domingo, 22 de junio de 2025

Un experimento sobre creatividad en filosofía (2 de 2)

   Una de las razones por las que le he tomado particular cariño a mi “Caja morfológica del concepto de guerra híbrida” consiste en que el primer revisor escribió: “Se recomienda aceptar este excelente artículo sin modificaciones”. En los 150 años (o algo así) que llevo enviando textos a las revistas de filosofía, las revisiones que aconsejaban su publicación siempre venían a decir: “bueno, no le llega ni a la suela del zapato a lo que yo podría haber escrito si hubiese tenido tiempo, pero venga, publíquenlo”. Sinceramente, encontrar una revisión que calificaba mi artículo de “excelente” y que solo proponía modificaciones tipográficas me emocionó.

   Resulta comprensible que la introducción de nuevas metodologías provoque incomprensión y, de modo general, la incomprensión conduce a no reparar en información explícitamente ofrecida. Este hecho se exacerba en el caso de la combinatoria, cuyas potencialidades escapan por completo a la mentalidad del común de los mortales. Así, por más que se especifique el número exacto de 331.779 definiciones posibles para la guerra híbrida y 129.564 definiciones para la filosofía, los revisores siguen leyendo que existen “infinitas” definiciones. Se niegan a entender que un número grande, aunque finito, tiene unas implicaciones totalmente diferentes del inexhaurible infinito. De modo semejante, aunque se les diga que las cajas morfológicas abarcan todo lo que tradicionalmente hemos entendido como la “esencia” de las cosas, que permiten abandonar, por fin, la noria del ser, que esa sí que nos obliga a dar vueltas y más vueltas hasta el infinito, siguen pidiendo una “esencia”, que se les diga qué es una guerra híbrida o qué es la filosofía, como si ahí pudiera haber alguna novedad. En este momento, se produce ya la desconexión definitiva, las críticas pierden pie con lo escrito negro sobre blanco y se comienza a sacar afirmaciones de contexto y a negar cualquier afirmación encontrada al azar sin otra justificación que el simple “esto no es así”. Pero en este punto parece haber mayor prudencia en el ámbito de la estrategia militar que en el ámbito de la filosofía, pues en este último, los revisores presentan como crítica todas aquellas alusiones y desarrollos filosóficos que no conocen y que ni siquiera parecen haberse tomado la molestia de buscar en Google. Sin embargo, a los perspicaces filósofos se les pasa por alto una crítica clave de las cajas morfológicas, que el tercer revisor de la revista de estrategia, el que finalmente decidió a favor de publicar el artículo, vio con perfecta claridad. En efecto, las cajas morfológicas, tal y como aparecen en estos artículos gemelos, no exhiben pesado alguno de las diferentes definiciones de un concepto. Puede objetarse (y hay fundamento para hacerlo), que esta aceptación de todas las definiciones por igual distorsiona la radiografía de la situación que las cajas morfológicas presentan. Puede contraargumentarse, sin embargo, que precisamente este otorgar la misma importancia a todas las definiciones acaba constituyendo la base para la creatividad porque elimina nuestro sesgo valorativo y, por tanto, nos obliga a pensar fuera de nuestro modo habitual de entender las cosas, factor clave para engendrar nuevas ideas.

   En total, las tres revisiones a las que la revista de estrategia sometió mi artículo contabilizaban 1.100 palabras. Las dos revisiones de la revista de filosofía constaban de más de 1.200 palabras y uno de los revisores afirmaba que “como estos podría hacer muchísimos otros comentarios”. Comparar estas revisiones desata inmediatamente la risa. A este revisor la redacción le parecía descuidada, carente de orden y con frases incomprensibles. Al otro revisor de filosofía, la redacción le parecía “clara”. Igualmente desternillantes resultan las coincidencias entre los diferentes revisores que recomendaban no publicar los artículos. Sin, aparentemente, plantearse lo que sus afirmaciones significan para sus respectivas disciplinas, tanto un revisor de la revista de filosofía como uno de las revista de estrategia, negaban la aplicabilidad de las cajas morfológicas a su campo de estudio argumentando que en él las palabras pueden significar cualquier cosa, que presentan una equivocidad que las hace adaptarse a lo que se le antoje a quien las usa. Lo cual no impedía al mismo revisor de la revista de estrategia rechazar la publicación porque “el trabajo queda circunscrito a un ejercicio mental” (¿qué otra cosa queda si a los términos de una disciplina los caracteriza su equivocidad?) Pero si un revisor de filosofía rechazaba la publicación de mi artículo porque en filosofía las palabras significan cosas diferentes dependiendo de quien las emplee, el otro revisor de la revista de filosofía rechazaba la publicación de mi artículo porque “el trabajo realizado parece no ser algo más que un mero juego con palabras”, acusación chistosa donde las haya en el mundo de la filosofía. 

   El artículo dedicado a la guerra híbrida contenía una crítica a cierto alto mando de la Guardia Civil por tergiversar una cita. Ninguno de los revisores consideró que mereciera un comentario esta circunstancia. El artículo dedicado a la filosofía contenía una crítica a cierto profesor de filosofía por omitir una cita. Una parte de los comentarios del revisor que podía efectuar “muchísimos otros” consistía en una larga parrafada para disculpar a quien había omitido la cita con el argumento de que esta no pertenecía a Jacques Maritain, como yo decía, sino a Gustavo Bueno o a Aristóteles mismo (!?) 

   El artículo explicaba que las cajas morfológicas habían demostrado su aplicación en una gran variedad de campos y que tenían pretensión de aplicabilidad en todas las áreas del saber, lo cual no evitó que uno de los revisores de la revista de filosofía considerase “injustificada” y “arbitraria” “la extrapolación de un método… [de] la astronomía”. Al parecer, los filósofos saben lo que pasa en el cielo sin necesidad de mirar por telescopios. 

   Existen dificultades no sé si llamarlas formales o materiales, para escribir un artículo sobre una caja morfológica que consiste en la enorme cantidad de fuentes que obliga a citar, lo cual genera problemas muy sensibles para mantenerse en el cómputo total de palabras que habitualmente exigen las revistas. Eso conlleva la búsqueda de criterios que permitan limitar el número de definiciones tenido en cuenta, algo que entendieron perfectamente los revisores de la revista de estrategia pero que los filósofos consideraron decisiones “arbitrarias” o “injustas”. 

   Que dos revisiones de filosofía ocupen más espacio que tres revisiones del mundo de la estrategia, que los filósofos se nieguen a mirar por el telescopio de un astrónomo, que se prefiera reconocer la propia ignorancia a efectuar una elemental búsqueda en Google, defender cualquier cosa que vaya en contra de lo que se dice en un artículo, por incidental que resulte para lo que se quiere concluir y utilizando no importa qué argumentos, que se consideren “arbitrarias” o “injustas” decisiones adoptadas para someterse al formato solicitado, sostener ora una cosa, ora la contraria, para aumentar el número de críticas obviando, sin embargo, las que en justicia podrían hacerse, todo ello resulta compatible con un rechazo visceral y furibundo a lo propuesto. Pero, por si no hubiese quedado claro, hay pasajes de las revisiones en las que su autor casi acaba por confesar lo que realmente piensa. El segundo revisor de la revista de filosofía escribió que “no se puede hablar "desde fuera" de la filosofía, y podría decirse que este es el error esencial del artículo” y, más adelante, insistió en que había que rechazar el artículo porque las nuevas definiciones de filosofía “se hacen desde "fuera" no de la filosofía, como él [yo] dice, sino de una filosofía propia” (cursiva mía). “Hay que tener una filosofía reconocida y aceptada por todos, hay que pertenecer a una escuela, para hacer cosas nuevas, señor mío”, parece haber pasado por su mente al escribir estas líneas. La filosofía, como la entiende la mayor parte de quienes pueblan el ámbito de la filosofía hispánica, consiste en rumiar los textos, en amasarlos como panaderos, en prolongar rancias tradiciones escolásticas y, únicamente después de haberse empapado de sus prejuicios, de sus presupuestos, de sus anteojeras hasta el punto de no poder abandonarlas ya nunca, puede darse el minúsculo paso adelante de llamar la atención sobre un pasaje poco citado, una nota a pie de página, al que se le otorgará una explicación que todo el mundo podrá entender porque apenas si se aparta de lo ya dicho siempre por todos. A quien lo haga se lo aplaudirá como al primer gran filósofo del siglo XXI hasta que aparezca otro escolarca que haga exactamente lo mismo. 

   En conclusión, nuestro experimento confirma que la filosofía acoge con mucho menos entusiasmo la creatividad que otras ramas del saber a las que la filosofía se considera muy superior en términos de tolerancia o racionalidad. En la filosofía contemporánea la fuerza de la tradición puede mucho más que la fuerza de la razón y pocos de quienes cuentan la anécdota hubiesen dudado en condenar a Galileo. Por supuesto, se necesitan nuevos experimentos, nuevas metodologías, aplicarlos a otros ámbitos lingüísticos, para apuntalar o descartar esta conclusión. No obstante, de este resultado pueden extraerse ya recomendaciones para las revistas de filosofía. Por ejemplo, allí donde se dice que constituye un requisito imprescindible para la aceptación de un manuscrito su originalidad, que añadan entre paréntesis: “no excesiva”. De este modo las revistas podrían disminuir el volumen de recepción de manuscritos y ahorrarse tiempo dándole capotazos a sujetos como yo. En esta época en la que no tenemos tiempo para nada, la sinceridad supone una considerable economía, cuestión sobre la que quizás escriba próximamente. Mientras tanto, dejo aquí una versión apenas modificada del artículo, el programa utilizado para generar cajas morfológicas y la hoja de excel que contiene 129.564 definiciones de filosofía. Quienes llevan 2.500 años dando vueltas en la noria del ser no apreciarán en ella valor alguno, pero a quienes andan siempre a la búsqueda de nuevos juguetes con los que jugar, seguro que les proporcionará momentos de gozo. Podéis tomar de ellas las que queráis, podéis llevaros la docena, el centenar, los miles de definiciones que más os gusten, imaginar en qué mundos jugarían un papel trascendental, construir los textos filosóficos en los que podrían hallarse incluidas, seguir sus reglas de competencia y colaboración con otras definiciones, medir las distancias respecto de las definiciones clásicas, etc. etc. Pero no olvidéis nunca reír y filosofar.  

domingo, 15 de junio de 2025

Un experimento sobre creatividad en filosofía (1 de 2)

   Como ya expliqué, este blog había quedado pausado porque me enfrentaba a una guerra que atraviesa su cuarto año y cuyo final ni vislumbro ni vislumbraré. Esta guerra tiene como objetivo la popularización, dentro del campo de la filosofía, de procedimientos heurísticos para la creación sistemática de nuevas ideas. A lo largo de estos meses he ido enviando sucesivas oleadas de artículos a las más diversas revistas del campo. Una primera oleada la compusieron artículos de lo que podríamos llamar “creatividad pura” basada en TRIZ. En una segunda oleada se abordaron temas o bien con cajas morfológicas o bien con un procedimiento de mi creación que utilizaba tanto a estas como los protocolos de TRIZ. Intercalada con ambas existe una tercera oleada de lo que podríamos llamar “artículos divulgativos”, en los que no se muestra la utilidad de estas heurísticas sino que, simplemente, se las da a conocer. La recepción de artículos, drásticamente originales, que no se encuadran en ninguna escuela filosófica existente, que chorrean ideas nuevas por todas partes, desde su estructura hasta sus conclusiones, han generado tres tipos de respuestas por parte de las revistas de filosofía. Un número significativo de ellas se han puesto de perfil, rechazando los artículos por “tener muchos en espera” o por “carecer de revisores adecuados”. He recibido comentarios de los revisores del tipo “yo… bueno, ejem… si por lo menos estuviera escrito en inglés… pero, así, sin saber quién lo ha escrito…” La mayoría de las revisiones de rechazo mostraban respuestas viscerales, calificando el artículo en cuestión de “disparatado” en el mejor de los casos. Finalmente, en un puñado de revistas, encontré personas que se toman en serio su trabajo de divulgar las fronteras del saber y que pelean incansablemente hasta encontrar revisores que ofrezcan un juicio ponderado de lo contenido en los artículos que reciben. 

   Inevitablemente, en una guerra como esta, te asaltan las dudas: ¿acaso me empeño en introducir novedades en el campo más refractario a las novedades? ¿acaso me empeño en introducir novedades en el ámbito lingüístico más refractario a introducir novedades? ¿a qué comparativa hace referencia ese “más”? ¿la filosofía hispánica tiene más aversión a la creatividad que la teología hispánica, que la física hispánica, que la historiografía hispánica? ¿Qué responderían los filósofos si se les preguntase quién muestra mayor desprecio hacia las ideas nuevas que ellos? ¿responderían que todo el mundo? ¿que todo el mundo menos los artistas? ¿alguno mencionaría que en el ámbito castrense hay más creatividad que en la filosofía? Para responder a estas preguntas decidí realizar un experimento.

   La hipótesis de partida consistiría en que la filosofía tiene más aversión a la novedad que otros ámbitos del saber como, por ejemplo, el ámbito militar. Para contrastarla diseñé el siguiente experimento. En primer lugar, escribir dos artículos altamente creativos, tanto a nivel de estructura como de metodología aplicada y de las ideas desarrolladas. Pertenecerían a dos ámbitos diferentes, uno de ellos a la filosofía y otro a la estrategia militar. Se enviarían a dos revistas de reconocido prestigio. Comparando la recepción de uno y otro se podría tener una idea muy clara de la tolerancia a las nuevas ideas de cada ámbito. Como metodología se eligió las cajas morfológicas. En este caso, la caja morfológica se utilizaría para analizar un concepto del mundo de la estrategia militar y otro del mundo de la filosofía. El empleo de cajas morfológicas para el análisis de conceptos solo posee un precedente, el análisis del concepto de propiedad emergente por parte de Tom Ritchey en 2014. Para el presente experimento se eligió el concepto de “guerra híbrida” del mundo de la estrategia militar y el propio concepto de filosofía. 

   En la caja morfológica de la filosofía se utilizaron un centenar de definiciones extraídas mayoritariamente de diccionarios de filosofía al uso. No había nada así para el concepto de guerra híbrida, de modo que se recurrió a cerca de 80 artículos y libros sobre la materia. Estructuralmente, los epígrafes de uno calcarían los del otro. Se renunció a dar ninguna definición nueva de “guerra híbrida” porque el análisis de dicho concepto lo desveló como absolutamente problemático, con lo que no tenía sentido prolongar la cadena de sus definiciones. Por contra, una parte significativa del artículo de filosofía consistió en proporcionar una docena de nuevas definiciones de filosofía. Mientras que la revista de estrategia imponía un límite temporal para la entrega de originales, nada así había para la revista de filosofía, de modo que procedí a redactar en primer lugar la caja morfológica del concepto de guerra híbrida, artículo enviado en octubre de 2023 y aceptado para su publicación en enero de 2024 por la Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos vinculada al Ministerio de Defensa. En esta tesitura, decidí sesgar el experimento. La carta de presentación del artículo de filosofía incluiría ya una cita expresa a ese artículo, de modo que el equipo de redacción de la revista de filosofía seleccionada habría quedado preavisado de que la aplicación de esta nueva metodología en lo que se refiere al análisis de conceptos había recibido el visto bueno en otro ámbito del saber. El 10 de octubre de 2024 envié la caja morfológica de la filosofía a cierta prestigiosa revista vinculada a la Universidad Complutense de Madrid. Nueve días después recibí un e-mail estándar en el que se rechazaba hasta la posibilidad de someterlo a revisión por "no ajustarse a los intereses de nuestra revista". Dicho de otro modo, la creatividad, la incorporación de nuevas metodologías, la novedad, no le interesa a esta revista de filosofía. No forma parte de los intereses de la filosofía española dar voz a las nuevas ideas. 

   Desde luego, pude dar el experimento por concluido. Para el 19 de octubre de 2024 no solo había quedado claro que el mundo de la estrategia militar en España acoge con mucho mejor ánimo las nuevas propuestas que el mundo de la filosofía española, sino que yo ya sabía también que esa acogida se extendía a los lectores de ese ámbito, pues mi artículo sobre la guerra híbrida caminaba por entonces hacia las 200 descargas con paso firme (de las cuales solo dos había efectuado yo). Sin embargo, quedaban algunos cabos sueltos. Al fin y al cabo, dejar patente que la facultad de filosofía de la Universidad Complutense tiene aversión a las nuevas ideas no requería tanto esfuerzo. Además, me lo habían dicho muy claro, pero el experimento se diseñó para averiguar cómo de alto podía llegar a gritar  el mundo de la filosofía cuando se lo confronta con nuevas ideas y ese dato no lo tenía. En mi poder se hallaban los comentarios que me enviaron los revisores de la revista de estrategia y el experimento se diseñó para contrastarlos con los comentarios de revisores procedentes del mundo de la filosofía. Decidí, en consecuencia, prolongar el experimento. Mi primer escrito sobre la aplicación de heurísticas a nuevos campos versó sobre temáticas de seguridad. A resultas de él recibí una invitación de la Universidad Militar Nueva Granada en Bogotá para participar en un coloquio. Por tanto, elegí una revista colombiana para proseguir mi experimento. Y aquí sí, obtuve las revisiones que iba buscando.

miércoles, 15 de noviembre de 2023

¿Qué es el futuro?

   Hasta ahora, la metafísica solo ha sabido decirnos lo que el ser es. Y lo malo de una metafísica que habla desde el ser, sobre el ser y para el ser no consiste en que incurra en absurdas circularidades ni en que momifique la realidad, momifique la razón y hasta momifique a quienes la hacen, lo verdaderamente perverso que hay en ella radica en que pretende reducir nuestro horizonte a las formas del ser. Nada mejor para conseguirlo que cercenar cualquier capacidad productiva, predictiva, innovadora. Si todo lo que es ha sido desde siempre, si el futuro de la metafísica radica en pensar por adelantado lo que viene hacia nosotros desde la esencia de la identidad de hombre y ser, exactamente del mismo modo que fue hacia Heráclito y Parménides, si se trata de corresponder a cualquier forma de esencia, entonces nada nuevo cabe esperar del futuro más que lo que ya ocurrió, ninguna novedad habrá en una forma de destrucción masiva del porvenir que no se encontrase ya contenida en las primeras formulaciones del principio de razón suficiente y, por encima de todo, ninguna capacidad inventiva necesitaremos para enfrentarnos a ello. El futuro no es más que el pasado. Ser futuro significa para la tradición vigesimica ser uno, eterno, inmutable, esférico, ser por todas partes lo mismo, ser permanente e inmóvil. La historia, como la flecha de Zenon, nunca puede salir de sí misma, nunca puede proyectarse más allá de sus límites, nunca puede avanzar. Y si en algún momento avanzase, si en algún momento hubiéramos de admitir que existe un fin que perseguir, un objetivo que lograr, una causa final que lo mueve todo y hacia la que todo tiende, la unicidad de ese fin no nos llevaría más que al mismo punto de partida, como el sol, como la luna, como la esfera de las estrellas fijas. El movimiento es perpetuación de lo mismo, mantenimiento de las formas eternas, con horizonte fijado en la catarata del fin del mundo. Al cabo, Occidente solo ha predicado el ser verdadero de lo que no tiene futuro, de Aquel para quien pasado y futuro significan exactamente lo mismo: nada. He ahí el punto de vista de la filosofía. Desde luego el punto de vista sub specie aeternitatis, pero, por encima de todo, el punto de vista del futuro en singular, en el que culminan el Espíritu Absoluto o el Capital, en el que todo vuelve o todo acaba, que para el caso significan lo mismo. No hay más que leer a Schelling para constatar que la filosofía se ha entendido a sí misma como testigo de lo que hace época, de lo que queda en la historia, de lo que la autoconciencia reconoce como su pasado. Las tareas de la filosofía coinciden en este sentido con la historiografía, hasta el punto de que los más adelantados predican que filosofía e historia de la filosofía coinciden. Y, como la historiografía, la filosofía ha adoptado el punto de vista de la narración victoriosa, de la narración que, por cuestiones políticas, económicas, militares o de pura meritocracia administrativa, se impusieron a las otras, convirtiéndolas en el punto de vista sancionado por la racionalidad. La narración del pasado, la filosofía entendida como narración acerca de lo que le sucedió al ser, al Espíritu, al Capital o a la religión, no hace más que servir rastreramente a lo dado. Los cartagineses, los judíos, los palestinos, los indios exterminados en América o en la India, el comunismo, no solo sucumbieron a las derrotas, el exterminio y el abandono, además, por eso mismo, se los priva de contenido, de razón, de ser. El ser, como el talento, constituye un privilegio de quien triunfa. Queda únicamente dar la vuelta a esta afirmación: puesto que lo que es triunfó, ya nunca podrá dejar de ser. La democracia liberal sobrevivirá con mucho al Reich de los 1.000 años perdurando por toda la eternidad ya que sus alternativas no son. No se trata, como quiere Inayatullah (“Futures through Stories”, Critical Muslim, Jaunary-March 2019, 29, págs. 57 y 59), de una letanía que de tanto repetir la descripción del futuro oficial acaba por hacerlo... oficial. Se trata de que el futuro es incuestionable porque la narración acerca de lo que es solo puede tomar la forma de una letanía, en la que futuro y pasado se confunden e intercambian. La crítica a la fantasía, el desprecio a la imaginación, taparse ojos y oídos para obstinarse en que la filosofía no puede hacer prospectiva, forman parte de la propia pregunta acerca del ser, pues, obviamente, los innovadores no utilizan como faro de sus pesquisas lo que las cosas son. Bien al contrario, los creadores, los inventores, los forjadores de nuevas teorías, llámense Maxwell, Edison, Hölderlin o Leibniz, se han preocupado siempre por lo que las cosas no son. Si el riesgo de abandonar el ser, de olvidarnos del ser, consiste en que podemos aventurarnos por los caminos de H. G. Wells cuando predijo la creación de los tanques, de Julio Verne cuando anticipó los submarinos o de Isaac Asimov cuando mostró la posibilidad de satélites geoestacionarios, podemos lanzarnos tranquilos por semejantes derroteros, pues, no cabe duda, la posteridad nos juzgará con benevolencia.

   El futuro es nada, no es, pero no porque carezca de realidad, sino porque carece de la unicidad, del estatismo, de la inmovilidad del ser. El futuro se dice únicamente en el discurso que no afirma ni niega nada del ser de las cosas. El futuro, a diferencia del ser, se dice siempre en plural. No hay futuro, hay futuros. Futuros posibles, futuros probables, futuros improbables y futuros imposibles. A nosotros nos corresponde elegir hacia cual de todos ellos queremos ir. Después vendrán los filósofos y nos contarán que ese futuro era inevitable.

domingo, 27 de agosto de 2023

Duelo de titanes.

   Vivimos en España una lucha de poder sin igual, una confrontación entre dos modos de entender el destino de este país, entre dos Weltanschauungen que decidirá nuestro destino en la próxima década. Y no me refiero a la formación de gobierno, que eso apenas si será una carambola del duelo de titanes al que me estoy refiriendo, el de Pedro Sánchez con Luis Rubiales.

   Ya he explicado aquí que se llama diwan a la corte de las maravillas que rodea a Su Majestad, el sátrapa de Marruecos. El diwan tiene una ideología, un objetivo y un modelo de país muy claro y definido llamado dinero. Constituye uno de los pilares de la monarquía alauí. El otro es el apoyo norteamericano desde su fundación. Pero, claro, los norteamericanos no dan dinero, más bien, hay que ponerle una alfombra roja a quien venga de allí para quedarse con cualquier parcela de lo económicamente rentable. Si tu hambre de oro no queda saciada con lo que puedes arrebatarle a tus súbditos, existe una manera de multiplicarlo llamado "Mundial de fútbol". Marruecos lleva 30 años intentando conseguir uno. Siempre ha tenido factores en contra. Primero fue que carecía de la infraestructura básica, después su irrelevancia futbolística y, finalmente, lo otro. En qué consiste "lo otro" lo comprobó en sus propias carnes el insigne Luis Rubiales. Cuando llegó a la presidencia de la honorabilísima Real Federación Española de Fútbol, encontró encima de la mesa de su despacho un generoso sobre de billetes a modo de felicitación de Su Majestad, el déspota de Marruecos. Ni corto ni perezoso, Rubiales decidió que la Supercopa de España de ese año se celebrara en Tánger, que en aquella época era el estadio más grande del mundo sin luz ni agua. Los argumentos del impresentable de Rubiales para esta decisión fueron contundentes: el rey lo pagaba todo. Y allí que fueron equipos y un puñado de aficionados para entender cómo se sentía uno trabajando como animador en una fiesta de Su Majestad. Rubiales el facineroso no se quedó ahí, se sacó de la manga que los problemas marroquíes con el mundial se solucionarían acudiendo conjuntamente con España. Se lo largó a Pedro "el hermoso", junto con el regalo que le habían hecho los marroquíes, y a Pedro se le pusieron los ojos como platos. Pero cuando Rubiales acudió con la milonga a la UEFA se topó con "lo otro".

   La UEFA es un Estado dentro de ese Estado llamado FIFA. Agrupa a las ligas más rutilantes del mundo y nunca han entendido cómo sus votos valen dentro de la FIFA tanto como los votos de Oceanía. De hecho, se tomaron como una ofensa que los marroquíes los hubiesen intentado sobornar… con las mismas cantidades que a los demás. Peor se tomaron que los puentearan llevándose la Supercopa de Francia e Italia a su país y aún peor que Rubiales hubiese hecho lo propio sin consultarles. Da cuenta de la dimensión de la bronca que recibió, que cuando Pedro el venusto dio a conocer la candidatura conjunta de Marruecos y España a los pies de Su Majestad alauí, la RFEF dijo que no sabía nada. Los mensajes que se intercambiaron Pedro y Luis fueron elocuentes. Pedrito le echó en cara haberlo dejado con el culo al aire y Luisito le respondió que tenía que explicarle (lo que le habían dicho en la UEFA). Pero Pedro ya se la tenía jurada, así que le dijo que hablara con el Ministro de Deportes, que, para un presidente de la RFEF, es como decirle que hable con Satanás. La respuesta del baboso de Rubiales fue contundente: si quería un mundial, tenían que hablar ellos dos. Pedro "el hermoso" se encontró en una situación difícil. Por una parte, necesitaba el trabajo de "gota a gota" que Rubiales podía hacer en la UEFA para conseguirle el mundial a Marruecos. Por otra parte, había que hacerle pagar a Rubiales su traición. Así que hizo lo que cualquier político hace cuando quiere deshacerse de alguien: acercarse a él, protegerlo, convencerlo de que tiene el control, vamos lo que Putin ha hecho con Prigozhin. Pero los marroquíes ya le habían pinchado el teléfono a Pedro el especioso gracias a un software que recibieron como premio por su reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel. Conocían sus secretos más íntimos, los puticlubs de los que tuvieron que echarlo, sus cuentas corrientes en Panamá, sus servicios a China, en fin, lo normal de cualquier político español. Lo primero que tenía que hacer si quería deshacerse de Rubiales era convencer a los marroquíes de la fidelidad a la causa, así que les regaló el Sahara Occidental…

   Mientras tanto, el repugnante de Rubiales sirvió como regadera del dinero de Marruecos para la UEFA hasta el punto de que lo han nombrado vicepresidente por unanimidad "casualmente" a la vez que la UEFA cambiaba su postura respecto de la candidatura conjunta de Portugal, Marruecos y España. "Casualmente" también, Marruecos ha ido adquiriendo relevancia futbolística y en el último mundial eliminó a España y a Portugal. "Casualmente" España no consiguió marcar ni un solo penalti en su eliminatoria con Marruecos, algo que el sinvergüenza de turno, quiero decir, el seleccionador nacional, se tomó con tranquilidad estoica sentado en su banquillo. Pero, claro, tantas casualidades, tanto ascenso, tantos cariñitos de Pedro "el hermoso" y tantas juergas a cargo de las tarjetas de la federación se han subido a la brillante cabeza de Rubiales. Así que, tras haberse puesto a punto los huevos junto a Su Majestad la Leti, le largó un morreo ante las cámaras de todo el mundo a una de las jugadoras españolas que había conseguido el histórico hito de ganar el mundial femenino, convirtiendo así este hito histórico en un montón de mierda. Pedro "el hermoso" ha visto llegada su oportunidad y se ha puesto a la cabeza del clamor popular contra Rubiales. Al fin y al cabo, parece que el voto de la UEFA está asegurado y eso le da el mundial o su parte correspondiente a Marruecos, así que Rubiales se ha vuelto prescindible. Pero Rubiales es presidente de la RFEF, es decir, es Dios y no solo no va a dimitir, sino que va a llamar a Casablanca a decirles que sin él se quedan sin su mundial. Sánchez sobrevivió a la Susanita, sobrevivió a todas las campañas que El País lanzó contra él, ha sobrevivido a encuestas en contra, pero desde esta semana se enfrenta a su reto más desafiante, sobrevivir a Rubiales. En cualquier caso, ya sabemos quién va a salir perdedor de esta duelo de titanes, Jennifer Hermoso y, por añadidura, el resto de sus compañeras de la selección, que para eso son mujeres y les han dado a las mujeres de este país y a quienes en él aman el deporte de verdad una alegría.

domingo, 4 de junio de 2023

Nuevas reglas.

   La primera entrada de este blog apareció el 30 de mayo de 2011. Han pasado 12 años y 636 entradas, el equivalente a más de 1.200 páginas de un libro. El día en que publiqué aquella entrada, tenía dos o tres más en mente, pero de ninguna de las maneras imaginé que había en mí todo lo que vino después. Le estoy muy agradecido a este blog. Por formación, ponía una cita antes de cada punto y, de tanto hacerlo, acabé confundiendo lo que era realmente mío y lo que era de otros en lo que escribía. Este blog me enseñó a abandonar aquella costumbre, me dio mi propia voz, me otorgó un lenguaje propio. Además, me permitió retomar el contacto con personas que habían ido quedando atrás y conocer a gente interesante que tenía cosas que decir. Como saben los que lo han intentado, modero los comentarios y el blog no se verá embarrado por aquellos a los que el odio los ahoga de tal manera que tienen que ir vomitándolo para poder respirar. Siempre me divirtió mucho comprobar cómo me deseabais que lo pasara la mitad de mal de lo que lo estabais pasando vosotros, pero no, vuestros deseos no serán publicados aquí. Admito, eso sí, las críticas, bien intencionadas o no, constructivas o destructivas. Todas han visto la luz y lo seguirán haciendo. Mucho más trabajo me costó admitir que tendría que publicar también las alabanzas, en especial las poco justificadas, pero vieron la luz por mucho sonrojo que me produjesen. Los que habéis dejado comentario y los que no, los que habéis pasado por aquí de casualidad y los que habéis venido expresamente a leer mis cosas, me habéis hecho mejor de lo que un día fui y solo tengo para vosotros agradecimiento. Cada fin de semana sonrío ante los 48 españoles que me siguen fielmente, el millar de norteamericanos que unos meses están y otros no, los rusos que se asoman a cualquier entrada en la que figura “Rusia” o “Putin”, las dos decenas de franceses y alemanes que se atreven mensualmente con un blog de filosofía en español, quienes se aferran a ella desde Iberoamérica y hasta esos turkmenistanos que llegaron a pasar por aquí entre tantos y tantos otros. Gracias a todos por estar ahí.

   Comencé a escribir porque, como a muchos, la realidad que se vivía en el año 2011 me indignaba. Escribo muy bien enfurecido, con extremada precisión cuando estoy deprimido y mierda insoportable cuando estoy alegre. Cada trabajo requiere un estado de ánimo, el de enfrentarse a los problemas filosóficos, quiero decir, a los problemas de la realidad, también. Han pasado doce años y han pasado por mí doce años. Tal vez el mundo es más triste hoy, yo soy más viejo o ambas cosas, pero las cosas ya no me enfurecen ni me deprimen, me apenan. Me da pena en lo que se han convertido las gentes de este país, me dan pena los restos del naufragio en Cataluña, me da pena la población ucraniana, me dan pena todos y cada uno de los rusos que tienen ojos para ver, pero no capacidad para evitar, me da pena el trampantojo en que se ha convertido la filosofía y me da pena estar tan apenado. Y, mientras tanto, mientras la congoja se apodera de mí, me he embarcado en una lucha por el futuro. Por el futuro de la filosofía, por el futuro del pensamiento, por el futuro de la creatividad. Si todo sale bien y va rápido, esta lucha terminará dentro de 20 o 25 años. Probablemente, yo ni siquiera vea ese final. No elegí empezarla ni puedo elegir abandonarla, me ha tocado y no cabe otra. Paso las semanas a machetazos limpios contra la maleza que tapa el camino para llevar a la filosofía procedimientos heurísticos que se emplean en la ingeniería o la industria desde hace décadas. Llego al fin de semana exhausto, sacando fuerzas de la idea de que ya me queda una semana menos y, entonces, me veo confrontado con la amargura de comprobar que lo que para mí fue un goce, se ha convertido en una obligación.

   Desde el primer día tuve muy claras las reglas que regirían este blog:

   1º) No repetiría tema a sabiendas.

  2º) Aunque se trataba de ver cómo la filosofía afloraba en las cuestiones de actualidad, no seguiría borreguilmente los titulares de la prensa.

   3º) Cada entrada sería original, en su enfoque, en sus conclusiones y/o en su contenido.

   4º) Habría una nueva entrada cada semana, moldeada el sábado, rematada el domingo por la mañana y publicada el domingo a mediodía.

   He estado enfermo, cansado, aburrido, preguntándome qué sentido tenía todo, de viaje, de fiesta, pero no he faltado ni un solo fin de semana a mi cita con vosotros. Cuando descubrí TRIZ, un fascinante universo de posibilidades se abrió ante mí. Sé que no terminaré de explorarlo, pero quería trazar, al menos, las líneas principales. Para ello he tenido que aparcar proyectos en los que llevaba décadas trabajando. He tenido que alterar el programa semanal de estudios que he seguido desde que era un mozuelo. A cambio, solo he conseguido que cada línea de investigación se abriera un abanico nuevo y aún más asombroso de posibilidades. Desde hace dos años sé que todo eso, más pronto que tarde, incidiría en la vida de este blog. Me he resistido a ello todo lo que he podido, pero al final solo ha servido para convencerme de que estaba aplazando lo inevitable.

   Este blog no va a morir, no va a desaparecer, al menos, no mientras yo siga con vida, simplemente no puedo seguir acudiendo a mi cita con vosotros cada semana. Aunque hay entradas que se han quedado en el tintero, ahora mismo mi prioridad es encontrar horas en el día para todos los proyectos que tengo en mente. Cuando me dejen tiempo y fuerzas volveré por aquí. Quizás sea la semana que viene, quizás el mes que viene, quizás el año que viene, sea cuando sea, no dejéis nunca de reír y filosofar.  

domingo, 28 de mayo de 2023

ChatGPT (2 de 2)

   Todas las versiones de ChatGPT aparecidas has ahora solo sirven para prolongar interminablemente la perorata de cosas sabidas por todos sobre los temas que todo el mundo conoce, narrados tal y como se ha hecho hasta el momento, pero, para eso, sinceramente, mejor no prolongar la sucesión de memeces fotocopiadas que pueblan Internet a menos que queramos volverlo inservible. A quienes pretenden crear cosas nuevas y alejarse de lo consabido le sirven únicamente como guías negativas, para saber lo que no tiene que decir, lo que no tiene que citar y el punto de vista que no debe adoptar. Mis intentos de ahorrar tiempo con ellos siempre han terminado igual, teniendo que comprobar los datos y revisando páginas y páginas de cháchara inservible con un puñado de líneas aprovechables. Al final, seleccionar lo interesante me consumía más tiempo que si hubiese hecho yo mismo todo el trabajo desde el principio. Para labores de mayor precisión, sus citas inventadas, sus ridículas confusiones y su incapacidad para reconocer el motivo de sus errores los hacen absolutamente inservibles. Los padres de estas criaturas (que no los inversores) saben de todos estos problemas, saben que las investigaciones en Inteligencia Artificial llevan casi medio siglo atascadas intentando solucionar los problemas por la vía del más y no del “de otra manera”. Pero, mientras el dinero siga llegando, callan y esperan que los “likes” y “dislikes” de los usuarios corrijan el algoritmo como las bolitas de comida de Skinner moldeaban el comportamiento de las palomas. Ignoran o hacen todo lo posible por ignorar, que hasta los psicólogos tenían más inteligencia que las palomas reforzándolas como resultaba adecuado. El usuario medio de estas herramientas no tiene ni la más remota idea de la respuesta correcta a las preguntas que plantea y acepta como la palabra de Dios los resultados que el programa le ofrece. El “like” o “dislike” no provendrá de lo acertado de la respuesta, indicará únicamente la cercanía o lejanía de la misma a lo que cree saber quien no sabe idea de nada (v. g. los periodistas). En el supuesto de que estos programas “aprendan por sí mismos” de las respuestas ofrecidas, cosa que dudo mucho que signifique algo más que reforzar unas cadenas de Markov respecto de otras, van a aprender a volverse cada vez más tontos y zafios, precisamente lo que ha ocurrido con todos y cada uno de los modelos de “inteligencia” artificial que en línea se han puesto.

   Leo las sesudas discusiones acerca del fin de la creatividad humana a manos de la inteligencia artificial, del peligro de que estas "inteligencias artificiales" dominen el mundo, de que la maldad intrínseca cuando entren en los debates políticos y me troncho. No, a ChatGPT y a los programas que que aguardan a la vuelta de la esquina no cabe atribuirles el fin de la creatividad humana, ni el comienzo de la humana estupidez. El fin de la creatividad humana va a provocarlo la herencia del siglo XX si no conseguimos sacudírnosla de una vez. El siglo XX nos convenció de que la creatividad era cuestión de genética, de que si teníamos unos genes, necesariamente produciríamos genialidades, de que en los resultados de una combinatoria no podía haber nada nuevo y diferente de los elementos que daban lugar a la misma, de que “probabilidad” no significa nada diferente de lo que es, será y ha sido siempre, quiero decir, que solo mide nuestra ignorancia. Los programas de Inteligencia Artificial hacen uso de la combinatoria, de la probabilidad, de la creatividad ínsita en el azar que ya descubriera Darwin en el siglo XIX y, claro, quienes han hecho lo posible por defenestrar a los que propusieron métodos reglados para utilizar semejantes técnicas en pro de la creatividad humana, tiemblan aterrorizados. La humanidad, nos avisan con gesto serio, corre un grave peligro porque las máquinas van camino de conseguir algo extremadamente revolucionario y subversivo que casi se había logrado extinguir del género humano: creatividad. Cualquiera de las técnicas de creatividad que ya explicamos en su día aquí puede dotar a un ser humano de una capacidad creativa que ni estos programillas de IA ni los que verán la luz en el próximo cuarto de siglo podrán alcanzar.

   No obstante, pese a que quepa sospechar que toda la fanfarria en torno a esta supuesta “inteligencia” artificial viene subvencionada por las empresas sobre las que se ha hablado en ella, hay algo bueno y positivo en que los periodistas le hayan dado cobertura. Tengo un robot de limpieza “inteligente” y después de muchos años con él, todavía no me queda claro si compré el más inteligente o el más tonto de los que había en la tienda. Tal y como lo programo se lanza como una flecha hacia el primer cable, el primer cordón de zapato, el primer asa de una bolsa que no he recordado quitar de en medio y allí que se queda atrapado después de una “limpieza” de cinco minutos. Sin embargo, cuando funciona conmigo presente, no se engancha con nada. Cada vez que oigo hablar de bombas o de armas “inteligentes”, me acuerdo de mi robot de limpieza y me echo a temblar. Creo que ya he contado que Isaac Asimov, el padre de la robótica, escribió toda una serie de relatos acerca de que un robot, incluso armado del primer principio de la robótica (“un robot jamás hará daño a un ser humano”), podría acabar por hacerle daño a un ser humano. Nosotros, ejemplo palmario de la “inteligencia” que adorna a nuestra especie, venimos creando robots de guerra carentes del primer principio de la robótica. ¿Podemos esperar algo diferente de una tragedia? ¿Qué cabe esperar de un tanque dirigido de forma autónoma por un programa dispuesto a inventarse bibliografías, citas y eslóganes religiosos? Dicen que el ejército comienza allí donde termina la lógica ¿en serio vamos a dejar que los militares programen para matar inteligencias artificiales?

domingo, 21 de mayo de 2023

ChatGPT (1 de 2)

   Se entiende por "cadena de Markov" una serie de eventos tales que la probabilidad de cualquiera de ellos solo depende del evento inmediatamente anterior. Mientras de los procesos puramente aleatorios se dice que "no tienen memoria", pues cada suceso no depende de los sucesos anteriores, en las cadenas de Markov, sí hay un cierto “recuerdo”. A este “recuerdo” se lo denomina "propiedad de Markov", en honor del matemático ruso Andréi Andréyevich Márkov (1856-1922), padre del concepto. Hacia mediados de los años 90, unos ingenieros norteamericanos tuvieron la ocurrencia de construir un algoritmo basado en las cadenas de Markov para generar textos. La idea resultaba muy simple. Primero tomaron unos cuantos centenares de libros en inglés y calcularon para cada palabra la probabilidad de que la siguiera otra. A continuación, tomaban un escrito cualquiera no contenido en el corpus anterior. El programa comparaba la probabilidad de sucesión de palabras en el texto con las que tenía guardada en su memoria como correspondiente al inglés medio y elegía para la secuencia proporcionada como iniciadora la palabra más probable, comenzando así su "comentario". Con esta palabra insertada por él, volvía a realizar el mismo cálculo y así sucesivamente. El discurso generado de esta manera resultaba desternillante. Tras una serie de sentencias que parecían presentar cierta coherencia, la cosa iba degenerando en una suerte de espiral cada vez más disparatada que, en uno de los ejemplos que leí, terminaba afirmando que "había pasado una agradable velada hablando con un grano de sal". Los autores del experimento no se limitaron a esto. Conectaron su programa a una de las salas de chat que comenzaban a brotar por aquel Internet incipiente y causaron el espanto de sus usuarios. Muchos de ellos quedaron convencidos de haberse enfrentado a un prototipo de inteligencia artificial de algún oscuro organismo estatal. Aquella reacción marcó lo que había de venir porque convenció a muchos ingenieros informáticos de que, aliñando un conductismo ya moribundo con las cadenas de Markov, se abrirían las puertas del santo grial: programas capaces de remedar la inteligencia humana.

   En lo que llevamos de año se ha levantado una enorme polvareda periodística en este bendito país acerca de ChatGPT, un prototipo de inteligencia artificial con la que los usuarios pueden interactuar mediante el lenguaje escrito y del que existen multitud de versiones. El asombro despertado entre quienes lo han probado ha provocado una auténtica paranoia entre quienes no lo han hecho y, sobre todo, ha movido a los gigantes Microsoft y Apple a apostar ingentes cantidades de dinero en su mejora y desarrollo. Detrás de tantos millones, tanta palabrería y tanto pánico, no se esconde nada mejor que los prototipos de hace 30 años basados en las cadenas de Markov. Como aquellos, los ultramodernos e inteligentísimos ChatsGPT no dejan de ofrecer unas líneas de sensatez escritas muy fluidamente y una sucesión interminable de vueltas y más vueltas en torno a tópicos previamente establecidos en cuanto se les pide que prolonguen algo más su perorata. Por supuesto, estas modernas versiones tienen una diferencia cuantitativa respecto de las anteriores, pero no cualitativa. La diferencia consiste en que, en lugar de la base de datos de unos pocos centenares de libros, a estos se los ha dotado de una gigantesca base de datos con millones de textos. También se les han puesto salvaguardas ad hoc y “saben” que la tripulación de Cristóbal Colón no amenizó su viaje con programas de televisión o que Julio César nunca tuvo un perfil en Facebook. Maravillas de las maravillas, algunos de estos prototipos han mostrado el rendimiento de un buen alumno en nuestras pruebas de acceso a la universidad, lo cual demuestra, únicamente, que nuestras pruebas de acceso a la universidad cada día exigen menos. A partir de ahí todo va convirtiéndose en un chascarrillo. La “extraordinaria” aplicación de OpenAI tuvo a bien ofrecerme una “bibliografía” sobre el tópico “Cervantes y la cochinilla del azúcar” que incluía: "Cervantes y la cochinilla del azúcar: Una revisión de la figura en el Siglo de Oro" de José María Fernández Álvarez; "La cochinilla del azúcar en la literatura española: De la economía a la ficción" de Soledad Fernández Gracia; "El comercio de cochinilla en España durante el Siglo de Oro" de Carlos Fernández-Shaw; "The Evolution of Evolution: German Evolutionary Theory from Darwin to Haeckel" de Stephen Jay Gould; "Darwin in the Cultural Imagination" de Ernst Haeckel y otros; y "La poesía del Siglo de Oro" de Mario Benedetti. La cita “cuando me hablan de la patria me llevo la mano al chaleco porque ese viene por mi cartera” la localizó en el “Romancero de la Guardia Civil” de Federico García Lorca. Playground AI no solo me explicó qué quiere decir el lema budista “todos para uno y uno para todos”, sino que, cuando le advertí que había metido la pata, insistió en que sí, que ese lema lo repetían con frecuencia los budistas. Perplexity.ai, siempre mucho más prudente y menos creativo, me advirtió que “no está científicamente comprobado que los calvos conduzcan más velozmente”, lo cual no le impidió dedicar algunas líneas a explicarme en qué consiste la calvicie y en qué consiste el exceso de velocidad a ver si por alguna parte podía hincarle el diente a la cuestión. Enfrentado a un problema de disolución como el que resuelven los jóvenes de 15 años, atinó a plantearlo acertadamente, pero al realizar las operaciones pertinentes cometió un error aritmético elemental. Al ya mencionado OpenAI no le ocurrió eso, su error se produjo durante el desarrollo del problema, con lo que ninguno de los dos llegó al resultado correcto. Todos llevan a cabo con facilidad listados y enumeraciones, fallan catastróficamente en el apoyo imprescindible que quien quiera escribir con sentido sobre algo necesita. Como resulta lógico, deslumbrantes teóricos de la psicopedagogía ya andan engrosando sus cuentas corrientes con cursos en los que explican cómo utilizar semejantes máquinas de generar disparates en la educación, a ver si consiguen que los estudiantes se vuelvan tan tontos como ellos...