispuesto a votar a favor del candidato del PSOE, y así lo defendió ante las bases, a menos que éstas optaran por otra cosa, como efectivamente ocurrió.
   A partir de aquí, la historia comienza a tomar tintes grotescos. El coordinador general de IU, el Sr. Cayo Lara parece haber llegado a la conclusión de que, si el Sr. Zapatero es de izquierdas y va por ahí buscando charcos donde meterse, él, Cayo Lara, que es más de izquierdas, tiene que meterse en más charcos todavía. Primero se pasó toda la campaña electoral asegurando que IU no permitiría "ni por activa ni por pasiva" gobiernos del PP. Declaración ésta que, a todas luces, sobraba. Después, alguien le aconsejó que debía dejarse ver por las acciones de los del 15M. Yo no dudo que su intención fuera buena, pero verlo en un acto para impedir un desahucio no podía dejar de dar la impresión de que estaba allí para chupar cámara. Una buena parte de los presentes así lo entendió y acabó abucheado. Para terminar se presentó en Extremadura diciendo que no votar al PSOE era votar a los que fusilaron a republicanos en la guerra civil. Me van a permitir que en semejante comparación sí dude de su buena intención. Ahora asevera que, con independencia de lo que votaran las bases, los diputados de IU tienen que votar al PSOE, todo lo más, forzar unas nuevas elecciones, o prepararse para lo que se les va a venir encima. Y aquí apareció el Sr. Vara.
   Guillermo Fernández Vara es el expresidente y candidato del PSOE a la presidencia de la Junta de Extremadura. En las postrimerías de la campaña electoral afirmó que si no salía elegido se iría sin más problemas a su casa. Obviamente todavía no se ha ido. Al oír al Sr. Lara decir que podría haber elecciones anticipadas, propuso que el PSOE votara al candidato del PP para impedir tal posibilidad. "Extremadura está en un momento difícil y no es cuestión de empeorarlo con nuevas elecciones". A esto se le llama responsabilidad institucional. Pero ¿y el candidato del PP? El Sr. Monago está como un niño con zapatos nuevos. Ha cogido el programa de IU y lo ha convertido en el catálogo de sus primeros cien días de gobierno. Ahora que, por fin, el PP va a gobernar en Extremadura, mano dura con los ricachones, subida de impuestos, rediseño del mapa electoral para favorecer a las minorías, descuelgue del retrato del rey, declaración de la Tercera República,  y sustitución del himno extremeño por el himno de Riego si hace falta. En definitiva, el lema de cualquier buen político llevado a su extremo: "lo que sea por pillar".
   En fin, a lo que iba, que parece que estamos ante un político sincero y coherente, el Sr. Pedro Escobar. El problema está en cuánto tiempo le van a dejar que lo siga siendo.

sábado, 25 de junio de 2011

El realismo (socialista) de Disney


   Nunca he sido muy de Disney. Yo me crié con los dibujos animados de la Warner. Me lo pasaba genial viendo al pobre coyote sufrir todo tipo de desgracias mientras el correcaminos pasaba un kilo de todo y me tronchaba de risa cada vez que al pato Lucas se le caía el pico. Hacia la década de los noventa vino la moda de lo políticamente correcto. Al parecer, mi generación, que protestó contra todas la guerras y contra la propia obligación de ir al ejército, estaba inevitablemente contaminada por un espíritu violento. No me canso de despotricar contra lo inauditamente noños que se han vuelto los dibujos animados desde entonces. El resultado ha sido la aparición de unos personajes y unas tramas cada vez más extrañas.
   Tomemos el caso del buque insignia de la Disney, Mickey Mouse y sus amiguitos. ¿Se acuerdan Uds. del pato Donald? Era un tipo gruñón y pendenciero, a quien el menor roce ponía al borde de un ataque de ira. Parte de ese carácter podía atribuirse a sus problemas sexuales. Aunque presumía de su heterosexualidad, lo cierto es que vestía de marinerito y no usaba pantalones. Fuera de cámara debía beber como un cosaco porque rara vez se le entendían los diálogos. Si observan hoy día al pato Donald que aparece en Canal Disney, podrán comprobar que sigue sin entendérsele nada, pero creo que el motivo ahora es otro. Donald debe haber ido a un psiquiatra que lo tiene sometido a un fuerte tratamiento con litio. Tratamiento que, sin duda, ha sido un éxito en lo referente a su carácter agresivo y colérico. Pero ahora, el pobre animal se limita a hacer lo que le mandan, como aturdido, sin fuerzas para tomar ninguna iniciativa. Así está Daisy. En realidad, a ella le ponían las malas purgas de Donald y desde que forman parte de su pasado, casi ni le dirige la palabra. No hablemos ya de darle un piquito. Claro que la relación entre Daisy y Donald no es la única que se ha deteriorado con la llegada de lo políticamente correcto. ¿Se acuerdan de que Mickey estaba deseando coger su coche y llevarse a Minnie al campo? Es fácil imaginar en qué empleaban su tiempo una pareja de ratones en plena naturaleza. En un episodio relativamente reciente, todos los amiguitos se fueron de acampada. La distribución en tiendas de campaña fue la siguiente. Daisy con Minnie, para hablar de sus lacitos y Donald y Mickey durmieron con los perros (Pluto y Goofy). A mí que me dejen de tonterías, si tú prefieres dormir con tu perro mejor que con tu novia es que tu relación con ella no va como debería. Yo creo que esta gente está ya como los de Pink Floyd, en cuanto se apagan los focos, ni se miran.
   Más extraño aún es el giro realista que han tomado algunas de las series de Disney. Un caso es el de "Manny Manitas". A los neorrealistas italianos les hubiese encantando porque es casi un documental. La serie va de la vida cotidiana de un chapuzas de la América profunda. Naturalmente es hispano. Sus padres no pudieron cruzar la frontera, así que sus vínculos familiares se restringen a su abuelo (que sí lo consiguió). En cualquier caso, él vive el sueño americano, porque el tío ha conseguido hacerse con un utillaje high tech de herramientas que hablan y flotan. Y aquí aparece el primer toque de realidad, lo de la inteligencia artifical va más lento de lo que se pensaba porque todas las herramientas son bastante tontorronas. Los capítulos tienen siempre la misma estructura. Comienzan con Manny haciendo el ganso con sus herramientas. Entonces recibe una llamada explicándole la existencia de una avería en una cinta de transporte de ropa, en un columpio, en un timbre o algo así. A partir de aquí la trama es como la vida misma. Para empezar ¿creen Uds. que Manny se lanza a toda velocidad calles abajo para llegar al hogar de su angustiado cliente? Nada de eso. Tras departir un rato con su vecino, el Sr. Lompard, Manny emprende un tranquilo paseíto hasta la casa de la persona en cuestión. Llega allí, observa el problema y dice algo así como "este timbre está estropeado" o "este columpio está roto". Su desolado cliente lo mira y, aunque no dice nada, piensa lo mismo que pensamos todos en esta situación: "ya te lo dije por teléfono, tontito". En realidad, los tontitos somos nosotros, porque aturdidos con semejante obviedad, nos olvidamos de la obligación que Manny tiene de darnos un presupuesto. Ahora se abren dos opciones. La primera es que, como es natural, Manny no ha traído lo que necesita para hacer la reparación. La segunda es que sí lo ha traído, pero sus herramientas causan algún destrozo. De una manera u otra, Manny acaba volviendo sobre sus pasos hasta la ferretería de su novieta con la que pelará la pava un rato antes de volver al trabajo. Y entonces sí, en un periquete todo queda arreglado. En consideración a la tierna edad de su público objetivo, la serie no nos muestra el momento en que Manny presenta su factura. Empleando como emplea herramientas high tech, hay que suponer que sus facturas son high cash. El hecho de que pocos clientes repitan con él demuestra que éste es el caso. Realmente sólo hay dos que lo llaman con insistencia. Uno es su abuelo. El otro lo hace porque no paga con su dinero. En varios episodios puede verse cómo la alcaldesa del lugar le adjudica contratos a dedo sin mediación de un concurso público. O bien a Manny no le importa inflar las facturas y repartirse el sobrecosto con la alcaldesa o bien ésta va con segundas pues, pese a ser una mujer ya entradita en años, no vean Uds. qué trajes más ceñidos se pone cada vez que tiene que entrevistarse con Manny.
   Pero el realismo de "Manny Manitas" no es nada comparado con "Los héroes de Higglytown". Gorki se hubiese comprado el pack con todas las temporadas de estos dibujitos. En sí mismos los personajes son un tanto raros. Esencialmente son huevos que, en lugar de llevar las cosas dentro de los bolsillos, las llevan dentro de la barriga. Pero lo que llama la atención es que "los héroes" de que habla el título de la serie no son otros que trabajadores comunes, cuya labor es exaltada presentando su vida y trabajo como algo admirables. Los capítulos son todos iguales. El grupo de niños-huevo protagonista encuentra u organiza alguna trastada que hay que resolver. Tras una serie de idas y venidas y el encuentro con el chico de las pizzas que siempre pasa por allí (hay que suponer que la Asociación Americana de Pizzeros financia la serie), una de las niñas propone alguna solución fantástica. Según ella, los campos los siembran, pongamos por caso, hurones bailarines, la basura la recogen los rinocerontes albinos y las vacas paren gracias a la ayuda de pingüinos voladores. Entonces, una ardilla que tiene toda la cara de Trotsky le dice algo así, como "mira niña, déjate de rollos que lo que necesitamos es..." un agricultor, un barrendero o un veterinario. Acto seguido los niños comienzan a cantar "... un héroe ¿quién podría ser?" Y aparece el obrero de choque en cuestión cantando en qué consiste su trabajo y cómo lo realiza. Es cierto que, a veces, no son obreros de choque sino profesionales liberales, tales como médicos. No obstante, incluso en estos casos, lo que se ensalza es la actividad manual que desarrollan y no sus conocimientos teóricos.
   Es relativamente frecuente citar el nazismo de Walt Disney. Su interés por la conservación de la naturaleza me inclina a pensar que, más que nazi, Disney fue admirador del más famoso de los filósofos nazis, Martin Heidegger. Siempre me ha parecido que Mickey Mouse tenía algo de arrojado, de eyectado, en el contexto de sus filmes. Como el Dasein de Heidegger, Mickey, parecía el centro (el kentron, diría Heidegger), de una historia que, sin embargo, no controla ni domina. Sin duda aquí hay material para una tesis doctoral mucho más interesante que las que se suelen escribir sobre el alemán. Por eso el hipertecnológico Mickey actual, que vive en un casa que es el prototipo de la domótica y con un iPad circular que le soluciona todos los problemas (hay que suponer, vía Amazon) junto con el giro realista que han tomado otras series salidas de la factoría, deben hacer que Disney se revuelva en su escarcha. Pero, al fin y al cabo, la empresa no ha hecho más que seguir la política de su creador, adaptarse a los tiempos conforme iban llegando o, como se suele decir, la pela es la pela.

martes, 21 de junio de 2011

Lo llaman crisis y no lo es


   La mejor descripción del capitalismo que conozco aparece en Uno, dos, tres, por boca de un joven comunista de la DDR a punto de alcanzar un título nobiliario. Dice así: "el capitalismo es como una sardina podrida, brilla ¡pero apesta!" En efecto, lo que ha hecho al capitalismo el sistema económico imperante no es su eficacia a la hora de aprovechar los recursos, ni su eficiencia en la distribución de bienes, ni su capacidad para incorporar innovaciones tecnológicas. Lo que hace superior al capitalismo es que brilla y mucho. Es estéticamente atrayente. Cualquiera que tuviese la oportunidad de pasear alternativamente por las calles del Berlín Este antes de la caída del muro y por las del Oeste, no tendría la menor duda de qué sistema era el mejor. Los anuncios de neón, los escaparates, el arco iris sin fin de los anuncios, conferían una alegría, un fulgor a las calles del Berlín occidental que la oferta cultural del comunismo no podía igualar. El propio Billy Wilder, para quien esta idea parece haber sido una obsesión, lo cuenta con detalle en Ninotchka. La gélida comisaria soviética acaba convertida al capitalismo gracias a las luces de París, un disparatado sombrero y el bigotillo de Melvyn Douglas.
   Los filósofos en general han entendido mal hasta qué punto los ideales estéticos son un poderoso motor de conducta. Cuando Marx analizaba el capitalismo de su época no acababa de ver por qué los individuos se enrolaban en un sistema tan perverso y aportaba como única explicación que se veían forzados a ello. Ningún sistema funciona durante mucho tiempo si la recluta de participantes en él se hace por la fuerza y el capitalismo dura ya demasiado. Los obreros nunca bajaron a la mina porque alguien les azotara. La levita del burgués, los restaurants recién importados de París, los lujosos coches y los empolvados lacayos, ejercían sobre ellos una fascinación como la que ejerce la luz sobre los mosquitos. Desde entonces el capitalismo no ha dejado de embrujarnos con visiones cada vez más sofisticadas y hermosas. De hecho, se ha inventado un aparato cuya única finalidad es embaucarnos cotidianamente, con su promesa infinita de un mundo mejor.
   Digámoslo de otra manera. El capitalismo es el mejor sistema económico que existe porque es el que con más profusión genera ilusiones. Vivimos en un mundo de ilusiones continuamente recreadas a nuestro alrededor para que no nos demos cuenta de que la sardina está podrida. Existen infinidad de ellas, pero aquí quisiera centrarme en dos.
   La primera es la que yo llamaría la ilusión de los lunes por la mañana y figuraba como lema a la entrada de Auschwitz. Somos atraídos hacia un trabajo que nos empobrece física y/o mentalmente gracias a la ilusión perpetua de que el trabajo nos hará libres. Sí, es lunes y nuestro jefe nos va a cantar las cuarenta delante de todo el mundo y la montaña de papeles que me aguarda da miedo, pero... el año que viene me espera un ascenso, las vacaciones se acercan, el próximo fin de semana me lo voy a pasar de lujo o, lo mejor de todo, dentro de poco me podré comprar... Demostrar que es simplemente un espejismo es fácil. Esta ilusión se propaga a lo largo de todas las jerarquías laborales. También nuestro jefe cree tener al alcance de la mano el ascenso, las vacaciones soñadas, o la compra del fueraborda. Ascender, económica o socialmente no significa alcanzar los sueños deseados, significa cambiar de segmento, es decir, que el sistema proyectará para nosotros otro tipo de espejismos que nos hagan seguir hacia delante. Y cuando parece que ya no hay forma alguna de ilusionar a la gente, el capitalismo siempre se saca de la chistera su conejo favorito: "gracias a mí puedes tener suerte". A este conejo se le suele llamar lotería, quinielas o cupones. Siempre hay una zanahoria delante de nuestro hocico, lo bastante jugosa para que sigamos moviendo la sempiterna noria de lo mismo.
   Si analizan la biografía de las personas que conocen, de sus jefes, de los triunfadores y fracasados de esta vida, descubrirán que, en realidad, el trabajo no hizo nunca libre a nadie. Todo lo más, el trabajo unido a un golpe de suerte, el sacrificio durante años por una visión, una amplia red de contactos sociales cuya fuente última suele ser la familia, permitió a un puñado reducidísimo de individuos alcanzar sus sueños. Diferentes estudios lo indican, el ascensor social está parado, la cantinela de que cualquiera puede triunfar si se esfuerza es mentira. Los hijos de obreros acaban siendo obreros y los hijos de familias pudientes acaban teniendo pudientes negocios con contadísimas excepciones. El sacrificio, el esfuerzo, la sucesión interminable de lunes horrorosos, puede llevarnos a subir un tramo o dos en el IRPF... hasta que nos jubilemos. Poco más.
   La segunda ilusión que deseo citar es una ilusión de cuño reciente. Se trata de la ilusión de que el capitalismo funciona porque los ricos reparten su dinero en forma de salarios, inversiones, consumo, etc. Es una ilusión que no existía en la época de la Revolución Industrial porque, entonces, el mismo patrono que te empleaba, te alquilaba una casa y te vendía el alcohol en su cantina, con lo que quedaba muy clara la dinámica del sistema. La externalización contribuyó a oscurecerla. Así surgió una ilusión que el propio John Rawls presupone como una verdad absoluta en sus planteamientos y que los neocons convirtieron en bandera de sus propuestas como si fuera un hallazgo. En realidad, el capitalismo funciona precisamente por lo contrario, porque siempre encuentra maneras de que quienes tienen menos le  den dinero a quienes tienen más. Hay varias formas en que esto puede llegar a ocurrir. La más simple es cuando pagamos el recibo de la luz.
   Una forma un poco más compleja es la que ha tenido lugar en los últimos años. Comienza por un generoso patrón que reparte dinero en forma de salarios entre personas menos ricas. Digamos, 2.000 € mensuales. No está mal, son 28.000 € al año. Una pequeña fortuna. ¿No se compraría con este dinero el coche de su vida, el coche que le hará libre, feliz, la envidia de sus vecinos? Claro que su vecino está en la misma dinámica que Ud. Es posible, por tanto, que en los últimos años Ud. se haya comprado no uno sino dos coches de su vida. ¿De cuanto dinero estamos hablando? ¿30, 40, 50.000 euros? Bueno, han pasado unos años, el FMI, la OCDE, las agencias de calificación, todo el mundo dice que todo va bien. ¿Por qué no atreverse con la casa de sus sueños, la casa que le hará libre, feliz, la envidia de sus vecinos? Sólo tiene que llevar fotocopia de sus dos últimas nóminas al banco. Una casa a cambio de dos papelillos de nada. La vida es de los que se arriesgan. ¿Tiene ya la casa y el coche de sus sueños, esos que estaba harto de ver en televisión? Bien pues ahora está Ud. en el paro. ¿Cuál es el saldo neto de siete, ocho años de bonanza? ¿cuánto ha ganado gracias a la generosidad de quienes tenían más que Ud.? En realidad tiene 226.000 € menos que antes de empezar el ciclo de bonanza. Eso si no ha confiado Ud. en el buen corazón de quienes tienen más dinero que Ud. y ha "refinanciado" su deuda o se ha embarcado en una de esas hipotecas que "para facilitarle la vida" implicaba pagar menos los primeros años y más después.
   La casa de sus sueños, la que le haría libre y feliz, costaba 300.000 € euros sobre el papel. Con los intereses de la hipoteca y la subida del euribor tendrá suerte si se le ha quedado por debajo de los 400.000 €. "Bien, se me dirá, pero tengo una casa". ¡Enhorabuena, ha llegado el momento de ver qué había en su sobrecito! ¿Habrá dinero de verdad? ¿habrá estampitas? Ni una cosa ni otra. Lo que hay es un papel que pone "puede valer por 200.000 €". Ése es el precio por el que algún día, no hoy, podrá vender la casa por la que tendrá que pagar hasta dentro de doce años el doble. ¿Qué ha pasado? Es un viejo truco de los tahures del póker. Al novato que llega a la partida hay que dejarle ganar al principio, de este modo se le podrá sacar todo después. Esto es cuanto hay tras la propaganda que exige facilitarle la vida a quienes poseen más recursos porque acabarán invirtiendo. 
   Los artesanos del timo de la estampita saben que, una vez realizado el intercambio hay que quitarse de en medio antes de que el primo abra el sobre. Cuando este timo se realiza a gran escala, no hay posibilidad de salir por piernas, de modo que se busca una supuesta explicación que impida a las víctimas del timo, es decir, a toda la población, darse cuenta de su condición de timados. La mejor manera de hacerlo es diciendo que "hay crisis". La "crisis" es, simplemente, el momento final de la partida, cuando todas las cartas han sido ya repartidas y sólo queda ajustar las cuentas para ver quién tiene que pagar a quién y ¡miren qué casualidad! les toca pagar a quienes llegaron con menos dinero a la timba.

jueves, 16 de junio de 2011

Un buen día para los políticos

   No soy pacifista. No creo que la paz sea el único camino. Hay conflictos que únicamente pueden ser resueltos mediante la utilización de la violencia. El nazismo, el régimen de Slobodan Milosevic, sólo podían pararse mediante el uso de la violencia. De hecho, crecieron y se expandieron gracias al pacifismo que los circundaba. Creo que podremos convenir que estas conformaciones históricas, como, en general, este tipo de conflictos, es la excepción, no la norma. La cuestión, por tanto, es en qué tipo de conflictos es legítima la utilización de la violencia. A este respecto he de decir que, felizmente, he errado en múltiples ocasiones. Creí que no se podría derribar la dictadura de Pinochet si no era mediante el uso de la violencia. Me equivoqué. Creí que el Apartheid no desaparecería sin una violenta revolución de la mayoría negra. Me equivoqué.
   Resulta evidente que el potencial de la lucha no violenta es muchísimo mayor de lo que mucha gente, incluido yo, podíamos pensar. Pero ¿cuándo resulta insuficiente? En realidad, ya hemos dado el criterio. El uso de la violencia es legítimo si las circunstancias que conducen a ese uso son absolutamente excepcionales. Desgraciadamente las dictaduras, la discriminación, no son circunstancias excepcionales. El genocidio, Gadafi, los al-Assad, sí lo son. A esto lo llamaría yo un criterio de violencia mínima. Mínima no en cuanto a su puntualidad o en cuanto a la cantidad de violencia empelada. Mínima en lo que se refiere a la absoluta excepcionalidad de las circunstancias en las que se debe emplear. Podemos ver a qué me refiero si analizamos los argumentos que se suelen emplear para justificar la violencia.
   Habitualmente suele decirse que la violencia es legítima si es en defensa propia o, de un modo más general, defensiva. Ahora bien, toda violencia es defensiva. Es la presente en el mundo animal y si se repasan las motivaciones que históricamente se han dado para justificar las guerras difícilmente se encontrará alguien que no se declare defensor de... la fe cristiana, el orgullo alemán, el pueblo oprimido o cualquier otra cosa de ese género. Por tanto, si este tipo de justificación fuese válido, en realidad, siempre habría que utilizar la violencia, lo cual va contra el criterio que hemos establecido.
   Una modificación del anterior es el argumento de que la violencia reactiva es legítima. Esta es la defensa favorita de los movimientos terroristas. Su violencia es, meramente, una reacción a la violencia del Estado. ¿Qué quiere decir esto? La manera más fácil de entenderlo es que la violencia reactiva es una forma de venganza. Por ejemplo, los indignados de Barcelona ejercieron la violencia contra los miembros electos del Parlament como reacción a la violencia que previamente la policía había ejercido sobre ellos.
   La violencia como reacción, la violencia como venganza, es un tipo de violencia más común en el reino animal de lo que se piensa. Hay un típico experimento de psicología conductista que así lo muestra. Se acostumbra (técnicamente se dice “se condiciona”) a una paloma a recibir una bolita de comida cuando pulsa un botón. Al cabo de los días, o semanas, de tener a la paloma habituada a comer a capricho, se la coloca en una jaula con el mismo botón y otra paloma inmovilizada. Según su costumbre, la paloma se acerca al botón y lo picotea. Primero con un ritmo pausado, después frenéticamente. Cuando se convence de que la comida no vendrá, se vuelve hacia la otra paloma y le picotea la cabeza. Lo normal es que vuelva a intentarlo con el botón y regrese para maltratar a su congénere si la comida sigue sin hacer acto de presencia.
   Violencia como reacción, violencia como venganza, es sinónimo de violencia instintiva, no racional. Esto es algo fácil de observar, el nivel de violencia física capaz de ejercer un individuo es inversamente proporcional a su nivel de inteligencia. Las personas inteligentes saben que su razón les suele proporcionar mayores probabilidades de conseguir lo que quieren que la violencia física y encuentran el camino adecuado. Para quienes su nivel de razonamiento no supera el de las palomas, es normal que se encuentren en situaciones en las que la única salida que son capaces de contemplar es machacarle la cabeza a algún congénere. Sí, ya sé, Ud. conoce a alguien muy inteligente que acabó en ETA. No creo que eso sea un argumento en mi contra, más bien demuestra lo mal que solemos utilizar el término "inteligencia". Por eso yo propondría una definición de inteligencia que incluyese evitar la violencia. En cualquier caso, si hubiésemos de ejercer la violencia cada vez que estamos frustrados, la violencia como reacción no sería algo excepcional y eso va, de nuevo, contra nuestro criterio.
   Por tanto, pese a que sea difícil evitar una sonrisa al ver a un montón de políticos metidos en furgones policiales, justificar la violencia de los indignados de Barcelona por ser una reacción es sinónimo de violencia injustificada. De hecho, una vez más, en este caso podemos ver la relación inversamente proporcional entre violencia e inteligencia. Si lo que se reclama es poner fin al despilfarro que cotidianamente protagonizan nuestros políticos, no es inteligente provocar una situación que les obliga a emplear un helicóptero. ¿Quién cree que lo va a pagar? ¿Artur Mas? ¿los diputados del Parlament a escote? ¿No acabaremos por pagarlo todos, como viene siendo la norma?
   Finalmente, los terroristas suelen utilizar un argumento para justificar su violencia que consiste en decir que el Estado no entiende otro lenguaje. Por tanto, si se quiere conseguir cosas, hay que emplear su lenguaje. No estaría yo de acuerdo con esta afirmación. Habitualmente conseguimos cosas del Estado rellenando impresos, hablando con funcionarios y cosas de este género. Una vez más, si utilizáramos este tipo de justificación, la violencia debería emplearse siempre, en contra del criterio que hemos adoptado.
   Sí estaría de acuerdo en que la violencia es el lenguaje que el Estado domina. En las fotos aparecidas en la prensa con ocasión de los disturbios de ayer se puede apreciar hasta qué punto el Estado domina este tipo de situaciones. Policías enfundados en sus armaduras flexibles, con cascos antigolpes y porras de metro y medio se defendían valientemente de sujetos que los agredían con tupidas rastras, afiladas flautas y feroces perrillos. En general no suele ser muy inteligente retar a un rival en un terreno que él domina. Mientras el movimiento 15M se mantuvo en las acampadas pacíficas, las manifestaciones llenas de familias y el ciberactivismo, nuestras autoridades eran incapaces de responder, de encontrar un terreno firme en el que estuvieran seguros de dominar la situación. En cuanto han aparecido las agresiones, nuestras autoridades respiran tranquilas, ya saben cómo sojuzgar a la sociedad civil: con imponentes discursos en defensa de la democracia y porras. Créanme respiran muy tranquilos.
   Esos señores metidos en sus armaduras flexibles, son funcionarios que llevan seis meses cobrando un 5% menos de su sueldo entre otras cosas. Están indignados, muy indignados. Y desde hace tiempo. Muchos de ellos estaban realizando acciones de protesta en su ámbito bastante antes de que hubiera nadie ocupando las plazas públicas. Después de proteger a los políticos del Parlament, escucharon cómo el Gobernador del Bando de España aseguraba que hay margen para seguir bajándoles el sueldo. Sin violencia yo no sé, y creo que nuestros políticos tampoco, qué hubiera podido pasar. Con sus porras y metidos en medio de una multitud que les insulta, nuestros políticos les están dando la oportunidad de desahogar su frustración contra palomas atadas. Sí, créanme, están empezando a respirar mucho más tranquilos.

lunes, 13 de junio de 2011

Somos un ejemplo a seguir

   Hará unas cinco horas, la policía turca ha detenido a 32 supuestos miembros de “Anonymous”, en una operación que no ha hecho más que empezar, pues afirma tener una lista de hasta 250 personas por detener. Hay que recordar que Turquía acaba de pasar un proceso electoral en el que se jugaba que el partido islamista en el poder rehiciera la Constitución a su antojo. Hay que recordar, también, que este proceso electoral se ha desarrollado con la presencia de sus propios “indignados”. Y hay que recordar, por último, que no ha hecho más que seguir el camino iniciado por otra democracia mínima: España.
   En una meritoria acción, la policía española desarticuló el pasado viernes a la cúpula de Anonymous, que después resultó ser la cúpula de Anonymous en España, que después resultaron ser tres administradores de chats en los que se había jaleado a Anonymous. Entre los indicios de sus actividades criminales, la policía halló un servidor y que dos de ellos carecían de conexión a Internet en sus casas. Al parecer administraban sus respectivos chats desde la conexión wifi de sus vecinos. No debe pasarse por alto el mérito que implica el hallazgo de estos indicios. O bien la policía ha descubierto que lo que afirman las empresas que instalan redes wifi, a saber, que son invulnerables, es falso, o bien la policía ha descubierto dos genios. En cualquier caso, conozco a más de una empresa que los contrataría.
   Entiéndaseme, soy un ciudadano respetuoso de la ley. Si en este país meterse en la red del vecino y tener servidores para actividades alegales lo convierte a uno en sospechoso, que se investigue a todos lo que lo hagan. Lo que no estoy seguro es de si la policía tiene efectivos para hacer todos los seguimientos que tendría que hacer.
   Los facinerosos han sido acusados de entregar documentos clave para la seguridad del Estado a los terroristas, cargo que, como se aclaró después, consistía en meter en foros proetarras datos de políticos y altos cargos de seguridad y que después consistió en que, alguien que participaba en los chats administrados por ellos, propuso hacer algo parecido a lo que acaban de hacer los de Lulzsec. Igualmente se los acusa de asociación ilícita, interrupción de sistema informático ajeno y atacar las páginas de Sony, cargo que después se transformó en atacar la tienda online de Sony. También meritorio, primero porque Anonymous ha negado cualquier relación con el ataque a Sony, segundo porque la propia ley Sinde es una manera de interrumpir un sistema informático ajeno y tercero porque, hasta donde yo sé, ningún tribunal ha declarado que Anonymous sea una asociación ilícita. Pero lo que de verdad va a tener mérito es que la policía logre convertir todo esto en algo llevable a juicio. Especialmente si topa con uno de esos jueces que hay por ahí, que van entorpeciendo la acción policial con fruslerías como que no se puede condenar a alguien sin pruebas.
   Anonymous ha respondido de un modo muy claro. Nada de las amenazas que suelen utilizar los gobiernos, una simple advertencia: “espérennos”.  En lugar del secretismo de las motivaciones políticas, una convocatoria en la plaza virtual de Twitter. Y, finalmente, la respuesta, la página de la policía cayéndose mientras a nuestras autoridades se les quedaba la cara que se merecen. Este gobierno es hasta tal punto capaz de hacer el ridículo que, frente a ellos, la gente de Anonymous parece gente seria.
   Quiero imaginar que si la policía hubiese estado gastando el dinero público en seguir las andanzas de tres ciberactivistas hasta encontrar algo de lo que acusarles, lo habría ocultado de un modo menos burdo. Pero si no me imagino eso, me veo obligado a vincular esta chapuza policial con las desproporcionadas actuaciones que ocasionaron los cuerpos de seguridad del Estado el pasado día 11 en Madrid, Vitoria, Logroño, Sevilla... y que ya habían tenido su prólogo en Valencia. Todo parece señalar que nuestras autoridades han decidido mandar un claro mensaje a la población: “votad si queréis, pero ¡callaros ya! Y quien no se calle que hable... con la policía”. Han esperado a que desaparecieran las grandes aglomeraciones para dejar una advertencia de lo que se avecina si los ciudadanos osan alzar la voz de aquí a la próxima convocatoria electoral. El movimiento 15M ha mostrado cordura quitándose de debajo de los focos, se acercan tiempos difíciles. Tiempos como los que dieron lugar, en la mente de Alan Moore, a “V”, el misterioso personaje que se ocultaba bajo una máscara de Guy Fawkes. Curiosamente la máscara  que se ha convertido en el símbolo de Anonymous.

lunes, 6 de junio de 2011

Don Tancredo o de la virtud del político

   Echo de menos a Xavier Arzalluz. Durante muchos años, lo primero que buscaba en el periódico era alguna declaración suya. Pero su talento lo hacía dosificarse. Esperaba a que hubiese una cierta calma, un lunes en que faltasen titulares y ¡zas! soltaba algo como: "los vascos somos una nación como lo demuestra el gran número de personas que hay aquí con Rh negativo". Y yo me acordaba de mi vecino, guardia civil y con Rh negativo y me tronchaba. "Los españoles en un País Vasco independiente vivirían como los alemanes en Mallorca" y no me vean la que se liaba, cuando el hombre, lo único que quería decir es que en un País Vasco independiente, los castellanohablantes podrían elegir el idioma en que se celebrasen las reuniones de vecinos, como hacen ahora los alemanes en Mallorca. Pero le llegó la jubilación y la política española ya no ha sido lo mismo. Es cierto, Carod Rovira intentó heredarle, el problema es que no daba la talla. Como buen showman, Arzalluz soltaba sus fracesitas serio, casi solemne. Carod Rovira se reía de sus propios chistes. ¿Cómo se le iba a tomar en serio con ese bigote pintado como Groucho Marx? No obstante, había algo que yo admiraba en Arzalluz, algo que lo colocaba muy por encima de otros políticos de su generación: conocía sus propios límites. Sabía que lo suyo era la frase lapidaria, la agitación política y que su punto débil era su capacidad negociadora. Por eso siempre buscó botijeros que hicieran ese trabajo por él y, aún así, los jovenzuelos de ETA le tomaron el pelo varias veces. No es una virtud baladí, de hecho, escasea entre nuestros políticos. En cuanto son nombrados se encierran en sus despachos y empiezan a creer que pueden cambiar la realidad social a golpe de leyes. Después se creen sus propias mentiras y acaban por creerse los más listos del mundo mundial. Y si piensan que estoy exagerando, no tienen más que leer la declaración de Francisco Camps ante el juez.
   Otra virtud que yo admiro en los políticos, por escasa en nuestro país, es el dontancredismo. El don Tancredo era un lance del toreo, ya en desuso, que consistía en cubrir a algún infeliz de harina de los pies a la cabeza, colocarlo en un pedestal en medio de una plaza y soltarle un toro. El animal salía, lo inspeccionaba, lo olía y trataba de catalogarlo como empitonable o no empitonable. De la habilidad para hacer de estatua dependía la posibilidad del sujeto para salir con vida del evento. Sinceramente, admiro a los políticos que no hacen nada. Para hacer lo que hace la mayoría, más vale que se queden quietecitos, porque lo que tocan suelen estropearlo. En otro tiempo, con la proximidad del día de los inocentes, los periodistas repartían en el Congreso jocosos premios a los políticos destacados del año. Uno de ellos era el "premio al ministro desconocido". Se otorgaba al ministro que no había tramitado ninguna nueva ley, que no había hecho ninguna declaración a recordar. Con frecuencia lo recogían los únicos ministros que no habían metido la pata en alguna ocasión. No es ésta la manera habitual de obrar de nuestros políticos. En cuanto los eligen les entra el mal del director general y piensan que tienen que hacer algo, cuanto antes, para dejar huella. Curiosamente ninguno llega a la conclusión de que ese "algo" que tienen que hacer es informarse. Se trata de cambiar algo, cambiar una ley, cambiar un organigrama, cambiar un estado de cosas (que, con frecuencia, no cae en el ámbito de competencias de su cargo), con independencia de que el anterior funcionase bien o no.
   No conozco ningún ejemplo mejor de don Tancredo que el Sr. Mariano Rajoy. Si estudian Uds. la trayectoria política de nuestro presidente in pectore, observarán que sólo ha hecho cosas cuando verdaderamente no ha tenido más remedio. Lo suyo no es mandar, sino fumar puros y ver partidos del Real Madrid. Lleva cuatro años intentando, por encima de todo, no hacer nada. Estaba convencido de que, dada la rara habilidad del Sr. Zapatero para pisar todos y cada uno de los charcos de esta tierra en vías de desertificación, acabaría por ganar las elecciones. Tenía razón. Su esperanza es poder gobernar de la misma manera. Nombrar una serie de ministros ansiosos por destacar, que tomen todo tipo de iniciativas, incluida la de pelearse entre ellos y quedarse él como guía inspirador, interviniendo sólo cuando no haya más remedio. Lo que no quiere ver es la cantidad de gente que está dispuesta a moverle el sillón en cuanto gane las elecciones.
   Insisto, admiro el dontancredismo en un político. Incluso estaría dispuesto a admitir que nos hubiese ido mejor si en los últimos ocho años nos hubiesen gobernado con ese principio rector. Lo que dudo es que en este momento sea lo que necesita este país. Más bien, necesitamos a un Néstor Kirchner. Con todas su derivas autoritarias, fue capaz de decirle a los buitres del FMI lo que éstos no quieren nunca escuchar: "no vamos a pagar cuando Uds. nos lo digan, pasen y embarguen si lo desean". Eso es lo que necesitamos, alguien que le diga a Frau Merkel, "nosotros no vamos a realizar ningún nuevo reajuste, háganlo Uds. los alemanes, que para eso son los más beneficiados con el euro. Y si no quieren hacerlo, no se preocupen porque el euro se va a hundir con nosotros... ¡Por cierto! en nuestro país se han detectado cientos de casos de infectados por E. Coli entre conductores de coches alemanes..."
   En fin, Sr. Rajoy, si es Ud. el que nos ha de gobernar y si, evidentemente, no va actuar de esta manera, al menos, siga haciendo de don Tancredo. No cambie nada, ni siquiera de ministra de economía. La Sra. Salgado parece una chica aplicada, con pocas ideas propias, pero que sabe obrar al dictado. Eso sí, nombre a Joseph Stiglitz como asesor (si puede ser, asesor ejecutivo) del ministerio. Saldremos pronto de la crisis, habrá poco sufrimiento social y Ud. podrá seguir fumando sus puros y viendo partidos del Real Madrid. Por supuesto no todo el mundo estará contento. Una minoría, la formada por los banqueros, no lo estará. Pero los banqueros no mandan en una democracia, ¿verdad?