Recuerdo haber leído en una estación de tren de Berlín en el verano de 1.991 que si la guerra de Yugoslavia se extendía a Bosnia-Herzegovina, la riada de sangre inocente que ya inundaba los Balcanes se multiplicaría exponencialmente. Nadie más pareció preocuparse por la advertencia. Recuerdo que los intereses particulares de Alemania y Francia dejaron a Europa sin capacidad de respuesta. Recuerdo a los serbios, que decían luchar contra los fascistas ustashis, los islamistas radicales y los vestigios del imperio otomano en Europa, sitiando Sarajevo. Los recuerdo masacrando inocentes en Srebenica mientras las tropas holandesas bajo mandato de la ONU miraban para otro lado. Recuerdo los bombardeos de las colas de gente intentando comprar una hogaza de pan. Recuerdo a los francotiradores, los campos de concentración, la limpieza étnica, el hambre. Recuerdo la ofensiva final croata y cómo la prensa alemana se preguntaba, con cinismo mal disimulado, de dónde habían sacado las modernísimas armas de las que hacían gala. Recuerdo a los cientos de miles de inocentes que perdieron la vida y a los que tuvieron que abandonar sus casas entre 1.992 y 1.995 como si de marcas de mi piel se tratase porque nada pude hacer, sabiendo que iba a ocurrir. Los acuerdos de Dayton crearon un Estado ficticio, con una zona serbia, la República de Srpska y una croata-musulmana, en un precario equilibrio que ha pervivido hasta hoy. La paz ha resultado tan duradera, para sorpresa de todos, como aparente, para sorpresa de nadie.
En un informe publicado el jueves, Darko Brkan, presidente de la ONG Zasto ("Por qué no") identificaba 3.592 casos de desinformación aparecidos en 2.420 artículos publicados en 752 medios bosnios entre noviembre de 2.017 y noviembre de 2.018. Los 13 tipos de manipulación categorizados por el estudio podían dividirse en dos grandes bloques, los que seguían motivaciones de carácter financiero y los que buscaban crear la confusión en asuntos políticos. Los primeros se llevaban la palma en Internet, particularmente en dispersores de información anónimos, de poca tradición o dirigidos a audiencias limitadas. Los segundos predominaban, aunque no resultaban exclusivos de, los medios de comunicación de masas. De hecho, uno de los grandes diseminadores de noticias falsas de carácter anónimo se creó poco antes de las elecciones generales de octubre de 2.018. Por supuesto, entre los grandes creadores y difusores de noticias falsas figura la televisión pública de la República de Srpska, RTRS, la agencia de noticias de la misma entidad, la SRNA y la cadena de televisión privada, dirigida al público serbobosnio, Alternativna Televizija. No obstante, un lugar destacado lo ocupa también la franquicia local del grupo de comunicación ruso Sputnik (Sputnik Serbia). Mejor todavía, el estudio muestra que EEUU, Reino Unido e Israel figuraban entre los países más perjudicados por el tipo de noticias diseminados en la región, mientras que a Rusia, Alemania, China y Turquía, se los trataba con singular benevolencia. Si hay que hablar de líderes políticos, Barack Obama y Hillary Clinton aparecían poco menos que como demonios. Por contra abundaban las loas a Donald Trump y Vladimir Putin.
Sacar consecuencias de este informe resulta fácil y hay un núcleo de académicos en Varsovia que viene advirtiendo desde hace tiempo del desarrollo de una guerra híbrida en los Balcanes por parte de Rusia, con menos atención que, por ejemplo, el caso de Ucrania o de las repúblicas bálticas, pero que, a sus ojos resulta igualmente alarmante. (véase, por ejemplo, "The Hibryd War in the Balkans"). Éste, precisamente, constituye uno de los motivos por los cuales me siento cada vez más incómodo con el término “guerra híbrida”, porque, como ya he señalado en alguna ocasión, lejos de constituir una categoría de análisis teórico, se ha convertido él mismo en un instrumento de la guerra híbrida. En efecto, si volvemos al informe de Zasto, podremos observar la curiosa presencia entre los países mejor tratados por la desinformación de los medios balcánicos de Alemania. Este hecho deja de resultar sorprendente si contamos entre los medios creadores y difusores de noticias falsas a los medios croatas.
Croacia según las malas lenguas, se fijó como objetivo hace unos años, anexionarse la parte de mayoría croata de Bosnia o, al menos, convertirla en una república cuasi independiente como la que poseen los serbios. Para ello, Croacia, miembro de pleno derecho de la Unión Europea, viene desarrollando en Bosnia un caso palmario de guerra híbrida sin que nadie utilice semejante término por el simple hecho de que forma parte de “los nuestros”.