domingo, 2 de septiembre de 2012

Radriografía de la opinión pública española

   Según las estadísticas de Google, en el último mes, 191 personas visitaron este blog. De ellas sólo 53 residían en España. No estoy muy seguro de que este dato sea correcto porque, últimamente, cada vez que entro en Google desde uno de los ordenadores de mi casa, todos los resultados me salen en portugués, pero, en fin. Menciono todo esto porque quizás debiera aclarar que las opiniones y juicios vertidos en este blog, para nada representan las opiniones y juicios del ciudadano medio español en estos momentos. De un modo muy burdo, yo diría que en torno a siete de cada diez españoles tienen una actitud que oscila entre la defensa más encendida y la indiferencia hacia el actual gobierno. Hasta el momento, he escuchado tres tipos de argumentos para sustentar dicha actitud: el gobierno actual no puede hacer otra cosa, dada la situación heredada; el gobierno actual está mejor preparado que el anterior para afrontar la situación; y, bajo ningún concepto, se puede permitir que los sinvergüenzas del PSOE vuelvan al poder (ya). Si Ud. no vive en España, como es lógico, no entenderá a qué vienen estos argumentos (en realidad, si Ud. no vive en España es poco probable que entienda nada de lo que ocurre en este país de locos), por lo que voy a tratar de explicarlos.
   En el caso de que Ud. resida en Sudamérica, puede llegar a comprender el primero de ellos gracias a un símil. "No se puede hacer otra cosa con la situación que hemos heredado" es la versión patria de: "la culpa es del colonialismo español". Como todos sabemos, el colonialismo español es el causante de todos los males de Iberoamérica, desde la gripe hasta la reciente explosión de una refinería en Venezuela pasando por el golpe de Estado contra Allende y la presencia ocasional del fenómeno de El Niño. En nuestro caso, "no se puede hacer otra cosa con la situación heredada", forma parte del pecado original de nuestra democracia. Franco no sólo fue el dictador más longevo de Europa, llegada la democracia se convirtió en la excusa perfecta para justificar todo lo que iba mal. ¿Qué las cárceles estaban saturadas? Culpa de Franco. ¿Que la policía disparaba balas de verdad en las manifestaciones? Culpa de Franco. ¿Que la economía no levantaba cabeza? Culpa de Franco. ¿Que había mucho paro? Culpa de Franco. Los sucesivos gobiernos de Felipe González hicieron de esta cantinela una forma de gobernar. "La situación heredada" abarcaba no ya los cuarenta años de la dictadura, también los desaguisados cometidos por los gobiernos de UCD. A Felipe González lo pudimos ver justificando cada escándalo de sus ministros por "la situación heredada". Poco a poco, tras repetir recurrentemente la misma canción, ésta fue penetrando en las capas más profundas de la mente de los españoles y la "situación heredada" resulta ser la causante, incluso, de la caca que el perro del vecino ha dejado en la acera. Hasta tal punto ha penetrado en la mente de los españoles, que hace unos meses, una mandataria del gobierno andaluz, echó la culpa de la mala calidad de la enseñanza a la "situación heredada", lo cual no está nada mal si tenemos en cuenta que el partido de esta eminencia lleva tres décadas gobernando en Andalucía. La "situación heredada", como el colonialismo español, es el capote con el que se nos torea para que no nos hagamos la pregunta obvia: ¿no debería gobernarnos alguien capaz de obtener resultados pese a la situación heredada? Para obtener resultados cuando las cosas van bien, sirvo hasta yo.
   Que el gobierno actual esté mejor preparado que el anterior se refiere a que los actuales ministros hacen exhibición de su buen nivel inglés. La respuesta a la pregunta que Ud. se está haciendo es no, hasta ahora ningún político español había demostrado un nivel de inglés superior al de los niños de seis años alemanes o fineses. Entiéndaseme, no es un logro menor. De ahí a considerar que por eso ya tienen méritos para gobernar hay un trecho. También Pocholo habla inglés y yo no lo pondría de ministro economía. ¡Claro! digo, yo, don Naniano Rajoy, ya veremos cómo acaba. El resultado es que todo el mundo se queda muy satisfecho viendo cómo el Sr. de Guindos es saludado efusivamente por sus colegas europeos. La verdad, a mí esas escenas no acaban de tranquilizarme. Un día de estos Schäuble lo va a besar como don Vito Corleone y entonces igual acaba por entenderse el significado último de tanta efusividad.
   Finalmente, los menos proclives al actual gobierno suelen argumentar que no se puede permitir la vuelta al poder del PSOE. Este argumento suele tomar una forma muy concisa, del tipo: "pues vuelve a votar al PSOE ¡idiota!" La gracia del asunto está en que quien así argumenta, votó en su día al PSOE y volverá a hacerlo en cuanto le digan que la crisis ha pasado. Para buena parte de la ciudadanía de este país la democracia consiste en elegir entre dos partidos que están de acuerdo en qué hay que hacer y cómo hay que hacerlo, aunque no en cómo hay que explicarlo. Si a este ciudadano trata Ud. de aclararle que el duopolio no es algo muy diferente de la dictadura, no tardará mucho en llamarle "golpista", "perroflauta" y/o "comunista".
   Quedan, naturalmente, los tres ciudadanos que sí están dispuestos a criticar a este gobierno. Unánimemente, le ofrecerán un argumento para hacerlo: que es un gobierno "fascista". Lo que quieren decir al tachar a este gobierno de "fascista", es que no es del PSOE, porque, para estos ciudadanos, como para los anteriores, la democracia consiste en elegir entre dos refrescos de cola, uno envasado en rojo y el otro en azul, que, a lo mejor, difieren en su sabor, pero que, al cabo, son la misma fucsina.
   Nadie o, por lo menos, nadie con quién yo haya tenido la oportunidad de conversar en los últimos meses, será capaz de ofrecer un argumento a favor o en contra del actual gobierno por cuestiones como que no tenemos un problema de gasto excesivo sino de recaudación; que subir el IVA, a lo mejor crea inflacción y al gobierno le viene muy bien para pagar la deuda, pero va a hundir el consumo y con él, una vez más, la recaudación; que quienes necesitan una línea de financiación europea no son los bancos, sino las familias; y muchas más cosas que vengo diciendo aquí y que no me apetece repetir una vez más. ¿Por qué resulta tan infrecuente oír estas perroflautadas?
   No se puede entender este país si no se sabe que en la inmensa mayoría de los hogares españoles se almuerza viendo el telediario. Telediario que esquematiza, empaqueta y predigiere las informaciones para que sean engullidas y asimiladas como un bocado más. Terminado este ritual de avinagramiendo cotidiano, los españoles vuelven a su interminable jornada laboral, preguntándose si son los tonos rojizos o celestes los que mejor combinan con el decorado de cartón piedra que los rodea. Y, claro, con estos mimbres, sólo nos puede salir un país de opereta, que es lo que siempre hemos tenido.

domingo, 26 de agosto de 2012

4 Lions

   Aprovechando que tenía que planchar, el otro día conseguí verme (eso sí, doblada), 4 Lions, película de Christopher Morris de 2010. En esencia, es un desarrollo, netamente británico, de lo mejor de Zohan: licencia para peinar (Dennis Dougan, 2008). Zohan tenía mucha escatología chabacana, como es habitual en el cine (supuestamente) de humor norteamericano, pero la escena de un grupo de aspirantes a terroristas llamando al teléfono de Hezbollah, merece entrar en el mismo Olimpo que el famoso camarote de los hermanos Marx. 4 Lions lleva esta idea mucho más allá, desvelando las miserias de cinco aspirantes a mártires, tan obcecados como tontos. La película es descacharrante y, pese a ello, tremendamente realista o, por decirlo mejor, realista por descacharrante.
   Empezar no empieza demasiado bien. Casi al comienzo, dos de los protagonistas se van a un campo de entrenamiento en Pakistán, donde se las apañan para pegarle un bombazo no al avión espía norteamericano al que apuntaban, sino a la casa del emir que los acogía. Aunque divertida, esta escena parece situar la película en un tono de parodia que no se corresponde con todo lo que viene a continuación. En realidad, de los campos de entrenamiento terroristas, se pueden contar muchas cosas tan o más divertidas que ésta. Todo campo de entrenamiento terrorista, proporciona, en efecto, tres tipos de enseñanzas: militar, ideológica y armamentística. Lo cierto es que la mayoría de reclutas que acuden a ellos, lo único que quieren es pegar cuantos más tiros mejor (algo que sí queda reflejado en la película) y hacer explotar el mayor número posible de artefactos en el menor plazo de tiempo. Cuando a estos reclutas se los pone a reptar bajo una alambrada o a escuchar largas conferencias sobre las maldades del imperialismo, suelen ponerse gallitos y las broncas con sus adiestradores alcanzan niveles antológicos. Ahora las cosas están un poco mejor, pero de la época de ETA, el IRA, la RAF y demás movimientos de izquierda, se cuentan historias rayanas en el surrealismo. Los anfitriones de la Rote Armee Fraktion, por ejemplo, los describen como gente que lo único que quería era tomar el Sol (desnudos, por supuesto), fumar porros y disparar. A más de uno le tendieron una encerrona para matarlo. Por su parte, los miembros de esta organización que pasaron por esos campos de entrenamiento, narran que sus instructores daban lecciones también a grupos de extrema derecha alemanes, alojados unos barracones más abajo...
   El primer objetivo que se fijan los cuatro leones de la película es, naturalmente, una mezquita. Siguiendo el modo en que los terroristas razonan realmente, el personaje llamado Barry, expone que, matando musulmanes, lograrán que los musulmanes moderados se radicalicen y los radicales se pasen a la acción directa, sumiendo Gran Bretaña en el caos. Otro de los miembros del grupo, incrédulo, le plantea que su padre va a esa mezquita. Entonces Barry le pregunta si su padre compra naranjas. Habiendo obtenido una respuesta afirmativa, concluye: "entonces tu padre financia el programa atómico judío". Como casi siempre que Barry abre la boca, sus comentarios provocan una hilarante estupefacción y, sin embargo, no hace otra cosa que enunciar axiomas que defendería cualquier terrorista que se precie. El primero de todos, el ejemplificado por este diálogo es: no hay inocentes. Y eso si están vivos, porque si ya han sido "ejecutados", entonces su propia ejecución los convierte en pérfidos enemigos. La disparatada voladura de una oveja que podemos presenciar en otra escena, la convierte, en efecto, en un objetivo legítimo, "por formar parte de la cadena alimenticia del enemigo", dice Barry y su involuntario autor es, por supuesto, un mártir.
   Toda la película es el ejemplo de algo que ya decía Descartes, que el sentido común es el menos común de los sentidos. Podemos presenciar cómo la familia del líder del grupo, con idílica unanimidad, le da ánimos para que se inmole, llenando de orgullo así a su próxima viuda y a su hijo. Hijo que, no hay que darle muchas vueltas, tratará de seguir pronto el camino del padre, pues, como muestran las estadísticas reales, el terrorismo, al igual que el color de ojos, se hereda. La cosa comienza a girar hacia la catástrofe cuando descubrimos que la falta de sentido común no es exclusiva de los terroristas. En una sucesión de actuaciones policiales, podemos contemplar: dos tiradores de élite de la policía discutiendo acerca de si un Wookiee es un género de oso o no; un grupo de asalto, matando a un rehén; un político, justificando que, en realidad, ese rehén era el terrorista, si bien, el otro tipo, es decir, el terrorista real, por motivos que el político asegura que no merece la pena analizar, activó el explosivo; a todos los servicios secretos, con la CIA detrás, machacando al (pacifista) hermano del líder del grupo por ser (supuestamente) la fuente inspiradora de todo...
   Ni que decir tiene que la estulticia mostrada por la película queda en mantillas si se la compara con la realidad. El 12 de octubre de 2001, miembros de ETA colocaron un coche bomba en Madrid, justo debajo de la señal de vado permanente de un edificio de Telefónica. La hora de la explosión debía ser las doce de la mañana. Los terroristas avisan de la colocación del coche bomba. Llegan las unidades de desactivación de explosivos con sus perros adiestrados. Los perros olisquean todos los coches de la calle pero no detectan nada. El guarda jurado del edificio, que ve el coche, llama a la policía local. También los terroristas vuelven a llamar insistiendo en la colocación del coche bomba. Hay una segunda pasada, igualmente infructuosa, de la policía. Cae la tarde. Llega la policía local. Efectivamente, parece que hay un coche mal aparcado. Algo después la grúa municipal se hace cargo de la situación. No hay manera de mover el coche. Lo empujan, lo zarandean, pero nada. Tras un buen rato de pelear contra él, la grúa consigue llevárselo. Lo pasea por media ciudad. A las doce de la noche, el coche bomba explota en el aparcamiento de la policía local para vehículos retirados de la vía pública. Afortunadamente, no mata a nadie. Los terroristas confundieron las doce de la mañana con las doce de la noche cuando activaron el temporizador.
   Al final, entre la estupidez de unos y la de los otros, en la película acaban muertos cinco terroristas, dos ciudadanos de a pie, tres policías, una oveja y un cuervo. Y es que lo terrible, lo terrible de toda esta historia, consiste en que matar, está al alcance de cualquiera, por muy tonto que pueda ser.

domingo, 19 de agosto de 2012

Una historia que es una bomba (3. Hechos, leyendas y moralejas)

   El año 1941 fue crucial para el proyecto nuclear alemán. Por un lado tenemos a un Hitler deseoso del arma definitiva y por otro a unos científicos erráticos que avanzan al paso de una tortuga con reúma. En octubre de ese año Heisenberg se entrevista con Niels Bohr. Hay dos versiones de esa entrevista. Una es la de Heisenberg, según la cual, le contó a Bohr su frustración por un programa nuclear que iba de cabeza hacia el fracaso. Otra es la de Bohr, que llega a EEUU alarmado por lo extraordinariamente cerca que están los alemanes de la bomba atómica. ¿Qué fue lo que le contó de verdad Heisenberg a Bohr? En sus memorias Heisenberg asegura que sólo le insistió sobre su intento de reconducir el proyecto nuclear hacia usos civiles, algo, desde luego, nada alarmante. Pero quizás, también deslizara su preocupación por no ser el único que estaba investigando la energía nuclear en Alemania...
   En efecto, un poquito hartos ya, la verdad, los nazis llegan a la consecuencia que también habían pergeñado los japoneses, a saber, que si uno quiere fabricar algo, lo mejor es ponerlo en manos de ingenieros y no de científicos. Justamente cuando Speer está entregando una enorme suma de dinero para su proyecto a Heisenbreg, se crean dos grupos paralelos al proyecto "oficial" para la fabricación de la bomba atómica. Uno, a cargo de Manfred von Ardenne, progresa vertiginosamente en la producción de Uranio 235, entre otras cosas. El otro, liderado por un misterioso general Kammler, no se sabe muy bien qué hacía, pero termina por fusionarse con el primero en 1944. A partir de aquí es difícil desligar lo que son hechos, de lo que son teorías, de lo que son simples leyendas urbanas.
   Es un hecho que el general Kammler nunca estuvo enterrado en la tumba que llevaba su nombre. Es un hecho que von Ardenne acaba siendo pieza clave en la fabricación de la bomba atómica soviética. Es un hecho que, en los últimos días de Hitler, un submarino, el U-234, zarpa rumbo a Japón cargado de material nuclear y de un detonador ideal para hacer explotar una bomba de Plutonio. El detonador acabará llegando a Japón, más en concreto, a Nagasaki... ¡dentro de Fat boy, la bomba de Plutonio de los americanos! El submarino acabó entregándose a éstos tras la rendición de Alemania.
   Si el submarino portaba un detonador para una bomba de Plutonio y si fue fabricado por von Ardenne, cabe teorizar que éste, en realidad, acabó aceptando las conclusiones de Bolthe y que su contribución consistió en suministrar combustible nuclear y preparar la fabricación de un ingenio que utilizase los residuos de la fisión nuclear que se producen en un reactor. Pero por aquí aparece un periodista italiano que asegura haber asistido a una prueba nuclear alemana en la isla de Rügen en 1944, prueba que se mantuvo en secreto a la prensa alemana para... ¿no subir los ánimos de la tropa? No es algo muy original, otro periodista adjudica una prueba nuclear (también exitosa, claro) a los japoneses y no en una isla remota, no, en las mismas barbas del ejército ruso al que le faltó tiempo para hacer prisioneros a todos los científicos japoneses. ¿Qué queda? ¡Ah sí, el avión! Hubo, efectivamente, un modelo modificado de avión a reacción del que, dicen, de haber volado alguna vez, hubiese podido bombardear New York. Y eso, sin necesidad de que una escuadrilla de cazas le diera protección de ningún tipo y saltándose a la torera la aplastante superioridad aérea que los aliados tenían desde principios de 1944. Pero este avión no es que pudiera volar, es que lo hizo efectivamente y no hacia el Oeste, no, sino hacia el Este, es decir, hacia donde la guerra aérea era más desfavorable. Piénselo bien, es Ud. Hitler, tiene una bomba atómica, está decidido a lanzarla contra los rusos, ¿dónde la lanza? Pues en Tunguska, claro, en plena Siberia, no vaya a ser que lanzándola en Moscú, mate a Stalin, algo que podría haberlo molestado un poco (1).
   En fin, esto es lo que tienen las leyendas, que cualquier mente golosa acaba atrapada en ellas como las moscas en la miel. Pero lo que me gusta de toda esta historia no son las leyendas a las que ha dado pie. Lo que realmente me fascina es la actitud de Heisenberg, de Hahn, de Bolthe y quienes con ellos trabajaron. Tuvieron extraordinariamente fácil declarar, tras la guerra, que siempre habían sido opositores, desde dentro, al régimen nazi. Muchos otros, en Francia y en Alemania, con menos méritos objetivos, se convirtieron de la noche a la mañana en resistentes contra el nazismo en cuanto vieron ondear la bandera norteamericana. Y es que, si uno se ciñe a los hechos, la conclusión inevitable es que hicieron todo lo posible por sabotear el proyecto nuclear alemán desde el primer día. Sólo hay un pequeño detalle que no encaja con esta manera de interpretar los hechos: las propias declaraciones de Heisenberg y de Bolthe. Cada vez que tuvieron ocasión, insistieron en que no hubo sabotaje alguno por su parte, simplemente, cometieron errores, errores incomprensibles y sistemáticos. Esta generación de científicos en particular y de alemanes en general, fue educada en la creencia de que tenían una deuda para con su país y que esa deuda tenían que pagarla aunque el país estuviese gobernado por una camarilla de sinvergüenzas. Para ellos "traidor" siempre fue un insulto peor que "colaborador", aunque esa colaboración fuese la colaboración con un gobierno criminal. Ni siquiera en el caso de que hubiesen saboteado el proyecto, cosa que no creo que hicieran deliberadamente, lo hubiesen reconocido.
   No obstante, es innegable, que durante su desarrollo, nunca mostraron la mejor versión de sí mismos. Y ésta es la primera moraleja que quisiera sacar de esta historia. Como los libros de management empresarial insisten en subrayar, está muy bien centrar todo el negocio en el cliente, pero si los empleados no son capaces de mostrar la mejor versión de sí mismos, ningún negocio dura más de seis meses. Da igual las bondades del producto, da igual la capacidad de liderazgo de la dirección, da igual los mecanismos de control, al final todo depende de que el empleado sonría, o no, al cliente, de que notifique, o no, que las bolsas de pipas no se están cerrando correctamente, de que se dé cuenta, o no, de ese tornillito más flojo de lo normal que puede parar toda la cadena de montaje. Cada uno de nosotros conoce esa multitud de pequeños detalles que, con buena voluntad, corregimos cada día y que, si no lo hiciésemos, acabarían por echarlo todo a perder. Y, a lo mejor, como Heisenberg, como Hahn, como Bolthe, deberíamos comenzar a preguntarnos si de verdad todo este proyecto nos entusiasma tanto como para que sigamos teniendo buena voluntad. Si el ideal de nuestros empresarios y políticos es sumirnos a todos en la esclavitud, quizás debamos complacerles. Seamos esclavos. Y como esclavos, dejemos de arrastrar los pies únicamente cuando azoten nuestra espalda. Habrá que contratar muchos capataces y que comprar muchos látigos para azotar tantas espaldas. Ya veremos si les salen las cuentas.
   Sí, lo sé, no son éstas las cosas que se espera oír a un filósofo. No es de extrañar, los filósofos ni siquiera se han enterado de que la ciencia necesita comunicación, intercambio de ideas, de teorías, flujo de información y que si no se quiere eso, si lo que se quiere son patentes y mantener los secretos, entonces es mejor echar a los científicos y contratar ingenieros. Pero entonces, entonces queridos lectores, ya no es de ciencia de lo que estamos hablando, estamos hablando de tecnología. Porque (y ésta es la segunda moraleja que quería sacar de esta historia), lo cierto es que, si uno deja de aprenderse de memoria párrafos enteros de los escritos de Heidegger y de Habermas y le echa un vistazo, aunque sea somero, a cómo han llegado hasta nuestras manos los aparatos que manejamos, descubrirá, inevitablemente, que ciencia y tecnología no son lo mismo.
  


   (1) Pueden leer más sobre estas historias aquí y, particularmente, aquí.



domingo, 12 de agosto de 2012

Una historia que es una bomba (2. El error de Bolthe)

   ¿Qué significaba recibir una oferta de un ministro del gobierno de la Alemania nazi? Hay una historia parecida de un personaje de enorme talento en lo suyo, que, como Heisenberg, se las tuvo de todos los colores con los nazis y que también recibió una oferta que no podía rechazar, Fritz Lang. El director de Metrópolis, M y demás joyas del cine expresionista, confesaba haberse quedado de piedra cuando un coche del Ministerio de Propaganda paró ante su casa. Fue conducido al despacho de Goebbels, donde éste, en persona, le ofreció el puesto de director de la más gloriosa factoría de cine de la época, los estudios UFA. Uno se puede imaginar la escena. Lang con su monóculo y un cigarrillo humeando en la punta de su larga boquilla negra, sonriendo amablemente y pidiéndole a Goebbels, un par de días antes de aceptar un cargo de semejante responsabilidad. Según contó en una entrevista, llevaba por casualidad el pasaporte encima, así que, tal como salió del despacho de Goebbels, se fue a su oficina bancaria, retiró todo su dinero, tomó el primer tren que salía hacia París y, desde allí, telefoneó a su mujer para decirle que se iba a los EEUU. Lang lo sabía, el principio rector del nazismo era: "con nosotros o contra nosotros".
   A Heisenberg le hubiese resultado todavía más fácil. En julio de 1939, recibió una oferta en firme durante un viaje a los EEUU para quedarse allí. La rechazó y eso acabó por conducirlo al despacho de Speer. Pero a Speer tampoco le dijo exactamente que sí. Al parecer, lo que le dijo fue que la bomba atómica era i-m-p-o-s-i-b-l-e (ahora veremos por qué). A lo mejor, un reactor para propulsar submarinos, sí se podía, pero que, de bomba, nada de nada. Acto seguido le presentó un presupuesto absolutamente ridículo para la construcción de un reactor nuclear a tres o cuatro años vista (recordemos, estamos en 1942). Speer le entregó veinte veces el presupuesto solicitado. El proyecto, bajo la supervisión de Kurt Diebner y Walter Gerlach, quedó en manos del propio Heisenberg y de Otto Hahn. Dicho de otro modo, "el arma definitiva" que asegurará la supervivencia del Tercer Reich depende del interés y voluntad de un "judio", "blanco", eso sí, y de un declarado pacifista (a raíz de su intervención en el programa de armas químicas alemanas de la Primera Guerra Mundial).
   Para entender lo que viene a continuación, hace falta dar algunas explicaciones básicas. Hacia finales de los años treinta del siglo pasado se sabía que la carrera por el manejo de la energía nuclear tenía que afrontar, de entrada, dos problemas. El primero es la escasez en la naturaleza del combustible nuclear por excelencia, el Uranio 235. El segundo es que, alcanzada una cierta cantidad de Uranio 235 se inicia de modo espontáneo una reacción en cadena que libera enormes cantidades de energía. Por tanto, es fundamental encontrar algún material que, sin "apagar", por completo la reacción, mantenga esa masa crítica de combustible nuclear dentro de un cierto umbral. Para este fin, existían dos candidatos fundamentales, el grafito y el agua pesada. La industria alemana se había mostrado muy ducha en la utilización del grafito con diversos fines, de modo que Heisenberg calculó las características que habría de tener para funcionar como moderador de la reacción nuclear. El experimento crucial y las mediciones que dejarían en claro si el grafito servía o no para tal fin, quedaron en manos del profesor (y futuro premio Nobel) Walther Bolthe. Que Heisenberg dejara en sus manos la realización de un paso clave en todo el proceso tiene su miga, porque sus relaciones con él no eran exactamente cordiales. Y no porque Bolthe fuera un exaltado nazi. A Bolthe, su cautividad como prisionero de guerra (de la Primera, claro) en Siberia, lejos de enseñarle a detestar a las (desde un punto de vista nazi) "inferiores" razas eslavas, le llevó a enamorarse de una rusa con la que se casó y vivió hasta su muerte.
   Bueno, pues, casualmente, Bolthe se equivocó en sus cálculos. Se equivocó de un modo disparatado, contrario a todo lo que se había previsto hasta entonces y contrario a los propios cálculos de Heisenberg, a quien no dudó en adjudicarle la culpa de todo. El error de Bolthe, simplemente, cambió el curso de la historia, porque llevaba a pensar que el grafito, lejos de moderar la reacción en cadena del Uranio (como efectivamente hace y se demuestra todos los días en las centrales nucleares), la apagaba por completo. Aceptar el resultado de Bolthe implicaba que sólo se podía moderar la reacción en cadena con agua pesada. Dicho de otro modo, olvídense Uds. de manejar y transportar con facilidad el ingenio atómico. A su vez, esto significaba que o los reactores nucleares serían tan pequeños como para carecer de relevancia militar o construir gigantescas piscinas de agua pesada, con el "pequeño" añadido de que la principal fábrica de agua pesada que tenían a su disposición los alemanes en esos momentos estaba ¡en Noruega! El disparatado resultado de Bolthe lanzaba el proyecto de bomba atómica alemana a una extenuante travesía del desierto. Lo más lógico hubiese sido, por tanto, asegurarse de que era correcto. Ahora bien, ¿qué hicieron Heisenberg y el resto de científicos del proyecto? ¿repasar los cálculos de Bolthe? ¿repetir sus experiementos? Pues no, los aceptaron a pie juntillas. En consecuencia, rechazaron el grafito como moderador nuclear y optaron por reactores que utilizaran agua pesada. Hablando de un modo simple, eligieron el camino más largo, costoso e improbable para fabricar un arma nuclear(1).


   (1) Pueden conocer más detalles sobre este tema en este excelente artículo.

domingo, 5 de agosto de 2012

Una historia que es una bomba (1)

   Oficialmente, el Proyecto Manhattan, fue el esfuerzo norteamericano por fabricar la primera bomba atómica. Constituyó una especie de salto con el que los EEUU se colocaron en el centro del mundo científico del pasado siglo. Por supuesto, habían existido inventores en el nuevo mundo antes de 1945, pero nunca se había producido una integración semejante de ciencia y técnica en un proyecto común y con una financiación semejante. Era, en efecto, un nuevo modo de hacer ciencia, de hecho, el modo de hacer ciencia que caracterizaría nuestro mundo a partir de entonces. La filosofía ha construido una manera muy clara de entender estos hechos, categorizando a la ciencia como mero apéndice teórico de los procesos productivos y tecnológicos. El problema, como casi siempre, es que todo esto no son hechos, es propaganda y la filosofía que de ella ha surgido ha sido filosofía propagandística. Vayamos por partes.
   El Proyecto Manhattan no fue el proyecto para la fabricación de una bomba atómica, fue uno de los proyectos puestos en marcha a finales de la década de los treinta del siglo pasado para la fabricación de un arma atómica. Los hubo, entre otros, en la Unión Soviética, Francia, Reino Unido, China, Japón y Alemania. Estos dos últimos casos son realmente interesantes, por las implicaciones que pudieron haber tenido. El proyecto japonés es, desde un punto de vista teórico, el primero. En 1934, Hikosaka Tadayoshi, había demostrado las posibles aplicaciones armamentísticas de la energía atómica y, años más tarde, Yoshio Nishina, ex-alumno de Niels Bohr, propuso al gobierno japonés llevar a la práctica las ideas de Tadayoshi. El gobierno japonés desestimó el proyecto, no por considerarlo inviable científicamente, sino porque carecía de los recursos necesarios para poner un proyecto de semejante magnitud en marcha. Si bien la Armada, inició investigaciones por su cuenta, lo cierto es que la negativa del gobierno japonés a poner los recursos necesarios sobre la mesa cerraron la puerta a la posibilidad de que Japón obtuviese la bomba atómica. Eso sí, apenas Hiroshima fue bombardeada, tuvieron información absolutamente cierta de qué era lo que se les había venido encima. Aquí tenemos ya una primera lección que aprender, una cosa es la ciencia y las posibilidades que ella abre y otra, muy diferente, que las circunstancias económicas permitan o impidan llevar tales posibilidades a la práctica. O, por decirlo de un modo más drástico, nunca hay una trayectoria recta desde la pizarra del científico a la estantería de la tienda donde se venden los nuevos productos.
   Pero el caso más interesante es, sin duda, el alemán. De todos es sabido que Hitler amenazó hasta el último instante con "el arma definitiva" que destruiría a todos sus enemigos aunque sus vanguardias estuviesen a unas pocas horas de Berlín. Hay que admitir que aquí la megalomanía de Hitler se mezcla con la fantasías de más de uno, con las toneladas de papeles del Reich todavía clasificados en los archivos norteamericanos y... con la realidad. El caso es que en 1942 el brillante arquitecto y flamante ministro Albert Speer se reúne con un señor llamado Werner Heisenberg, premino Nobel, padre fundador de la mecánica cuántica y persona de inusitado talento para ver atajos donde los demás sólo veían densos bosques. La trayectoria teórica de Heisenberg hasta ese momento, había sido recta como una bala. Aceptó de Einstein que si no hay modo de sincronizar dos relojes separados por una distancia de magnitud astronómica, es que no existe algo así como un "instante universal" . De aquí extrajo la consecuencia de que si no se puede medir simultáneamente la posición y el momento lineal de una partícula es que ésta no las tiene definidas en cada momento. El resultado es que no se puede predecir exactamente el estado final de un sistema porque es imposible conocer con absoluta exactitud el estado de ese sistema en cada momento. El mundo es indeterminado, exactamente lo contrario de lo que quería Einstein ("Dios no juega a los dados", había dicho el padre de la Teoría de la Relatividad).
   Pero si la trayectoria teórica de Heisenberg es, como digo, absolutamente clara, la "aplicación" de sus conocimientos resulta mucho más ondulada. Su padre, de formación humanista, simpatizaba con los socialdemócratas de la época. Él fue un apasionado del piano y participó con entusiasmo en el retorno a la naturaleza que pareció embargar la Alemania del período entre guerras. Estos intereses le llevaron al Bund Deutscher Neupfadfinder y a protagonizar conciertos para los obreros. Heisenberg recuerda en sus memorias cómo sus primeras discusiones con Niels Bohr, versaron no acerca de la mecánica cuántica, sino acerca de la naturaleza de dicho grupúsculo. Y es que Bohr era danés y desde Dinamarca se veía con infinita preocupación todo lo que estaba ocurriendo en Alemania, en especial, las "nuevas formaciones" que ya habían desembocado en Italia en "novedades" de signo muy claro. Pero si Bohr sospechaba de él por su nuevo romanticismo, los nazis tampoco se quedaban cortos. Hacia 1936 ya está en boga toda una campaña contra la "ciencia judía" que se ceba con particular virulencia en Einstein y en el "judío blanco" Heisenberg. Su familia tuvo que intervenir ante Himmler en persona para que las SS lo dejaran en paz.

domingo, 29 de julio de 2012

Una de mallas

   Fui más de mallas en mi juventud que ahora, en mi senectud. Tanto para mujeres como para hombres. Entre los hombres con mallas, mi favorito siempre fue Spiderman. Spiderman era la versión urbanita de Tarzán. Iba de liana en liana y tenía una novia que se llamaba Jane, eso sí, su jungla era la de los rascacielos. En la ciudad, claro está, hay que ir vestido para que no crean que eres un anuncio de calzoncillos y el Barcelona debió pagar una pasta considerable para que Spiderman luciera una versión psicodélica de su uniforme. Spiderman, además, era mucho más locuaz que Tarzán, lo cual no dejaba de ser preocupante porque, al no tener mona Chita, iba por ahí hablando solo. Al principio eso choca, pero cuando uno comprende los motivos de su neurosis, acaba por ser uno de los rasgos que lo convierten en simpático. Y es que, el bueno de Peter Parker, además de superhéroe nocturno, con los consiguientes trastornos del sueño, era un buen chico que tenía que hacerle los mandados a tía Mae, ganarse la vida como fotógrafo mileurista, terminar unos estudios que, por supuesto, no terminaba nunca, aguantar a los matones que le robaban el bocadillo y satisfacer a esa pelirroja explosiva que era Mary Jane. La verdad es que lo del pelo rojo de la novia de Spiderman para mí siempre fue un mito. Los comics que yo leía eran en blanco y negro, así que tenía que imaginármelo. Cuando por fin comenzaron a aparecer cómics de Spiderman en color, lo habían remozado para un público que apenas acababa de abandonar la niñez. Por si fuera poco, la cosa se complicaba, Mary Jane se iba a otra ciudad, a Peter Parker le crecían como setas chicas facilonas al aroma del glamour de los superhéroes y la propia tia Mae acababa casándose con su peor enemigo. Por aquel entonces yo ya tenía mis propios líos de faldas y no me apetecía tragarme los problemas de otro, así que le perdí un poco la pista y ya no he sido capaz de recuperarla. Las versiones cinematrográficas que han ido apareciendo no me han ayudado. Mary Jane me sigue pareciendo un mito. En la gran pantalla ni es pelirroja ni explosiva. Kristen Dunst tiene un palmito la mar de gracioso, pero con aquel teñido caoba de bote, parecía en permanente luto. Este es un problema bastante generalizado. Los homosexuales que dominan Hollywood y las pasarelas, han impuesto un tipo de mujer con menos curvas que el palo de mi fregona. ¿Resultado? Cada día hay más bisexuales, metrosexuales y demás masculinidades ligth. No me extraña lo más mínimo. Mi generación merendaba viendo una serie que se llamaba "V" y que estaba plagada de lagartonas enfundadas en monos superajustados. Todavía hoy, recordamos a la jefa de los malos, es decir, a la más lagartona de todas, y nos ponemos de tal modo que somos capaces de salvar al planeta y a lo que haga falta.
   Bien, comparen ahora a Spiderman con Batman, por ejemplo. Spiderman se enfrentaba con el doctor Octopus (el pulpo contra la araña, ¡a ver quién da más patadas!), al Cóndor, al Duendecillo Verde, a su propia imagen en negro... ¡Ahí era nada! En cambio, ¿a quién se enfrenta Batman? ¿a un pingüino? ¡Por favor! Batman volando y el pingüino, ¿deslizándose sobre su barriguita? ¿Y el Joker? ¿pero, a quién se le ocurrió pintarle la cara a Jack Nicholson, si está claro que él es el Joker? Y si no eres Jack Nicholson, ten por seguro que te va a costar la vida darle algo de profundidad al personaje... Peter Parker tenía que soportar un jefe que jamás estaba de buen humor, le pagaba una miseria, y sólo quería fotos de Spiderman cometiendo atracos. Batman es un dandy, un niño bien, un pijo con la raya a un lado, heredero de un imperio económico al que no afecta la crisis, guapo a rabiar y con un criado que lo sigue mimando en todos sus caprichitos. Sí, es cierto que el personaje tiene un lado oscuro. Yo siempre lo sospeché. Mucha mujer desmayada a su paso, mucha fama de playboy, y a él nunca se le veía llegar a nada con ninguna. Y encima estaba Robin. Que si soy el señor de la noche, pero sólo salgo con mi amigo Robin, que si móntate en el Batmóvil, Robin... Un día apareció un libro que confirmó mis sospechas: Técnicas de masturbación entre Batman y Robin. Frank Miller trató de remasculinizar al personaje en El regreso del señor de la noche, convirtiendo a Robin en una jovencita cañera a la que le iba un tanto la marcha. Ni aún así. Batman terminaba el relato yéndose de excursión con una banda de jovencitos con chaquetas de cuero y cadenas.
   Quiero dejarlo claro, no tengo nada en contra de Batman, es sólo que no conecto con el personaje, por mucho que mi admirado Christopher Nolan esté tratando de revitalizarlo. A quien sí detesto es a Superman. Este no sólo era cachas y guapo, además, lo único que podía vencerlo era cierto material de un planeta que está donde Cristo perdió el mechero. Más fácil, imposible. ¿Qué emoción tenían sus aventuras? La vida de Superman era incluso más fácil aún. Todo era ponerse (o quitarse) unas gafitas y su novia ya no lo reconocía. La repera, podía morrearse con otra en el mismo restaurante en que cenaba su novia, que, en cambiándose de gafas, ella ni se coscaba. Pero, vamos a ver, ¿qué es lo que le miraba esa mujer a Superman, que nunca le vio la cara? Y Clark Kent, ¿qué pasa? ¿que no se quita las gafas ni para ducharse? ¿que siempre las tiene limpias? ¿a nadie le ha parecido sospechoso que no se gradúe la vista nunca? De todos modos, lo que me revienta de Superman, no es que pueda volar a donde le da la gana sin pasar por los aeropuertos (¡casi nada!), lo que me revienta es que, además, el tipo va tan de sobrado que no le importa lo más mínimo mentir como un bellaco. "No puedo verte desnuda porque tu ropa interior tiene refuerzo de plomo y mi vista de rayos X no penetra el plomo". ¡¡Venga ya, hombre!! Entiendo que, además de lo que le pagaba el Barcelona (a este también), sacara dinero de los fabricantes de ropa interior, pero eres Superman, macho. No he oído trola mayor desde que dejé de salir con aquel amigo mío que lo primero que le decía a las chicas era: "me gustas mucho, es una lástima que yo sea impotente. Me han desahuciado los mejores urólogos de España y de los EEUU". Se lo tenía trabajado y, a poco que lo dejasen, iba describiendo, pormenorizadamente, las consultas y los tratamientos aplicados por cada uno de los especialistas. Si la chica se resistía, era capaz hasta de soltar una lágrima furtiva. Cuando el resto de nosotros estábamos empezando a ahogar en alcohol la certeza de otra noche sin sexo, él ya estaba en la cama, gritándole a la incauta de turno: "¡¡No me lo puedo creer!! ¡¡No me lo puedo creer!!" Un día, Pfizer lanzó Viagra® y se le acabó el chollo. Lo intentó durante algún tiempo con el truco de "soy un actor porno con crisis de vocación", pero, claro, ya nunca fue lo mismo.

domingo, 22 de julio de 2012

Todo es mentira

   Hacia principios de los años treinta la radio era un lujo que sólo una pequeña parte de la población alemana se podía permitir. La emisoras estaban en manos de las autoridades de cada uno de los Estados federales y la variabilidad de sus consignas hacían de ellas un modo más de generar confusión en los confusos estertores de la República de Weimar. Erich Scholz, por entonces ya muy cercano al nazismo, fue quien puso orden en aquel descontrol desde su puesto de "Comisario para la Radio del Ministerio del Interior". Scholz se aseguró de uniformizar las líneas editoriales, el formato y la programación misma de las diferentes emisoras, hasta hacer de ellas una voz única. Para Scholz, la radio alemana debía de estar al servicio "del pueblo alemán" y excluir todo lo que fuese en contra de los intereses "del pueblo". Scholz dimitió de su cargo el 22 de noviembre de 1932, unos cuarenta días antes de que Hitler fuese nombrado Canciller. Hitler y Goebbles no "se dieron cuenta" de las potencialidades de la radio una vez llegados al poder, el ascenso del totalitarismo y la desaparición de la pluralidad en la radio corrieron paralelos, hasta el punto de que cabe preguntar si hubiese ocurrido lo primero de no haberle allanado el terreno lo segundo.
   Hasta entonces, escuchar la radio era un acto social. Dado el coste de los aparatos, grupos de conocidos o amigos se reunían en torno a él y debatían el contenido de las noticias. Lo que hicieron Hitler y Goebbles fue encargarle a Otto Griessing la fabricación de un modelo barato, muy barato, de modo que cada hogar alemán se lo pudiera permitir. Se trataba de conseguir que la voz de Hitler, hablase personalmente a cada alemán, eliminando cualquier posibilidad de discutir el mensaje transmitido. No obstante, como acabo de decir, Erich Scholz realizó su fecunda labor bajo un gobierno no dictatorial(1). Existen multitud de métodos para lograr la unificación de mensajes de un modo mucho más sutil, aunque no menos peligroso, que las drásticas amenazas nazis. Uno de los más fáciles se llama "reducción de costes" y consiste en subcontratar el suministro de informaciones con alguna de las agencias de noticias al uso. De este modo, lo que el oyente entiende que es un contraste de fuentes por oír la noticia en dos emisoras de signo político contrapuestos, se trata, simplemente, de la repetición de una y la misma fuente. Pongamos ahora esta situación en contexto. Hoy día la radio no se escucha habitualmente en la intimidad del hogar y, mucho menos, prestándole nuestra atención plena como en época de los nazis. Se escucha mientras se conduce, se trabaja manualmente o se hace ejercicio, actividades todas ellas que exigen una parte de nuestra atención, mientras que la otra va absorbiendo la información de trasfondo con bastante poca capacidad crítica. Por tanto, aunque el porcentaje de población al que se alcanza se ha reducido, el poder intonxicador de la radio permanece intacto. Comprobarlo es simple, preste atención a lo que dice cualquier grupo de ciudadanos "bien informados", con independencia de que sean abogados, médicos, albañiles o barrenderos. Si han acudido a sus puestos de trabajo con la radio puesta, podrá observar en ellos la más sorprendente uniformidad en la consideración de cuáles son los "hechos" y de qué es "lo importante" de ellos. Apenas entorne un poco los ojos, hasta podrá oír las expresiones del comentarista radiofónico que habla por sus bocas.
   La demostración última de que nadie en su sano juicio puede dudar de que esos son los "hechos", de que eso es lo "importante", lo da el que otro medio (al cabo, de nuevo, la misma fuente), viene a confirmarlo y de ese otro medio no se puede dudar pues en él "vemos" lo que ocurre, la televisión. Es verdaderamente irónico que hoy día, que todos tenemos en nuestro ordenador un eficiente programa para manipular imágenes, llamado Photoshop, sigamos creyendo en la fidelidad de las imágenes que proyecta nuestra pantalla de televisor. Cualquier estudio que consulte le dirá que la televisión es el mejor medio para mentir.
   Cuento todo esto a propósito de la situación actual. Puede entrar Ud. en cualquier bar, participar en cualquier reunión, acudir a cualquier cena y oirá hablar de la prima de riesgo como si, efectivamente, fuese la prima de todos los presentes. Un borrachín de taberna cualquiera, es capaz hoy en día de disertar acerca de las implicaciones de que la deuda pública tenga un tipo de interés cercano al 7% en el mercado secundario. Y, por supuesto, por encima de todo, hasta los niños de parvulario saben que estamos en crisis. Que esté tan claro, que todo se pueda explicar de un modo tan simple, que todo sea tan obvio, lejos de ser una prueba de que estamos ante hechos "objetivos", muestra que estamos ante una buena campaña publicitaria. Los síntomas se acumulan.
   El sistema educativo conocido como "Ley del 70" fue sustituido, sin evaluar sus ventajas o desventajas, por una ley orgánica conocida como LOGSE. La LOGSE fue seguida por la LOSE a la que sucedió la LOE, la cual, a su vez, ha sido modificada en múltiples ocasiones. Todos estos cambios han tenido una dirección nítida, el sistema educativo español es cada vez peor, como lo demuestran hasta las evaluaciones más proclives al mismo. ¿Casualidad? ¿Lleva la educación española treinta años en manos de tontos?
   Nuestro queridísimo y amadísimo Sr. ex-Presidente del Gobierno, el Zapatitos, ejecutó un drástico recorte del sueldo de los funcionarios para ajustar el gasto público. La reducción del poder adquisitivo de los funcionarios generó una contracción de la economía y, con ello, hizo imposible alcanzar el objetivo de reducir el déficit público porque el Estado no recaudaba lo suficiente. Para solucionarlo, el gobierno de D. Naniano Rajoy ordenó a las autonomías un recorte en el gasto del sueldo de sus funcionarios que ha generado una nueva contracción de la economía, volviendo a hacer imposible alcanzar los objetivos marcados. Para solucionarlo, se acaban de aprobar nuevas medidas que implican nuevos recortes en el sueldo de los funcionarios y un aumento del IVA, cuya única consecuencia posible es la congelación total de la economía española y condenarnos al rescate o la bancarrota.
   Dado que estamos en crisis, las empresas tienen que despedir tantos trabajadores como puedan para reducir costes, aumentando la jornada laboral de los que quedan. Cuantos más trabajadores despidan y mayor la jornada laboral de quienes queden, menos consumidores potenciales tienen, con lo que menos demanda habrá en el mercado y menos ventas, lo cual sólo puede conducir a despedir a todos los trabajadores y cerrar la empresa.
   Si alguien tropieza en una piedra y se cae, es humano. Si tropieza dos veces en la misma piedra, es tonto. Si tropieza tres... es que tiene un plan.
   Para empezar, como ya he dicho, no hay ninguna crisis. Quien hable de crisis miente y, lo que es peor, miente porque tiene un motivo para ello, porque trabaja para quienes hacen todo lo posible por ocultar los hechos. El capitalismo no está en crisis y, mucho menos, es Europa la que está en crisis. De lo que se trata es, simplemente, de que a los ciudadanos de a pie nos han dado el timo de la estampita y ahora pretenden que nos conformemos con los recortes de periódico en lugar de nuestro ahorros. Nos han timado. Nos han timado diciéndonos que no había ningún motivo para endeudarnos más allá de nuestras posibilidades, nos han timado diciéndonos que nuestros pisos valían un precio irreal, nos han timado con escandalosas hipotecas que escapaban al más simple criterio del sentido común, nos han timado diciéndonos que podíamos confiar en las Cajas de Ahorro y nos siguen timando al pretender que paguemos (por partida doble) a los bancos. Por tanto, reducir sueldos, reducir empleo, reducir salarios, reducir la calidad de la educación, reducir el tamaño del Estado, no es la forma de salir de esta crisis, porque no hay tal crisis. Todo es un plan preconcebido para hacernos creer que los timadores son, en realidad, nuestros amigos y que nos están protegiendo, cuando lo que realmente están haciendo es volvernos más tontos, más pobres y más indefensos.


   (1) Sobre la relación entre el nazismo y la radio, pueden consultar este magnífico post del blog Cabovolo.