La primera entrada de este blog apareció el 30 de mayo de 2011. Han pasado 12 años y 636 entradas, el equivalente a más de 1.200 páginas de un libro. El día en que publiqué aquella entrada, tenía dos o tres más en mente, pero de ninguna de las maneras imaginé que había en mí todo lo que vino después. Le estoy muy agradecido a este blog. Por formación, ponía una cita antes de cada punto y, de tanto hacerlo, acabé confundiendo lo que era realmente mío y lo que era de otros en lo que escribía. Este blog me enseñó a abandonar aquella costumbre, me dio mi propia voz, me otorgó un lenguaje propio. Además, me permitió retomar el contacto con personas que habían ido quedando atrás y conocer a gente interesante que tenía cosas que decir. Como saben los que lo han intentado, modero los comentarios y el blog no se verá embarrado por aquellos a los que el odio los ahoga de tal manera que tienen que ir vomitándolo para poder respirar. Siempre me divirtió mucho comprobar cómo me deseabais que lo pasara la mitad de mal de lo que lo estabais pasando vosotros, pero no, vuestros deseos no serán publicados aquí. Admito, eso sí, las críticas, bien intencionadas o no, constructivas o destructivas. Todas han visto la luz y lo seguirán haciendo. Mucho más trabajo me costó admitir que tendría que publicar también las alabanzas, en especial las poco justificadas, pero vieron la luz por mucho sonrojo que me produjesen. Los que habéis dejado comentario y los que no, los que habéis pasado por aquí de casualidad y los que habéis venido expresamente a leer mis cosas, me habéis hecho mejor de lo que un día fui y solo tengo para vosotros agradecimiento. Cada fin de semana sonrío ante los 48 españoles que me siguen fielmente, el millar de norteamericanos que unos meses están y otros no, los rusos que se asoman a cualquier entrada en la que figura “Rusia” o “Putin”, las dos decenas de franceses y alemanes que se atreven mensualmente con un blog de filosofía en español, quienes se aferran a ella desde Iberoamérica y hasta esos turkmenistanos que llegaron a pasar por aquí entre tantos y tantos otros. Gracias a todos por estar ahí.
Comencé a escribir porque, como a muchos, la realidad que se vivía en el año 2011 me indignaba. Escribo muy bien enfurecido, con extremada precisión cuando estoy deprimido y mierda insoportable cuando estoy alegre. Cada trabajo requiere un estado de ánimo, el de enfrentarse a los problemas filosóficos, quiero decir, a los problemas de la realidad, también. Han pasado doce años y han pasado por mí doce años. Tal vez el mundo es más triste hoy, yo soy más viejo o ambas cosas, pero las cosas ya no me enfurecen ni me deprimen, me apenan. Me da pena en lo que se han convertido las gentes de este país, me dan pena los restos del naufragio en Cataluña, me da pena la población ucraniana, me dan pena todos y cada uno de los rusos que tienen ojos para ver, pero no capacidad para evitar, me da pena el trampantojo en que se ha convertido la filosofía y me da pena estar tan apenado. Y, mientras tanto, mientras la congoja se apodera de mí, me he embarcado en una lucha por el futuro. Por el futuro de la filosofía, por el futuro del pensamiento, por el futuro de la creatividad. Si todo sale bien y va rápido, esta lucha terminará dentro de 20 o 25 años. Probablemente, yo ni siquiera vea ese final. No elegí empezarla ni puedo elegir abandonarla, me ha tocado y no cabe otra. Paso las semanas a machetazos limpios contra la maleza que tapa el camino para llevar a la filosofía procedimientos heurísticos que se emplean en la ingeniería o la industria desde hace décadas. Llego al fin de semana exhausto, sacando fuerzas de la idea de que ya me queda una semana menos y, entonces, me veo confrontado con la amargura de comprobar que lo que para mí fue un goce, se ha convertido en una obligación.
Desde el primer día tuve muy claras las reglas que regirían este blog:
1º) No repetiría tema a sabiendas.
2º) Aunque se trataba de ver cómo la filosofía afloraba en las cuestiones de actualidad, no seguiría borreguilmente los titulares de la prensa.
3º) Cada entrada sería original, en su enfoque, en sus conclusiones y/o en su contenido.
4º) Habría una nueva entrada cada semana, moldeada el sábado, rematada el domingo por la mañana y publicada el domingo a mediodía.
He estado enfermo, cansado, aburrido, preguntándome qué sentido tenía todo, de viaje, de fiesta, pero no he faltado ni un solo fin de semana a mi cita con vosotros. Cuando descubrí TRIZ, un fascinante universo de posibilidades se abrió ante mí. Sé que no terminaré de explorarlo, pero quería trazar, al menos, las líneas principales. Para ello he tenido que aparcar proyectos en los que llevaba décadas trabajando. He tenido que alterar el programa semanal de estudios que he seguido desde que era un mozuelo. A cambio, solo he conseguido que cada línea de investigación se abriera un abanico nuevo y aún más asombroso de posibilidades. Desde hace dos años sé que todo eso, más pronto que tarde, incidiría en la vida de este blog. Me he resistido a ello todo lo que he podido, pero al final solo ha servido para convencerme de que estaba aplazando lo inevitable.
Este blog no va a morir, no va a desaparecer, al menos, no mientras yo siga con vida, simplemente no puedo seguir acudiendo a mi cita con vosotros cada semana. Aunque hay entradas que se han quedado en el tintero, ahora mismo mi prioridad es encontrar horas en el día para todos los proyectos que tengo en mente. Cuando me dejen tiempo y fuerzas volveré por aquí. Quizás sea la semana que viene, quizás el mes que viene, quizás el año que viene, sea cuando sea, no dejéis nunca de reír y filosofar.